LOS NUEVOS REVOLUCIONARIOS: UN INFORME ESPECIAL
Publicado en
octubre 12, 2014
En los Estados Unidos grupos de estudiantes rebeldes y de negros extremistas se han lanzado a cometer peligrosos actos de violencia, cada vez en mayor escala. He aquí una exposición documentada (y aterradora) que revela quiénes componen esos grupos y cuáles son sus procedimientos.
Por William Schulz.
VARIOS componentes de la agrupación llamada Estudiantes por una Sociedad Democrática se introducen en una de las salas de conferencias de la Universidad de Nueva York, donde el embajador de Vietnam del Sur va a hablar. A una señal convenida, asaltan el estrado, maltratan al embajador y en seguida escapan. Después los jóvenes agitadores se dirigen a otra sala, en la que James Reston, editorialista del diario Times, de Nueva York, está dando una conferencia, derriban las puertas y, empleando la fuerza, impiden hablar al periodista.
Durante un período de agitación provocada por estudiantes extremistas, una secretaria de la Universidad de Pomona, en California, retira un voluminoso paquete de uno de los buzones del centro universitario. Al hacerlo, el buzón hace explosión, lo que la deja ciega de un ojo, le causa la pérdida de dos dedos y le desfigura la cara terriblemente.
En la Universidad de Tougaloo, en Misisipí, varios estudiantes universitarios negros, del sur y del este de los Estados Unidos, asisten a una "reunión secreta de defensa" para discutir la eliminación de alcaldes y jefes de policía, el secuestro de autoridades universitarias y la forma de enseñar a los habitantes de los barrios pobres la manufactura de "cocteles Molotov" (o bombas de fabricación casera) y el uso de armas de fuego.
Estos sucesos recientes, que en modo alguno constituyen casos aislados, son claras demostraciones de un nuevo género de violencia revolucionaria que está amenazando gravemente a los Estados Unidos. Sus métodos brutales, enmascarados frecuentemente tras una apariencia de preocupaciones legítimas, vienen ocasionando grave perjuicio a la protesta justificada de la sociedad norteamericana.
"Esto ha ido demasiado lejos", dice el profesor Harvey Mansfield, de la Universidad de Columbia, donde han ocurrido violentos conflictos. "Se está oponiendo la fuerza bruta a los procedimientos democráticos".
Las estadísticas de la FBI son aterradoras: en 12 meses, más de 225 universidades sufrieron el asalto de grupos de brutales terroristas bien organizados; extremistas universitarios lanzaron bombas en laboratorios de investigación, en edificios del Cuerpo de Instrucción de Oficiales de la Reserva (ROTC) e incluso en salas de conferencias, con lo cual ocasionaron daños por valor de más de tres millones de dólares. En más de 40 ciudades la policía ha sido blanco de los ataques de tales guerrilleros.
¿Quiénes son los nuevos extremistas? ¿Cómo proceden? ¿Quién los está financiando? ¿Hasta qué punto reciben ayuda del extranjero?
El presente informe confidencial está basado en largos meses de indagaciones y en el acopio de datos bien documentados reunidos por la comisión investigadora del Congreso, los organismos judiciales y policiales, y las autoridades estatales y locales de los Estados Unidos.
COALICION DEL TERROR
La amenaza revolucionaria viene de una minoría muy peligrosa de unos 20.000 agitadores incrustados en un movimiento general que comprende unos 200.000 disidentes extremistas. Según afirman los funcionarios de seguridad, el núcleo del movimiento está constituido por dos grupos, uno blanco y otro negro, ambos con grandes planes destinados a derrocar la "decadente" sociedad norteamericana. Ellos son:
• Los Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS), grupo organizado en 1962 por un puñado de estudiantes, alumnos de una docena escasa de universidades. Hoy esta agrupación cuenta con 70.000 afiliados en 350 universidades, y sus jefes nacionales (casi ninguno de los cuales es estudiante) se jactan de victorias revolucionarias alcanzadas el año pasado en gran número de lugares, desde la Universidad de Harvard hasta la Estatal de San Francisco.
• El virulento partido de los Panteras Negras, que se titula a sí mismo "la vanguardia revolucionaria armada". En menos de dos años los Panteras se han multiplicado y lo que era un grupo de 125 hombres en la ciudad de Oakland, en Cali fornia, se ha convertido en un organismo que opera a escala nacional, con filiales en dos docenas de ciudades, y cuenta con unos 60.000 simpatizantes. "Educados en la ideología del marxismo-leninismo y en las enseñanzas de Mao Tse-tung", informa la FBI, "los Panteras han atentado en muchas ocasiones contra los agentes de la fuerza pública y han trabado violentos combates con la policía en todo el país".
A principios del año 1969 los dirigentes nacionales de la SDS y del partido de los Panteras Negras se reunieron, con todo secreto, en asambleas clandestinas para discutir planes de acción y una estrategia coordinada. Tales reuniones no son de sorprender, ya que los extremistas negros y los revolucionarios blancos tienen mucho en común: odio contra los actuales Estados Unidos, su idolatría por Fidel Castro y Mao Tse-tung, y una fe ciega en la violencia como único medio para destruir a la sociedad norteamericana.
BOMBAS Y BOMBARDEO DE PROPAGANDA
A los revolucionarios que en el otoño de 1968 asistieron en Boulder (Colorado) a la reunión del consejo nacional de la SDS, se les ditribuyó un folleto en el que se daban instrucciones detalladas para fabricar bombas incendiarias, cargas explosivas e incluso granadas de mano. Este y otros manuales circularon profusamente entre los miembros de la SDS y otros agitadores de todo el país, con los resultados que eran de esperar.
En la Universidad de Washington, Michael Siskind, de 22 años de edad, individuo de la SDS, fue detenido y condenado por haber intentado colocar explosivos en una instalación del ROTC. En Ann Arbor (Míchigan), estalló una bomba en la oficina local de la CIA, bomba que causó muchos daños. La SDS se declaró autora del atentado. Cameron Bishop, de 26 años de edad, desertor del Ejército, y también de la SDS, fue el primer estudiante de ideas radicales que se ha hecho acreedor a figurar en la lista de los diez criminales más buscados por la FBI, porque había hecho saltar con dinamita, en enero de 1969, las torres de trasmisión de energía de unas instalaciones militares cercanas a Denver (Colorado). "No pretendemos ninguna reforma", declaró a los periodistas uno de los afiliados a la SDS, el verano de 1969 en la convención nacional del partido demócrata en Chicago (Illinois). "Lo que queremos es destruir vuestra apestosa y podrida sociedad, y más vale que os enteréis de ello cuanto antes".
Las declaraciones de los dirigentes de los Panteras Negras son asombrosamente parecidas. "Que quede bien claro que a los Panteras no nos interesan los derechos civiles ni jurídicos", declaró George Mason Murray, ministro de educación del partido, cuando estuvo en Cuba, en agosto de 1968. "Estamos organizados en guerrillas", dijo. El propósito de estas es asesinar policías, volar puentes, quemar fábricas.
Esto no son sólo palabras. Los Panteras reciben detalladas instrucciones para el "uso de granadas y bombas contra la propiedad y las personas". En 1968, en Mobile (Alabama), el mariscal de campo de los Panteras, Donald Lee Cox, dio un cursillo acerca de la manufactura y el uso de bombas de ácido a grupos de jóvenes negros. Poco después estalló una ola de atentados terroristas dirigidos principalmente contra los establecimientos comerciales de la ciudad de Mobile. En no menos de 58 de dichos atentados se emplearon esos explosivos.
DE LA HABANA CON ODIO
Los Panteras y otros grupos de la Nueva Izquierda importan gran cantidad de propaganda revolucionaria de China y de Cuba. Un folleto publicado en Cuba y al que se ha dado gran difusión, incita al sabotaje en gran escala, al descarrilamiento de trenes y al uso de bombas incendiarias, de lanzallamas de manufactura casera y de trampas explosivas. En resumen, fuera de los Estados Unidos se puede obtener "instrucción superior" en las artes de la revolución.
Christopher Milton, de 20 años, declaró en la convención nacional de la SDS, celebrada por el verano de 1969, que había pasado tres años detrás de la Cortina de Bambú, donde había militado entre los revolucionarios Guardias rojos.
Robert Steele Collier, neoyorquino de 32 años, visitó a Cuba en 1964, en una gira organizada por el Labor Progressive Party (partido laborista progresista), simpatizante de la China roja, gira cuyos gastos costeó el gobierno de Castro. Parece que mientras Collier estuvo en Cuba, un mayor del Ejército de Vietnam del Norte lo instruyó en la fabricación y el uso de explosivos. Cuando Collier volvió a Nueva York se puso en relación con los delegados de Cuba ante las Naciones Unidas y se convirtió en uno de los jefes del Black Liberation Front (Frente pro Liberación de los Negros), organizado para ejecutar actos terroristas.
Collier había trazado vastos planes para volar la estatua de la Libertad, el monumento a Washington y la Campana de la Libertad, pero fue "traicionado" por un agente secreto que se había infiltrado en su grupo. Convicto de conspiración en junio de 1965, fue enviado a prisión. Por su buena conducta allí, se le rebajó la pena y se le puso en libertad en marzo de 1967. El "rehabilitado" Collier logró obtener un puesto en el municipio de la ciudad de Nueva York como supervisor de la sección de parques de recreo y entró a formar parte de los Panteras Negras. En abril de 1969 fue a parar de nuevo a la cárcel entre 21 Panteras acusados de haberse conjurado para arrojar bombas contra tiendas y asesinar policías. Collier no es más que uno entre cientos de jóvenes norteamericanos que han viajado a Cuba en los últimos años. En agosto de 1968, por ejemplo, 34 socios de la SDS fueron a Cuba, vía México. Varios de ellos se entrevistaron con Huynh Van Ba, del Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur, quien los instó a que suscitasen en los Estados Unidos sentimientos antibélicos, organizaran grupos de resistencia contra la movilización y reuniesen fondos para el Vietcong.
BENEFICIOS DEL PRESUPUESTO
Los fondos con que se sostienen los movimientos de la Nueva Izquierda y del Poder Negro provienen de una gran variedad de fuentes nacionales y extranjeras, legales e ilegales. Muchos individuos de la Nueva Izquierda pertenecen a familias adineradas y tienen padres condescendientes cuyas generosas asignaciones costean sus gastos de viaje y subsistencia mínima. Sin embargo, los gastos del movimiento mismo son muy altos, ya que sólo para mantener el despacho nacional de la SDS, por ejemplo, hacen falta más de 80.000 dólares anuales.
Parte de esas erogaciones se pagan con las cuotas de los socios y la venta de publicaciones, pero cerca del 60 por ciento del presupuesto de la agrupación se cubre con donaciones, que, en su mayoría, proceden, circunstancia curiosa, de patrocinadores ricos. Ante el Congreso norteamericano, el director de la FBI, J. Edgar Hoover, declaró que cuatro personas: un industrial de Cleveland (Ohio), la esposa de un abogado millonario de Chicago, una señora de la Nueva Inglaterra, heredera de una gran fortuna, y un acaudalado conferenciante y escritor de Nueva York han donado un total de más de 100.000 dólares para costear las actividades de la Nueva Izquierda.
Algunas fundaciones que gozan de exención de impuestos han contribuido a financiar a la Nueva Izquierda. Hoover reveló que uno de tales grupos, establecido en Nueva York, ha proporcionado, en los últimos siete años, más de 250.000 dólares a varias personas y agrupaciones, en su mayoría estrechamente relacionadas con la Nueva Izquierda o con el partido comunista de los Estados Unidos.
OTRAS FUENTES DE INGRESO
Con mucha frecuencia, según los especialistas, la agitación universitaria está financiada, asimismo, por estudiantes y donantes sorprendidos en su buena fe. Por ejemplo, en la Universidad Estatal de San Francisco, que tiene una matrícula de 18.000 alumnos, varios cientos de estudiantes extremistas se aprovecharon de la apatía reinante, y en unas elecciones poco reñidas se aseguraron la dirección del consejo estudiantil.
Una vez que pudieron disponer de los 400.000 dólares que ingresan anualmente en el fondo de la asociación estudiantil y que provienen de las obligadas cuotas de los miembros y en parte de los beneficios de la venta de libros, los extremistas despidieron al administrador y a sus empleados, redujeron radicalmente las asignaciones destinadas a actividades ordinarias: deportes, asociaciones de recreo y servicios, y diversos fines; y se lanzaron a una desenfrenada orgía de gastos para la revolución. Desde aquel momento, hasta que en febrero de 1969 el fiscal general del Estado, Thomas Lynch, embargó los fondos, los extremistas se concedieron a sí mismos buenos sueldos y asignaciones, compraron armas, financiaron películas racistas, animadas de odio hacia el blanco, para su exhibición en los barrios pobres, y contrataron a varios Panteras como conferenciantes.
De costa a costa del país, extremistas blancos y negros de toda índole se han ingeniado también para usar fondos destinados a combatir la pobreza, en fomentar la violencia y el desorden. He aquí algunos casos:
• Bobby Seale, Huey Newton y George Murray, dirigentes de las Panteras Negras, figuraron algún tiempo en la nómina de la sección para combatir la pobreza. En Jersey City (Nueva Jersey), el jefe de los Panteras de la localidad conservó su empleo en esa sección, incluso después de haber sido arrestado por atacar a un agente de policía.
• En la ciudad de Nueva York, algunos funcionarios reunieron 30.000 dólares para abrir una "tienda gratuita" destinada a proporcionar socorro a hippies y a otros jóvenes desertores de la sociedad. Pero los recursos de esta tienda gratuita se aprovechaban para distribuir impresos con instrucciones para fabricar bombas incendiarias, así como en reclutar manifestantes para la convención nacional del partido demócrata que iba a celebrarse en Chicago en el año 1968.
• Hace poco más de un año que la policía de Cleveland cayó en una emboscada en el agitado barrio pobre de Glenville. Diestros tiradores derribaron uno a uno a los agentes del orden, y en 30 minutos cayeron muertos un teniente y dos agentes de policía, y resultaron heridos otros 14 de estos. El militante negro Fred (Ahmed) Evans, cabecilla de los sediciosos, había recibido cerca de 7000 dólares de los fondos locales para la lucha contra la pobreza, y luego se jactó de haber utilizado parte del dinero para adquirir las armas empleadas en la matanza.
CAPACIDAD PARA EL CAOS
Sin embargo, la fuente más importante de ingresos con que cuentan los Panteras no es el programa para erradicar la pobreza, sino los robos a mano armada y los chantajes cometidos en nombre de la revolución. El llamado "Programa del desayuno", instituido por los Panteras, ofrece un perfecto ejemplo de esta forma de actuar.
Jóvenes y rudos afiliados a los Panteras recorren los barrios pobres y explican a los comerciantes que su agrupación está organizando la distribución de desayunos para los muchachos negros menesterosos que van a la escuela, y a continuación les exigen donativos en forma de alimentos o dinero. Un miembro de los Panteras de Los Ángeles (California), le dijo con una sonrisa a uno de estos comerciantes: "No querrá usted que le incendien su tienda, ¿verdad?"
Los comerciantes comprenden bien lo que eso quiere decir. En la zona de San Francisco un distribuidor de automóviles se negó a dar dinero a los Panteras, y al llegar a su trabajo al día siguiente se encontró con que le habían destrozado las grandes vidrieras de su establecimiento. Un abacero chino, que se negó a continuar haciendo donaciones, poco después halló su negocio casi destruido por un incendio. Se ha hecho blanco de bombas incendiarias a los comerciantes que se niegan a "cooperar". "La mayor parte de los comerciantes están aterrorizados", explica un funcionario de la policía de la costa oriental, "y hacen entregas de 25, 50 y hasta 100 dólares a la semana".
Esas "aportaciones voluntarias" financian insidiosos programas de adoctrinamiento revolucionario. No sólo se alimenta a los pequeños e impresionables escolares de los primeros grados de primaria con huevos y tocino (lo que generalmente se hace en los sótanos de las iglesias), sino también con grandes dosis de propaganda racista. Al menos en cinco programas diferentes se ha distribuido un cuaderno para colorear en el que aparecen negros mutilando policías con pistolas, navajas y hachas.
Los gastos de otras actividades de los Panteras se cubren mediante atracos a mano armada, según explicó Larry Powell a una comisión investigadora designada por el Senado estadounidense. Powell, que había pertenecido a la selecta guardia negra de los Panteras, contó que se le había destinado a uno de los cuerpos de asalto que llevaban a cabo los robos ordenados diariamente por el comité central del partido de los Panteras Negras. Los comercios que se debía atracar se elegían cuidadosamente. "Se juzgaba que no valía la pena asaltar una tienda donde no hubiera por lo menos 500 dólares", declaró Powell. Una tercera parte de la suma robada iba a parar a la tesorería de los Panteras y los otros dos tercios se dividían entre los atracadores.
Los Panteras no son más reprensentativos del negro norteamericano de lo que los Estudiantes para una Sociedad Democrática lo son de los siete millones de estudiantes universitarios del país. Pero ambos grupos poseen una capacidad para la subversión que excede en mucho al número de sus afiliados. Mediante una elección cuidadosa de las cuestiones que preocupan al país (desde la guerra de Vietnam hasta la "brutalidad policiaca") y una cabal explotación de ellas, esas agrupaciones han podido arrastrar a millares de personas que normalmente se mantienen al margen. El caos que han desencadenado ha tenido incalculables consecuencias, ya que ha comprometido el buen éxito de la lucha por los derechos civiles, ha perturbado el funcionamiento de los centros de estudios y ha planteado una seria amenaza a la existencia de la democracia norteamericana.