¡CUÍDELO... AUNQUE ÉL SE NIEGUE!
Publicado en
agosto 03, 2014
Si su esposo es de los que se niegan a consultar al médico, y le huye a todo lo que se refiere a enfermedades, en este artículo encontrará... ¡soluciones!.
Por Lizzie Torres.
Los hombres casados, ¿viven más? Según las estadísticas, la respuesta, es sí, aunque los médicos no han podido determinar cuál es la verdadera causa para este fenómeno. Algunas versiones se inclinan por el hecho de que el matrimonio le ofrece a los hombres una poderosa razón por la cual vivir, otros afirman que la longevidad se debe, en gran parte, a esa insistencia de las esposas porque ellos se cuiden y le presten más atención a su salud. Lo cierto es que el 90% de las mujeres casadas se esmera por atender no sólo sus deberes como esposa, sino también en velar, en lo posible, por la salud de su esposo, a pesar de que muchas veces éste se resiste a que lo cuiden. Así, están atentas al menor malestar que pudieran presentar, o insisten hasta desesperarlos porque se abrochen el cinturón de seguridad cuando van en el auto, o bien los persiguen hasta el cansancio repitiéndoles que deben ir al médico cuando perciben que algo no va bien en su salud.
Sin embargo, todos estos esfuerzos, dignos sólo de una madre, no siempre son reconocidos, ni los consejos seguidos, lo que convierte ese deseo de cuidarlos en una tarea muy difícil de emprender. Si su esposo es de esos hombres "difíciles", este artículo es para usted. En él le daremos valiosos consejos y sugerencias para que mantenga a su marido ¡en forma!
DETRAS DE UN HOMBRE SALUDABLE... HAY UNA MUJER
Por alguna extraña razón, las mujeres tienden a preocuparse y a informarse mejor acerca de asuntos de salud que los hombres. Tal vez por eso, las estadísticas señalan que un 70% de las muertes por accidente de tránsito, armas de fuego, caídas, envenenamiento por alimentos contaminados y otros, se refieren más al sexo masculino que al femenino. Este hecho no será de extrañar para aquellas mujeres que están acostumbradas a escuchar frases como: "yo sé lo que hago", de parte de sus esposos, cuando les da por arreglar el televisor sin haber desconectado la electricidad primero, o cuando están cortando el césped del jardín sin haberse puesto zapatos apropiados.
En un reciente estudio, se encontró que el 90% de las llamadas recibidas en un instituto preventivo contra el cáncer, era de mujeres que pedían información acerca de esta enfermedad, porque "estaban preocupadas por ciertos síntomas de sus esposos". Y es que para la gran mayoría de nosotras, la salud es un asunto muy serio. Además, las mujeres poseen una especie de intuición para las enfermedades. Así, no es de extrañar que sea la mamá la que detecta la fiebre en los niños, y la que se pasa horas en el teléfono tratando de concertar una cita con el médico para llevar a su esposo.
Alguien podría decir que esta actitud por parte de una esposa implicaría comportarse como una madre con el esposo, pero una cosa es cierta: si no son ellas quienes se preocupan por ellos, ¿quién debe hacerlo? Es bien sabido que los hombres son totalmente indiferentes a los malestares hasta que se sienten realmente indispuestos hasta para ir a trabajar. Sólo entonces recurren a algún medicamento que los haga sentir mejor, y si ése surte algún efecto, vuelven a sus labores como si nada hubiera pasado, sin detenerse a pensar que tal vez esos síntomas sean el aviso de algo realmente serio. En un experimento realizado en un colegio de los Estados Unidos, se preguntó, por separado, a niños y niñas cuál sería su reacción si les doliera la cabeza. Las niñas respondieron que acudirían a la enfermería, los niños, en cambio, respondieron que esperarían a que se les pasara solo. La razón para esta indiferencia podría radicar en el hecho de que durante años la enfermedad ha sido ligada estrechamente con la debilidad, de la cual los hombres huyen como del mismo demonio, ya que consideran que ésta los coloca en desventaja y disminuye, de alguna manera, su hombría. ¿Absurdo? ¡Totalmente!, pero es una realidad que ha hecho que año tras año miles de hombres encuentren la muerte debido a la negligencia con su propia salud. Sin embargo, las mujeres, aunque no pueden obrar milagros y obligar a sus maridos a cuidarse, sí pueden recurrir a ciertas tácticas que está comprobado que funcionan.
ESPOSAS ¡EN ACCION!
Ante todo, debe tomar conciencia de que la naturaleza masculina es, ha sido y será siempre, muy práctica. Tratar de convencer a su esposo para que levante el teléfono y haga una cita con el médico, es imposible. Y "aguijonearlo" a toda hora para que tome sus vitaminas sólo le ocasionará una discusión y un horrible dolor de cabeza. Lo mejor es que primero trate de comprender cuáles son sus motivos para rehusar cuidar de su salud, luego planee una estrategia inteligente, y finalmente llévela a la práctica, pero de una manera sutil, y sin estorbar, para nada, esos asuntos que él denomina "más importantes". A continuación algunas sugerencias que la ayudarán a lograrlo:
• No lo bombardee con advertencias por todo, ¡sea específica! Si usted es de las que apuntan cada "nuevo hallazgo" que escucha acerca de que esto, aquello y lo de más allá, produce cáncer, para luego repetírselo como un sonsonete a su esposo, lo único que logrará como respuesta será algo como: "si todo hace daño, mejor me alimento con suero ¡y punto!" Por lo tanto, sea más concreta y real en sus advertencias. Ahora bien, existen algunos peligros que sí son latentes, y de los cuales debería advertir a su esposo, tales como fumar, manejar sin cinturón de seguridad, beber en exceso, usar drogas, llevar una vida sedentaria, no alimentarse correctamente, etc.
• Ayúdelo en vez de criticarlo: alguien dijo alguna vez que la única forma de llegar a la mentalidad masculina es "directo y sin escalas", así que, en vez de pasarse horas quejándose amargamente porque su esposo no hace ejercicios, sugiérale dar una caminata todos los días después de la cena. En pocas palabras, inclúyase en la solución que le proponga, y hágale saber que su afán no es por criticarlo, sino por ayudarlo a lograr su cometido de mantenerse en forma y saludable.
• Provéalo de información: tome conciencia de que no importa cuanto lo presione, si usted no espera a que sea él mismo quien se dé cuenta de que de verdad necesita cuidarse, todo lo que le diga será inútil. Para ello, deberá actuar más con inteligencia que con perseverancia. Determine qué fuente de información él considera confiable y "atáquelo" por ahí. Sea el periódico (recortando artículos de interés), o bien la opinión de un médico la fuente que capte su interés, su labor de convencerlo de que debe cuidarse, le será mucho más fácil. Recuerde que no se trata de forzarlo, sino de persuadirlo para que sea él quien tome la determinación de ir al médico y de comenzar a prestarle más atención a su estado físico.
• Atemorícelo un poquito: muchas veces, cuando un amigo cercano, o bien un pariente de la misma edad de su esposo, sufre un infarto o un ataque de alguna clase, que lo envía al hospital, probablemente lo notará pensativo y preocupado mirándose al espejo con detenimiento por las mañanas. Y es que los hombres, por lo general, sienten un "estremecimiento" cuando se dan cuenta de que no son tan invulnerables como piensan. Es entonces el mejor momento para utilizar ese ejemplo tan cercano para convencerlo de que "así como le pasó a su amigo, le podría pasar a él, si no toma las debidas precauciones". Esta técnica podría parecer un poco extrema, pero en realidad no se está usando sino la forma que ellos tienen de pensar y de ver la vida... con mucha objetividad. Ahora bien, tampoco es recomendable exagerar y dedicarse a torturarlo en ese sentido, sino de sonar lo suficientemente convincente como para que él se decida a cuidarse de una vez por todas.
• Ofrézcale apoyo moral: la mayoría de las personas se sienten incómodas y hasta temerosas cuando se trata de acudir a una cita con el médico, por lo que no sería una mala idea que lo acompañe, y ya en la consulta, haga usted las preguntas que él no se atreve a hacer. Sin embargo, si su esposo la acusara de tratarlo como a un hijo, permanezca en silencio, con su compañía será más que suficiente para que se sienta más tranquilo... aunque no quiera admitirlo.
• Ayúdelo con detalles: por lo general la excusa perfecta de los hombres para no asistir a la consulta del médico es esa célebre frase: "no tengo tiempo", así que, partiendo de ella, una acción inteligente por parte suya sería hacer usted la cita, y si acaso no bastara, ofrézcase a ayudarlo en lo que dice que lo mantiene ocupado, para que se sienta aliviado de sus deberes y no pueda salirse por la tangente.
• Hagan un trato: curiosamente, son esos hombres tan reacios a cuidarse los que insisten en que sus esposas lo hagan. Por eso, lo mejor será sacar provecho de esta situación con una táctica que no falla: dígale que si usted se hace ese mamograma que ha estado posponiendo por tanto tiempo, él también deberá ir al médico. ¡Es más!, hasta pueden hacer una cita con sus respectivos médicos el mismo día y reunirse luego para almorzar.
Participe en el plan de acción para que él haga más ejercicio ¡aunque sólo sea ir a caminar juntos por el parque después de la cena!
Recuerde que algunos hombres son como niños grandes y siempre necesitan una especie de "recompensa" que los haga sentirse mejor. Invítelo a su restaurante preferido, aunque luego sea él quien pague la cuenta.
Si después de intentar todo esto él se sigue rehusando, déjele notitas informativas por toda la casa, o por lo menos en lugares estratégicos donde pueda leerlas, aunque sea de reojo, como: la puerta del refrigerador, el botiquín del baño, en su maletín de trabajo, en su escritorio o en su mesa de noche. ¡Buena suerte!
Fuente:
Revista BUENHOGAR, Julio 13 de 1993