Publicado en
agosto 03, 2014
Mi tía Eulogia ya no soportaba su vida. Sentía que estaba en el punto "D", de desastre... hasta que Melody le sugirió que fuera a ver a Ferenade, una mujer con poderes increíbles, que tiraba el Tarot.
Por Elizabeth Subercaseaux.
Llegó un momento en la vida de Eulogia en que se dieron demasiadas complejidades como para que le fuera posible conciliar un sueño reparador. Dormía a saltos. Los cambios de su vida se cruzaban como flechas sobre su mente cansada. Se había separado de quien fuera su marido por 20 años y no sabía a qué hora había decidido convertirse en su amante. Su hija quedó embarazada y se negaba rotundamente a casarse y, para colmo, no quería ni ver al papá de la criatura, porque ahora le encontraba olor a arbusto. Tina Fernández, la dueña de la empresa, decidió jubilarse y vender parte de su negocio a Melody. Pero, lejos de encontrar el remanso de paz con que había soñado, vivía presa del aburrimiento y no había día en que no apareciera por la oficina enervándolos a todos. Melody era un amor de tipo, sin duda, pero pasaba enamorándose de los clientes y el negocio estaba empezando a hacer agua por los cuatro costados. Y, en medio de esto, ella, acostumbrada a echarse los problemas de medio mundo a la espalda, trataba de salvar la relación de su hija con su futuro marido, la suya con su ex, la de Tina Fernández con su jubilación, y la de Melody con un tal Ciruelo González, de quien se había prendado sin remedio, porque Ciruelo no le daba ni la hora. Lo peor es que era karateca y Eulogia vivía a la espera del momento en que se cansara del asedio de Melody y lo hiciera polvo con un golpe seco.
—Estoy en el punto "D", de desastrele dijo a su terapeuta.
—Habrá que hacer algo —dijo el hombre mirándola fijo.
—Sí, pero ¿qué?
—Salir del punto "D", de desastre e instalarse entre los puntos "R", de reflexión y "P", de paz —le respondió el hombre.
—¡Qué fácil! ¡Qué cosa más fácil! Llegar y hacerlo. ¿Me podría decir cómo, por favor?
—Con voluntad —dijo el hombre sin que se le moviera un músculo de la cara.
—Para lo único que me alcanza la voluntad, en este momento es para pagarle esta consulta, que será la última, y buscarme otro terapeuta —casi aulló la tía Eulogia, y enseguida agarró su bolso que había dejado sobre la silla, se echó hacia atrás el mechón de pelo que se le había caído a los ojos, miró al tipo con cara de furia, y se fue bastante molesta.
—¡Nosotros somos siquiatras, no dioses! —alcanzó a escuchar que le gritaba el terapeuta, y luego vino un portazo.
Llegó a la oficina corriendo, sudando, con los ojos a punto de salírsele de las órbitas. Un minuto más y caía muerta.
—Pero, ¿qué te pasa, mujer? —se espantó Melody al verla así.
—¡No doy más! Esto es el acabose. No soporto la vida. Quiero desaparecer ahora, ¡ahora! ¿Entiendes? ¡En este mismo minuto! Acabo de pelearme con mi terapeuta y sin él no sé qué va a ser de mi existencia. Es mi bastón, la oreja que me escucha, mi consejero, mi paño de lágrimas, puedo hablar de lo que me pasa, de lo que no me pasa, puedo confiar, puedo... bueno, todo menos acostarme con él.
—¿Es gay?
—¡No seas tonto, Melody! ¡No! No es gay. Es mi terapeuta y una no se acuesta con su terapeuta, ¿me entiendes?
—Tengo una solución —Melody se acercó a la ventana y desde allí habló como si estuviera dormido—. Lo primero es que no vuelvas donde ese terapeuta ni donde ningún otro. No le sirven a una mujer como tú. Carecen de magia. No saben nada de seducción, de lo desconocido. Y en este mundo que se ha vuelto completamente loco, cualquier arreglo para los problemas de la vida diaria debe pasar por el misterio, los milagros, leyes universales que no conocemos, intrigas de los astros, otras ondas, brujería...
—¿De qué diablos estás hablando, Melody?
—De mi amiga Ferenade.
—¡Ya, pues! Me aqueja una gran ansiedad, estoy llena de dudas sobre todo lo que me rodea, tengo miles de problemas con mi hija que está embarazada, con mi ex que quiere volver a casarse conmigo, contigo que te enamoraste de un karateca que no siente el menor interés por ti, con Tina que no sabe qué hacer jubilada a los 30 años... y me sales con brujerías.
Melody, que era estupendo para este tipo de momento íntimo en que las confidencias se entrecruzan con el llanto, la amistad y los buenos consejos, la tomó de ambas manos y le habló como un padre. Ferenade era una mujer maravillosa, con poderes inverosímiles, capaz de ver más allá de las cosas, dueña de una extremada y exquisita sensibilidad, que tiraba el Tarot como nadie que él hubiese conocido antes. Era difícil conseguir una cita en su consultorio, si es que podía llamarse así a una tienda de seda roja que había instalado en el patio trasero de su casa. Pero él la visitaría esa misma tarde y le rogaría que apartara un espacio para su amiga.
—¿Para que me tire el Tarot?—preguntó Eulogia con los ojos muy abiertos.
—El Tarot no es cualquier cosa. Fue creado por el propio dios Thot y su aplicación en el arte de la adivinación ha sobrevivido a través de los siglos, desde el lejano Egipto, pasando por la Edad Media, el Renacimiento, hasta nuestros días. Ha sido estudiado por sicólogos de la altura del propio Jung.
Eulogia lo escuchaba sin parpadear.
—De acuerdo con Jung, cuando se consulta el Tarot, lo que se lee es la propia vida del consultante. Los símbolos de las cartas sugieren el significado de su vida y...
—No me digas más. Pídele una cita.
Dos semanas después, Eulogia se encontraba sentada frente a una mujer bellísima, como sacada de Las mil y una noches. Ferenade la miraba con grandes ojos serenos desde su asiento de raso bordado, barajando las cartas con toda lentitud, como si ambas tuviesen el resto de sus vidas disponible para esto.
—Relájate. No pienses en nada. Corta el mazo por donde quieras, por favor. Haz una pregunta. En silencio. Solo para ti. Y yo te voy a tirar las cartas.
Eulogia se hizo la siguiente pregunta: ¿Dónde está mi futuro? Y esperó. Ferenade alzó a su vez una parte del mazo y comenzó a dar vuelta a las cartas que fue colocando, ordenadamente, una al lado de la otra. Eulogia observaba. Cuando la baraja completa estuvo extendida sobre la mesa, Ferenade exclamó:
—¡Nunca había visto algo tan sorprendente! ¡Esto es espléndido! Te han salido los arcanos mayores, y el sol, y esta carta, ¿la ves? Esta carta es el futuro y esta otra es un hombre que está muy cerca nuestro, en este mismo momento, casi como si estuviera dentro de la pieza. El hombre de tu futuro.
—¿Un fantasma? —dijo conteniendo la respiración.
—No es un fantasma ni mucho menos —respondió—. Es un hombre de carne y hueso.
—¿Y qué quiere decir?
—El Tarot no dice las cosas de manera tan explícita. Sabemos que hay un hombre en tu futuro cercano, lo que quiera decir va a depender de ti y de él.
—¡No será Roberto!
—No. No es Roberto. Es alguien a quien no has visto nunca. Un hombre nuevo. Tu alma gemela.
—¿Pero cuántas almas gemelas puede tener una mujer? —se rió Eulogia, un poco incrédula.
Media hora más tarde abandonó la tienda de seda y salió a la calle de prisa, nerviosa, sin saber qué pensar. Iba cruzando hacia la vereda de enfrente cuando tropezó con alguien que llevaba una botella de líquido. Un hombre de unos 40 y tantos años la miraba atónito desde el suelo donde yacía junto a la botella que se había partido en dos.
—¡Ay, señor! Disculpe. Es que andaba como loca y no lo vi —dijo Eulogia—. ¿Se fracturó algún hueso?
—No lo creo. No se preocupe. No es nada. La botella de champán se rompió. Fue lo único, pero todo tiene remedio. Puedo comprar otra y si usted no tiene nada mejor que hacer, puede acompañarme a celebrar con la nueva botella.
—¿A celebrar qué? —preguntó Eulogia creyendo que había tropezado con un loco.
—Que estamos vivos, que hay sol, que existan las plantas, que el cielo sea azul —rió el hombre mostrando una bonita hilera de dientes blancos—. Hoy amanecí en mi punto "E", de encuentro —advirtió levantándose.
—Qué mala suerte, porque yo amanecí en el punto "D", de desastre —dijo Eulogia sonriendo.
—Tal vez este encuentro repare su desastre. La invito a tomar un café aquí cerca —dijo él.
Se llamaba Jack Griffin, era profesor de literatura y miró a Eulogia como si la hubiese estado buscando los últimos 20 años.
ILUSTRACION: TERESITA PARERA
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, FEBRERO 14 DEL 2006