HAILE SELASIE, UN GRAN AFRICANO
Publicado en
agosto 17, 2014
El denodado aunque menudo Haile Selasie ha unificado a Etiopía y ha transformado la fisonomía del país. Hoy, a los 76 años de edad, representa vigorosamente el sentido común y la moderación entre las nuevas naciones africanas.
Por Gordon Gaskill (Condensado de "The Diplomat").
HAILE SELASIE es objeto de tal reverencia por parte de sus 23 millones de súbditos que algunos se niegan a hacer bailar las monedas que llevan la imagen de su soberano por miedo a marearlo. Entre sus compatriotas el juramento más solemne es: "¡Que se muera el Emperador si miento!" Cuando pasa por la calle en su automóvil, los transeúntes hacen una profunda inclinación, algunos besan el suelo, y las mujeres prorrumpen en agudos y extáticos chillidos. Los trovadores y juglares lo celebran en sus cantares como a un héroe semi-mítico, mezcla de Carlomagno, Salomón y Jorge Washington; un hombre bravo en la guerra, inmutable en la derrota, magnánimo en la victoria, sabio en política: el verdadero padre de su patria.
Objeto de toda esta adulación es un hombre de poca talla, barbado, de sonrisa grave y discreta; un hombre frágil en apariencia, pero en realidad tan firme como un añoso roble: Su Majestad Imperial Haile Selasie I, León Conquistador de la Tribu de Judá, Elegido de Dios, Emperador de Etiopía. Pese a la guerra, el exilio y la revolución ha gobernado serenamente a su pueblo durante cerca de medio siglo... y hoy, a los 76 años, es no solo un personaje legendario en su propio país, sino también viejo estadista respetado en el ámbito mundial.
LA SABIDURIA DE SALOMON
Algunos etíopes dicen que Haile Selasie heredó su sabiduría de su antepasado el rey Salomón; otros opinan que su éxito como diplomático se debe a algún alimento mágico. Hay incluso, en la remota Jamaica, una extraña secta que lo considera un ser divino. Pero un diplomático occidental tiene una explicación más sencilla: "El Emperador es astuto e inteligente, paciente y tenaz. Sabe trabajar y planear, y esperar hasta conseguir lo. que se propone. Probablemente tiene más experiencia práctica en el arte de gobernar que cualquier otro de los estadistas actuales. Es un profesional entre profesionales".
Una magnífica muestra de la labor de un veterano profesional fue su creación, casi exclusivamente personal, de la Organización de Unidad Africana (OUA), una especie de pequeña ONU para los países de África. En mayo de 1963, cuando el Emperador convocó una conferencia de dirigentes africanos, ni él ni Etiopía parecían ser los indicados para dirigir a las jóvenes naciones de África, en su mayoría repúblicas furiosamente anti-imperialistas y no cristianas. Por otra parte, Haile Selasie es el autocrático emperador de uno de los países menos modernizados de África, un país donde la iglesia copta, antigua rama del cristianismo, aún ejerce un gran poder. Treinta jefes de Estado africanos aceptaron la invitación de Haile Selasie, aunque esperaban más que otra cosa algunos violentos ataques al colonialismo, floridos discursos acerca de la fraternidad africana, unas cuantas fiestas, y al fin nada más que volver a casa.
Pero con muchos meses de anticipación el Emperador y sus asesores habían venido trabajando en un plan para formar un organismo que tuviera verdadero poder, su propia hacienda y una secretaría permanente. A medida que llegaban los jefes de Estado, Haile Selasie recibía a cada uno con halagüeña atención personal. Se mudó al hotel en que paraban los demás delegados y se pasó horas enteras celebrando con cada visitante una conversación privada para exponer los méritos de su plan.
"Allí estaban", comenta un observador occidental, "casi todos los más rutilantes personajes de África: Nasser, Nkrumah, Sekou Touré, Ben Bella y el resto. Pero, comparados con Haile Selasie, no eran más que alumnos noveles en presencia del profesor. Triunfó sin ninguna dificultad". En contraste con la apasionada pero vaga oratoria de otros participantes, el Emperador expuso un plan práctico y factible que era como una firme roca en un mar cubierto por la bruma. Los delegados, muy impresionados, lo aprobaron por decisión abrumadora... y nació la OUA.
La OUA, a pesar de su corta existencia, cuenta con 38 miembros, ha alcanzado ya algunos éxitos memorables, particularmente al mediar en la guerra fronteriza entre Argelia y Marruecos, y al calmar la disputa territorial entre Etiopía y la vecina Somalia. La sede permanente de la OUA está en la propia capital de Haile Selasie, Addis Abeba, que se ha convertido, en cierto sentido, en la capital de África. El astuto Emperador también estableció las bases para esto al erigir un espléndido edificio llamado Casa de África; equipado con todos los modernos servicios para conferencias, incluso un sistema de traducción simultánea, no tiene rival en todo el continente.
"NINGUNA OTRA ESPERANZA"
Paradójicamente, cuando se trata de la seguridad colectiva, quizá ningún otro gobernante o nación se haya visto tan desastrosamente traicionado por haberle faltado esa seguridad. Los negros ojos de Haile Selasie brillan todavía con emoción cada vez que recuerda el trágico día de 1936 en que, personalmente, apeló a la Sociedad de las Naciones en demanda de auxilio contra los invasores ejércitos de Mussolini... y sólo recibió expresiones de conmiseración. Aquel suceso, que lo condujo a cinco años de exilio en Inglaterra, hizo de él un creyente casi fanático en la seguridad colectiva. "No hay, simplemente, otra esperanza", afirma, "especialmente para las naciones pequeñas".
Y esto no son meras palabras huecas. En 1950 envió presurosamente a las fuerzas de las Naciones Unidas en Corea una selecta brigada etíope, que se cubrió de gloria. Más tarde, en 1960, en el Congo, las tropas etíopes constituyeron uno de los principales contingentes de las fuerzas de la ONU, y un general etíope fue durante algún tiempo su comandante. Cuando una inundación, el hambre o un terremoto azota a casi cualquier parte del globo, Haile Selasie envía en seguida fondos o alimentos.
Después de una de las recientes visitas de Haile Selasie a la sede de las Naciones Unidas, cierto funcionario hizo una melancólica observación:
"Si todos los miembros de la ONU obraran como él, seríamos sin duda el organismo más brillante del mundo".
SENDA DE GLORIA
Cuando Haile Selasie nació, el 23 de julio de 1892, y recibió el nombre de Tafari Makonnen, parecía tener pocas probabilidades de llegar jamás a ser emperador de Etiopía. Aunque podía aducir su descendencia directa de un vástago del rey Salomón y la reina de Saba, y su padre era el noble más poderoso del país y primo de Menelik II, reinante entonces, la suya era solo una rama colateral de la numerosa familia imperial.
No obstante, a la muerte del emperador en 1913, se convirtió en emperador un nieto de Menelik, de 17 años de edad, individuo un tanto inestable. El joven no tardó en provocar la ira de la alta sociedad cristiana del país casándose con mujeres musulmanas, mofándose de su ascendencia salomónica y alardeando, en cambio, de descender del profeta Mahoma. En 1916 un ejército cristiano depuso al emperador. Su jefe era Tafari Makonnen, que entonces tenía 24 años de edad. Aunque se eligió a una hija de Menelik, de edad avanzada, como emperatriz nominal, Tafari Makonnen recibió el poder efectivo como regente y presunto heredero. A la muerte de aquella en 1930, Tafari Makonnen se proclamó Emperador Haile Selasie I.
CARRETERAS, ESCUELAS Y TELEVISION
Al comienzo de su reinado, la férrea oposición de sus muy. conservadores súbditos obligó a Haile Selasie a aceptar el hecho de que era imposible reformar y modernizar a tan arcaico país de la noche a la mañana. Aun así, bajo su régimen se ha abolido la esclavitud (de tiempo atrás vergüenza de Etiopía) y el país se ha transformado de un extenso imperio con docenas de estirpes raciales, lenguajes y dialectos, en una nación unificada. Antes, su selvática y quebrada geografía permitía a los grandes nobles gobernar provincias lejanas como reyezuelos independientes, desafiando al distante emperador. Pero aquello se acabó. Suavemente, Haile Selasie ha disminuido la jerarquía de los grandes nobles, designa pocos nuevos para reemplazar a los que mueren y, gracias a su Fuerza Aérea, puede ahora lanzar a sus paracaidistas en pocas horas sobre cualquier provincia levantisca.
Etiopía carecía casi completamente de carreteras y estaba enteramente aislada del mar por colonias inglesas, italianas y francesas. Mediante un arreglo hecho en la segunda guerra mundial y su propia habilidad diplomática, Haile Selasie ha recuperado la antigua salida de su país al mar Rojo y ahora puede mostrar orgullosamente dos hermosos puertos modernos, florecientes pesquerías e incipientes marinas de guerra y mercante. Ha construido también una creciente red de carreteras, puentes y embalses, y organizó las Aerolíneas Etíopes, que los ciudadanos usan casi como una línea de autobuses y camiones. El 2 de noviembre de 1964, para celebrar el XXXIV aniversario de la coronación de Haile Selasie como Emperador, los etíopes pudieron ver la primera emisión de televisión que se hizo en su país.
Haile Selasie ha trabajado esforzadamente para eliminar los viejos antagonismos entre la alta sociedad cristiana que gobierna al país y los musulmanes. (Aproximadamente un 50 por ciento de la población es cristiana y el 20 por ciento musulmana.) Deliberadamente ha nombrado cada vez más musulmanes para altos cargos, y les ha dado sus propios tribunales y libertad religiosa. Y, lo que es más importante, ha efectuado grandes reformas en la iglesia copta etíope, que, aislada del resto de la cristiandad durante mil años, había degenerado en lo que el historiador británico Arnold Toynbee llamó una "religión fósil". Para educar al clero (aún hoy la mayor parte de los sacerdotes no saben leer) estableció el primer seminario del país. Y puso fin al dominio de la iglesia sobre la enseñanza infantil... en "escuelas" que omitían la lectura y la escritura considerándolas "instrumentos del mal".
En 1941 no existía una sola escuela del Estado para los etíopes. Desde entonces, el Emperador ha fundado centenares de ellas, que, si bien resultan primitivas si se las mide por el rasero occidental, representan un gran paso en el progreso de la nación. El soberano revisa personalmente los planes de estudios, y visita incansablemente las escuelas para mantener a maestros y discípulos atentos a sus labores. En 1961 fundó la primera universidad del país (que lleva el nombre de Haile Selasie) y, para edificio central de ella, dio la sorpresa de regalar su principal palacio.
Las infusiones de ayuda extranjera lo han auxiliado considerablemente en sus esfuerzos. Actualmente acepta esa ayuda tanto del Occidente como del Oriente, e insiste en que la suya es una nación ajena a todo bloque. No obstante, se inclina francamente hacia el Occidente, y no hay ninguna influencia comunista discernible en el país. Es más, cuando el primer ministro de China comunista, Chou En-lai, se detuvo en Asmara, en Etiopía septentrional, durante su recorrido por África en 1964, el Emperador le reprochó severamente el no haber firmado el pacto que prohíbe las pruebas nucleares.
MODERNISMO DE 1930
A pesar de los gigantescos pasos dados por el régimen de Haile Selasie, existe una creciente oposición verbal a su reinado entre la juventud intelectual del país. Este grupo, en número probablemente no mayor de 2000, abarca, no obstante, a gran parte de los etíopes de educación universitaria: altos funcionarios civiles, oficiales de las fuerzas armadas, dirigentes de casi todas las esferas. Aunque perfectamente consciente del peligro potencialmente explosivo que representa una élite, una clase que ha recibido una educación occidental en un país tan fosilizado, el Emperador fomentó intencionalmente la formación de ese grupo, pensando que la nación necesitaba hombres instruidos. En muchos casos, él mismo seleccionó a ciertas personas para que siguieran estudios en el extranjero, y frecuentemente costeó personalmente los gastos de su educación. Después cuidó de que a su regreso a Etiopía se les dieran buenos puestos en el gobierno.
Exactamente lo que el Emperador temía que ocurriese ha sucedido. Aquellos hombres, después de sus años de estudio en el extranjero, descubren que marchan a un ritmo diferente del que sigue la feudal y atrasada Etiopía. Una noche pregunté a varios miembros de esta élite cuáles eran sus quejas, y recibí un alud de respuestas: "Gobierno de un solo hombre. No hay democracia. Estricta censura. Soborno y corrupción por todas partes. Los antiguos compinches del Emperador, frecuentemente analfabetos, todavía llevan las riendas. No existe una eficaz reforma agraria".
"En 1930, cuando Haile Selasie fue coronado Emperador", me decía un funcionario civil, "tanto él como un coche Ford de aquel año resultaban bastante modernos. Actualmente ya no lo parecen tanto".
Aunque el Emperador ha insistido desde hace tiempo en que su objetivo final es el establecimiento de una democracia constitucional de tipo británico, las viejas costumbres desaparecen difícilmente. El país tiene sufragio universal... pero el soberano y sus dignatarios escogen a todos los candidatos. En 1960, unos pocos diputados audaces osaron negarse a aprobar algunas de las propuestas del gobierno, sin previo debate. Durante varios días esto divirtió grandemente a Haile Selasie, pero como pasaba el tiempo sin que se hiciera nada, el viejo león dio unos gruñidos y la naciente oposición se derrumbó en silencio.
"RECOGIENDO LA COSECHA"
En diciembre de 1960, poco después de este primer ensayo de oposición legal, estalló una revuelta en Addis Abeba. Planeada para que ocurriera mientras el Emperador se encontraba haciendo una visita oficial al Brasil, la acaudillaba la Escolta Imperial, que gozaba de la confianza del monarca. Haile Selasie regresó presurosamente a su país para sofocar el levantamiento, pero ya había fracasado cuando llegó. Fue reprimido por el Ejército y la Fuerza Aérea, que obraron en parte por lealtad y en parte por celos de la Escolta Imperial.
Reconociendo tácitamente la razón básica de la insurrección (el descontento entre la clase educada que él mismo había formado), el Emperador manifestó con amargura: "Ahora estoy recogiendo la cosecha que sembré". Aunque los cabecillas de la revuelta fueron ejecutados, Haile Selasie colocó inmediatamente a varias docenas de jóvenes intelectuales en puestos más altos. Además, desde entonces se ha permitido al Parlamento expresarse con más libertad, e incluso este ha rechazado por votación varias medidas propuestas por Haile Selasie, entre ellas un importante convenio de empréstito con Italia.
En septiembre de 1964 llegó a oídos del Emperador la noticia de otro golpe militar en cierne. Arrestó y despidió (o desterró a remotos puestos provinciales) a cerca de una veintena de oficiales, y después aumentó todos los salarios militares, en algunos casos hasta en un 50 por ciento. Pero solo los más ilusos optimistas, cosa que no es Haile Selasie, creen que este sea el fin del descontento reinante entre la élite.
Lo que encierre el futuro depende mucho del tiempo que todavía haya de vivir el perennemente sano León de Judá. (Su sucesor designado es su único hijo aún con vida, el príncipe heredero Asfa Wossen, de 52 años, hombre benigno y amable, considerablemente más liberal y menos autocrático que su padre.) Nadie sueña que el Emperador vaya jamás a abdicar voluntariamente. Si no ha hecho bastante como para satisfacer a los jóvenes intelectuales de la nación, hasta sus más exigentes críticos reconocen que, durante su vida, el viejo estadista de África ha cambiado la fisonomía de Etiopía más que ningún otro emperador en sus cerca de 30 siglos de historia.
Recientemente, en Addis Abeba, un turista subió sobre sus hombros a su hijito para que pudiera ver mejor al Emperador cuando pasaba en su automóvil, y le dijo al pequeño: "Échale una buena mirada, hijo mío. Jamás habrá ningún otro gobernante como él".
En estos tiempos, tan rápidamente cambiantes, desde luego que no lo habrá.