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    Heart Beat


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    Jello


    Light Speed In


    Pulse


    Roll In


    Rotate In


    Rotate In Down Left


    Rotate In Down Right


    Rotate In Up Left


    Rotate In Up Right


    Rubber Band


    Shake


    Slide In Up


    Slide In Down


    Slide In Left


    Slide In Right


    Swing


    Tada


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    ÍNDICE
  • MÚSICA SELECCIONADA
  • Instrumental
  • 1. 12 Mornings - Audionautix - 2:33
  • 2. Allegro (Autumn. Concerto F Major Rv 293) - Antonio Vivaldi - 3:35
  • 3. Allegro (Winter. Concerto F Minor Rv 297) - Antonio Vivaldi - 3:52
  • 4. Americana Suite - Mantovani - 7:58
  • 5. An Der Schonen Blauen Donau, Walzer, Op. 314 (The Blue Danube) (Csr Symphony Orchestra) - Johann Strauss - 9:26
  • 6. Annen. Polka, Op. 117 (Polish State Po) - Johann Strauss Jr - 4:30
  • 7. Autumn Day - Kevin Macleod - 3:05
  • 8. Bolereando - Quincas Moreira - 3:21
  • 9. Ersatz Bossa - John Deley And The 41 Players - 2:53
  • 10. España - Mantovani - 3:22
  • 11. Fireflies And Stardust - Kevin Macleod - 4:15
  • 12. Floaters - Jimmy Fontanez & Media Right Productions - 1:50
  • 13. Fresh Fallen Snow - Chris Haugen - 3:33
  • 14. Gentle Sex (Dulce Sexo) - Esoteric - 9:46
  • 15. Green Leaves - Audionautix - 3:40
  • 16. Hills Behind - Silent Partner - 2:01
  • 17. Island Dream - Chris Haugen - 2:30
  • 18. Love Or Lust - Quincas Moreira - 3:39
  • 19. Nostalgia - Del - 3:26
  • 20. One Fine Day - Audionautix - 1:43
  • 21. Osaka Rain - Albis - 1:48
  • 22. Read All Over - Nathan Moore - 2:54
  • 23. Si Señorita - Chris Haugen.mp3 - 2:18
  • 24. Snowy Peaks II - Chris Haugen - 1:52
  • 25. Sunset Dream - Cheel - 2:41
  • 26. Swedish Rhapsody - Mantovani - 2:10
  • 27. Travel The World - Del - 3:56
  • 28. Tucson Tease - John Deley And The 41 Players - 2:30
  • 29. Walk In The Park - Audionautix - 2:44
  • Naturaleza
  • 30. Afternoon Stream - 30:12
  • 31. Big Surf (Ocean Waves) - 8:03
  • 32. Bobwhite, Doves & Cardinals (Morning Songbirds) - 8:58
  • 33. Brookside Birds (Morning Songbirds) - 6:54
  • 34. Cicadas (American Wilds) - 5:27
  • 35. Crickets & Wolves (American Wilds) - 8:56
  • 36. Deep Woods (American Wilds) - 4:08
  • 37. Duet (Frog Chorus) - 2:24
  • 38. Echoes Of Nature (Beluga Whales) - 1h00:23
  • 39. Evening Thunder - 30:01
  • 40. Exotische Reise - 30:30
  • 41. Frog Chorus (American Wilds) - 7:36
  • 42. Frog Chorus (Frog Chorus) - 44:28
  • 43. Jamboree (Thundestorm) - 16:44
  • 44. Low Tide (Ocean Waves) - 10:11
  • 45. Magicmoods - Ocean Surf - 26:09
  • 46. Marsh (Morning Songbirds) - 3:03
  • 47. Midnight Serenade (American Wilds) - 2:57
  • 48. Morning Rain - 30:11
  • 49. Noche En El Bosque (Brainwave Lab) - 2h20:31
  • 50. Pacific Surf & Songbirds (Morning Songbirds) - 4:55
  • 51. Pebble Beach (Ocean Waves) - 12:49
  • 52. Pleasant Beach (Ocean Waves) - 19:32
  • 53. Predawn (Morning Songbirds) - 16:35
  • 54. Rain With Pygmy Owl (Morning Songbirds) - 3:21
  • 55. Showers (Thundestorm) - 3:00
  • 56. Songbirds (American Wilds) - 3:36
  • 57. Sparkling Water (Morning Songbirds) - 3:02
  • 58. Thunder & Rain (Thundestorm) - 25:52
  • 59. Verano En El Campo (Brainwave Lab) - 2h43:44
  • 60. Vertraumter Bach - 30:29
  • 61. Water Frogs (Frog Chorus) - 3:36
  • 62. Wilderness Rainshower (American Wilds) - 14:54
  • 63. Wind Song - 30:03
  • Relajación
  • 64. Concerning Hobbits - 2:55
  • 65. Constant Billy My Love To My - Kobialka - 5:45
  • 66. Dance Of The Blackfoot - Big Sky - 4:32
  • 67. Emerald Pools - Kobialka - 3:56
  • 68. Gypsy Bride - Big Sky - 4:39
  • 69. Interlude No.2 - Natural Dr - 2:27
  • 70. Interlude No.3 - Natural Dr - 3:33
  • 71. Kapha Evening - Bec Var - Bruce Brian - 18:50
  • 72. Kapha Morning - Bec Var - Bruce Brian - 18:38
  • 73. Misterio - Alan Paluch - 19:06
  • 74. Natural Dreams - Cades Cove - 7:10
  • 75. Oh, Why Left I My Hame - Kobialka - 4:09
  • 76. Sunday In Bozeman - Big Sky - 5:40
  • 77. The Road To Durbam Longford - Kobialka - 3:15
  • 78. Timberline Two Step - Natural Dr - 5:19
  • 79. Waltz Of The Winter Solace - 5:33
  • 80. You Smile On Me - Hufeisen - 2:50
  • 81. You Throw Your Head Back In Laughter When I Think Of Getting Angry - Hufeisen - 3:43
  • Halloween-Suspenso
  • 82. A Night In A Haunted Cemetery - Immersive Halloween Ambience - Rainrider Ambience - 13:13
  • 83. A Sinister Power Rising Epic Dark Gothic Soundtrack - 1:13
  • 84. Acecho - 4:34
  • 85. Alone With The Darkness - 5:06
  • 86. Atmosfera De Suspenso - 3:08
  • 87. Awoke - 0:54
  • 88. Best Halloween Playlist 2023 - Cozy Cottage - 1h17:43
  • 89. Black Sunrise Dark Ambient Soundscape - 4:00
  • 90. Cinematic Horror Climax - 0:59
  • 91. Creepy Halloween Night - 1:56
  • 92. Creepy Music Box Halloween Scary Spooky Dark Ambient - 1:05
  • 93. Dark Ambient Horror Cinematic Halloween Atmosphere Scary - 1:58
  • 94. Dark Mountain Haze - 1:44
  • 95. Dark Mysterious Halloween Night Scary Creepy Spooky Horror Music - 1:35
  • 96. Darkest Hour - 4:00
  • 97. Dead Home - 0:36
  • 98. Deep Relaxing Horror Music - Aleksandar Zavisin - 1h01:52
  • 99. Everything You Know Is Wrong - 0:49
  • 100. Geisterstimmen - 1:39
  • 101. Halloween Background Music - 1:01
  • 102. Halloween Spooky Horror Scary Creepy Funny Monsters And Zombies - 1:21
  • 103. Halloween Spooky Trap - 1:05
  • 104. Halloween Time - 0:57
  • 105. Horrible - 1:36
  • 106. Horror Background Atmosphere - Pixabay-Universfield - 1:05
  • 107. Horror Background Music Ig Version 60s - 1:04
  • 108. Horror Music Scary Creepy Dark Ambient Cinematic Lullaby - 1:52
  • 109. Horror Sound Mk Sound Fx - 13:39
  • 110. Inside Serial Killer 39s Cove Dark Thriller Horror Soundtrack Loopable - 0:29
  • 111. Intense Horror Music - Pixabay - 1:41
  • 112. Long Thriller Theme - 8:00
  • 113. Melancholia Music Box Sad-Creepy Song - 3:46
  • 114. Mix Halloween-1 - 33:58
  • 115. Mix Halloween-2 - 33:34
  • 116. Mix Halloween-3 - 58:53
  • 117. Mix-Halloween - Spooky-2022 - 1h19:23
  • 118. Movie Theme - A Nightmare On Elm Street - 1984 - 4:06
  • 119. Movie Theme - Children Of The Corn - 3:03
  • 120. Movie Theme - Dead Silence - 2:56
  • 121. Movie Theme - Friday The 13th - 11:11
  • 122. Movie Theme - Halloween - John Carpenter - 2:25
  • 123. Movie Theme - Halloween II - John Carpenter - 4:30
  • 124. Movie Theme - Halloween III - 6:16
  • 125. Movie Theme - Insidious - 3:31
  • 126. Movie Theme - Prometheus - 1:34
  • 127. Movie Theme - Psycho - 1960 - 1:06
  • 128. Movie Theme - Sinister - 6:56
  • 129. Movie Theme - The Omen - 2:35
  • 130. Movie Theme - The Omen II - 5:05
  • 131. Música De Suspenso - Bosque Siniestro - Tony Adixx - 3:21
  • 132. Música De Suspenso - El Cementerio - Tony Adixx - 3:33
  • 133. Música De Suspenso - El Pantano - Tony Adixx - 4:21
  • 134. Música De Suspenso - Fantasmas De Halloween - Tony Adixx - 4:01
  • 135. Música De Suspenso - Muñeca Macabra - Tony Adixx - 3:03
  • 136. Música De Suspenso - Payasos Asesinos - Tony Adixx - 3:38
  • 137. Música De Suspenso - Trampa Oscura - Tony Adixx - 2:42
  • 138. Música Instrumental De Suspenso - 1h31:32
  • 139. Mysterios Horror Intro - 0:39
  • 140. Mysterious Celesta - 1:04
  • 141. Nightmare - 2:32
  • 142. Old Cosmic Entity - 2:15
  • 143. One-Two Freddys Coming For You - 0:29
  • 144. Out Of The Dark Creepy And Scary Voices - 0:59
  • 145. Pandoras Music Box - 3:07
  • 146. Peques - 5 Calaveras Saltando En La Cama - Educa Baby TV - 2:18
  • 147. Peques - A Mi Zombie Le Duele La Cabeza - Educa Baby TV - 2:49
  • 148. Peques - El Extraño Mundo De Jack - Esto Es Halloween - 3:08
  • 149. Peques - Halloween Scary Horror And Creepy Spooky Funny Children Music - 2:53
  • 150. Peques - Join Us - Horror Music With Children Singing - 1:59
  • 151. Peques - La Familia Dedo De Monstruo - Educa Baby TV - 3:31
  • 152. Peques - Las Calaveras Salen De Su Tumba Chumbala Cachumbala - 3:19
  • 153. Peques - Monstruos Por La Ciudad - Educa Baby TV - 3:17
  • 154. Peques - Tumbas Por Aquí, Tumbas Por Allá - Luli Pampin - 3:17
  • 155. Scary Forest - 2:41
  • 156. Scary Spooky Creepy Horror Ambient Dark Piano Cinematic - 2:06
  • 157. Slut - 0:48
  • 158. Sonidos - A Growing Hit For Spooky Moments - Pixabay-Universfield - 0:05
  • 159. Sonidos - A Short Horror With A Build Up - Pixabay-Universfield - 0:13
  • 160. Sonidos - Castillo Embrujado - Creando Emociones - 1:05
  • 161. Sonidos - Cinematic Impact Climax Intro - Pixabay - 0:28
  • 162. Sonidos - Creepy Horror Sound Possessed Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:04
  • 163. Sonidos - Creepy Soundscape - Pixabay - 0:50
  • 164. Sonidos - Creepy Whispering - Pixabay - 0:03
  • 165. Sonidos - Cueva De Los Espiritus - The Girl Of The Super Sounds - 3:47
  • 166. Sonidos - Disturbing Horror Sound Creepy Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:05
  • 167. Sonidos - Ghost Sigh - Pixabay - 0:05
  • 168. Sonidos - Ghost Whispers - Pixabay - 0:23
  • 169. Sonidos - Ghosts-Whispering-Screaming - Lara's Horror Sounds - 2h03:40
  • 170. Sonidos - Horror - Pixabay - 1:36
  • 171. Sonidos - Horror Demonic Sound - Pixabay-Alesiadavina - 0:18
  • 172. Sonidos - Horror Sfx - Pixabay - 0:04
  • 173. Sonidos - Horror Voice Flashback - Pixabay - 0:10
  • 174. Sonidos - Maniac In The Dark - Pixabay-Universfield - 0:15
  • 175. Sonidos - Miedo-Suspenso - Live Better Media - 8:05
  • 176. Sonidos - Para Recorrido De Casa Del Terror - Dangerous Tape Avi - 1:16
  • 177. Sonidos - Posesiones - Horror Movie Dj's - 1:35
  • 178. Sonidos - Scary Creaking Knocking Wood - Pixabay - 0:26
  • 179. Sonidos - Scream With Echo - Pixabay - 0:05
  • 180. Sonidos - Terror - Ronwizlee - 6:33
  • 181. Suspense Dark Ambient - 2:34
  • 182. Tense Cinematic - 3:14
  • 183. Terror Ambience - Pixabay - 2:01
  • 184. The Spell Dark Magic Background Music Ob Lix - 3:26
  • 185. This Is Halloween - Marilyn Manson - 3:20
  • 186. Trailer Agresivo - 0:49
  • 187. Welcome To The Dark On Halloween - 2:25
  • 188. 20 Villancicos Tradicionales - Los Niños Cantores De Navidad Vol.1 (1999) - 53:21
  • 189. 30 Mejores Villancicos De Navidad - Mundo Canticuentos - 1h11:57
  • 190. Blanca Navidad - Coros de Amor - 3:00
  • 191. Christmas Ambience - Rainrider Ambience - 3h00:00
  • 192. Christmas Time - Alma Cogan - 2:48
  • 193. Christmas Village - Aaron Kenny - 1:32
  • 194. Clásicos De Navidad - Orquesta Sinfónica De Londres - 51:44
  • 195. Deck The Hall With Boughs Of Holly - Anre Rieu - 1:33
  • 196. Deck The Halls - Jingle Punks - 2:12
  • 197. Deck The Halls - Nat King Cole - 1:08
  • 198. Frosty The Snowman - Nat King Cole-1950 - 2:18
  • 199. Frosty The Snowman - The Ventures - 2:01
  • 200. I Wish You A Merry Christmas - Bing Crosby - 1:53
  • 201. It's A Small World - Disney Children's - 2:04
  • 202. It's The Most Wonderful Time Of The Year - Andy Williams - 2:32
  • 203. Jingle Bells - 1957 - Bobby Helms - 2:11
  • 204. Jingle Bells - Am Classical - 1:36
  • 205. Jingle Bells - Frank Sinatra - 2:05
  • 206. Jingle Bells - Jim Reeves - 1:47
  • 207. Jingle Bells - Les Paul - 1:36
  • 208. Jingle Bells - Original Lyrics - 2:30
  • 209. La Pandilla Navideña - A Belen Pastores - 2:24
  • 210. La Pandilla Navideña - Ángeles Y Querubines - 2:33
  • 211. La Pandilla Navideña - Anton - 2:54
  • 212. La Pandilla Navideña - Campanitas Navideñas - 2:50
  • 213. La Pandilla Navideña - Cantad Cantad - 2:39
  • 214. La Pandilla Navideña - Donde Será Pastores - 2:35
  • 215. La Pandilla Navideña - El Amor De Los Amores - 2:56
  • 216. La Pandilla Navideña - Ha Nacido Dios - 2:29
  • 217. La Pandilla Navideña - La Nanita Nana - 2:30
  • 218. La Pandilla Navideña - La Pandilla - 2:29
  • 219. La Pandilla Navideña - Pastores Venid - 2:20
  • 220. La Pandilla Navideña - Pedacito De Luna - 2:13
  • 221. La Pandilla Navideña - Salve Reina Y Madre - 2:05
  • 222. La Pandilla Navideña - Tutaina - 2:09
  • 223. La Pandilla Navideña - Vamos, Vamos Pastorcitos - 2:29
  • 224. La Pandilla Navideña - Venid, Venid, Venid - 2:15
  • 225. La Pandilla Navideña - Zagalillo - 2:16
  • 226. Let It Snow! Let It Snow! - Dean Martin - 1:55
  • 227. Let It Snow! Let It Snow! - Frank Sinatra - 2:35
  • 228. Los Peces En El Río - Los Niños Cantores de Navidad - 2:15
  • 229. Navidad - Himnos Adventistas - 35:35
  • 230. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 1 - 58:29
  • 231. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 2 - 2h00:43
  • 232. Navidad - Jazz Instrumental - Canciones Y Villancicos - 1h08:52
  • 233. Navidad - Piano Relajante Para Descansar - 1h00:00
  • 234. Noche De Paz - 3:40
  • 235. Rocking Around The Chirstmas - Mel & Kim - 3:32
  • 236. Rodolfo El Reno - Grupo Nueva América - Orquesta y Coros - 2:40
  • 237. Rudolph The Red-Nosed Reindeer - The Cadillacs - 2:18
  • 238. Santa Claus Is Comin To Town - Frank Sinatra Y Seal - 2:18
  • 239. Santa Claus Is Coming To Town - Coros De Niños - 1:19
  • 240. Santa Claus Is Coming To Town - Frank Sinatra - 2:36
  • 241. Sleigh Ride - Ferrante And Teicher - 2:16
  • 242. The First Noel - Am Classical - 2:18
  • 243. Walking In A Winter Wonderland - Dean Martin - 1:52
  • 244. We Wish You A Merry Christmas - Rajshri Kids - 2:07
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  • CON RELLENO

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  • SIN RELLENO

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  • ▪ Bungee Shade: H25-V56

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  • ▪ Moirai One: H34-V64

  • ▪ Rampart One: H31-V63

  • ▪ Rubik Burned: H29-V64

  • ▪ Rubik Doodle Shadow: H29-V65

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  • ▪ Ewert: H27-V62

  • ▪ Londrina Shadow: H41-V67

  • ▪ Londrina Sketch: H41-V67

  • ▪ Miltonian: H31-V67

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  • ▪ Rubik Vinyl: H29-V64

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    H
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    IMÁGENES PERSONALES

    Esta opción permite colocar de fondo, en cualquier sección de la página, imágenes de internet, empleando el link o url de la misma. Su manejo es sencillo y práctico.

    Ahora se puede elegir un fondo diferente para cada ventana del slide, del sidebar y del downbar, en la página de INICIO; y el sidebar y la publicación en el Salón de Lectura. A más de eso, el Body, Main e Info, incluido las secciones +Categoría y Listas.

    Cada vez que eliges dónde se coloca la imagen de fondo, la misma se guarda y se mantiene cuando regreses al blog. Así como el resto de las opciones que te ofrece el mismo, es independiente por estilo, y a su vez, por usuario.

    FUNCIONAMIENTO

  • Recuadro en blanco: Es donde se colocará la url o link de la imagen.

  • Aceptar Url: Permite aceptar la dirección de la imagen que colocas en el recuadro.

  • Borrar Url: Deja vacío el recuadro en blanco para que coloques otra url.

  • Quitar imagen: Permite eliminar la imagen colocada. Cuando eliminas una imagen y deseas colocarla en otra parte, simplemente la eliminas, y para que puedas usarla en otra sección, presionas nuevamente "Aceptar Url"; siempre y cuando el link siga en el recuadro blanco.

  • Guardar Imagen: Permite guardar la imagen, para emplearla posteriormente. La misma se almacena en el banco de imágenes para el Header.

  • Imágenes Guardadas: Abre la ventana que permite ver las imágenes que has guardado.

  • Forma 1 a 5: Esta opción permite colocar de cinco formas diferente las imágenes.

  • Bottom, Top, Left, Right, Center: Esta opción, en conjunto con la anterior, permite mover la imagen para que se vea desde la parte de abajo, de arriba, desde la izquierda, desde la derecha o centrarla. Si al activar alguna de estas opciones, la imagen desaparece, debes aceptar nuevamente la Url y elegir una de las 5 formas, para que vuelva a aparecer.


  • Una vez que has empleado una de las opciones arriba mencionadas, en la parte inferior aparecerán las secciones que puedes agregar de fondo la imagen.

    Cada vez que quieras cambiar de Forma, o emplear Bottom, Top, etc., debes seleccionar la opción y seleccionar nuevamente la sección que colocaste la imagen.

    Habiendo empleado el botón "Aceptar Url", das click en cualquier sección que desees, y a cuantas quieras, sin necesidad de volver a ingresar la misma url, y el cambio es instantáneo.

    Las ventanas (widget) del sidebar, desde la quinta a la décima, pueden ser vistas cambiando la sección de "Últimas Publicaciones" con la opción "De 5 en 5 con texto" (la encuentras en el PANEL/MINIATURAS/ESTILOS), reduciendo el slide y eliminando los títulos de las ventanas del sidebar.

    La sección INFO, es la ventana que se abre cuando das click en .

    La sección DOWNBAR, son los tres widgets que se encuentran en la parte última en la página de Inicio.

    La sección POST, es donde está situada la publicación.

    Si deseas eliminar la imagen del fondo de esa sección, da click en el botón "Quitar imagen", y sigues el mismo procedimiento. Con un solo click a ese botón, puedes ir eliminando la imagen de cada seccion que hayas colocado.

    Para guardar una imagen, simplemente das click en "Guardar Imagen", siempre y cuando hayas empleado el botón "Aceptar Url".

    Para colocar una imagen de las guardadas, presionas el botón "Imágenes Guardadas", das click en la imagen deseada, y por último, click en la sección o secciones a colocar la misma.

    Para eliminar una o las imágenes que quieras de las guardadas, te vas a "Mi Librería".
    MÁS COLORES

    Esta opción permite obtener más tonalidades de los colores, para cambiar los mismos a determinadas bloques de las secciones que conforman el blog.

    Con esta opción puedes cambiar, también, los colores en la sección "Mi Librería" y "Navega Directo 1", cada uno con sus colores propios. No es necesario activar el PANEL para estas dos secciones.

    Así como el resto de las opciones que te permite el blog, es independiente por "Estilo" y a su vez por "Usuario". A excepción de "Mi Librería" y "Navega Directo 1".

    FUNCIONAMIENTO

    En la parte izquierda de la ventana de "Más Colores" se encuentra el cuadro que muestra las tonalidades del color y la barra con los colores disponibles. En la parte superior del mismo, se encuentra "Código Hex", que es donde se verá el código del color que estás seleccionando. A mano derecha del mismo hay un cuadro, el cual te permite ingresar o copiar un código de color. Seguido está la "C", que permite aceptar ese código. Luego la "G", que permite guardar un color. Y por último, el caracter "►", el cual permite ver la ventana de las opciones para los "Colores Guardados".

    En la parte derecha se encuentran los bloques y qué partes de ese bloque permite cambiar el color; así como borrar el mismo.

    Cambiemos, por ejemplo, el color del body de esta página. Damos click en "Body", una opción aparece en la parte de abajo indicando qué puedes cambiar de ese bloque. En este caso da la opción de solo el "Fondo". Damos click en la misma, seguido elegimos, en la barra vertical de colores, el color deseado, y, en la ventana grande, desplazamos la ruedita a la intensidad o tonalidad de ese color. Haciendo esto, el body empieza a cambiar de color. Donde dice "Código Hex", se cambia por el código del color que seleccionas al desplazar la ruedita. El mismo procedimiento harás para el resto de los bloques y sus complementos.

    ELIMINAR EL COLOR CAMBIADO

    Para eliminar el nuevo color elegido y poder restablecer el original o el que tenía anteriormente, en la parte derecha de esta ventana te desplazas hacia abajo donde dice "Borrar Color" y das click en "Restablecer o Borrar Color". Eliges el bloque y el complemento a eliminar el color dado y mueves la ruedita, de la ventana izquierda, a cualquier posición. Mientras tengas elegida la opción de "Restablecer o Borrar Color", puedes eliminar el color dado de cualquier bloque.
    Cuando eliges "Restablecer o Borrar Color", aparece la opción "Dar Color". Cuando ya no quieras eliminar el color dado, eliges esta opción y puedes seguir dando color normalmente.

    ELIMINAR TODOS LOS CAMBIOS

    Para eliminar todos los cambios hechos, abres el PANEL, ESTILOS, Borrar Cambios, y buscas la opción "Borrar Más Colores". Se hace un refresco de pantalla y todo tendrá los colores anteriores o los originales.

    COPIAR UN COLOR

    Cuando eliges un color, por ejemplo para "Body", a mano derecha de la opción "Fondo" aparece el código de ese color. Para copiarlo, por ejemplo al "Post" en "Texto General Fondo", das click en ese código y el mismo aparece en el recuadro blanco que está en la parte superior izquierda de esta ventana. Para que el color sea aceptado, das click en la "C" y el recuadro blanco y la "C" se cambian por "No Copiar". Ahora sí, eliges "Post", luego das click en "Texto General Fondo" y desplazas la ruedita a cualquier posición. Puedes hacer el mismo procedimiento para copiarlo a cualquier bloque y complemento del mismo. Cuando ya no quieras copiar el color, das click en "No Copiar", y puedes seguir dando color normalmente.

    COLOR MANUAL

    Para dar un color que no sea de la barra de colores de esta opción, escribe el código del color, anteponiendo el "#", en el recuadro blanco que está sobre la barra de colores y presiona "C". Por ejemplo: #000000. Ahora sí, puedes elegir el bloque y su respectivo complemento a dar el color deseado. Para emplear el mismo color en otro bloque, simplemente elige el bloque y su complemento.

    GUARDAR COLORES

    Permite guardar hasta 21 colores. Pueden ser utilizados para activar la carga de los mismos de forma Ordenada o Aleatoria.

    El proceso es similiar al de copiar un color, solo que, en lugar de presionar la "C", presionas la "G".

    Para ver los colores que están guardados, da click en "►". Al hacerlo, la ventana de los "Bloques a cambiar color" se cambia por la ventana de "Banco de Colores", donde podrás ver los colores guardados y otras opciones. El signo "►" se cambia por "◄", el cual permite regresar a la ventana anterior.

    Si quieres seguir guardando más colores, o agregar a los que tienes guardado, debes desactivar, primero, todo lo que hayas activado previamente, en esta ventana, como es: Carga Aleatoria u Ordenada, Cargar Estilo Slide y Aplicar a todo el blog; y procedes a guardar otros colores.

    A manera de sugerencia, para ver los colores que desees guardar, puedes ir probando en la sección MAIN con la opción FONDO. Una vez que has guardado los colores necesarios, puedes borrar el color del MAIN. No afecta a los colores guardados.

    ACTIVAR LOS COLORES GUARDADOS

    Para activar los colores que has guardado, debes primero seleccionar el bloque y su complemento. Si no se sigue ese proceso, no funcionará. Una vez hecho esto, das click en "►", y eliges si quieres que cargue "Ordenado, Aleatorio, Ordenado Incluido Cabecera y Aleatorio Incluido Cabecera".

    Funciona solo para un complemento de cada bloque. A excepción del Slide, Sidebar y Downbar, que cada uno tiene la opción de que cambie el color en todos los widgets, o que cada uno tenga un color diferente.

    Cargar Estilo Slide. Permite hacer un slide de los colores guardados con la selección hecha. Cuando lo activas, automáticamente cambia de color cada cierto tiempo. No es necesario reiniciar la página. Esta opción se graba.
    Si has seleccionado "Aplicar a todo el Blog", puedes activar y desactivar esta opción en cualquier momento y en cualquier sección del blog.
    Si quieres cambiar el bloque con su respectivo complemento, sin desactivar "Estilo Slide", haces la selección y vuelves a marcar si es aleatorio u ordenado (con o sin cabecera). Por cada cambio de bloque, es el mismo proceso.
    Cuando desactivas esta opción, el bloque mantiene el color con que se quedó.

    No Cargar Estilo Slide. Desactiva la opción anterior.

    Cuando eliges "Carga Ordenada", cada vez que entres a esa página, el bloque y el complemento que elegiste tomará el color según el orden que se muestra en "Colores Guardados". Si eliges "Carga Ordenada Incluido Cabecera", es igual que "Carga Ordenada", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia. Si eliges "Carga Aleatoria", el color que toma será cualquiera, y habrá veces que se repita el mismo. Si eliges "Carga Aleatoria Incluido Cabecera", es igual que "Aleatorio", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia.

    Puedes desactivar la Carga Ordenada o Aleatoria dando click en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria".

    Si quieres un nuevo grupo de colores, das click primero en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria", luego eliminas los actuales dando click en "Eliminar Colores Guardados" y por último seleccionas el nuevo set de colores.

    Aplicar a todo el Blog. Tienes la opción de aplicar lo anterior para que se cargue en todo el blog. Esta opción funciona solo con los bloques "Body, Main, Header, Menú" y "Panel y Otros".
    Para activar esta opción, debes primero seleccionar el bloque y su complemento deseado, luego seleccionas si la carga es aleatoria, ordenada, con o sin cabecera, y procedes a dar click en esta opción.
    Cuando se activa esta opción, los colores guardados aparecerán en las otras secciones del blog, y puede ser desactivado desde cualquiera de ellas. Cuando desactivas esta opción en otra sección, los colores guardados desaparecen cuando reinicias la página, y la página desde donde activaste la opción, mantiene el efecto.
    Si has seleccionado, previamente, colores en alguna sección del blog, por ejemplo en INICIO, y activas esta opción en otra sección, por ejemplo NAVEGA DIRECTO 1, INICIO tomará los colores de NAVEGA DIRECTO 1, que se verán también en todo el blog, y cuando la desactivas, en cualquier sección del blog, INICIO retomará los colores que tenía previamente.
    Cuando seleccionas la sección del "Menú", al aplicar para todo el blog, cada sección del submenú tomará un color diferente, según la cantidad de colores elegidos.

    No plicar a todo el Blog. Desactiva la opción anterior.

    Tiempo a cambiar el color. Permite cambiar los segundos que transcurren entre cada color, si has aplicado "Cargar Estilo Slide". El tiempo estándar es el T3. A la derecha de esta opción indica el tiempo a transcurrir. Esta opción se graba.

    SETS PREDEFINIDOS DE COLORES

    Se encuentra en la sección "Banco de Colores", casi en la parte última, y permite elegir entre cuatro sets de colores predefinidos. Sirven para ser empleados en "Cargar Estilo Slide".
    Para emplear cualquiera de ellos, debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; luego das click en el Set deseado, y sigues el proceso explicado anteriormente para activar los "Colores Guardados".
    Cuando seleccionas alguno de los "Sets predefinidos", los colores que contienen se mostrarán en la sección "Colores Guardados".

    SETS PERSONAL DE COLORES

    Se encuentra seguido de "Sets predefinidos de Colores", y permite guardar cuatro sets de colores personales.
    Para guardar en estos sets, los colores deben estar en "Colores Guardados". De esa forma, puedes armar tus colores, o copiar cualquiera de los "Sets predefinidos de Colores", o si te gusta algún set de otra sección del blog y tienes aplicado "Aplicar a todo el Blog".
    Para usar uno de los "Sets Personales", debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; y luego das click en "Usar". Cuando aplicas "Usar", el set de colores aparece en "Colores Guardados", y se almacenan en el mismo. Cuando entras nuevamente al blog, a esa sección, el set de colores permanece.
    Cada sección del blog tiene sus propios cuatro "Sets personal de colores", cada uno independiente del restoi.

    Tip

    Si vas a emplear esta método y quieres que se vea en toda la página, debes primero dar transparencia a todos los bloques de la sección del blog, y de ahí aplicas la opción al bloque BODY y su complemento FONDO.

    Nota

    - No puedes seguir guardando más colores o eliminarlos mientras esté activo la "Carga Ordenada o Aleatoria".
    - Cuando activas la "Carga Aleatoria" habiendo elegido primero una de las siguientes opciones: Sidebar (Fondo los 10 Widgets), Downbar (Fondo los 3 Widgets), Slide (Fondo de las 4 imágenes) o Sidebar en el Salón de Lectura (Fondo los 7 Widgets), los colores serán diferentes para cada widget.

    OBSERVACIONES

    - En "Navega Directo + Panel", lo que es la publicación, sólo funciona el fondo y el texto de la publicación.

    - En "Navega Directo + Panel", el sidebar vendría a ser el Widget 7.

    - Estos colores están por encima de los colores normales que encuentras en el "Panel', pero no de los "Predefinidos".

    - Cada sección del blog es independiente. Lo que se guarda en Inicio, es solo para Inicio. Y así con las otras secciones.

    - No permite copiar de un estilo o usuario a otro.

    - El color de la ventana donde escribes las NOTAS, no se cambia con este método.

    - Cuando borras el color dado a la sección "Menú" las opciones "Texto indicador Sección" y "Fondo indicador Sección", el código que está a la derecha no se elimina, sino que se cambia por el original de cada uno.
    3 2 1 E 1 2 3
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    Para guardar, elige dónde, y seguido da click en la o las imágenes deseadas.
    Para dar Zoom o Fijar,
    selecciona la opción y luego la imagen.
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    Slide 1     Slide 2     Slide 3




















    Header

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    Guardar todas las imágenes
    Fijar "Guardar Imágenes"
    Desactivar "Guardar Imágenes"
    Dar Zoom a la Imagen
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    Colocar imagen en Header
    No colocar imagen en Header
    Mover imagen del Header
    Ocultar Mover imagen del Header
    Ver Imágenes del Header


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    P
    S1
    S2
    S3
    B1
    B2
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    B14
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    B17
    B18
    B19
    B20
    H

    OPCIONES GENERALES
    ● Activar Slide 1
    ● Activar Slide 2
    ● Activar Slide 3
    ● Desactivar Slide
    ● Desplazamiento Automático
    ● Ampliar o Reducir el Blog
  • Ancho igual a 1088
  • Ancho igual a 1152
  • Ancho igual a 1176
  • Ancho igual a 1280
  • Ancho igual a 1360
  • Ancho igual a 1366
  • Ancho igual a 1440
  • Ancho igual a 1600
  • Ancho igual a 1680
  • Normal 1024
  • ------------MANUAL-----------
  • + -

  • Transición (aprox.)

  • T 1 (1.6 seg)


    T 2 (3.3 seg)


    T 3 (4.9 seg)


    T 4 (s) (6.6 seg)


    T 5 (8.3 seg)


    T 6 (9.9 seg)


    T 7 (11.4 seg)


    T 8 13.3 seg)


    T 9 (15.0 seg)


    T 10 (20 seg)


    T 11 (30 seg)


    T 12 (40 seg)


    T 13 (50 seg)


    T 14 (60 seg)


    T 15 (90 seg)


    ---------- C A T E G O R I A S ----------

    ----------------- GENERAL -------------------


    ------------- POR CATEGORÍA ---------------




















    --------REVISTAS DINERS--------






















    --------REVISTAS SELECCIONES--------














































    IMAGEN PERSONAL



    En el recuadro ingresa la url de la imagen:









    Elige la sección de la página a cambiar imagen del fondo:

    BODY MAIN POST INFO

    SIDEBAR
    Widget 1 Widget 2 Widget 3
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    Widget 7














































































































    LA OPCIÓN (Leonard C. Lewin)

    Publicado en agosto 03, 2014

    Esta es una obra de ficción. Todas las personas y acontecimientos descritos en ella son imaginarios. El uso de nombres de lugares reales en algunos pasajes no pretende sugerir que exista implicación alguna entre personas y cargos actuales y los hechos que se imputan en estas páginas a sus homónimos ficticios. Toda analogía que pueda formarse el lector entre lo relatado aquí y lo que ocurre en la "vida real" es responsabilidad suya, y es él quien tiene que formarse su propio juicio acerca de su validez.


    ...¿Quién puede ser juez de esta clase de necesidad? ¿Con qué unidad puede ser medido el valor comparativo de la vida humana? ¿Acaso la fuerza, o el intelecto, o qué otra cualidad? Es evidente que el principio en el que se base determinará de modo incuestionable quién va a beneficiarse de ello...
    — Del veredicto de la corte en La Reina contra Dudley y Stephen, 9 de diciembre de 1884, pronunciado por Lord Coleridge, Presidente del Tribunal Supremo. La causa implicaba un caso de canibalismo entre los supervivientes de un naufragio.


    PRIMERA PARTE
    I


    1

    Nueva York, 2 de enero. — Samuel Willis, banquero retirado, murió súbitamente en su casa ayer por la noche, aparentemente de un ataque cardíaco. Contaba 83 años de edad. El señor Willis, bien conocido por sus actividades filantrópicas, tenía tras de sí una larga y distinguida carrera en las finanzas. Hacía ocho años que se había retirado de su cargo de presidente y director ejecutivo del Central National Bank de Nueva York, al que había servido con distintos cargos desde 1923. Durante la Segunda Guerra Mundial, actuó como vicepresidente, y más tarde presidente, del Comité de Estabilización Económica de la Presidencia, y subsecuentemente actuó como consejero económico de los presidentes Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson.

    Desde su retirada de las funciones públicas, el señor Willis dedicó la mayor parte de su tiempo a los asuntos del Instituto Delphi, que le rindió un homenaje el pasado junio, en una ceremonia especial, como «su más distinguido ex alumno». Era miembro del consejo de administración del instituto desde 1946, y presidente del mismo desde 1950.

    La famosa colección de libros, pinturas y objetos coloniales de los siglos XVII y XVIII del señor Willis, alojada en un pabellón anexo a Delphi, era visitada cada año por centenares de eruditos. Testimonio de su interés a lo largo de toda su vida por la América prerevolucionaria, la colección es considerada como la más representativa y quizá la más valiosa en su género entre las privadas.

    El señor Willis había estado casado con Anne Dickinson, fallecida el año pasado. No deja descendientes directos.


    2

    —Estoy tan sorprendido como tú. Le creía en perfecto estado de salud.
    —Yo también. Pero obviamente nadie se halla en perfecta salud cuando se tienen ochenta y tres años.
    —Pero acababa de pasar su chequeo médico anual el mes pasado. ¡En el dispensario de los estudiantes! Todo estupendo, me dijo. Incluso se vanaglorió de ello.
    —Yo también lo hubiera hecho, a su edad. Bueno, está visto no hay que confiar en los chequeos médicos.
    —Incidentalmente, ¿qué consecuencias traerá esto para nosotros? ¿Sus bienes nos corresponden o no? Todo el mundo parece darlo por seguro, pero he oído decir que no había tomado ninguna decisión al respecto desde hace tiempo, a menos que McChesney nos lo haya ocultado. He oído algunos chismorreos acerca de que nos ponía las cosas difíciles. ¿Sabes algo?
    —Oh, estoy seguro de que todo irá a parar a nuestras manos. ¿A quién si no podría dejárselo? Mac me dijo hace unos meses que estaban trabajando en algunos arreglos con el fisco para evitar que la colección se dispersara. Y ya conocías a Willis. Si le dijo a Mac que estaba "trabajando" en algo, eso quiere decir que ya lo había hecho, en otro caso no lo hubiera mencionado. No era su estilo el dejar que las cosas dieran vueltas y más vueltas.
    —¡Amén! Lamento que haya muerto, pero será un alivio no tenerlo sobre nuestras espaldas. De todos modos, es posible que hubiera cambiado recientemente de opinión. Y parece que en estos últimos tiempos McChesney andaba más preocupado que de costumbre. —Puede haber una docena de otras razones para ello. No te preocupes, todo vendrá a parar a nosotros, estoy seguro, o Mac me habría dicho algo al respecto. Le hablaré de ello cuando regrese a Nueva York.


    3

    —Creo que hemos actuado a tiempo, señor Smith. No puede usted llegar a creer las nuevas condiciones que nos exigía para dejarnos sus bienes. Quería que nos comprometiéramos contractualmente a aplicar una política de admisión y de enseñanza de las ciencias sociales que hubiera llevado a Delphi a los tiempos en que él aún no se había graduado. No "hippies", no "comunismo"... esto nos hubiera tenido en los tribunales durante años. Y eso no era todo. Tengo la impresión de que no bromeaba cuando decía que "sería gentil" por nuestra parte si cambiábamos nuestro nombre por el de Universidad Willis. Hubiéramos podido sobrevivir con eso —por seis millones más la colección—, pero al ritmo al que iba, la próxima semana hubiera exigido una estatua ecuestre de sí mismo erigida a cada entrada del campus. Más quién sabe qué otras cosas, y mucho más serias. Todo el mundo hubiera hablado de nosotros.
    —Le creo por completo, doctor McChesney. Recuerde que he oído algunas grabaciones tomadas en la oficina de su abogado, y sé cosas que usted ni siquiera sospecha. Se lo aseguro, era peor de lo que usted puede imaginarse.
    —Oh, sí, por supuesto. Había olvidado lo bien que trabajan sus hombres.
    —Estoy de acuerdo con usted en que hemos intervenido a tiempo para impedirle que añadiera a su testamento condiciones restrictivas imposibles. Pero déjeme recordarle que su principal problema no era éste. En las actuales condiciones, si hubiera vivido tan sólo otros dos años, dándole a Delphi únicamente pequeñas cantidades de dinero en estas mismas absurdas condiciones, hubiera perdido usted los mejores de sus colaboradores, los pocos que le quedan, y seguramente incluso su propio puesto, si hubiera sobrevivido.
    —Estábamos todos a su merced, señor Smith. Su dedicación a Delphi era genuina, pero había llegado al punto de convencerse a sí mismo de que si no hacíamos exactamente lo que él quería, no merecíamos sobrevivir... Bien, ¿qué debemos hacer ahora? ¿Cómo se procederá al pago?
    —No será en absoluto difícil, doctor McChesney. Complicado quizá, pero no difícil.
    —Espero que no. Como presidente, normalmente dispongo de un amplio grado de flexibilidad en los desembolsos para partidas especiales. Creo haberle dicho ya que esta fue una de las condiciones de mi venida aquí. Pero en nuestra actual situación mis manos están atadas hasta que una parte de los fondos del testamento haya sido desbloqueada. Ya sabe usted cómo son los administradores de un instituto pequeño: un puñado de engolados caballeros retirados de la circulación, que no tienen nada mejor que hacer que demostrar que saben llevar bien los libros.
    —Especialmente Willis, imagino.
    —Especialmente Willis. Pero le aseguro que esto no tenía nada que ver con, bueno, el asunto que llevamos entre manos.
    —Lo sé, doctor McChesney. De otro modo jamás lo hubiéramos acometido.
    —Espero que lo que tengo que hacer será, ¿legal?
    —Su preocupación por la legalidad me emociona, señor.
    —No quería decir que...
    —No se preocupe, doctor McChesney, no hace falta que se disculpe. No he podido resistir la tentación de contemplar su pregunta en perspectiva. Puedo asegurarle que lo peor que tendrá que hacer será decir algunas pequeñas mentiras que nadie podrá refutar. Nadie vivo, se entiende. La factura será pagada de la herencia, no de sus fondos especiales, a menos que tengamos problemas con el albacea. Es por eso por lo que quizá necesitemos su corroboración.
    —¿Por ejemplo? —Tengo algunos contratos por la suma que hemos acordado, doctor McChesney, con la firma del señor Willis en ellos. Fueron originados por servicios prestados por nosotros. Específicamente en la catalogación y habilitación de sus colecciones, así como en nuestro asesoramiento y tasación. También tenemos una carta suya acreditando que los servicios han sido realizados, y a su entera satisfacción.
    —Me cuesta creerle. Lo último que esperaría ver en mi vida sería a Willis contratando a alguien para que lo asesorara sobre... cualquier cosa.
    —No me ha comprendido, señor. No he dicho que él nos contratara para esos servicios. He dicho tan sólo que tenemos su firma en tales contratos y en su aceptación del trabajo realizado. Nuestra firma, la de uno de los hombres de nuestra organización, se halla al final de un detallado informe dirigido a Willis. Incidentalmente, puede que nuestras recomendaciones le parezcan divertidas. Una de ellas insiste en mantener un control sobre todo lo que sea donado a Delphi.
    —Vayamos al fondo del asunto, señor Smith. ¿Es esto para mí el inicio de un chantaje de por vida?
    —Su observación podría tener implicaciones ofensivas, doctor McChesney, si no supiera lo alterado que se halla. Así que voy a responder a su pregunta, y lo voy a hacer seria y categóricamente. No, definitivamente no. Tranquilícese. Su papel será tan sólo el de atestiguar, o mejor confirmar, que el señor Willis le mencionó en alguna ocasión que había confiado unos ciertos trabajos a, cree recordar, algo así como unos "Servicios Especiales", o algo parecido. Tan sólo sabe que se trataba de algo referente a la evaluación y acondicionamiento de sus colecciones —sabe que anteriormente había procedido ya a tales estimaciones, pero había creído conveniente revisarlas—, y esto es todo lo que conoce al respecto. Nunca ha visto ninguna copia de nuestro informe. He de decirle que el original jamás será hallado, y nuestra copia no verá la luz más que si nos vemos obligados a ello por decisión legal. Y esto no será necesario, pues la naturaleza de tales informes se supone que es de orden confidencial, si su testimonio informal, como cabe suponer, es suficiente y corrobora que efectivamente Willis contrató nuestros servicios. ¿Me he explicado con suficiente claridad?


    4

    —¿Está libre el señor Hermanson?
    —Aquí estoy, Smith. Entra ¿Algún... problema?
    —No. Su reacción ha sido aceptable. Pero creo que su período de crisis de temor se halla en pleno auge, y tendremos que tratarlo aún durante un cierto tiempo.
    —¿Planeas seguirte ocupando personalmente de él hasta que las cosas se aclaren? ¿O prefieres que ponga en ello a uno de los nuevos?
    —Creo que lo mejor será que por ahora me ocupe yo personalmente, Fred. Pero tan pronto como sea posible me gustaría dedicarme a algún otro caso más ambicioso. ¿Ha habido alguna dificultad en el remate de éste?
    —Ninguna, según Riley. Se ha ocupado él directamente. Burnshaw me ha dicho que la estimación y el informe están ya terminados. Me gustaría que tú y Riley le dierais un vistazo antes de darle el visto bueno definitivo.
    —De acuerdo. Lo haré ahora. ¿Está todo ultimado?
    —Sí. Puedes comprobarlo tú mismo. Creo que el asunto Willis se ha llevado de una forma impecable. Muy, muy limpiamente. Y tú también has hecho un excelente trabajo, debo reconocerlo.
    —Gracias, Fred. ¿Nos veremos mañana?


    5

    —¡Señor Smith!
    —Le pido disculpas por no haberle llamado antes de venir, doctor McChesney, pero pasaba por delante de su hotel y... —No tiene importancia. Entre, no habrá problemas, supongo.
    —En absoluto. Una simple visita de cortesía. Me he dado cuenta de que lo que hemos hablado esta tarde lo había alterado un poco, y he pensado que podríamos discutir los términos del anuncio del legado de Willis. Aunque lo que más deseo es tranquilizarle y asegurarle de que no va a haber ningún problema, ya que me ha parecido que estaba usted un poco tenso.
    —¿Tenso? Estoy tan relajado como es posible dadas las circunstancias.
    —Por supuesto. Pero las circunstancias no son normales para usted, y ocurre a veces que algunos de nuestros clientes desarrollan ocasionalmente una serie de dudas tras el hecho, si se me permite expresarlo así. De modo que he pensado que debía darle algunas explicaciones acerca de nuestro informe a Willis, puesto que usted se había alterado algo cuando he mencionado algunas de nuestras recomendaciones. En realidad di demasiado énfasis a este punto... que era tan sólo un comentario incidental. El informe simplemente recomienda que si desea limitar el uso de cualquier donación que haga a Delphi o a cualquier otro, puede incluir en la donación un cierto número de restricciones para asegurarse de que sus deseos serán cumplidos.
    —¿Y eso con qué fin?
    —Nosotros nunca hacemos nada a medias, doctor Mc-Chesney. Este es el tipo de consejo conservador que cualquier empresa consultora seria le hubiera dado a un hombre como Willis, que deseaba mantener su influencia sobre sus beneficiarios. Si las cosas van mal y nuestro documento debe ser presentado ante un tribunal en algún momento, esto le dará un mayor carácter de aceptabilidad. Es un informe serio y competente. Es una lástima que lo más probable sea que nadie llegue a verlo nunca.
    —Bueno, a mí me gustaría verlo.
    —Lo siento, doctor McChesney, pero esto es contrario a nuestra política. En cualquier momento puede tener usted que testificar, formalmente o no, que sabía que Willis lo había ordenado y recibido, pero también que no llegó a verlo nunca. Sería un contrasentido exponerle al peligro de parecer ocultar algo si por casualidad llegara a saberse que usted tuvo entre sus manos una copia del mismo. Dentro de uno o dos años, quizá, si sigue interesado en ello.
    —Entiendo. Creo que sí me interesará. Cuando las colecciones estén en nuestras manos, recibiremos con agrado sus consejos, aunque nuestros objetivos sean distintos de los de Willis.
    —Completamente de acuerdo. Pero por ahora estos consejos no tendrían objeto, y probablemente serían peligrosos. Es un buen informe, pero dudo mucho que diga algo en lo que usted, especialmente usted, no haya pensado ya. Es usted un administrador excepcionalmente imaginativo, doctor McChesney.
    —Gracias.
    —Le hago justicia. Si así no fuera, yo no estaría ahora aquí, ¿no cree?
    —Supongo que no, mirándolo bajo su punto de vista, señor Smith. ¿Ha dicho usted que desea discutir conmigo los términos del anuncio del legado?
    —Oh, sí. No es una cosa muy urgente, ya que se supone que todo el mundo que conocía a Willis imaginaba que lo dejaría todo al instituto. Pero quisiera sugerirle dos cosas. En primer lugar, no haga ninguna declaración formal, en nombre de Delphi, antes de que la noticia sea confirmada oficialmente. En segundo lugar, evite en la medida de lo posible cualquier discusión relativa al legado, al menos mientras duren las actuales circunstancias, y no discuta sus ideas acerca de sus intenciones al respecto hasta que haya pasado un tiempo prudencial. E intente desanimar a los administradores y a su cuerpo docente de que emprendan tales discusiones. Una excepción: cuando el testamento sea anunciado oficialmente, haga una declaración informal acerca de emplear parte de esos fondos en becas y bolsas de trabajo. —Se toma usted precauciones totalmente innecesarias conmigo, señor Smith. En ningún momento se me ha ocurrido pensar en hacer cualquier tipo de comentario antes de que las cosas sean oficiales.
    —Me hubiera sorprendido si lo hubiera hecho, pero comprenderá que un exceso de precaución nunca es superfluo.
    —Sí, entiendo. Bien, si esto es todo, señor Smith, quizá pudiera usted satisfacer ahora mi curiosidad sobre un punto, si no lo considera algo excesivamente personal. ¿Puede decirme cómo llegó usted a trabajar con los Servicios Especiales? Le ruego que no me malinterprete. Siento un enorme respeto por lo que están haciendo ustedes. Pero me ha parecido extraño que usted no fuera más, esto...
    —¿Más sanguinario? ¿Más parecido a un asesino de la Mafia? ¿Más siniestro?
    —Bueno, yo nunca hubiera usado estas palabras, señor Smith, pero en líneas generales esa es la idea.
    —Y quizá tampoco esperaba usted que un hombre que realiza este tipo de trabajo tuviera una apariencia tan vulgar, ¿verdad? No se preocupe, no me siento ofendido, esta es una pregunta que he oído ya otras veces. Pero lamento no poderle informar de nada personal acerca de mí mismo o de mis colegas.
    —Temo que me haya expresado mal. Tan sólo quería preguntarle cómo se habían iniciado usted y su grupo, cuáles habían sido sus motivaciones, todo esto. En términos generales, no de una forma personal. Ustedes están haciendo algo de lo que nadie habla nunca... de lo que nadie se atreve a hablar nunca...
    —Bien... De acuerdo. Nos asociamos hace ya algunos años a resultas de una combinación de circunstancias e identidad de puntos de vista. Nuestra óptica común, si puede llamarse así, era un entrenamiento especial en el análisis objetivo, sumada a un cierto desprecio hacia la hipocresía institucional. Sin embargo, lo que nos animó a organizamos en un grupo fue la guerra del Vietnam. Todos nosotros nos vimos envueltos en ella, cada uno a su modo.

    La mayor parte de nosotros trabajamos en la preparación de operaciones militares, algunos sobre el terreno. Otros eran simples ciudadanos sensibilizados, si quiere usted. Lo que Vietnam nos mostró más claramente fue la enormidad de la hipocresía social... el presunto carácter sagrado de la vida humana, que nuestra sociedad pretende honrar y respetar. Este era el valor más importante, en teoría, del cual se derivaban presumiblemente todos los demás valores sociales aceptados. Lo que hacía que las matanzas masivas de Vietnam aparecieran como particularmente absurdas era el hecho de que todas ellas eran cometidas por una sociedad que proclamaba mucho más alto y mucho más firmemente que todas las demás sociedades su respeto y adhesión a la inviolabilidad de este sagrado valor.

    La gente expresa su horror ante la brutalidad gratuita, ante la tortura, ante los campos de exterminio nazis, ante los rutinarios ultrajes comunes a todas las guerras. Pero vimos claramente que, de una forma pragmática, todo esto no es más que hipocresía, socialmente hablando. Si la humanidad en general, y las autoproclamadas sociedades civilizadas en particular, deploraran realmente este tipo de hechos, no los permitirían.

    —Esto quiere decir que las atrocidades cometidas en Vietnam los convirtieron a ustedes en unos cínicos.
    —No, en absoluto. Algunos de nosotros nos sentimos impresionados al principio, y la mayor parte adoptamos una actitud eminentemente hostil hacia la guerra, pero un cierto número llegamos a la conclusión de que el asesinato es al fin y al cabo políticamente necesario. Por consiguiente, nos convertimos en políticamente neutrales. Lo cual no quiere decir cínicos. En realidad nos volvimos tan profundamente objetivos con respecto a la guerra como lo éramos, gracias a nuestro entrenamiento, con respecto a los otros problemas que teníamos que enfrentar profesionalmente. Llegamos a la conclusión —hablo de una forma simplificada, por supuesto— de que, socialmente hablando, el hombre es un asesino de su propia especie, que todas las piadosas declaraciones de lo contrario son fraudulentas, y que cualquiera que se da cuenta de ello y actúa en consecuencia posee una enorme ventaja en sus relaciones con el mundo tal cual es. Entiéndame, no estoy defendiendo ninguna banal teoría acerca de la agresividad innata en el hombre o cosas así. Estoy hablando únicamente de las instituciones sociales humanas.
    —Entonces, ustedes no reconocen como válida ninguna moralidad.
    —¡Por el contrario! Nuestros valores morales personales son actualmente de lo más convencional. Pero es otro asunto. Estamos hablando ahora de que los valores sociales declarados que los hombres afirman respetar no son mas que un juego. Por ejemplo, se proclaman los unos a los otros que la preservación de la vida humana es algo mucho más importante que su deseo de dinero, de gloria o de cualquier otra cosa. A veces quizá sea cierto, pero en general, y principalmente cuando la vida en cuestión es la de un extraño, no suele ser así. Pretendemos que lo es: esto forma parte del contrato social en general, nos tranquilizaba mutuamente, nos permite vivir y trabajar con una mayor eficacia, y así. Es un enorme y útil convencionalismo. Pero está basado en la hipocresía.
    —¿Pero acaso no tenemos leyes para protegernos los unos de los otros?
    —Por supuesto. Pero sin la aceptación general de la hipocresía de la que he hablado, la ley no tendría ningún valor disuasivo real. Pero nos estamos saliendo del tema y entrando por los áridos caminos de la sociología. Lo que quiero decirle, doctor McChesney, es que nuestro grupo considera como inexistente cualquier tipo de moral institucional, en la medida en que es distinta de nuestros valores individuales. La consecuencia de ello es nuestro reconocimento de que no existe ninguna legítima inhibición que nos impida matar, robar, o violar cualquier otra cláusula del contrato social para alcanzar nuestros objetivos. Pero tenemos que convivir. De modo que poseemos también la limitación de nuestro propio código de moralidad personal. Usted ya sabe de qué estoy hablando, puesto que usted mismo ha debido tenerlo en cuenta antes de que aceptáramos su encargo. Necesitamos estar plenamente convencidos —bajo nuestros propios estándares, que ya conoce— de que lo que vamos a hacer contribuirá al bienestar general de la humanidad, tal como nosotros lo vemos... Esto es todo lo que puedo decirle, al menos por el momento. Espero que responda a sus preguntas y satisfaga su curiosidad.

    * Sí, el asesinato de Willis no será descubierto. El instituto proseguirá su marcha tal como estaba planeado. El «bienestar general», según lo postulan Smith y McChesney, será probablemente mejorado. Nadie se preocupará, nadie hará preguntas embarazosas, y las cosas seguirán como siempre.

    El modo de operar de Smith, Hermanson y los otros varía según los proyectos. Los detalles no son importantes y normalmente ni siquiera interesantes. Es evidente que un grupo como el suyo funcionará siempre con pleno éxito, a condición de poseer suficiente audacia, inteligencia, convicción, ecuanimidad, información y capital. No les falta nada de eso. La pregunta más inmediata es cómo y por qué son aceptados, esencialmente en su forma particular de decidir, por clientes que posiblemente ni les hubieran escuchado unos años antes. Quizá más adelante podamos aclarar esto.

    Otro grupo de preguntas se centra en torno al análisis «filosófico» de Smith, sus «explicaciones» morales a McChesney. ¿Cree realmente en ello? Si es así, ¿cuáles son sus profundas motivaciones? Aunque él y sus «Servicios Especiales» no son el tema de este libro, aparecerán de nuevo periódicamente. Al igual que estas notas, comentarios y preguntas.


    II


    1

    ¿Cuántas camas vacantes tenemos hoy, Winston?

    —Cuatro.
    —Lo cual hace exactamente cuarenta pérdidas este mes, sin contar los que se han ido de una forma natural, ¿no es así?
    —Exacto. No está mal, ¿verdad?
    —No, no está en absoluto mal. ¿Crees que alguien sospecha? —No hay ninguna razón para creerlo. Y no creo que nadie llegue a sospechar, si tenemos la precaución de no ir demasiado aprisa. Ya sabes que, estadísticamente, nuestras pérdidas han aumentado tan sólo en un sesenta por ciento.
    —Quizá sea un poco alto.
    —Indudablemente, Sam. Pero no está demasiado lejos de las normales variaciones mensuales. Y lo importante es que muy pronto las pérdidas van a empezar a bajar.
    —¿Cuándo, según tú? Quiero decir: estadísticamente, ¿cuándo crees que nuestras cifras van a alcanzar el ritmo normal?
    —Dentro de cuatro o cinco meses, calculo. Aceptando, por supuesto, que estemos en condiciones de mejorar la calidad de nuestras nuevas admisiones en la medida que esperamos.
    —No está mal, no está mal en absoluto.


    2

    —Doctor Post, ¿es mi imaginación, o estamos perdiendo más pacientes de edad avanzada de lo que es habitual? En las últimas semanas, me refiero.
    —Bueno, la verdad es que no lo sé, Helen, no se me ha ocurrido pensar en ello. Claro que si lo desea puede comprobarlo fácilmente examinando las cifras.
    —Oh, no vale la pena. Usted pensará probablemente que soy una metomentodo haciendo estas preguntas.
    —No sea tonta, Helen. Puede que tenga usted razón. Pero si es así, ¿qué significará eso? Tenemos nuestras altas y bajas, algunas veces son más, otras son menos. No existe un porcentaje normal... A propósito, ¿cómo se encuentra hoy el sarcoma del 21B? ¿Sigue quejándose?
    —Sí, doctor; pero se encuentra algo mejor que ayer.
    —Bueno, creo que podemos aumentar su dosis de morfina. No hay ninguna razón para que le hagamos sufrir inútilmente, pobre viejo bastardo, con lo poco que le queda de vida.
    —Se le administra ya una cantidad bastante fuerte, doctor.
    —Lo sé. Pero si un poco más de dosis lo alivia, ¿qué diferencia hay? Lo anotaré en su historial.
    —Doctor Post, ¿tiene el chico del 4B alguna posibilidad?
    —Depende de lo que usted entienda por posibilidad, Helen. Si se refiere usted a continuar respirando... sí, la tiene, al menos por unos meses. Si quiere decir volver a llevar una vida normal... no, no tiene ninguna posibilidad. Sólo quedan restos de su cerebro y sistema nervioso central. Teniendo en cuenta lo que le ocurrió, es ya asombroso que llegara vivo al hospital.
    —No puedo dejar de pensar que en estas circunstancias hubiera sido quizá mejor que no llegara.
    —Por supuesto. Sus padres creyeron haber tenido suerte pudiéndolo traer hasta aquí tan rápidamente. Pero se equivocaban. Si hubieran tenido que esperar los treinta o cuarenta minutos que tarda en llegar la ambulancia de urgencias en esta condenada ciudad, hubiera sido mucho mejor para ellos.
    —Pero ellos jamás lo hubieran admitido. Hubieran dicho que si la ambulancia hubiera llegado con más rapidez, se habría podido salvar.
    —Probablemente. Creo que voy a visitarlo ahora...


    3

    —Sam, no lo comprendo. ¿Para qué demonios está guardando Winston esas camas vacías? —No lo sé. ¿Por qué no se lo preguntas? Imagino que será por las razones de costumbre.
    —Sam, las únicas razones de costumbre legítimas serían reservarlas para las urgencias. No sé exactamente cuántas camas se supone que hemos de mantener disponibles, pero estoy seguro de que no son tantas como las que he visto cada día a lo largo de esta semana. Tengo tres enfermos crónicos que están esperando hace más de ocho días para ingresar, y esas camas vacías me tienen perplejo.
    —John, no sé las razones de esas camas vacías, pero creo imaginar algo al respecto. Winston está intentando parar la admisión de enfermos crónicos, que ocupan sus camas durante meses y meses antes de morirse. Demasiados de ellos, muchos más que nunca, son traídos hasta nosotros por sus familiares, que quieren desembarazarse de ellos traspasándonoslos. Sé que a Winston no le gusta el no poder atender a otros pacientes porque el hospital se haya convertido en un asilo de achacosos ancianos aquejados de alguna dolencia incurable.
    —De acuerdo, Sam, pero esto no es nuevo. No pido que se acoja a los enfermos crónicos cuando hay urgencias esperando afuera en la calle. Pero no es Winston quien ha de juzgar si yo puedo traer mis pacientes aquí, sean crónicos o de cualquier otro tipo. Él es tan solo un administrador, y la única flexibilidad que puede tener en la asignación de camas es decidir cuántas de ellas debe reservar de un modo razonable para urgencias. Me parece que últimamente se está pasando de la raya.
    —No saquemos conclusiones tan aprisa, John. Ninguno de los dos sabemos las disponibilidades de personal para las próximas semanas, y si las admisiones siguieran al ritmo habitual tal vez nos produjeran quebraderos de cabeza dentro de algunos días. Ya sabes el tiempo que te hacen perder los enfermos crónicos, cuidándolos y atendiéndolos para nada.
    —¿Y qué otra cosa podemos hacer, Sam? Tú hablas de asilos para ancianos, pero la mayor parte de estos enfermos crónicos ni siquiera tienen esta alternativa. Ni ninguna otra.
    —Si yo poseyera autoridad para dictar normas a las admisiones, sería aún más duro que eso. Forzaría a las gentes responsables a que cuidaran ellos mismos a sus crónicos e incurables. Y cuando no pudieran, forzaría al estado o a la ciudad o al gobierno federal a que aceptara sus responsabilidades. Tarde o temprano tendrán que decidirse a hacer algo al respecto. No pueden seguir confundiendo la práctica de la medicina terapéutica con el cuidado de moribundos a expensas de pacientes que pueden ser salvados. Perdemos demasiados casos que podrían ser solucionados por estar ocupándonos de estos otros.
    —Sam, en otras palabras, estás diciendo que el gobierno debería poner un límite que frenara la afluencia de pacientes de edad avanzada. Un límite monetario, algo así como tres meses de hospitalización y no más. Lo siento, pero no puedo estar de acuerdo con eso.
    —¿Por qué no? John, esto es lo que estamos haciendo en realidad. ¿Por qué no lo reconocemos francamente, y actuamos en consecuencia, en lugar de dejarlo todo en manos del azar, sin tener en cuenta las prioridades?
    —Lo que estás diciendo, Sam, es en cierto modo jugar a ser Dios. Podría funcionar, pero no estoy de acuerdo con ello. No creo que todo se reduzca a un simple problema de parentesco y procedimiento. Una crisis es una cosa, cuando uno tiene que abandonar a un paciente para salvar a otro, pero aquí no hay ninguna crisis. Estoy de acuerdo contigo si se trata de obtener más dinero de los fondos públicos para dar mayores facilidades a los crónicos y a los incurables, pero digas lo que digas yo jamás abandonaré a uno de mis pacientes si no me veo absolutamente obligado a ello. Y si es Winston quien está pretendiendo esto, lucharé también con él si es necesario.


    4

    —Tenemos problemas, Winston. Helen O'Connor, del cuarto piso, está empezando a hacerse preguntas acerca del índice de defunciones. Y John Neustadt ha empezado a murmurar esta mañana acerca de las camas vacías. Me ha dicho que iba a ponerse en contra tuya si no le dabas una respuesta satisfactoria. —Bueno, esperábamos algo así, ¿no? ¿Lo has sondeado respecto a su actitud?
    —Sí, y es negativa. Quiere plantear el asunto en la próxima reunión del consejo directivo. Tendrías que anticiparte anunciando la nueva política restrictiva. Yo ya me ocuparé de que tengamos suficientes camas ocupadas de aquí a entonces para justificar tu postura.
    —¿Crees que estamos preparados para iniciar una etapa de fuerza?
    —Sí. En las actuales circunstancias, no veo que tengamos otra elección, y creo que las cosas están bien así. Imagino que las estadísticas estarán listas.
    —Por supuesto. ¿Piensas interrumpir las pérdidas hasta entonces?
    —No. Pero pienso limitarlas a tres. E intentaré admitir el mayor número de urgencias dentro del mismo día; eso ayudará. El 21B caerá esta noche, el 4B y el 8A durante el fin de semana. De aquí al viernes puedo tener como mínimo seis nuevas altas, quizá incluso nueve. De uno u otro modo, estaremos llenos cuando llegue la reunión del lunes. ¿No te parece que será oportuno?
    —Perfecto. Entonces tendremos un auténtico hospital entre las manos, gracias a Dios.


    5

    —Nettie, no existe ninguna razón para que te culpes por ello. Sabes que has hecho todo lo que podías por tu padre, y los médicos también.
    —Lo sé, lo sé. Pero sigo sintiéndome culpable de todos modos. Porque ha habido momentos en que realmente deseaba que todo acabara.
    —No es tan terrible como eso, Nettie. Has oído lo que ha dicho el doctor. Si tu padre hubiera vivido otra semana, un mes, o dos, o bien hubiera sufrido enormemente todo el tiempo, o bien hubiera sido necesario drogarlo hasta tal punto que ni siquiera se hubiera dado cuenta de lo que ocurría a su alrededor. ¿De qué hubieran servido entonces nuestros esfuerzos?
    —¡Oh, ya sé lo que ha dicho el doctor! ¿Pero cómo puede saber el doctor lo que pensaba mi padre? ¿Cómo puede saber que no hubiera preferido seguir viviendo, aun a costa de muchos sufrimientos? Sólo porque no podía hablar. No puedo dejar de pensar que tal vez se hubiera mantenido mucho más tiempo si no lo hubieran drogado tanto. Y que esto es lo que él hubiera deseado. ¡Nadie se lo preguntó!
    —Nettie, estás diciendo insensateces. Sabes que hicimos todo lo posible por salvarlo. Nos atacas a nosotros porque te sientes culpable. Porque tú deseabas en realidad que todo terminara. Y yo también lo deseaba. ¿Y quién no lo hubiera deseado, por Dios? ¿Qué mal hay en ello? Deja de pensar en lo que tu padre hubiera deseado. ¿Hubieras deseado tú realmente que durara tres meses más así?

    * Cualquiera que piense que el doctor Sam Post y el administrador Winston van a tener problemas a causa de sus métodos de eliminación de los casos desesperados de los registros del hospital está equivocado. Nadie aceptará, aunque pueda llegar a sospechar de modo pasajero, la ultrajante idea de que están haciendo precisamente lo que están haciendo. Esta es la gran ventaja táctica de la audacia, y ellos lo saben tan bien como cualquier criminal profesional, entrenador de atletismo o demagogo. El doctor Neustadt podrá hacer algunas preguntas embarazosas acerca de la nueva política restrictiva, pero las cosas no pasarán de ahí. Ambos van muy por delante de él.

    Cualquier «explicación» de las motivaciones psicológicas del doctor Post sería superflua en esta historia. Ha pasado toda su vida profesional en el negocio de emitir juicios acerca de quién puede vivir y quién debe morir. La decisión de destruir una vida no es muy distinta a la de luchar por salvar otra... ni en escala ni en forma ni en distinción. Y siempre sabe a quién está «acabando»; no puede aislarse a sí mismo con un confortable almohadón de abstracción, como hacen los que toman tales decisiones sobre una base estadística para mantener una política.


    III


    1

    Nueva York, 19 de enero. — Más de seiscientos drogadictos murieron en esta ciudad el mes pasado, según un informe hecho público hoy por la Oficina Forense. En una declaración efectuada por el doctor Spiro White, médico forense de dicha Oficina, se revela que el número de muertes fue cinco veces mayor que la del mes de diciembre del año anterior. La mayor parte de las recientes víctimas eran menores de veinte años.

    «La razón de esta excesiva tasa de mortalidad no ha sido aún aclarada», dijo el doctor White. «No tenemos bases suficientes para creer que el uso de drogas «duras» haya aumentado de forma apreciable, ni existe evidencia de adulteración venenosa alguna en los análisis realizados sobre la heroína.» La mayor parte de los adultos aquí son usuarios de heroína.

    El doctor White sugirió que, irónicamente, esas muertes podían haber sido provocadas por una momentánea mejora en la calidad —y consecuentemente en la concentración y en los efectos letales— de los suministros de droga. «Un adicto habituado a usar heroína adulterada conteniendo quizá un noventa por ciento de sustancias neutras triplicará su dosis si cambia a una heroína conteniendo tan sólo un setenta por ciento de sustancias neutras», hizo notar. «En el caso de muchos adictos que ingieren heroína a un nivel que se acerca a su límite de tolerancia a la droga, tal diferencia puede ser fatal.»

    En el informe se menciona también un posible efecto concomitante de los altos niveles de polución atmosférica en la absorción de la droga. El mes pasado se registraron altas cotas de concentración de varios agentes muy comunes de polución del aire, incluido el monóxido de carbono, el dióxido de sulfuro y el benzopireno.


    2

    —Doctor White, desearíamos hablar con usted acerca de esta historia de que hablan los periódicos sobre esa nueva heroína de alto grado de concentración que puede matar a los toxicómanos.
    —Encantado, inspector. Si puedo ayudarles en algo, yo...
    —Creo que sí puede, doctor White. Desearíamos saber qué le hace pensar que la heroína que fue puesta en circulación el mes pasado era mucho mejor que la de meses anteriores.
    —Bueno, es tan solo una conjetura, por supuesto, como creo dejaba bien claro mi declaración. Ha de haber alguna explicación a lo ocurrido. Ya sabe usted que, estadísticamente, no puede justificarse una variación tan brusca en la tasa de mortalidad. Me ha parecido que mi hipótesis era la más verosímil, o mejor dicho la menos inverosímil, entre las posibles razones que podía argumentar esta Oficina.
    —Tenemos noticias para usted, doctor. La mercancía puesta en circulación el mes pasado era exactamente la misma que la de meses anteriores. Ni mejor ni peor.
    —¿Está usted seguro de ello?
    —Segurísimo. En Nueva York hay solamente tres fuentes importantes de distribución. Disponemos de muestras de cada una de ellas casi a diario. Los territorios de cada uno de los distribuidores están bien delimitados. Ninguno se atreve a pisar el terreno de otros.
    —¿Quiere decir que la droga que mató a esos adictos provino de otras fuentes?
    —Es posible, pero no lo creo demasiado. Los distribuidores no juegan con estas cosas, y tienen contactos en toda la ciudad. Un independiente podría pasar una o dos tomas sin demasiados problemas, pero no cuarenta o cincuenta sin que se le echaran todos los demás encima. No puedo imaginarme algo así.
    —Entiendo. ¿Qué idea tienen ustedes al respecto?
    —A decir verdad, no tenemos ninguna. Estamos desconcertados. ¿Qué hay acerca de esa cosa sobre al polución atmosférica? ¿Puede tomarse en serio? —Bueno, sí y no. No sabemos realmente si existe alguna conexión, es tan sólo otra hipótesis. Pero de todos modos puede ser tan sólo un factor que actúe con una sobredosis, a nuestro parecer nunca solo. Supongo que si hubiera habido algún elemento venenoso en la heroína ustedes lo hubieran descubierto. Por nuestra parte no hemos podido encontrar nada rastreable en las autopsias.
    —Lo cual nos deja de nuevo a cero. El teniente Mc-Bride está contactando a toda esa gente con la esperanza de sacar algo en limpio, pero aún no ha conseguido nada. De todos modos, usted puede hacernos un gran favor. Si se le ocurre alguna nueva idea al respecto, ¿me la comunicará a mí antes de darla a conocer a la prensa? ¿De acuerdo?
    —Sí, entiendo... creo. No tengo el menor inconveniente en hacerlo, por supuesto. Pero es ridículo pensar que esto pueda ayudarles. ¿Para qué desea saberlo?
    —Mire, doctor White, el ocuparse de los drogadictos es tarea nuestra, no suya. Sabemos cómo reaccionan cuando leen una historia de ese tipo en los periódicos. Usted no. Seguramente usted hizo esa declaración pensando que frenaría un poco a esa gente con el miedo, ¿no?
    —Creo que sí, sí.
    —Permítame decirle algo. Un buen número de ellos, quizá la mayoría, han sentido miedo y han reducido sus dosis, quizá a la mitad de lo normal. Las ventas han descendido. Los traficantes se han lanzado a la calle en busca de clientes. Han bajado los precios, pero pese a todo han tenido dificultades en colocar su mercancía.
    —No veo entonces qué hay de malo en todo ello, si esto hace disminuir o corta el tráfico de la droga.
    —Claro, claro. Pero no ha sido así. Los traficantes han tenido que buscar nuevos clientes. Mire, doctor, lo más importante para nosotros es mantener el control de la situación, y para hacer eso necesitamos que el mercado de la droga sea estable. Es la única forma en que podemos tenerle la mano encima: que se mantenga quieto. Mientras los distribuidores y los usuarios sepan dónde están cada uno, y nosotros sepamos donde están ellos, usted no tendrá demasiados toxicómanos entrando con los pies por delante en sus oficinas. ¿Entiende?
    —No estoy muy seguro, inspector Glass. Habla usted como si realmente deseara que el tráfico de la droga siga siempre tal como está ahora, y eso es algo que no acabo de creer. Usted no puede estar diciéndome que se declara opuesto a cortar en seco la adicción a la droga.
    —No se haga el listo conmigo, doctor. Yo no he dicho nada de eso, y usted lo sabe. Simplemente queremos saber lo que ocurre, eso es todo. Las cosas dejan de funcionar cuando se produce un desequilibrio. Si la droga falta se inicia el pánico, y nuestros problemas empiezan. Si la droga sobra hay excesiva competencia, y nuestros problemas empiezan. Si entra nueva gente en el campo de la distribución o de la consumición, nuestros problemas empiezan. Cuando todo el mundo está en su sitio y las cosas discurren normalmente, no tenemos ningún problema. En absoluto.
    —Entonces le he comprendido perfectamente, inspector. Usted quiere que la situación permanezca estable, estacionaria... y así usted no tendrá problemas.
    —Déjeme explicárselo de este otro modo, doctor. Si yo pudiera elegir entre que las cosas siguieran como están o una reducción a la mitad del comercio de la droga en una semana, elegiría lo primero. Y déjeme decirle otra cosa al respecto. Tener drogadictos a nuestro alrededor no es malo, al contrario. Cuando tenemos a un criminal —un auténtico criminal, un profesional diría— que se droga, uno le tiene ya echada la mano encima. Lo tiene bajo control. Y las cosas son mucho más fáciles. Se lo aseguro, doctor.


    3

    —Le digo, Seymour, que fue prácticamente una confesión. Creo que si le hubiera apretado un poco hubiera terminado por vanagloriarse de haber empujado a algunos de esos alcahuetes a drogarse. Pero no quise arriesgarme. —Quisiera estar tan seguro como usted de que estamos haciendo lo adecuado. Lo siento, Spiro; no voy a llevar esto más lejos, pero no puedo impedir el pensar que estamos matando a gente que no deberíamos.
    —Seymour, su neurosis es el perfeccionismo. No debía haberse dedicado a asistente social. Hemos hablado ya de ello miles de veces. Volvamos otra vez. ¿Ha supervisado o no personalmente la distribución de toda la heroína especial?
    —Sí, pero...
    —¿Se ha asegurado o no de que le fuera explicado claramente a cada usuario —por usted mismo, o por Vinnie, o por Clara— que si usaba más de la mitad de su dosis habitual eso podía matarle? ¿Y han comprendido claramente lo que usted les decía?
    —Sí, pero pienso que tal vez una parte de la mercancía haya sido entregada sin la advertencia.
    —Seymour, está acabando con mi paciencia. ¿No se aseguró usted de que la mercancía fuera entregada tan sólo a los casos desahuciados? ¿Gentes que no la compartirían absolutamente con nadie, pasase lo que pasase?
    —Pero pueden habérsela robado.
    —¿Quiénes? ¿Algunos otros tipos de los que queremos desembarazarnos también? ¿Y qué en ese caso?
    —Pueden haberse producido excepciones.
    —¿Una o dos quizá? Seymour, digamos que han sido una docena si usted quiere. ¿Y qué representa esto, frente a las vidas que ya hemos salvado? Estadísticamente, esas sabandijas hubieran matado, entre todos ellos, al menos a una cuarentena de personas —gente limpia, gente inocente, buenos chicos— durante tan sólo los próximos tres años. Hubieran arruinado sus vidas, y quién sabe las de cuántos más. Todo eso sin tener en cuenta a aquellos otros a quienes la publicidad habrá asustado... y salvado. Si seguimos aún un poco más, haremos una buena limpieza... y podremos empezar en otro lado. Piénselo.
    —Spiro, sé que tiene usted razón, y usted sabe que yo sé que tiene razón. No le molestaré más con estas cosas. Pero no me siento tan satisfecho como debería estarlo. No quiero hablar más de ello. ¿De acuerdo?
    —Excepto por una cosa que debo añadir, porque usted debe ver esto bajo una perspectiva, o no le va a llevar a ningún lado. Usted no es ningún loco, y yo tampoco soy ningún loco... y no hay ni un gramo de megalomanía en nosotros, ¿verdad? Pero el hecho es —el hecho, recuérdelo—, el hecho es que estamos haciendo algo grande. Esta es la perspectiva. Estamos haciendo algo notable en pro del bienestar general. No lo hacemos para nuestro provecho personal, y no esperamos que nadie nos lo agradezca. No pretendemos ser genios, no pretendemos ser héroes. Cualquiera puede ver que lo que estamos haciendo es algo que debe ser hecho... pero todo el mundo prefiere taparse los ojos. Y tan sólo se necesita una pequeña dosis suplementaria de valor... no se necesita ser ningún héroe, los riesgos no son tan grandes. Sencillamente hemos extraído conclusiones lógicas de lo que hemos visto a nuestro alrededor, y hemos actuado en consecuencia. Sencillo. Pero los resultados son grandes, o serán grandes... entonces, ¿por qué minimizarlos? Esta es la perspectiva. Esto es lo que debemos recordar constantemente. Estamos iniciando un proceso de erradicación completa de una enfermedad social. Tan sólo esto. —¡De acuerdo, Spiro!


    4

    —¿Así que la brigada de narcóticos quiere que usted me meta en cintura? No me sorprende, Roger.
    —Bueno, supongo que debió tocar usted en algún lugar una fibra sensible cuando habló con Glass. No quiero saberlo, Spiro, y espero no llegar a saberlo nunca. Tal como veo las cosas, lo más importante es mantenernos en buenas relaciones con los demás departamentos, especialmente con la policía. Sí. Si se muestran tan irrazonablemente sensibles, tendremos que tomar nuestras precauciones. En el futuro me encargaré yo mismo de mantener los contactos con ellos. No implico ninguna crítica en ello, Spiro, pero ya sabe usted que tiene tendencia a mostrarse rudo con los burócratas a los que usted considera estúpidos.
    —Roger, si ha de convertirse en nuestro embajador ante los policías, creo que es importante que sepa por qué Glass no me aprecia. Le aseguro que no es tan sólo un caso de antipatía personal hacia el insolente doctor White, tan pagado de sí mismo. Si así fuera, usted podría criticarme el no haber sido más condescendiente con él. Pero no es eso. Se trata de un asunto serio que nos concierne a todos, no solamente a mí.
    —¿Es posible? La impresión que tengo de Glass es que está irritado porque usted le reprocha no poner más energía en la caza de drogadictos. Debo confesar que estoy de acuerdo con usted al respecto, pero ¿para qué incordiarle con ello?
    —Veo que ya ha sacado usted sus conclusiones, Roger. Pero creo que no ha tenido en cuenta todos los elementos. Las cosas son algo distintas. En prácticamente pocas palabras, me ha dicho que su intención era cortar gradualmente la adicción, de modo que no alterara el status quo entre los drogadictos, los distribuidores y los policías... principalmente los policías. No estoy exagerando, Roger. El origen de todo ha sido mi declaración a la prensa acerca de la epidemia de muertes entre los drogadictos. Él y sus muchachos están irritados por esta declaración, ya que ha alterado el equilibrio del mundo de la droga. Lo que quería era que aceptara el pasarle previamente a censura cualquier tipo de declaración que formuláramos sobre el tema. Por supuesto, me negué, y espero que usted haga lo mismo.
    —Bueno, Spiro, la verdad es que he aceptado ya el consultarle siempre antes de formular cualquier tipo de declaración. No hay nada malo en ello. Si toda su preocupación es ésta, no acabo de comprender su excitación.
    —¿No? Déjeme explicárselo. Lo que le molestó de mi declaración es que creó miedo entre los toxicómanos, hasta tal punto que muchos de ellos redujeron sus dosis; algunos incluso las suspendieron. Como yo esperaba, naturalmente. Pero él no quiere esto, me dijo. Esto interfiere en la estabilidad del mercado de la droga. Crea problemas. Los distribuidores deben buscar otros caminos a su mercancía. Y esto, lo crea usted o no, es malo, según Glass. Han establecido una especie de confortable trato de vive-y-deja-vivir con el mercado de la droga, y desean mantenerlo. No quieren que se produzcan fluctuaciones en la estabilidad de la situación, que creen nuevas situaciones incómodas, incluso peligrosas, para ellos, y hagan que aumente su trabajo y...
    —Espere un minuto, Spiro...
    —...y tal vez, si el mercado de la droga desciende realmente, haga disminuir sus propios ingresos. No estoy afirmando que el propio Glass piense necesariamente de este modo, pero la división de narcóticos tiene mucho interés en mantener el tráfico de la droga en los actuales niveles, y...
    —Está usted yendo demasiado lejos, Spiro, realmente demasiado lejos. Está acusándolos de una corrupción total. Lo que dice usted es irresponsable, y podría traernos problemas. No puedo admitirlo, Spiro.
    —¡Roger, fue el propio Glass quien me lo dijo! Quizá no se diera cuenta, pero lo estaba admitiendo. No quiere que las cosas se disparen, no quiere que metamos miedo a los drogadictos. No quiero pensar en lo que ocurrirá si le sometemos nuestras declaraciones a la prensa.
    —Bueno, no tengo intención de discutir más esto con usted, Spiro, porque, como dice usted muy bien, yo no estaba allí. Pero déjeme recordarle que la tarea de hacer cumplir la ley sobre narcóticos es responsabilidad de ellos, no nuestra. Y es muy posible que sepan cómo deben resolver sus propios asuntos. No seamos presuntuosos. No saquemos conclusiones precipitadas. ¡Un poco de humildad, Spiro, un poco de humildad! Es posible, ¿sabe?, que el que esté equivocado sea usted. O que lo que él le dijera no fuese exactamente lo que usted creyera oír. Muy pronto lo sabremos.
    —Espero que tenga usted razón. Pero creo que comete un error aceptando consultarle antes que hacer cualquier declaración. Unas pocas palabras aquí, unas pocas palabras allí, y el sentido de lo que usted quiere decir puede quedar cambiado por completo...

    Nueva York, 26 de enero. — Las causas del reciente incremento de muertes en la ciudad debidas a la heroína permanecen ignoradas, según el doctor Roger S. Friendly, Jefe de Forenses. Aunque al parecer ha intervenido claramente en ello una sobredosis, ha dicho hoy en una conferencia de prensa, cualquier especulación acerca de un posible incremento en la pureza de las dosis locales de heroína parece infundada.

    El inspector Henry Glass, del Departamento de Narcóticos de la Policía, que ha participado en la conferencia al lado del doctor Friendly, ha informado que las muestras de heroína comúnmente adquiridas por los adictos no son sustancialmente distintas de otras muestras recogidas por los laboratorios de la policía el año pasado. Los técnicos de la policía controlan de forma rutinaria todas las drogas que caen en sus manos, ha dicho. La frecuencia de confiscaciones de pequeñas cantidades de droga es tan grande, ha explicado el inspector Glass, que cualquier cambio importante en la calidad de las drogas ilegales puede ser conocido dentro de las 48 horas posteriores a su aparición en los canales de distribución.

    Según el doctor Friendly, la investigación acerca de las causas de los anormalmente altos índices de mortalidad de la droga prosigue. La Oficina Forense y el Departamento de Policía trabajan al respecto en estrecha colaboración.


    * No es difícil matar gente si uno lo desea realmente; ni siquiera es difícil encontrar los medios adecuados para ello, como sabe muy bien el doctor White... como saben muy bien desde siempre los asesinos políticos. Esto es lo que han hecho Seymour y sus amigos por los desgraciados drogadictos, con la ayuda de una cierta orientación y asistencia técnica. Quizá, para una mayor eficiencia, desarrollen una tecnología especial para su proyecto a fin de multiplicar el efecto, como suele hacerse en otros procesos modernos. Conscientemente o no, han adoptado ya desde hace tiempo ese grado de presunción normalmente reservado para sí mismos por aquellos que reclaman autoridad política sobre la vida de los demás.


    IV


    1

    A largo término, toda esa condenada industria es fungible, Earl, y tú lo sabes tan bien como yo.

    —Bueno, yo no me atrevería a ir tan lejos, Harold. Con el tiempo no será tan esencial como lo es ahora, de acuerdo, pero...
    —Oh, no. Estupideces. La gente sigue necesitando carbón... pero sólo porque continúa hallándolo. Y así nos encontramos con el agotamiento de las reservas, clausura de explotaciones, alza de precios y todo lo demás. Porque las centrales nucleares no se han desarrollado tan aprisa como algunos creían. ¿Y qué? Supongamos que se extiende el rumor de que no habrá más minas en explotación en este país de aquí a diez años. ¿Crees que esto será tan terrible?
    —No lo sé, Harold. Pero sé realista. ¿Tienes alguna idea de lo que significaría para la mitad de las centrales térmicas dejar de utilizar el carbón? ¿Y qué ocurriría con las acerías?
    —Ahórrame las estadísticas, Earl. El asunto es que podrían ser transformadas, y en menos tiempo del que crees, tan pronto como la gente se diera cuenta de su necesidad. ¿Recuerdas la antracita? Pero mientras no existe ninguna imposición se continúa como siempre, y al diablo con lo que le ocurra a la gente. Al diablo con los mineros y sus familias. Mientras los negocios marchen para los propietarios de minas y las compañías energéticas.
    —No se trata de eso, Harold. No son los mineros en activo los que me preocupan. Su trabajo es mejor que antes, y están bastante bien pagados. Pero hay la automación. Las minas que necesitan gran cantidad de mineros son las que se van cerrando, una tras otra. De acuerdo, la gente joven no quiere bajar a las minas, y estas quedan abandonadas, pero no es este el principal problema ni el más urgente. El problema es que los mineros viven en esas viejas ciudades carboníferas donde no hay otra cosa que hacer cuando se cierran las minas. ¿Y qué hacen entonces ellos y sus familias? No saben hacer otra cosa. Las gentes del gobierno hablan mucho de crear nuevas industrias, forman comités, pero eso no conduce a nada. Lo que hay que hacer es sacar a esa gente fuera de sus ciudades. Al menos una buena parte de ella, para que haya trabajo para los que se queden. Sin embargo, el gobierno no toma ninguna medida y, además, nadie quiere saber nada de ellos.
    —¿Y no les asustan las enfermedades pulmonares? ¿O las explosiones de las minas?
    —No lo suficiente. Cada vez que se produce un accidente grave un buen número de mineros dicen que ya están hartos, que se van, que no quieren esperar a que les llegue su turno. Pero entonces se produce un gran movimiento, hay un aumento en el número de inspectores de minas, algunas nuevas leyes, y entonces dicen bueno, quizá ahora todo vaya mejor, y se quedan, excepto unos pocos. La realidad es que no tienen ninguna otra elección, este es el problema. Y entonces se cierran algunas otras minas.
    —Con lo cual quieres decir que aún no tienen bastante miedo.
    —Ni nunca llegarán a tenerlo. Ochenta mil muertos contabilizados desde 1910, sin contar los enfermos. Y las nuevas reglas de seguridad no han mejorado las cosas. No, continúan muriendo como siempre, Harold. Y nadie le presta excesiva atención al asunto, excepto cuando vemos algún desastre de gran magnitud por la televisión. Y entonces tampoco le prestamos demasiada atención.
    —Espera un minuto, Earl. Hagamos una suposición. Supongamos que se produce un número realmente importante de desastres el próximo verano. Explosiones. Incendios. Gases. Cosas grandes. Y en el espacio de pocos meses.
    —Pero eso no ocurrirá, Harold. ¿Para qué pensar en ello?
    —Déjame hablar un poco, Earl. Supongamos, como he dicho, que se producen esas explosiones. Y supongamos que algunas de ellas ocurren en minas consideradas como muy seguras. Y supongamos que las cosas suceden de tal modo que el gobierno se ve en la obligación de clasificar algunas minas como irrevocablemente peligrosas, por algunas nuevas razones en las que nadie hasta entonces había pensado.
    —¿De qué tipo de minas estás hablando?
    —¡Infiernos, déjame hablar! Tú tan sólo escucha. Digamos por ejemplo que esta clasificación afecta a las minas que hayan alcanzado una cierta profundidad. O más concretamente, a minas situadas en regiones de una determinada formación geológica. ¿Cuál es la diferencia? Supongamos que un cincuenta por ciento de las minas deben ser clausuradas de la noche a la mañana. Si ocurriera algo así, el gobierno tendría que ocuparse forzosamente de toda esa gente, ¿no? Creo que realmente tendría que hacerlo.
    —Tal vez.
    —¿Por qué tal vez? Piensa un poco en ello. Claro que tendría que hacerlo. Y estoy refiriéndome al gobierno federal, por supuesto, no de las poco importantes legislaturas estatales.
    —Repito: tal vez. Quizá hicieran lo que hicieron antes en las montañas... construir autopistas. Una gran cantidad de trabajo durante un cierto tiempo, tras lo cual la situación volvería a estar como antes, si no peor. Y no estoy seguro de que me guste tu argumentación, Harold. Hablas como si estuvieras pensando en hacer saltar las minas.
    —No estoy pensando absolutamente en nada. Tan sólo creo que sé cómo resolver vuestro problema, si no tienes miedo a mirar las cosas cara a cara. Lo que estoy suponiendo es la única respuesta, a menos que dispongamos de otro tipo de gobierno, o estés dispuesto a esperar indefinidamente a que las cosas se arreglen por sí mismas, mientras los viejos mineros van desapareciendo. Y si piensas así, ¿por qué me has hablado de todo ello?
    —Porque esperaba que pudieras darme alguna solución constructiva al respecto.
    —Quizá pueda. Hay alguien que creo que podría ayudarte. ¿Puedes venir aquí mañana, a las siete y media de la tarde?


    2

    —Si le comprendo bien, señor Smith, lo que usted propone es enviar al infierno un cierto número de minas o algo así, haciendo que la cosa parezca un nuevo tipo de accidente imposible de prevenir.
    —No un accidente, señor Holly. Una condición que se extenderá a buena parte de la industria y que será económicamente irremediable.
    —¿Y cómo piensa exactamente enfocar las cosas?
    —Cuanto menos conozca del asunto mejor será para todos, señor Holly. Todo lo que puedo decirle es que, tras esa serie de desastres, la Oficina de Minas tendrá que enfrentarse con el problema. Tendrá que tomar cartas en el asunto. Un amplio porcentaje de minas, más de la mitad, deberán ser cerradas permanentemente, y el gobierno federal tendrá que lograr que las comunidades mineras sean económicamente viables, cueste lo que cueste. Trasladarlas si es necesario. Crear nuevas industrias, industrias permanentes, subvencionar, poner en marcha un programa de reconversión. Es el único camino posible cuando se presentan circunstancias de este tipo... cuando hay una situación de auténtica catástrofe. Es el único camino por el cual su gente puede integrarse de nuevo en el sistema de vida americano.
    —Pero morirán un gran número de mineros.
    —No queda otro remedio, señor Holly; la operación ha de ser creíble. Habrá un gran número de muertos, señor Holly. No quiero minimizar este aspecto. Es usted quien tiene que decidir si unos pocos cientos de mineros muertos unos años antes de su tiempo es un precio demasiado elevado para salvar el futuro de cientos de miles de familias de mineros. No tengo intención de venderle mi plan, señor Holly. Si usted cree poder resolver el problema por otros caminos, le ruego que lo haga. Nuestro personal ha examinado muy cuidadosamente la situación desde el momento en que el señor Peterson nos habló del problema, y hemos llegado a la conclusión de que no existe otra solución que sea remotamente viable para un futuro previsible. Si usted deja las cosas tal como están, no ocurrirá nada. Como le he dicho al principio de nuestra conversación, no podemos estudiar el asunto de otro modo. Nuestros objetivos van encaminados únicamente a mejorar sustancialmente la situación de su gente... bajo nuestros estándares, que en realidad no son más agresivos que los de cualquier otra institución dedicada a la acción social, aunque sean más francos.
    —No me gusta eso, Harold. Y no estoy seguro de que las consecuencias sean las que él dice.
    —¡Maldita sea, Earl, no se supone que tenga que gustarte! La cuestión es: ¿tienes la suficiente decisión como para enfrentarte a ello?
    —Me gustaría hablar antes con algunas otras personas. No es el tipo de decisión que uno pueda tomar por sí mismo.
    —Lo siento, señor Holly, pero eso es imposible. Tal como le ha dicho ya el señor Peterson, nuestros tratos no pueden efectuarse más que con personas como usted, que no tengan que rendir cuentas de sus decisiones a nadie. Esto nos limita, por supuesto, ya que no existen muchas personas de este tipo. Pero ustedes son la única clase de gente con la que podemos tratar.
    —Tengo que pensar en ello.
    —Por supuesto. De todos modos no pensamos iniciar nada hasta que usted esté firmemente convencido de la necesidad de la operación y nos autorice a actuar.
    —Harold, ¿hay alguna otra cosa que deba conocer?
    —¿Acerca de qué? Si tienes en mente alguna otra cosa, pregúntasela a Smith ahora que está aquí.
    —Bueno, acerca de las disposiciones que haya que tomar y todo eso.
    —Son muy simples, señor Holly. Si decide aceptar nuestra oferta, hágamelo saber a través del señor Peterson. Entonces pondremos a punto nuestros planes, y le haremos saber el coste de la operación. Pero sin papeles. Usted ignorará todo sobre la misma, excepto el procedimiento de pago, que es distinto en cada caso que emprendemos. Cuando la operación haya sido completada, nos volveremos a ver, y entonces le explicaré cómo debe proceder si existe dificultad, y le aclararé todas sus dudas.
    —Recuérdalo, Earl: nada por escrito. Ya te lo he dicho. He trabajado antes con Smith. Tienes que tomar una difícil decisión, pero nada más.
    —Pensaré en ello. Muchas gracias por haber venido, señor Smith, y por el tiempo que su gente ha dedicado al asunto.
    —A su servicio, señor Holly. Y un consejo. Tómese su tiempo. No vuelva a pensar en ello antes de que haya pasado una semana.


    3

    —¿Cuál es tu impresión, Earl? ¿Aparte el hecho de que una proposición de este tipo te intimide?
    —No sé qué pensar, Harold. Te confieso que ni siquiera estoy seguro de creer en ello. Si ese Smith actuara como una especie de gángster... tal vez sí. Pero es tan condenadamente burócrata y seguro de sí mismo... que resulta estremecedor.
    —No hay nada de estremecedor en la forma en que trabaja su organización. Son absolutamente dignos de confianza. Son serios y honestos. Y lo que más me impresiona es que incluso son desinteresados. Uno podría creer que al fin y al cabo sus precios están condicionados por los beneficios de la empresa, pero no es así. Calculan sus costes, y luego agregan el margen normal, un margen que suele ser más bajo que lo habitual. Incluso te indicarán cuándo y de qué modo deberás pagarles. Probablemente te pasarán una factura por su muy justificado servicio de consulta, imagino, y lo harán porque es algo que entra de lleno dentro de la dignidad comercial. Me gustaría que todo el mundo con quien trabajo actuara de la misma forma.
    —¿Qué tipo de trato tienes con ellos, Harold?
    —¿Quieres decir que si recibo comisión? Ni un centavo. No trabajan así, y me parece muy correcto. Te pasaré a ti mi nota de honorarios, como hago con todo el mundo, tanto si llegas a un acuerdo con ellos como si no.
    —No quieres tomar parte en sus asuntos, ¿no es así?
    —Exacto. Pero no me interpretes mal. No es a causa de que no apruebe lo que hacen, ya que de otro modo no te hubiera hablado de ellos. Es a causa de que no sé exactamente lo que hacen, ni quiero saberlo, ni tengo ningún control sobre ellos. Simplemente te he puesto en contacto con una organización que creo capaz de resolver tu problema, y no quiero saber nada más. Otras veces te he ayudado de la misma forma. La única diferencia es que en esta ocasión esa gente está dispuesta a afrontar soluciones que el resto de nosotros somos tan hipócritas que no nos atrevemos a mirar de frente.
    —¿Pero y los riesgos? Ese hombre Smith no me conoce en absoluto. ¿Cómo puede estar seguro de que yo no diré nada?
    —Yo también he pensado en esto, y se lo pregunté en una ocasión. Se echó a reír. Me dijo que tienen formas de saber quién es seguro y quién no lo es. Se trata de su secreto, me dijo. Además, si tú hablaras, ¿quién te creería? ¿Una absurda fantasía acerca de un tipo misterioso llamado "Smith", al que ni siquiera conoces? Te digo, Earl, que esa gente sabe exactamente lo que está haciendo. Más que cualquier otra.
    —Harold, hace diez años que te conozco, y nunca me has aconsejado mal. Pero en esta ocasión me pregunto... Harold, no voy a seguir con esto. No lo veo claro. No estoy seguro de nada.
    —Eso es cosa tuya. Pero hagas lo que hagas, no te vas a librar tan fácilmente de esto, Earl. Porque ahora sabes que hay una solución a tu problema, y eres responsable por ello. Puedes ponerte o no en sus manos. Pero no puedes ignorarlo. Y sabes que tengo razón.
    —Quizá. Pero en lo que me concierne mi respuesta sigue siendo no. Si algún otro quiere contratar a Smith para lo mismo, yo no haré nada al respecto, dejaré que las cosas sigan adelante; pero al menos no seré yo. —Entonces no será nadie, Earl, y tú lo sabes condenadamente bien.
    —Entonces no será nadie.


    * De nuevo Smith, aunque esta vez haya errado el blanco. Parece como si esta vez hubiera formulado una proposición algo dudosa. Sin embargo... Uno de los aspectos más delicados de su empresa es cómo entrar en contacto con sus posibles clientes. Obviamente, él y su grupo tienen un agudo sentido de la orientación acerca de las personas con quienes establecer contacto. Y se informan ampliamente de personas como Earl Holly antes de hablar con ellas. Las «formas de conocer quién es seguro» de Smith, pese a su estilo casual de hablar, son escrupulosamente metódicas, puesto que sus objetivos son demasiado importantes como para depender únicamente de la mera intuición, por sensitiva que esta sea.

    Harold Peterson es uno de los numerosos contactos que utilizan; forma parte de un selecto grupo de intermediarios que tienen establecido por todo el país. Harold es abogado y consultor de «dirección». Es un «objetivista» del mismo tipo que el grupo Smith. Peterson participa de su misma arrogancia moral, es inteligente, atrevido y honesto. Su fiabilidad es más decisiva en el grupo que el posible fracaso del contacto con clientes como Earl Holly.

    Pero este es un detalle operacional. Lo más significativo es que existen hombres disponibles como Peterson, y que hombres como Holly están dispuestos a escucharles.


    V


    1

    Otto, esto es simple aritmética. Disponemos tan sólo de ochenta mil dólares para gastar a lo largo de todo este año. No podemos conseguir más. Si no hacemos nada —y estoy hablando realmente de nada— no podremos llegar hasta fin de año a menos que quince o veinte de nuestros pensionistas se hayan ido antes de setiembre. Y esto limpiamente, Otto... sin que sean reemplazados por otros nuevos pensionistas. Esta es la triste situación. Todo ello sin que nos quede un centavo para una simple reparación o para un aumento del personal o nada que no sea mantenernos como hasta ahora. Y esto ahora, cuando el Estado viene y nos dice que hay que ignifugar la moqueta y las cortinas, y que debemos habilitar dos nuevas salidas de escape y dos muros cortafuegos, y que hemos de hacerlo por nuestra cuenta. La ley dice que ha de ser así. Podemos sacar las moquetas y las cortinas si es necesario, pero las puertas de escape y los muros cortafuegos... Bueno, si alguien tiene alguna idea, que la diga.

    —Bien, supongo que podemos buscar contribuciones y donaciones. O una sobretasa especial, si es necesario. Podemos tocar la fibra sensible de las buenas gentes del Condado de Cadie. Digámosles exactamente qué necesitamos y por qué, y esperemos su respuesta. ¿Qué piensa usted de ello, Cecil? ¿Y usted, Mary?
    —Otto, no solamente no nos van a dar nada, sino que tendremos a todo el mundo sobre nosotros. Hagamos frente a las cosas: nadie se interesa realmente por los pensionistas del asilo del condado, y nadie quiere oír hablar de ellos. No van a soltar un centavo.
    —Cecil tiene razón, Otto. Y los parientes de nuestros internos van a ser los peores. Se sienten culpables de tenerlos aquí, y nos harán responsables a nosotros. Es lógico. Lo único que quieren es que les dejemos tranquilos. Saben la situación del asilo, pero no quieren oír hablar de ella. No quieren pensar en ello. Pueden comprenderlo, ¿no?
    —Bueno, maldita sea, he sido elegido Comisionado del Condado porque he prometido ocuparme de sus asuntos como si fueran los míos, y todo el mundo sabe que he sido sincero. ¿Se dan cuenta de la situación en que me encuentro ahora? Ustedes dos se hallan en esto desde hace tiempo. Yo soy nuevo. ¿Qué diablos podemos hacer? Si el Estado nos dice que debemos gastar dinero, y los electores no quieren darnos dinero para gastar, ¿cómo vamos a arreglárnoslas?
    —Estamos en apuros, de acuerdo. Pero cálmese, Otto, no necesita ponerse a gritar. No hay muchas cosas que podamos hacer, de modo que esto simplifica la situación, según yo lo veo. Debo decir que no me gusta, pero así es. Lo que debemos hacer en primer lugar es cumplir con las reglas de seguridad contra el fuego. Legalmente no podemos gastar dinero ni echar a nadie fuera, pero legalmente tenemos que hacerlo, dice el Estado. Así pues, me parece que lo primero que debemos hacer es exponer todos estos hechos en una carta al Departamento de Sanidad y de Seguridad Pública y publicarla como una noticia oficial. Eso al menos nos cubrirá.
    —¿Y luego?
    —Luego intentaremos por todos los medios reducir los costos. Tendremos que reducir los gastos de alimentación o de personal o médicos. Tendremos que echar gente fuera.
    —¿Intentando convencer a algunos de nuestros pensionistas de que se vayan? ¿Haciendo que sus familiares carguen de nuevo con ellos?
    —Infiernos, no. Otto, creo que usted no se da cuenta de cómo están las cosas aquí en el asilo. Tenemos mucha suerte de que ningún buscapleitos haya metido las narices aquí y haya escrito algo al respecto. Si alguno de nuestros pensionistas hubieran tenido un lugar donde ir, se hubieran ido. Yo me hubiera encargado personalmente de ello, se lo aseguro. No, creo que lo primero que debemos hacer es hablar en privado con sus familiares. Conocemos a los familiares de al menos un tercio de nuestros pensionistas; la mayor parte de ellos viven en el condado o en sus proximidades. Creo que podemos acudir a ellos. Hagámosles venir aquí al asilo, así no podrán argumentar que no conocen cómo está la situación. Hablemos con ellos, expliquémosles que las cosas van a agravarse muy pronto. Quizá podamos obtener de ellos algo de dinero. Intentémoslo. No será mucho, pero...
    —Perderemos el tiempo, Cecil. Nunca ha funcionado hasta ahora.
    —Lo sé, Mary. Pero creo que hay que hacerlo de todos modos. Lo siguiente que debemos hacer es esperar que un cierto número de pensionistas fallezca. Y luchar contra toda nueva admisión, absolutamente. Y ver qué ocurre.
    —¿No podríamos enviar a algunos al hospital del condado?
    —No ayudaría, Otto, ya lo hemos intentado antes. Los gastos de hospitalización corren a nuestro cargo. Esto empeora aún más las cosas. Intentaríamos sacar algunos del hospital si pudiéramos. El doctor Evans sabe nuestras dificultades y siempre ha cooperado con nosotros.
    —Supongo que no será posible obtener dinero de alguna obra privada de caridad. ¿Y una iglesia?
    —No. También lo hemos intentado: se supone que el condado ha de hacerse cargo de esa gente, de modo que es nuestro problema. Están interesados tan sólo en casos muy especiales. El año pasado la compañía farmacéutica McCallum and Paker nos hizo una oferta realmente buena: todos los productos médicos y farmacéuticos gratuitos si les dejábamos utilizar a los pensionistas para unas simples experiencias. La cosa empezó bien, pero tuvimos que renunciar. Hubo algunos rumores, parecía que la cosa era ilegal, y hubo que parar. Aunque nadie se enterara ya no podemos volver a comenzar con aquello; es demasiado tarde.
    —Por los fuegos del infierno, Cecil, ¿acaso no hay nadie entonces que se preocupe de esa gente? Y si es así, ¿para qué demonios creó el condado este asilo?
    —Los tiempos han cambiado, Otto. Antes el condado de Cadie se sentía responsable de su propia gente que no podía trabajar y no tenía hogar. Y crear un asilo del condado era la forma más económica de acudir en su ayuda. Pero ahora imagina que el país es suficientemente rico, con todos esos grandes problemas gubernamentales, y que por lo tanto es el gobierno quien tiene que hacerse cargo de ellos. El hecho es que en realidad a la gente no le importa, y el pretexto es cómodo.
    —Lo que dice Mary es exacto, Otto. Otra cosa: la mayor parte de la gente cree que nuestros pensionistas no tienen en realidad la menor importancia. ¿Saben lo que significa esto? No contribuyen a la economía, no sirven para nada, nadie necesita de ellos, estarían mejor muertos. Nadie lo dice abiertamente, por supuesto, pero es lo que piensa todo el mundo. —Por los fuegos del infierno, Cecil, si nadie se preocupa por ellos, no veo por qué tenemos que hacerlo nosotros.


    2

    —Señor Siebert, nuestros impuestos no han dejado de aumentar en los últimos diez años, y usted tiene menos gente en el asilo que hace diez años. No comprendo por qué bruscamente empieza a tener dificultades.
    —No es bruscamente, Ben, excepto en lo que se refiere a las nuevas normas estatales de seguridad contra incendios. Hace ya tiempo que las cosas se van agravando de año en año, debido a que el aumento de los impuestos está muy por debajo de la tasa de inflación. El asilo ha sido siempre el pariente pobre del presupuesto del condado, debido a que nadie cree en su utilidad. Si yo hubiera estado mejor informado antes de ser elegido Comisionado, hubiera iniciado una campaña para conseguir una mayor subvención para el asilo.
    —Entonces imagino que no hubiera sido usted elegido, señor Siebert. Y no quiero ser irrespetuoso. Todo el mundo sabe que los pensionistas del asilo son en su mayor parte vagabundos, excepto quizá los más viejos. Si los benefactores de Washington se preocupan tanto por ellos, que los tomen a su cargo. Tienen dinero suficiente para eso.
    —No pediría nada mejor, Ben, pero legalmente no es tan sencillo. Entonces, ¿no está dispuesto a ayudarnos?
    —Ya lo he hecho, señor Siebert, y no veo por qué tendría que seguir haciéndolo. Pago mis impuestos, como todo el mundo, y cada año les entrego ropa en la colecta de octubre. Y el año pasado regalé incluso al asilo mi viejo aparato de televisión, y el otro año no recuerdo lo que fue. No soy un hombre rico, trabajo como el que más para ganarme la vida, y tengo que mantener a mi propia familia.
    —Comprendo. Otra cosa. ¿Sabe si hay algún otro familiar que pudiera hacerse cargo de su tío? ¿O ayudarle?
    —Nadie, señor Siebert. Mis primos del oeste se echarían a reír si se lo preguntara. La verdad, señor Siebert, es que mi tío siempre ha sido un inútil, y mi familia considera que nunca le ha debido nada. Y yo tampoco. Creo que he hecho más de lo que debía. Si el Estado dice que tienen que tener ustedes puertas de escape para el fuego, ¿por qué no las paga el Estado?


    3

    —¿No le dije que íbamos a perder el tiempo? No nos hemos quitado a ninguno de encima, y no hemos conseguido ni un centavo, tan sólo otro montón de ropas viejas que habrá que limpiar y dos aparatos de televisión que ni siquiera valdrá la pena que los reparemos.
    —Tiene razón, Mary, pero creí que podía intentarse. ¿Qué piensa ahora de lo que le dijimos antes, Otto?
    —No sé que pensar. Creía que exageraban. Pero como ustedes dicen, a nadie le importa. Y como dice Mary, los parientes son los peores. La mayor parte con los que he hablado se han quejado a mí, como si fuera yo el que tuviera que preocuparme de su hermana o de su tío o de su abuela.
    —Bueno, Otto, tampoco hay que ser tan duro con ellos. Intente ponerse en su lugar. ¿Por qué tendrían que cargar con esos pesos muertos que probablemente nunca han representado nada para ellos? Si hubieran tenido dinero y se hubieran preocupado por ellos, ¿los hubieran metido alguna vez en el asilo?
    —Pesos muertos, dice usted. Creo que sería mejor decir simplemente muertos, no lo niegue. Nadie tendría que pensar en ellos, nadie tendría que preocuparse por ellos, nadie se sentiría culpable por ellos, y el dinero del condado podría emplearse en otras necesidades más útiles que el mantener un asilo que nadie quiere. Pienso que en el fondo quizá sean ellos quienes tienen razón: esto no tiene el menor sentido. —No lo vea de este modo tan dramático, Otto. Dejemos descansar todo esto un par de meses y veamos de aquí para entonces cuántos nos han abandonado definitivamente.
    —Cuando pienso que dije que me ocuparía de los asuntos del condado como si fueran mis propios asuntos, siento deseos de echarme a reír. ¿Pueden decirme algún tipo de asunto en el que haya de morirse la gente para que funcione?
    —Las pompas fúnebres.
    —Esto no es divertido, Cecil. El hecho es que si veinte de nuestros pensionistas se van al otro lado en los próximos seis meses, seremos unos buenos administradores y quizá seamos reelegidos. Si siguen viviendo por aquel entonces, no seremos buenos. ¿Acaso hemos sido elegidos tan sólo para que no tarden mucho tiempo en morir?
    —Por favor, Otto, la cosa no es tan mala como esto. Por ahora estamos cubiertos. Olvidemos el asilo hasta la próxima reunión; hay otras cosas mejores de las que podemos hablar. Mientras tanto, quizá se nos ocurran una o dos buenas ideas.
    —Por mi parte, ya tengo mi idea.


    4

    (Del Mensajero de Cadie City del 23 de febrero).

    ...el Jefe de Bomberos Robert McCluskey dice que el fuego se extendió con tanta rapidez que ni siquiera las dos puertas de escape adicionales ni los muros cortafuegos previstos y ordenados en enero por los Servicios de Seguridad del Estado hubieran podido salvar a las víctimas. Los comisionados del condado habían sido autorizados recientemente a retrasar en dos meses las instalaciones, de acuerdo con el Presidente de la Comisión Cecil Grimes, debido a problemas monetarios. El señor Grimes, que tuvo que ser trasladado al Hospital del Condado de Cadie bajo un estado de shock al saber la noticia, declaró posteriormente que se sentía profundamente impresionado por el holocausto, del cual se sentía en cierto modo responsable...

    Ninguno de los residentes del asilo ha sobrevivido a las llamas, según la Comisionado Mary Zellerbach, excepto el único miembro del personal que se encontraba allí en aquellos momentos, Howard Stingle. El señor Stingle informó que no se había dado cuenta de lo que ocurría hasta que vio las llamas «surgiendo a todo mi alrededor». No sólo le fue imposible dar la alarma, sino que apenas tuvo tiempo de escapar del fuego arrojándose por la ventana de su oficina en la planta baja, produciéndose múltiples laceraciones con los cristales...

    El señor McCloskey afirmó que, aunque los resultados de la investigación que se llevará a cabo serán quienes digan la última palabra, parece claro que el sistema de irrigación contra incendios, inspeccionado recientemente y aprobado por la inspección, no pudo ser accionado debido a la rapidez y virulencia con que se iniciaron las llamas. «No recuerdo haber sido testigo de ningún incendio tan rápido y devastador en los últimos treinta o cuarenta años», dijo «excepto en las tiendas de acampada». Rehusó hacer ningún comentario acerca de los posibles orígenes de las llamas. «Lo único que se me ocurre es pensar en el napalm o el fósforo usado por los pirómanos», explicó, «lo cual es bastante inverosímil. Un incendio provocado tiene siempre como origen el robo o el cobro de un seguro, y no había nada que ganar provocando este fuego.» Añadió luego que siempre existe «una posibilidad entre un millón» de que fuera la obra de «algún loco», pero indicó que a su juicio aquella posibilidad era prácticamente desechable.

    El Presidente Grimes dijo: «El Consejo de Comisionados del Condado se reunirá para discutir las consecuencias del desastre tan pronto como el Comisionado Otto Siebert, que se halla fuera de la ciudad en viaje de negocios desde antes del siniestro, regrese. Lo único pendiente actualmente, dijo, son los funerales por las víctimas. Algunos de sus familiares han aceptado correr personalmente con los gastos de un funeral privado.»...


    * Bienvenido al club, Otto Siebert. Ha actuado usted valiente y decisivamente, según su propia lógica. Y en los próximos meses podrá justificar su acción con algunas nuevas razones suplementarias.

    Siebert no es el tipo de hombre que uno asociaría con acciones extremas en ningún campo de su vida, y menos aún en lo que es llamado sector público. Es un comerciante en

    maderas, política y económicamente conservador, un cristiano practicante, un hombre que lleva encima todas las huellas de lo que los políticos nacionales de hace algunos años etiquetaron como «americano medio». No hay nada en su apariencia, en su comportamiento, o en su currículum vitae, que lo distinga a los ojos de los demás. Pero su acto de prender fuego al asilo del condado nos recuerda que esa plácida versión del fundamentalismo tradicional americano oculta un implacable fanatismo que puede entrar en erupción cuando lo empujan las circunstancias.

    Grimes y la señora Zellerbach saben a ciencia cierta lo que él ha hecho. Por el momento prefieren diluir su certeza inicial en una vaga y confortable sospecha, que cada vez se irá diluyendo más y más hasta desaparecer, excepto en algún mal sueño. Pero, ha comprendido Siebert, ¿qué importaría aunque ellos hablaran? ¿Quién iba a creerles? ¿Y qué podrían probar?

    Nadie los creería. Siebert se siente seguro por la misma razón que lo ha empujado a sacrificar aquellas vidas humanas. Nadie desea saber.


    VI


    1

    Washington, 26 de marzo. — Los representantes de la industria del gas han negado hoy la posibilidad de un mal funcionamiento o negligencia en las desastrosas explosiones de gas que han provocado la muerte de más de 2.000 personas en el ghetto del lado oeste de Chicago el pasado jueves.

    En una declaración conjunta publicada hoy por un grupo de compañías privadas, distribuidoras de gas para usos domésticos, se acusa a desconocidos «grupos extremistas» de haber perpetrado «un acto terrorista destinado a fomentar el desorden civil».

    La declaración, aparecida con la firma de los agentes de 72 compañías del gas que mantienen oficinas aquí, excluye la posibilidad de un accidente como causa de la catástrofe como algo «tecnológicamente absurdo». Hablando en una conferencia de prensa convocada por los firmantes, John R. Dalls, del Northeastern United Utilities Group, urgió una investigación del F.B.I. sobre los líderes de las demostraciones violentas de protesta que tuvieron lugar en Chicago y en otras seis ciudades como consecuencia de las explosiones.

    Un sin comentarios fue la única respuesta de William Francis Rooney, presidente de la comisión ad hoc nombrada el sábado por el Presidente para investigar las explosiones. El doctor Rooney, el principal consejero del Presidente en asuntos del medio ambiente, partió inmediatamente para Chicago a fin de entrevistarse con las autoridades locales en un esfuerzo por poner fin a los disturbios.


    2

    —Espero que sepas lo que estás haciendo, Frank.
    —¡Oh, por Dios! Claro que no sé lo que estoy haciendo, bajo un cierto punto de vista. Pero estoy haciendo algo, y creo que funcionará. Por Cristo, vosotros los liberales os preocupáis tanto de no equivocaros y de no perjudicar a nadie que siempre vais a la cola de los acontecimientos. No es nada personal, Henry, pero creo que tendríais que empezar a cambiar los viejos clichés liberales.
    —Todo esto es gratuito, Frank; ya sabes que estoy de acuerdo contigo. Hacer algo es siempre peligroso. Y me gusta saber lo que hago cuando es posible, y su grado de peligrosidad. Por otra parte, dudo que nuestra administración pueda aguantar el recibir otra nueva paliza. El Presidente va a hacerte la misma pregunta, y no en forma tan educada. A mí me ha preguntado: ¿Tiene Rooney realmente un plan, o está avanzando a ciegas?
    —De acuerdo, perdona. De todos modos, esto es lo que propongo, hasta que se me ocurra alguna nueva idea. En primer lugar dar nuestro pésame, insistiendo en el dolor del Presidente y todo lo de costumbre, pero añadiendo ahora hay que mirar hacia el futuro, hacia los supervivientes, etc., asegurar que esta tragedia es una oportunidad de mostrar lo que es capaz de hacer América cuando se trata de reconstruir, etc. ¿De acuerdo? Y ahora, primero: ¿qué hacemos con los supervivientes? Son del orden de los cien mil. Y no tenemos ningún sitio donde meterlos. El alcalde Finley ha metido a la mitad de ellos en los edificios públicos, teatros, cines, fábricas. Los demás han sido recogidos por amigos, vecinos o gentes de buena voluntad. Esto ha solucionado el problema, pero tan sólo momentáneamente. Pediremos al Ejército que nos envíe tan pronto como sea posible barracones y tiendas de campaña. Todos los médicos y enfermeras de la zona han sido movilizados mientras dure la emergencia. Propongo que entreguemos a las víctimas veinticinco dólares por semana y persona, incluidos los niños, durante un período indefinido, y sin hacer preguntas. Finley hará las listas, y repartiremos diariamente el dinero con camiones blindados en varios puntos de distribución a lo largo de la zona. Entonces...
    —Frank, eso no va a funcionar. Habrá problemas de identidad, aparecerán los aprovechados...
    —Tonterías. Por supuesto que buena parte de los damnificados no tocarán ni un solo centavo. Por supuesto que van a haber más listos y aprovechados que nunca. Pero eso es inevitable. No hay ninguna solución perfecta en una emergencia como esta. Lo importante es hacer algo rápidamente, y que la gente sepa que el gobierno se está moviendo y proponiendo soluciones. Esta es la primera parte. ¿De acuerdo?
    —Espero que estés en lo cierto, Frank.
    —Sabes que estoy en lo cierto. Como segunda parte, iniciamos el mayor programa de reconstrucción que se haya visto nunca. Limpiamos todos los escombros, y empezamos. Sin reparar en gastos. Edificamos el barrio oeste de Chicago hasta el final. Con espacios verdes, jardines, escuelas, zonas industriales, todo. No es difícil, sólo caro. Hay que calcular unos diez mil dólares por unidad familiar, es decir mil millones en total. Probablemente menos. Creamos un impuesto especial para cubrir los costes, lo hemos hecho otras veces antes. Eventualmente puede incluso sobrar dinero. Con que afecte tan sólo a los alquileres es suficiente. Y esto no es todo.
    —Estoy escuchando.
    —Podemos utilizar a cada individuo de la condenada gente siniestrada que quiera trabajar. En la propia reconstrucción. Y no habrá ningún constructor que se atreva a negarse a admitirlos. Ya sabes que un desastre es el mejor argumento para meter en cintura a la gente. El costo de las ayudas —tres millones semanales, calculo— será absorbido rápidamente una vez se inicien los trabajos.
    —Muy hábil, Frank. Demasiado hábil, me atrevería a pensar.
    —Y eso no es todo. Cuando todo el programa sea visible —su magnitud, no tan sólo el patriotismo ante una emergencia— la gente empezará a hacerse preguntas.
    —Sí, eso temo.
    —Oh, no entiendes, Henry. Serás tú y tus amigos quienes se harán esas preguntas. ¿Por qué se necesita un desastre para resolver los problemas de un alojamiento decente en los barrios pobres americanos? Si podemos gastar tal cantidad de dinero para cubrir una emergencia, ¿por qué esperar a que esta emergencia se produzca? ¿Por qué no podemos hacer lo mismo, racionalmente y con menos costos, sin tener que esperar a que esos pobres bastardos se hagan matar o se encuentren sin techo? ¿Por qué no hacerlo en todo el país, barrio por barrio, en todas las ciudades, eficientemente y siguiendo un programa? Un programa que los ghettos sepan que es real. Sin que tengan que sumergirse en el caos y la muerte, sin problemas ni disturbios.
    —Quizá. Espero que estés en lo cierto. Hablas tan entusiasmado que voy a terminar creyendo que eres tú quien ha provocado esas explosiones.
    —Quizá.
    —Reconozco que es un buen chiste. Pero estamos hablando en serio. ¿Por qué estás tan seguro de que el Congreso y todos los que se vean envueltos en ello van a aceptar un programa de tal magnitud? Nunca antes lo han hecho, y hemos pasado por auténticas crisis.
    —Porque esta vez están mortalmente asustados, Henry. Esto ha sido demasiado grande y demasiado concentrado como para poder arreglarlo con hermosas frases. Esta vez hay mucha gente que empieza a creer en sus propias historias de disturbios y revoluciones, y se moverán. Algunos de los viejos conservadores querrán moverse incluso más aprisa que yo... ya lo verás. Estoy seguro de que estoy en lo cierto, Henry. Y el Presidente también lo sabe. Esta es la ventaja de una auténtica catástrofe... ¡impulsa a la acción!


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    —Señores, este es el programa. Creo que no necesito decirles que quedan obviamente muchos puntos en los que hay que trabajar aún. No estábamos más preparados que ustedes para un desastre de tal magnitud. Y cuando digo que necesitamos sugerencias, pueden creerme. Háganlas. Sólo les pido una cosa: presenten sus ideas acerca de la reconstrucción, por ejemplo, separadas de las relativas a la ayuda a los siniestrados. Lo esencial es la rapidez. Tenemos grupos trabajando en cada aspecto del programa, y no queremos que ninguno de ellos deba detenerse porque se pare otro. Y si no les gusta en absoluto el programa, y tienen algún otro mejor, díganlo. Podemos hacer las modificaciones que sean necesarias, pero el tiempo vuela.
    —Doctor Rooney, ha hablado usted de ese ambicioso programa como si no quedara más que pasar a la acción. ¿Pero qué piensan de ello el Presidente y el Congreso? ¿Podemos contar realmente con el Congreso?
    —El Presidente considera que lo ocurrido aquí es la mayor emergencia nacional que se haya producido nunca, y me ha autorizado a decirles que va a hacer todo lo necesario para hacerle frente. Y como político experimentado puedo decirles que no alcanzo a imaginar ninguna oposición seria de nadie, dadas las circunstancias. Los líderes de los dos partidos me han prometido todo su apoyo. Incluso están dispuestos a reducir las asignaciones militares... lo cual explica suficientemente que saben que la cosa es seria.
    —¿Y qué hay acerca de las investigaciones sobre las causas de las explosiones, Frank?
    —Cada cosa a su tiempo, señor Alcalde. Tenemos un equipo de expertos buscando respuestas, y hay un grupo del Departamento de Justicia estudiando las posibilidades de un sabotaje o algo parecido. Pero lo más urgente es ocuparse de la gente que necesita nuestra ayuda. A este respecto somos más afortunados que los médicos. No necesitamos un diagnóstico previo para iniciar el proceso de curación.
    —Las compañías del gas afirman que ha sido sabotaje. ¿No es importante estar seguros de ello antes que nada? ¿Qué ocurriría si los responsables repitieran esto en Nueva York o en Cleveland?
    —¿Dejamos de grabar la sesión por unos instantes, caballeros? ¿De acuerdo? Bien. Entonces, entre nosotros, y sin adelantar conclusiones, por supuesto, pero basándome en lo que sabemos al respecto, les diré que las posibilidades de un sabotaje son ínfimas. No me malinterpreten: no estoy acusando a las compañías del gas de negligencia o de intento deliberado de protegerse. Aún no hay bases para ello. Pero es obvio que sus sistemas de seguridad no son suficientes para prevenir accidentes locales. Ya lo descubriremos a su tiempo.
    —Como otro político experimentado que soy, Frank, creo que lo que vamos a hacer va a traer consigo una gran cantidad de protestas de otras ciudades que querrán tener también programas similares a este. Nos dirán: ¿acaso necesitamos que aquí se produzca también un desastre para que obtengamos ayuda a la reconstrucción?
    —Es posible que ocurra esto, señor Alcalde. Ya estudiaremos el caso cuando se produzca. Afortunadamente para todos ustedes, caballeros, este es nuestro problema, no el suyo. Creo que ya es suficiente por hoy. Ahora permítanme que les presente un cuadro general de organización. No está muy elaborado todavía, tan sólo lo suficiente para que cada uno de los que están aquí sepa sus responsabilidades. Imagino que el Alcalde Finley tiene ya una cierta idea al respecto, por lo que empezaremos por él...


    4

    —Frank, debo confesarte que estoy en plena forma. Listo para iniciar otro trabajo exactamente igual a éste.
    —Es bueno saberlo, pero no tengo por el momento nada para ti. El exceso de prisa es siempre un defecto. ¿Por qué no te tomas unas vacaciones? Un crucero por el Caribe, o un safari en África. Algo que te aleje de nuestras superpobladas ciudades.
    —¿También eres psicólogo, Frank? No, gracias, no sabría estar sin hacer nada. Prefiero quedarme aquí por el momento. ¿Y tú, Señor Tranquilo?
    —Infiernos, mi parte en este asunto acaba de empezar. Mi futuro depende de la forma en que lleve a buen término el programa. Quiero mi lugar en la historia, Chuck, y pienso tenerlo.
    —Y no te importan los medios. Hay veces en que me produces escalofríos, Frank.
    —Vamos, Chuck. ¿Estás empezando a tener un mal ataque de remordimientos?
    —Quizá. No, creo que no. Suponiendo que las cosas funcionen como hemos calculado.
    —Funcionarán... Crees que tengo un carácter maravillosamente maquiavélico, ¿no?
    —Lo tienes. Pero no es eso lo que me estremece. Lo que me preocupa de ti es lo que imaginarás el año próximo, y el siguiente, impulsado por tu creencia de que lo que es bueno para Rooney es bueno para todo el mundo.
    —Mierda. A riesgo de parecer pretencioso, te diré que sé lo que estoy haciendo, muchacho. Quiero que mi nombre figure como el del hombre que ha reedificado las ciudades, que ha acabado con la pobreza, que ha hecho posible que los demás terminen el trabajo. Quiero ser Rooney el benefactor, no Rooney el terrible. Y así será.
    —De todos modos...
    —¡De todos modos! ¿Me estás tomando por un megalómano? Calma, Chuck. Mi mayor virtud es el sentido de la perspectiva. Y el sentido de lo que la gente va a aceptar y lo que no.
    —No van a aceptar jamás que se haya matado a dos mil personas en aras de unos fines políticos.
    —¿Lo crees realmente? Sí, lo aceptarán. Seguro. Cuando se convenzan de que los propósitos son aceptables. Y, esto es lo importante, cuando no les afecte directamente. Ni en el espacio ni en el tiempo. ¿Has oído hablar de Skopie?
    —¿De qué?
    —Una ciudad de Yugoslavia. Fue destruida por un terremoto en 1963. Oficialmente mil setenta muertos, probablemente más. Ciento treinta y cinco mil personas sin hogar, aproximadamente. En 1970, sólo siete años más tarde, era una nueva, hermosa y próspera ciudad; un lugar modélico. ¿Sabes lo que dijo entonces uno de sus felices habitantes? Había perdido a toda su familia. "Cada ciudad de Macedonia debería sufrir un terremoto cada veinte años", dijo. ¿Esto no te hace pensar en nada?
    —Quizá, si no te lo estás inventado. Pero siempre me dijiste que había sido Vietnam quien te dio la idea.
    —Eso dije. Hemos aceptado —¿cuántos?— sesenta mil muertos americanos, y millones de muertos vietnamitas. Todos los han aceptado, Chuck, todos, incluso aquellos que decían que deberíamos ser colgados como criminales de guerra. Lo han aceptado porque no les quedaba más remedio que aceptarlo, porque estaba allí. Y también aceptarán esta operación, Chuck, si algún día llegan a saber la verdad, porque sus objetivos han sido cumplidos. En Vietnam ni siquiera había un objetivo. Patriotismo, frenar el comunismo, la mierda habitual... Traducción: es oficial, es aceptable, es O. K. Eso era todo, y no había nada más. Aquí en cambio, hay un objetivo tangible, algo que se puede ver y utilizar y apreciar. Un dividendo extra.
    —Es demasiado racional, Frank. ¿Desde cuándo es la política tan racional?
    —No lo es. Pero necesita una excusa. Eso es todo lo que necesita. —Admitámoslo. ¿Sabes lo que me gustaría hacer ahora, a continuación? Trabajar en el programa de construcción. No es tan excitante, pero soy como todos los demás. También me gusta ver las cosas tangibles.
    —De acuerdo. Tómate tu tiempo, reflexiona sobre ello, y dime lo que quieres hacer.
    —Lo dejo en tus manos, Frank. No temas a tu propia lógica. Tienes práctica. Sabes escoger siempre el camino más corto.
    —Naturalmente. Pero es algo que no recomendaría a todo el mundo. Yo tengo confianza en mí mismo.


    * El doctor Frank Rooney es un hábil operador, pese a lo que se pueda pensar de sus métodos de renovación urbanística. Pero es difícil no pensar que ha ido demasiado lejos, y que puede ir incluso más. Todos los precedentes indican que su autoproclamado «sentido de la perspectiva» no podrá sobrevivir a la exitosa consumación de su megalomanía. La historia, el sentido común y la experiencia general, todo ello conspira para refutarlo.

    Sin embargo, a despecho de la magnitud de lo que ha cometido, uno no puede reprocharle falta de «realismo». Porque la realidad de los grandes procesos sociales involucrados en la administración del poder político o económico no tiene casi nada en común con el sentido de la proporción que caracteriza la salud mental en el comportamiento de los individuos. Cuando una persona privada intenta aplicar una lógica racional a sus asuntos personales se está buscando problemas. Pero lo que puede hacer como agente autorizado de una institución está sujeto únicamente a límites políticos.

    Hasta aquí han leído ustedes seis pequeñas historias sobre asesinatos, presentadas bajo la forma de descarnados diálogos y extractos de periódicos. En cada episodio, la motivación de los crímenes propuestos era un presunto y sustancioso beneficio social. La autoexaltación, cuando estaba presente, era racionalizada o enmascarada. Los asesinatos no estaban inspirados por la pasión personal o el lucro. Sus perpetradores actuaban como autodesignados portavoces de ciertas instituciones. Tenían en común la convicción de que los problemas sociales que les concernían requerían soluciones draconianas, y la osadía de reivindicar la autoridad institucional y el sentido de la inmunidad moral que implicaban sus acciones.

    Pero aunque sus intereses no eran totalmente limitados, sus medios de acción sí lo eran relativamente, incluso en el caso de Rooney. En los siguientes capítulos, esta acción la van a ejecutar gentes que tienen un mayor poder para provocar transformaciones sociales.



    SEGUNDA PARTE
    VII


    1

    Detroit, 30 de marzo. — Representantes de la industria automovilística han anunciado hoy que iniciarán la producción de vehículos «completamente antipolucionantes» en el otoño del año próximo.

    John P. Haynes, presidente de la North American Motors, ha dicho que el cambio de los vehículos convencionales a este nuevo tipo será efectuado por completo al menos, por los cuatro mayores productores USA de aquí a entonces. La producción de los modelos corrientes continuará durante el próximo año y el primer trimestre del otro, ha dicho, en cuyo momento todas las compañías sacarán exclusivamente sus nuevos modelos, que se espera puedan demorarse como máximo otros tres meses.

    El anuncio ha tomado por sorpresa a los observadores, puesto que la industria automovilística había sostenido de una forma constante que la puesta al mercado de un automóvil antipolucionante práctico y económico no podría hacerse antes de diez años. Sin embargo, estos han terminado admitiendo que el secreto tan admirablemente mantenido en torno al inesperado éxito de las investigaciones y pruebas del nuevo vehículo podía haber estado justificado por la espera de la reciente decisión del Congreso acerca de las ayudas votadas en el marco de la Lucha Contra la Polución.

    El señor Haynes se ha negado a divulgar por el momento cómo son propulsados los nuevos vehículos, diciendo tan sólo que los detalles de su diseño serán dados a la publicidad «en su momento». De todos modos, ha dado a entender que los efectos del cambio en la industria petrolífera van a ser mucho menos acusados de lo que se esperaba, dando así lugar a algunas especulaciones acerca de que va a ser usada algún nuevo tipo de «energía empaquetada» derivada del petróleo.

    Sus tranquilizadoras palabras han sido confirmadas por los portavoces de las compañías petrolíferas, que han señalado que durante todo este tiempo han estado en contacto con los nuevos departamentos de los constructores de automóviles. Estas dos declaraciones, hechas simultáneamente tras el cierre de las más importantes bolsas del país, se espera que mitiguen en lo posible, mañana, el pánico de los poseedores de paquetes de acciones de las compañías petrolíferas.

    El señor Haynes ha revelado también que las correspondientes licencias para comercializar la nueva tecnología automóvil han sido aprobadas por la división antitrust del Departamento de Justicia, que desea permitir que todos los productores de automóviles compitan en idénticos términos en la distribución de los vehículos antipolucionantes.

    Los expertos técnicos más independientes consultados han afirmado que creen que la energía de los nuevos coches será una adaptación de las pilas de combustible utilizadas en los programas espaciales. Algunos de ellos, sin embargo, basándose en las seguridades dadas por el señor Haynes con respecto a la industria petrolífera, se inclinan más bien por pensar que tal vez se trate de un motor a vapor accionado por combustión de aceites, en cuyo caso no puede ser descrito como un motor «completamente» antipolucionante. Un consultado ha sugerido que era posible que se usasen gases comprimidos y licuados, posiblemente nitrógeno, envasados en tanques de pequeño tamaño fácilmente recargables. Ninguno de los expertos consultados cree que la energía nuclear se halle directamente implicada.

    En respuesta a una pregunta, el señor Haynes ha dicho que todos los fabricantes seguirán produciendo piezas de repuesto, incluyendo motores convencionales de gasolina, para los automóviles existentes, «durante tanto tiempo como sea necesario, y ciertamente durante cinco años como mínimo».

    Ha indicado que esta producción será concentrada probablemente en las factorías canadienses de las compañías.


    2

    GORDON CROCKER: Un número increíble de especulaciones tuvieron nacimiento ayer en la capital de la nación como consecuencia del anuncio, por parte de la industria automovilística, del advenimiento del coche "limpio". A diferencia de Detroit, donde la mayor parte de las especulaciones se centran en la tecnología de los nuevos vehículos, Washington está intrigado más bien por las implicaciones económicas y políticas del descubrimiento, y el papel, en su caso, jugado por las agencias del gobierno en su desarrollo. Los observadores se preguntan cómo un proyecto de tal magnitud —que debe haber implicado además a centenares o incluso millares de personas— ha podido ser desarrollado y llevado a buen término sin que haya transcendido a la prensa o al público.

    Mientras no sean dados mayores detalles de todas estas preguntas por las partes interesadas, se evidencia un considerable escepticismo al respecto entre todos los movimientos antipolución automovilística. Conectamos ahora con nuestros estudios de Washington, donde Wilfrid Hartley entrevista a Peter Masterman, director del Comité Coordinador de la Junta de Asociaciones contra la Polución Atmosférica, el principal portavoz de los "intereses públicos" en la lucha contra la polución.

    Sr. Hartley: Según la historia que nos llegó ayer de Detroit, señor Masterman, parece que su cruzada ha llegado finalmente a una feliz conclusión.
    Sr. Masterman: No estoy tan seguro, señor Hartley. No quisiera crear prejuicios acerca de las industrias automovilísticas antes de que sus departamentos de relaciones públicas se definan, pero hasta que estos maravillosos hechos que nos anuncian sean una realidad no tenemos por qué ponernos a bailar por las calles. Siempre hemos dicho que la industria automovilística podía construir un automóvil antipolucionante siempre que lo deseara o se viera obligada a ello, sin esperar a un autoproclamado nuevo descubrimiento tecnológico, pero no sé si realmente lo habrán hecho.
    Sr. Hartley: ¿Cuál es la razón de su escepticismo?
    Sr. Masterman: Bueno, el acuerdo al que parecen haber llegado con la industria petrolífera no deja de ser inquietante. Podría muy bien significar, por ejemplo, que la polución existente hoy en las calles sería transferida a algún tipo de estaciones locales de energía, quizá en forma de estaciones de servicio. Si esto es cierto, será un paso adelante, pero no va a resolver el problema básico.
    Sr. Hartley: ¿Posee usted alguna información acerca de los nuevos motores, o del combustible que usarán, que le permita hablar así?
    Sr. Masterman: Sólo lo que puede inferirse de las declaraciones del señor Haynes. Son demasiado hermosas para ser creídas en su totalidad. Vamos a insistir en que la Clean Air Administration, el departamento encargado de combatir la polución atmosférica, realice un profundo y público estudio acerca de los datos presentados por la industria automovilística antes de dar vía libre a Detroit. Ya nos han dorado la píldora otras veces. ¿Recuerda aquellos dispositivos que reducían la polución que surgieron hace unos años? Disminuyeron la contaminación atmosférica tan sólo lo suficiente para que pudiera incrementarse el número de coches y camiones en las carreteras.
    Sr. Hartley: Gracias, señor Masterman. Conectamos de nuevo con Nueva York y con Gordon Crocker. Sr. Crocker: George Hellman, director de la Clean Air Administration, nos ha dicho hoy que no iba a hacer ningún comentario acerca del anuncio de la industria automovilística antes de que la C.A.A. tuviera oportunidad de conferenciar con los responsables de dicha industria. Igualmente, confesó que las noticias habían sorprendido tanto a la C.A.A. como al público en general.

    Un portavoz de la división antitrust del Departamento de Justicia ha dicho que las licencias de comercialización a las que se había referido el señor Haynes habían sido aprobadas en sus términos generales hacía aproximadamente un año, pero que no incluían planos ni especificaciones técnicas acerca del sistema propulsor de los nuevos automóviles.


    3

    —Así que nos reprocha usted que lo hayamos mantenido en el limbo. No estamos de acuerdo, Hellman. Si hubiera sabido usted exactamente lo que íbamos a hacer, el secreto se le hubiera escapado por todos los poros. No hubiera podido mantenerlo ni por un minuto dentro de los límites de su oficina. No estoy diciendo que la ignorancia sea una bendición, pero elimina el peso de la responsabilidad. Debería darnos las gracias por haberlo mantenido apartado de los preliminares.
    —Soy yo quien no está de acuerdo con usted, señor Haynes, aunque ahora ya es agua pasada. Pero no comprendo que espere usted que le demos las gracias por habernos hecho aparecer como unos idiotas. Si creía que esto iba a hacerle marcar algunos puntos en el Congreso, está usted equivocado. Si cree que un solo congresista, excepto aquellos que estén ya a su lado, va a dar crédito a su buena voluntad sin nuestro acuerdo, es usted más ingenuo de lo que piensa que somos nosotros. Si se merece usted crédito, se lo daremos. Pero si es otra charlatanería, no cuente en absoluto con nosotros.
    —Cristo, son ustedes muy desconfiados. ¿No se les ha ocurrido nunca pensar que lo que decimos puede ser exactamente cierto?
    —Sí, lo hemos hecho. Algunas veces hemos creído en su buena fe. Pero nuestras creencias nunca se han visto confirmadas. Y ahora, ¿cuál es la historia? ¿Va a decirme algo de este tenebroso misterio?
    —Un momento. No podemos decírselo todo antes de que nuestros abogados hayan ultimado los registros y patentes necesarios. Pero podemos decirle lo suficiente como para tranquilizarlo.
    —Lo dudo, señor Haynes. Pero adelante.
    —No tan aprisa. Todo lo que le diga ha de quedar, por el momento, entre nosotros. Si cualquier detalle específico acerca del sistema propulsor llegara a la prensa, una pregunta conduciría a otra, y tendríamos tremendas dificultades para seguir manteniendo nuestra reserva.
    —Veamos, señor Haynes, si importantes cuestiones legales aún no han sido ultimadas, ¿cómo puede estar usted seguro de que las cosas van a marchar sin tropiezos?
    —Porque estamos seguros, maldita sea. Todo esto es enormemente divertido. Ya veo los titulares en los periódicos: "El jefe de la C.A.A. urge que sea retrasada la producción de los coches antipolucionantes."
    —De acuerdo, de acuerdo. Ya sabe que no queremos ningún retraso. Tan sólo queremos una razonable seguridad de que su anuncio es honesto. De que el coche es realmente antipolucionante, y de que están ustedes dispuestos a hacer el cambio el año próximo.
    —No hay ningún problema en ello. Ahora, entre nosotros: El sistema usará un "envase de energía". Este constará de dos partes. Una será oxígeno líquido. La otra será un nuevo tipo de fuel que la industria petrolífera está en situación de proporcionarnos. Incidentalmente, hemos sido nosotros quienes lo hemos desarrollado, no ellos. Arde por completo. El subproducto de la combustión, los gases de escape si prefiere llamarlos así, serán anhídrido carbónico casi puro. En su mayor parte será recuperado químicamente en forma sólida, de tal modo que la cantidad que escape al aire libre no será mayor que la que producen un par de caballos. Usted podrá poner en marcha uno de esos motores en un garage cerrado durante mucho tiempo antes de que la concentración del escape pueda llegar a sofocarle.
    —¿Entonces será un motor de combustión interna?
    —Sí y no. El fuel arderá, no explotará. Es decir, que será también silencioso.
    —Ya veo. ¿Y el residuo sólido? Carbonatos, supongo. ¿Qué piensan hacer con ellos?
    —No serán carbonatos, pero se ha acercado bastante. Infiernos, podrá usted hacer con ellos lo que hace con todos los demás residuos. Pero serán limpios, y fáciles de manejar, como ladrillos. ¿Por qué se preocupa por ello? Habremos eliminado los gases quemados de la gasolina del aire. Creo que es bastante. —¿Podrán ser usados para algo? ¿En la construcción, por ejemplo?
    —Oh, probablemente. La gente de las petrolíferas están trabajando en ello. Pero cada cosa a su tiempo, Hellman. Incluso si los residuos no sirven para nada y se convierten tan sólo en residuos, será un buen progreso. Y de todos modos podemos eliminar el colector de CO2 y dejar que vaya a parar a la atmósfera, aunque no creo que esto le guste... aunque serían unas emanaciones mucho más inocuas que las actuales.
    —No, no me gustaría.
    —A nosotros tampoco. Aunque ya puede imaginar que el colector de CO2 aumentará el coste. Y debo añadirle también que hay otro factor negativo. Habrá un aumento de la polución en torno a las refinerías, aunque esperan superar este problema. El aire empeorará en sus inmediaciones. Pero la proporción será tan sólo de uno sobre veinte, lo cual nos da en conjunto un beneficio neto de casi un 95 por ciento. Le digo esto para que se prepare a hacer frente a algunas protestas por parte de la gente que vive en los alrededores de las refinerías. Pero esto corresponde a su departamento.
    —Entiendo. ¿Qué otros problemas tendrá este "envase"?
    —Su alto coste, por supuesto. Habrá algunas protestas al respecto, pero no creo que sean muchas. La gente tiene que darse cuenta de que debe pagar por mantener el aire limpio. Es algo lógico.
    —De acuerdo. ¿Cuánto?
    —El carburante de los nuevos coches costará al principio unas tres veces lo que el tradicional. Se espera rebajarlo con el tiempo; depende del uso que de él haga la gente. Ya sabe que los precios de obtención son altos al principio, pero luego van bajando lentamente a medida que se perfeccionan las técnicas y aumenta el consumo.
    —¿Y qué hay del coste de los coches?
    —Más o menos el doble, al principio. Pero no somos codiciosos. Esperamos amortizar el coste de transformación en cinco años. Llegarán a ser competitivos, de una u otra forma. A largo término, no se va a notar la diferencia. Esperamos que las subvenciones de ustedes cubran el 75 por ciento de la diferencia. Si consideran que pese a todo pueden presentarse problemas, siempre pueden cargar la mano en la defensa de la salud pública y todo eso.
    —¿Tiene usted cifras?
    —Infiernos, no, tan sólo es un slogan. Pero en realidad, ¿cuál es la diferencia? Sus principios son ciertos.
    —Me siento feliz de ver que usted empieza a ser un evangelista de la lucha contra la polución atmosférica, señor Haynes. Creo recordar que no hace aún mucho tiempo hizo unas ruidosas declaraciones afirmando que la polución provocada por los motores de los automóviles no era tan grave como pretendíamos algunos alarmistas.
    —Todos aprendemos, Hellman, cada uno a nuestro modo. Para nosotros nuestro gran maestro es la inversión del capital. La universidad del dinero contante.
    —Siempre entre nosotros, señor Haynes, es usted un cínico hijo de puta.
    —A su servicio. Ahora, tan sólo otro pequeño problema. ¿Podríamos reanudar esta conversación dentro de una hora... para comer, quizá? Me gustaría que lo discutiéramos en presencia de un hombre que está mejor informado que yo al respecto. ¿De acuerdo? No necesitará usted a su grupo técnico para ello —perdonen, caballeros—. Yo sólo dispongo de ese asesor, y creo que ustedes son demasiados para nosotros dos solos. ¿De acuerdo? Por favor.


    4

    —Le presento a Fred Hermanson, que ha sido nuestro consultor especial para el problema que queremos discutir con usted. Fred: como usted ya sabe, este es George Hellman, nuestro hombre de la C.A.A., y su asistente, William Riley.
    —Estupendo. Empecemos entonces. Le he dicho ya que el problema que nos ocupa no es técnico, y he dado a entender que no sería constructivo plantearlo ante un comité numeroso como el que teníamos esta mañana. Permítame ser más preciso. La fuente del problema es técnica, pero el problema en sí, como podrá ver, no lo es.

    Me atrevería a llamarlo mejor político, o incluso filosófico.

    —Estamos escuchando, señor Haynes.
    —Superficialmente, podríamos decir que se trata de una cuestión de seguridad. Pero creemos que va más allá de las habituales futilidades de problemas de diseño, resistencia al choque y todo eso, que normalmente pueden resolver nuestros ingenieros más jóvenes. El hecho, caballeros, es que los nuevos coches son especialmente peligrosos.
    —¡Qué diablos! Hace tan sólo dos horas nos decía que todo estaba resuelto. Y ahora nos sale con eso. Si el coche es especialmente peligroso, ¿cómo puede usted soñar siquiera en iniciar su producción?
    —Calma, Hellman. Quiero decir que es peligroso tan sólo en una forma poco habitual. No contribuirá a provocar más accidentes en las carreteras; en todo caso, los reducirá, puesto que probablemente habrá menos conductores. No, el problema tiene que ver con el envase de energía. Provoca presiones enormes. Ha de ser conectado correctamente, y el poco habitual peligro es que si no se conecta correctamente puede estallar y matar al conductor.
    —Esto es ridículo.
    —No tan aprisa. En realidad, no va a ser más peligroso que conducir un coche normal; el tipo de error que puede cometer el conductor conectando mal el motor es tan inherente al diseño del coche como cuando gira el volante en sentido equivocado yendo a cien por hora y se empotra contra un árbol.
    —Pero es un peligro suplementario, puesto que el mismo porcentaje de conductores seguirán empotrándose contra los árboles. Si su nuevo peligro es igual, cuantitativamente, a ellos, el número de accidentes de automóvil —¿y de muertes?— se verá doblado.
    —De muertes. No hay ninguna razón que nos permita creer que habrá el mismo número de accidentes de esta clase que de los otros, o más, o menos. Pero calculamos que el porcentaje de accidentes provocados por una mala conexión del envase de energía declinará rápidamente. La clase de personas que pueden ser sus víctimas se eliminarán rápidamente a sí mismas. Y antes de lo que usted cree, déjeme asegurárselo, esto reducirá el número de víctimas de la carretera.
    —Oh, por Dios. Supongo que quiere dar entender usted que la mayoría de la gente no se atreverá a coger el coche. ¿Qué intenta vendernos, señor Haynes?
    —Por favor. Escuchen con atención. El único tipo de gente que se matará al conectar incorrectamente el motor será el mismo tipo que no debería conducir nunca, porque son los que ocasionan la mayor parte de los accidentes de carretera. Como he dicho, no hay nada básicamente peligroso en el sistema de arranque en sí mismo... a condición de que el conductor siga las simples reglas de funcionamiento. Aquellos que no son estúpidos, o irresponsables, o borrachos, no correrán ningún peligro... nunca. Ni tampoco sus pasajeros. En la carretera, un conductor responsable puede ser muerto por culpa del error de algún otro. Pero no aquí. Nunca.
    —¿Cómo puede estar usted seguro?
    —Ah, eso está mejor. Me complace que empiece a hacer preguntas razonables. La razón principal es que hemos colocado deliberadamente el envase donde sólo el conductor pueda ser afectado por una falsa maniobra. Es obvio que no existe ningún lugar donde podamos instalarlo que resulte seguro para todos, así que teníamos que elegir. Nuestra otra única opción hubiera representado poner en peligro a los pasajeros a causa de un estúpido error del conductor, por lo que fue desechada. Y ahora querría que fuera Fred quien terminara en mi lugar esta conversación, puesto que lo considero mucho más preparado que yo para enfrentar el problema.
    —Sólo un momento, señor Haynes. Presumo que, por alguna razón, son ustedes incapaces de diseñar un dispositivo de seguridad satisfactorio, o no quieren hacerlo. ¿Por qué no han programado lo que ustedes mismos llaman un "extremadamente simple" sistema de arranque integrándolo en un sistema automático?
    —Ciertamente. Combinando dos secuencias de la ignición en un solo mando por ejemplo. Y menos complicado también que una transmisión automática. Pero ningún sistema automático es ni remotamente infalible, y nosotros lo sabemos mejor que nadie, de modo que es posible que un sistema automático pueda provocar accidentes por mal funcionamiento, así que por este motivo —entre varios otros— tuvimos que desecharlo también. En primer lugar, seamos francos, la responsabilidad por un mal funcionamiento del sistema automático recaería legalmente sobre nosotros, y no queremos eso. En segundo lugar, la víctima es probable que fuera un conductor responsable y no... ¿Fred?
    —Quisiera decir algo con respecto a los sistemas de seguridad. Hemos incluido sistemas de seguridad, señor Hellman, pero hemos sentido miedo de cubrir cada paso de la ignición de este modo. Si lo hiciéramos, los conductores terminarían inevitablemente dependiendo de él, en lugar de ejercer sus propias y muy simples responsabilidades. Podría ocurrir algún fallo ocasional y... ¡puff! El castigo es demasiado severo. No es como un stárter automático o una transmisión automática. Si no funcionan, uno se ve en problemas, y en algunas raras circunstancias puede salir dañado, pero sólo por causas secundarias. Recuerde, señor Hellman, no estamos hablando de naves espaciales, ni siquiera de aviones, en los que mecánicos profesionales revisan regularmente todos los sistemas. Estamos hablando de automóviles comunes y de millones de personas comunes conduciéndolos, que no pueden esperar mantener sus componentes bajo ningún grado de responsabilidad. Para un conductor responsable —no un mecánico— ningún sistema de seguridad puede ser más fiable que la advertencia de que no puede conectar B sino dos segundos como mínimo más tarde de haber conectado A. Nuestras instrucciones hablan de cinco segundos, por supuesto, a fin de conseguir un mayor margen de seguridad. Estudiamos usar un simple bloqueo de tiempo, pero lo rechazamos por las razones mencionadas, y finalmente tan sólo lo hemos mencionado en nuestros manuales de mecánica, porque no queremos obligar a nadie a que sus vidas dependan de algo excepto de sí mismo. La única gente que puede morir a causa de esto es la que calificamos normalmente de irresponsable. Estadísticamente, no constituyen un gran número, aunque no puedo proporcionarles una estimación exacta. Es tan sólo la naturaleza del riesgo lo que lo hace tan poco habitual, y quizá importante.
    —No lo entiendo, señor Hermanson. No lo entiendo en absoluto. ¿Qué opina usted, Bill?
    —Creo que debemos escuchar lo que aún tenga que decirnos el señor Hermanson, George. Vale la pena, ya que por el momento se está mostrando deliberadamente superconservador respecto a los peligros.
    —Precisamente. Creo que lo soy, además. De todos modos, incluso si las muertes por fallos de conexión no son estadísticamente más significativas que, digamos, las explosiones del depósito de combustible, pueden levantar algunas protestas, contra las que pueden colaborar ustedes con nosotros dando publicidad, explicando y justificando el azar.
    —¡Justificando!
    —Sí, señor Hellman. En mi trabajo he adquirido una considerable experiencia con problemas que implicaban riesgos mortales. Estoy convencido de que la gente aceptará casi todos los riesgos imaginables si son advertidos de ellos, los consideran racionales, y saben que se espera que los acepten. En este caso, por ejemplo, creo que sería un gran error ponerse a la defensiva. Creo que si la gente sabe que este peligro en particular es algo bueno para ellos, se sentirán felices de aceptarlo.
    —¿Cómo diablos piensa usted persuadir a todo el mundo de que ha de gustarles la idea de que morir en una explosión es bueno para ellos? Esto es demasiado.
    —Déjeme explicarle, señor Hellman. El señor Riley puede garantizarle que no suelo aventurar juicios sin haber reflexionado.
    —Es cierto, George. Puede creer en lo que le diga Fred.
    —Siempre que me es posible intento enfocar los problemas desde el punto de vista más amplio, señor Hellman. Me gustaría que aceptase en primer lugar la premisa de que nosotros estamos interesados en el máximo beneficio que pueda derivarse de cualquier cambio. ¿De acuerdo? Y este nuevo coche será un enorme cambio, sin el menor error. Y, para definir lo que entendemos nosotros por máximo beneficio, le diré que nos gustaría que la introducción de nuestro nuevo coche supusiera lo mejor para el mayor número de personas.
    —Bueno, esto es obvio. Es el punto de arranque de la lucha contra la polución. ¿Pero qué relación tiene con el que algunos conductores resulten muertos?
    —Este es el punto clave. El principal aspecto del cambio que va a producir el nuevo coche será que millones de personas vivirán mejor y mucho más tiempo que antes de él. ¿No cree usted que tan sólo esto justificaría el coste de algunas vidas como un precio pequeño que pagar? Pero ignoremos este aspecto de nuestro problema y consideremos la pureza del aire como un beneficio neto. El hecho es que, incluso sin esto, el beneficio de liquidar a los conductores irresponsables es en sí mismo una gran cosa para el público en general. Creo poder probarle a usted —a priori—, que los conductores que se harán matar por un ridículo y simple error en la puesta en marcha de sus vehículos van a ser aquellos que muy probablemente, incluso con toda seguridad, matarían o herirían a otros en la carretera o en otras actividades. Así pues, considere el peligro del conductor individual como un sistema de seguridad que reducirá el coeficiente de riesgos que corre el conjunto de la sociedad.
    —Señor Hermanson, con este razonamiento podríamos argüir también que las sesenta mil personas que mueren en las carreteras cada año, los ciento cincuenta mil lisiados, los cuatro millones y medio de heridos, son también algo bueno.
    —A veces, pero no siempre. No siempre, porque un alto porcentaje de las víctimas de la carretera —lo cual no será el caso en los muertos por utilizar incorrectamente el arranque de su nuevo coche— son inocentes. Pero puesto que usted ha planteado este punto, permítame recordarle que nuestra sociedad encuentra normal que este elevado número de muertos y heridos sean el precio de una mayor rapidez en los transportes. Si se prohibiera el construir coches que pudieran ir a más de cuarenta kilómetros por hora podríamos salvar —¿se da cuenta de ello?— cuarenta o cincuenta mil vidas por año. Y todo el mundo lo sabe. Pero nadie se rasga las vestiduras por ello. Lo mismo ocurre, por supuesto, con distintos índices y diferentes peculiaridades, en casi todos los aspectos de lo que llamamos el progreso, es decir las innovaciones tecnológicas o científicas de las que la sociedad extrae un beneficio neto. Como dice el viejo proverbio, todo lo que se quiere se paga.
    —Señor Hermanson, comprendo su punto de vista. Pero hay una diferencia moral entre aceptar un cierto nivel de riesgo aplicable por partes más o menos iguales a todos nosotros, y el hacer que todos estos riesgos corran a cuenta de tan sólo un determinado tipo de personas. Sé que lo hemos hecho varias veces, principalmente en tiempo de guerra, pero esto no lo convierte en algo justo. ¿Y por qué se refiere usted a los que son muertos en las carreteras sin ser culpa suya como a "inocentes"? Por supuesto que son inocentes, pero usted insinúa con ello que los pobres torpes que mueran porque hayan realizado una simple falsa maniobra al poner en marcha su coche serán culpables. ¿Culpables de qué?
    —Culpables de ser el tipo de personas que ponen en peligro la vida y la seguridad de los demás, señor Hellman. Esta culpabilidad es pragmática, no moral. Prefiero la palabra "irresponsables", pero culpables puede servir. Si su hijo resultara muerto por un conductor incompetente, señor Hellman, ¿se sentiría usted mejor sabiendo que era tan sólo un pobre irresponsable en lugar de un asesino deliberado? Lo dudo. Un coche es un arma, señor Hellman, aunque no haya sido inventado con tal fin. Al igual que casi todo lo que los hombres fabrican. Podemos matar a la gente con nuestros productos, aunque no sea de una forma deliberada. Lo mejor, confieso, sería poner a punto un modo de impedir que este tipo de gente de la que estoy hablando condujera coches, utilizara herramientas, encendiera fuegos, conectara la corriente eléctrica, o hiciera cualquier otra cosa que pudiera ser peligrosa para los demás. Pero no podemos hacer eso, porque nadie puede sobrevivir en nuestro mundo actual sin estas armas, a menos que uno sea un vegetal. Y en cuanto a la diferencia moral de que hablaba usted: no acepto dejar que el azar gobierne quién ha de sobrevivir y quién no, cuando uno se halla en posición de hacer una elección que redunde en un neto beneficio social, con sólo una decisión moral. Usted no quiere compartir la responsabilidad de las muertes de aquellos a los que considera culpables. Pero no haciendo nada al respecto comparte usted la responsabilidad por las muertes de los inocentes. La única diferencia es que no haciendo nada se siente usted protegido por el anonimato de no dar ningún paso afirmativo. Una vez haya comprendido estas implicaciones tendrá que dar usted un paso, a gusto o a disgusto, lo quiera o no. Tendrá que elegir. No podrá continuar siendo neutral.
    —Señor Hermanson, esto es presión, y no la acepto ni por un instante. No estoy compartiendo la responsabilidad por la muerte de nadie. Lo que está arguyendo usted, en lenguaje claro, es que desde el momento en que un número de personas están siendo muertas por los automóviles, soy un delincuente si no ejercito mi oportunidad de decidir qué clases de conductores deben ser destruidos. No tengo derecho a hacer nada sobre esto, y usted tampoco. ¿Sobre qué bases presume usted que aquellos a los que llama irresponsables tienen menos derecho a sobrevivir que los demás? ¿Con qué autoridad?
    —No creo que le esté convenciendo, señor Hellman. Déjeme planteárselo de otra forma. Yo acepto mi responsabilidad por lo que no hago tanto como por lo que hago. Mi criterio, en este caso, es cuantitativo. Eliminando el pequeño grupo de conductores realmente peligrosos, salvaremos más vidas de las que cuestan. No tengo ningún prejuicio subjetivo hacia ellos. Sólo hacia su función. Vivimos rodeados por armas fabricadas por el hombre... coches, medicamentos, aparatos, alimentos, lo que usted quiera. Me sentiría más seguro, y usted también, si aquellos cuya incompetencia en usar una de las más peligrosas de esas armas se matara a sí mismo en lugar de amenazarme a mí. Creo que esto es un razonable y objetivo prejuicio.
    —Señor Hermanson, no estamos intentando convencer a nadie. Usted simplemente está limitándose a emitir hipótesis.
    —Déjeme ir más lejos. Quisiera sugerirle que los peligros operacionales implícitos en la tecnología —como conducir un automóvil— no son cosas malas. Ahora estoy hablando por mí mismo, no por el señor Haynes.
    —De acuerdo, Fred. Por otro lado, todo lo que decimos no está siendo registrado. Ahora desearía hablar yo. Hellman sabe que el elemento riesgo ha sido siempre uno de los atractivos subconscientes que hemos introducido de cara al comprador de automóviles. Nunca lo hemos confesado públicamente, por supuesto, pero ésta es la gran razón por la que hemos luchado contra los sistemas de seguridad en general. No su coste. No son tan caros como eso. Fred intentaba decirle, Hellman, que la gente necesita y quiere una sensación de peligro, una sensación de oponer su piel y su valor al medio ambiente, lo cual no pueden hacer en su vida normal. Les gusta sentir que dependen de sus propias acciones y decisiones para su supervivencia. Como el volante de un coche. Algo que les recuerde que fuera de su vida normal son leones y tigres. Todo el mundo necesita esto, Hellman, no tan sólo las pistolas que utilizamos en los deportes peligrosos. Se lo proporcionamos, siempre se lo hemos proporcionado. Y nos sentimos orgullosos de ello, maldita sea. Les damos algo de excitación para combatir su rutina diaria. No mucha, por supuesto, porque esto sería contraproducente. Pero sí bastante.
    —Su sinceridad, tras todos esos años, es muy interesante, señor Haynes. Así que dígame: si usted cree que hacer un coche cuya conducción sea arriesgada es esencialmente algo bueno —hasta cierto punto, como dice usted—, ¿por qué coopera en hacer descender la polución causada por los automóviles? Si es tan beneficioso, ¿por qué no seguir como antes? ¿Por qué no simplemente seguir esgrimiendo la excusa de las dificultades técnicas? ¿Por qué cambiar de óptica? Ciertamente no a causa de las subvenciones que esperan conseguir de la Lucha Contra la Polución.
    —Su sarcasmo es indigno de usted, Hellman. Por supuesto que estamos esperando estas subvenciones, y nunca lo hemos ocultado. Pero sus pequeñas y tontas observaciones vuelven a plantear el problema. Está confundiendo usted el peligro de una intensa polución —que es pasivo, una cuestión de exposición— con el peligro activo de estar conduciendo personalmente un vehículo, como puede hacerlo usted, y tropezar con un irresponsable hijo de puta que le embista de lleno en el próximo cruce. Está cometiendo usted el mismo error que cometió el investigador de la Ethyl, cuando decidimos que ya era tiempo de ponerlos fuera de circulación. Chilló y se desgañitó hablando de cómo habíamos matado más gente que ellos... y frente a la prensa. Sus jefes se excusaron más tarde en nombre suyo, pero él tenía razón. Y sin embargo estaba realmente equivocado cuando lo decía. Cuando usted llega de regreso a casa, sano y salvo, tras haberse abierto trabajosamente camino entre conductores borrachos, animales extraviados y embotellamientos, siente una cierta satisfacción, lo ha conseguido otra vez, ha sido mejor y más fuerte que todos esos bastardos. ¡Pero no hay ninguna satisfacción en respirar un aire emponzoñado! Cuando ha habido un cierto número de gente que ha empezado a darse cuenta de ello y a preocuparse, hemos tenido que hacer algo. Como esto, por supuesto.
    —Señor Haynes, dejando a un lado lo que piensa usted de mi frívolo sarcasmo, ¿qué camino va a seguir ahora conmigo? Hace unos pocos minutos el señor Hermanson estaba diciéndonos lo preocupados que estaban ustedes por hacer la conducción más fácil al automovilista medio, simplemente haciéndola mortalmente peligrosa para los tipos "irresponsables" que no pueden seguir las más sencillas instrucciones. Todo ello en bien de la seguridad pública general, por supuesto. Ahora dice usted que el peligro es algo bueno, el riesgo es excelente para la moral, la gente necesita tentar su suerte al conducir. Si esto es así, ¿por qué toda esa cháchara acerca de la seguridad a largo término? Decídase, ahórreme más sermones acerca de mi responsabilidad moral sobre matar a los conductores estúpidos.
    —De acuerdo. Dígaselo, Fred.
    —Muy bien. Señor Hellman, todo lo que le he dicho es cierto. Estoy convencido de que nuestro procedimiento de arranque reducirá a largo término los accidentes de carretera. Esto no es incompatible con nuestra convicción de que los peligros normales de la conducción por carretera son algo bueno. No estamos intentando persuadirle de que admita esto con nosotros. Simplemente estamos siendo honestos con usted. Más honestos de lo necesario, y creo que debería usted respetar esto. El argumento que he planteado para justificar la peligrosidad del nuevo coche tenía como finalidad permitirle hacer frente más fácilmente a las posibles dificultades con que puede tropezar cuando esta peligrosidad sea revelada. Nuestra firma es del parecer que debería usted reconocerla y aceptarla, y le he mostrado cómo puede hacerlo.
    —En otras palabras, me están ofreciendo ustedes una historia de cobertura. No, gracias. Guárdenla para cubrirse ustedes mismos. No quiero tomar parte en ello.
    —Maldita sea, Hellman, parece como si no comprendiera nada. Si usted lucha contra esto —con las armas que tenga en su mano—, está perdido. La gente aceptará el peligro, y no aceptarán su bloqueo a un coche antipolución cuando sepan que este coche les es ofrecido y es asequible. ¿No puede usted meterse esto en su estrecho cerebro de burócrata? Usted piensa que nuestra línea de actuación vela tan sólo por nuestros intereses. Por supuesto que vela por ellos. Pero también vela por los de usted, y por los del público en general.
    —Bill, ¿qué piensa usted de toda esta palabrería?
    —George, lo siento, pero estoy de acuerdo con ellos. En principio, al menos. Me gustaría tener datos más concretos acerca de hasta qué punto es peligroso ese sistema de arranque. Pero suponiendo que sea como ellos dicen, creo que puede funcionar. Nuestra misión es poner en la carretera un coche limpio. Si el Congreso o cualquier otro organismo estiman que el precio a pagar es demasiado elevado, que sean ellos quienes tomen sus responsabilidades.
    —¿Tiene usted algo que añadir, Fred?
    —Sí. Hablando por mí mismo, yo iría mucho más lejos que el señor Haynes en la deseabilidad de los peligros de la conducción. Él se siente satisfecho con el status quo. Yo no. Yo estoy en favor de una mayor criba de la población, por todos los medios racionales y objetivos que se presenten. Este es uno de ellos. Creo que es socialmente necesario. No estoy tan interesado en las motivaciones psicológicas de las que habla el señor Haynes. El mundo, incluidos los Estados Unidos, está superpoblado. Funcionalmente, no físicamente. Los mecanismos naturales no trabajan. Quiero decir las formas tradicionales en que es controlada la población: hambres, desastres, guerras y todo eso. Si no tomamos algunos aspectos del control de la población en nuestras manos en la medida de lo posible, el final será explosivo. No siento deseos de esperar a ello. Deseo que prevalezca la razón. Yo...
    —Señor Hermanson, perdone la interrupción, estoy familiarizado con su punto de vista. Lo respeto, pero no estoy de acuerdo con él. Si quiere tener la amabilidad de darnos los detalles de los peligros de su sistema de arranque, junto con todo lo demás, entonces podremos discutirlo confidencialmente con nuestros expertos, y nos veremos de nuevo tan pronto como podamos decirle cuál va a ser nuestra línea de conducta al respecto. No veo ninguna ventaja en proseguir más tiempo este tipo de discusión. Denos los datos, y los estudiaremos atentamente.


    5

    Washington, 8 de abril. — La Clean Air Administration se ha reservado su juicio sobre los nuevos vehículos «antipolucionantes» anunciados por Detroit hasta la semana próxima.

    William J. Riley, director adjunto de la Agencia, ha dicho hoy que de todos modos las informaciones que había obtenido en su reunión del 3 de abril con un grupo de industriales presidido por John P. Haynes, presidente de la North American Motors, habían sido «alentadoras». Aunque la C.A.A. no estaba preparada para evaluar los nuevos automóviles hasta que los datos técnicos completos fueran recibidos y examinados.

    El director de la C.A.A., George Hellman, ha añadido que se hacía evidente que los nuevos coches exigirían cambios sustanciales en las costumbres y esquemas de la conducción nacional. Incluso era posible, advirtió, que fuera necesaria la creación de nuevo permiso de conducir adaptado a las características de los nuevos coches. Sin embargo, declinó hacer ninguna otra observación por el momento.

    El señor Haynes, con el que nos hemos puesto en contacto por teléfono en Detroit, ha declinado a su vez comentar las palabras del señor Hellman. Ha prometido verse en situación de proporcionar al público en general una información «razonablemente completa» sobre los nuevos vehículos dentro de dos o tres semanas. Sin embargo, otro técnico estrechamente conectado con el señor Haynes, que ha pedido permanecer en el anónimo, ha expresado su asombro ante la sugerencia del señor Hellman sobre los nuevos permisos de conducir. Ha atribuido al jefe de la C.A.A. una «mala interpretación» de la descripción preliminar del sistema de propulsión de los nuevos automóviles que le proporcionó la industria en su conferencia de la semana pasada.

    Peter Masterman, coordinador de los «portavoces de la lucha contra la polución» aquí, ha dicho que las reservas del señor Hellman confirmaban su primera impresión de que el nuevo automóvil iba a ser una «acrobacia de relaciones públicas». Pidió al señor Hellman que «divulgara todo lo que sabe respecto al autoproclamado coche antipolucionante en el menor tiempo posible», y exigió que la «injustificable reserva» de la industria acerca de su sistema de propulsión fuera investigada por el Congreso.


    * Haynes y Hermanson están mintiendo. El sistema de arranque va a matar a más gente de la que ellos dan a entender. Haynes está acostumbrado a racionalizar a través de una línea de razonamientos que cree va a serle provechosa: uno no debe ser nunca el jefe operativo de una gran empresa sin demostrar, entre otras cosas, una capacidad superior de expresar falsedades plausibles en función de los intereses personales y de la empresa. Hace esto eficientemente, debido a que no tiene ninguna dificultad en «creer» lo que piensa que es ventajoso para él creer.

    Él y los demás fabricantes de automóviles hubieran podido instalar perfectamente bien un simple bloqueo de tiempo como mencionó Hermanson, y podrían haberlo instalado a prueba de impericia a fin de reducir al mínimo los peligros del arranque. Pero la rutina relativa a su responsabilidad legal en caso de mal funcionamiento —un indeterminado factor de coste— hizo que le fuera posible a Hermanson convencerles de su inutilidad.

    Hermanson ha dado un gran paso adelante en sus operaciones. Ya no acepta o rechaza simplemente comisiones de asesinato de acuerdo con los estándares morales de su grupo: actualmente se halla iniciando y desarrollando programas mayores de asesinatos en masa. De hecho, ha empezado a ser un evangelista de la muerte como una purificación social. Él y sus asociados han construido y elaborado una filosofía social basada en el genocidio selectivo, de la que los simplistas argumentos presentados a Hellman son tan sólo el inicio.

    Su objetivo a largo término es más ambicioso que eliminar a X miles de conductores «socialmente negativos», como los describen entre ellos. Quieren crear, paso a paso, un clima de opinión pública que haga posible que el tipo de discusión mantenida con Hellman se convierta en algo familiar, que no choque a nadie, y que plantee alternativas.

    Para ello se ha necesitado una buena estrategia. Puesto que el coche es de hecho limpio, la C.A.A., tras reflexionar, desistirá de salirse de su campo específico (la polución atmosférica), y no intentará interferir en su desarrollo. Con el peligroso sistema de arranque incluido como una parte inseparable del conjunto, la C.A.A. se verá en una posición que la obligará a justificarlo, en unos términos muy parecidos a los sugeridos por Hermanson. El derecho a poner en peligro a los «irresponsables» hará que el público sopese también, en forma semejante las ventajas e inconvenientes del perfeccionamiento.

    ¿Y entonces qué? El grupo de Hermanson tiene otros planes para legitimar su uso. Pero quizá sean superfluos. Los tiempos están de su lado, cada vez más y más. Discusiones públicas acerca de la «superpoblación», de las posibilidades inherentes a las armas nucleares, del hecho que el límite a la vida humana en el planeta está llegando a alcanzar un punto crítico si el hombre sigue abusando de su entorno físico, etc., etc., etc., se van desarrollando una tras otra. Doctrinas hasta ahora asociadas tan sólo a los chiflados neomaltusianos y pacifistas clamando la llegada del Día del Juicio Final son recogidas hoy por científicos y moralistas de impecables credenciales. Al parecer, la cuestión ya no es saber si la especie está en peligro, sino cómo podrá sobrevivir. Entonces, ¿por qué no considerar...?

    Volviendo al automóvil limpio: Hellman, por supuesto, presiente lo que está ocurriendo, excepto por el papel que tiene Hermanson en el juego, pero pese a todo está atrapado. La forma en que Hermanson ha metido a los constructores de automóviles en su juego, y la forma en que su grupo se las ha arreglado para obtener el apoyo de Riley en la jerarquía de la C.A.A., es ejemplar, y muestra hasta dónde pueden llegar los fríos y competentes operadores cuando saben comprender y explotar eficazmente el institucional interés propio. Pero esa historia no es adecuada para este libro.


    VIII


    1

    Señoras y caballeros, imagino que se estarán ustedes preguntando por qué, por primera vez en la historia de McCallun & Parker, realizamos una conferencia de prensa para introducir un nuevo producto. Como ustedes saben, siempre hemos sido, y seguimos siendo, lo que se llama un laboratorio "ético". Esta palabra, como espero que comprendan ustedes, no intenta poner en tela de juicio a los demás laboratorios farmacéuticos con respecto a sus relaciones con el público en general. Nosotros fabricamos esencialmente medicamentos que se expenden con receta, y por eso solamente hacemos llegar nuestros comunicados a los médicos. Haciendo hoy este anuncio, sin embargo, nos apartamos de nuestras prácticas habituales —por primera vez desde hace casi noventa años—, y creemos que lo hacemos por una buena causa. Espero que estén de acuerdo con ello.

    —¡Señor Henry! Han corrido rumores de que iba a anunciar usted una cura contra el cáncer. ¿Es eso cierto?
    —No, no lo es. Si ustedes lo desean, voy a proceder a explicarles qué es el producto y cómo actúa, y luego estaré a su disposición para responder a todas las preguntas... El nuevo producto podría ser considerado por algunas personas, en líneas generales, como útil para la cura del cáncer. Pero no querría que pareciera que exagero, así que les diré que el caso no es este... Podría ser descrito, aunque no de una manera adecuada, como un nuevo tipo de tranquilizante cualitativamente distinto. Sus efectos, sin embargo, van mucho más allá que cualquier otro fármaco disponible hoy, todos los cuales son básicamente sedantes. Como ellos, relaja la tensión y la ansiedad, pero tiene también otras propiedades que son las que lo hacen único. No es soporífero. No es de ninguna manera depresivo. No afecta la agudeza mental, como hacen otros tranquilizantes y estimulantes. Tiene una acción afirmativa. Tal como lo veo, en palabras sencillas, levanta el ánimo, no tan sólo relaja; crea una notable, pero completamente racional, euforia. Es tanto un antidepresivo como un calmante, y además estimula la actividad física y mental, haciéndolo sin provocar la excitación nerviosa general asociada a los estimulantes. Finalmente, tiene una propiedad adicional que, por lo que conozco, no poseen ningún otro de los fármacos convencionales. Se podría decir que es antiagresivo. Elimina los sentimientos de hostilidad, así como todos los impulsos que incitan a cometer actos agresivos. Estoy convencido de que no necesito insistirles acerca de las implicaciones de esta propiedad, señoras y caballeros. Y una cosa más. No aparece ningún tipo de contraindicaciones a su uso. Cualquiera puede usarlo, indiferentemente de su condición cardiovascular, anormalidades metabólicas o cualquier otro aspecto de su historial médico. Por esta razón vamos a pedir a la Federal Drug Administration, que como ustedes saben controla todos los productos farmacéuticos que se hallan en el mercado en el país, que apruebe su uso general sin receta, y este es el motivo por el que lo anunciamos al público y no solamente a la profesión médica. Lo hemos registrado con la marca Paxina, y esperamos que la F.D.A. dé su aprobación en un tiempo breve para ponerlo rápidamente a la venta.
    —Señor Henry, si le he comprendido correctamente, ustedes han desarrollado un fármaco que pondrá freno a la violencia. ¿Significa esto que a partir de ahora vamos a poner fin a todas las guerras? ¿O estoy especulando excesivamente?
    —No, no, no, yo no he dicho en ningún momento eso. La Paxina suprimirá únicamente los sentimientos subjetivos que pueden conducir a alguien a buscar alivio en una acción violenta. Tal como he dicho, las implicaciones de esto son realmente excitantes. Pero realmente no estamos preparados para conjeturar algo tan radical. Mucha violencia, quizá la mayor parte de ella, se comete a sangre fría, y las guerras son iniciadas y conducidas por hombres racionales, sin pasión ni rabia. Qué efectos tendrá la Paxina a este nivel sigue siendo aún una incógnita. Tengo la esperanza, por supuesto, de que los tendrá, pero le sugeriría que no esperase mucho al respecto. Repito, no proclamamos en ningún momento que la Paxina pueda tener ningún otro efecto más allá de lo que hemos dicho. Lo único que decimos es que cualquiera que la tome no sentirá deseos de cometer ningún acto agresivo. ¡Y creo que ya es suficiente!
    —Señor Henry, todo esto es tan estupendo que resulta difícil de creer. Porque usted está sugiriendo claramente que, de algún modo, la fraternidad humana es algo que a partir de ahora podremos tener en nuestras manos. ¿Puede decirnos cuán extensamente ha sido experimentado el medicamento?
    —Mucho. Estamos trabajando en él desde hace largo tiempo, y lo hemos experimentado en su forma actual, y en distintas variedades, durante un año, en un amplio y cuidadosamente seleccionado muestrario de voluntarios y pensionistas de algunas instituciones.
    —¿Cómo de amplio, señor? ¿Y sabían ellos lo que estaban probando?
    —Muy amplio. Hemos sometido un informe completo de nuestras pruebas a la F.D.A. No, los participantes en ellas no sabían qué se esperaba de ellos, los sujetos no sabían si se les había administrado Paxina, o algún otro fármaco, o simplemente un placebo. Esto no era conocido más que por los que verificaban los resultados. Y debo añadir que muy poca de nuestra propia gente conocía las posibilidades que estábamos investigando. Nuestro equipo supervisor de las investigaciones operaba en el máximo secreto, según mis instrucciones, cuando esas posibilidades se hicieron aparentes.
    —Señor Henry, muchos de nosotros nos hemos sorprendido de no recibir ninguna información del producto al llegar aquí, ni siquiera un folleto ilustrativo. Imagino que hay algunos extremos que prefieren guardarse para ustedes, pero, ¿puede decirnos algo acerca de la composición química de la Paxina?
    —Lo siento, caballeros, pero no estamos preparados para proporcionarles ninguna información de este tipo por el momento. No se trata de una precaución. Hay posibles cuestiones legales involucradas en ello. La Paxina es de hecho una combinación de un número determinado de fármacos ya existentes. Sus efectos, sin embargo, no son simplemente la suma de los efectos propios de sus ingredientes. Es única. Como saben ya muchos de ustedes, tales efectos sinergéticos, en productos de este tipo, tienden a ser a menudo perjudiciales, por lo que hay que tomar siempre grandes precauciones al experimentarlos. Estoy seguro de que estarán familiarizados ustedes con los efectos de los barbitúricos combinados con el alcohol. Muy peligrosos. Pero en este caso, los efectos combinados no son tan sólo inocuos, sino que algunos efectos indeseados asociados a algunos de los ingredientes individuales desaparecen en la combinación.
    —Con respecto a las cuestiones legales, ¿se refiere usted a asuntos de patente, puesto que la Paxina es una combinación de fármacos ya existentes, o a los peligros de estos ingredientes tomados por separado, como acaba usted de decir?
    —Lo siento, pero no puedo discutir este extremo con ustedes por el momento. Nuestros abogados nos han indicado taxativamente que no revelemos ningún dato acerca de la composición de la Paxina por ahora, si queremos evitar perjuicios. La próxima pregunta, por favor. Usted, señora.
    —Señor Henry, ha insistido usted en que no han aparecido contraindicaciones, y ha afirmado, creo, que todo el mundo podría obtener ventajas al usarla. Quisiera que nos hablara de ello. ¿Tienen ustedes la intención de comercializarla como un tratamiento para algunos síntomas, como la ansiedad y la depresión, o como algo bueno para cualquiera, como las vitaminas?
    —Nuestro planteamiento, sujeto a que recibamos luz verde de la F.D.A., es ofrecer la Paxina como un tratamiento específico contra la ansiedad, tensión, depresión, fatiga psicosomática, y condiciones semejantes. Pero debo anticipar que prevemos que será ampliamente usada por personas que no se consideran a sí mismas como tensas o deprimidas, simplemente porque notarán que las hace sentirse mejor. Así pues, está usted en lo cierto en su sugerencia de que su uso rebasará ampliamente el campo específico de una dolencia o condición. Insistiremos también en su cualidad de antiagresivo tan pronto como encontremos un medio de persuadir a la gente de que serían mucho más felices si fueran menos violentos, y enseñarles a tener consciencia de la propia hostilidad que hay en ellos. No va a ser fácil, debo confesarlo.
    —Señor Henry, usted ha condicionado varias veces sus comentarios con la frase "sujeta a la aprobación de la F.D.A.". ¿Hay alguna razón para creer que la F.D.A. puede rehusar su aprobación, o demorarla, y si es así, por qué?
    —Déjeme decírselo de este modo. No hay ninguna razón para que la F.D.A. no apruebe la Paxina. Ninguna de ninguna clase. Pero reconozco que pueden presentarse algunos problemas, puesto que la efectividad y aplicabilidad de este fármaco es tan considerable, tan nueva, y posiblemente tan dramática, que es probable que la F.D.A. proceda con mayores precauciones que de costumbre antes de conceder su visto bueno. Y esto es lógico, puesto que nosotros pensamos ofrecerla al público como un producto a vender sin receta. Hemos solicitado una respuesta lo más rápida posible, pero estamos preparados a ser razonablemente pacientes con la F.D.A.
    —¿Qué entiende usted por "razonablemente pacientes", señor? ¿Quiere decir usted que si la F.D.A. se demora demasiado en aprobar su producto van a actuar contra ella? ¿Sometiendo el asunto a los tribunales, por ejemplo? ¿O alguna otra cosa?
    —Temo que haya interpretado usted mal mi observación. No quisiera que mis palabras sonaran como si estuviera amenazando a la F.D.A., o desafiándola, o alguna otra cosa parecida. Repito: no hay ninguna razón por la que la Paxina no sea rápidamente aprobada. Si no fuera así, entonces estudiaríamos de nuevo la cuestión.


    2

    —Johnson, ¿está usted absolutamente seguro de que no hemos recibido absolutamente nada de M&P con respecto a ese producto? —Desde luego, doctor Garrison. Hemos examinado cuidadosamente todos sus expedientes. No hay absolutamente nada que se relacione con lo que Henry ha dicho a la prensa. Todo lo que nos han entregado está cuidadosamente archivado y clasificado.
    —Bueno, si usted está seguro de ello... bueno. Es todo por ahora, y gracias por hacerlo tan rápidamente. Ya le llamaré si necesito alguna otra comprobación. Y gracias de nuevo.
    —De nada, doctor Garrison. Estoy a su disposición en cualquier momento.
    —Estupendo... Charlie, ¿qué piensas tú de esto? ¿Qué tipo de juego está llevando a cabo Henry? Convocó ayer una conferencia de prensa para anunciar su maravilloso producto. No nos dice nada acerca de él... y parece que nunca lo hizo. Dice que todos los datos del mismo están en nuestras manos... pero nosotros no tenemos absolutamente nada.
    —Bueno, he estado pensando acerca de ello, Bob, y realmente no sé qué pensar. He leído la transcripción de esa conferencia de prensa. Considero que se desenvolvió muy bien para ser un hombre que nunca antes había dado una conferencia de prensa. Empiezo a preguntarme si habrá gato encerrado respecto a los "fármacos existentes" que forman parte de la composición de esa Paxina. Pero eso no tiene sentido. ¿Qué podría ganar con ello? Una conferencia de prensa supone publicidad. La publicidad se hace para vender. Si M&P ha preparado algún tipo de mejunje que nosotros no vamos a dejarles lanzar al mercado, ¿para qué quedar como unos idiotas y dónde está el beneficio? Y si el producto es simplemente inocuo como tantos otros tranquilizantes, ¿para qué todo este alboroto?
    —¿Y qué opinas tú, Ellen? ¿Alguna idea?
    —No, pero no acabo de ver por qué tenemos que preocuparnos tanto por eso, Bob. Nuestra tarea es aprobar o no aprobar fármacos, no historias periodísticas. Cuando tengamos los datos, los estudiaremos. Hasta entonces, esa Paxina no existe, al menos en lo que a mí respecta.
    —Supongo que tienes razón, pero no puedo decir que esto nos ayude mucho. La historia de los periódicos es un hecho en sí misma, y no podemos ignorarla. Desde ayer por la tarde los periodistas me persiguen y, sea lo que sea Paxina, quien está quedando como un idiota soy yo, diciendo que no sé nada al respecto. Bueno, no hay otra elección. Voy a publicar una breve declaración diciendo que no tenemos la menor información por el momento, y que esperamos se nos comunique algo para proceder en consecuencia. ¿De acuerdo, Ellen?
    —No veo por qué habríamos de discernir siendo la estricta verdad, Bob.
    —Especialmente teniendo en cuenta que las cosas son tan claras, Bob. Puedo equivocarme, pero hay algo que me dice que Henry está preparándonos alguna treta. Algo. No veo por qué nuestra dignidad tendría que sufrir si llamamos a Henry, de un modo informal, y le preguntamos cuándo piensa remitirnos los datos. Puedo llamarle yo mismo, si estás de acuerdo, para que tú quedes fuera del asunto.
    —Sí. Buena idea, Charlie. Hazlo. ¿Alguna objeción, Ellen?
    —Ninguna importante. Pero personalmente yo no movería ni un dedo. Aunque ya sé que vosotros no soportáis estar con los brazos cruzados.


    3

    —Bueno, como siempre, tiene usted razón, J. O. Garrison se está muriendo de curiosidad. Ha hecho que Charlie Fodor me llamara en su nombre.
    —¿Qué le ha dicho usted?
    —Que le enviaríamos los datos tan pronto como pudiéramos hacerlo. Ha intentado sacarme más, pero no le he dicho absolutamente nada.
    —Muy bien. Bueno, caballeros, se acerca el momento de la confrontación. Tan sólo tenemos que tomar una nueva y muy pequeña decisión táctica. ¿Les remitimos nuestra fórmula por mensajero y nos reunimos con ellos al día siguiente, o se la entregamos en persona? —He estado pensando en ello, J. O. No me gusta que Garrison y su gente tengan la fórmula mucho tiempo antes de que les veamos. Pueden producirse filtraciones prematuras. Es mejor entregársela en persona.
    —¿Walter?
    —Estoy de acuerdo con Neil, J. O.
    —Muy bien. Yo también pensaba en ello. No me gustaría que se produjeran filtraciones prematuras. Pero no me gusta tampoco presentarme allí como si al entregarle la fórmula le suplicara que la aceptase. Esta es mi decisión: Enviémosle la fórmula —sí, tan sólo la básica— mañana, casi al mediodía, y pidámosle una entrevista entre nosotros tres y él y sus dos ayudantes para las dos de la tarde. Sin estenógrafa ni grabación de ninguna clase, por supuesto. Si pone pegas a la entrevista, propongámosle otra hora, pero cuidando de que no tenga la fórmula en su poder más de tres horas antes de la misma. No le dejemos tiempo para que proteste o haga una contraoferta. ¿Se encargará usted de esto, Neil?
    —Considérelo hecho, J. O.
    —Y, a propósito, ¿cómo ha reaccionado la prensa?
    —Tal como usted esperaba, J. O. Con grandes titulares, pero no tan grandes como para que excedan a nuestros propósitos. Buenos artículos pero no en la primera página, como usted dijo, son unos bastardos muy suspicaces.
    —Estupendo. No necesitamos una publicidad demasiado intensa por ahora. Eso vendrá tras nuestra confrontación con la F.D.A. Estoy esperando con impaciencia la semana próxima.


    4

    —Buenas tardes, doctor Garrison. Doctora Levine. Doctor Fodor. Ya conocen ustedes a Walter Kamp, de nuestro departamento de investigación, y este es nuestro director de relaciones públicas, Neil Silvera.
    —¿Cómo están...? Un relaciones públicas es algo nuevo para ustedes, ¿no es así, señor Henry?
    —Sólo en un sentido formal. Pero ahora que tenemos un producto de gran mercado tenemos intención de entrar en el juego del marketing como todo el mundo. Esta es nuestra postura.
    —Bueno, esta es la impresión que me ha dado su primera conferencia de prensa. Creo que se ha desenvuelto usted muy bien en ella. Pero confío en que no espere seriamente que nosotros aprobemos esa Paxina. Deben tener ustedes otros productos en mente, seguro. Lo que no entiendo, sin embargo, es cómo han montado esa charada pública cuando saben perfectamente bien que no es concebible obtener una licencia para algo como esto. Espero que no estén hablando en serio.
    —Soy yo quien espera que usted no esté hablando en serio, doctor Garrison. Por supuesto que esperamos que conceda su licencia a la Paxina. Es un fármaco de un valor inestimable, sin la menor contraindicación en su uso. Estudie los datos de nuestras experiencias. Dígame qué es lo que no funciona en ellos. Estoy enormemente sorprendido por su actitud. Es arbitraria y anticientífica, un puro prejuicio hacia algo que aún no ha estudiado bien.
    —¡Vamos, señor Henry! Está intentando burlarse de mí, y esto no lo acepto. Ha confeccionado usted una absurda mezcla de tranquilizantes vulgares, estimulantes, antihistamínicos, antidepresivos, antiácidos, analgésicos —¿he olvidado algo más?—, y todo ello rematado con cannabis y heroína, nada menos. Dejando aparte la heroína, sobre la que creo no hace falta hablar, esto no es más que una enorme broma farmacéutica. Una parodia de las autoproclamadas tabletas tranquilizantes de múltiples ingredientes. Excepto que gran parte de esos ingredientes son mutuamente contraindicados, que casi todos ellos sólo pueden ser vendidos bajo receta médica, que el cannabis y la heroína son ilegales, y que el único efecto inmediato de todo esto no puede ser más que una profunda depresión nerviosa. —¿Ha terminado, doctor Garrison? Muy bien. Usted, como todo el mundo, debe saber seguramente que no se puede calificar ningún medicamento compuesto por sus ingredientes. Usted ve los árboles, pero no el bosque. Asume usted que la combinación tendrá el mismo efecto que si uno se fuera tomando todos los ingredientes separadamente. Le creía más agudo. Lo que entra en la Paxina es irrelevante. Lo que vale es la acción combinada de todos sus elementos. No es un simple fármaco, no es la suma de sus distintas partes. Y actúa exactamente como dije que lo hacía en mi conferencia de prensa, con algunos detalles suplementarios que se hallan en los datos que tiene usted en sus manos. Si alguno de nuestros ensayos se revela equivocado, estaremos dispuestos a verificarlo. Pero si usted se toma la molestia de comprobarlos, descubrirá que todos ellos son correctos. Repito, las cosas son como he dicho. Considere sólo los hechos. La Paxina ofrece una oportunidad —a todo el mundo— de practicar un sistema de vida mucho más sereno e intenso, calmado y alerta, sociable y relajado, que actualmente sólo está al alcance de unos pocos afortunados. Si usted retrasa su introducción y comercialización porque no tiene la imaginación suficiente como para concebir que este tipo de fármaco es posible, va a ser usted el hazmerreír de toda la historia, doctor Garrison.
    —Señor Henry, la descripción que acaba de hacerme usted de los maravillosos efectos de la Paxina suena muy similar a la que utilizan los drogadictos cuando hablan del hachís y la heroína. ¿Acaso intenta usted legalizar esas drogas en nombre de la medicina, y todos los demás ingredientes son tan sólo sustancias inertes, como el azúcar?
    —Se lo repito una vez más. La Paxina no es heroína ni cannabis, ni tampoco ningún otro de sus componentes. Es la Paxina, y es única. Si usted duda de sus efectos, le sugiero que la pruebe personalmente. Esto lo convencerá mejor que todas mis palabras.
    —No siento el menor deseo, gracias.
    —Usted se lo pierde, doctor Garrison. ¿Y sus colegas? ¿Doctora Levine? ¿Doctor Fodor?
    —Si el doctor Garrison no tiene ningún inconveniente, me gustaría probar una tableta.
    —¡Bajo su responsabilidad, Ellen!
    —Oh, Bob. Puede que el fármaco del señor Henry no sea comerciable, pero no creo que esté intentando envenenarnos.
    —Estupendo. Gracias por su confianza, doctora Levine. Me tranquiliza saber que usted no piensa en mí como un asesino o un traficante de drogas.
    —La doctora Levine tan sólo bromeaba, señor Henry, y como puede ver no quería ofenderle. Cuando me he referido a que si lo hacía era bajo su responsabilidad yo... Bueno, déjeme preguntarle esto. ¿En qué sentido difieren los efectos de este producto de, digamos, los efectos del hachís o de la heroína? Obviamente la importancia de la dosis es algo fundamental, pero estoy hablando en términos generales.
    —No puedo responderle por mí mismo, especialmente porque nunca he tomado hachís ni heroína, pero quizá el doctor Kamp pueda decir algo al respecto. ¿Walter?
    —Los efectos son esencialmente distintos, doctor Garrison. La Paxina no crea una dependencia pasiva; incita a la actividad. Quizá se pudiera hacer una semejanza más acertada con la euforia, como la que produce el alcohol, aunque de una forma más superficial.
    —¿Y la adicción?
    —Tenemos razones para creer que la Paxina es especialmente adictiva.
    —¡"Especialmente"! ¿Qué entiende usted por esto?
    —Bueno, "adictivo" es un término relativo, doctor Garrison, como sabe usted muy bien. Todos los medicamentos efectivos —en el sentido de que hacen que la gente se sienta mejor, alivian el dolor, facilitan el sueño, o promueven una función benéfica específica—, son en cierto modo adictivos. Su adictividad varía mucho según la gente que los utiliza y en función de sus mismas características. En este sentido, la Paxina es un medicamento específico, uno de los que hace que la gente se sienta mejor, y que hace que la gente sea consciente de que se siente mejor. Así, en este sentido, es adictiva. Pero si está hablando usted de la adicción dura —escalada en la dosificación, síntoma de ausencia de la droga, y todo lo demás—, no, no tenemos la menor evidencia de ello.
    —Doctor Kamp, por favor, no confundamos la adicción física con las generalizaciones acerca de la adicción psicológica. La Paxina contiene heroína, la peor clase de droga fisiológicamente adictiva. Usted proclama que los efectos de la Paxina son únicos, e independientes de los efectos de sus componentes. ¿Están ustedes dispuestos a probar que la heroína pierde su carácter adictivo en esta combinación?
    —Doctor Garrison, no estoy confundiendo nada. El núcleo de la distinción entre adicción fisiológica y psicológica es confuso de por sí. Si usted está preguntándome si la Paxina creará algún nuevo tipo de adictos desesperados con desorbitados ojos vagando por las calles, dispuestos a cualquier cosa por obtener una toma, mi respuesta es rotundamente no. Pero no puedo decir que la Paxina no sea adictiva en absoluto, puesto que lo son todos los sedantes, tranquilizantes o estimulantes. En la medida en que la Paxina responde a una necesidad de la persona que la toma, esta deseará tomarla más y más. y se sentirá inclinada a tomarla siempre. Como el tabaco, por ejemplo. Y algunas personas más que otras. Esto es todo lo que puedo responderle, doctor Garrison.
    —Doctor Kamp, me cuesta dar crédito a la idea de que, tras todas las experiencias que ha realizado con esta mezcla, y sabiendo el tipo de reacción que ha registrado en sus sujetos, no pueda proporcionarme usted ningún dato cuantitativo acerca de su adictividad.
    —No de momento, doctor Garrison. El doctor Kamp tiene montañas de datos acerca de lo que usted califica de su adictividad. No los hemos incluido en el informe que le hemos entregado porque aún no están concluidos. No hay otras correlaciones más que las obvias que le hemos descrito en términos generales. En caso de que usted no comprenda esto, el doctor Kamp puede certificar, amparado en todas sus cualificaciones, que no hay ninguna razón para creer que la Paxina es especialmente adictiva. Usted ha reaccionado demasiado rápidamente a las implicaciones de la palabra "especialmente", equivocando su sentido. Así que...
    —Perdone mi interrupción, señor Henry, pero si "especialmente" no es una cualificación, ¿qué es?
    —Parece insistir, doctor Garrison, en olvidar el hecho de que cualquier medicamento efectivo —o alimento, o hábito de trabajo, o cualquier otro aspecto de comportamiento— es adictivo en uno u otro grado. De esto precisamente querría hablarle, si me permite. Su reacción de convencional horror ante la posibilidad de una adicción es tan poco realista y fuera de sentido que me sorprende, especialmente viniendo de un hombre que tiene la oportunidad de darse cuenta por sí mismo de la estupidez de las leyes sobre el control de medicamentos. Déjeme situarme por un momento en una posición extrema, como un abogado del diablo, y preguntarle: ¿dónde está lo malo de la adicción?
    —¿Está hablando usted en serio, o todo esto es retórica?
    —Estoy hablando en serio, pero también es retórica, porque voy a ser yo quien voy a contestarme a mí mismo. No hay nada malo en la adicción per se. Cuando digo "malo" me refiero en términos sociales, por supuesto. El adicto, y estoy hablando del adicto a una de las drogas más duras, la heroína, no es una amenaza para la sociedad, mientras pueda procurarse su droga y satisfacer su necesidad. Y no hay nada en su adicción que le impida necesariamente realizar alguna función útil a la sociedad. Por regla general perderá su ambición, desde luego, pero este será su problema, no el nuestro. No quiero decir con ello que no tengamos que intentar ayudarle a salir de su adicción, si él lo desea realmente, pero tiene perfecto derecho a hacer con su cuerpo y su personalidad lo que quiera, si ello no causa daño a ninguna otra persona. De acuerdo, el resultado no es atractivo para mí o para usted, pero esto también ocurre con todas las otras formas en que la gente adopta un modo de vida que no es útil a la sociedad. Me atrevería a decir más aún. La falta de vitalidad y de competitividad que es la característica habitual de los drogadictos hace que el mundo sea un lugar más fácil donde vivir el resto de los hombres, me parece, de modo que quizá tendríamos que animar la adicción en algunas áreas. De todos modos, el horror real de la adicción es un subproducto de la ilegalidad, el estigma social, y especialmente el enorme costo de mantener una adicción bajo los términos impuestos a los adictos debido a que los demás no aprueban la forma de vivir elegida por ellos. No la adicción en sí.
    —Puesto que usted insiste en defender esta convencional argumentación liberal, señor Henry, vamos a jugar al mismo juego que usted. Garantizando a todos los hombres el derecho a destruirse a sí mismos con narcóticos, el hecho es que esta adicción no es una condición buscada conscientemente por adultos capaces de tomar una decisión al efecto. La adicción es algo que ocurre a la gente, habitualmente gente joven o personas incapaces de juzgar las consecuencias de lo que están haciendo. Son víctimas, pese a sus hermosas palabras acerca del libre albedrío y de la libertad personal y todo lo demás, y si usted pretende ignorar deliberadamente esto no hace más que expresar las mayores enormidades o un simplismo basado en una falta de experiencia con adictos. Sin embargo, usted dice que está actuando como abogado del diablo, así que deduzco que sabe realmente de qué está hablando.
    —Temo que se esté equivocando de nuevo, doctor Garrison. Creo en lo que he dicho, y estaba hablando de cosas obvias al alcance de cualquiera. Lo que realmente es simplista es su suposición acerca de lo que es deseable para la sociedad. ¿La adicción es algo que le "llega" a la gente? Por supuesto, como la mayor parte de los acontecimientos y situaciones que le ocurren a uno a lo largo de su vida, empezando por las circunstancias de su propio nacimiento. Todo ello son elecciones que debemos tomar sin haberlas deseado en absoluto. Estoy diciendo simplemente que los drogadictos no son necesariamente mucho peores que aquellos de entre nosotros que se envician con el tabaco, o el café, o el alcohol, o el chocolate... al menos en su conjunto. Sin embargo consideramos estas adicciones como algo normal y reconocido de lo que no hay que avergonzarse y que incluso animamos a mantener. Y sus adicciones no son necesariamente peores que las que tenemos el resto de nosotros —usted también, doctor Garrison, y yo mismo— en relación con la persecución del poder y sus consecuencias. O el dinero, o la fama, o la gloria, o el sexo, o cualquier otra que se le ocurra. Pero soy un abogado del diablo muy conservador, y no estoy arguyendo por la adicción a la droga, sino planteando tan sólo el hecho de que no es cualitativamente distinta a, o peor que, cualquier otro tipo de adicción tradicionalmente aceptada. Y que socialmente es algo tan inofensivo como una adicción a los somníferos, a los helados, o a la pesca, excepto por el hecho que nos hemos visto obligados a aceptar lo contrario.
    —Oh, ya basta, señor Henry. Todo esto no tiene sentido. Admito, como usted dice, que la adicción a las drogas es un problema médico, no un problema legal. Pero ciertamente no puedo aceptar su punto de vista respecto a que no es más nociva que la adición al café, al té o al tabaco. ¿Qué está usted vendiendo... y por qué? ¿Qué tiene que ver todo esto con el precio de los huevos, o mejor con la Paxina? ¿Es esta una retorcida forma de reconocer que la Paxina es adictiva, aunque no "especialmente", y que no vale la pena hablar de ello?
    —No, y sí. La Paxina no es especialmente adictiva —independientemente de lo que quiera usted entender en la palabra "especialmente"—, pero aunque lo fuera no tendría la menor importancia. En lo que a usted concierne, con su responsabilidad de aceptar los nuevos fármacos, tiene dos alternativas, que en el fondo darán el mismo resultado, sea adictiva o no. Una, puede usted permitir su venta libre. Millones de personas se verán entonces libres de tensiones, ansiedad, depresión y agresividad. Si algunos de ellos cayeran en lo que usted llama un cierto grado de adicción —no, si todos ellos cayeran en él—, ¿qué importancia tendría? La Paxina será accesible a todo el mundo y barata... y los verdaderos efectos de la adicción, los efectos colaterales causados por la ilegalidad, el contrabando, los precios altos y todo eso, no tendrán razón de ser. Ningún inconveniente, insisto. O dos: usted no permite su venta. ¿Qué ocurrirá entonces? Podemos legalizarla y fabricarla en otros países, o alguien puede hallar el medio de fabricarla ilegalmente aquí. En ambos casos será distribuida por los mismos canales que el contrabando de narcóticos. Todos sabemos lo que ocurrirá: precios altos, asesinatos, robos para conseguir una toma; la habitual combinación de violencia, degradación y corrupción a que han dado lugar las drogas duras. El hecho es que de todos modos estará dentro de un tiempo en circulación, pero en lugar de traer una enorme carga de serenidad social, paz y felicidad públicas, arrastrará tras ella el crimen y la destrucción. ¿Es eso lo que quiere? No puedo imaginarlo, doctor Garrison. La Paxina no es la heroína, repito, pero su uso legal conducirá a la eliminación del criminal culto a la droga y a la introducción de la salud en toda nuestra área. En cambio, si es prohibida, en aras de unas reglas administrativas carentes de imaginación... en este caso su adictividad será estimulada en alto grado por el obvio efecto psicológico de su cualidad de fruto prohibido.
    —Señor Henry, toda su argumentación me sorprende. Esta arguyendo sobre aceptar la venta libre de la Paxina como si fuera adictiva, mientras dice al mismo tiempo que realmente no lo es, "especialmente". ¿Acaso está intentando desviar nuestra conversación del hecho de que en realidad es mucho más adictiva de lo que usted proclama?
    —Doctor Fodor, mi respuesta va a sorprenderle. Así es... en un cierto sentido. No tengo ninguna razón para creer que sea más adictiva que, digamos, los barbitúricos, pero en algunos casos es posible. De todos modos insertaremos en forma clara y sin ambigüedades un aviso sobre la posible dependencia a ella en todos los estuches. Pero lo que estoy intentando mostrarle es cómo puede usted realizar un indiscutible servicio público y al mismo tiempo no comprometerse. Estoy intentando mostrárselo, no explicárselo con todo detalle. El área de la adictividad, en su conjunto, es conjetural. Quiero mostrarle que no debe caer en la trampa de asumir que es a la vez más tangible o más nociva de lo que es en realidad. Le estoy ofreciendo una oportunidad sin precedentes... la de dar el visto bueno a un producto que presenta todas las características deseables de los denominados narcóticos adictivos, sin los deplorables efectos sociales colaterales concomitantes a ellos.
    —Charlie, creo que ya hemos oído suficiente sobre esto. A menos que el señor Henry o el doctor Kamp tengan alguna otra cosa que decir sobre la adictividad, pasemos a otras cuestiones. ¿De acuerdo?... Ahora, caballeros, me gustaría saber: ¿no hay otros efectos secundarios en la Paxina? Ustedes no mencionan ninguno en su informe, y proclaman en voz alta su ausencia de contraindicaciones. ¿Es esto absoluto, o hay algún otro "no especialmente" en ello?
    —Nada en absoluto, doctor Garrison. Tan sólo que algunas personas mueren tras haber tomado la Paxina, aunque no a causa de la Paxina. Es un efecto interesante.
    —Un momento. ¿He oído correctamente? ¿Dice usted que algunas personas mueren tras tomarla?
    —Sí. Como he dicho, es un efecto interesante.
    —¿Habla usted en serio, o está intentando tomarnos el pelo? Le advierto que, si es una broma, no tiene la menor gracia, señor Henry.
    —No veo razón para que le haga gracia. Esto es completamente serio. Hemos observado durante el transcurso de nuestras experiencias que un pequeño pero estadísticamente significativo número de personas morían poco después de haber usado la Paxina, más de los que podría esperarse en un grupo de control. Lo hemos considerado interesante, y lo hemos estudiado también superficialmente.
    —Un momento, un momento. No puedo seguirle, señor Henry. Está usted sentado aquí, con rostro impasible, diciéndome que su nuevo producto mata a la gente... y que desea la licencia para venderlo sin receta. No lo encuentro divertido. Quizá no tenga el privilegio de ver lo valiosa que puede ser la Paxina en la eutanasia, o el control de población, o algo así. Supongo que estos datos están también en el informe que nos ha hecho llegar, junto con todo lo demás que me ha dicho. Si habla usted en serio, lo cual dudo, ¿qué, en nombre de Dios, lo ha animado a usted y a su gente a perder su tiempo y su dinero en ese loco asunto? Si todo esto no es una broma de mal gusto, ¿qué diablos es?
    —Doctor Garrison, no me ha escuchado usted atentamente. Por supuesto que estos datos no están en el material que le hemos sometido. He dicho que se habían registrado un número de muertes estadísticamente significativas entre los usuarios de la Paxina, pero he dicho también que ninguno de ellos había muerto a causa de la Paxina. No existe la menor evidencia de cualquier tipo de relación causa-efecto. También hay datos concernientes a que los sujetos que toman la Paxina se visten mejor después de ello, y aprecian más lo que comen, mientras que otros... bueno, ya se lo he dicho... pero tampoco lo hemos incluido, sencillamente porque es algo secundario. Nadie ha muerto por tomar la Paxina. Pero una parte de los que tomaron la Paxina murieron... lo cual no es lo mismo. —¿No? ¿Cómo puede estar usted seguro de ello? Una correlación estadística es evidencia prima facie.
    —Por supuesto, pero ¿de qué? En este caso, tan sólo de que un previsible número de personas mueren tras usar este producto. Puedo mostrarle estadísticas semejantes mostrando que muere más gente que se traslada de una a otra ciudad que la que no se mueve en absoluto... y que el suponer que esas muertes se producen precisamente porque se trasladan es el más tortuoso de los razonamientos. ¿Se atrevería usted a prohibir los traslados de una a otra ciudad alegando razones médicas? En nuestro caso, ni siquiera ha preguntado usted de qué habían muerto nuestros sujetos. Déjemelo decírselo de todos modos. Murieron exactamente de las mismas causas que puede morir cualquier otro grupo de gente elegido al azar, sólo que en mayor número. La misma proporción de infartos, de cáncer, de suicidios, de accidentes, de todo. No hay ninguna relación de causa a efecto en ello.
    —¿Cuál es el orden de magnitud, el porcentaje de incremento en las muertes?
    —Walter, supongo que es su turno de hablar.
    —Sí. Aproximadamente de un 12 por ciento, doctor Garrison.
    —Que imagino se incrementará. Si tiene ustedes un 12 por ciento en el período examinado —más o menos un año, ¿no?—, ¿acaso no se acumulará enormemente luego, digamos dentro de cinco o diez años? Recuerden el principio del interés compuesto.
    —No, doctor Garrison, se equivoca de nuevo. Si fuera así, tendríamos dentro de muy poco una drástica reducción de la población. La cifra es válida únicamente, para aquellos que toman la Paxina, durante los cinco primeros meses. Una vez pasado este período, se vuelve exactamente a la misma mortalidad que antes en los grupos de control. Esto no es una suposición. Son cifras comprobadas. Estadísticamente. Esto quiere decir que a los riesgos de muerte de cualquier individuo durante un período de cinco meses en particular —que es condenadamente pequeño excepto para algunos grupos obvios, como soldados en batalla, o enfermos crónicos, o personas realmente muy viejas— hay que añadirle un 12 por ciento. ¿Y qué? Nuestras pruebas, incidentalmente, incluyen también algunos de esos grupos especiales, con el mismo resultado: un 12 por ciento de aumento neto. Pero si usted compara este realmente pequeño incremento en el riesgo —más pequeño que el incremento de riesgo de muerte que asume automáticamente usted cuando emprende un viaje de mil kilómetros o cualquier otra cosa semejante— con el enorme incremento de la calidad de la vida que ofrece la Paxina, todo esto se convierte en algo desechable. Entre nosotros, este incremento es mucho más espectacular entre aquellos grupos con alto riesgo, especialmente entre aquellos cuyos riesgos de muerte son grandes y lo saben. En la mayoría de los casos, esto hace que su conocimiento sea soportable, y viven plenamente sus últimos meses o sus últimos años.
    —Walter, ¿puedo añadir algo aquí? Yo no soy un científico, doctor Garrison, tan sólo un relaciones públicas, así que estoy acostumbrado a sufrir por ello la suspicacia de los científicos. Pero imagino que se sentirá usted tan impresionado como me sentí yo cuando supe algo que Walter no ha querido mencionar. Es esto: un número bastante elevado de nuestra propia gente que ha intervenido en nuestro proyecto de la Paxina han querido probar ellos mismos el producto. Cuando supieron este detalle del 12 por ciento, ninguno de ellos dejó de tomar la Paxina. ¡Ninguno de ellos!
    —Muy interesante, señor Silvera, en efecto. Puedo comprender el eje de su entusiasmo ante todo lo que cuentan ustedes, pero creo que todas las observaciones subjetivas, incluida la que ha hecho el doctor Kamp referente a la "calidad de la vida" de aquellos que esperan morir, son irrelevantes. Le ruego que no pida disculpas por su intervención, señor Silvera. En lo que a mí respecta, todos ustedes, los tres, son unos perfectos hombres de relaciones públicas... Señor Henry, me gustaría saber cuántos de sus colaboradores han tomado la Praxina, cuáles eran sus funciones en la experiencia, y si han sido incluidos en las estadísticas.
    —No fueron incluidos en nuestras cifras y no fueron involucrados con la experiencia. Pero parece que usted duda de lo que han dicho Walter y Neil. Esto nos lleva a algunas cuestiones fundamentales, que me gustaría plantear.
    —¿Como cuáles?
    —Usted ha parecido automáticamente impresionado cuando he dicho que la Paxina creaba a corto término un aumento en el índice de mortalidad de sus usuarios. En cambio ha parecido más bien apagado cuando el doctor Kamp ha dejado bien claro que la diferencia absoluta era tan mínima, que puedo asegurarle que ninguna compañía de seguros modificará sus condiciones para los usuarios de la Paxina, salvo quizá si se trata de una póliza a muy corto plazo. Incidentalmente, le diré que esta no es tan sólo nuestra opinión... lo hemos consultado. Nuestra propia compañía de seguros está de acuerdo con nosotros en que a largo término la Paxina reducirá probablemente los índices de mortalidad entre sus usuarios —esto es algo de puro sentido común—, aunque obviamente no podamos hacer más que especular al respecto por el momento. Pero aunque no podamos probarlo —y puedo ver que usted está a punto de decirme que dentro de x años de utilización de la Paxina puede producirse otro período de alta mortalidad—, no debemos ignorar que las compañías de seguros estarán dispuestas a correr ese riesgo, lo cual demuestra que por los datos obtenidos están razonablemente seguros de que no va a producirse ningún otro período de incremento de la mortalidad. ¿De acuerdo?
    —Un minuto, señor Henry, antes de entrar en lo que usted llama cuestiones fundamentales. Déjeme decirle una cosa que yo creo que es fundamental. Usted proclama, incluso garantiza, que no existe ninguna relación de causa a efecto entre la Paxina y el 12 por ciento de incremento de mortalidad en los cinco primeros meses. Sin embargo, debe admitir usted que esto es una innegable conexión. No muy clara, como la Paxina incrementando los casos de leucemia o de suicidio, pero cuantitativamente una relación definida pese a todo. Existe una razón, y no puedo aceptar que los efectos secundarios requieran necesariamente una lógica tortuosa. ¿Cuál es, o cuál cree usted que es? ¿Doctor Kamp?
    —Hemos consultado a un gran número de personas, doctor Garrison, y esto nos ha costado mucho dinero; no sólo físicos, psicólogos y psiquiatras, sino también sociólogos, psicoanalistas y cualquier otra persona de mente lúcida en la que tengamos confianza. Doctor Garrison, tenemos el consenso de todos ellos con respecto a lo que ha dicho el señor Henry acerca del descenso de la mortalidad a largo término... El uso de la Paxina creen —como creemos todos nosotros—, alivia un conjunto de tensiones artificiales, derivadas de las condiciones sociales, de la forma en que vivimos. Esas tensiones, aunque actúan a largo término acelerando la deteriorización psicológica y mental, tienden a inhibir a corto término la caída de las funciones, conteniendo algunos procesos entrópicos naturales. Dicho de otro modo, suprimir esas tensiones equivale a eliminar esta protección a corto término. O si lo prefiere, digamos que existe un cierto número de individuos, representados por este 12 por ciento de incremento, que están realmente condenados a morir por cualquier otra causa, y a quienes esas tensiones mantienen sin embargo en vida. Esto, a fin de cuentas, es un sofisticado consenso especulativo en un fascinante e importante campo, que merecería un sistemático estudio: por qué alguna gente muere y otra no, si las condiciones objetivas parecen ser las mismas. Si nuestra hipótesis es cierta, y creo que lo es, según nuestras pruebas experimentales, el efecto de la Paxina es, precisamente, virtualmente opuesto al de todos los demás productos, y de un modo fundamentalmente absoluto.
    —¿Cómo puede ser eso? Usted afirma que la Paxina representa la combinación de casi lo mejor que ha sido desarrollado en fármacos que actúan sobre los estados emotivos y psicológicos. ¿Cómo su efecto puede ser opuesto"?
    —Pues así es. Virtualmente los demás fármacos alteran algunos de los procesos psicológicos naturales. La Paxina, creemos, tiende a restaurar el organismo humano a un equilibrio entre las fuerzas internas que extienden e intensifican la vida y los procesos degenerativos que conducen a la muerte. En otras palabras, es un fármaco que hace que la gente vuelva a un estado más natural, compatible con las limitaciones de las exigencias sociales. Usted podría llamar a eso una droga antidroga, y no estaría muy lejos de la verdad, especialmente si tiene en cuenta los antinaturales y "drogantes" efectos de las presiones sociales. Creemos que esto ofrece una perspectiva enormemente excitante... una droga que podría conducir a la especie humana a su estado natural en el mejor sentido de la palabra. No la barbarie, ni tampoco el enaltecimiento de las ventajas del progreso tecnológico y científico, ambos "innaturales". Un mundo de paz y armonía, donde las fundamentales capacidades humanas de excitación y emoción...
    —¡Por el amor de Dios, doctor Kamp! ¡Deje de pasearse por las nubes! Tanto usted como el señor Henry han hecho hincapié en que la Paxina se caracterizaba por dos efectos: hacía que la gente se sintiera "mejor", desde muchos puntos de vista, y no había ninguna contraindicación a su uso. Luego ha empezado a surgir de sus palabras que, pese a la irrelevancia de la presencia de heroína en su mezcla, podía ser altamente adictiva, y ahora resulta que trae consigo un considerable factor de mortalidad a corto término. ¡Ahora, por favor! Comprendo su entusiasmo por las posibilidades que ofrece ese fármaco en el futuro, pero insisto en que volvamos de nuevo a la cuestión de si el 12 por ciento de incremento de mortalidad que causa —de acuerdo, que aparece, si lo prefiere así— es suficiente o no para prohibir su uso. Han formulado ustedes vagas especulaciones acerca de la razón de tal incremento —y eso es todo, porque no han citado en ningún momento cuántos grandes nombres pueden situar a su lado para corroborarlo—, y esto no es suficiente. Sus propias estadísticas están en contra suya, a menos que ustedes puedan señalar, y probar, que existe algún beneficio social que contrarreste dicho incremento de mortalidad, y lo hagan tan claramente que no tan sólo nosotros, burócratas, podamos aceptarlo, sino también todo el mundo.
    —Doctor Garrison, esto es exactamente lo que el doctor Kamp intentaba hacer. Su entusiasmo no era simplemente teórico, como piensa usted. Él, y todos nosotros, somos mucho más que optimistas acerca de las posibilidades sociales de dicho producto. El punto que intentamos clarificar no es una contradicción a nuestra cautelosa declaración a la prensa. No exigimos más de lo que le estamos diciendo. Pero estamos ansiosos de probar, y podemos hacerlo, que lo que decimos puede convertirse en realidad. Y esto solamente puede probarse si se permite la libre distribución de la Paxina, no realizando pruebas y ensayos, por amplios que éstos sean. El punto principal de nuestra retórica es que sus posibilidades son tan importantes que justifican un trivial incremento temporal de la mortalidad. Mi opinión personal acerca de ese 12 por ciento, que le ruego acepte con respeto a ella, va mucho más allá que la del doctor Kamp. Creo que la muerte de esta gente es deseable, desde la moralidad de los procesos biológicos naturales, y este tipo de moralidad natural que está volviendo a nosotros a medida que nuestras especies se deterioran. Menciono esto tan sólo para recordarle que la aceptación pública de este pequeño riesgo puede minimizar hasta grados ínfimos el problema que tanto lo atemoriza. De toda esa conmoción pública acerca de la ecología, el medio ambiente y todo lo demás, lo más importante es la creciente realización, vaga pero cada vez más extendida, de que el precio real de tener un mundo donde se pueda vivir es hacer desaparecer a un cierto número de gente para quienes es difícil o incluso imposible vivir en comunidad. Hasta ahora se ha enfatizado tan sólo en el control de natalidad y en la guerra, pero iremos cada vez más lejos a medida que nos vayamos desarrollando, créame. Ahora tenemos la oportunidad de dar un gran paso adelante en esta dirección, y puedo afirmar que la gente está preparada para aceptarlo.
    —¿Con qué evidencia, señor Henry?
    —Por todo lo que veo a mi alrededor, doctor Garrison, y usted también puede ver. ¿Vamos a dejarla pasar de largo? Quizá la cultura de la droga fue tan floreciente debido a gente como usted. Nuestro pequeño match de boxeo con nuestra propia sombra acerca de la adicción ha sido de poca importancia comparado con la actitud general de liberación, de despreocupación por las consecuencias, que refleja. Es una ironía histórica que esta gran oleada de temeridad social esté arrollándose en una época en todo lo que concierne a la seguridad pública —alimentos seguros, coches seguros, aire y agua seguros, todo seguro— es mucho más falso que antes. Pero los chicos que saben que arriesgan sus vidas tomando casi cualquier tipo de droga que se les ofrece no son una cultura separada de la nuestra; están haciendo lo mismo que hacen sus mayores, sólo que por diferentes caminos. Todos aceptamos un ridículo alto nivel de riesgo en nuestras vidas cotidianas, no porque sea inevitable, sino debido a que en nuestra moderna versión del fatalismo social sabemos que debemos aceptarlo. Y esto no es ignorancia. ¿Quién no sabe realmente cuán peligroso es fumar? Y sin embargo fumamos. Sabemos que un gran número de alimentos comunes son enormemente destructivos; y sin embargo seguimos comiéndolos y bebiéndolos. Lo mismo es aplicable a la mitad de las rutinas aceptadas de nuestra vida. Podemos ver esto muy claramente en la indiferencia con que contemplamos a masas de gentes muriendo por múltiples causas, no solamente debidas a las atrocidades de la guerra. La gente espera esto, y no le da la menor importancia. Este cambio es tan sólo un asunto de aumento en el grado de insensibilidad. Algunos de nosotros atribuyen esto a la invención de la bomba, algunos a los progresos de la tecnología en general, algunos a los desarrollos políticos de largo alcance, y otros creen que las especies se hallan en las postrimerías de un gran proceso biológico que conducirá a nuestra eliminación. Quizá todos estemos metidos en eso, no lo sé. Pero el fenómeno es real, y usted lo conoce.
    —Déjeme decirle algo. ¿Qué hay acerca de eso de la aceptación de los riesgos del producto? Hay mucha gente, debo admitirlo, que desearía poder disponer de un mercado que le ofreciera una droga que le garantizara matarlo en cinco años si con ello lo arrancaba de este entorno, pero este no es nuestro problema. Nosotros somos gente responsable, y somos responsables de otra gente responsable. ¿Dónde está este fatalismo, alienación, insensibilidad, o como quiera llamarlo, que debe acompañar a nuestra decisión? ¿Cree que podemos afrontarla tranquilamente?
    —En absoluto. Pero la cuestión es que esto nos afecta a todos nosotros. Puede llamarlo si lo desea un reforzamiento instintivo del enunciado concerniente al control de población tal como nosotros lo concebimos. Nos afecta hasta tal punto que lo deploramos, pero saberlo y no luchar es demasiado duro. Tome el presente caso. Usted puede permanecer indiferente con respecto a la protección de los consumidores si da vía libre a la Paxina, con tal de publicar el hecho de ese 12 por ciento de incremento. Pero aunque lo haga, no será sincero. Esta es la diferencia que crea el nuevo ambiente, tendente cada vez más a la inactividad. Usted lo sabe. Esto no hubiera sido posible hace cinco años, pero ahora sí. Y usted no puede usar esta información que le hemos proporcionado, porque no ha sido registrada ni grabada y no tiene ninguna relación de causa a efecto. El hecho de que nuestros ensayos acerca del aumento de mortalidad se hayan prolongado más de lo normal es algo fuera de lo corriente, y el que hayamos gastado tiempo y dinero buscando correlaciones es casi único. Usted sabe tan bien como yo que la mayor parte de los medicamentos "seguros" —los de uso común, no los tratamientos en casos extremos— ocasionan más incrementos en la mortalidad que la Paxina, pero no tiene ningún problema con ellos porque no se han realizado estudios al respecto y la cuestión no ha sido evidenciada. Usted sabe que esto es completamente cierto. La razón de que hayamos ido tan lejos es que no queremos que se creen prejuicios respecto a un fármaco tan importante como la Paxina aduciendo cualquier razón que permita sospechar que no hemos estudiado a fondo todos los efectos concomitantes. Teniendo en cuenta la cantidad de medicamentos más comprometidos que el nuestro a los que se ha dado vía libre sin desarrollar los complicados estudios que hemos realizado nosotros, ni las amplias pruebas y ensayos, no puede usted denegar su autorización a la Paxina y convertirla en una droga ilegal. Se halla usted en una encrucijada, doctor Garrison. Le encarezco que no se equivoque al elegir su camino.
    —¿Es eso todo, señor Henry?


    * Aquí son necesarias algunas explicaciones. En primer lugar, en caso de que ustedes aún se lo pregunten, todo el tinglado montado por McCallum & Parker y presentado por su presidente Henry y su doctor Kamp es un fraude. La Paxina es un fraude. Los datos estadísticos presentados son inventados. Los argumentos erigidos sobre las bases de esos datos no son tan sólo interpretaciones exageradamente favorables sino también abstractos sofismas.

    Ítem: No se ha realizado ninguna prueba formal en torno a la Paxina. Han sido usadas otras drogas de efectos conocidos, con los acostumbrados «controles» y placebos. El hecho de que estas pruebas hayan sido rigurosamente «secretas» ha permitido que a Henry, Kamp y un corto número de colaboradores les haya sido fácil dar la apariencia de datos serios y cuidadosamente revisados a las cifras presentadas. Podría parecer sorprendente que tal superchería pueda pasar por el tamiz de los procedimientos de control administrativo. Pero es más sorprendente aún el que un grupo de reputados científicos —doce personas en este caso— se hayan hecho cómplices de tal fraude. (La fe en las instituciones es profunda). Ciertamente esta posibilidad ni siquiera se les ha ocurrido a Garrison y a sus colegas. Garrison ha sospechado una cierta cantidad de partidismo a la hora de presentar las cosas, como parte del previsible núcleo de trapacerías inherentes a la promoción de un nuevo producto por parte de una libre empresa, y se ha mostrado obviamente escéptico con respecto a las interpretaciones ofrecidas por Henry y Kamp. ¿Pero ha imaginado en algún momento que todo ello no era más que una gigantesca superchería? Es difícil creerlo. Con lo cual se hace evidente las facilidades que han tenido los hombres de M&P para montar su escenario. Es tan difícil para la mayor parte de la gente imaginar la posibilidad de que un amplio grupo de «profesionales» o «dirigentes» respetables puedan actuar así, que de este modo les es tremendamente fácil, a los gobiernos, por ejemplo, que se acepten los espectaculares fraudes y mentiras a los que recurren para explicar sus acciones. Pero este es otro tema, al menos en apariencia.

    Ítem: El sarcástico comentario de Garrison acerca de que los múltiples ingredientes de la Paxina tal vez fueran un nuevo disfraz para poner en circulación un tipo de heroína de baja concentración no ha ido muy desencaminado. Sin embargo en ningún momento se le ha ocurrido pensar que su comentario no era más que una verdad literal. La oratoria de Kamp con respecto a la adicción y las cautelosas observaciones de Henry acerca de una «posible» fuerte adicción eran tan sólo unos preliminares pasos defensivos —los primeros que anticiparon— con el único objeto de extender el uso de la Paxina hasta que la adicción estuviera lo suficientemente arraigada como para que se estableciera de una forma sólida.

    Ítem: Todas las maravillosas cualidades atribuidas a la Paxina —la «positiva» sensación de bienestar, los efectos tranquilizantes, la eliminación de la agresividad subjetiva, etc.— son cosa común entre los usuarios de narcóticos. Pero todo ello se halla en el contexto, ¿no? Glosando temas como la adicción, la dependencia, y la eventual deteriorización física, Henry ha sabido darle el tono preciso. El frecuente uso de distintas variantes de la palabra «natural», utilizadas por él y Kamp para describir la calidad de vida que introducirá de nuevo la Paxina en sus usuarios, es realmente irónica. Hay implícita una correlación entre lo natural y el «dejar hacer», en el sentido de que ambas cosas son deseables. Desde que el más conspicuo stress de la vida moderna es asociado con sus más conspicuamente «innaturales» actividades, la lógica conclusión es huir de todo ello. Identificando el uso de drogas duras con un determinado retorno a la naturaleza, se ejemplifica el viejo axioma de que ninguna proposición es valerosamente defendida y plausiblemente mantenida a menos que tenga una mínima oportunidad de ser aceptada.

    Ítem: El 12 por ciento de incremento de la mortalidad es también una invención, pero importante para sus creadores. Le hayan dicho a Garrison lo que le hayan dicho, saben que la cosa va a trascender. De hecho, quieren que trascienda. Es esencial, piensan, que exista un modesto, pero no despreciable, elemento de riesgo que incite a la gente a tomar la Paxina, a fin de establecer un clima favorable a la adicción masiva. Y dando publicidad al riesgo se aseguran una importante protección para cuando la adicción a la Paxina esté lo suficientemente arraigada como para revelar que el índice de mortalidad es mucho más importante que lo indicado. Puesto que este, por supuesto, es su principal objetivo. Y esto nos conduce a...

    Ítem: Sus motivaciones. Henry es un fanático del control de la población, y ha reclutado a su alrededor a un grupo de hombres que comparten sus ideales. (Este grupo incluye a Kamp, por supuesto, pero no a Silvera, que está de acuerdo en líneas generales con la política del grupo, pero que no sabe nada de la total falsedad de los ensayos ni de lo que hay realmente involucrado en todo ello). Ha dado a entender mucho de su fanatismo en sus peroratas con Garrison, pero sólo a la manera de un hombre que utiliza cualquier argumento que halle a su alcance para que le ayude a defender su causa, que en este caso es presumiblemente promover un producto que va a dar muchos beneficios. (Henry no es el primero, y no será tampoco el último, en camuflar un interés principal bajo otro aparentemente más mezquino). Mucha parte de su argumentación es sincera, a buen seguro, como cuando intenta persuadir a Garrison del grado en que la gente está dispuesta a aceptar riesgos irrazonables, pero ha cuidado el ocultar meticulosamente, a pesar de las pistas que ha ido dejando en passant, el auténtico propósito de la Paxina. Matar a gente, tanta como sea posible.

    Las causas de las muertes serán variadas, consistentemente con sus tablas de mortalidad general exhibidas en su imaginario «incremento de la mortalidad». Los accidentes tendrán el número uno, seguidos por las sobredosis, suicidios, parálisis respiratorias, etc. Desde el punto de vista de Henry, aquellos que se dejen convertir en adictos a la Paxina serán elementos inútiles para la sociedad, virtualmente por definición. El esquema bajo el cual actuará la Paxina será también aquí el mismo que el de las drogas duras en general: dependencia, adicción, tolerancia, alienación, degradación, y eventualmente muerte (muerte «natural», como diría Kamp).

    Henry y sus colegas no vacilan en asumir una infalibilidad moral y práctica, y actuar de acuerdo con ella. Quizá esto no sea más que una extensión lógica de lo que están haciendo los tecnólogos, sin fanfarria, y sin mayor autoridad que el printout de una computadora... cuyo pecado original fue programado por otros técnicos, ofreciendo alternativas distorsionadas a retorcidas versiones de otros problemas.

    A su modo, Henry está siguiendo los senderos de la utopía. Contempla un mundo que él y sus semejantes van a acondicionar, dejando que sus usuarios (los de la Paxina y sus sucesores) hagan el trabajo, corran los riesgos, y dejen su lugar a otros cuando ya no sean productivos. Un tal desprecio hacia la especie humana no es incompatible con un espíritu de rectitud. La mayor parte de los mercaderes desprecian a sus clientes, principalmente los mercaderes de las muchas y variadas ramas de la felicidad.

    Finalmente, ¿aprobará la F.D.A. este esquema? Probablemente sí lo hará, aunque con rodeos, con precauciones, como suelen hacer habitualmente los burócratas para disimular sus capitulaciones. Pero esto no inquietará a Henry y a sus amigos; lo único que ellos quieren es meter un pie en la puerta.


    IX


    1

    Washington, 12 de mayo. — Miembros del Comité Mixto del Congreso para la Seguridad Pública van a reunirse mañana en una sesión a puerta cerrada para oír el testimonio de los representantes de la United Foods Corporation con respecto a los aditivos para alimentos.

    La sesión a puerta cerrada, sin precedentes en la breve vida del Comité, ha sido decidida a petición de los dirigentes de la UFC. El senador Alexander Corcoran, presidente del Comité, ha dicho en una declaración a la prensa que la concesión había sido hecha «en el interés de conseguir un libre intercambio de información entre el Comité y los expertos de la compañía que habían acudido a informar». Ha añadido que «ningún extremo de la sustancia de los testimonios facilitados por los informadores de la compañía que puedan ser de interés público será mantenido en silencio», pero que los «secretos comerciales legítimos» de la compañía iban a ser respetados.

    La decisión del Comité de permitir una sesión a puerta cerrada representa un compromiso que apunta a evitar una confrontación legal, según algunos observadores bien informados del Congreso. Los abogados de la compañía han dado la noticia de que los informadores de la UFC se negarán a testificar acerca de productos que no se hallen en comercialización, y no presentarán ninguna opinión acerca de «intangibles» planes futuros que involucren productos, su distribución y sus efectos.

    La principal cuestión a debatir, se rumorea, es la de la relativa seguridad de un nuevo conservante para alimentos que la compañía está planeando introducir en el mercado este otoño. La historia acerca del producto aparecerá en el próximo número del Digest of the Month, bajo el título de: «¡El milagroso ingrediente que mantiene perpetuamente frescos los alimentos!» 2

    —Senador, aún no hemos pensado ningún nombre para él. De momento lo llamamos Fórmula 30.
    —Esto vale. ¿Pero qué es lo que hace? ¿Y de qué se compone?
    —De un buen número de cosas, senador, que no creo que valga la pena enumerar. De todos modos tengo aquí la lista, para que usted y sus colaboradores puedan examinarla, pero quisiera recordar al Comité nuestro acuerdo acerca de la protección de los secretos comerciales. Tenemos en trámite la patente, por supuesto, pero si la fórmula cayera en manos de un competidor este probablemente desarrollaría en unos pocos meses un producto similar al nuestro. Esto sería para nosotros una desafortunada, desleal y perjudicial eventualidad, como le dije ayer.
    —Señor Anderson, nuestro comité fue explícito al respecto, y creo que no es necesario reafirmar nuestro acuerdo. Volvamos al asunto, por favor. ¿Puede describirnos cómo actúa su Fórmula 30?
    —Desde luego. O mejor déjeme explicarle qué es lo que no hace. Usada en las proporciones convenientes, que por supuesto varían según los alimentos a tratar, impide el desarrollo de las bacterias, hongos, fermentos, mohos y cualquier otro contaminante biológico, la oxidación, y otros procesos de descomposición durante lo que se podría calificar como un período indefinido. Con ello quiero decir que desconocemos cuál es realmente el tiempo límite de su efectividad. No es tan sólo otro "conservante" de alimentos. Es un fijativo.
    —¿Preserva cualquier tipo de alimento?
    —Casi todos. En general, tiene que ser incluido en la solución o mezcla en la que estos son cocidos. Protege también algunos alimentos crudos, pero no demasiados. Su principal aplicación, creemos, será en las carnes y pescados cocinados o parcialmente cocinados, en el pan y demás artículos de pastelería, en los productos lácteos y en algunos otros tipos similares de alimentos. Podría enumerarle más, pero he mencionado únicamente los principales.
    —¿Cómo actúa? ¿Los alimentos cocinados se conservan bien en sus envases, sin necesidad de añadirles ningún otro conservante?
    —Sí, pero no después de que se abra el envase. Con este fijativo pueden conservarse mucho más tiempo de lo habitual hasta ahora, sin necesidad de mantenerlos en frío, o con una moderada refrigeración, según la cantidad de fórmula que se use.
    —¿Mejor que si se deshidrataran?
    —Mucho mejor. La deshidratación de los alimentos es efectiva, pero su aplicación es muy limitada, y por supuesto las carnes y los pescados, una vez invertido el proceso, siempre quedan secos, lo cual a veces no es agradable. La Fórmula 30 no afecta en absoluto al sabor. El alimento sabe tan bien o tan mal como antes de haber sido preparado.
    —¿Puede usarse en el hogar?
    —Es posible, pero no por el momento. El proceso es aún demasiado complicado como para que uno pueda efectuarlo en la cocina de su casa.
    —¿Y qué ocurre con el pan y la leche?
    —Impide que el pan enmohezca. Impide que los derivados lácteos se alteren.
    —¿Incluso sin refrigeración?
    —Sí y no. Depende de la cantidad que se use, al igual que con la carne y el pescado. No sabemos aún cuánta gente estará dispuesta a pagar por una leche que pueda conservar fuera del frigorífico, o cuánta que prefiera leche que simplemente se le conserve bien en él. Estamos estudiando el asunto.
    —¿De qué modo?
    —Con un sondeo de mercado, senador. Planeamos sugerir diversos niveles de fijativo para distintos productos lácteos, y proponer para algunos de ellos dos, o incluso tres, niveles de calidad de conservación. Nuestra opinión general es que la gente que tiene un frigorífico de buena capacidad elegirá usar productos lácteos normales, mientras que los enteramente conservados serán preferidos en áreas pobres, donde los frigoríficos existentes son pequeños o inadecuados. Es simplemente un factor de comercialización, senador.
    —Entiendo. ¿Y qué ocurre con lo que usted ha mencionado como otros alimentos?
    —Lo que nosotros llamamos alimentos varios. Jarabes, jaleas, mermeladas, salsas de tomate, sopas en lata. Para nuestros propósitos, cualquier otro alimento elaborado que esté sujeto a deterioro. La Fórmula 30 extenderá su vida hasta el momento en que sean abiertos sus envases. Esto, por supuesto, abre otro nuevo pequeño mercado.
    —¿Y con respecto a las frutas y verduras? ¿Y lo que me parece más importante, los cereales?
    —Estamos trabajando con buenos resultados con las frutas y verduras en conserva, y también con algunas frescas, y esperamos que esto sea otro pequeño mercado, senador. Los cereales no tratados presentan un problema especial. Estamos trabajando en una fórmula relacionada con la 30 que creemos podrá ofrecer el mismo tipo de protección a los cereales, así como a determinados tipos de productos no cocinados, pero por el momento aún no está a punto... No ha mencionado usted los huevos. La fórmula funciona estupendamente allá donde los huevos forman parte de la mezcla —como en flanes y natillas, productos de pastelería, o incluso en platos preparados de tortillas y huevos revueltos—, pero no funciona con los huevos crudos. Todavía no.
    —Entiendo. Señor Anderson, me gustaría que nos hablara usted de lo que considera será el probable impacto económico de este producto. En términos generales.
    —Por supuesto. Senador, me siento feliz de que haya dicho usted "en términos generales", ya que dudaba en cómo enfocar algo que en determinados aspectos puede parecer demasiado arrollador. Creemos que el ahorro anual, en pérdidas y deterioro de alimentos, en todo el mundo, conseguido con la utilización de este único producto, será del orden de los mil millones de dólares. El Departamento de Agricultura puede darles algunas cifras referentes tan sólo a nuestro país, pero sus datos se hallan limitados necesariamente a las pérdidas contabilizadas debidas al proceso de transformación, transporte y almacenamiento de los productos. No incluyen el alto factor de pérdidas directas por parte del consumidor por productos deteriorados en su hogar, cuyo total es difícil de estimar. En otras palabras, creo que el impacto de nuestro producto en los recursos alimenticios mundiales será enorme. Desde el punto de vista maltusiano de las relaciones entre crecimiento de la población y de los recursos alimenticios, la significación política de la Fórmula 30 es obviamente de un potencial enorme, aunque no deseo ofrecerles ningún análisis al respecto. La importancia de este producto superará el valor económico que tenga para nuestra compañía.
    —Lo cual quiere decir que será considerable. Quizá pueda usted darnos una idea de sus previsiones respecto a los costes y beneficios de dicho producto.
    —Le ruego me perdone, senador, pero no veo cómo puede ser esto considerado una parte legítima de esta encuesta. De todos modos se lo diré. Como suele ocurrir con los productos nuevos, podemos esperar francamente un precio inicial alto de la Fórmula 30 en relación con su costo de producción, sin tener en cuenta la amortización de la inversión en investigación y desarrollo del producto. Además del modesto margen de beneficios que es característico en la industria de transformación de alimentos. Por otro lado, no tenemos intención de explotar nuestra posición monopolista, de modo que pensamos conceder licencias a otros productores sobre unas bases amplias y abiertas. La significación de este producto es tan grande que no queremos dar la apariencia de querer aprovecharnos exclusivamente de él.
    —Una prudente respuesta, señor Anderson. Sin embargo, lo que yo quisiera saber es lo que le costará el producto al carnicero o al panadero o al lechero. Y por supuesto al consumidor, que es el que estará más interesado en saberlo.
    —Bueno, no puedo proporcionarle cifras exactas, pero asumo que lo que desea saber usted es el incremento de precio que representará para cada producto. —Exactamente. ¿La libra de carne protegida le costará al consumidor un centavo más, cinco centavos, un cuarto de dólar, nada en absoluto, o cuánto?
    —Bueno, esto puede variar. Para una conservación efectiva —es decir, para un mantenimiento indefinido de la calidad en lo que nuestras etiquetas describen como "un lugar fresco y seco"—, la mayor parte de las carnes costarán al envasador de dos a cuatro décimas de centavo por libra. Para una fijación completa, que no requiera en absoluto frigorífico, puede subir hasta de un centavo y medio a tres centavos. Para la mayor parte de los pescados, estas cifras deberán ser triplicadas. Para el pan, según el tipo, será tal vez de un décimo de centavo por libra. Para la leche puede calcularse en alrededor de medio centavo a cuatro centavos el litro, dependiendo esto del nivel de conservación deseado. Estas cifras están basadas por supuesto en nuestros costes actuales, que posteriormente pueden descender. Al por menor, el consumidor es probable que pague el doble de estas diferencias, quizá algo más al principio. ¿Responde esto a lo que quería saber?
    —Sí, señor Anderson, por ahora. ¿Quiere decir con eso que el costo de una conservación indefinida no va a ser un factor cualitativo? Es decir: excepto para el pescado y algunos otros pocos productos similares, ¿los alimentos tratados no van a ser catalogados por su precio en otro apartado distinto?
    —Definitivamente no. El sobreprecio que tendrá que pagar el consumidor será comparable al incremento de precios que soporta actualmente cada uno o dos años sin recibir nada a cambio. Pero visto desde la óptica de una economía general, senador, la relación coste-beneficio de la economía alimentaria será, gracias a la introducción de este producto, espectacularmente favorable.
    —Gracias, señor Anderson. Nos ha ayudado mucho proporcionándonos todas estas informaciones. Mis preguntas quizá hayan parecido irrelevantes con respecto a la seguridad pública, pero no lo son; el presunto beneficio de cualquier nuevo producto tiene una crítica relación con los estándares de seguridad que nosotros debemos aplicar. Para poner un ejemplo extremo, un procedimiento médico que entraña un 50 por ciento de riesgo de muerte es perfectamente aceptable cuando es utilizado tan sólo en pacientes que tienen unas razonablemente pequeñas posibilidades de sobrevivir. Por el contrario, no hay ninguna justificación para, digamos, un simple cosmético que tenga la menor posibilidad de dañar a su usuario en cualquier forma que sea. Creo que no es necesario justificar esto. Ahora, creo que podemos pasar a...
    —Antes de que entremos en cuestiones de seguridad, senador, ¿puedo preguntarle qué información espera este Comité de nosotros que no tengamos que proporcionar más tarde a la Pure Food Administration, puesto que su misión es precisamente velar por la calidad de los productos alimenticios? ¿Por qué esta duplicación? Mi pregunta es oficial.
    —Oficialmente, el encargo de este Comité es estudiar la cuestión de la seguridad pública en lo que afecta a la calidad de la vida del pueblo americano, en los términos más generales y con unos criterios más amplios que cualquier otra sección de la administración pública o privada. La opinión del Congreso es que la gente está inquieta con razón por la aceleración del número de accidentes, enfermedades y fallecimientos imputables a productos, servicios y actividades públicas que no son tan seguros como se suponía que eran. Nuestro interés en su nuevo conservante de alimentos viene dado por el constante descubrimiento de que algunos aditivos usados comúnmente en los alimentos desde hace años, y considerados como inocuos, han resultado no serlo. En caso tras caso nos hemos dado cuenta de que nos estábamos envenenando a nosotros mismos. Señor Anderson, estamos polucionando nuestros alimentos tanto como polucionamos nuestra agua y nuestro aire. No necesito detallarle la lista de los más recientes e impresionantes ejemplos. Hasta aquí, la industria de la alimentación no se ha sentido lo suficientemente implicada, excepto para su propia seguridad. Este Comité intenta asegurarse de que los nuevos "adelantos" en la tecnología alimentaria no se convertirán en regresiones... Bien, ¿qué puede decirnos acerca de la seguridad de la Fórmula 30?
    —Actualmente muy poco, senador. Francamente, no creo que podamos saber cuáles serán los efectos a largo término de la ingestión de la Fórmula 30, o si habrá alguno, antes de que su uso se haya prolongado varios años. Nadie tenía el menor motivo para sospechar que los conservantes vulgares a los que acaba de referirse eran peligrosos cuando fueron introducidos en el mercado. No veo cómo podríamos probar actualmente que nuestra Fórmula 30 es completamente inocua, al igual que nadie puede probar tampoco que no lo sea.
    —Señor Anderson, aprecio su franqueza. Es usted el primer informador al que no hemos oído empezar su testimonio asegurando que el producto que estaba vendiendo era absoluta y positivamente no peligroso.
    —Gracias.
    —No hay motivo. Sin embargo, no puedo creer que no tenga usted ningún dato particular que darnos, ninguna información acerca de la inocuidad del producto o de sus ingredientes. Ya sé que no puede decirnos usted lo que ocurrirá dentro de veinte años, pero al menos deben haber efectuado algunos ensayos sobre sus efectos a corto plazo, y seguramente con animales.
    —Senador, no tenemos la menor confianza en las analogías con los ensayos hechos con animales, y nuestros ensayos a corto plazo con voluntarios no han sido concluyentes.
    —¿Quiere decir que los resultados han sido irregulares? ¿En qué sentido? O acaso está diciendo tal vez que no tiene nada que ofrecernos porque los ensayos han dado resultados más bien negativos.
    —Senador Corcoran, esta observación es injustificable.
    —Me alegra oírlo. Le ruego que se explique mejor.
    —He dicho no concluyentes. No podemos decir con certeza si la Fórmula 30 tiene o no efectos secundarios significativos. Hubiera podido decir también que —contrariamente a su implicación— no habíamos hallado "ninguna evidencia" de efectos nocivos. Y todos nuestros investigadores opinan que los ensayos con animales no son adecuados para un producto de esta naturaleza.
    —¿Por qué?
    —Porque si existe algún efecto no deseable, lo más seguro es que se manifieste en el cerebro y/o el sistema nervioso central. En estos casos, las analogías con animales son notoriamente irrelevantes.
    —Podremos discutir esto con nuestro consejero, el doctor Washington, a su debido tiempo. ¿Cuáles han sido los resultados?
    —Inconcluyentes, senador. Algunos animales han mostrado evidencias de cambios cerebrales; la mayor parte no fueron afectados perceptiblemente. Le recuerdo que las dosis que hemos utilizado, en relación con el peso proporcional, fueron mucho mayores que las que puede ingerir un ser humano. Lo hicimos para acelerar los eventuales efectos que pudieran producirse y detectarse en un período más largo de tiempo. Transformar el tiempo en la concentración del producto no es una equivalencia absoluta, pero lo hicimos porque no había otro modo de soslayar el problema del tiempo. Pero debo insistir en que la experimentación con animales es a veces mucho más engañosa que reveladora.
    —Pero lo hicieron.
    —Tan sólo porque ustedes esperarían que lo hubiéramos hecho, senador, como prueban sus preguntas.
    —Se lo concedo. Ahora, háblenos en lenguaje simple del tipo de cambios cerebrales aparecidos en esos animales.
    —Sí. El efecto, si realmente lo era —y como efecto de cantidades enormemente multiplicadas, recuerde— fue inmovilizar, por decirlo así, un cierto número de células cerebrales. Suficiente sin embargo para afectar la capacidad de aprender, las funciones memorísticas, y el tiempo de reacción, en un grado pequeño pero apreciable. Esos resultados se obtuvieron con ratones. Pero otros animales no fueron afectados por los mismos ensayos, incluidos monos rhesus.
    —Entiendo. ¿Y sus ensayos con seres humanos? Ha dicho usted que no habían sido concluyentes, pero ¿puede decirnos algo acerca de las variaciones que pueden haber aparecido? —Bueno, señor, en la mayor parte de los sujetos no se apreciaron efectos de ninguna clase. En algunos, hubo la insinuación de una posible pequeña disfunción del cerebro. En algunos, apareció un incremento de la capacidad de aprender. En general, nada de ello fue estadísticamente significativo. Por supuesto, no utilizamos las mismas sobredosis que aplicamos a los animales, pero de todos modos se usaron dosis de Fórmula 30 varias veces superiores a la normal.
    —Señor Anderson, ¿cómo puede decir usted que sus estudios fueron poco concluyentes y a la siguiente frase decirnos que su producto hizo aparecer deterioros cerebrales en "algunos" casos, sin precisar el número?
    —Porque, senador, las cifras estadísticas, como podrá decirle el doctor Washington, no prueban nada.
    —¿Está sugiriendo usted que los daños cerebrales fueron debidos a alguna otra causa, o que se trató de algún fortuito azar?
    —No lo sabemos, senador, déjeme repetírselo. No creemos que esos ensayos, ningún tipo de ensayo, prueben nada de esta clase de productos, al menos el tipo de limitados ensayos que podemos programar como anticipo a la distribución general del producto, y cualquier cosa que puedan insinuar puede quedar desvirtuada a largo término. Hay muchos ejemplos de esto en la historia de los aditivos para alimentos. Sin embargo, hemos efectuado nuestros ensayos cuidadosa y conscientemente.
    —No estoy preguntándole acerca de las buenas intenciones de su compañía, señor Anderson, al menos no por el momento, pero debo decirle que me siento impresionado ante lo que un hombre de la calle llamaría obvias inconsistencias. ¿Puede usted decirme algo acerca de esos sujetos que, según dice usted, es posible que hayan sufrido algunos pequeños deterioros cerebrales? ¿Hay alguna otra hipótesis que sus investigadores puedan ofrecer para explicar esos casos aparte la ingestión de su fórmula? Considerando que muchos animales tienen muchas semejanzas con los seres humanos con respecto a sus reacciones ante algunos elementos perjudiciales para ellos, me parece que lo más razonable sería no ir más lejos antes de haber procedido a unas pruebas más extensas con la Fórmula 30.
    —Con respecto a su último comentario, senador, debo decirle sinceramente que, a menos que nos dediquemos a una serie de pruebas que pueden ocupar la mayor parte de una generación humana, quizá veinte años, no creo que lleguemos a una respuesta más definida que la que ya le he dado. Hay un límite de predictividad en los ensayos biológicos de efectos complejos a largo término. Sin embargo, respecto a su otra pregunta, hay varias respuestas, pues nosotros mismos nos hemos sentido interesados por ello, y lo hemos estudiado atentamente. Ninguna de ellas prueba nada, pero... Por ejemplo. Todos los sujetos que han evidenciado haber sufrido algunas alteraciones eran de una capacidad mental inferior a la normal. Utilizamos tests standard, no de C.I. ni culturales basados en criterios particulares. Con muy pocas excepciones, esos sujetos estaban también en malas condiciones físicas. Generalmente con problemas circulatorios. Por otro lado, un número de sujetos de muy baja inteligencia no parecieron afectados en absoluto por el producto... pero esas personas eran fisiológicamente normales.
    —Eso es muy interesante, señor Anderson. ¿Qué deduce usted de ello? ¿Tiene alguna teoría?
    —Sí, pero yo la llamaría más bien una especulación, sin llegar ni mucho menos al rango de teoría. Está fundada en suposiciones bastante obvias.
    —Sin embargo, usted ha dicho que las pruebas de sus ensayos no eran concluyentes. ¿Acaso su teoría tampoco lo es?
    —Son las cifras las que son inconcluyentes, senador, no nuestro razonamiento. Una extrapolación lógica nos indica simplemente que la ingestión de la Fórmula 30 amplifica algunos procesos neurales de los que dependen las funciones cerebrales. Si esto ocurre en un cerebro en un cierto estado de degeneración, el efecto inicial puede acelerar la degeneración, conduciéndola hasta un nivel estable en el que sus circuitos neurales puedan mantenerse. Si esta especulación es cierta podremos determinar la naturaleza exacta del proceso. Llevando más lejos nuestra lógica, esto significaría que las personas cuya capacidad mental baja tiene sus orígenes en un estado genético o una condiciones fisiológicas "sanas" no se verán adversamente afectadas.
    —Interesante, señor Anderson, aunque no estoy seguro de comprenderle por completo. No sé si debo alegrarme o lamentar que su especulación sea tan sólo una especulación. Pero si puede ser elevada al grado de teoría, y luego probada, piense en lo que podría representar. Un producto que puede incrementar las reservas utilizables de alimentos en el mundo, y que al mismo tiempo permite fijar objetivamente a los individuos en el nivel de función que mejor les conviene. Algo así como una técnica biológica, ¿eh? Eso plantea algunas cuestiones mucho más interesantes que la seguridad del producto. ¿Cree usted que estoy empezando a comportarme de una forma demasiado extravagante para un legislador responsable, señor Anderson? Yo no lo pienso así. No lo pienso así. Pienso que simplemente estoy prolongando su especulación en una extensión lógica. Pero creo que ya es suficiente por el momento, si ninguno de los miembros del Comité tiene alguna otra pregunta que hacer. ¿No...? Entonces creo que deberíamos conocer la opinión del doctor Washington con respecto a la Fórmula 30 y sus posibles efectos antes de continuar. Si no hay ninguna objeción, interrumpiremos la sesión hasta el jueves a las diez de la mañana. Le damos las gracias, señor Anderson, por su sincero testimonio, y esperamos volver a verle en nuestra próxima reunión.


    3

    CONFIDENCIAL
    A: Todos los miembros
    De: Percy Washington
    Ref: Fórmula 30 de la United Foods Corporation

    Aunque mis colaboradores y yo calculamos poder remitirles en breve un informe técnico completo, un resumen general les ayudará a determinar su línea de interrogatorio para el señor Anderson el próximo jueves.

    1. Contrariamente a las afirmaciones del señor Anderson, el resultado de los ensayos realizados con animales no humanoides, y especialmente con ratas, para productos como los suyos, son tan positivos como los obtenidos con cualquier otro tipo de animal. Es presumible que los efectos del producto sobre los seres humanos sean semejantes, al menos hasta que una amplia y prolongada experimentación con seres humanos o la experiencia médica demuestren otra cosa.
    2. De igual modo, los resultados obtenidos a corto término con seres humanos, pese a sus obvias limitaciones, deben ser considerados también, pro tempore, sobre las mismas bases. Al respecto, las pruebas realizadas con sujetos humanos no han sido de hecho tan extensas como para llegar a conclusiones más elaboradas que las ofrecidas por el señor Anderson.
    3. Aparte los exiguos resultados de los ensayos, tenemos otras razones para creer que los ingredientes de la Fórmula 30 pueden afectar las funciones cerebrales bajo ciertas circunstancias. El informe técnico desarrollará este punto con mayor detalle.
    4. La "especulación", como él ha insistido en llamarla, que el señor Anderson ha ofrecido como una extrapolación de los posibles efectos a largo término del producto, es mucho más que esto. Basándome en lo que conocemos sobre los efectos de los ingredientes de la fórmula, y aún desechando los limitados ensayos de la UFC, la teoría del señor Anderson es la prognosis más verosímil que puede formularse por el momento. Mi informe desarrollará también esta conclusión.
    5. En resumen, mi opinión preliminar es que el uso de la Fórmula 30 del modo propuesto por la UFC causará una pequeña y selectiva, pero continuada y acumulativa, modificación en el funcionamiento de algunas células cerebrales en individuos en los que se manifiesta ya un cierto proceso degenerativo. Esto podría aplicarse aproximadamente a un 70-80 por ciento de la porción de la población americana situada en el cuarto inferior de "capacidad mental" (del modo en que esta es definida en el informe técnico), a aproximadamente un 20 por ciento de la situada en los dos cuartos intermedios, y casi a un 5 por ciento del cuarto superior. Es extremadamente probable, aunque no enteramente cierto, que tras ser activada la degeneración de la función celular por la ingestión de los ingredientes de esta fórmula, sea interrumpida cuando la "capacidad mental" quede reducida a un nivel en el que la degeneración de la actividad de las células neurales pueda sostenerse. Es también extremadamente probable, aunque no enteramente seguro, que el tipo de alteración que se espera que la Fórmula 30 "amplifique", según la adecuada expresión del señor Anderson, sea reversible; esta es una consideración crítica a tener en cuenta puesto que posteriormente puede ser desarrollado algún tipo de fármaco que invierta el proceso. Es igualmente probable que esa "amplificación" pueda conducir a un incremento de la "capacidad mental" de un pequeño número de individuos en los cuales las células afectadas por los ingredientes de la Fórmula 30 sean no tan sólo sanas sino que acarreen consigo un fuerte potencial de estimulación.

    Por el momento no propongo ninguna línea de acción. Normalmente, nuestras conclusiones de los párrafos (1), (2) y (3) serían suficientes para descalificar a un producto de esta índole. Pero las implicaciones económicas, sociales, psicológicas y políticas de esta fórmula son tan grandes que pueden juzgar ustedes que mi somera conclusión en (5) justifica la aprobación del producto dentro de un plano experimental.


    4

    —Señor Anderson, debo decirle que el doctor Washington no ha estudiado la cuestión de la eficacia de su Fórmula 30 como un conservante alimentario. Según él, ninguno de sus datos permite creer que su declaración al respecto no sea exacta, así que provisionalmente ha aceptado sus afirmaciones hasta una posterior confirmación.
    —Muy bien, senador.
    —Bien, ahora volvamos a nuestros asuntos. Para ahorrar tiempo, le diré que nuestros consultores técnicos no están de acuerdo con su declaración de que los ensayos con animales son irrelevantes en la predicción de posibles efectos secundarios de un producto de este tipo. Dicen también que incluso sin ensayos de ninguna clase pueden esperarse razonablemente alteraciones en algunas células cerebrales a causa de los ingredientes que entran en su Fórmula 30. Dicen también que su prognosis especulativa, como la llamó usted algo despectivamente, acerca de los efectos de su producto sobre usuarios regulares, es enteramente plausible y, en base a nuestro limitado conocimiento de los procesos neurales, incluso probable. Ahora, ¿puede decirnos usted si algún cuerpo gubernativo, incluso un comité investigador, puede proteger un producto que se sospecha, y usted no puede negarlo, causará daños apreciables en el cerebro de tal vez un 30 por ciento de nuestra población?
    —¿No está usted bromeando, senador? ¿No? Muy bien. Entonces déjeme decirle oficialmente que no estamos de acuerdo con las conclusiones de sus consultores tal como han sido formuladas... Como usted mismo sugirió sucintamente, en mi anterior testimonio, la cuestión de la seguridad pública, tomada en su conjunto, es algo relativo. La aceptabilidad de los riesgos, el criterio sobre los efectos secundarios y todo esto, debe ser medido en relación con las potenciales ventajas sociales del producto o servicio o proceso tomado en consideración Aunque todos nosotros sepamos esto, es terriblemente fácil olvidarlo cuando uno oye frases tan terribles como "daños cerebrales", un tipo de aflicción que despierta profundos e inconscientes terrores en todos nosotros. Terrores mucho más intensos que la mayor parte de los efectos secundarios a los que está usted acostumbrado a enfrentarse.
    —Si pretende usted psicoanalizar a este Comité, señor Anderson, le ruego guarde su aliento para cuando vaya a necesitarlo.
    —De acuerdo. Pero lo que digo es cierto. Y debo recordarles que esta inquietante posibilidad —¡daños cerebrales!— está limitada de varias sustanciales maneras. En primer lugar, es una posibilidad, y tan sólo una posibilidad. En segundo lugar, aunque fuera un hecho, la extensión del daño, como seguramente habrán señalado sus consultores, es autolimitada y de poca consideración. En tercer lugar, con respecto a la cifra probable de un 30 por ciento que ha utilizado usted como posible límite de la población afectada, supongo que sus colaboradores le habrán advertido también que este grupo estará compuesto principalmente por individuos de mentalidad inferior. Más tarde hablaré de algunas otras implicaciones de este extremo. En cuarto lugar, si de hecho existe ese efecto en las células cerebrales, imagino que sabrá usted también que es igualmente probable que sea sustancialmente beneficioso para una minoría de esos afectados. En quinto lugar, supongo que sabrá también que si de hecho ese efecto existe, será reversible. ¿Qué queda entonces de ese horrendo daño cerebral?
    —Un momento, señor Anderson. Usted supone que conocemos un cierto número de cosas que no le hemos mencionado. Está usted en lo cierto, así es. ¿Pero por qué nos ha hablado de ellas tan sólo ahora, es decir cuando tiene razones para creer que nosotros estamos al corriente de las mismas?
    —Porque, como declaré antes, no aceptamos como probabilidades todo el grupo de presuntos efectos, buenos o malos.
    —Le ruego que prosiga.
    —Iba a decir que todo el hipotético riesgo se reduce a esto: el uso generalizado de la Fórmula 30 podría ocasionar una reducción de la capacidad mental entre aquellos que se hallan ya sujetos a un anormal, quizá incluso patológico, stress en su ritmo operativo e intelectual, más allá de la habitual capacidad de su sistema nervioso central. Podría reducir su capacidad —tan sólo para esas personas— hasta el nivel preciso en el que se supone están preparados para funcionar correctamente. Antes de proseguir con la segunda parte de mi argumentación, permítame preguntarle: ¿son malos esos efectos?
    —En mi opinión, cualquier cosa que distorsione el nivel de consciencia de un ser humano sin su consentimiento es malo. Sin embargo, yo, y estoy seguro que todo el resto de nosotros, prefiero reservar mi respuesta definitiva a su hipotética pregunta hasta tener mayores referencias sobre las características autolimitadas y reversibles del efecto que estamos discutiendo... además de aclarar lo que usted entiende por un efecto "insignificante", "pequeño" o "poco importante". Le ruego que prosiga.
    —Puedo decir con toda seguridad, caballeros, que si el efecto en las células cerebrales se produce, será autolimitado y reversible. No puedo definir la palabra "pequeño" en un sentido cuantitativo, pero uso esta palabra con confianza, no con propósitos puramente retóricos. Por la siguiente razón: el presunto efecto se producirá tan sólo entre personas obligadas a mantener sus procesos mentales a un ritmo más acelerado que sus controles neurales, lo cual traerá consigo una anticipación de los efectos degenerativos. La analogía es burda, pero no inexacta. Parece lógico, por lo que conocemos del proceso, que esta sobrecarga no puede ser demasiado "grande" de ningún modo, o en su caso alguno de los mecanismos de bloqueo mental actuará. ¿Está de acuerdo conmigo, doctor Washington?
    —Considerándolo como la probabilidad mayor, sí, lo estoy.
    —Gracias. Lo que quería decirles, no como una forma de defender mis argumentaciones, sino tan sólo sugiriendo su posibilidad, es que el efecto de transformación de las células cerebrales, como prefiero llamarlo, será esencialmente terapéutico.
    —Espere, señor Anderson. ¿Sugiere usted que considera los daños cerebrales como benéficos? ¡Esto es nuevo!
    —Es un chiste fácil, senador, pero usted sabe muy bien que no hay fin para las analogías médicas. La fiebre y el dolor son funciones útiles y necesarias, así como gran número de medicamentos cuya misión es reducir o suspender el nivel de actividad —la productividad, la eficiencia o la función— de una glándula, un órgano, un músculo. Tan sólo estoy sugiriendo que esta posibilidad no es tan descabellada. Lo que le parece a usted tan ridículo, senador, es que estemos hablando de algo psicológicamente tan delicado como es el cerebro. Es como el sexo. Si estuviéramos hablando del corazón, imagino que todos nosotros nos sentiríamos más objetivos, ¿no cree?
    —Prosiga. —Estábamos hablando de los cacareados peligros del producto. Déjenme pasar al otro lado de la balanza. ¿Cuál es el contexto? Caballeros, afirmo que incluso si los riesgos de que estamos hablando fueran reales y estuvieran probados, no existieran factores autolimitativos, no fueran reversibles, etc. valdría la pena correr el riesgo. En primer lugar, he pedido a nuestros economistas que preparen algunas estimaciones acerca de la importancia social, en términos generales, de este producto. Se las someterá a cada uno de ustedes, recordándoles que son confidenciales. Verán en ellas que las consecuencias del uso generalizado de la Fórmula 30 en las reservas alimenticias del mundo han sido separadas por áreas. Son unas cifras muy conservadoras. Dependiendo del nivel de aplicación, podrán ver ustedes que este producto puede incrementar los recursos alimenticios en un factor de un 5 a un 20 por ciento. Las implicaciones de ello son tan enormes, en términos de estabilidad política, de preservación de unas vidas humanas que de otro modo perecerían, que nadie puede oponer un argumento que sea definitivo. Si ustedes describen la actual crisis mundial como debida a la superpoblación, a la mala distribución, a la destrucción del medio ambiente, o a unas inadecuadas reservas alimenticias, nosotros tenemos un producto con el cual quizá la próxima generación puede tener su oportunidad de rectificar las equivocaciones de sus antecesores. Esto es más de lo que los más avanzados de entre ellos podrían esperar. Esto es lo que puede conseguir nuestro producto. Y este es el contexto en que deben pensar antes de interferir en su desarrollo, a causa de que unos pocos millones de nuestros comparativamente retrasados conciudadanos podrían tener que renunciar a unas ocupaciones que se hallan básicamente por encima de sus medios, para dedicarse a otras actividades que se hallan más a su nivel. Este es todo el problema. Sólo querría añadir que es precisamente porque nunca he dejado de pensar en esto que quizá he dado la impresión de subestimar las cuestiones de seguridad que estudia este Comité. No nos sentimos indiferentes a ellas pero las escalas de costes-beneficios se hallan tan distanciadas que todo lo demás nos parece superfluo.
    —Muy elocuente, señor Anderson. Pero queda por confirmar si la eficacia de su producto, y la proposición de que esos peligros son tan pequeños en orden a la magnitud de los beneficios a la que alude usted, son reales... Otra pregunta todavía. Supongamos, señor Anderson, que su producto es puesto ampliamente en circulación durante un año o así, y supongamos que el máximo daño cerebral que teóricamente puede producir es alcanzado. ¿Cuál será la evidencia tangible de ello? ¿Qué notarán sus víctimas? ¿Cuál será el efecto público?
    —Ninguna diferencia notable, si es eso lo que quiere saber. Será un cambio conspicuo. La mayor parte de la gente que sea afectada —¡hipotéticamente!— ni siquiera se dará cuenta de ello. El indicador más tangible será ocupacional. Las decisiones, especialmente en los trabajos rutinarios, se harán más lentas y, creemos, más precisas. Si las no concluyentes pruebas que hemos realizado son predictivas, a pesar de nuestras reservas, la reducción en la rapidez de aprender y el aumento del tiempo de reacción se verán acompañadas con una disminución del stress. En general, tales efectos tenderán a pasar desapercibidos por los propios interesados. Sencillamente seguirán conservando su autocontrol, en el sentido de que sus sistemas neurales se ajustarán automáticamente al nuevo ritmo. Un conductor, por ejemplo, que depende de un cierto tiempo de reacción, ajustará su modo de conducir, sin darse siquiera cuenta de ello, a su nueva rapidez neural, tal como un vehículo menos potente tarda más tiempo para adelantar a otro en la carrera. Lo mismo puede decirse de las funciones de la memoria, de la que a ninguno de nosotros nos sorprende que, al alcanzar una cierta edad, reaccione más lentamente. Entonces simplemente nos acostumbramos a anotar lo que nos interesa para no olvidarlo, sin preocuparnos por ello y sin sentirnos disminuidos al darnos cuenta de que nuestra mente no funciona tan rápidamente como antes.
    —Si las evidencias son tan intangibles, ¿cómo podrá saber nadie que algo ha cambiado?
    —A través de criterios objetivos, senador. Tests, ritmos de producción, cualquier cosa mensurable que se halle en función de lo rápido y seguro que la gente aprende, recuerda y responde. Una cadena de montaje, por ejemplo, deberá disminuir su velocidad, aunque por otro lado la seguridad del trabajo aumentará, con lo que probablemente en su conjunto se ganará en eficiencia.
    —Sigamos asumiendo, como dice usted, que su producto tendrá este efecto de transformación de las células cerebrales. ¿Hay alguna razón para creer que la calidad de la vida en general se verá visiblemente afectada? Estoy pensando en su ejemplo de la cadena de montaje. Si su gente ha especulado hasta tan lejos como dicen y en tan amplios aspectos de su producto, seguramente habrán visualizado alguna clase de expresión social en la apariencia del efecto de las células cerebrales, pese al escepticismo con que declara oficialmente su existencia.
    —Más especulaciones, senador. Sí, lo han hecho. Si el efecto existe, esperamos que acentúe y clarifique las diferencias de clases, desde un plano intelectual. Aquellos cuyas limitaciones mentales son el resultado de un proceso degenerativo innato tenderán a estabilizarse en un cierto lugar de la curva de distribución de la inteligencia, dándole en su conjunto una doble configuración acampanada. ¿Me siguen ustedes? Tendremos una curva con dos gibas: una amplia cerca de la parte inferior de la curva, y una corta cerca de la parte superior. Las desigualdades serán reconocidas como un hecho natural inherente a la vida social y no como un estigma. Creo que tal tipo de estratificación hará que nuestra sociedad se ajuste más fácilmente a las nuevas tecnologías y sus crecientes exigencias, creando de modo definido dos tipos de ciudadanos: aquellos que programarán las máquinas, y aquellos que estarán a su servicio. Ese fenómeno de las células del cerebro, si es que existe, sincronizará satisfactoriamente con las exigencias de nuestra sociedad.

    No estoy intentando persuadirles de que adopten ningún tipo de nuevo y cínico sistema de valoración. Tan sólo estoy sugiriendo que incluso la relativamente pequeña, y no probada, parte de las consecuencias de la introducción de la Fórmula 30 en nuestro sistema de vida que ustedes piensan son negativas, no lo serían en absoluto dentro de la escala del coste-beneficio. En cambio, los beneficios directos serían, serán, muy evidentes.

    —Muchas gracias, señor Anderson. Tendremos en cuenta su testimonio. Estaremos en contacto con usted por si necesitamos alguna aclaración. Antes de separarnos, sin embargo, desearía hacerle aún otra pregunta, sugerida por el doctor Washington. ¿Puede tener el hipotético efecto de la Fórmula 30 alguna influencia en el índice de nacimientos, el índice de muertes, o en algún otro tipo de patología médica?
    —Sí. Puedo anticiparles que no tendrá ningún efecto en el índice de nacimientos, pero puede que incremente ligeramente y de modo selectivo el índice de muertes. Las muertes prematuras debidas directa o indirectamente al excesivo stress emocional disminuirán, pero el índice de suicidios puede que aumente... aunque casi por completo en los sectores improductivos de la sociedad. Le enviaré por correo nuestras cifras al respecto. ¡Aunque todo ello es mera especulación, por supuesto!


    5

    Washington, 16 de mayo. — Las dos sesiones a puerta cerrada del Comité Mixto del Congreso para la Seguridad Pública han sido evaluadas hoy como «satisfactorias» por el senador Alexander Corcoran, presidente del grupo. El único testimonio, ha dicho, fue prestado por John Anderson, vicepresidente ejecutivo de la United Foods Corporation, que fue llamado a testificar respecto a los aspectos de seguridad del nuevo aditivo para alimentos que según se ha dicho ha desarrollado esta compañía en fechas recientes.

    Aunque el senador Corcoran no ha querido hacer ningún comentario acerca de lo que se ha discutido a puerta cerrada, ha señalado que el grupo no tiene ninguna intención inmediata de oír otros testimonios acerca del producto de la UFC. Ha añadido que las recomendaciones del Comités serán transmitidas directamente a la Pure Food Administration.

    Los responsables de la compañía no han podido ser localizados por el momento para dar su opinión al respecto.


    6

    Chicago, 17 de mayo. — La United Foods Corporation ha anunciado hoy sus planes de comercialización de un nuevo conservante para alimentos que según declaración de los responsables de la compañía puede «revolucionar» los métodos de distribución de los alimentos en los próximos años. El producto, conocido como Perma-Fresh, ha sido objeto recientemente de una controversia secreta en Washington, cuya consecuencia fue al parecer las sesiones a puerta cerrada que ha mantenido uno de los dirigentes principales de la UFC con el Comité Mixto del Congreso para la Seguridad Pública. La compañía ha señalado que sus intenciones son iniciar en agosto la distribución del producto, a título experimental, en algunos mercados seleccionados, pendientes de la resolución de la Pure Food Administration.

    Arthur Payne, presidente y director ejecutivo de la UFC, ha revelado que las pruebas experimentales de mercado del nuevo producto se iniciaron ya, hace algunos meses, en algunos países asiáticos, cuyos nombres no se han mencionado. El señor Payne ha declarado que los resultados de los ensayos iniciales han sido tan prometedores que se hallan en ejecución diversos planes contingenciales para extender su producción a otros países.

    El nuevo producto, ha dicho, se pondrá a disposición de todos los manipuladores de alimentos de los Estados Unidos tan pronto como sea posible. La compañía no puede precisar cuándo estará su producto al alcance del público en general para uso doméstico, pero se han realizado en algunas áreas limitadas ensayos directos sobre el mercado consumidor.

    El señor Payne ha revelado también que la compañía ha iniciado negociaciones con los departamentos de Alimentación y Agricultura de las Naciones Unidas, con el fin de obtener de la O.N.U. su asistencia en favor del uso inmediato del producto en países sometidos a una insuficiencia crónica de su dieta de alimentación. Ha descrito las negociaciones como «alentadoras, fructíferas y excitantes». Los representantes de la FAO han confirmado las negociaciones, pero no han hecho ningún comentario al respecto.

    * El Comité Mixto ha oído una plausible exposición acerca de los recursos alimenticios mundiales, y una menos plausible exposición acerca de aquella gente que se sentiría presumiblemente mejor si sus capacidades intelectuales eran atenuadas. A pesar del testimonio ofrecido, no interferirá en la comercialización del nuevo aditivo. La Pure Food Administration dará como de costumbre su aprobación «provisional», a falta de nada mejor. Si esto parece difícil de creer, considérese lo siguiente:

    La P.F.A., pese a estar convencida de que algo tan serio como una cuestión de seguridad se halla en entredicho, opera sobre las bases de que un producto ofrecido por una industria de raigambre merece como mínimo el beneficio de la duda. Las agencias de protección son responsables de los intereses de las instituciones que se supone deben controlar. Su presupuesto inicial es la buena fe, y en este caso no hay evidencias afirmativas de posibles efectos secundarios nocivos. Además, la confianza de la P.F.A. ha sido reforzada decisivamente por el no desmentido éxito del producto en otros «países cuyos nombres no han sido mencionados», y por el público despliegue de interés de las Naciones Unidas. Nada es tan persuasivo como un fait accompli. La reluctancia de la agencia a interferir ha sido reforzada por la prudencia mostrada por el Comité Mixto, que se ha abstenido de tomar abiertamente posición, así como de algo tan irrelevantemente trivial como la banalidad del nombre escogido para el producto. (¿Cómo algo llamado «Perma-Fresh» puede tener algún efecto significativo, bueno o malo?)

    Corcoran y su Comité, aunque actúen honestamente en su papel defensores públicos, trabajan con una dinámica distinta. Se han visto tocados por la tentación de los remedios drásticos, de jugar un poco a Dios; la posibilidad de participar indirectamente en una especie de revolución biológica, sin tener que sentirse responsables por ella, es algo excitante. Después de todo, los «peligros» son especulativos, la jerga pseudocientífica suena plausible, la declaración parece sincera, y la grandiosa relación coste-beneficio parece tan sostenible —para ellos— como las hipótesis acerca de los efectos cerebrales. Han adoptado su punto de vista según el modelo de Anderson, y el doctor Washington les ha dado fácilmente vía libre. Por otro lado, si hubieran querido crearle dificultades a la UFC, hubieran tenido que tomar una acción afirmativa, en un área que no era de su competencia, exponiéndose al peligro político de quedar como unos imbéciles. Finalmente, la responsabilidad de tal acción es suya únicamente desde un nivel de retórica política; la evaluación última de los productos y las decisiones explícitas corresponden a la jurisdicción de la P.F.A. El Comité no tiene nada que perder permaneciendo inactivo y dejando que los demás tomen las correspondientes decisiones.

    Anderson y la UFC, por su parte, hallan sus motivaciones tan sólo en el sentido tradicional del beneficio; no son ideólogos. Se han persuadido a sí mismos de que los efectos secundarios del producto pueden ser beneficiosos para la sociedad —o al menos para la parte que ellos representan—, pero saben que están exagerando su eficacia como conservante. De hecho, el producto no tiene un gran valor comercial, las manifestaciones de la UFC respecto al esperado efecto «conservador» que aumentará de un 5 a un 20 por ciento las reservas alimenticias del mundo han sido calculados en el computador de la misma agencia consultiva que ha preparado el artículo para el Digest. No va a «revolucionar» nada. Como hecho más importante, el principal problema de deteriorización corresponde a los cereales, a los que el nuevo aditivo milagroso no puede ayudar. Estos son también los países cobaya, donde los productos pueden ser ensayados o comercializados sin molestas restricciones... como el Perma-Fresh en Asia, las píldoras anticonceptivas en la América Latina, o el Cloromycetin en algún lugar cualquiera fuera de los Estados Unidos. O, por supuesto, los nuevos sistemas de armamento.

    De todo el prolijo discurso acerca de los efectos cerebrales del producto («regresión», «disfunción») —que son reales, apreciables, y no tan sólo especulativos—, el efecto más dramático de este supuestamente nuevo boom tecnológico de la raza humana apenas ha sido tocado al final del segundo testimonio de Anderson. Mata. Este es nuevamente el nombre del juego. Junto a aquellos que se sentirán pretendidamente felices de verse reducidos al confortable y natural nivel que les corresponde, habrá la otra cara del dibujo revelando a aquellos que no se ajustarán a su nueva serenidad. Esos serán los suicidas, en número de millones... que los nuevos artífices justificarán, más pronto o más tarde, apelando al eugenismo.

    Aquellos que serán muertos por los nuevos automóviles y por la Paxina habrán sido al menos advertidos, aunque de una forma superficial y engañosa. Las víctimas del nuevo aditivo para alimentos no dispondrán de esa cortesía; su sacrificio será involuntario. Serán, en gran escala, la gente vulgar de los países pobres, y la gente pobre de los países ricos.

    En este punto de la historia, la iniciativa privada deja su camino a la política pública.



    TERCERA PARTE
    X


    1

    Washington, 1 de octubre. — La comisión Especial de Prioridades Nacionales celebrará mañana su primera sesión, tal como ha sido anunciado hoy de fuentes de la Casa Blanca. Ha sido convocada por su presidente, el doctor William Francis Rooney, y se celebrará en el anexo de la Casa Blanca.

    Según el doctor Rooney, antiguo consultor especial del Presidente en asuntos del medio ambiente, la Comisión actuará sin publicidad. «Cuando tengamos algo que informar redactaremos un comunicado», ha dicho a la prensa. «Hasta entonces, no esperen manifestaciones portentosas. No todo lo que ocurre a nuestro alrededor tiene relación con las prioridades nacionales y necesita nuestro juicio al respecto. No nos llamen, ya les llamaremos nosotros.»

    De los seis miembros nombrados la pasada semana por el Presidente para formar parte de la Comisión, además del doctor Rooney, tan sólo dos pertenecen al gobierno. Son el asistente de la Casa Blanca Henry S. Harrison, conocido aquí como el «coordinador» del Presidente, que es responsable de sus relaciones con los departamentos ejecutivos y las distintas agencias, y R. William McGee, director adjunto de la Oficina de Planificación. Ambos continuarán en sus actuales puestos, mientras que el doctor Rooney dedicará todo su tiempo a las actividades de la nueva Comisión.

    Los otros miembros de la Comisión son: Samuel M. Gold, de la Corporación de Análisis y Desarrollo de Programas de Washington; Lewis Parker, director del Instituto para la Resolución de Conflictos de Baltimore; William Spaatz, asociado al Instituto Richardson de Investigaciones Biológicas de Houston; y el doctor Noble O. Wilson, director de la Organización Nacional para el Progreso de la Sanidad Pública de Nueva York.


    2

    —Caballeros, me siento feliz de ver que todo el mundo ha sido puntual en su puesto esta mañana. Es una buena señal, creo, y un buen comienzo. Siéntense donde quieran alrededor de la mesa... todos nos conocemos, de modo que podemos prescindir del protocolo. Tengo intención de desarrollar nuestras sesiones sin grabaciones ni taquigrafía, así que podremos hablar libremente, sin tener que depender de los papeles y sin tener que dar cuenta a la prensa de todo lo que abordemos, si no queremos hacerlo.

    En primer lugar voy a presentarles a Arthur Smith, que será nuestro secretario ejecutivo, a menos que prefieran darle ustedes algún otro título. Sabe quiénes son todos ustedes, por supuesto, así que no necesitamos ninguna introducción. Él será todo nuestro personal; no veo que necesitemos a nadie más ni tampoco que nos carguemos de papeles y archivadores. El señor Smith es un analista de sistemas que desde hace un año o así ha llevado a cabo un especial, muy especial trabajo como consultor, por lo que creo que su ayuda va a sernos inapreciable para nuestros propósitos. Tiene también esa gran pasión por el anonimato que el presidente Roosevelt valoraba tanto como yo. Eso es todo con respecto a él. Excepto —y esto es importante— decir que tiene toda mi confianza, y les ruego que lo tengan en mente para cuando deban comunicarme algo y yo no esté disponible. Él estará siempre a su disposición.

    —Frank, como tú sabes, me gusta la idea de desarrollar esta comisión sin grabaciones. Absolutamente. ¿Pero no cree que deberíamos disponer de algún tipo de registro de las sesiones? Una postgrabación, por ejemplo. Algo tangible. Un resumen de las decisiones tomadas, algo así. Por si alguien necesita testificar ante algún comité del Congreso, pongamos por caso. Tengo la impresión de que deberíamos protegernos con algún tipo de procedimiento. —Completamente de acuerdo, Henry. Tendremos un breve resumen de cada sesión, donde constarán todos los tópicos discutidos, nuestras conclusiones, y también las decisiones que hayamos tomado.
    —¡Pero, Frank, por todos los infiernos! ¿Y lo que has dicho hace un minuto? Si hacemos eso, ¿cómo podremos hablar libremente?
    —Muy sencillo, Henry. He dictado ya por anticipado los resúmenes de nuestras seis primeras sesiones. Sólo faltan los datos de las ausencias. Los registros están preparados. Si en algún momento necesita alguno de ustedes conocer lo que se dice en ellos, llamen al señor Smith. También estoy preparando un cierto número de comunicados y propuestas sobre una variedad de problemas plausibles, que podemos dar a la luz pública en el momento en que lo creamos necesario. Polución atmosférica, transportes, cosas así. He tomado los datos esenciales de los archivos de mi antiguo trabajo en Medio Ambiente. Y me atrevería a decir que son muy buenos. Lo tengo todo preparado, antes incluso de que iniciemos nuestras actividades, para disponer de un instrumento eficiente en caso de que algún tipo chinche del Congreso pretenda buscarnos las cosquillas. Estamos preparados, camaradas boy scouts. ¿Y bien?
    —Estupendo, Frank, no esperábamos menos de ti. Pero quisiera saber hasta dónde has llegado por ese camino. ¿Has preparado también nuestras decisiones reales por anticipado? Porque si es así, no cuentes conmigo.
    —Tranquilo, Will. Deberías conocer ya mi estilo... mucho ruido, pero bajo todo ello tan sólo un humilde, modesto, cooperativo buen camarada. No, Will, no he redactado más que las nociones generales de lo que tendremos que decidir. Tendremos nuestras sesiones y mantendremos una especie de orden del día, a mi habitual democrática y despótica manera, pero eso es todo. Francamente, si no les necesitara a ustedes —a todos ustedes— simplemente hubiera tomado esta tarea por mi propia cuenta, en lugar de persuadir al Presidente de crear una comisión con todos los reunidos aquí.
    —¿Qué orden del día has bosquejado hoy para nosotros?
    —Ahora estás hablando cuerdamente, Will. Así me gusta. Ejercitaré mi prerrogativa como presidente para plantear nuestro problema tal como yo lo veo, y a partir de ahí lo discutiremos entre todos. ¿De acuerdo? Todos ustedes saben por qué están aquí, puesto que he hablado individualmente con cada uno, pero pienso que será una buena idea resumir de nuevo el asunto. A fin de sincronizarnos, ya que no les he dicho a todos exactamente lo mismo. Siéntense, por favor.

    Su presencia aquí esta mañana está motivada por el hecho de que nuestras instituciones están degradándose rápidamente, a una velocidad acelerada. Y por instituciones entiendo más de lo que la palabra implica habitualmente. Por un lado estoy hablando de las instituciones políticas, las relaciones sociales y familiares, los procesos legales, la educación, las artes, la moralidad pública, todo eso... Póngalo todo junto y llámenlo el contrato social, la forma en que la gente debe vivir conjuntamente para sobrevivir. Se está desintegrando, y nada de lo que hemos intentado para remedirlo parece que haya surtido efecto. La ironía de todo ello, si realmente es una ironía, es que a medida que nuestra tecnología se hace más compleja, más dependemos de nuestro contrato social... y que al mismo tiempo el crecimiento de la propia tecnología contribuye a esta degradación, o al menos lo parece. En otra dirección tenemos las instituciones de organización física y económica. Sanidad pública, vivienda, y escuelas; urbanismo, transportes, comunicaciones, y otras obras públicas; empleo, retribuciones adecuadas, y equitatividad de tasas fiscales... Tan sólo hoy empezamos apenas a intentar detener apresuradamente el inicio del derrumbe, o al menos pretendemos hacerlo. Pero ya es demasiado tarde. El caos está condenadamente cerca... todos podemos ver los indicios. Hay también el grupo de lo que hemos dado en llamar problemas del medio ambiente: aire, agua, ruido, desperdicios, superpoblación, radiactividad, incluso podemos incluir la amenaza de una guerra nuclear. Tampoco hemos resuelto nada de ello, a pesar de todo el ruido que hemos armado al respecto, y a pesar del hecho de que le hemos prometido al público un montón de cosas sobre el tema. ¿Se lo han creído alguna vez? Al menos así ha parecido... De todos modos, el sentido de lo que estoy diciendo ahora difiere algo de lo que les dije en privado a cada uno de ustedes, en el sentido de que hemos alcanzado el punto en el que es necesario tomar soluciones realmente drásticas —soluciones impronunciables— para combatir nuestra incompetencia social de las últimas décadas... las únicas soluciones posibles. ¿De acuerdo?

    Casi todo el mundo, no tan sólo nosotros, acepta esto en términos generales, y durante un tiempo estuvo muy en boga hablar de este modo. Pero la mayor parte de la gente —incluyendo a algunas agudas mujercitas— piensan en soluciones drásticas como en algo que ha de estar en la línea de abolir las máquinas de combustión interna, limitar el consumo de energía, revisar los sistemas judiciales, penalizar el crecimiento de población, socializar sustancialmente la economía, y cosas así. Todo eso está muy bien, por supuesto, y es necesario. Pero el problema más agudo es realmente de tiempo, además de político. Según la evidencia de los últimos años —durante los cuales se ha producido una más pública y seria toma de conciencia de la posibilidad de que nuestra sociedad, y nuestra propia especie, no pueda sobrevivir al desarrollo de nuestra actual etapa histórica—, parece claro que la gente, nuestros semejantes, nuestras convíctimas, simplemente no estarán dispuestos a aceptar las medidas necesarias para la supervivencia hasta que hayamos pasado firmemente el punto de no retorno. No es realmente su culpa. Hemos predicado la doctrina del progreso automático durante tanto tiempo que somos prisioneros de ella. Y nuestros pecados han sido atrapados con nosotros.

    Sé que hay algunos que atribuyen nuestra terrible situación no a nuestra incompetencia social colectiva, sino a alguna incompatibilidad biológica fundamental de la especie... que presumiblemente está alcanzando ahora un punto de extinción tan genéticamente inevitable como el de los dinosaurios. Puede ser cierto. Pero debemos rechazar esta premisa como una base de trabajo, y no tan sólo porque es indemostrable. Es derrotista, desesperada y deshonrosa. Cualquiera debe aceptar su presencia en el planeta con respecto y gratitud, como una obligación moral. Digo que debemos intentar mantener nuestra inmortalidad colectiva tanto tiempo como lo permitan nuestras posibilidades. Especialmente, y pongo énfasis en ello, cuando hemos alcanzado el punto en el que es también imaginable que la calidad de la vida de una parte de la población mundial pueda ser mejorada en un grado considerable.

    Así, la única solución inmediata que vemos es ganar tiempo, con la esperanza de asegurar las posibilidades de supervivencia hasta que el cuerpo político de nuestra sociedad esté realmente preparado para hacer frente a los sacrificios que tendrán que realizar más temprano o más tarde. Y los que estamos aquí —y afortunadamente también el Presidente— nos sentimos de acuerdo en que el único camino práctico de llegar a ello es reducir el número de los problemas que agravan nuestras dificultades.

    Ahora bien, en palabras llanas, que por supuesto hemos de evitar a toda costa comunicar públicamente, esto significa que hemos de reducir —significativamente— el número de personas que contribuyen desproporcionadamente a la intensificación de nuestra degradación particular y colectiva. En palabras aún más llanas, suprimámoslos. No casualmente, no indiscriminadamente, sino con una finalidad. Y no debido a que somos monstruos despiadados, o a que nos escudemos en una primordial y anhelante idea aristocrática de que somos más dignos" o "merecedores" de sobrevivir que otros. Y no, en absoluto, porque pensemos que estamos más cualificados que cualquier otro para dictar juicios finales de tal magnitud. Nada de eso. Nosotros debemos formular esos juicios porque formamos las filas de los muy, muy pocos que reconocen que esto es algo que debe hacerse, que están dispuestos a asumir la responsabilidad de hacerlo, y que, incidentalmente, están también "cualificados" para llevarlo a término. Es decir, estamos preparados, dispuestos y capacitados.

    Haremos, a una más amplia escala, lo que hacen otros, de uno u otro modo, cada día. Y para un más amplio objetivo. El mejor modelo de trabajo para nuestra misión es el oficial de triage en un hospital militar de campaña. Es el doctor que debe decidir la suerte de los heridos cuando su número impide que todos puedan ser tratados. El triage determina la opción a tomar para cada cual: cuáles deberán ser seleccionados para un tratamiento médico inmediato, cuáles serán dejados a un lado para más tarde, y cuáles deberán ser abandonados hasta que mueran. La opción debe ser ejercitada, sean cuales sean los criterios. Dejarlo todo al azar —o a la imparcialidad de un sorteo honesto, o a lo que quieran ustedes— no es una expresión de modestia moral; es una negligencia criminal. Perder tiempo y medios en un caso desesperado o casi desesperado mientras otro caso muere innecesariamente porque se ha llegado un minuto tarde es algo absurdo. Extrapolen esto a la escala social.

    El objeto del triage es simplemente ejercitar la opción de salvar el mayor número posible de los que pueden ser salvados, y esta es la primera parte de nuestro papel. Nuestros criterios variarán a medida que trabajamos en ello, pero al principio se moverán seguramente en función de la supervivencia del mayor número de miembros plenamente funcionales y productivos de nuestra especie. ¿Alguna pregunta sobre este punto?


    3

    3 de octubre
    A: WFR
    De: HSH
    Ref: X. ¡Destrúyase tras su lectura!

    Querido Frank:
    Me disgusta completamente enviarte notas escritas. Sin embargo, Smith insistió en que tú lo deseabas, que no había ningún riesgo, y que estimabas que lo más importante era que abordáramos nuestros trabajos con un espíritu libre tan pronto como nos fuera posible. Dijiste que Smith era tu alter ego en esta comisión... así que le hago caso. Pero espero que comprendas los motivos por los que daré algunos pequeños rodeos.
    Quisiera referirme en primer lugar a un punto que es el que más me preocupa por el momento. Una cosa que dejamos muy en el aire en nuestra primera discusión, a mi modo de ver, fue el alcance de nuestra acción. No llegué a captar el cómo operaremos, con qué libertad, etc. ¿Estaremos en condiciones de poner en marcha, si así lo decidimos, programas que en sí mismos puedan alterar las condiciones del medio ambiente? Es decir, ¿podremos disponer de un amplio número de, ya me entiendes, los causantes de nuestros problemas? ¿O bien nuestra tarea será esencialmente programática? ¿O quizá pondremos en marcha algunos proyectos ejemplares? Aunque tú hablaste de tal modo que parecía que tuviéramos que hacer todo el trabajo nosotros mismos, la cosa no quedó clara para mí. Si tenemos que cargar nosotros mismos —físicamente— con esos proyectos, ¿cómo lo haremos? ¿Tendremos personal propio? ¿Subcontratos? ¿O qué? Sabiendo tu forma de actuar, estoy seguro de que me aclararás rápidamente todo esto, a fin de que tenga una visión explícita de todo lo que hay que hacer. Lo que me dijiste acerca de cuáles serían nuestros criterios operativos me lleva a mi siguiente sugerencia. Aunque cualquier liquidación de "problemas" ha de ser masiva para que tenga algún significado, pienso que lo mejor sería que comenzáramos con alguna que fuera limitada y limitativa, a fin de que nos fuéramos habituando a trabajar en conjunto, con respecto a la magnitud, impacto económico y número de personas directamente afectadas o involucradas. Para empezar, ¿qué te parece una especie de repetición de aquellas explosiones de gas que hubo en Chicago la primavera pasada? La diferencia podría ser la que hay entre una casualidad y una planificación. Esta vez se podría realizar un cuidadoso análisis comparativo de coste-beneficios aplicado a algunas regiones adecuadas, a fin de efectuar una elección racional. Aunque, debo admitirlo, el accidente de Chicago estuvo tan curiosamente bien situado, que podría hacer pensar que a veces el azar es mejor que la más cuidadosa planificación. ¿Qué te parece? Quizá tengas alguna idea mejor. De todos modos, me parece que lo mejor sería elegir algún proyecto limitado para un inmediato futuro. Obviamente, tenemos que efectuar antes un extenso trabajo de análisis cuantitativo y cronológico de prioridades generales, pero creo que es importante establecer el precedente de una acción. No creo necesario recordarte, a ti y a todos, los peligros de una planificación excesiva como sustitutivo de la acción. Te ruego que me respondas cuanto antes. Y confírmame este sistema de intercambio de notas escritas, por favor. Pienso mejor cuando escribo que cuando hablo, y supongo que muchos de nosotros también, pero pese a todo me disgusta la idea.

    Abrazos
    Henry


    4

    3 de octubre
    A: HSH
    De: WFR
    Ref: Tu nerviosismo y tus ideas

    Henry, muchacho:
    Relájate. No tengas miedo de poner las cosas por escrito. Eufemiza si quieres y si así te sientes más a gusto, pero deja ese tono susurrante de agente secreto que noté tras nuestra primera sesión, antes de que se convierta en un hábito. Enviaré una nota al respecto a todos los demás. Naturalmente que la regla será destruir tras la lectura, pero no nos pongamos nerviosos o acabaremos todos locos, ¿de acuerdo? Y no podemos perder el tiempo esperando que cada cual esté disponible para conversaciones privadas con los demás. Relájate y escribe.
    Acerca de las operaciones. Esto es realmente competencia de Smith. Tiene a su personal operativo en todas partes; te sorprenderías de saber lo que él y sus asociados han trabajado ya en este mismo campo, para clientes privados (¡pero legítimos!). Es un auténtico hombre de primera línea. Todos vosotros (nosotros) no vamos a saber de las operaciones más que lo que el propio Smith nos diga, es decir no quién ni dónde, pero sí en qué magnitud, cuántos y por cuánto tiempo, dificultades comparativas y problemas especiales. ¿Realmente deseas saber más? No lo creo. Tenemos que confiar los unos en los otros, Henry, y ampliamente. Confía en Smith para las operaciones, ¿de acuerdo?
    Estoy contento de que compartas mi punto de vista de cómo tenemos que meternos en materia. Me refiero a tu actitud acerca de entrar en acción antes de empezar a poner a punto de una forma completa y precisa nuestro programa. No puedo estar más de acuerdo con ello. Tengo otro problema en mente para empezar... también limitado, pero no completamente limitativo (si por limitativo entiendes lo mismo que yo.) Se refiere a impuestos sobre la sucesión... algo comparativamente modesto, específicamente objetivo, con resultados perfectamente cuantificables en términos de beneficio (lo cual es muy interesante), fácil de ejecutar, y con una publicidad mínima. Hablaremos de ello en la próxima sesión, así como de todos los demás proyectos que puedan presentar nuestros amigos. A mi modo de ver, me gusta más este que el tuyo, pero nada impide que me persuadas de lo contrario.
    Finalmente, nuestro alcance. Me remito exactamente a lo que dije en la sesión. Nuestro alcance será amplio, nuestros fondos importantes, y tendremos a nuestra disposición todas las disposiciones necesarias para cubrirnos. Esencialmente, planearemos y decidiremos y ordenaremos las operaciones. Lo que decidamos, especialmente lo relativo a orden y oportunidad, estará por supuesto influenciado por la viabilidad del informe de Smith, que nos será proporcionado inmediatamente por su grupo externo para cada operación propuesta. Este informe incluirá costes y otros factores, y a resultas de ello pueden plantearnos de tanto en tanto un veto cuando crean que la operación no funcionará como debiera. Lo que decidamos, antes de que saltes a mi garganta, estará también gobernado por algunas otras consideraciones. De todos modos, y con toda inmodestia, debo decir que con la clase de expertos que tenemos a nuestro alrededor me sorprendería mucho que se produjera algún problema serio de viabilidad. Pero, repito, las decisiones serán nuestras, de acuerdo con el informe de Smith, que incluirá todas las decisiones operativas necesarias para poner en marcha nuestras decisiones políticas. Así habrás de hablar, Henry. Decisiones, decisiones, decisiones. Y no estoy bromeando. Será algo real, y será algo fantásticamente grande. Estate tranquilo, Frank


    5

    3 de octubre
    A: RWMcG
    De: WFR
    Ref: Proyecto Uno

    Querido Will:
    Parece haber un sentimiento general favorable a iniciar algún específico, pero limitado, proyecto tan pronto como sea posible. Algo real, no muy difícil y no excepcionalmente ambicioso. Henry tiene una idea al respecto; yo otra. Puesto que probablemente en nuestra próxima reunión yo intente hacer prevalecer mi proposición con mi habitual y abrumador ingenio, y puesto que tú eres suspicaz (lo sabes, ¿no?) y tal vez pienses que ya lo he hecho aprobar todo automáticamente, quizá lo mejor sea que tú también pienses en algo para discutir y hacer prevalecer por tu propio lado. Para la próxima sesión, ¿de acuerdo? No pretendo apartar tu atención del desarrollo de la lista de nuestras prioridades, pero ya sabes cuál es el peligro de no iniciar las operaciones tan pronto como sea posible.

    Tuyo...
    Frank

    P.S. — No vaciles en enviar notas escritas siempre que sea necesario, Will, pero la regla es destruir —inmediatamente— tras lectura, y por supuesto no hacer copias de ninguna clase.


    6

    3 de octubre
    A: WS
    De: WFR
    Ref: Prioridades

    Querido Bill:
    Bueno, ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? (Digo esto porque vosotros los biólogos podéis abrumarme con mi ignorancia de vuestro campo, como ahora. Pero no cuentes siempre con ello). Se trata de que nuestro proyecto de prioridades debe ser alterado con una primera prioridad, relativa a iniciar nuestras operaciones con un proyecto ejemplar a poner en marcha inmediatamente. Razón: es importante que nos metamos en la cabeza que hay que actuar decidida y rápidamente, de modo que nuestra lista de prioridades refleje de la manera más realista posible lo que podemos y lo que no podemos hacer.
    Así, planeo hablar acerca de algunos posibles huevos (¿gallinas?) en nuestra próxima sesión, y me gustaría oír alguna de tus ideas acerca de tortillas.

    Saludos,
    Frank

    P. S. — Incidentalmente, Bill, graba en tu mente de forma indeleble que todas las notas escritas entre nosotros (nosotros ocho, incluido Smith) deben ser destruidas tan pronto como hayan sido leídas. Y nada de copias.


    7

    3 de octubre
    A: SMG
    De: WFR
    Ref: Operaciones Querido Sam:

    No creo que tengas que inquietarte mucho por nuestro desacuerdo en lo que tú llamaste "moralizaciones sin sentido" en nuestra reunión del otro día. El estudio de las actuales prioridades —valoraciones, efectos comparativos, todo eso— debe hacerse, pero no debe lastrar nuestros planes operativos. Como te dije tras la sesión, Smith se encargará de toda la parte operativa de nuestro trabajo. Esta es su auténtica tarea. Él y su gente —con los que no nos mezclaremos— realizarán las evaluaciones operativas de todo lo que haya en nuestro orden del día. Lo que decidamos requerirá también otros criterios... de acuerdo, llámalo moralizaciones sin sentido o lo que quieras, pero es importante que no tengamos la menor duda acerca de la precisión de los datos de Smith. Es por ello por lo que eres tan importante para nosotros, Sam, como nuestro único sistema real de mantener un control sobre Smith a su mismo nivel. ¿Comprendes?
    Te sentirás feliz de saber, sin embargo, que la comezón de tu impaciencia es aliviada antes de que se te haga intolerable. Yo y Henry tenemos algunas ideas acerca de un inmediato lanzamiento operativo, y nos preparamos para chutarlo, si me permites decirlo así. Pero no quiero que esto nos aparte de nuestro estudio acerca de las prioridades. Si tienes tiempo, piensa algo, pero no te dejes dominar por ello. ¿De acuerdo? Pronto hablaremos todos juntos al respecto.

    Saludos,
    Frank

    P. S. — Pido disculpas por incluir este P. S., Sam, puesto que para ti esto es una rutina diaria, pero algunos de los otros... Bueno, es sólo para recordar, a aquellos que lo necesitan, que todas las notas o cualquier cosa escrita que circule entre nosotros debe ser destruida inmediatamente después de ser leída. Lamento no disponer para todos nosotros de ese maravilloso esperanto escrito al revés, o cualquier cosa que sea, que utilizas tú para escribir tus propios apuntes. Algunas veces he querido preguntártelo... ¿qué demonios es? Nunca he sabido que te olvidases de nada.


    8

    4 de octubre
    A: NOW
    De: WFR
    Ref.: Urgencia

    Querido Doc:
    Hasta ahora (¡AHORA!) no acabo de darme cuenta de que tus iniciales formaban un anagrama1. ¿Profético? Déjame repetirte las seguridades que te mencioné en nuestro encuentro de ayer. No, no vamos a echar adelante algo a medio cocer. No. Pero debemos seguir con ello, independientemente de nuestra lista de prioridades. Si no lo hacemos así, pueden pasar meses antes de que tengamos a punto la lista de prioridades preparada por ti (o por mí, o por todos nosotros), y debamos iniciar otro maldito Comité para Estudiar la Situación y Volver a Redactar un Informe Completo. Al diablo. Y déjame asegurarte de nuevo que ningún proyecto será iniciado antes de que tengamos nuestro plan maestro probado, pulido, a punto, y bautizado como algo necesariamente autocontrolado, limitado y "limitativo", como dice Henry.
    * Juego de palabras intraducible al español. «NOW» significa, en inglés, «AHORA» (N. del T.).
    Estamos haciendo algo terriblemente grande, Noble, pero no podremos afrontarlo si creemos que es superior a nuestras fuerzas. Si lo contemplamos demasiado distanciadamente, o con demasiado respeto, empezaremos por sentirnos paralizados. Inevitablemente. No me interpretes mal. Nadie podrá meterme en la cabeza, o en las tripas, que minimizando de alguna manera nuestra atroz responsabilidad podremos convertir nuestro trabajo, o trivializarlo, o relegarlo, a la categoría más confortable de una misión burocrática. Tenemos que tratar el asunto enfrentándonos abiertamente con él. El único error que podemos cometer al principio será iniciar precipitadamente algo que no sea en realidad urgente, dejando otras cosas más importantes para más tarde. Todo lo que hagamos será irrevocable, ¿entiendes? Por eso tenemos que tomar condenadas precauciones en nuestra primera operación... bueno, ya me entiendes.
    Otra cosa más acerca del procedimiento. Podemos comunicarnos perfectamente por escrito, como hago yo ahora, evitando así los inconvenientes y las pérdidas de tiempo de esperar a que cada uno de nosotros esté disponible para reunirse con otros. Pero: Regla uno, cada uno deberá escribir sus propias notas, sin utilizar secretarias. Regla dos, no se harán copias. Y regla tres, se destruirán las notas tan pronto se hayan leído. Inmediatamente.

    Avanti!
    Frank


    9

    4 de octubre
    A: LP
    De: WFR
    Ref: Dolores normales de parto y su tratamiento

    Querido Lew:
    Primero recordarte algo —en un escrito temporal (¿escrito en el agua, escrito en la arena?)— respecto a lo que te dije ayer en tu oficina. Todas las comunicaciones deberán ser destruidas tan pronto sean leídas y, obviamente —eso es algo que tendría que haber dicho a todos—, sin hacer copias para los demás participantes.
    Creo que voy a necesitar tu ayuda, de una forma personal. Los problemas normales de poner en marcha una empresa aún no estructurada dependen mucho de los factores de responsabilidad que asuman cada uno de los miembros que la componen. Noble Wilson, por ejemplo, tiene los pies fríos, y lo expresa insistiendo, o intentando insistir, en que no debemos empezar ninguna operación antes de tener perfectamente ultimada nuestra lista de prioridades. Obviamente hay que contemporizar con él, mientras yo sigo trabajando con mis propios conflictos mentales, etc., etc. No, estoy seguro de que se trata tan sólo de algo temporal, y por eso no me preocupo, pero me gustaría que me echaras una mano al respecto con tu mejor psique Grado A.
    El más fácil para ti, imagino, será Sam Gold, que está irrazonablemente impaciente por empezar cualquier operación, sin tener en cuenta ninguna "moralización sin sentido", como llama él a todo lo que no es simplemente acción directa. Confío en ti acerca de plantear lo que necesita su psique, acerca del trato que tenemos que hacer con él... ¿o acaso no aceptas los tratos en los asuntos de la psicoeducación? De todos modos, no tengo que decirte que debemos volcar todos nuestros mayores esfuerzos en las prioridades, aunque tenemos igualmente que lanzarnos a una operación práctica sin ninguna dilación, o moriremos como empresa.
    Esto es lo que pienso plantear en nuestra próxima sesión —te haré llegar muy pronto la fecha exacta y todo lo demás—, por lo que tu ayuda al respecto será particularmente apreciada. Pensaba no decirte nada hasta entonces, pero finalmente he creído que era más prudente decírtelo antes, puesto que imagino que tendrás tus propias ideas acerca del tipo de nuestra primera operación y la forma de enfocarla, y es mejor madurar las cosas antes de lanzarlas. Deja que las cosas sigan su curso, etc., etc., etc.

    Abrazos,
    Frank


    10

    4 de octubre A: AS
    De: WFR
    Ref: Próxima reunión

    Querido Arthur:
    Recuerda: tan pronto como hayas estudiado la viabilidad del informe acerca de los derechos de sucesión, llámame. Tengo que fijar la fecha de la próxima sesión tan rápidamente como sea posible, y la propia sesión tendría que ser pronto.
    Como previste, vamos a tener una buena sesión de dialéctica entre la gente que desea acción-ahora y los que quieren estudiarlo-todo-antes-muy-cuidadosamente. Siempre ocurre así, ¿no? Creo haber hecho un buen trabajo dando a todos nuestros respetados miembros la necesaria impresión de su indispensabilidad. De una u otra forma.
    El Presidente está complacido con la idea de iniciarnos con los derechos de sucesión. Dice que hay casi una docena de miembros del Congreso con los que ha podido hablar abiertamente de nuestro pequeño juego... no ha querido decirme quienes, pero se han mostrado satisfechos de que nos aseguremos nuestra propia "financiación" antes de pasar a cosas más importantes.
    Tu grupo de acción será llamado, a propósito de presupuesto, Servicios Selectivos (para la Ejecución de los Programas de Prioridad Nacional). Poseerá un membrete para las cartas, figurará en los directorios y todo eso; dejo en tus manos el que las operaciones se produzcan con vuestra habitual discreción, y no quiero saber más de lo que tenga que saber. Perdona la insistencia. Otra cosa que quiero tener para la reunión, aunque no espero tener que usarla antes de la siguiente, sólo como precaución, es tu lista provisional de los proyectos más importantes en estudio, con sus análisis, etc. Quiero estar brillante en mi postura de improvisación, y esto me permitirá parecer más au naturel, si me permites la expresión.
    Lo dejo todo en tus manos. Me siento tan optimista sobre nuestro asunto como dijiste que lo estaría.

    Quémalo, muchacho, quémalo
    Frank


    * Seis meses antes no hubiera sido irrazonable sospechar que Rooney quería abarcar demasiado. Evidentemente, se ha desarrollado mientras tanto un subclima de opinión pública que ha hecho a esta Comisión y sus objetivos concebibles, si no formulables. El cambio, la velocidad del cambio, la aceleración de la velocidad del cambio, etc... los clichés del incomprendido movimiento social.

    Rooney no solamente ha captado agudamente este clima de opinión, desapercibido para la mayor parte de los hombres públicos, sino que ha comprendido que había llegado una vez más el tiempo de que los dirigentes públicos siguieran las inexpresadas inclinaciones de sus electores. (¿La esencia de los líderes?). Y así ha sido lo suficientemente atrevido como para actuar de acuerdo con sus convicciones, y lo suficientemente astuto y experimentado como para moverse con pleno éxito, hasta el punto de erigir su comisión de «prioridades», sus «servicios selectivos» y todo lo que ello representa, y hacerlo exactamente tal como él quería.

    Es sencillo decir esto, pero considérese el formidable logro político que representa lo conseguido por Rooney. Infunde respeto, aparte lo que se pueda pensar de ello. Y sin embargo, uno se da cuenta al decirlo que si no hubiera sido Rooney y sus maniobras políticas hubiera sido algún otro en alguna otra dirección; nos enfrentamos con una idea política (¿o sociológica? ¿o ecológica?) cuyo tiempo ha llegado, sea quien sea el que la lleve, a la práctica.

    El personal de la pequeña comisión de Rooney es más notable de lo que sugieren sus manipulativos mensajes, y ha sido elegido cuidadosamente. Las dificultades que parece tener Rooney (p. e. el cauteloso Wilson versus el impaciente Gold, el suspicaz Will McGee; el tímido burócrata Henry Harrison, etc.) no son el inesperado resultado de una elección desafortunada. Forman parte del ambiente que ha sido deliberadamente creado para sus ayudantes semidioses; es un ambiente que asegura el tipo de dialéctica continuada que Rooney cree esencial para el éxito del proyecto. Sobre las bases de hasta dónde han llegado, uno debe asumir que esta es la prueba más fehaciente de que no se ha equivocado en ningún momento.


    XI


    1

    Lo que más me gusta de mi propia proposición, supongo, es que nos permite lanzarnos desde unas bases de autosuficiencia. Económicamente, al menos. Hay una cierta elegancia en la idea de financiarse uno sus propias actividades, y esto me gusta. Quizá sea debido al hecho de que durante muchos años he tenido que tratar con agencias que disponían de un buen presupuesto, o quizá se trate de mi educación tradicionalmente puritana cuando era muchacho... si quieres una bicicleta, Frank, tendrás que ganar primero algo de dinero con que pagártela. La segunda cosa que me gusta, quiero decir que creo que es la segunda ventaja más importante de este proyecto por ahora, es que será una operación comparativamente discreta. No habrá grandes titulares sobre ella, ni investigaciones inconvenientes que nos hagan perder un tiempo precioso, ni nada de eso. ¿Qué ocurrirá si alguien observa que en un período de ocho meses el país pierde ciento diez multimillonarios retirados, en lugar de la treintena actualmente previsible? Se sentirá quizá interesado, pero no suspicaz, debido a que todas las pérdidas se producirán por las causas y circunstancias habituales. Número tres. Ni siquiera nosotros sabremos específicamente quién, cuándo y cómo, pero conoceremos en su conjunto cuáles serán los resultados financieros y lo que reportarán al beneficio público directo, por encima y más allá de los impuestos sucesorios. Bastante exactamente, para precisar. Cuarto, y final, me gusta la cualidad limitada de la operación, el hecho de que será una de las comparativamente pocas operaciones "al detall" que iniciaremos. Pienso que será bueno para nuestras almas inmortales en caso de que alguno de nosotros racionalice lo que estamos haciendo en términos de abstracción. Dispondremos de algunas personas, algunos de cuyos nombres serán conocidos por algunos de nosotros, en cierto grado, aunque ninguno de ellos estará unido a nosotros por ningún lazo de amistad o trato. Puesto que la mayor parte de lo que vamos a hacer a continuación será cada vez más y más abstracto, espero que empezar con un proyecto que requiere la confección de una lista de individuos específicos nos ayudará a mantener un sentido de realismo que alguno de nosotros podría llegar a olvidar.

    —Frank, no estoy seguro de que me guste saber quién estará en la lista. Parece algo irresponsable. Naturalmente, me sentiré más cómodo no sabiéndolo, pero esto contradice la última razón que has aducido al referirte al proyecto. Y definitivamente no me gusta la idea de abrir la lista en blanco con un hipotético Fulano de Tal, sobre todo si yo soy uno de los que debe firmarla.
    —Bueno, estás en lo cierto, Will, cuando señalas esta contradicción en mi último razonamiento, pero no completamente. Tú no podrás leer las necrológicas durante los próximos ocho meses sin pensar en cuáles de aquellos nombres habrás ayudado a llegar hasta allí, y empezarás a sentirte responsable de la muerte de todos aquellos que correspondan con los criterios de esta operación aunque sepas que un tercio de ellos habrán abandonado nuestro mundo por su propia cuenta y sin la menor ayuda nuestra. Y los criterios que voy a proponer, y sobre los que están basados los proyectos de Smith, son endemoniadamente explícitos. Es una lista en blanco, de acuerdo, pero no en el sentido de que los Servicios Selectivos puedan ejercitar libremente sus opciones en la elección los nombres que haya que incluir en la lista. ¿De acuerdo?
    —Antes de que entres en detalle acerca de los criterios para esa operación en particular, Frank, ¿no crees que deberíamos aclarar nuestros criterios generales con respecto a todo lo que vamos a hacer? Creo que todo esto es básicamente un asunto de criterios. No veo la necesidad de hacer algo aún no cocido del todo tan sólo para satisfacer alguna necesidad emocional de probar cuán activistas somos. Y con los debidos respetos sobre la conveniencia de quitarnos de encima algunos poseedores de dinero contante, este no es realmente el propósito de nuestra existencia. No somos —o creo que no deberíamos serlo— una condenada banda de Robin Hoods institucionales, imagino.
    —De nuevo he de estar en desacuerdo contigo, Doc. Creo que esto es precisamente lo que somos, aunque admito que lo somos sin la romántica rectitud que tu implicas. Nuestro criterio básico —y no necesitamos seis meses de estudio para establecerlo— es el bienestar general, y si el iniciar nuestras actividades autofinanciándolas de un modo tan modesto no puede ser asumido por nosotros, no veo la razón de seguir todos reunidos aquí, hablando de nada.
    —Tranquilo, Sam. Noble no trataba nada acerca de rectitud, tan sólo nos proponía precaución. No estoy de acuerdo con él al respecto, pero creo que el principio es importante: no debemos perder de vista en ningún momento nuestros objetivos a largo término. Y lamento tener que decir esto, Sam, pero si no aceptamos cada uno de nosotros la buena fe de los demás en nuestras motivaciones, vamos a tener problemas. De todos modos, suelta esos criterios que tienes en mente, Frank, si puedes hacerlo sin estar hablando demasiado tiempo.
    —Encantado, Lew. En este momento son tan simples que tal vez algunos de vosotros os sintáis decepcionados. Ahí van. Son seis, y todos ellos deben ser cumplidos sin el menor elemento de duda. Quiero hacer hincapié en ello, ya que aunque más tarde nos vamos a ver metidos en operaciones más genéricas, en las cuales no se podrá prestar ninguna atención individual a los "participantes" —este es mi eufemismo personal—, esta operación en particular va a ser minuciosamente selectiva, y sería algo irresponsable no tratarla en consonancia. Repito: todos los criterios deberán ser cumplidos, sin ninguna ambigüedad, o de otro modo el nombre en cuestión será borrado de la lista.

    Muy bien. Primero: el valor neto del beneficio público, en tasas sucesorias y en otras distribuciones usuales del legado, no debe ser inferior a diez millones de dólares. Esto es arbitrario, por supuesto, pero mensurable. Comprenderán que tenemos acceso a todas las informaciones que pueden proporcionarnos una cifra precisa —bienes, negocios, provisiones testamentarias, previsibles apelaciones legales y todo eso— al respecto. Dos: el participante debe ser alguien que no esté empeñado en ninguna actividad social importante. No se trata de involucrar aquí ningún juicio político, por tentador que pueda parecer el ejercitar esta posibilidad... tan sólo asegurarse de que el participante no está haciendo nada que concierna a otra cosa excepto sus más inmediatos intereses privados. No me interrumpas, Noble, acerca de la subjetividad: nadie que tenga la menor posibilidad de estar haciendo algo" será tocado... nadie. Tan sólo nos interesamos en aquellos que se han retirado a todos los efectos de la sociedad y que están esperando la muerte, resignados o no. La mayor parte de ellos, de hecho, serán mujeres muy ancianas, pero esto tan sólo debido a que son más numerosas que los hombres. Actualmente, las cifras de Smith indican que más allá de los ochenta años la proporción de mujeres que poseen ese tipo de dinero es mucho mayor que la de hombres. Lo señalo tan sólo como un dato interesante. Tres: Un corolario del anterior. No debe existir ninguna perspectiva de que el participante pueda emprender alguna actividad útil. Me refiero a una simple posibilidad física, basada en los conocimientos médicos actuales. Es algo de simple lógica: si consideramos válido el segundo criterio, no podemos negarles a esas gentes la posibilidad de encontrar de nuevo un lugar en la sociedad.

    El cuarto criterio es delicado. Se refiere a la importancia que debemos dar a las posibilidades estadísticas de que nuestros clientes potenciales mueran por su propia cuenta de muerte natural. Precisamente, nuestros Servicios Selectivos se hallan en posición de brindarnos excelentes prognosis médicas, en términos estadísticos. Las dos consideraciones de gobierno que propongo pueden parecer contradictorias. Por un lado parece absurdo apresurar el fin de aquellos que según todas las posibilidades abandonarán de todos modos nuestro mundo durante este período, ya que nuestra interferencia en el curso de sus vidas parece un propósito insuficiente. Por otro lado, estamos iniciando un nuevo programa, y no creo que debamos ocuparnos de aquellos cuyas posibilidades de vivir sean aún muy largas. Así, mi proposición es eximir a aquellos que nuestros expertos consideren que tienen menos de un 20 por ciento o más de un 80 por ciento de posibilidades de expirar de forma natural durante el período de selección. Arbitrario, pero susceptible de revisión. Piensen un poco acerca de ello antes de pronunciarse... Número cinco: No deben existir factores que puedan afectar el bienestar social derivados de la muerte de ninguno de los participantes. Esto involucra una evaluación de orden más bien subjetivo, pero puesto que es tan sólo una precaución exterior no la creo irrazonable. Un ejemplo podría ser un caso en que la muerte de alguien que controle una gran empresa pueda traer consecuencias sociales negativas, o al menos imprevisibles.

    Y, finalmente, por razones que pueden parecer políticamente injustificables pero que creo que son psicológicamente fundamentadas, tendremos que tachar de la lista cualquier nombre cualificado desde todos los demás criterios pero que sea conocido personal de cualquiera de nosotros. No se trata de proteger a los amigos —no es una maniobra interna—, sino de eliminar cualquier tipo de interés emocional. El grupo de Smith tendrá que saber si algún candidato es conocido de cualquiera de nosotros, pero de todos modos les ruego —suponiendo que este proyecto está aprobado— que señalen los nombres de cualquier conocido que crean puede ocupar algún lugar en nuestra lista.

    —Muy interesante, Frank, pero antes de que sopesemos los pros y los contras siento curiosidad por las cifras que has adelantado. Te refieres a ciento diez víctimas —participantes—, de las cuales aproximadamente un tercio morirán de todos modos, si he entendido correctamente. ¿En qué están basadas estas cifras, o las has mencionado tan sólo a título de ejemplo?
    —Son cifras reales, Bill, pero sólo estimaciones. Smith ha trabajado en ellas sobre datos que ya poseía, aunque podemos estar seguros de que no se apartan mucho de la realidad.
    —¿Concuerda este uno-sobre-tres con el 20-a-80 por ciento reflejado en tu proposición? ¿Se distribuyen correctamente?
    —No, Bill; la curva que forman es asimétrica.
    —¿De dónde ha obtenido Smith los datos que posee? Me siento curioso por saberlo.
    —Es realmente curioso, Noble. Esta es una de las razones de que Smith sea el único cualificado para trabajar con nosotros. Ha realizado ya este tipo de trabajo antes, en forma privada, experimentalmente, y, debo decirlo, completamente ética. Tal como he dicho, tengo confianza en él y en su grupo especial, pero preferiría no entrar en más detalles al respecto, por el mismo principio por el que no deberemos conocer, y no conoceremos, los detalles de las operaciones que autoricemos ahora y más adelante. Como sabía que esta pregunta iba a ser formulada, lo he arreglado de modo que él no estuviera aquí hoy, aun a riesgo de que le necesitemos. Yo responderé a las preguntas a él dirigidas, pero sólo hasta cierto punto, y preferiría que fueran las menos posibles.
    —Estás convirtiendo esto en un voto de confianza hacia tu persona, marrullero hijo de la gran... De acuerdo, olvidémoslo. No habrá preguntas... Sí, una. ¿Puedes decirnos alguna de las cosas que ha hecho?
    —Gracias de nuevo, Will. Sin mencionar nombres. Acabo de saber que él y sus asociados son responsables de acelerar algunos importantes desarrollos cívicos. Dotando colecciones de arte a algunos museos, desarrollando universidades, perfeccionando hospitales, renovando alojamientos, resucitando industrias moribundas, mejorando los estándares de conducción por carretera, y haciendo una gran variedad de trabajos en beneficio del bienestar público durante varios de estos últimos años. Formaba parte de un grupo, que ahora es efectivamente nuestro departamento de Servicios Selectivos, que estaba en situación de efectuar nuestro mismo tipo de trabajo en favor del bienestar social, sobre unas bases limitadas y en forma privada, mucho antes de que nosotros reconociéramos la necesidad de operar a este nivel. Perdonen la forma de hablar, por favor, pero también debo protegerme a mí mismo, ¿no? Y respondiendo a la pregunta de Noble, él y sus asociados han desarrollado un inapreciable banco de datos en los campos más inhabituales, pero relevantes para nosotros. En lo relativo a su integridad moral, diré solamente que respondo de ella y la comparto plenamente, hasta el punto de situarme en su misma línea. ¿Alguna otra pregunta? ¿No...? Gracias. —Frank, no nos has ahorrado ningún detalle de tu proposición para abrir nuestras actividades. Estoy en desventaja puesto que no poseo ningún estudio, cifras de costes o siquiera nombres de lugares, pero me gustaría que el grupo considerara las eventuales ventajas de una acción más expeditiva, como el hacer arder un barrio insalubre, además del proyecto que tú propones. No estoy intentando entrar en competencia contigo, Frank, y estoy a favor de cualquier empresa racional, pero me gustaría conocer lo que piensa el grupo en general.
    —¡Por supuesto, Henry! Caballeros, la opción planteada por el señor Harrison es ésta: ¿No sería mejor para nosotros planear una operación única, catastrófica, tipo limpieza, en lugar de la selectiva que yo he sugerido? Me gustaría saber cuál es su opinión al respecto. Yo no estoy de acuerdo, pero no me sentiré desairado si votan ustedes contra mí. De todos modos, recuerden que buscamos algo limitado, realizable, y fácil de poner en ejecución. ¿Bill?
    —¿Puede ser Henry más específico? Si no tiene un proyecto particular en mente, ¿puede darnos un ejemplo del tipo de limpieza" que propone? ¿Cuán grande, cuán elaborado, con qué objetivo inmediato?
    —Tengo en mente algo como una limpieza de barrios pobres, Bill. Estoy pensando en aquella catástrofe de Chicago, la primavera pasada. Ya sabes en qué acabó todo... la maravillosa forma en que Frank convirtió un desastre en uno de los mayores avances en alojamientos públicos y educación que nunca hemos visto. No creo que ninguno de ustedes arguya que no se trata de un prototipo adecuado para nosotros. Fue un accidente, por supuesto, pero podría ser planeado para otra ocasión. Estoy seguro de que existen zonas en las que la relación coste-beneficios sería mucho más favorable, y pienso que nuestro equipo de Servicios podría hacer una buena selección y ponerlo todo en marcha rápidamente. Otro tipo de proyecto único podría ser la eliminación, por medio de un desastre, de un complejo destinado a albergar a gente improductiva, algo así como un gran asilo, un hospital de alineados, o algo parecido.
    —Me parece que el doctor Wilson tiene algo que comentar sobre esto.
    —Por supuesto que sí, Frank. Cuando he hablado del peligro de emprender algo cocinado a medias me refería precisamente a eso. En primer lugar, la proposición es demasiado general para el actual estadio de nuestra vida colectiva como comisión. Pero lo más importante es que todos los ejemplos mencionados por Henry podrían conducirnos a programas que pudieran revelarse como enteramente contradictorios con respecto a la orientación de nuestras prioridades tal como las determinemos más tarde. Esto no es contemporizar, pueden estar seguros, sino un problema real. Supongamos, por ejemplo, que decidimos que nuestro programa en materia de alojamiento —si por supuesto decidimos adoptar uno, lo cual no es seguro— es orientado no hacia la eliminación, o mejora, de los barrios pobres, sino hacia la agravación de las condiciones de estos barrios, a fin de dar paso a un programa más revolucionario. O quizá nuestro programa requiera la eliminación de los barrios pobres sin reedificación. No sabemos. Y lo mismo puede decirse de los asilos y demás... no sabemos qué amplitud tendrá nuestro programa al respecto cuando lo ultimemos. Esto nos lleva a considerar que existe la posibilidad —una posibilidad real— de que cometamos no una reducción masiva de problemas, como Frank plantea, sino una matanza gratuita. No, no puedo estar de acuerdo con esto, a menos que alguien pueda probarme que el proyecto específico —no tan sólo la idea general, Henry— se acoplará con el sistema de prioridades que erijamos, y no veo cómo podemos garantizar eso en el actual estado de las cosas. No quiero insistir sobre ello, pero nuestra responsabilidad no tiene precedentes. Estoy preparado a cometer errores, algunos grandes, y digerirlos, pero no tendremos excusa si cometemos errores por negligencia o inconsistencia. No pretendo decir con ello que me enloquece el pequeño y elegante proyecto de Frank. Creo que he dejado ya bien claro que no veo ninguna razón que nos empuje a hacer apresuradamente nada. Pero al menos este tiene la ventaja de hallarse bastante alejado de la corriente de cualquier programa a largo término como para poder ser juzgado más o menos independientemente de las prioridades generales. Es un proyecto financiero, o de apoyo, no un proyecto esencial, así que supongo que puede ser evaluado en esos términos. Aunque sigo opinando que deberíamos esperar.
    —Bien, gracias, Noble, por tu entusiasta apoyo... ¿Sam?
    —Objeción. Hago objeción a todo lo que ha dicho Doc. Suena lógico, excepto por un pequeño punto... que no lo es. Todos los proyectos mencionados por Henry, así como lo de Frank, son perfectamente legítimos, sea cual sea su nivel de prioridad... porque esos son el tipo de personas y la clase de situaciones que debemos eliminar. Si luego resulta que una operación de limpieza de los barrios pobres emprendida por nosotros no encaja exactamente con el cuadro esquemático que construyamos dentro de seis meses, ¿qué demonios importa? Todavía tendremos que desembarazarnos de un buen número de aquellos que sabemos que nuestro trabajo es eliminar, y que sabemos que tendremos que eliminar... ¿qué importa al esquema general que nuestro trabajo se realice más pronto o más tarde? Sea cual sea el programa que adoptemos, el principio será el mismo. Si Noble piensa que un tipo de muerte bajo el mismo principio es más o menos moralmente defendible que otra, me gustaría que lo explicara. Parece que las conclusiones que extrae con respecto a la moralidad de las acciones de nuestra comisión en relación a un sistema general de actuación que aún no hemos fijado son muy precipitadas. Es irónico. Yo soy el sistema ahora, y estoy acostumbrado a actuar bajo mi propio criterio, aceptando la responsabilidad de mis jugadas.
    —Lewis Perkins, ¿detecto en ti una expresión de deseo de decir alguna cosa, o es solamente algo que estás pensando?
    —Sí, Frank, si no te importa querría decir algo. Una moción. En interés de evitar que nos dividamos estúpidamente por cuestiones sin importancia hasta el punto de que peligre nuestra vida colectiva como comisión, y en interés de animarnos con algo concreto, y en interés de no dejarnos desanimar por las especulaciones demasiado prolongadas, y en interés de ejercitar y probar nuestro nuevo equipo —los Servicios Selectivos—, y en interés de cubrir por nosotros mismos nuestras finanzas si caemos en problemas de presupuesto sub rosa, y en interés de mantener la salud mental y el bienestar de Frank Rooney, propongo que procedamos a aprobar su proyecto tal como él lo ha presentado. ¡Pero unánimemente, por favor!
    —Han oído la moción, aunque presentada de una forma poco regular. ¿Están dispuestos a aprobar la proposición? ¡No más razones teóricas, por favor! ¿Henry? ¿Will McGee? ¿Bill Spaatz? ¿Sam? ¿Noble? Muy bien. ¡Decidido!


    2

    8 de octubre
    A: AS
    De: WFR
    Ref: Derechos sucesorios

    Querido Arthur:
    Como esperábamos, podemos iniciar este proyecto tal como estaba planeado. Pule tus cifras, sé endemoniadamente prudente y no corras ningún riesgo al establecer la lista. Prevé una cronología, con una exposición racional, del mismo tipo que me proporcionaste. Incluye estadísticas vitales, datos financieros, todo lo que sirva para recordar a nuestra gente cuán consciente, exacto y digno de confianza eres. Sé por supuesto que lo eres, pero el nombre de tu juego ahora es Lograr Que Te Conozcan. Soy muy optimista al respecto.
    La sesión se desarrolló tal como esperábamos. El nivel de discusión fue deplorablemente bajo. Si no hubiéramos sabido que era previsible, hubiéramos liquidado la comisión antes de emprender nada, en nuestra propia defensa. El exceso de escrupulosidad no era exactamente esópico, pero tenía un obvio acento freudiano. Creo que cada uno de ellos sabía, conscientemente o casi, que el llamado debate era una forma de expresar todas sus dudas, temores, culpabilidades y —perdona la expresión— inseguridad.
    Una vez pasemos a la acción —y confío en ti para hacerles saber simultáneamente a todos que la eliminación de los participantes se halla en marcha, ha sido hecha, cuántos han sido, etc.— todas esas diferencias "de principio" desaparecerán. No puedo pensar en un lazo más tuerte entre seres humanos, algo más eficaz para resolver los conflictos pseudoideológicos y pseudofilosóficos y pseudomorales, que una profunda complicidad en una gran violación del contrato social. Cuanto más grande es la distancia entre las acciones realizadas por los conspiradores y su comprensión por los portavoces de la moralidad convencional, más fuerte es el lazo. Sea cual sea la frase que utilicemos tú o yo para definir la naturaleza de sus actividades —nuestras actividades—, seguirá siendo una conspiración, emocionalmente, y todos nosotros nos sentiremos culpables, y esto hará que nos unamos más y podamos continuar nuestra función. Esta es por supuesto la auténtica razón de que haya insistido tanto en un proyecto rápido, y en este en particular, enfatizando su selección persona-a-persona, que no me gustaría que se volviera a producir. Me he puesto así al mismo nivel que ellos... ¡sólo hasta cierto punto! Y han funcionado. Forman un buen grupo, y no creo haberme equivocado eligiéndolos.
    ¿Dónde está tu lista de proyectos propuestos... el auténtico estudio de las prioridades? ¡No perdamos el tiempo, muchacho!

    Como siempre, Frank


    3

    Washington, 8 de octubre. — La Comisión Especial de Prioridades Nacionales del Presidente propondrá un cuadro específico de los programas nacionales más urgentes e importantes, ha sido anunciado hoy. Según el doctor William Francis Rooney, presidente del grupo, el reciente ataque hecho por el diputado Otha Greer (Rep., Ohio), de que el nuevo comité había sido establecido para apaciguar las exigencias públicas de acción proponiéndoles «pretenciosamente regurgitadas banalidades», era una «comprensible difamación».

    El doctor Rooney, cuyo nombre es habitualmente asociado aquí con una ácida invectiva, se ha mostrado sorprendentemente calmado al tener la noticia del ataque del diputado Greer. «Fundamentalmente, como ya saben, esto es cierto en relación a comités como el nuestro, y no puedo reprocharle su escepticismo», ha dicho. «Es una difamación, por supuesto, pero comprensible. Creo que yo pensaría lo mismo en su lugar.

    «Sin embargo, los hechos son algo distintos. Planeamos llevar nuestro comité de un modo distinto al habitual, como he dicho otras veces. Hay tantos datos ya preparados para poner en marcha, en tantos programas de prioridad ya existentes, que en muchas ocasiones lo único que tendremos que hacer será dar un tranquilo empujón, y si es necesario no tan tranquilo, a los departamentos apropiados para que realicen lo que se supone tienen ordenado hacer. Creo que muy poca gente se da cuenta del número, e importancia, de los grandes y a veces revolucionarios cambios en los programas sociales que pueden ser llevados a cabo sin necesidad de recurrir a la legislación.
    «Nuestro planteamiento es operar de modo exactamente contrario al normalmente asociado a comités encargados de grandiosas funciones. No tenemos la menor intención, como espera razonablemente el señor Greer, de sumergirnos durante un año y medio en el agua para resurgir luego a la superficie con un tesoro de doradas declaraciones y ampulosos pronunciamientos. Esperamos trabajar con una publicidad mínima. Es más, no sólo no buscamos publicidad, sino que incluso la rehuimos. De todos modos, me complace poder informar al señor Greer que estamos trabajando ya en un programa prioritario destinado a aumentar hasta tal punto el rendimiento de algunos impuestos que esperamos que el propio señor Greer y sus amigos del Comité de Asignaciones se sientan tan impresionados por las cifras que presentaremos a su aprobación, que nos pidan humildemente sus disculpas... las cuales por supuesto aceptaremos.»

    El doctor Rooney ha solicitado que sus comentarios acerca de su trabajo en un programa específico no sean citadas directamente. Ha confirmado que su comisión ha celebrado hoy su segunda sesión formal, pero ha indicado que en el futuro no se anunciarán las reuniones y actividades que desarrolle el Comité.

    El diputado Greer no ha podido ser localizado para comentar las observaciones del doctor Rooney.


    4

    Nueva York, 18 de octubre. — Alexander Houten, patriarca de una de las más ricas familias de América, murió ayer noche mientras dormía, a la edad de 84 años.

    El señor Houten, que se había retirado de la vida pública hace ya algunos años, tras haber renunciado simultáneamente, en 1967, a sus varios cargos financieros, filantrópicos y públicos, se había retirado a una existencia casi de recluso en su casa de Nueva York, según los que siguieron tratándolo en los últimos años. No deja descendientes inmediatos.

    La muerte del señor Houten marca la dispersión final de una de las últimas fortunas del siglo XIX que permanecían aún en manos de una sola persona. Aunque el señor Houten había compartido la herencia de su padre, Peter Houten, con dos hermanos y dos hermanas, todos ellos ya fallecidos, era el único descendiente del célebre magnate del acero que siguió haciendo fructificar la fortuna familiar durante los años veinte, treinta y cuarenta. Su único hijo, Peter Houten II, se suicidó en 1940.

    El próximo viernes por la mañana se celebrarán los correspondientes funerales en la Iglesia de Riverview, cuya construcción fue inspirada y financiada por el padre del señor Houten. El Presidente, el Gobernador, y varias personalidades ciudadanas han prometido su asistencia.

    (Para mayores detalles acerca de la vida y actividades del señor Houten, véase la pág. 22.)


    * La cosa está en marcha. Por lo que sabemos de las anteriores actividades de Smith y compañía, puede asegurarse que el Proyecto Número Uno será ejecutado cuidadosamente, eficientemente, responsablemente y, ante todo, limpiamente. Lo cual es digno de elogio. Pero parece que se trate más bien de una empresa trivial, en términos de lo que los grandes ejecutivos de la comisión han considerado como fines de la misma. Noble Wilson hubiera podido presentar sus objeciones acerca de convertirse en «Robín Hoods institucionales» mucho más efectivamente, y con toda probabilidad hacer notar lo ridículo del proyecto, si en el fondo no estuviera plenamente convencido del éxito de la Comisión y comprendiera que saboteando la primera operación de Rooney saboteaba todo el programa.

    Por supuesto, hay una cierta incongruencia entre la amplitud de miras de esa «oficina de asesinatos» y lo ambicioso del programa a largo término que esos hombres intentan llevar a cabo. Pero ambos aspectos no son enteramente incompatibles. Los supuestos de la empresa, el sentimiento de que hay que hacer algo realmente drástico para invertir los procesos entrópicos de la sociedad contemporánea, datan de muchos años atrás. ¿Quién conoce cuántos planes secretos tipo Rooney han sido elaborados con la misma finalidad? Genéricamente, es probable que las advertencias acerca de la llegada del fin del mundo y demás —por parte de científicos, pensadores sociales, literatos, predicadores— no hayan estado limitadas siempre a la retórica.

    Meterse en este tipo de especulaciones es estéril, si no necesariamente paranoico, pero es relevante en relación con el presente proyecto. El hecho es que Rooney se está lanzando a la calle. Aunque limitado al principio, ha iniciado sus operaciones... bajo los auspicios oficiales. No hay que menospreciar esto.


    XII


    1

    22 de octubre
    A: Todos
    De: WFR
    Ref: Prioridades

    Aunque nuestra discusión de ayer fue en cierto modo inconsistente, creo que nos ayudará a todos si intento clarificar por eliminación nuestro acuerdo acerca de las prioridades, poniéndolo sobre el papel. Si me equivoco en lo que creo que acordamos, o si inadvertidamente (!) resumo nuestros acuerdos de un modo que parezcan ir en favor de mi propia línea de actuación, tengo la confianza absoluta de ser rectificado por alguno de ustedes, si no por todos. Así que adelante.
    Quedó convenido, tras un largo y desordenado debate —la palabra discusión sería más acertada, ¿no creen?— que, en lo relativo a nosotros, las prioridades nacionales, en el sentido habitual de establecer una lista de urgencias: alojamiento, polución atmosférica, etc., con un juicio de valor añadido (este es el número uno en la lista y este otro es el número cinco), no nos ayudará mucho en nuestra misión, excepto para darnos la ilusión de que hemos hecho algo concreto. Nos pusimos más o menos de acuerdo en que recapturar un medio ambiente "viable" debía ser nuestro primer objetivo, pero, ¿qué nos dice esto que ya no sepamos acerca de lo que debe ser primero? Es una premisa de nuestra tarea que la eliminación de problemas (en la forma de gente), evaluados selectivamente por una función, es esencial para conducir nuestra línea de conducta contra el derrumbe general, y una precondición a una mejora de la calidad de la vida. Consecuentemente, tan sólo la prioridad de las eliminaciones en sí mismas nos concierne.
    La base es que no necesitamos saber cuáles grandes vías de actuación debemos atacar primero. Pero podemos clasificar a los "participantes" en nuestras actividades (creo que esta es la palabra que mejor les cuadra) en términos de incurabilidad general. Podemos, como sugerí ya hace tres semanas, mediante la práctica del triage, considerado como término médico, ejercitar nuestra opción, pero en sentido inverso: es decir, podemos retardar nuestras acciones contra aquellos que pueden ser redimidos por algún nuevo avance social (¿un descubrimiento médico?), hasta que ya hayamos dispuesto de aquellos que, bajo nuestros estándares, pueden ser considerados como casos desesperados (también en términos médicos, los terminales). ¿De acuerdo?
    El Grupo Uno, el primero de nuestra lista, debería incluir a aquellos que más drenan nuestros recursos, y que por ello son socialmente los más caros de mantener. Algunos ejemplos. En primer lugar están los "mantenidos con vida" (incluyendo aquellos que lo son por razones psiquiátricas, los retrasados, etc.), por la razón fundamental de que representan el mayor coste per cápita. Hay algunas excepciones, por supuesto, pero la mayor parte se hallan en hospitales y lugares equivalentes, donde el mantenimiento de los casos terminales es terriblemente costoso. A continuación de este grupo, quizá, se hallan los viejos improductivos, los físicamente impedidos y los indigentes incorregibles, una gran proporción de los cuales están igualmente en instituciones. Aquí hay que añadir también los drogadictos irrecuperables; al respecto se sugirió que nuestros grupos operativos actúen bajo el criterio de salvar, al menos por un tiempo, a la minoría de adictos que aún son productivos de alguna manera o que tienen posibilidades de ser rehabilitados. Los criminales reincidentes, en su sentido más clásico, entran también en este grupo, aunque hubo una insistencia general en que el criterio de definición fuera especialmente riguroso con ellos. Quizá la mayor parte de nosotros (¿todos nosotros?) temiéramos el poder ser identificados fácilmente como criminales, a menos que definamos a estos de tal modo que nadie pueda tener la menor confusión entre nosotros y ellos (¿Estoy siendo desleal? Correcto, estoy siendo desleal). Y discutimos también acerca de una subclase especial aquí, los terroristas sociales, aquellos que destruyen todo lo que altera el statu quo, sin tener en cuenta los efectos inmediatos o a largo término. Llegamos a la conclusión de que esto requería tener en cuenta dos condiciones fundamentales: primero, limitarnos a los auténticos destructores; y segundo, asegurarnos de que ninguna de las personas consideradas fuera un aliado de facto o un colaborador en nuestro propio programa. (Creo que este será precisamente el caso para un cierto número de ellos). Aunque maten a gente equivocada, pueden ayudar a establecer el ambiente que necesitamos para llevar a cabo nuestras propias operaciones. Todo ello, por supuesto, deberá ser estudiado junto con el grupo de Smith cuando tengamos nuestra sesión de Caminos y Medios.
    Cuando tengamos encarrilada la eliminación del Grupo Uno, podremos iniciar las operaciones con el Grupo Dos, tal como se desprendió de nuestra discusión. Por supuesto, no se trata de proceder en forma seriada, todo un grupo después de todo otro, sino sobreponiéndolos lo suficiente como para ocultar, o al menos disimular, las líneas claramente definidas del grupo precedente. Otra razón apuntada fue que el Grupo Dos —esto es cierto para todos los grupos excepto el Grupo Uno— es tan extenso que la planificación de las operaciones requerirá más tiempo que todas las categorías del Grupo Uno juntas. Bien. Nuestro segundo grupo consiste en los inempleables y los improductivos. Esto representa, por ejemplo, un alto porcentaje de aquellos que están a cargo de la asistencia pública o reciben algún tipo similar de ayuda. En general, este amplio y amorfo grupo, aunque disipan claramente nuestros recursos en mayor proporción de lo que contribuyen a ellos, no representan un gasto per cápita comprable al Grupo Uno. Creo que sería apropiado anotar aquí —aunque admito que no discutimos este punto— que tendríamos que planificar tan sólo un programa parcial para el Grupo Dos. Aunque espero que podamos eliminar algo así como el 75 por ciento de los definidos en el Grupo Uno, quizá incluso más, las cifras del Grupo Dos probablemente se detengan en un 30 por ciento. Y, por supuesto, una gran proporción de los participantes del Grupo Dos podrá ser preservada, siempre que los medios utilizables permitan distinciones especiales en el curso de las operaciones a gran escala que necesariamente tendremos que emplear.
    Mientras que con el primer grupo el número y calidad de los participantes "eliminados" será tal que ninguno de nosotros perderá el sueño por ellos, será bueno que cuando iniciemos las operaciones con el Grupo Dos nos hayamos librado de todo tipo de consideraciones personales. Eso implica cualquier clase de examen detenido de los grupos de participantes. Lo cual implica a su vez que deberemos dejar cada vez más la selección en manos de nuestros Servicios Especiales, tras haberles dictado las directrices generales. Durante el tiempo que estemos trabajando con el Grupo Dos, para no mencionar los Tres, Cuatro y Cinco, tendremos que haber llegado al nivel de serenidad emocional que han conocido aquellos de nuestros miembros que participaron en la Segunda Guerra Mundial... es decir, que sepamos que estamos combatiendo por una causa justa y necesaria, y que aceptemos el hecho de que, para alcanzarla, tendremos que destruir millones de inocentes al tiempo que eliminamos a nuestros enemigos. Todos nosotros estamos familiarizados con esta necesidad emocional, y la que tendremos que afrontar es absolutamente análoga. La única diferencia es que ahora estamos tomando decisiones en lugar de llevarlas a la práctica. Ruego disculpen la interpolación; simplemente he considerado que era necesaria. Para el Grupo Dos tendremos que hacer cosas más grandes y más indiscriminadas que cualquiera de las que hayamos tenido que efectuar en tiempo de guerra. Y no vamos a tener instituciones establecidas que dicten por nosotros lo que debemos hacer. No tendremos nada a que agarrarnos. Tendremos que limpiar amplias zonas, y tendremos que reconocer, aceptar, y luego dejar de lado y olvidarlo, su precio. ¿De acuerdo? Vayamos ahora al Grupo Tres, y aunque sea más difícil de definir con precisión que el Grupo Dos, tendremos que iniciar rápidamente las operaciones, ya que los medios requeridos para disponer de esa gente serán necesariamente discretos y graduales antes que cataclísmicos. Se trata de los incompetentes sociales. Eliminaremos una buena parte de ellos, puesto que nos ofrecen unas bases más o menos eugénicas de selección. Algunos de los medios que debamos poner en marcha se hallan ya en funcionamiento, gracias a la cooperación de algunas industrias y departamentos reguladores. Estamos hablando de esa gente que hace la vida de los demás más peligrosa, más costosa, más generalmente destructiva. Pueden ser definidos, de una forma ciertamente curiosa, por los propios medios que elijamos para eliminarlos. Por ejemplo, todos ustedes están familiarizados con los recientes avances anunciados por la industria automovilística americana; quizá sepan también que esos avances no sólo introducirán un nuevo factor de riesgo en la conducción automovilística, sino que tenderán a eliminar tan sólo a los conductores peligrosos e irresponsables; lo que no saben ustedes es que algunos representantes de la industria automovilística, cuya comprensión de los problemas a largo término es parecida a la nuestra, han planeado precisamente que fuera así. Habrán oído también algo acerca de un nuevo fármaco que se proclama va a aportar todo el bienestar psicológico que una nación evolucionada puede desear; me han oído decir que su aprobación está siendo actualmente estudiada, y que eventualmente va a recibir el O. K.; lo que no me han oído decir, antes de ahora, es que va a ser realmente mortífero para las inteligencias y las personalidades lo suficientemente débiles como para convertirse en dependientes de él... y esta cualidad no es tampoco un accidente. Hay también un espectacular nuevo aditivo para alimentos... hablaré de él cuando nos refiramos al Grupo Cuatro. Por supuesto, muchas otras industrias han
    empezado a trabajar en nuestra misma línea desde hace tiempo, pero generalmente sin saberlo, no de una forma sistemáticamente programada.
    Como pueden ver, estoy interpolando aquí información que hubiera podido proporcionar durante nuestra sesión. Si no lo hice fue porque creí que sería más adecuado incluirla en un contexto más propicio. Seguramente vamos a tener que desarrollar una imaginativa selección de medios para afrontar la enorme variedad de especies de los participantes-candidatos que pueden incluirse en esta rúbrica. En general, en el Grupo Tres la regla será: dejad que el castigo corresponda al crimen. El castigo parecerá a menudo severo según los estándares convencionales (esto es, en términos del crimen individualizado), pero será apropiado y necesario para que el resto de nosotros sobreviva. Pero ya basta de piadosa moralidad.
    El Grupo Cuatro es engañoso. Se sitúa de algún modo entre el Uno y el Dos (según los estándares de costos per cápita), pero debemos situarlo más abajo de nuestra tabla de prioridades debido a que tenemos menos control sobre él. Se trata de las gentes de los países más atrasados, aquellos que no solamente no subvienen a sus propias necesidades sino que nunca llegarán a hacerlo, y cuyo número no se reducirá jamás lo suficiente como para autosubvenirse, excepto por alguna catástrofe natural incontrolada, hambre, guerra, o algún otro mecanismo de control de la población. O por nosotros. Llegará un momento en que tendremos que actuar a gran escala en esos países, cuando estemos un poco más afianzados. El aditivo para alimentos que he mencionado antes, cuyo uso se ha iniciado en algunas de esas zonas, tendrá un cierto número de interesantes efectos secundarios (selectivamente fatales), que probablemente podremos desarrollar con más amplitud.
    El Grupo Cuatro abarcará una forma más tradicional de genocidio, excepto que no estará inspirada por los motivos tradicionales... políticos y mercenarios. Aunque tenga una interminable lista de precedentes, el más explícitamente ejemplar es el de la Compañía Peruviana del Amazonas, a principios de siglo: simplemente ejecutaban a los trabajadores ineficientes. Otro, en nuestra propia época, fue el exterminio de los indios brasileños por los colonos usurpadores. Estoy citando deliberadamente ejemplos convencionalmente horrendos a fin de considerar de nuevo el punto de que el criterio ha de ser siempre el propósito. Lo que ocurrió en el Amazonas fue motivado por un beneficio privado, la libre empresa siguiendo hasta sus últimas consecuencias su propia lógica. Algunos medios son estéticamente más aceptables que otros, pero siempre es el fin buscado y alcanzado el que cuenta. Nuestro objetivo es la supervivencia de los más aptos. Pero ya basta de piadosa moralidad.
    No discutimos acerca del Grupo Cinco. Su planteamiento básico es simplemente la reducción drástica de la población en general. Si pese a todo no podemos llegar tan lejos en nuestra labor de escarda selectiva, tendremos que volver a los métodos establecidos de selección natural, intensificándolos. No habrá aquí ningún criterio, excepto el de que es mejor ellos que nosotros, y todas sus variantes. Tampoco hay ninguna planificación al respecto... pero debemos conservar esta posibilidad en mente en caso de que empecemos a plantearnos demasiados escrúpulos con respecto a nuestros métodos de selección en los grupos Uno a Cuatro. Ser demasiado escrupulosos puede conducirnos a perder nuestro tiempo y nuestras fuerzas.
    Este es el consenso general, o al menos mi versión de él, con algunos comentarios marginales. Si alguien cree que no he expresado adecuadamente nuestros puntos de vista colectivos, o desea cualquier aclaración sobre alguno de los nuevos puntos que he enumerado... ruego que me lo comunique lo más pronto posible.

    Frank


    2

    22 de octubre
    A: WFR
    De: HSH
    Ref: Prioridades Querido Frank:

    Espero que no consideres mis observaciones excesivamente escrupulosas, pero no me gustan las medias tintas.
    Primero: el Grupo Uno. Creo que está suficientemente claro lo que nosotros entendemos por mantenidos con vida. ¿Pero debo entender que tú no haces ninguna distinción entre los terminales, tal como son definidos por las instituciones que los mantienen, y los mantenidos en vida tal como nosotros los definimos? Creí adivinar que la distinción sería táctica en cada caso particular, y que usaríamos nuestra propia definición excepto en los casos en que esto hiciera nuestra operación excesivamente difícil. ¿De acuerdo?
    Segundo. No veo por qué o cómo nuestro "problema emocional", si existe, tendría que ser muy diferente entre los Grupos Dos, Tres, Cuatro y Cinco y el Grupo Uno. Me parece que quemamos nuestras naves hace ya algún tiempo, cuando aceptamos formar parte del proyecto. Conociéndote como te conozco, me doy cuenta de pronto: ¿acaso este párrafo va dirigido a algún miembro en particular que crees tiene necesidad de este tipo de ánimos?
    Tercero. Cuando dices —y me parece que este punto no recibió el menor consenso por parte de nadie, a menos que yo me durmiera en aquel momento, lo cual me cuesta creer— que las incompetentes sociales podrían ser definidos por los medios que elijamos para eliminarlos, ¿no crees que estás mostrándote un poco insincero? Me parece que tendremos que establecer la lista de una forma mucho más definida y precisa. ¿O acaso este trabajo será encomendado a nuestros S. S.? Nuestra discusión fue clara, pero en ningún momento abordamos la cuestión de las definiciones.
    Cuarto. Me parece importante que conozcamos todos los detalles de los programas privados a los que te refieres: los automóviles, el fármaco, el conservante para alimentos. Así como los de otros que tal vez no hayas mencionado. ¿Tendremos estos detalles? ¿Pronto?
    Quinto. Creía que solamente había cuatro.

    Como siempre, Henry


    (Esta comunicación fue devuelta a su remitente con la siguiente nota manuscrita: A todas tus observaciones, expresadas e implícitas: sí, por supuesto. WFR).


    3

    23 de octubre
    A: WFR
    De: NOW
    Ref: Pretendidas prioridades

    Querido Frank:
    No hay preguntas. Ni aclaraciones por el momento. Ninguna objeción a tus constructivos añadidos a nuestra discusión. Ninguna objeción general a tus interpretaciones.
    Tan sólo mis habituales precauciones. Son predecibles, pero espero que las leas. A veces me lo pregunto. Son éstas: por casuales que podamos parecer discutiendo las bases de la selección, deberíamos tener una regla general, la de que ningún programa sea puesto en práctica hasta que:
    1. Hayamos llegado a precisas y no ambiguas definiciones acerca de la categoría de los participantes que deben ser liquidados en esa operación en particular.
    2. Con todos los respetos debidos a nuestro departamento de Servicios Selectivos, todos los datos presentados por ellos en relación con cualquier grupo o subgrupo hayan sido examinados, estudiados, analizados y confirmados independientemente por nosotros antes de proceder a usarlos como bases para las operaciones autorizadas.
    3. Aunque los Servicios Selectivos operen independientemente de nosotros con respecto al tiempo y lugar de las operaciones, todos los medios utilizados en sus tareas ejecutivas sean aprobados por nosotros en lo relativo al grupo en cuestión.
    Ruego me lo confirmes, Noble (Comunicación devuelta al remitente con la siguiente anotación manuscrita: ¡Absolutamente! Frank.)


    4

    23 de octubre
    A: WFR
    De: RWMcG
    Ref: Medios y fines

    Querido Frank:
    Yo no hubiera resumido las conclusiones generales de nuestra reunión tal como tú lo has hecho, pero no tengo ninguna objeción a ellas como planteamiento de trabajo. Tus comentarios son útiles. De todos modos, hay una parte de tu comunicación que me preocupa.
    Se trata de la cuestión general de los medios. Sé que vamos a tener una discusión exhaustiva acerca de los medios, y por supuesto tendremos que considerar y aprobar los medios que nos propongan los Servicios Selectivos. Y estoy seguro de que no tienes la menor intención de boicotear nuestro examen de sus proposiciones. Pero el tono de tu comunicación me inquieta. Implica, creo, que tú opinas que los medios que vamos a utilizar para eliminar a los grupos en cuestión son enteramente tácticos, y que pretendes no darte cuenta de en qué medida los métodos que elijamos confirmarán la legitimidad de nuestros fines o la invalidarán.
    Sé, por supuesto, que tienes un exquisito sentido de la relación entre medios y fines, y no querría sugerir que yo soy más sensitivo que tú. Pero cuando dices, de los participantes del Grupo Tres, con una pizca de palpable contrasentido, que "podrían ser definidos por los medios que elijamos para eliminarlos", me pregunto si no estarás intentando deliberadamente darnos una tranquilidad y una seguridad morales... presumiblemente para aliviar nuestro inevitable sentimiento de culpabilidad por lo que tenemos que hacer. Pareces estar diciendo que, puesto que sabemos que lo que estamos haciendo es correcto, no necesitamos ejercitar nuestro derecho de hurgar en los mezquinos detalles de su realización.
    Estoy simplificando excesivamente, y quizá sea injusto, pero eso es lo que detecto en tu tono y creo que es algo peligroso. Soy también partidario de mantener nuestro sentido del movimiento, nuestra perspectiva, nuestra agilidad de comunicaciones, y evitar todo tipo de solemnidad que pueda asfixiarnos, pero las decisiones operativas que debemos tomar son asuntos de vida-y-muerte a gran escala. Esto es un hecho. Si hemos de llegar al punto de engañarnos a nosotros mismos, con el pretexto de mantener nuestra salud mental, diciendo que estas decisiones forman parte de un juego o que no tenemos que preocuparnos en absoluto por ellas, esto significará que estamos llevando mal las cosas y que deberíamos confiar nuestro trabajo a alguna otra persona.
    Por supuesto, Frank, no hay en esto nada personal,

    Will


    (Comunicación devuelta al remitente con la siguiente nota manuscrita: Tu punto de vista se defiende bien, pero yo debo defender la frase que he usado y que tú citas como evidencia. Era otra forma de decir que, puesto que los participantes del Grupo Tres debían ser definidos funcionalmente, más bien que por su condición, los medios y las definiciones debían ser establecidas al mismo tiempo. Por lo tanto no me considero culpable de tus acusaciones de intentar diluir la gravedad de nuestras decisiones. Me conoces lo suficientemente bien como para saber que mi "ligereza" es estilo y nada más. Por el momento no considero mezquino ninguno de los detalles operativos que tendremos que considerar. ¿De acuerdo? Frank.)

    (Comunicación devuelta de nuevo a su destinatario original con la siguiente anotación manuscrita: Por supuesto, Frank. Pero deseaba oírtelo decir explícitamente. Y gracias por haberlo hecho con tanta amabilidad. Will.) 5


    23 de octubre
    A: WFR
    De: AS
    Ref: Grupo Uno, operaciones-medios

    Querido Frank:
    Aquí está el informe preliminar de los Servicios Selectivos acerca de los medios sugeridos para el Grupo Uno. Los he esquematizado en forma de tabla para una rápida referencia. Siguen notas explicativas.
    MEDIOS, GRUPO UNO:
    Proposiciones preliminares de actuación con respecto a los participantes así clasificados. Listados según subgrupos con indicación preferencial del orden de aplicación.
    1. Mantenidos en vida, terminales y casi terminales albergados en instituciones.
    (a) Fármacos, (b) Epidemias incidentales, (c) Catástrofes físicas.
    2. Mantenidos en vida no albergados en instituciones, (a) Fármacos, (b) Ausencia crítica de asistencia.
    3. No contribuyentes de edad avanzada, inválidos e indigentes incorregibles, albergados en instituciones, (a) Epidemias incidentales, (b) Catástrofes físicas.
    (c) Fármacos, (d) Desviación del personal de protección pública.
    4. Los mismos, no albergados en instituciones.
    (a) Sobredosis de fármacos, (b) Epidemias zonales, (c) Catástrofes zonales, (d) Ausencia crítica de asistencia.
    5. Drogadictos.
    (a) Sobredosis. (b) Escalada, (c) Contaminación, (d) Procedimientos ad hoc.
    6. Criminales.
    (a) Escalada penal, (b) Escuadras de la muerte, (c) Provocación.
    7. Terroristas sociales.
    (a) Adicción. (b) Provocación.
    1. Para mantenidos en vida, terminales y casi terminales albergados en instituciones. El método más elegible aquí es (a), una simple sobredosis de fármacos, una infradosis de fármacos, o una prescripción incorrecta de fármacos, confiando en que el personal médico quiera cooperar. Tenemos razones para creer que será posible muchas más veces de lo que podría esperarse, probablemente en la mayoría de las instituciones para terminales. En general, la profesión médica va muy por delante del resto de nosotros, tanto en la discusión del problema como en un incremento de la frecuencia en sus acciones independientes. Nuestra experiencia nos indica que, con un mínimo de desinteresado aliento externo, será el más efectivo, económico y natural procedimiento para este subgrupo. Cuando la cooperación general médica no sea posible, pero pueda ser convenido otro tipo de asistencia interna, recomendamos el uso de (b), "epidemias incidentales", p. e. hepatitis sérica, envenenamiento bacteriano de los alimentos, mezcla de productos tóxicos en la comida, aplicación de bacterias o virus en los productos lácteos, etc. Cuando la cooperación médica no sea posible en absoluto, o se vea interferida por complejos procesos burocráticos, recomendamos (c), catástrofes físicas: incendios, explosiones, cortes en la calefacción y en la corriente eléctrica durante las estaciones frías, contaminación de las aguas potables, etc. En general, todos estos medios deberán ser adoptados con moderación y bajo estrictas limitaciones.
    2. Para mantenidos en vida no albergados en instituciones. Deberán ser sometidos a un tratamiento sobre bases ad hoc con la cooperación del personal médico, cuidadores y otras personas en posición de actuar. El principal medio sigue siendo (a), fármacos, como más arriba; (1b) y (1c) serán normalmente inaplicables. Otro procedimiento utilizable podrá ser (b), ausencia crítica de asistencia: imposibilidad de obtener enfermeras, médicos o cuidadores en momentos críticos; inatención de los participantes; no entrega de medicamentos indispensables. Aunque esta categoría representa tan sólo una pequeña parte de los participantes del Grupo Uno, la razón de dedicarles esta atención es que esas acciones servirán como base de partida para propiciar programas más importantes. Un relativamente pequeño número de estos casos podrá dar a una sorprendentemente alta proporción de la población un sentimiento de verse indirectamente involucrada, lo que acelerará la aceptación de operaciones de mayor envergadura.
    3. Para los no contribuyentes de edad avanzada, inválidos e indigentes incorregibles, albergados en instituciones. Aquí anticipamos que (a), epidemias incidentales, será el tipo de operación más común, pero con más variaciones que los ejemplos citados en (1b). Las catástrofes físicas (b), ocuparán el segundo lugar en la elección. (Pese a su conveniencia, (c), fármacos, será poco aplicable aquí, debido a que la cooperación médica no podrá ser tan utilizada y las oportunidades de utilizar los fármacos más limitadas). Una variante que puede desarrollarse para este subgrupo será (d), un sistema de desviación del personal de protección pública —bomberos, policías, equipos de urgencia, inspectores de edificios, controladores de agua, etc.— de sus respuestas convencionales a las catástrofes según sus funciones normales. Parte de este sistema consistirá en instrucciones erróneas, como puede ser el caso de alarmas de incendios en los barrios pobres, y parte consistirá en los convencionales sobornos y corrupciones. Anticipamos que no habrá complicaciones importantes. Con este procedimiento, el fallo general de los servicios públicos contribuirá a la motivación de nuestro programa de conjunto referido a revisar ocasionalmente su organización.
    4. Los mismos, no albergados en instituciones. Son demasiado numerosos como para dejarlos enteramente a la iniciativa privada, (a), que hemos llamado sobredosis de fármacos, requerirá la participación de equipos de médicos, farmacéuticos y personal hospitalario. Prepararemos prescripciones estándar para esa categoría de participantes, distintas de las utilizadas en la práctica. Estamos preparando un "libro negro" de la farmacopea que podrá usar como guía el personal médico que coopere con nosotros. Para los farmacéuticos hemos preparado un muestrario variado de medicamentos que podrán usar con toda garantía en clientes a quienes quieran ayudar a llegar al final. (Si los miembros de la comisión se sorprenden de que tantos de nuestros medios propuestos requieran la cooperación de un tal número de gente externa a nosotros, sepan que tenemos ya establecido, para nuestros anteriores trabajos privados, una sustancial red de asociados situados en ocupaciones estratégicas), (b) y (c) son equivalentes a gran escala de las epidemias y catástrofes físicas para los albergados en instituciones. Sus parámetros de operación serán zonas residenciales en las que nuestras investigaciones estadísticas muestren que existe un predeterminado porcentaje mínimo de sujetos cualificados (el porcentaje, por supuesto, será fijado por la comisión). Esos estudios no necesitarán ser minuciosamente precisos, por la conveniente razón de que los sujetos no calificados como Grupo Uno en esas zonas serán calificados normalmente en otras categorías, especialmente en el Grupo Dos. Finalmente, esperamos poder aplicar (d) a aquellos casos individuales en los que no funcionen ni (a), (b) o (c), aunque realmente no esperamos un rendimiento elevado al respecto.
    5. Drogadictos. Aún no hemos completado nuestros criterios propuestos para distinguir a los adictos con unas razonables posibilidades de redención (hacia una productividad positiva, no simplemente hacia una rehabilitación de su adicción). Por el momento podemos decir que constituirán una pequeña minoría. Para ese subgrupo, (a), nuestro procedimiento básico es comparativamente simple y seguro, y tiene la considerable ventaja de haber sido utilizado informalmente por personal médico, de los servicios sociales y de la policía. Se trata de la sobredosis, y puede ser utilizada a gran escala en una enorme variedad de formas. Un sistema simple, empleado experimentalmente en Nueva York el año pasado, consiste en introducir heroína de una pureza insólita en los canales regulares de distribución. El efecto en los usuarios —doblar o incluso triplicar su dosis— es fatal a los ya habituados a altas dosis o a los aquejados de alguna enfermedad (que suelen tender a ser las mismas personas, por supuesto, y naturalmente los menos recuperables). Una variante sobre la que nos mostramos optimistas, y que también ha sido probada experimentalmente, (b), se refiere a provocar una escalada de la dependencia en las personalidades toxicómanas irrecuperables. Muchos usuarios de alucinógenos, alcohol, marihuana, anfetaminas, barbitúricos, tabaco, etc., que sabemos que van a adscribirse más tarde o más temprano a los Grupos Uno o Dos, pueden ser empujados fácilmente a un mayor nivel de dependencia con drogas más duras (heroína, cocaína y similares) con una ligera ayuda; si esta dependencia alcanza el nivel requerido, puede utilizarse entonces el sistema de la sobredosis. (Este procedimiento también fue experimentado en Nueva York, a principios de 1970; el "pánico" ante la escasez de marihuana, más la posibilidad de obtener heroína a buen precio, "promocionaron" a cientos de tales personas). La sobredosis puede ser también provocada creando un ambiente de necesidad en el aumento del consumo, con ayuda de otras drogas que incrementen esta aparente sensación de necesidad, o poniendo a la venta, como hemos hecho ya, una especie de heroína encubierta que los adictos tomarán sin darse cuenta de que aumenta su cuota "fija" diaria, (c) estudia el contaminar agujas y demás equipo del drogadicto con virus y venenos y distribuirlas de modo atractivo, (d), para los adictos internados en instituciones, será un paquete sorpresa de procedimientos ad hoc administrados por personal cooperante con nosotros: incremento de dosis, deliberada falta de cuidados, desánimo psicológico, etc. (Actualmente, la mayor parte de las instituciones para adictos tienden a promocionar los decesos en todos los casos, puesto que sus objetivos, como los nuestros, es eliminarlos de sus libros de uno u otro modo).
    6. Criminales. Casi hemos completado una ajustada definición de la clase de criminales confirmados que corresponden al sentido que de ellos damos en el programa de nuestro Grupo Uno. Esta definición les será sometida en breve tiempo. Me sentiría muy sorprendido si algún miembro de la comisión no la aprobara o expresara alguna razón que le hiciera creer que podía concernir a personas equivocadas —como nosotros mismos por ejemplo, como apuntaste en tu última comunicación—, las cuales se vieran incluidas en esta categoría sin razón. Nuestro procedimiento principal, (a), puede ser definido de modo general como la intensificación de los actuales sistemas penales. Puesto que el propósito de las prisiones ha sido siempre, más allá de eufemismos acerca de "corrección" y "regeneración", el aislamiento típico de segmentos indeseables a la sociedad, el trabajo básico ya lo encontraremos hecho. Políticamente, aún no nos hallamos en situación de introducir nuevamente el viejo principio inglés de la pena de muerte, pero tendremos la entusiasta cooperación de la policía y del personal de prisiones en el desarrollo de nuestra proposición práctica de que cada sentencia por un delito mayor sea, de facto, capital. Las técnicas serán sencillas: provocación de motines en las prisiones, con represalias bajo la forma de exterminaciones masivas en lugar de sanciones selectivas; negligencia deliberada en las prácticas de seguridad y sanitarias, con más y mayores incendios carcelarios, explosiones, asfixias, intoxicación de alimentos, epidemias; muertes individuales entre prisioneros, deliberadamente provocadas a tal fin en prisiones atestadas. Será sencillo y rápido hacer comprender a los prisioneros que la intención del sistema penitenciario es eliminar a la mayoría de ellos; esto alentará los motines y demás actos desesperados, que a su vez provocarán una aceleración en la eliminación de las poblaciones penitenciarias. De todos modos, ofreciéndole al personal de prisiones un sentido de legitimidad en acelerar la destrucción de la clase criminal, el programa puede ir demasiado aprisa; deberemos preparar un procedimiento de freno que evite el que las prisiones queden vacías en seis meses. Por otra parte, puesto que cuando el programa esté en marcha será casi imposible diferenciar entre los verdaderos criminales, según nuestros estándares, y los otros, es esencial que saquemos a los no criminales fuera de esas instituciones a destruir antes de comenzar el programa. En breve remitiremos un esquema de nuestro sistema de trabajo al respecto, que irá precedido por nuestra proposición de una definición operativa. No necesitará una puesta en práctica política, sino tan sólo un manipulable nivel administrativo.
    Puesto que (a) obtendrá virtualmente un 100 por cien de éxito en los criminales confinados, no son necesarios otros métodos. Para la mayor parte de la clase criminal, la no confinada, proponemos dos métodos principales, (b), que como sabes se halla ya en práctica en algunas ciudades importantes, dirigido más bien a los disidentes sociales que a los auténticos criminales, es el establecimiento de "brigadas de la muerte" policiales, según el modelo brasileño. Su existencia deberá ser reconocida abiertamente, como en el Brasil, indicando claramente sus objetivos. Pero deberemos establecer represalias contra la policía que coopere con nosotros y no siga las reglas que nosotros les marquemos en la selección de las víctimas, o de otro modo las cosas escaparán a nuestro control, (c) contempla la provocación a gran escala de un estado de guerra interna entre organizaciones criminales. Con la utilización de métodos tradicionales —dobles informadores, divulgación de noticias falsas, acusaciones orientadas a nuestros fines, etc.— podremos conseguir un beneficio sustancial con un mínimo de costes y riesgos.
    7. Terroristas sociales. Aquí también estamos trabajando en una definición, en orden a eliminar ambigüedades y posibles malentendidos futuros. La distinción no será moral o política, sino práctica, basada únicamente en la pregunta: ¿El tipo de destrucción practicada por el grupo que se está considerando es consistente, o contraproductiva, en relación a nuestros objetivos? Tu intuición acerca de que buena parte de los componentes de este grupo pueden ser, en un sentido práctico, aliados nuestros, es perspicaz; el equipo de los Servicios Selectivos que está examinando este problema confirma que la mayoría de ellos pueden ser clasificados así. Métodos: (a) consistirá en promocionar la adicción entre aquellos miembros del subgrupo que sean inherentemente susceptibles: un comparativamente pequeño número de agentes, creemos, pueden conseguir que un desproporcionadamente amplio número de terroristas se adiccionen a drogas duras, en cuyo momento podrán ser tratados como tales adictos, según los esquemas del subgrupo 5. (b) es la práctica policial estándar de provocación de disidentes políticos, sean orientados o no a la violencia. Creemos que su uso será más conveniente que el de (a) en ciertos grupos que se correspondan a nuestros criterios, y la cooperación de la policía será obtenida mucho más fácilmente que en el pasado como precio por nuestra aceptación al Sistema.
    N. B. — Como puedes ver, la mayor parte de nuestros métodos operativos dependen de la cooperación de instituciones existentes y de su personal. Algunos miembros de la Comisión puede que se sientan preocupados por ello. Sugiero que, cuando les transmitas esta comunicación, convoques una reunión para discutirlo: ostensiblemente, los medios en general, pero de hecho, para disipar sus escrúpulos acerca de este punto.
    Es una recomendación... Arthur
    (La hoja conteniendo tan sólo el último párrafo de esta comunicación fue devuelta al remitente con la siguiente anotación: Esto no es todo lo que va a preocuparles. Vas a tener que explicarles no solamente lo ocurrido en los últimos años —de lo cual saben mucho menos de lo que tú supones—, sino también hacerles comprender de qué modo esas dramáticas líneas de actuación pueden ser emprendidas más o menos simultáneamente sin ninguna reacción apreciable por parte del público. Todos tus datos, definiciones, equipos de estudio, experiencias pasadas, análisis prácticos, clasificaciones operativas, y todo lo demás, les impresionarán tanto que creerán en tu competencia analítica y en tu buen juicio operativo, pero esto no es suficiente. Deben comprender de una forma más clara todo lo que el público puede tragarse al mismo tiempo sin excesivo esfuerzo. Tienes que presentarles un esbozo del ambiente espaciotemporal que producirá nuestra acción antes que un conjunto de curvas y cuadros estadísticos. En general, mantendré las proyecciones sociales y políticas, pero es esencial para ti el demostrar que las comprendes tan bien como yo sé que las comprendes. Lo haremos mañana, en el lugar y hora habituales. Creo que estamos metidos ya de lleno en el núcleo mismo del asunto, y supongo que estarás de acuerdo conmigo ahora, o lo estarás mañana, en que el proyecto de los derechos sucesorios era algo absolutamente necesario para arrancar. Como siempre, Frank).
    * La Comisión está empezando ahora a pugnar seriamente con sus prioridades, criterios y medios de actuación. La rapidez con que Smith y sus «Servicios Selectivos» han puesto a punto sus definiciones, categorías, análisis y planes —todo ello en una perfecta jerga administrativa, en la que los burócratas ven un imprescindible anestésico contra las consecuencias humanas de los esquemas abstractos— sugiere varias cosas.
    Primero: la mayor parte de los trabajos de los SS —¿investigación y desarrollo?— estaban ultimados antes de que la Comisión empezara a funcionar.
    Segundo: Rooney estaba familiarizado con su modo de actuar. (El hecho de si fue Smith quien empujó a Rooney a establecer la Comisión, o Rooney quien acudió al grupo de Smith, es secundario: de todos modos, ambos seguían una línea de trabajo paralela).
    Tercero: los planes operativos para el Grupo Uno se hallan desarrollados con mucho mayor detalle del que indican el cuadro y las notas aclaratorias de Smith. Como revela la ligeramente preocupada respuesta de Rooney, la función de la comunicación de Smith es iniciar a los miembros de la Comisión en las más específicas realidades de lo que van a emprender.
    Cuarto: es probable que los programas de los Grupos Dos y Tres estén también preparados para cuando Rooney crea que ha llegado el momento. Este es el esquema real de tiempos y realizaciones de todo el proyecto, aunque no haya sido revelado.
    El único «procedimiento de subgrupo» que puede permitir una pausa a los miembros de la Comisión es el séptimo, relativo a los pretendidos terroristas sociales. Ninguno de ellos desea verse envuelto en crímenes «políticos», aunque se verán, pese al casual pragmatismo de Smith. De todos modos, quizá este se halle en lo cierto al ignorar esta distinción, puesto que todo asesinato programáticamente institucional es político en un sentido básico: es el ejercicio del poder supremo.
    Esto no está limitado al reducido contexto del asesinato político. (Los recientes ejemplos en los Estados Unidos impresionaron primariamente porque eran inconsistentes con las premisas de un proceso democrático; sin embargo, desde tiempo inmemorial el homicidio ha sido una táctica política de opción en la mayor parte de las sociedades). Y el genocidio político está muy arraigado. La costumbre de linchar a los negros en el sur, a lo largo de un siglo después de la guerra civil, y la matanza de tribus indias, son dos de los modelos más significativos del uso del asesinato selectivo para mantener un poder político y económico: su escala es lo único que varía para esos grupos en sus relaciones con la nación.
    Eso son ejemplos relativamente obvios, así como las acciones policiales que Smith propone regular y autorizar. Pero las otras formas de asesinato que serán consideradas diferirán tan sólo en su grado y en la amplitud de sus objetivos. La subyugación de un grupo en interés de otro —los mantenidos vivos, los improductivos, los inconvenientes, etc., versus nosotros— expresa también en sí una conquista política.


    XIII


    1

    Huron City, 12 de noviembre. — Más de 600 reclusos y 15 guardias penitenciarios han muerto hoy en el mayor motín que se conoce en la historia de América.

    La carnicería terminó, tras tres días de violencia, tan bruscamente como había empezado, exactamente 72 horas antes, cuando un grupo de reclusos condenados a largas penas, en dos de las alas de máxima seguridad de la penitenciaría del estado, tomaron como rehenes a sus guardianes. Exigieron que se pusiera fin a lo que llamaron una «deliberada política de brutalidad total», instigada según ellos por Warden Elmer Speed, que había ocupado su cargo de director hacía tan sólo once días.

    El señor Speed, que niega tales acusaciones, dijo al finalizar el motín —que parece ser tan sólo el último de un creciente número de violentas protestas penitenciarias destinadas a dar publicidad a las quejas de los reclusos— que la causa real de la acción inicial fue debida al resentimiento de unos prisioneros, que fueron clasificados como «criminales habituales» por la nueva administración penitenciaria.

    «He repetido varias veces en mis informes», ha dicho el señor Speed, «que en mi opinión la principal debilidad del sistema penitenciario es mezclar indiscriminadamente a los criminales endurecidos con los delincuentes primerizos y otros convictos cuyas posibilidades de regeneración no han sido agotadas. Por este motivo no he dudado ni un momento en separar aquí a las dos categorías.
    »No tengo que decirles lo horrorizado que me siento ante lo ocurrido, pero sigo convencido de que fue una decisión correcta. Naturalmente, hubiera actuado más despacio si hubiera sospechado por un solo momento lo que iba a ocurrir. Pero nada permite sugerir que un cambio más gradual tuviera que dar mejores resultados. Nuestra experiencia indica más bien lo contrario.» Aunque no ha habido ningún superviviente entre los reclusos de las dos secciones afectadas de la prisión, rumores llegados a oídos de algunos periodistas y otros observadores señalan que los prisioneros denunciaban que la reclasificación de penados hecha por Warden Speed había ido acompañada de instrucciones oficiosas a los guardianes de que trataran a los «habituales» sin la menor consideración bajo ningún pretexto.

    Uno de los guardianes en las alas de máxima seguridad que no se hallaba de servicio cuando estalló el motín, Thomas Keeling, de 39 años, de Laporte, ha dicho que el señor Speed le había indicado: «Actúe de modo que sepan inmediatamente quién es el jefe aquí, o no va a llegar usted nunca a ningún sitio.»

    El señor Keeling dijo que él y los demás guardianes interpretaron esto en el sentido de que no debían tolerar ninguna infracción, por mínima que fuera, pero negó también la acusación de brutalidad deliberada.

    La cuestión de la responsabilidad de la tragedia se complicó aún más con la confusión acerca del papel jugado por el Departamento de Justicia en la inmediata decisión de adoptar una «línea dura» con los reclusos que mantenían a los rehenes. El señor Speed ha dicho que le había sido advertido —como él dijo, «ordenado»— que transmitiera a los reclusos un ultimátum de 48 horas para liberar a los guardianes capturados. El ultimátum, ha dicho, debía ser incondicional, sin ninguna promesa de discusión acerca de las reivindicaciones solicitadas.

    Según el director penitenciario, sus preguntas acerca del peligro que corrían los guardianes capturados fueron respondidas por su interlocutor de Washington, cuyo nombre no fue mencionado, con la aseveración de que tendrían que ser corridos todos los riesgos. Si no se lanzaba una «advertencia sin ambigüedades» que llegara a oídos de los reclusos de las demás instituciones penitenciarias del país susceptibles de amotinarse a su vez, esos actos de violencia dirigidos contra los administradores de las prisiones podían llegar a tal punto de intensidad que las autoridades gubernamentales perderían el control de las instituciones penitenciarias.

    Igualmente, según la opinión atribuida por el señor Speed a Washington, puesto que tales instituciones representan el ejercicio de la autoridad máxima atribuible al gobierno, la pérdida del control en tales situaciones por parte de un gobierno que ha asumido el poder absoluto podría tener graves implicaciones para la autoridad legalmente constituida en general.

    No se permitió la entrada en las dependencias de la penitenciaría a los miembros de la prensa, durante la duración del motín, para observar por sí mismos el desarrollo de los acontecimientos. Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos, pese a algunas versiones contradictorias, parece incluir los siguientes elementos:

    Primero, el ultimátum de 48 horas fue de hecho efectuado en la tarde del primer día del motín, 9 de noviembre, aunque se ignora si incluía una promesa de negociación o discusión sobre las reivindicaciones de los amotinados.

    Segundo, al término de las 48 horas, fue presentado un nuevo ultimátum, por seis horas adicionales, informando a los reclusos que no había promesa alguna de clemencia, y que en caso de no rendirse se iniciaría un asalto militar en toda regla, con orden de disparar a matar.

    Tercero, el asalto tuvo lugar, en la noche del 11 de noviembre, y duró hasta el amanecer. Cuántas tropas participaron en él, y qué tipo de armas fueron usadas, es algo que no ha sido revelado, pero corresponsales que sirvieron en Vietnam creen que la operación fue planteada como los asaltos de exterminación tipo «no prisioneros» desarrollados por el ejército de los Estados Unidos en Indochina.

    Ni el señor Speed ni ningún otro representante penitenciario o militar han hecho por ahora comentario alguno respecto a la naturaleza de este asalto, ni se ha facilitado ninguna información acerca de la naturaleza de la respuesta de los prisioneros a los dos ultimátums. Parece claro que todo el personal penitenciario y militar involucrado en los acontecimientos de los últimos tres días han recibido instrucciones precisas de no decir nada al respecto, hasta que se haya efectuado una investigación federal acerca de las circunstancias que rodearon el motín y sus consecuencias.

    En Washington, los líderes del congreso, así como los legisladores del Estado, han indicado que no han recibido ningún encargo de realizar por su parte una encuesta al respecto, y de fuentes de la Casa Blanca se ha asegurado que el Presidente designará una Comisión Investigadora dentro de pocos días.

    Los nombres de los reclusos muertos la pasada noche serán facilitados tan pronto como las autoridades de la prisión hayan completado la confirmación de las identidades de los cuerpos, se ha anunciado a finales de esta mañana. Se espera que esto requiera varios días. Los nombres y una breve biografía de los guardianes asesinados figuran en página siguiente.


    2

    Gilbert Moss: Tenemos hoy en nuestros estudios al doctor Albert Green, profesor de sociología del Instituto Delphi, que es autor de varios libros de derecho penal. Doctor Green, en su opinión, ¿qué preguntas acerca de la tragedia de Huron City deberá intentar contestar la Comisión Investigadora federal?
    Dr. Green: En primer lugar, qué ocurrió realmente. En segundo, qué errores de juicio o tácticos se cometieron. En tercero, qué lecciones pueden derivarse de lo ocurrido para evitar que vuelva a repetirse. Todo ello preguntas obvias, señor Moss.
    Sr. Moss: ¿Tiene usted por el momento alguna teoría acerca de las líneas de actuación o tácticas que se tomaron erróneamente? No estoy pidiéndole que señale a nadie con el dedo.
    Dr. Green: Puesto que en el presente caso los hechos no están demasiado claros, es difícil que yo pueda interpretarlos. De todos modos, si las informaciones de los periódicos son correctas en algunos detalles específicos, hay tres cuestiones que me gustaría que la Comisión Investigadora examinara atentamente.
    Sr. Moss: ¿Como cuáles?
    Dr. Green: En primer lugar, por qué un ultimátum de 48 horas. Si eso es cierto, es algo sorprendente, absolutamente sorprendente. Cualquiera que tenga experiencia en situaciones de este tipo sabe que establecer un período apreciablemente superior al que necesitan sus destinatarios para considerar los términos destruye su credibilidad. Luego, prolongarlo por otras seis horas, con la posibilidad de elección entre una persecución legal por las acciones cometidas y una batalla defensiva sin salida posible, les obligó virtualmente a tomar su decisión. De hecho, los reclusos se sintieron engañados, y no tenían ya gran cosa que perder. Si los rumores que todos hemos oído acerca de las atrocidades cometidas con los rehenes —amputación de orejas, lenguas y genitales, y cosas así— son ciertas, lo más seguro es que fueran cometidas durante este período. Gran parte de los amotinados eran ciertamente veteranos de Vietnam.
    Sr. Moss: ¿Qué hubiera hecho usted en una situación así? ¿Hubiera cedido ante los reclusos?
    Dr. Green: En absoluto. Pero el efecto predecible de adoptar una línea de actuación completamente dura es que la situación se tensa hasta límites extremos.

    Esta es la segunda cuestión que me gustaría que abordara la Comisión Investigadora. Cualquier militar le dirá que hay que proporcionarle al enemigo algún incentivo para que se rinda, aunque sea tan sólo salvar su dignidad. Siempre que uno desee realmente que se rinda, por supuesto. Necesita tener una vía libre, aunque sea mala, o al menos creer que la tiene.

    Sr. Moss: ¿Cree usted que los guardianes hubieran podido ser salvados si los amotinados hubieran recibido la promesa de alguna consideración?
    Dr. Green: No conozco con mucho detalle los hechos que se han dado por ciertos, pero esto es algo de simple sentido común, ¿no cree? A menos, por supuesto, que algunos de los reclusos se hubieran vuelto ya locos y hubieran matado a sus guardianes antes. Ahora, mi tercera pregunta a la Comisión Investigadora es de orden más general. Se ha dado por sentado que los criminales habituales deberían ser separados de los delincuentes incipientes, y situados bajo máxima disciplina. Creo que esto debería ser reestudiado. Cuando uno tiene una prisión compuesta por elementos exclusivamente muy duros, como ocurría en Huron City, sin forma de expresar sus quejas o esperar que éstas sean oídas, la atmósfera se convierte en insoportablemente virulenta. Si no se encuentra algún medio para disipar esto, otras tragedias como la presente serán inevitables. Las prisiones se convertirán cada vez más en un régimen de competición de terrores. Los reclusos más duros verán aumentada su desesperación, y actuarán en consecuencia. No soy muy optimista al respecto.


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    Washington, 7 de diciembre. — El Departamento de Sanidad, Educación y Bienestar ha anunciado hoy un agudo aumento del índice de mortalidad de personas de más de 65 años durante el mes de noviembre.

    Según el doctor George J. Crane, jefe de la Oficina de Estadística Demográfica, el incremento, teniendo en cuenta las variaciones estacionales, ha alcanzado un 11 por ciento en comparación con octubre. Representa, ha dicho, el primer cambio mensual estadísticamente significativo en las cifras de mortalidad de este grupo que ha sido detectado hasta ahora, y una inexplicable inversión de la tendencia habitual, que desde hace tiempo suele ir en dirección opuesta.

    »Hemos decidido ofrecer esta información», ha dicho, «aunque nos veamos incapaces de atribuirla a ninguna causa o grupo de causas. En el pasado, en las raras ocasiones en que el índice nacional de mortalidad ascendió más de lo normal —aunque nunca de un modo estadísticamente significativo— durante algún mes en particular, la razón para ello era obvia, como una epidemia importante o la incidencia de una extrema y prolongada polución atmosférica en una gran ciudad. En este caso, no existe ningún factor geográfico o de otro tipo que pueda explicar el aumento. Es un hecho enteramente sin precedentes.»

    Aunque los nacimientos y las defunciones son notificados continuamente a la Oficina, esta normalmente da a la luz pública su informe tan sólo una vez al año, generalmente en marzo o abril del año siguiente.

    El doctor Crane ha dicho que el reciente incremento detectado «no es necesariamente inquietante», pero una comisión de la OED ha sido encargada de analizar exhaustivamente los datos. «Es posible, por supuesto, que este incremento sea el resultado de una extraordinaria combinación de coincidencias», ha añadido, «pero es altamente improbable». Por otro lado, no se han registrado desastres nacionales, ni epidemias de alcance más que local, ni otras circunstancias que pudieran explicar aunque fuera parcialmente la distribución del fenómeno por todo el territorio nacional.

    El doctor Crane ha informado de seis distintas clases de muerte cuyo incremento individual había ocasionado el incremento general registrado en noviembre, pero ha dicho que aparentemente ninguna de ellas tenía la menor relación con las demás. «No es infrecuente que alguna de ellas, o a lo sumo dos, sufran un incremento significativo en algún mes en particular», ha dicho, «pero no las seis». Las causas que mostraron un incremento fueron: muertes por accidente, un 90 por ciento más; cáncer (bajo todas sus formas), un 18 por ciento más; enfermedades cardiovasculares, un 10 por ciento más; hepatitis, un 6 por ciento más; uremia, un 5 por ciento más; e infecciones gastrointestinales en general, un 5 por ciento más.

    «Con una obvia excepción —las muertes por accidente— esas cifras nos dicen tan sólo que esas personas de edad avanzada murieron de lo mismo que se supone iban a morir, pero antes de lo previsto», ha explicado el doctor Crane. «Lo único que no nos dicen es por qué, y eso es precisamente lo que deseamos descubrir. El enorme incremento de las muertes por accidente es debida en parte al número poco habitual de accidentes en asilos que han ocurrido el mes pasado; pero lo que consideramos sorprendente en particular es que tantas personas de edad avanzada, viviendo en una tan grande variedad de circunstancias a lo ancho de todo el país, hayan tenido tan mala suerte en un período tan

    corto de tiempo. Hasta aquí no hemos conseguido encontrar un factor común plausible a todo ello, y hasta que no lo consigamos, debemos hacer frente a dos hipótesis igualmente inaceptables: una extraordinaria coincidencia, o algún misterioso factor casi patológico que trasciende nuestra experiencia anterior. De todos modos, seguiremos investigando.»

    El jefe de la OED ha reconocido que él y su personal han iniciado una especulación preliminar acerca de las posibles causas, pero se ha mostrado reacio a discutir acerca de ello. «Por el momento cualquier idea que tengamos al respecto puede parecer descabellada. Por ejemplo, ¿es concebible que el efecto acumulado de la polución atmosférica, o las emanaciones de algún elemento tóxico, hayan alcanzado un punto tal de concentración que haya desencadenado repentinamente un aumento de la mortalidad? ¿Es posible que algún tipo de accidente, o accidentes, originado por los altos niveles radiactivos de las pruebas nucleares que se han efectuado hace algunos años, empiecen a dejar sentir sus efectos? ¿Es creíble que la deteriorización de la calidad de los cuidados que reciben nuestros ancianos haya alcanzado un punto crítico? Lo que hace que esas minúsculas posibilidades sean aún más minúsculas es el hecho de que lo que está ocurriendo está ocurriendo al mismo tiempo en todo el país. Esto es lo que nos deja más perplejos.

    «Hasta el momento, tan sólo estamos cribando todos los indicios. Por ejemplo, se ha producido un evidente, de hecho un dramático, incremento en las muertes debidas a sobredosis de narcóticos entre gente joven. ¿Puede tener esto alguna relación con el incremento de muertes, digamos por cáncer, entre la gente que no tiene ninguna relación con las drogas y son un par de generaciones más viejos? El sentido común dice: por supuesto que no. Pero no podemos desechar ninguna posibilidad.»

    El doctor Crane ha dicho que ha solicitado la colaboración de las compañías de seguros sobre la vida para que le proporcionen datos al respecto. «Confío en su cooperación», ha declarado, «puesto que son quienes están más interesados en resolver el problema. Ellas tampoco tienen la menor idea acerca de lo que ha causado este incremento, y se dan cuenta de que, si esto continúa al mismo ritmo, se verán en un grave aprieto.»


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    9 de diciembre
    A: Todos
    De: WFR
    Ref: Reunión de hoy

    Aunque les haya prometido que no habría "minutas" en nuestras sesiones, voy a redactar esta comunicación aproximadamente en esa forma, puesto que creo que es importante presentar con un cierto grado de organizada claridad lo que se ha dicho esta mañana, y quién lo ha dicho. Esto hará también que me sea más fácil resistir la tentación de sumergirme en mis habituales comentarios. Espero que de este modo les resultará preciso y útil. Pese a la forma, no es más que otra de nuestras habituales comunicaciones, que confío arrojarán al olvido tras haberlo leído.
    Noble Wilson: ha expresado la preocupación que le produce la historia de los periódicos de ayer acerca del incremento de la mortalidad entre los mayores de 65 años detectada por la OED. Por su experiencia en la sanidad pública, el hecho de que la OED tenga sus cifras de noviembre compiladas tan pronto, las haya analizado y las haya dado a la luz pública, quiere decir que están más preocupados de lo normal por este hecho. Todos los recursos de la Oficina han sido concentrados en buscar una explicación al incremento de mortalidad. Lo que hace esta búsqueda importante para ellos no es la significación inherente al hecho, sino que al no poder ser aducida ninguna razón plausible al incremento, toda la función específica de la Oficina será puesta en entredicho.
    Sam Gold: ha dicho que no hay bases para preocuparse por lo que pueda hacer la OED. Por su experiencia, no hay ninguna forma en que la OED pueda descubrir que el aumento de la mortalidad ha sido programado a menos que esta hipótesis sea tomada como punto de partida, lo cual es inconcebible, y luego probada, lo cual es imposible. Lew Parker: se ha mostrado en desacuerdo. Principalmente a causa de que una mayoría de aquellos involucrados en ejecutar el programa deben tener la sensación o incluso deben saber que forman parte de un esfuerzo nacional; debe haber pues cierta especulación pública en este sentido, por lo que ninguno de los miembros de la OED o cualquier otra persona considerará necesariamente esto como un absurdo.
    Aquí una discusión general. Consenso: aunque la hipótesis de que el aumento de mortalidad ha sido programado sea considerada públicamente, no se producirá ninguna consecuencia. No será posible aducir ninguna evidencia que permita más que simples e inconsistentes especulaciones.
    Frank Rooney: en primer lugar, la OED formulará alguna hipótesis que salvaguarde su dignidad; podrá ser cualquiera, menos la auténtica, porque no es el tipo de respuesta que la OED puede considerar, aun en el caso de que tuviera las evidencias suficientes. En segundo lugar, la propia hipótesis según la cual nosotros estamos metidos en un complot que puede ser "descubierto" o "desvelado" no tiene razón de ser. Tenemos un secreto, sí, pero es el tipo de secreto que no es posible que sea "revelado" a menos que nosotros decidamos, colectivamente, que es preciso hacerlo. Incluso si uno de nosotros lo revelara, no sería creído a menos que los demás lo confirmáramos. Intenten imaginar la situación que se produciría, y sabrán a lo que me refiero. En tercer lugar, ese tipo de "secreto" implica la colaboración de gente que no sabe que forma parte de un plan controlado centralizadamente, pero que de todos modos tiene un reconocido interés en mantenerse en silencio. Esta es la paradójica seguridad del secreto a voces, el tipo de cosa que mucha gente conoce más o menos, y que está a buen recaudo por esa misma razón. Piensen en ello. Supongamos a uno o dos o una docena de doctores anunciando que están eliminando a algunos pacientes bajo sugerencia de algún misterioso departamento. ¿A quiénes alcanzarían las consecuencias —si alguien creyera en ellos— salvo a ellos mismos? Hay demasiada gente implicada.
    Esto nos conduce al punto más importante. El nacimiento de una sospecha pública al respecto es algo bueno. He dicho sospecha, no revelación. En un sentido fundamental, el nombre del juego es precisamente este: educación pública. Actualmente, eso es lo que está ocurriendo. Si no hubiéramos captado esa tácita aprobación pública a las medidas extremas, un sentimiento muy general de que nuestros críticos problemas sociales están superando el punto de las soluciones racionales, no hubiéramos podido, de buena fe y como hombres razonables que somos, erigir nuestro gigantesco programa de acción. Una parte importante del mismo es la de crear, a través de nuestro tratamiento de choque, una más explícita comprensión pública de cómo están actualmente las cosas en nuestro mundo. Si obtenemos el suficiente éxito en esto, estaremos en posición de abandonar en un cierto momento nuestra misión y dejar que un cuerpo político más recientemente educado continúe nuestro trabajo. Podrá ser mucho más drástico que nosotros, o incluso mucho más heroico. Esto no nos concierne. Mi punto de vista, en pocas palabras, es que hemos de hacer que la gente sienta lo que estamos llevando a cabo, aunque no lo sepa con exactitud. Así pues, hay que dar la bienvenida a cualquier acusación paranoica que se nos formule como resultado de las estadísticas de la OED.
    Discusión general prolongada. Acuerdo general, con dos excepciones. Bill Spaatz y Henry Harrison: aunque los objetivos formulados por Rooney son correctos, nuestra falta de control sobre los acontecimientos y la publicidad que pueda surgir a raíz de la historia de la OED pueden suscitar, en estos momentos, más sospechas que constructiva comprensión. Urge que ejerzamos nuestra influencia en refutar todas las acusaciones, sin alentarlas en ningún caso, como han implicado Gold y Rooney.
    Bill McGee: cualquier desarrollo "educacional" de nuestro trabajo es prematuro. No puede ser considerado hasta que nuestro programa esté lo suficientemente avanzado como para que cualquier acusación pública contra nosotros pueda ser generalmente "aceptada" como cierta. Compromiso: se acepta que no intentaremos influenciar la discusión pública a la que pueda dar lugar, en cualquier sentido, la historia de la OED.
    Harrison: las historias más sensacionalistas de los motines penitenciarios y las muertes ocurridas el mes pasado no han despertado aparentemente serias sospechas de
    que fueran el resultado de un programa centralizado. Quizá los episodios de la prisión fueron aceptados como un tipo de violencia de estilo habitual, el equivalente este año de las revueltas de estudiantes en los campus y las barricadas en los ghettos que ocurrieron hace algunos años. Igualmente, el tan aireado incremento de las muertes provocadas por las drogas no causó impresión: ambos casos pueden ser indicios claros de que la aprobación pública de los homicidios institucionalizados va por buen camino. Comparen el sentido de su "no respuesta" con el famoso silencio del perro que no ladró, en la historia de Conan Doyle.
    Rooney (volviendo atrás en la discusión): hay que mencionar que la eutanasia, supuestamente voluntaria pero cada vez más involuntaria, ha sido practicada por la profesión médica mucho más a menudo de lo que la gente cree. En los últimos años se ha notado una tendencia a legalizarla, tanto por parte de las escuelas médicas como teológicas. Wilson confirma esto. Rooney: una respuesta lógica de la OED y otros médicos podría ser que las nuevas estadísticas detectan un incremento en el uso de la eutanasia. Podrían razonablemente postular que estamos asistiendo a la puesta en marcha de una idea cuyo tiempo ha llegado. Bajo este supuesto podrían preguntarse qué catalizador social ha desencadenado el proceso, puesto que las ideas no alcanzan su tiempo de madurez en el vacío. Si consiguen llegar tan lejos como esto, podrían especular acerca de la existencia de un grupo como el nuestro actuando de catalizador.
    Nada de todo esto contradice mis comentarios precedentes. Incluso si algunos tipos audaces avanzaran en su camino hasta esta conclusión, no podrían ofrecerla en nombre de la Oficina como una explicación alternativa seria; es políticamente inaceptable en su contexto. Recordemos que así es precisamente como estamos actuando... como un catalizador en un proceso que ya se ha iniciado. De otro modo no hubiera sido concebible que obtuviéramos la cooperación de cientos de personas desconocidas para nosotros, y para quienes somos unos desconocidos, que son las que hacen posible nuestra operación. Recordemos también que nos hallamos en la corriente de las necesidades históricas, aunque estemos en la vanguardia, y nuestra protección más elemental se basa precisamente en este hecho... Asentimiento general.


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    10 de diciembre
    A: Todos
    De: AS
    Ref: Grupos Dos y Tres, medios

    Me limitaré en esta comunicación a consideraciones generales. Recibirán un informe más amplio, detallando esquemáticamente procedimientos propuestos, dentro de pocos días. La discusión se efectuará dentro de ocho días a partir de hoy, según comunicará WFR.
    El Grupo Dos es mucho menos definible con precisión que el Grupo Uno. Los crónicamente improductivos y los generalmente inempleables se hallan en todos los estratos de la sociedad. Aparte algunas obvias instituciones y comunidades de retiro, algunos proyectos benéficos para los impedidos (ampliamente definidos), algunas ocupaciones irrevocablemente encomendadas a no transferibles oficios superfluos o no productivos, algunos centros de igualmente irrevocables estilos de vida parasitarios, y un número de instituciones tipo albergues de ancianos y demás asilos no cualificables como Grupo Uno, la inmensa mayoría de los pertenecientes al Grupo Dos —más de un 90 por ciento— no se hallan albergados en instituciones.
    Pueden definirse mejor geográficamente. Su prototipo, en la escala de lo que hoy podríamos llamar un proyecto piloto, son los tradicionales "bajos fondos" que existen en los barrios bajos de la mayor parte de las grandes ciudades. Aunque la población de esos concentrados y abandonados centros ha descendido en los últimos años, no ha sido a causa de que en ellos la gente haya progresado. Por el contrario. El descenso se ha producido casi siempre debido a que la progresión de nuestra economía ha hecho que un alto porcentaje de la población sea trasladada a otros lugares pretendidamente más idóneos en áreas rurales que se han dilatado como botellas de plástico hasta convertirse en auténticas "bolsas de pobreza". Aunque esas zonas de expansión no han resultado a la larga muy diferentes de lo que eran hace una generación, su función ha cambiado. Aunque se presentan como fuentes de latente productividad, lo cierto es que, funcionalmente, siguen siendo depósitos de escoria.
    Por esta razón nuestros procedimientos deberán ser esencialmente catastróficos y epidémicos. Incluirán grandes incendios, explosiones, escapes de gases nocivos, así como inundaciones, terremotos y otros desastres "naturales" producidos artificialmente. Incluirán polución selectiva del aire, agua y alimentos. Incluirán avanzadas técnicas de radiaciones dirigidas, a título de ejemplo, y distribución convencional de alimentos especialmente tratados, artículos de tocador y similares, de un modo muy diferente al habitual.
    Por supuesto, no será posible operar a una tan vasta escala sin incluir un alto porcentaje de potencialmente productivos entre los participantes. Sin entrar en detalles prematuros, puedo señalar que los criterios que hemos elaborado para la selección de áreas mantendrá esta cifra por debajo de un 20 por ciento. Para mantener esta cifra a un nivel tan bajo, deberemos renunciar a un alto porcentaje de aquellos a quienes desearíamos poder incluir. A menos que estén ustedes dispuestos a cambiar los criterios de tal modo que la proporción de los indebidamente eliminados ascienda por encima del 20 por ciento, tan sólo estaremos en condiciones de disponer de un 30 a un 35 por ciento de aquellos que deberíamos incluir. La eficiencia con respecto a este grupo será baja, en comparación con el Grupo Uno. Pero no confundan los porcentajes. El 30 al 35 por ciento se refiere a todo el grupo de elegibles, el 20 por ciento está basado en aquellos de quienes se dispondrá realmente, lo cual da en cifras netas tan sólo un 6 a un 7 por ciento de todo el grupo. No es demasiado alto.
    El Grupo Tres (incompetentes sociales), presenta un tipo distinto de problema. Esa gente no tiene un común denominador geográfico, institucional u ocupacional. Siendo su definición enteramente funcional, como apuntó Frank en octubre, podremos ocuparnos de ellos tan sólo funcionalmente. Los nuevos automóviles ejemplifican los medios que emplearemos con este grupo, con su inseguridad para aquellos que no pueden ser engranados en las técnicas y procesos socialmente necesarios. Proponemos extender este principio a la electricidad y otros dispositivos; a algunos tipos de envases, especialmente los utilizados para alimentos; a la modificación de normas de seguridad en los sistemas de transporte público; a la extensión de los requisitos para el empleo de especiales fármacos terapéuticos de libre aplicación; y en una gran variedad de otras áreas. El principio será el mismo que el usado en los coches antipolucionantes. Desarrollaremos nuevos y ventajosos perfeccionamientos tecnológicos —en muchos casos tan sólo tendremos que estimular la distribución de nuevos productos y sistemas elaborados con anterioridad—, que tendrán en común una escasa tolerancia al error en su utilización, a causa de su complejidad o de su precisión. En general, los errores en su utilización tenderán a ser fatales. Serán programados para poner en peligro tan sólo a aquellos cuya incompetencia constituye un constante peligro para la sociedad en su conjunto.
    Otra área en la que esperamos poder actuar —aludida ya en mi mención a los sistemas de transporte público— es en la eliminación de los sistemas de seguridad convencionales que drenan la economía general. No hay razón, por ejemplo, para que la gran mayoría de conductores de automóviles competentes y racionales deban financiar costosos sistemas de control del tráfico concebidos en función del bajo nivel de capacidad de los irresponsables. Ofreceremos algunas proposiciones sumamente interesantes en este campo. En general, sin embargo, nuestros programas para el Grupo Tres se desarrollarán gradual y naturalmente, tal como vemos, y sus resultados no empezarán a aparecer en forma estadística hasta dentro de un tiempo...


    * La Comisión Especial de Prioridades Nacionales lleva tan sólo diez semanas de existencia. La eliminación de los «participantes» del Grupo Uno está ya en marcha. Los procedimientos para tratar a los Grupos Dos y Tres estarán codificados muy pronto. Es obvio que la escala de operaciones de la Comisión seguirá expandiéndose rápidamente.

    Se ha discutido mucho, especialmente por parte de

    Rooney, acerca de los factores que influirán en la aceptación pública de las muertes. Otro elemento debe ser anotado aquí, como un producto más de la nueva psicopatología social.

    Es el sentimiento generalizado de una oscura e indiscriminada amenaza; de la vulnerabilidad frente a un medio ambiente hostil; de la exposición a una implacable y violenta acción por parte de algunas desconocidas e informuladas injusticias. Esos confusos terrores sociales son aplacados por la catástrofe... por la seguridad de que el gran enemigo sin rostro es igualmente vulnerable y que otras fuerzas desconocidas pueden neutralizar su amenaza. Lo cual viene a decir que el desastre puede ser algo reconfortante para los supervivientes.



    CUARTA PARTE
    XIV


    Este relato se reanuda cinco meses más tarde, en el siguiente mes de mayo.

    Muchas cosas han ocurrido durante este período, todas ellas contribuyentes a hacer más y más aleatorias las posibilidades de sobrevivir para las infortunadas personas clasificadas como "participantes" en el programa de la Comisión. Para algunas de sus categorías, la supervivencia es un privilegio de minorías. Las catástrofes, epidemias, y otros medios propuestos por los Sistemas Selectivos (y ratificados por la Comisión más pronto o más tarde), han sido puestos en marcha a gran escala más o menos de acuerdo con los planes, con pocos cambios. "Ejecución" ha procedido sin la menor demora. Estos son los resultados observables, por el momento:


    1. Un continuo incremento en la tasa de mortalidad de personas de edad avanzada. Si el doctor Crane y su personal han llegado a alguna conclusión acerca del fenómeno, no se han pronunciado al respecto. Esto no ha planteado ninguna dificultad, debido a que esas muertes han sido comparativamente no dramáticas, en el contexto de otros acontecimientos. Los responsables de la OED han determinado en su investigación un cierto número de hechos:

    El incremento del número de fallecimientos se sitúa casi exclusivamente entre aquellos cuyas expectativas de vida son más bien escasas...

    Aunque un desproporcionadamente alto coeficiente de estos casos ha sido detectado en instituciones afectas al tratamiento de casos funcionalmente terminales, no ha sido observada ninguna diferencia estadística entre las muertes en los servicios de cancerología y las unidades de cuidados intensivos de los hospitales mejor equipados, por un lado, y los pobremente equipados asilos rurales para viejos e indigentes por el otro...

    Esas muertes clasificadas como accidentales son en su mayor parte resultado de errores de médicos y cuidadores, incluyendo prescripciones incorrectas de medicamentos, negligencias del personal paramédico, subnutrición, y fallos en el equipamiento y mantenimiento de los edificios...

    También han determinado una pequeña pero significativa tendencia... un alto porcentaje de recuperaciones entre los pacientes más jóvenes de los hospitales clasificados como "críticos", que han sido atribuidas provisionalmente a las mayores posibilidades en el número de camas y en los servicios, como resultado del incremento de muertes entre los de edad más avanzada. (Pero en algunas ciudades estas recuperaciones han sido anuladas por una falta de enfermeras.)


    2. Numerosos brotes de epidemias graves. Todas ellas han sido locales, limitadas a instituciones o pequeñas áreas. Esto puede explicar la de otro modo sorprendente falta de publicidad nacional, pese al hecho de que el número total de víctimas ha excedido con mucho el de las grandes epidemias que siguieron a la Primera Guerra Mundial. En la única entrevista concedida a una cadena de televisión para tratar de este tema, el Inspector General de Sanidad dijo:

    ...No veo ninguna causa de alarma, señor Cocker. Esta no es una de las clásicas plagas, sino una multiplicidad de situaciones locales, con las que hay que enfrentarse localmente. Podría llamarlo usted una epidemia de epidemias, si le gusta la frase, pero no tienen los suficientes puntos en común como para que puedan ser consideradas una sola entidad.

    ...¿Fuentes? Las habituales. Aguas no potables, alimentos contaminados y cosas así... Sí, se han presentado algunos problemas especiales. Uno de ellos es la reciente proliferación de nuevas especies de bacterias resistentes a los fármacos. Otro es el problema de conseguir plasma sanguíneo no contaminado... Probablemente debido a que en este país los laboratorios elaboradores de plasma piensan tan sólo en el negocio. Esperamos que la cosa disminuya cuando reforcemos nuestros estrictos controles de calidad...

    ...Bueno, naturalmente, la mayor parte de los brotes epidémicos han tenido lugar en instituciones «cerradas», como prisiones y hospitales. Pero también han afectado a algunos tipos de comunidades... donde las prácticas sanitarias tienden a ser inadecuadas. Me refiero principalmente a algunos barrios pobres urbanos, o áreas rurales aisladas, como el tifus del mes pasado en Alabama...

    ...No, el fenómeno no se limita al Sur ni a ninguna otra región. Si fuera así, sería mucho más fácil controlarlo.


    3. Un espectacular incremento en las muertes de drogadictos y el inicio de un agudo declive en el consumo visible. Las sobredosis han sido la causa principal de la mayor parte de esas muertes, según se ha informado con toda claridad. De un periódico de la mañana de Nueva York:

    —No puede darse ninguna explicación en particular que sea adecuada, ha dicho el doctor White, pero al menos tres de las varias teorías anticipadas pueden tener un cierto fundamento. La más obvia, ha señalado, es la extensa y aparentemente incontrolable variación en la pureza de las dosis de heroína; otra es la aparentemente creciente reducción de la tolerancia a las drogas. El tercer factor, ha dicho, es la escalada del presunto «deseo de muerte» de los drogadictos, señalado por gran número de psiquiatras como la motivación principal de su toxicomanía.

    Uno de los aspectos más sorprendentes de las muertes entre drogadictos, acerca del que el doctor White no ha querido hacer ningún comentario, es que el índice de mortalidad entre usuarios de neomorf y metadona (utilizados en los programas de tratamiento de toxicómanos) ha sido tan alta como entre la población general de drogadictos.

    Todos los expertos entrevistados han aceptado que el declive en el consumo había sido mucho más evidente en Nueva York, que actualmente se halla muy por debajo de las demás ciudades importantes en el consumo de droga per cápita, mucho más atrás que Los Angeles y Houston...

    Esas muertes no han provocado la menor impresión en el público, excepto entre los familiares de los directamente afectados. Se puede presumir que incluso han producido un inexpresado sentimiento de alivio ante la disminución de la toxicomanía como un problema social y criminal.


    4. El resurgimiento de la guerra de pandillas entre criminales. Ha sido más especializado y más real que el prototipo de Chicago en los años veinte... muy pocos tiroteos, ningún cuerpo con los pies embutidos en cemento echado a los ríos y lagos. De la transcripción de una rueda de prensa televisada:

    Sr. Crocker: Si el 75 por ciento de los gángsters encausados son asesinados antes de llegar al juicio, ¿no podríamos decir que una acusación contra ellos representa en la actualidad una virtual sentencia de muerte?

    Fiscal General Martin: Es un problema, por supuesto. Nosotros intentamos protegerlos, evidentemente, pero a menudo son asesinados antes incluso de que la acusación sea formulada o su caso presentado. Se producen filtraciones.

    Sr. Hartley: ¿Qué efecto tiene esto en sus decisiones de proseguir o no proseguir las acusaciones?
    Sr. Martin: He dado instrucciones a todos los fiscales del país de que se aseguren absolutamente de la naturaleza de sus casos antes de proceder a una acusación formal, y tengan la certeza de que los delitos que la originen son los suficientemente graves.
    Sr. Hartley: ¿Se refiere usted a un asesinato o su equivalente? He oído decir lo contrario. Se me ha dicho que algunos Fiscales de Distrito y grandes jurados han dictado autos de procesamiento en casos en los que sin lugar a dudas no existía base suficiente ni siquiera para formular una acusación. Esto es algo así como invitar a los gángsters a que maten a los acusados. Sr. Martin: Esto es una calumnia, señor Hartley. Es posible que algún fiscal de condado o local sea menos consciente de lo que debiera ser, pero el Departamento de Justicia no perdonaría tal negligencia a ninguna oficina fiscal de los Estados Unidos.
    Sr. Hartley: Nosotros no lo vemos así, señor Martin. Creo de buena fe que ustedes deberían garantizar la protección de cualquiera contra quien vayan a presentar alguna acusación.
    Sr. Martin: Esto es físicamente imposible.
    Sr. Moss: Bueno, si ustedes están seguros de que tienen pruebas suficientes contra ellos, no veo por qué habrían de preocuparse por su maldita seguridad. Al fin y al cabo son criminales. Creo que entiendo su postura.
    Sr. Crocker: ¿Pero cómo pueden estar ustedes seguros de ello? ¿Y por qué parece que los propios gángsters tengan la impresión de que cuando uno es atrapado va a delatar a todos los demás? Antes existía incluso entre ellos un código moral, y todos lo respetaban.
    Sr. Martin: Bueno, la verdad es que no podemos saber quién ha organizado todo esto. Nosotros sólo nos atenemos a las consecuencias...


    5. Constitución abierta de grupos de vigilantes en grandes ciudades. Esos grupos han hecho públicas y han documentado sus actividades, anónimamente, pero de forma tan clara que cualquier duda acerca de su existencia actual ha quedado disipada. Por ejemplo, han usado siempre la misma "tarjeta de visita" en la escena de cada ejecución, una espada envuelta en la bandera americana. Por la identidad de las víctimas y por la naturaleza de la información de que se dispone, está claro que gozan de la cooperación de altos oficiales de la policía. La mayor parte de sus miembros son incluso policías. La actitud de la prensa con respecto a ellos es ambigua. Del editorial de un periódico de Chicago:

    ...De ninguna manera defendemos o aceptamos la ultrajante arrogación de un poder extralegal por parte de esos autoproclamados protectores de la seguridad pública. Pero al mismo tiempo debemos reconocer que la aprobación pública de sus actividades, como quedó confirmada en un reciente sondeo de opinión, está basada en una cierta sabiduría popular que ninguna persona inteligente puede ignorar impunemente. El hecho es —y recordamos a nuestros lectores que se trata tan sólo de un hecho y no de una justificación— que esos homicidas arbitrarios han reducido la criminalidad en nuestras ciudades, tal como hicieron sus predecesores del siglo XIX en el «Salvaje Oeste».

    Pero sus más razonables jefes deben tener en cuenta que el apoyo del público del que gozan actualmente les será rápidamente retirado si pretenden llevar su particular forma de juicio hasta aquellos a los que llaman criminales «políticos». Esperamos que el reciente e inquietante ejemplo de Detroit no señale el principio de una nueva fase en la cual su innegable éxito en mantener a raya a los obvios elementos criminales se extienda a pretensiones de autoridad política. Esto traería consigo un estado policiaco. Apelamos al sentido de la justicia que ha inspirado su empresa, aunque erróneamente concebida, a fin de que cesen estas actividades antes de llegar a perder la gratitud pública que se han ganado con ellas...

    Repetimos que ninguno de estos comentarios puede ser considerado como una cualificada aceptación de sus asesinatos. Representan tan sólo un simulacro de una sociedad basada en la ley. Nuestra democrática forma de vida no permitirá...


    6. Guerrilla política. De una comunicación de Le Monde, París:

    ...La confrontación de Oakland, que tiene todas las apariencias de un formal combate militar a escala reducida, pone de manifiesto el nuevo gran giro de la violencia política en América: se ha vuelto contra sí misma. Como en el caso que nos ocupa, la mayor parte de las veces los antagonistas son facciones radicales en conflicto, usualmente dentro del mismo movimiento político.

    Por qué es así es algo que aún no está enteramente claro, aunque es evidente que los agentes de la policía han mostrado su actividad en una mucho mayor escala que anteriormente. Hasta hace poco, el mayor obstáculo para los políticos extremistas residía en las «provocaciones» deliberadamente incitadas por la policía. Pero ahora parece que la policía ha conseguido estimular espontáneamente la guerrilla entre extremistas sin participar abiertamente ella misma.

    Grupos paramilitares del ala derecha, tipo Minutemen y Ku Klux Klan, continúan como antes realizando acciones violentas contra los izquierdistas y grupos del tercer mundo de todas las tendencias, sin ser obstaculizados de forma perceptible por las fuerzas del orden locales o federales. Pero hoy esas maniobras tipo «putsch» son mucho menos significativas que las suicidas y fratricidas actividades de los propios grupos de izquierda.

    Uno llega a preguntarse, como siempre: ¿cui bono? Es demasiado pronto para ofrecer una respuesta definitiva, pero queda suficientemente claro que las actividades extremistas y liberales dirigidas formalmente antes contra los complejos del poder militar e industrial han sido eficazmente paralizadas...


    7. Accidentes militares. El transporte de stocks de gases tóxicos, municiones, armas bacteriológicas y elementos nucleares ha provocado un número sin precedentes de inexplicables accidentes, cuyo resultado ha sido una alta mortalidad en las comunidades afectadas. (Pueden incluirse aquí tres ejemplos de embarques no militares de vinil cloro, que se transforma en fosgeno, un gas utilizado en la guerra química, bajo efectos del calor). Una razón de que hayan permanecido inexplicados es que el Departamento de Defensa ha conseguido mantener en secreto los accidentes. De una entrevista efectuada a un portavoz del Departamento de Defensa en relación con un caso que no pudo ser silenciado:

    Sr. Clark: El Secretario de Defensa me autoriza a declarar que el Departamento no puede aceptar ninguna responsabilidad por lo ocurrido en Memphis, puesto que ese embarque no se hallaba bajo nuestra efectiva jurisdicción. De todos modos, el Departamento tiene intención de participar activamente en la limpieza de las áreas afectadas y prestar asistencia a los supervivientes de esa terrible tragedia.
    Periodista: Pero el gas iba camino de la base experimental de Aberdeen, ¿no? ¿Cómo puede decir usted que no estaba bajo su jurisdicción?
    Sr. Clark: El material no estaba a nuestro cargo. Me atengo a mi anterior declaración.
    Periodista : Casi quinientas personas han resultado muertas. ¿Está usted diciendo que el Departamento va a limpiar la zona únicamente por la bondad de su corazón?
    Sr. Clark: Me atengo a mi anterior declaración. De todos modos, me siento satisfecho de poder añadir que entre las víctimas no figura personal militar ni otras personas esenciales a la seguridad nacional.
    Periodista: Entonces, ¿la responsabilidad ha sido enteramente del expedidor?
    Sr. Clark: O del transportista. Así es.


    8. Doce incendios catastróficos, matando un total de unas 22.000 personas y dejando sin hogar a otras 200.000. Eso, por supuesto, ha ocupado grandes titulares, lo que ha contribuido a reducir la atención que de otro modo se hubiera centrado en otros fenómenos señalados aquí. Todos ellos tuvieron lugar en barrios pobres, excepto un incendio forestal cerca de Los Angeles. Sus causas no han sido definitivamente establecidas; en la mayor parte de los casos se cree que se iniciaron, como suele ocurrir en tiempo frío, por fallos en los sistemas de calefacción. Sin embargo, lo que los transformó de incidentes estacionales estadísticamente predecibles en holocaustos fue el factor común de una respuesta inadecuada de los servicios de extinción. Invariablemente, cuando los equipos contra incendios llegaron al escenario de los hechos el fuego estaba ya fuera de control.

    ¿Por qué? Las razones son variadas. O bien los bomberos fueron dispersados hacia otros lugares de las ciudades a causa de falsas alarmas (como en Filadelfia), o bien tomaron las propias llamadas de los edificios incendiados como falsas alarmas (como en Dallas), o bien estaban en huelga (en tres casos), o bien fueron retrasados por la actitud hostil de los habitantes de los alrededores (como en Nueva York), o bien no pudieron llegar a tiempo o utilizar las tomas de agua en el lugar del siniestro por mal funcionamiento de los camiones o las bombas, presumiblemente saboteadas (como en Chicago y Cleveland). En ningún caso se pudo probar que los incendios fueran provocados.

    El número de falsas alarmas llegó a ser tan alto en el momento en que se produjo el primero de estos grandes incendios, en enero pasado, que los servicios contra incendios empezaban a sentirse crónicamente desmoralizados. En muchas localidades, el equipo no salía ya en respuesta a una alarma hasta que un miembro del cuerpo acudía personalmente a confirmar la existencia de un incendio. Pero ni eso servía demasiado, ya que la gran cantidad de falsas alarmas hacía que la mayor parte de los bomberos estuvieran tan atareados confirmando las llamadas que faltaba personal para acudir a los incendios auténticos. Además, la incidencia de los fuegos que se confirmó habían sido provocados empezó a ser tan alta que lo ocurrido en los doce grandes siniestros no sorprendió a nadie.


    9. Cuatro episodios de smog mortal. Cada uno de ellos afectando una ciudad minera permanentemente en crisis, y a causa de una severa condición de inversión de temperatura y una mezcla de gases nocivos, muy parecida al clásico caso de Donora en 1948. Lo que resultó más insólito es que tan sólo una de las cuatro ciudades estaba considerada como afectada por un potencial problema de polución atmosférica; las otras tres eran comparativamente limpias, en términos de residuos producidos por automóviles, sistemas de calefacción y subproductos derivados de la industria. Los meteorólogos aún no han sido capaces de dar una explicación. A pesar de ello: cerca de 4.500 muertos, y cuatro ciudades abandonadas.


    10. El mayor desastre del metro en Nueva York.

    ...El colapso inicial pareció tener lugar cerca de la estación de Hunts Point, en el East Bronx, a las 4:38 P. M. Una aparente reacción en cadena se produjo casi inmediatamente, extendiendo el área de destrucción a unos ochocientos metros a lo largo de la línea de Pelham... Se supone que el desarrollo de los acontecimientos fue: colisión, fuego, explosión, hundimiento de la calle, nuevo hundimiento y fuego... Las estimaciones preliminares calculan el número de muertos alrededor de los 800, y el de los gravemente heridos alrededor de los 2.300. La policía, los bomberos y las autoridades admiten sin embargo que es probable que esas cifras sean en realidad más altas... Casi todas las víctimas se supone que eran residentes de la zona inmediata al desastre, la cual es descrita a menudo como «la jungla de los barrios bajos.»


    11. El gran escándalo de los alimentos de la beneficencia. Se descubrió, casi por accidente, que gran parte de los alimentos distribuidos formando parte de los planes de beneficencia, consumidos principalmente por personas que viven de la caridad pública, estaban contaminados en un grado letal. Aunque no se tienen todavía cifras al respecto, la mortalidad ha sido más bien moderada (probablemente por debajo de las mil personas). Pero esta cifra baja es enteramente fortuita. Es difícil de saber cuántos cientos de miles de personas deben sus vidas a un joven doctor del este de Kentucky que empezó a sospechar del origen de un número anormal de enfermedades graves y fallecimientos ocurridos entre sus pacientes de la beneficencia. Disentería amibiana, tifus, botulismo, y una enorme variedad de afecciones exóticas aparecidas en muy distintas circunstancias; tan sólo el esfuerzo de un nombre permitió determinar el factor común y detener la distribución de los alimentos.

    Nadie ha podido dar aún una explicación plausible a cómo y por qué no uno sino varios de los alimentos distribuidos en los planes de beneficencia estaban contaminados: arroz, judías, patatas, y algunas comidas enlatadas. Su destrucción fue ordenada inmediatamente; sin embargo, se han empezado a conocer casos similares de "problemas de nutrición" en Asia, Latinoamérica y África. Se ha abierto una investigación por parte del Congreso.


    12. Problemas con el agua. Aparte las epidemias mencionadas más arriba cuyo origen fue la polución del agua, en los últimos meses se han registrado un sorprendente número de casos de simple envenenamiento de los suministros de agua potable. Los venenos han sido variados —sales de mercurio, compuestos de plomo, arsénico, pesticidas— cuyo origen no ha podido ser detectado, pese a que todos esos productos son vendidos estrictamente bajo receta. Aunque la mayor parte de las fuentes de agua potable afectadas cubrían áreas pobres, uno de los casos más virulentos tuvo lugar en una rica comunidad de jubilados en Arizona. Los expertos en polución y los técnicos en instalaciones hidráulicas están trabajando en el problema.


    13. Muestras gratuitas. Un cierto número de pequeñas comunidades y barriadas urbanas han sido diezmadas por envenenadores que distribuían muestras gratuitas de mercancías. Como regla general, todas ellas llevaban etiquetas de marcas muy conocidas, y eran halladas en los buzones de los residentes de barrios bajos urbanos y rurales, acompañadas de folletos notificando a los destinatarios su buena suerte por haber sido elegidos para tomar parte en un programa de sondeo de mercado. Del aviso general hecho por la Oficina de Defensa del Consumidor:

    ...No acepten, si es posible no toquen, y sobre todo no prueben ninguna de esas muestras. Las más importantes marcas de productos alimenticios y farmacéuticos han decidido no practicar ese tipo de promociones hasta que no haya pasado el peligro. Esta advertencia se refiere especialmente, aunque no está limitada a ellos, a los dentífricos, alimentos precocinados y conservas.

    ...No permitan a nadie que se ofrezca como «reparador de hornos» al que no conozcan que tenga acceso a su cocina o a su horno. No acepten ninguna «inspección gratis» que le ofrezcan. En el caso de que algún miembro de su familia muestre síntomas extraños cuyo origen no puedan determinar, llévenlo rápidamente a su doctor o a la clínica más próxima a fin de realizar las pruebas pertinentes para asegurarse de que no sufre ningún tipo de envenenamiento...

    ...En algunos casos, los tónicos capilares, detergentes, jabones, e incluso revistas distribuidos de este modo han sido impregnados con una nueva sustancia tóxica desarrollada por el Departamento de Defensa, que puede matar al simple contacto. En estos casos destrúyanlos inmediatamente utilizando guantes de caucho. Luego sumerjan los guantes en vinagre antes de tocar las partes de los guantes que hayan estado en contacto con las muestras sospechosas...

    No hay ningún indicio acerca de la fuente de los envenenamientos. La principal investigación se está desarrollando bajo los auspicios del Ejército, aunque con el fin principal de averiguar si alguno de los sistemas de seguridad militares han sido violados más que para determinar las causas y origen de las muertes. Sin embargo, cosa extraña, la posibilidad de una versión extendida del ocasional psicópata envenenador de caramelos de Halloween parece irse difuminando.


    14. Accidentes aéreos. Del informe preliminar de la Administración Federal de Aeronáutica:

    ...No ha sido aún posible determinar ningún factor operativo común a los fatales accidentes que han tenido lugar desde primero de marzo, excepto el hecho de que todos los dieciséis aparatos eran vuelos charter que transportaban grupos de impedidos físicos (enfermos mentales, ancianos y retrasados; incluían también dos aparatos militares transportando heridos graves). Esto no parece tener ninguna relación que permita determinar las causas del accidente. No hay indicios de error de los pilotos, fallo técnico, ni posible fraude contra las compañías de seguros...

    ...Los responsables de las líneas aéreas, sin embargo, han hecho saber para tranquilidad del público que ninguno de los accidentes se había producido en un vuelo regular de pasajeros...


    15. Desastres naturales. El hecho de que en los últimos tres meses se haya producido una gran inundación en el nordeste del Brasil, un tifón fuera de estación en la India, y al mayor terremoto detectado en el Valle de Rift en África Central, difícilmente puede imputarse a las maquinaciones de la Comisión Especial. Sin embargo, la increíble lentitud que evidenciaron las operaciones de socorro, señalada en repetidas ocasiones en el transcurso de las conferencias urgentes celebradas en Ginebra por la Organización Mundial de la Salud, permiten hacerse algunas preguntas. Lo ocurrido podría tener su prototipo en las operaciones de "rescate" del gobierno de Pakistán en la gran inundación de 1970; incluso antes de las masacres del este de Bengala, es difícil creer que una tal ineficiencia fuera tan sólo el resultado de la incompetencia. El que el ejército de los Estados Unidos, cuyos efectivos en el sudeste asiático eran por aquel entonces importantes enviara tan sólo cuatro helicópteros a rescatar supervivientes, plantea la pregunta de si la gente de Smith no empezó a practicar sus operaciones con el "Grupo Cuatro" mucho antes de que fuera organizada la Comisión Especial.

    * ¿Cuál ha sido la reacción pública ante esos acontecimientos? ¿Cuál ha sido la respuesta de la gente? Uno podría esperar que la acelerada desaparición de tanta gente de las filas de los vivos provocara algún tipo de crisis. Como otros organismos complejos, un sistema social puede adaptarse tan sólo a variaciones relativamente menores de los procesos que lo componen. La tasa «normal» de mortalidad se ha más que doblado durante este período, y de un modo altamente selectivo; esto no es una variación menor.

    La respuesta es: no demasiado. (Una sorprendentemente alta proporción de las víctimas ni siquiera han sido lamentadas). Los episodios más dramáticos han ocupado las cabeceras de los periódicos, por supuesto. Pero las cabeceras de los periódicos varían cada día, y forman parte del condicionamiento diario a que se somete a la gente para hacerle aceptar la rutina de la comunicación de nuevas «noticias» con grandes titulares en la primera página o con grandes voces en los programas de televisión como cosa sensacional en sí, independientemente de su contenido. La continuidad de esto tiende a menguar el impacto. El hecho de que repentinamente las noticias empiecen a consistir preponderantemente en historias de muertes y desastres no cambia su carácter de simples «noticias» en relación al posible impacto de su sustancia.

    Pero, paradójicamente, el efecto acumulativo en el comportamiento personal del contenido de las noticias anunciadas se deja sentir rápidamente. El hecho de que una vida cotidiana que hasta tan sólo ayer era garantizada como segura se convierta hoy rápidamente en insegura es algo que termina introduciéndose muy pronto en el inconsciente. La vieja frase «cuando llegue tu hora» ha adquirido un nuevo significado. Así como los residentes de las grandes ciudades han llegado a acostumbrarse, cuando regresan tarde por la noche a sus casas, a evitar los lugares oscuros como si fueran soldados en una patrulla, la gente se ha llegado a acostumbrar igualmente a desconfiar de otros segmentos de sus rutinas cotidianas.

    Quizá no se hayan convertido aún ellos mismos en asesinos, como algunos han sugerido, pero se comportan ya como si pensaran que sus vecinos sí lo son. Y están en lo cierto, hasta cierto punto: los homicidios convencionales están empezando a incrementarse también, a medida que la vida cotidiana sigue su proceso de devaluación, como una moneda de intercambio.

    La gente tiende a hacer aquello que cree que se espera de ella, por inaceptables que sus acciones puedan parecer, incluso a ellos mismos, en una perspectiva temporal. Y están dispuestos a aprender a aceptar —como normales— las acciones de los demás que tan sólo pueden ser justificadas asignándoles un valor en consonancia con su adaptación a cosas que se supone hay que hacer. ¿Cómo explicar de otro modo la ausencia de reacciones detectables al interminable catálogo de atrocidades humanas? Las listas cotidianas de bajas de guerra y de «enemigos» muertos forman parte de un orden natural de cosas, aunque muchas veces sean deploradas, contestadas, protestadas o resistidas. Igual puede decirse de todos los grandes genocidios de nuestro tiempo —en los campos de concentración alemanes; en los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial; en Indonesia, Nigeria, Pakistán, Indochina, en todas partes—, antes o después, a pesar de toda la retórica, a pesar de lo genuino de la revulsión que provocan. Son hechos de la vida, hechos de la historia.

    Lo mismo ha ocurrido con la nueva oleada de homicidios y de muertes inexplicadas. Por supuesto que el público se ha inquietado. Por supuesto que ha habido recriminaciones. Se han producido episodios de pánico, entre los grupos y comunidades más directamente afectadas por las actividades de la Comisión Especial. Y ha habido intranquilidad, e incluso ocasionalmente histeria, entre individuos que han presentido que las malignas fuerzas sociales podían actuar y ser dirigidas contra ellos. A la gente ordinaria —dejada a merced de los vastos e invisibles procesos sociales que no puede reconocer, y mucho menos comprender— nunca le ha sido fácil distinguir claramente entre paranoia y prudencia. Pero ahora la cosa se está volviendo más difícil que nunca.

    El hecho de que los homicidios tengan lugar de una forma dispersa, tanto en lugar como en tiempo, y especialmente en forma, ha hecho imposible que aquellos que se hallan más en peligro puedan protegerse. No puede existir ninguna defensa efectiva contra el tipo de homicidio que no se puede comprender, y mientras no sea organizada, basada en esta comprensión, una contraestrategia. Puede que no llegue a ocurrir nunca. Una de las premisas que han dado origen a la Comisión Especial es que el cuerpo político no reconocerá su temor al desmoronamiento, ni las necesidades implícitas a tal razonamiento, hasta que el daño haya alcanzado el punto de no retorno. La premisa puede ser errónea, pero hasta aquí nada lo ha probado todavía.

    La Comisión ha tomado a su cargo el decidir quién vivirá y quién morirá, arrogándose así el supremo poder político: matar con impunidad. Este poder ha sido siempre la base de la autoridad, tanto para un jefe bárbaro como para un moderno estado constitucional, donde ha sido disimulado y refinado hasta aparecer compatible con los declarados derechos humanos. La Comisión no ha hecho más que actuar con más franqueza que esas instituciones sociales y económicas que han reducido las vidas de las masas en una forma más conspicua.

    En los sistemas sociales que han logrado el éxito, la efectiva regimentación de aquellos que deben hacer el trabajo sucio ha requerido la eliminación de aquellos que interfieren con la productividad de los útiles. El método habitual de actuación ha consistido en relegar a los inútiles en prisiones, instituciones terminales o comunidades apartadas, enterrándolos en vida del modo más barato posible. Pero aún es más barato enterrarlos muertos, y este ha sido siempre el tratamiento elegido cuando el porcentaje de rechazados es tan grande y tan potencialmente inmanejable como la Comisión Especial cree que ha llegado a ser.

    La Comisión ha justificado sus decisiones como una necesidad social... el bien de la mayoría. Pero el ejercicio del poder de llevarlo a efecto implica un inherente interés personal; ello hace que la objetividad moral quede inevitablemente comprometida. No importa; puede argüirse que la «moralidad» social debe ser un reflejo de procesos macrobiológicos que están más allá de nuestra comprensión o control, y que por ello cualquier sistema moral edificado puede convertirse en irrelevante para nuestra supervivencia. De todos modos, aceptar tal noción puede representar el abandonar la esperanza de mejorar la calidad de nuestras vidas; eso sería desafiar no tan sólo la fe ciega sino también el juicio de la experiencia habitual. Así pues, algún principio de moralidad social debe al menos permanecer. ¿Quizá el respeto a la santidad de la vida humana? Si eso es así, ¿cómo sustentar este principio cuando durante tanto tiempo los hombres y sus instituciones siguen sacando provecho de la muerte de los demás?


    XV


    1

    Washington, 1 de octubre. — La Comisión Especial de Prioridades Nacionales del Presidente ha celebrado sin ninguna publicidad el aniversario de su primera sesión, en medio de los rumores de que iba a publicarse un informe reclamando una drástica reordenación de los objetivos nacionales.

    Aunque el presidente de la Comisión, William Francis Rooney, se ha negado a comentar directamente estos rumores, ha señalado en una rueda de prensa informal con un selecto grupo de representantes de los medios informativos que espera presentar al Presidente y al público en general un «balance de actividades» acompañado de algunas recomendaciones programáticas específicas. No ha respondido a las preguntas acerca de la naturaleza de las actividades realizadas, aunque ha dicho que la reciente y espectacular mejora económica y otros «índices de bienestar social» serán comentados con detalle en una conferencia de prensa general que tendrá lugar simultáneamente con la presentación del informe, «cualquier día dentro del mes de noviembre», presumiblemente tras las elecciones.

    En respuesta a una pregunta acerca de la sorprendente ausencia de críticas abiertas por parte del Congreso en relación a la «invisibilidad» de la Comisión, el doctor Rooney ha dicho que una de sus «prioridades personales» había sido siempre mantener a los líderes del Ejecutivo y del Congreso informados de los progresos y actividades del grupo, «sobre unas bases de hombre-a-hombre». «Parece que la cosa ha funcionado», ha declarado con una sonrisa. «He aprendido no hace mucho que si mantengo una reserva de huesos y de bizcochos en la mano no tengo por qué temer ser mordido». Se refería a su anterior experiencia como consultor del Presidente, que estuvo salpicada por continuas controversias con los legisladores y administradores.

    Ridiculizando las acusaciones de excesivo secreto formuladas por dos periodistas con respecto a las actividades a puerta cerrada de la Comisión, el doctor Rooney dijo que, sin querer provocar revelaciones «prematuras y fuera de tiempo», podía garantizar a sus interlocutores «mucha más franqueza de la que ustedes mismos puedan desear» en la conferencia del próximo noviembre.

    El doctor Rooney ha regresado recientemente de Londres, donde ha mantenido contactos con grupos similares que se ocupan de los mismos problemas de prioridades y que recientemente han sido organizados en Gran Bretaña, Francia y Alemania Occidental. Describió sus impresiones como de «cooperación efectiva» entre los cuatro países y como «excelentes», y expresó su confianza en que otras naciones que no mencionó explícitamente, incluidas, dejó entrever, algunas de los bloques soviético y chino, puedan participar muy pronto en un programa de consultas mutuas.


    Fin



    EDICIONES ACERVO
    Apartado 5319 - Julio Verne, 5-7
    BARCELONA, 6
    Título de la obra original: TRIAGE
    Versión española de: DOMINGO SANTOS
    Sobrecubierta: EL CUBRI
    © LEONARD C. LEWIN, 1972
    EDICIONES ACERVO, BARCELONA, 1976
    Printed in Spain
    ISBN: 84-7002-198-2 Depósito Legal: B. 16.664 - 1976
    Impreso en Gráficas Lorente - Ciudad, 13 — Barcelona-2

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