Publicado en
octubre 26, 2014
NO ERA un fiel perro de San Bernardo el que encabezaba la partida de salvamento que en marzo de 1976 subía por una senda del monte Sandia, cerca de la ciudad norteamericana de Albuquerque (Nuevo México). En este caso, por el contrario, el animal era el objeto de la busca. Cuando Gus, perro San Bernardo de siete años y 90 kilos, inició la caminata de un día entero con su ama Beth Saint George, iba rebosante de energía. Pero ya en el viaje de regreso comenzó a cansarse, y desfalleció cuando les faltaban dos kilómetros y medio de la base del picacho.
El puesto de Exploradores o Boy Scouts número 311 se enteró de la apurada situación de Gus por un aviso difundido por la radio del Servicio Forestal, y se apresuró a montar una partida de auxilio. Con ayuda de 11 montañeros, sujetaron a Gus en una camilla y lo bajaron de la montaña hasta llevarlo a un hospital de veterinaria, donde le envolvieron las patas, le dieron alimentación intravenosa y lo atendieron durante toda la noche. Gus, según su dueña, está otra vez como nuevo... pero ya no practicará más alpinismo.
—J.W.J.
AL ABRIR un nuevo hotel de recreo en la escarpada costa japonesa, al sur de Osaka, el empresario Tsutomu Shimazu se propuso descubrir alguna manera original de proporcionar reposo al turista. El fruto de su inventiva fue el primer teleférico con baños calientes que existe en el mundo. Antes de remontarse por los aires, los parroquianos de los Baños Apolo entran en los tocadores del interior del hotel y de allí pasan a unos pozos (para hombres o mujeres por separado) de burbujeantes aguas termales, mezcladas con zumo de naranja concentrado, sake o leche. Después de remojarse en el líquido de su elección, los clientes se dejan caer por un "baño deslizador" que baja dos pisos hasta los andenes donde se toma el teleférico, cuyos vagones contienen cada uno diez bañeras. Durante el espectacular recorrido de seis minutos y medio hasta un elevado promontorio, los parroquianos y parroquianas completan sus abluciones en aguas termales, pero todavía separados unos de otros. Las familias, las parejas en luna de miel y los enamorados pueden viajar juntos en vagonetas privadas que proporciona el hotel.
—Newsweek
UN AGENTE de la policía escribió al novelista James Michener para explicarle que su reciente libro Centennial le había salvado la vida. El agente llevaba el volumen en el bolsillo de atrás del pantalón durante el tiroteo que acompañó a un atraco a cierto almacén de licores. Una bala, al rebotar, le dio en la posadera, pero no pudo pasar más allá de los cuatro primeros capítulos de la novela.
—F.F.W.
ERSIN Aydin, nadador turco, quizá no implantó ninguna marca de. resistencia en natación durante sus 43 horas y 20 minutos en el agua, pero sí logró anotarse la de haber comido más que nadie estando en ella. Mientras nadaba Bósforo abajo, Aydin consumió 14 bistés, 12 pastillas de chocolate, 20 emparedados de queso y carne, 10 botellas de zumo de frutas, tres kilos y medio de melocotones, 25 vasos de té y cuatro jarras de miel. "Lo hice por la patria", declaró.
—S.I.
LADBROKES, empresa que acepta apuestas en Londres, ha rebajado las probabilidades de una visita de seres ultraterrestres a 33 contra una (antes habían sido de 100 a una) por una racha de apuestas precedentes de Estados Unidos. La empresa dice que ahora podría perder casi 500.000 dólares si de improviso nos cayera uno de tales visitantes.
—M.J.
EN UN esfuerzo para hacer más atrayente la planificación familiar, los funcionarios municipales de Madrás (India) ofrecen a todo el que se haga la vasectomía el equivalente de ocho dólares y una semana de vacaciones.
—Moneysworth
EN LONDRES, cuando hablan de "correo rápido", lo dicen en serio. Para evitar los retrasos ocasionados por las congestiones del tráfico, el sistema postal británico dispone de su propio ferrocarril subterráneo (el único en su clase que existe), en donde unos carritos movidos por electricidad arrastran los sacos de correspondencia por una red de túneles similares a los del Metro, entre el centro de Londres y seis estaciones repartidoras. Por esas vías férreas transitan un promedio de 40 trenes por hora, que llevan 40.000 fardos de correspondencia, los cuales van en cajas que se deslizan por correas sin fin, hasta ser embarcadas automáticamente en los trenes manejados por mando a distancia desde consolas electrónicas. Resultado: Londres puede distribuir, manejar y entregar más cartas y con mayor celeridad que cualquier otra ciudad del mundo.
—P.M.