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agosto 24, 2014
EL VICEALMIRANTE Hyman Rickover, llamado el padre de los submarinos atómicos de la flota norteamericana, se detuvo cierta vez en Honolulú después de haber completado un viaje al Extremo Oriente. En el aeropuerto le dio la bienvenida de protocolo la representante de la linea aérea, a quien el almirante había conocido como oficial de la reserva del Cuerpo Femenino de la Armada. Colocándole al almirante una guirnalda de flores pendiente del cuello, la joven le dio un beso, según la costumbre hawaiana. Luego, sonriente, le confesó:
—Es la primera vez que beso a un almirante.
Rickover, con la más imperceptible sonrisa, repuso:
—Y a mí es la primera vez que me besa un oficial de la reserva.
— B. S.
"ME PASÉ el verano viajando", comentó cierta vez el famoso naturalista Louis Agassiz. "Recorrí casi todo mi jardín trasero".
— Peter Farb, en The Forest
LAS SÁTIRAS dirigidas a un orador por el auditorio son costumbre aceptada en la tradición política inglesa, y el primer ministro Harold Wilson, por su parte, halla especial deleite en cambiar réplicas con el público. En una reciente campaña uno de sus oyentes le gritó:
—¡Tonterías!
Y Wilson respondió al instante:
—Pronto trataré el tema que le interesa al señor.
— Time
LADY OLAVE Baden-Powell, viuda del fundador de los boy-scouts, cuenta de las relaciones que entabló con éste a bordo de un vapor.
—En 1910 —dice—, Lord Baden-Powell me había visto paseando por un parque londinense. Jamás me había visto la cara. Nunca se había fijado en las mujeres; se hallaba demasiado ocupado en su trabajo. Lo que había estado observando aquel día era mi manera de andar, mientras paseaba yo a mi perro de aguas. A la sazón Lord Baden-Powell estaba escribiendo para los boy-scouts un libro sobre la manera de rastrear, y se había formado la teoría de que el carácter de una persona se refleja en su manera de andar. Dos años después nos encontramos cara a cara. Cuando me vio a bordo del vapor, Lord Baden-Powell se dijo: "Yo he visto ya esa manera de andar". Una vez que nos hubieron presentado formalmente, me preguntó:
—¿No vive usted en Londres? ¿ No tiene usted acaso un perro de aguas?
Al atracar el barco, ya estábamos comprometidos".
— V.G.
ALBERT EINSTEIN se interesaba por casi todas las cosas y prestaba a todo visitante y a cada tema de conversación toda su atención. Pero a veces se levantaba de improviso en mitad de una frase y se excusaba diciendo: "Ahora tengo que trabajar". Con lo cual se retiraba a su escritorio, dejando a su esposa y a su secretaria que atendieran a la visita un rato más. No había nada de ofensivo en ello: era evidente que había comenzado a bullirle el cerebro a Einstein y que "tenía que trabajar". Parecía como si hubiese recibido órdenes de alguna otra parte y que él las aceptara de buen talante, contando con que los que lo rodeaban lo comprendiesen así de buen grado.
— K.K.
EN LA casa de Mark Twain, en Hartford (Connecticut), se exhibe un modelo de una goleta de tres palos. El buque fue hecho en la prisión de Wethersfield por un tal John Hart, a quien cogieron in fraganti tratando de robar en la casa del escritor. El ladrón regaló el modelo a Mark Twain en expiación de su falta, y este quedó tan conmovido por aquella acción que hizo firmar a Hart en el registro de visitas como "visitante inesperado".
— G.P.M.
EL PRESIDENTE norteamericano Lyndon Johnson es más zorro que Robert McNamara, su ministro de la Defensa. No hace mucho el Presidente le pidió a McNamara que le cediera a la Casa Blanca los servicios de cierto escritor de discursos al servicio de la Secretaría de la Defensa cuyo trabajo admiraba grandemente el personal de la oficina presidencial.
McNamara lo admiraba no menos, y se le ocurrió una estratagema a fin de conservar a su escritor. Le aseguró solemnemente a Johnson que dicho individuo sería incapaz de escribir discursos dignos de la Casa Blanca. Johnson se mostró asombrado y no volvió a tocar el asunto.
Varias semanas después, el Presidente, tomando por sorpresa a Mc Namara, de nuevo le pidió que le cediera al escritor. El ministro protestó al instante:
—Pero si me es imposible prescindir de él.
—Usted mismo me dijo que era incapaz —repuso Johnson—. Solo pretendo quitarle esa carga de encima.
Naturalmente, el escritor pasó a trabajar a la Casa Blanca, y Johnson suele jactarse, con gran regocijo, de cómo logró ganarle la partida al más sagaz de sus colaboradores.
— T.W.
LAS ÚLTIMAS palabras del dramaturgo Brendan Behan fueron para una religiosa enfermera que le tomaba el pulso: "El Señor la bendiga, hermana... y quiera Dios que sus hijos lleguen a obispos".
—J.J.R.