LA ADICCIÓN A LAS COMPRAS
Publicado en
agosto 10, 2014
Las compras es un antiguo pasatiempo femenino que es ir de tiendas. Es el problema que se disfraza de "pasatiempo" pero que puede causar un caos en la familia y en la economía. ¿Puedes controlar la compulsión por comprar...?
Por Giselle Balido.
El impulso es irresistible. Melissa, una ejecutiva de 42 años, lo describe como "una descarga de adrenalina" que necesita para sentirse bien. "Todos los fines de semana me voy de compras, porque si me quedo en casa, siento que me ahogo", dice. "En las tiendas me siento en mi ambiente, como si tuviera un propósito o una misión en la vida". Armada con sus tarjetas de crédito y cupones de descuento, ella entra en lo que los deportistas llaman "la zona": un estado de concentración total en lo que hacen, en el que pierden la noción de su entorno y hasta del tiempo. Pero la sensación de euforia no dura para siempre. "Todo lo que compro me parece fabuloso... hasta que llego a casa y me doy cuenta de que lo que compré no me queda bien y tengo que cambiarlo. Pero eso me da una excusa para regresar a las tiendas la próxima semana".
Beatriz, un ama de casa de 42 años, también se confiesa una "comprahólica" irredimible, que es como muchos llaman a las personas adictas a las compras. "Cuando voy de tiendas, me siento realizada", confiesa. "Es como si estuviera en una especie de 'cacería' y cada artículo que echo en la bolsa fuera un trofeo".
Sin embargo, el objeto en sí —una blusa, unos aretes, un disco compacto— no es lo que importa; es el acto de buscar, hallar, elegir, pagar y poseer. La realidad es que Beatriz, lo mismo que Melissa, acaban regalando la mayor parte de lo que compran.
Para muchas personas, la adicción a las compras no es un problema "real", y no puede compararse con la adicción a las drogas o al alcohol. Si acaso lo toman en cuenta, lo ven como un refugio de las mujeres que tratan de distraerse, o de llenar algún vacío, con las compras. Pero la realidad no es tan sencilla. La compulsión por ir de tiendas y comprar sin control, tiene consecuencias. Y estas son capaces de crear serios problemas para la persona que la padece, lo mismo que para su pareja y su familia.
UN PASATIEMPO... ¿INOFENSIVO?
Aunque muchas personas están bajo la impresión de que el término "comprador compulsivo" es relativamente nuevo, la realidad es que el siquiatra suizo Eugen Bleuler identificó este desorden en 1915. Bleuler lo llamó oneomanía, una palabra de origen griego que significa "manía de comprar". Según las estadísticas más recientes, en los Estados Unidos este problema afecta, en mayor o en menor grado, entre un 2 y un 8 por ciento de la población. Y de acuerdo con el profesor Ronald Faber, de la Universidad de Minnesota, el 90 por ciento de estas personas son mujeres.
Esto se debe a dos factores fundamentales: que comprar siempre ha sido visto como una actividad femenina, y que las mujeres son más propensas a padecer de ansiedad y de baja autoestima que los hombres.
Algunas, como en el caso de Melissa, reportan que su "adicción" no les representa un problema, pues tienen los medios económicos para tomarlo como un pasatiempo divertido. Otras, como Beatriz, sufren a fin de mes, cuando llegan las cuentas, pues se ven obligadas a "estirar" el cheque para pagar. Las peleas con su esposo son, en sus propias palabras, "maratónicas".
"Este hábito está causando un tremendo problema en mi matrimonio", admite Beatriz. "Todos los meses me propongo que `nunca más'; que aprenderé a controlar la compulsión por comprar... y todos los meses vuelvo a caer".
Y aunque no sea tan evidente como en el caso de Beatriz, Melissa también sufre las consecuencias de su "manía". Y es que, como veremos más adelante, la raíz del problema va más allá del caos que puede llegar a crear en la economía.
COMPRO, LUEGO EXISTO
La investigadora Helga Dittmar, de la Universidad de Sussex, Gran Bretaña, es la autora de un nuevo estudio que analiza la raíz de este desorden. De acuerdo con Dittmar, existen dos "factores de vulnerabilidad" que hacen que unas personas sean más propensas que otras a convertirse en compradoras compulsivas.
"El primero es el papel que les dan a las cosas materiales como una manera de realizarse o de hallar la felicidad", explicó en un artículo publicado en el Journal of Social and Clinical Psychology. "El segundo es el concepto que tienen de sí mismas. Aquellas que se sienten lejos de su 'yo' ideal, son más vulnerables a los problemas sicológicos".
En pocas palabras: la persona adicta a las compras las usa como una manera de "llenarse" con objetos materiales, que es como ella mide el éxito o la felicidad; o padece de algún problema de origen emocional o sicológico, como la ansiedad o la baja autoestima. Pero... ¿acaso no existe un término medio? Después de todo, comprar es divertido. Entonces, ¿tiene, necesariamente que responder a un desorden? La clave, explican los expertos, radica en el control que tiene la persona sobre su hábito de comprar. Aquella que disfruta yendo de tiendas y no lo hace para "tapar" o "aliviar" cualquier otro problema, y puede controlar el impulso, obviamente no es una compradora compulsiva.
Ahora veamos el caso de Melissa: aunque a ella comprar no le representa un problema económico, lo hace para aliviar la ansiedad. Obviamente, cuando la persona se vuelve una "comprahólica" para escapar de la ansiedad o para llenar un vacío interior, no está haciendo algo para resolver su problema; simplemente se "seda" con las tarjetas de crédito, pero la causa del desorden sigue ahí, provocando estragos, muchas veces a nivel inconsciente. Melissa, por ejemplo, no sabe cuál es el origen de su ansiedad, solamente sabe que esta se hace más fuerte. Esto no la afecta a ella nada más, sino a toda su familia.
"Mamá siempre está ocupada en la oficina, y los fines de semana se desaparece en los centros comerciales. En realidad, comparto muy poco con ella a nivel emocional", dice Sandra, de 16 años, la hija de Melissa. Eduardo, su esposo, siente que se han ido alejando con el paso de los años. "Tenemos muy poca comunicación. Es que ella vive a mil por hora...", dice con resignación.
Salta a la vista que la adicción a las compras es, como cualquier otra adicción, solo la punta del iceberg.
LA SOLUCION
Por regla general, y aunque le reste importancia ante los demás, la persona que padece de adicción a las compras sabe que tiene un problema. Y ese es el primer paso para salir del círculo vicioso: reconocerlo. El segundo es reconocer la forma en que el problema la afecta. El tercero es actuar:
• Meditar sobre el problema: ¿Qué me impulsa a ir de tiendas? ¿Qué siento ante la idea de quedarme en casa o de ajustarme a un presupuesto? ¿A qué se debe esa sensación? Y honestidad ante todo.
• Hacer una lista de todo lo que hay que comprar, y ceñirse a ella. Si surge el impulso de comprar algo más, detenerse a escuchar qué dice esa voz interior que grita "compra, compra, compra", y reconocer que es la adicción la que está hablando. Es muy importante resistir el impulso, para ver qué se siente cuando se le dice "no" a la compulsión. Si surgen sentimientos difíciles, un sicólogo puede ayudar. De esta forma, se puede tratar directamente el problema que provoca la adicción a las compras.
• Dejar las tarjetas de crédito en casa y llevar en el bolso únicamente el dinero en efectivo necesario para las compras del momento.
• Limitar el tiempo que se pasa en las tiendas. Una o dos horas deben ser suficientes.
• Solicitar la cooperación de una amiga a quien llamar en un momento de flaqueza, para que ayude a resistir la tentación.
• Buscar otros intereses, en lugar de ir de tiendas: tomar una clase, los sábados, de fotografía o taichi; salir a almorzar con las amigas, hacer algún proyecto en casa o ir al cine en familia. La clave es diversificar.
• Como con cualquier adicción, tomar una recaída como un lapso momentáneo y volver a empezar como si nada hubiera pasado.
Cualquier comportamiento compulsivo, por "benigno" que parezca, nos hace daño, pues nos controla y nos quita opciones. No te dejes dominar por la adicción a las compras. Recuerda: el poder está en tus manos.
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, SEPTIEMBRE 12 DEL 2006