UNA AMANTE MUY PARTICULAR
Publicado en
agosto 31, 2014
Mi tía Eulogia decía que los americanos no tenían amantes, que eran maridos fieles; pero la Domi descubrió que Brian sí tenía una debilidad...
Por Elizabeth Subercaseaux.
Cuando la Domitila se mudó a Ohio para casarse con Brian, sabía muy poco de cómo era vivir en los Estados Unidos, mucho menos de cómo era vivir en el medio Oeste americano casada con un granjero. Había visto en las películas que todo era enorme, las carreteras, las montañas, los desiertos, las quebradas de los ríos, los vasos de Coca-Cola y las palomitas que la gente comía en el cine. También sabía que el fantasma de las americanas no se llamaba "la flaca de la esquina", como en su país, sino "los impuestos". Y mi tía Eulogia le había dicho que los americanos no tenían amantes; si no les iba bien en el matrimonio, iban a la oficina más cercana y se divorciaban, pero tener amantes era mal visto y merecía una fuerte sanción social.
—Pero las actrices de Hollywood viven de un amante a otro —dijo la Domi.
—Ellas son las únicas que tienen licencia, pero las señoras comunes y corrientes, las que se quedan en la casa criando a los niños o tienen un trabajito en el supermercado de su pueblo, esas, están a salvo. Los maridos americanos son fieles, esencialmente fieles.
—¿Y por qué tanto? —quiso saber la Domitila, quien después de su experiencia de casi 10 años trabajando en mi familia, no creía que existiera tal cosa como un marido fiel.
—Porque las leyes americanas protegen a las mujeres. Si a un americano se le ocurre la mala idea de engañar a su mujer y ésta lo pilla, ella no se suicida, ni se va a la casa de su mamá chillando, ni se hace amiga de la flaca, como nosotras, ella contrata a un abogado, le paga 400 dólares la hora y el abogado se encarga de esquilmar, literalmente esquilmar al adúltero. El adúltero se queda con la flaca pero sin casa, sin auto, sin trabajo —porque el jefe no quiere que le metan un pleito a él— y sin futuro, sentado en la calle. ¿Entiendes?
—Mmmm —dijo la Domi, dudosa...
La cosa es que cuando llegó a Ohio y comenzó su vida con el granjero, se dio cuenta de que mi tía Eulogia estaba en lo cierto. Ni Brian, ni ninguno de sus amigos había tenido jamás una amante, era algo que no les pasaba ni por la cabeza. En el caso de Brian esto no habría sido ni pensable, pues la tía Molly habría dado cuenta de la desdichada de un escopetazo; pero en el caso de Jonathan, Bill Hamsley y Tomathon Yardley, los mejores amigos de Brian, no había ninguna tía Molly que les espantara a las mujeres, y todos permanecían fieles a sus viejas, como soldados a sus patrias.
Brian, fiel como todo granjero de la zona, tenía una gran debilidad, eso sí. Se llamaba Uli, y era su vaca. Pero ni en la peor de sus pesadillas habría imaginado la Domitila que la Uli iba a convertirse en su rival... una rival muchísimo más peligrosa que la flaca de la esquina o la crespa de la farmacia.
Las cosas ocurrieron de esta manera: un día Brian no llegó a dormir. La Domi, acostumbrada a la usanza latinoamericana, lo primerísimo que pensó fue que se había quedado con otra mujer. Y se lo dijo a la tía Molly.
—¿Otro woman? ¿Are you crazy? (¿Otra mujer? ¿Estás loca?). ¡De ninguna manera! —exclamó la tía echando chispas por los ojos—. Debe estar con Uli.
—¿No ve? ¿No se le dije yo? ¿Y quién es esa Uli?
Y ahí fue cuando la tía Molly le explicó que la Uli era una vaca. Brian adoraba a su vaca y la vaca había estado sintiéndose mal. Lo más probable es que se hubiera quedado en el potrero con ella para ayudarla a quedarse dormida.
—¿A una vaca? ¿Y desde cuándo hay que ayudar a las vacas a quedarse dormidas? —preguntó la Domi, sospechando que todo aquello de la vaca no era más que un cuento.
Hacia las 7 de la mañana, cuando el sol estaba alto y los trigales relucían bajo un cielo limpio, Brian llegó a la casa cansado, con cara de no haber dormido en toda la noche.
—¿Se puede saber de dónde vienes? —preguntó la Domi.
—Estuve con Uli —dijo Brian, limpiándose la cara con una toalla mojada.
—¿Con la vaca?
—Yes, she is my cow (Sí, ella es mi vaca) —dijo Brian, produciéndole a la Domi una chispa de celos.
—¿Así que es más importante para ti dormir con una vaca que con tu mujer? —preguntó la Domi con la cólera asomándosele por cada rendija del cuerpo.
—Yo no dormir con Uli, yo solo curarle la pata —se defendió el pobre Brian como pudo.
—¿Y para curarle la pata te tomaste toda la noche, Brian? ¿No podías haberla llevado al doctor para vacas? —siguió la Domi.
Y fue entonces cuando al pan de Dios que era Brian se le quitó lo de pan y lo de Dios, y comenzó a gritar como un desaforado. Que la Uli era el amor más importante de su vida, que si la Uli se moría él prefería no seguir viviendo, que la Uli estaba enferma y ella no era capaz de comprenderlo, que la Uli lo necesitaba más que nunca.
La Domi no podía dar crédito a lo que estaba escuchando.
—¿Se puede saber qué edad tiene esa Uli? —preguntó la Domi, ahora furiosa.
—¿Y qué importar los años? Mi Uli ser eterna para mí —dijo Brian, y salió de la casa dando un portazo.
La Uli tardó un mes en mejorarse y Brian llegaba a dormir noche por medio. La Domitila empezó a desesperarse, y se sentó frente a la computadora para comunicarse con su eterno paño de lágrimas, mi tía Eulogia.
Querida señora Eulogia: Le escribo con urgencia. Mire lo que me ha pasado. Es muy cierto lo que usted me decía, los americanos de por aquí son muy fieles a sus mujeres, hombres buenos, puritanos, mi Brian no tiene amantes, jamás tendría una, pero tiene una cosa peor, una vaca, se llama Uli, y pasa enferma. Yo hubiera preferido mil veces a una flaca de la esquina, al menos con una flaca se puede conversar, pero ¿cómo voy a entenderme con una vaca? Necesito, por favor, que me escriba aconsejándome. Domitila.
A los 10 minutos, la pantalla mostraba la respuesta.
Domi: No hagas nada. No le grites a la vaca, ni le grites a Brian. Estoy de acuerdo contigo en que no resulta fácil lidiar con una rival tan poco conversable, pero los hombres son así, cuando se enamoran, se enamoran, aunque sea de una vaca, y no hay nada que los haga cambiar de idea. Lo único bueno, en tu caso, es que la vaca vive cerca y no es posible meterla en un avión y llevársela por el fin de semana a Río de Janeiro como hacía Roberto con la flaca de la esquina, o comprarle un abrigo de piel. Cariños, Eulogia.
A regañadientes y casi sin poder creer que ella tuviera tan mala suerte, la Domi tuvo que aceptar la existencia de la Uli en la vida de Brian. A poco andar se dio cuenta de que la Uli era mucho más importante para él que ella misma, que los trillizos y que la tía Molly. En las noches de Luna llena, Brian se alojaba con la Uli porque a la vaca le daba miedo ese globo de plata colgando del cielo. Para Navidad, y antes de ir a la misa de gallo, había que pasar por el establo de la Uli para llevarle una cesta de alfalfa que Brian forraba en papel plateado. Para el Día de Dar Gracias, la Uli era invitada a la casa y comía un pasto recién cortado y manzanas en el patio de atrás. "Solo a mí se me ocurre casarme con un granjero enamorado de una vaca", se lamentaba la Domi en las noches de Luna llena, mirando la cama vacía de su marido.
El colmo de los colmos fue cuando Brian decidió que la Uli debía cambiar de aire y compró un tráiler para llevarla de vacaciones a Main.
—¡Ahora sí que te has vuelto loco! —gritó la Domitila—. ¿Qué vamos a hacer con una vaca en la casita de Main, donde apenas cabemos nosotros?
—Uli acomodarse en cualquier parte, Domi —la defendió Brian.
—¡Yo no voy! —gritó la Domi, y cuando Brian aceptó ir solo con los trillizos, la tía Molly y la Uli, la Domitila corrió a la computadora para aconsejarse con mi tía Eulogia.
Señora Eulogia: ¿Qué hago? Brian quiere llevar la vaca a Main, donde hemos alquilado una cabañita por el verano. ¡Ya no doy más! Creo que esta vaca me va a arrastrar a un divorcio. Necesito su consejo con urgencia. Domitila.
Diez minutos más tarde, llegó la respuesta tan esperada:
Querida Domitila: No te vas a divorciar por una vaca. Si yo he soportado a la flaca de la esquina casi 10 años, tú podrás arreglártelas con la Uli. Mi consejo es el siguiente: hazte amiga suya. Visítala de vez en cuando en su potrero y llévale un paquete de zanahorias, hojitas de trébol, brotes de alfalfa, lo que más le guste. Suerte, Eulogia.
Y así fue como la Domi conquistó a la Uli, con zanahorias frescas y unas peras al jugo que compró la tía Molly. Al principio, la vaca la miró con bastante desconfianza, pero al cabo de un rato movió la cola.
Y así llegó la fecha indicada y todos partieron a Main.
"¡Qué vida de perros!", se decía en silencio la Domi, en la camioneta, rumbo al veraneo.
—¿Cómo ir Uli? —preguntaba Brian de tanto en tanto, y la Domi daba una vuelta, miraba por la ventana de atrás, y ahí, en el tráiler, dándose un banquete de alfalfa recién cortada, iba la vaca.
—Va bien —decía la Domi, segura de que la vaca le había sonreído. "Ya me las vas a pagar, maldita lagarta", pensaba, tragándose una lágrima.
ILUSTRACION: MARCY GROSSO
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, MARZO 02 DEL 2004