Publicado en
agosto 03, 2014
Aunque los educadores sólo reconocen uno o dos tipos de inteligencia, en la práctica se necesitan varias más para tener éxito en el mundo complejo y competitivo de hoy.
Por: Victoria Puig de Lange.
Ultimamente, tal vez influenciados por la vecindad del milenio, se oye mucho hablar de longevidad, como si eso de llegar a los cien años y hasta superarlos, fuera lo más deseable y conveniente.
Y podría serlo, si junto con los cien años, mantuviéramos una salud que justifique la existencia. Y eso, dicen los miembros del equipo de gereatría de la Escuela de Medicina de Harvard, es más frecuente y posible de lo que imagina la gente. Añaden sin embargo, que eso implica un planeamiento que comienza décadas antes de que se inicie la vejez, a través de hábitos de vida que conducen a una madurez plena, libre de achaques, y lo más importante: una mente alerta y productiva. Porque todo se origina allí, en la mente.
Todos nacemos con una serie de ventajas o desventajas que nos acompañan desde la cuna, y pueden significar la diferencia entre una vida fructífera y una llena de limitaciones. Miles son los factores que nos forman y ayudan a desarrollar los mecanismos de defensa que necesitaremos para subsistir y alcanzar nuestro total potencial anímico.
Mi gran ventaja personal fue un padre lógico, ecuánime y lúcido, que contestó siempre mis preguntas, por peligrosas que fueran, limpiando mi cerebro de "telarañas" como él llamaba a los tabúes y supersticiones sociales. Una vez, totalmente confundida, lo abordé, (hablando de una mujer que escribía poemas bellísimos) como la misma persona exhibía frecuentemente una falta total de lucidez y criterio, que le impedía captar las realidades más elementales.
"¡Ah!" , respondió regalándome una de sus sabias sonrisas es que hay muchos estilos de inteligencia. Desde luego, no se nace con una cuota fija de inteligencia, y tampoco creas aquello de que ésta puede medirse con una prueba matemática. Estudios neurológicos, antropológicos y sicológicos demuestran que la inteligencia está dividida en tipos: inteligencia lógica... inteligencia musical... inteligencia espacial, y así as infinitum.
Aquella conversación no se me olvidó nunca. De ella deduje que todos podemos aspirar a fortalecer diferentes tipos de inteligencia, para lograr una personalidad polifacética y productiva.
Cultive sus amistades, las viejas y las nuevas. Escuche hablar a los jóvenes, y no rechace las nuevas modalidades. Más bien trate de comprenderlas.
Un profesor de Harvard, el doctor Howard Gordon, identifica ocho tipos de inteligencia, aunque los planteles educativos, los colegios y universidades tienden a reconocer dos como primordiales: la inteligencia lingüística, que tiene que ver con nuestra facilidad de palabra y de plasmar ideas con la pluma, apoyados en el gusto por la lectura, y la inteligencia lógica, que produce individuos con inclinaciones matemáticas, facilidad para resolver jeroglíficos y llevar a cabo estudios experimentales, teniendo además habilidad para discernir quién tiene la razón en un debate.
Cada tipo de inteligencia aparentemente influye en la salud, y cuando el intelecto domina totalmente como en el caso de Winston Churchill, se sobrepone al fisico. Churchill desafió todas las leyes físicas: fumó y desayunó con champagne hasta sus últimos días, estaba seriamente pasado de peso, y hasta confesó otras debilidades que no viene al caso discutir aquí.
Pero en cambio el gran estadista, que tenía inteligencia lingüística y lógica, tenía también inteligencia musical (la habilidad de recordar melodías), vibrar con un ritmo, tocar un instrumento... y cantar. Eso, y a través de su habilidad como pintor, exhibió también inteligencia espacial, o sea, creaba y pensaba en imágenes, manipulaba los objetos (y los hombres) y trabajaba con relaciones espaciales, sea trasladándolas a la tela por medio de sus pinceles, o simplemente guardándolas en su privilegiado cerebro.
Hay un alto porcentaje de gente que alcanza una edad respetable y disfrutan de la vida hasta que el fin llega por inevitabilidad.
Por último, el héroe de aquella Segunda Guerra Mundial demostró también tener inteligencia intrapersonal, es decir, se sabía fuerte, conocía sus metas y las perseguía con ahínco, exhibiendo una extraordinaria habilidad para aprender con cada experiencia. Su gran fracaso, según confesión propia, fue no poder ayudar a su Rey cuando éste acudió a él. Winston Churchill no pudo convencer ni a la corona ni a la Iglesia anglicana del derecho que asistía a Eduardo VIII a vivir con la mujer de su elección. En la noche de la abdicación del que pasó a ser el Duque de Windsor, pudo verse a Winston Churchill, quien era además un gran romántico, enjugar una lágrima que se le escapó rebelde.
No todo el mundo, por supuesto, nace con los genes privilegiados de Churchill, pero sí hay un alto porcentaje de gente que alcanza una edad respetable y disfrutan de la vida hasta que el fin llega por inevitabilidad, no por aparatoso derrumbe...
¿CUAL ES EL SECRETO DE ESTOS GENIOS DE LA SUPERVIVENCIA?
"Prácticamente todos", dice uno de los médicos que participaron en el estudio, "exhibieron niveles muy bajos de neurastenia (reacciones malsanas de extrema irrascibilidad, falsos temores, ansiedad o tristeza) lo cual interfiere con los latidos del corazón, las funciones del sistema de inmunidad, y definitivamente acelera el proceso de la vejez".
Al parecer todos eran individuos con la habilidad de ignorar el estrés emocional, manteniendo la calma y la compostura en momentos de crisis, y adaptándose fácilmente incluso a los cambios de fortuna.
Era gente que había aprendido a aceptar como inevitables los golpes de la vida, tolerándolos como los marinos capean un temporal. Como todo el mundo, sufrían los efectos del mal momento, pero sabían reaccionar ante una crisis ¿Cómo lograron esa estabilidad? Todos mencionaron técnicas dirigidas a reducir las tensiones: meditación diaria, ejercicios de respiración profunda, todas al alcance de quien se decida a utilizarlas.
Churchill trabajaba con relaciones espaciales, sea trasladándolas a la tela por medio de sus pinceles, o simplemente guardándolas en su privilegiado cerebro.
EXACTAMENTE, ¿QUE HAY QUE HACER?
Una vez al día, aunque no se sienta especialmente tensa, busque un sitio retirado, cierre los ojos, y concéntrese sólo en el sonido de su propia respiración. Respire lentamente y exhale. Otro recurso de mucho centenario es aprender a adaptarse a los cambios –inevitables- de la vida. Alterarse no va a cambiar el proceso. Acepte que vivir es cambiar. Después de cierta edad –y mejor aún si empieza en la juventud- coma y beba con sensatez. Ninguno de los centenarios entrevistados habló de una dieta específica, pero todos manifestaron que pesaban más o menos lo mismo que hace 60 añs. Casi todos habían consumido siempre poco azúcar, evitando así problemas de obesidad y de diabetes.
Sus secretos para asegurarse un bienestar más o menos diario, eran casi los mismos en todos:
1.- Coma menos y más a menudo, ahora que tiene 40 años, para sentirse bien a los 90.
2.- Reduzca el consumo de alcohol manteniendo así baja el azúcar en la sangre.
3.- Si ya tiene más de 80 añs, mantenga su mente ocupada.
4.- Tenga alguna actividad multidimensional que ejercite todo su cerebro. Un buen ejercicio mental: escriba su autobiografia. Este tipo de escritura estimula la mente obligándolo a comparar hechos con experiencias pasadas.
Hable con los niños, que es casi corno aprender un lenguaje nuevo.
Tocar un instrumento musical es la mejor terapia, porque requiere actividades simultáneas: oír, recordar, utilizar las manos. Es muy beneficioso para el cerebro, aumentando su resistencia a los traumas y las infecciones. Y por supuesto, la música reduce el impacto de las tensiones. Si Churchill leyera esto, intercalaría su propio secreto: pinte. Nada agudiza más los sentidos. Nada invita más a la felicidad.
¿Mi propio consejo? Interésese en otros idiomas, aunque no sea más que aprendiendo una frase diaria en un idioma ajeno. Cultive sus amistades, las viejas y las nuevas. Hable con los niños, que es casi como aprender un lenguaje nuevo. Escuche hablar a los jóvenes, y no rechace las nuevas modalidades. Mas bien trate de comprenderlas. Hace unos años oí a una adolescente hablar con admiración de alguien que era "sacudida". Se refería a una mujer al día, una que vivía al margen de tabúes y falsos valores. Me encantó el término y lo adopté.
Y no piense en la muerte. Cuando ésta llegue, será una amiga más.
Una vez al día, aunque no se sienta especialmente tensa, busque un sitio retirado, cierre los ojos, y concéntrese sólo en el sonido de su propia respiración.
Fuente:
Revista HOGAR, Diciembre 1999