DEMASIADA INDEPENDENCIA CONYUGAL
Publicado en
septiembre 30, 2014
¡Somos una pareja independiente! ¡Cada uno mantiene su absoluta individualidad! ¡Manejamos nuestros ingresos por separado! ¡Las actividades particulares del uno, no incluyen al otro! ¡Mi tiempo libre es sólo mío... ¡Cuidado: peligro conyugal!
Por Ma. Rosa Espinel de Massú.
No es raro escuchar a parejas tanto de recién casados como los que han cumplido ya algunas bodas, hacer los comentarios expresados en las líneas anteriores. Estos, lejos de determinar a un matrimonio sólido pero independiente, suele ser la interpretación de un matrimonio en crisis... o al borde de estarlo.
EL TÉRMINO ES BASTANTE CLARO
Cuando un hombre y una mujer deciden contraer matrimonio, se dice que pronto van a ser una pareja. Pues bien, tácitamente la palabra "pareja" significa simplemente dos. En efecto, son dos personas que voluntariamente van a unirse y de tal forma anulan su anterior sistema de vida básico: Antes formaban parte de un núcleo familiar en calidad de hijos; ahora fundan un nuevo hogar, en que el centro son precisamente ellos, cabezas de futuros hijos, consecuencia lógica del matrimonio. Desde el momento en que se casan, no sólo unen sus cuerpos, sino realmente sus vidas, con las aportaciones propias e individuales de cada uno, esto es, costumbres, hábitos, horarios, amistades, tradiciones, gustos, aficiones, familiares, etc. Quien va al matrimonio pensando lo contrario, está errado. El equipaje que cada cónyuge porta al nuevo hogar, nada tiene que ver con asuntos materiales, como esos cientos de pequeños grandes detalles de cosas que antes hacían en forma individual o siendo miembro activo de una familia, y que desde ese instante de la boda, van a fusionarse con los propios de su pareja y por lógica desembocarán en actividades de conjunto con tendencia de ambos, que mezcladas entre sí, conformarán realmente lo que será el nuevo hogar. Todo esto, debe haberse tratado exhaustivamente durante el período de noviazgo, la época propicia para conocerse no sólo a sí mismo, sino al verdadero mundo en que cada uno se desenvuelve. La adaptación al mismo, que se desprende del mutuo cariño que los ha unido, no sucede de golpe, es el resultado de compartir día tras día la maravillosa experiencia de hacer de dos personas realmente una. Todo esto, naturalmente, sin perder la propia identidad de seres humanos únicos e independientes.
LO QUE YA NO PUEDE SER
Todo esto significa que habrán muchas cosas que tienen que variar, de cuando alguien es soltero al convertirse en personas casadas. Así pues, si una chica acostumbraba a salir de su trabajo cada tarde con sus compañeras, bien sea a ver vitrinas, tomar un refrigerio, etc., por lógica no podrá continuar siendo, al menos no en forma constante, como antes pudo haber sido. Ahora tiene obligaciones hogareñas que cumplir... Sí, aunque nos moleste muchas veces el uso de la palabra "obligaciones", pues eso son, y así deben tomarse, aunque sean muy placentero hacerlas. Y son precisamente "obligaciones", puesto que no pueden evadirse, soslayarse, postergarse o evitarlas. Por ejemplo, no se puede dejar de tenerle comida al esposo o la ropa lista para ser usada.
Así mismo, si un hombre antes de casarse, destinaba de tal forma sus ingresos, dentro de un amplio margen de diversiones, gastos superfluos o de rápida "provocación", pues ahora deberá establecer un prolijo presupuesto; incluso si gana más de lo que necesita para los gastos de la casa, ya que debe pensarse en ciertos imprevistos y muchos "previstos" lógicos que antes no tenía y ahora sí; hay ciertos rubros que "por si acaso" deben siempre ser tomados en cuenta. Además, si solía por ejemplo dedicar el domingo a hacer deportes con sus amigos o reunirse con su grupo en actividad netamente masculina, pues es bien cierto que no puede continuar, o al menos no en la misma medida, pues tiene una esposa con la que debe compartir sus ratos libres, dentro de un marco de actividades personales, familiares, etc., que no pueden ni deben eludirse, ni siquiera con el tan usado argumento de que "con ella me veo todos los días". La lógica y la prudencia son los únicos termómetros que delimitan lo normal, lo aceptable, incluso lo necesario; esto por supuesto va a diferir bastante de cuando se era soltero.
LA COMUNICACION Y LA COMPAÑIA
Sin lugar a dudas, una de las claves del éxito matrimonial está en la eficiente comunicación que se tiene una pareja, que unida al respeto y al amor, son los tres pilares de un buen hogar (la expresión física del cariño forma el cuarto pilar). Pero por supuesto, para comunicarse, una pareja debe, ante todo, disfrutar de estar juntos; aprender a ser perfecta compañía el uno del otro... esto es básico. Si bien la búsqueda de actividades, aficiones y esparcimiento compartido con terceras personas no sólo es agradable sino necesario y lógico, la primera amistad que debe buscarse es la de su propia pareja; debé ser incansable el deseo de estar en su compañía; debe atesorarse cada instante que se comparte. Esa es la única fuente de enriquecer el matrimonio.
IGUALDAD DE LOS SEXOS
En el tiempo de nuestras abuelas, la independencia —excesiva se entiende— dentro del matrimonio, era atributo netamente masculino. El mundo actual, con la igualdad entre hombre y mujer para desenvolverse dentro de él, especialmente en el campo profesional, hace que el reparto de dicha "independencia" pueda darse por igual en el hombre o la mujer. Es más, antes, la joven por lo general "salía de su casa para casarse"; pasaba de la dependencia paterna a la conyugal. Ahora es diferente; la mujer experimenta, un amplio campo de acción en un mundo antes vedado para ella. Ya no se educa para el matrimonio; las diferencias por ende se han acortado o anulado, pero hay derechos y obligaciones que deben ser asumidas por marido y mujer, pero ante todo, la vida es por lo tanto mayormente compartida entre los dos. Esto debe ser motivo de enriquecimiento conyugal, de fortalecerse como pareja, sin desmedro de la propia individualidad, pero siempre de lo que libremente decidieron ser: un conjunto.
Por desgracia, el machismo imperante y el no tan nuevo pero bastante de nuestra época "feminismo", trata de exteriotipar un separatismo entre ambos; trata de marcar una frontera, con la idea absurda que si se traspasa o se pierde terreno, se menoscaba la propia personalidad. De ese argumento, se desprende muchas veces el deseo inconsciente de tratar de ser demasiado independiente dentro del núcleo conyugal. Cuando el verdadero sentido de pareja es precisamente ése, fundirse el uno con el otro, juntar no sólo afecto, sino energías, ingresos, ideales y sobre todo tiempo, ese tiempo tan defendido en los momentos actuales.
CONCLUSIONES
La idea errada de que el hogar está sólo dentro de las paredes de la casa, debe ser algo obsoleto. El mundo que se abre fuera es el mundo de ambos; debe ser conquistado juntos. La demasiada independencia que muchos preconizan como un triunfo individualista, no es sino una señal de deterioro como pareja, un signo de alarma, de crisis en cierne. Un hombre o una mujer, sin tener que ser "dependientes" de su pareja, deben esforzarse por no independizarse entre sí, más bien deben, sí, independizarse de cualquier otro tipo de atadura externa, sea ésta por ejemplo influencia de familia o amigos, exceso de trabajo, presión por sobre gastos superfluos, vicios aunque sean menores, etc. Por el contrario, la búsqueda dentro de su pareja de no sólo valores afectivos sino incluso mundanos, apretará los lazos de unión, reforzará la relación humana entre sí y acrecentará incluso el afecto.
Al casarse, dos manos que se abrían solas, se juntan y se cierran; apretarlas cada día más, aumenta el equilibrio de esas dos personas que tal vez solas tambalean, pero que juntas, aseguran un buen paso por el dificil camino de la vida.
Fuente:
Revista HOGAR, Enero 1993