ENALTEZCA SU RELACIÓN CONYUGAL
Publicado en
octubre 26, 2014
La fidelidad matrimonial no implica necesariamente aburrimiento. Por el contrario, brinda a hombres y mujeres la oportunidad de mantener relaciones estimulantes.
Por Andrew Greeley (autor de muchos libros, es un sacerdote católico ordenado en 1954. Ha sido catedrático de sociología en la Universidad de Chicago y en la actualidad es erudito investigador en el National Opinion Research Center de aquella ciudad norte-americana).
SI NOS atenemos a la definición casi universalmente aceptada de fidelidad conyugal, persona fiel es aquella que no sostiene relaciones carnales fuera del matrimonio. Pero en todos los demás casos este concepto no es tan estrecho ni se toma en parte tan negativa. Normalmente encierra un sentido positivo en sumo grado, pues la fidelidad (el anhelo de un amor inextinguible) forma parte de toda amistad humana. Constituye el compromiso permanente de "esforzarse en llegar" hasta la otra persona; una promesa de persistir en salvar las barreras y la distancia que se interpongan entre ambas personas; la firme resolución de mantener y estrechar sus relaciones por encima de todo. Yo diría que en la idea de fidelidad conyugal es secundaria la mera prohibición de compartir el lecho ajeno, pues en un sentido primordial y positivo indica que los esposos se obligan a desarrollar en todos sus aspectos, incluso el erótico, su relación mutua.
Pero es muy improbable lograr eso si el hombre y la mujer no se han propuesto acrecentar el placer que resulta del acto sexual. Por otra parte, si no hay compromiso de una relación duradera, de consagrar toda la vida a estimular mutuamente lo mejor de cada uno, es poco probable que la unión carnal les siga procurando mucho placer.
Así pues, fidelidad sexual quiere decir que uno se ha comprometido firmemente a ampliar y enriquecer la relación carnal que lo une a su cónyuge, pese a los desengaños o fracasos que puedan ocurrir. El que ama fielmente se obliga a cultivar sus habilidades y su sensibilidad propias como ser sexual, en particular aprendiendo por "retroacción" de la respuesta erótica de su pareja. Quien así ama trata constantemente de mejorar y refinar su destreza para dar placer al ser amado. Y cultiva su aptitud para la ternura y su habilidad para combinarla con la excitación erótica. Simultáneamente se esfuerza en abrir a su esposa la intimidad de su ser, cada vez con mejores resultados, de manera que ella perciba la necesidad de ternura, de cariño y delicadeza que tiene su marido, especialmente cuando estas cualidades se comunican al otro por medio de una caricia, de un beso, del contacto de los cuerpos tibios y estimulados.
Nadie viene al mundo con tal destreza. La sensibilidad y la aptitud para desempeñar eficazmente el acto amoroso sólo se adquieren con la práctica, con repetidos tanteos para eliminar los errores; gracias también al don de reírse de los desaciertos y a la retroacción. El amante necesita que su cónyuge le señale qué hace bien y qué hace mal. Por tanto, la fidelidad significa que quien ama pide, y aun exige, esa retroacción, aunque de tal modo que resulte un placer para el consorte dar las instrucciones correspondientes, ya se expresen con acciones o verbalmente.
De la misma manera, quien ama fielmente se esfuerza en informar, instruir, corregir y guiar a la persona amada de modo que acreciente y no menoscabe su autoestimación fundamental. Eso exige delicadeza, tacto, discreción y saber decir lo que uno quiere. Quizá no resulte fácil esta comunicación en algo tan delicado como el acto de amor. No obstante, si hombre y mujer no se han obligado a fomentar esos dones en sí mismos y en el otro, no podríamos decir con toda seguridad que su matrimonio es fiel.
NECESIDAD DE SUTILEZA
La fidelidad denota el mutuo compromiso de acrecentar la sensibilidad del uno ante el otro. El que ama fielmente se ha obligado a comprender cada vez mejor la fisiología de su consorte. Es posible que un hombre conozca las funciones femeninas en general, y sin embargo ignore completamente las de su esposa. Y a menos que para él la fidelidad signifique la obligación de explorar suave y tiernamente el cuerpo de su cónyuge y las reacciones de ella a tal exploración, jamás llegará a remediar su desconocimiento.
Nuestra cultura da por sentado que la respuesta sexual en el varón es más evidente que en la mujer. En consecuencia, la esposa quizá esté convencida de que comprende muy bien la fisiología de su marido y no necesita explorar su cuerpo; y pensará igualmente que sus actos, como esposa, no requieren sutileza. Pero la carne y el sistema nervioso del varón son tan delicados y sensibles como los de la mujer. Es infinita la variedad de acentos y matices que esta puede poner en sus caricias. Cuando uno de los cónyuges crea saberlo todo, peligrará su compromiso de madurar en las relaciones sexuales.
La ternura es esencial a la fidelidad. Todos somos criaturas frágiles, vulnerables. Pocos son los matrimonios y las relaciones humanas que no mejoran notablemente cuando se tratan con más dulzura. Los amantes refinados saben que, en la alcoba o fuera de ella, una expresión de cariño (un beso en la nuca, tocarse las manos) puede obrar un formidable efecto erótico. Si en el lecho conyugal no gobierna la ternura, es muy probable que la unión resulte insatisfactoria e infrecuente.
Con raras excepciones, los matrimonios inician las relaciones sexuales con escasa y vacilante confianza en su atractivo y competencia propios. Los cónyuges necesitan confianza para arriesgarse y tienen que sentir la reacción de un compañero cuya pasión, por evidente, provoca el deseo.
FUENTE DE ALIVIO
La fidelidad consiste, pues, en dedicar la vida a hacer de un consorte perfectamente humano un amante irresistible. Si la esposa no cree que es su propio atractivo erótico, antes que la "urgencia" de su marido, lo que enardece a este, el matrimonio será indiferente y tedioso. El esposo convencido del erotismo de su mujer, la hace a ella ser sensual. Y la esposa sabe que su consorte se mostrará torpe e inepto si ella no le hace sentir que "se derrite" sin remedio en presencia de él, que lo desea ardientemente, que es un hombre ducho en el amor. En el amor carnal siempre recogemos lo que hemos sembrado.
Para formar un amante irresistible, hay que saber discernir. Cada quien deberá ver lo atractivo y erótico, y dejar a un lado lo desmañado, medroso o irresoluto. Seleccionando sus percepciones, el amante puede sacar toda la potencialidad del compañero. Desde luego, si se opta por concentrarse en los errores, en los titubeos, en las intentonas ridículas, el cónyuge se refugiará en su propio yo y liberará al otro de la obligación de arriesgarse.
La fidelidad exige comprometerse a no esperar jamás que el cónyuge tome la iniciativa para poner fin a una desavenencia, y a no rechazar su iniciativa, por torpe que sea. Ser fiel significa que, cuando la esposa despierte a mitad de la noche con un sentimiento de soledad, de temor y de ser indigna, no vacilará en buscar el contacto con su marido. Abstenerse de pedir su consuelo equivaldría a serle infiel, pues querría decir que no está dispuesta a compartir con él sus sentimientos más íntimos. De parecida manera, el esposo sabe que también es infiel cuando no busca solaz con su compañera al final de un día descorazonador y humillante.
Tales ocasiones de debilidad y vulnerabilidad son de importancia crítica en el matrimonio, precisamente porque en esos momentos el amante ejerce un inmenso poder sobre su cónyuge. Este poder se aprovechará para unir más estrechamente a la pareja o para destruir un yo frágil y ya herido. Es triste pensar que esto último ocurre con más frecuencia que lo primero entre los matrimonios contemporáneos.
Pero el que ama fielmente sabe percibir en todo momento la posibilidad de que el consorte le esté diciendo con sus actos a sus palabras: "Por favor, ámame ahora mismo". Y pasar por alto la ocasión constituye una infidelidad de la peor índole.
INTENSIFICACION DEL MISTERIO
La lucha para cumplir la verdadera fidelidad conyugal constituye una prueba incesante y difícil. Pero también inmensamente agradable. Cuando hombre y mujer se esfuerzan en madurar en la práctica del amor mutuo, se establece una disposición sicológica que enaltece el atractivo del uno para el otro. La unión de esfuerzos es, en parte, garantía del buen éxito, precisamente porque la satisfacción de su propósito común los hace más gratos el uno al otro, tanto por saberse capaces de proporcionar placer como por ser aptos para recibirlo. Los cónyuges se aman más aún entonces, porque encuentran algo más que amar.
Siempre está la posibilidad extrema de dormir con otra o con otro, pues se tiene capacidad física para ello. Pero los cónyuges que se aman saben bien que con ninguna otra persona comparten el dolor y el gozo exquisitos de la fidelidad. Otros compañeros podrán parecernos más atractivos durante unos momentos, e incluso durante algunos días, pero el amante sabe muy bien que su propio compañero es en realidad más atractivo, porque fue obra de mucho tiempo cultivar la aguda sensibilidad a las posibilidades del placer que puede encontrarse en la unión verdaderamente fiel. La familiaridad sólo causa menosprecio entre aquellos que han cesado de madurar; para los que aman fielmente, es fuente del más hondo placer e incluso de una intensificación del misterio.
CONDENSADO DE "SEXUAL INTIMACY. © 1973 POR LA ASOCIACIÓN TOMÁS MORO.