EL IMPERIO DEL SEXO DE MADAME CLAUDE
Publicado en
agosto 10, 2014
Correspondiente a la edición de Febrero de 1982
Las confesiones de alcoba le permitieron saber de cambios en regímenes extranjeros antes de que ocurrieran y de alzas en el precio del petróleo antes de que lo supiera el propio gabinete francés.
Después de ser educada en un convento, estableció el más prestigioso negocio internacional en la profesión más antigua del mundo. Sus muchachas viajaban con pasajes de primera clase para atender clientes en Nueva York, Washington, Roma, Abu Dhabi o Teherán.
Por Victor Davis.
En su frenética búsqueda de temas fuera de lo corriente, era inevitable que los productores de cine cayeran sobre la extraordinaria vida y las actividades de Madame Claude. Como cualquier historiador del mundo del vicio puede confirmarlo, Madame Claude llegó a ser una auténtica emperadora del sexo. Todavía viva, se convertirá ahora en una nueva heroína del cine.
La pequeña francesa de ojos penetrantes —cuyo verdadero nombre es Fernande Grudet— será representada en la pantalla por la actriz canadiense de 38 años Alexandra Stewart, en una película titulada "Intimate Moments", que financia la compañía norteamericana Avco-Embassy. Mientras la película ya empezó a filmarse en París, Madame vive desde hace muchos años fuera de Francia. Se sabe que dirige una galería de arte y vive la vida de una millonaria en Los Angeles.
Su historia empezó a fines de la década del 50, cuando Fernande llegó por primera vez a París. Había sido educada en un convento y tenía a sus espaldas un fracasado matrimonio de sus años de adolescente.
MANOS ESTIRADAS
Al pasar por el distrito de faroles rojos de Pigalle, sus ojos registraron la miseria en que trabajaban las damas de la noche. De inmediato se puso en actividad su espíritu de empresaria. Bajo el nombre de trabajo de Madame Claude, reunió a un grupo de atractivas muchachas dispuestas al servicio. Les enseñó modales de comportamiento elegante, el arte de conversar, la manera de agradar a un hombre y especialmente a ser discretas.
La palabra "alcahueta" siempre hizo sentirse injuriada a Madame Claude. Prefería el título no oficial de "Ministra del Placer", un cargo que cumplió a la perfección.
Durante la post-guerra llena de puritanismo, los franceses cerraron los prostíbulos más conocidos, pero permitieron la existencia de establecimientos elegantes para los personajes importantes que los visitaban. Madame Claude se las arregló para tomar contacto con la gente adecuada en el poder, repartió su generosidad y sus favores en ciertas manos estiradas y recibió a cambio las facilidades necesarias para continuar en el negocio.
Su número telefónico empezó a figurar en las pequeñas libretas privadas de reyes, príncipes, presidentes, potentados árabes, magnates de los negocios y astros del mundo del espectáculo. El Ministro de Relaciones Exteriores y el de Economía le enviaban a sus visitantes distinguidos para que los entretuviera.
La experiencia y discreción de Madame Claude era apreciada por sus importantes clientes y benefactores. El Servicio Secreto francés guiaba a ciertos personajes hacia su establecimiento y le pedía a Madame que grabara su conversación de alcoba.
De las más altas autoridades llegó la orden a la policía para que no la molestaran en su negocio. Madame pudo estar tranquila durante años, pero a mediados de la década del 70 el Presidente Giscard permitió a los inspectores de impuestos que investigaran su renta.
La reacción de Madame fue de indignación. ¿No se había mantenido siempre discreta?. ¿No fue depositaria de muchas confidencias políticas que nunca salieron de sus labios?. A menudo supo de cambios de regímenes extranjeros antes de que ocurrieran y de alzas en el precio del petróleo antes de que lo supiera el propio gabinete francés.
SIEMPRE FEA
Desde su exilio en Los Angeles, Madame Claude le contó su fascinante historia a la productora de "Intimate Moments", Claire Duval.
— Está muy herida por el curso de los, acontecimientos —señala Claire—. Vivimos en una época de pecado privado e hipocresía pública. Su negocio era internacional. Las muchachas eran enviadas con pasajes de primera clase a Nueva York, Washington, Roma, Abu Dhabi o Teherán. En tres años, Madame Claude hacía rica a una joven, tanto como para permitirle retirarse del negocio, casarse y establecer una familia.
La filosofía de placer de Madame Claude nació de un gran dolor. Ella misma lo contó en una ocasión:
— Tenía 15 años y estaba enamorada de un primo. Un día me hizo pararme frente a un espejo y me dijo: "Mírate, eres fea y siempre lo serás".
Jamás ningún hombre desmintió la cruel reflexión de su primo. Pero a Fernande se le ocurrió una idea: sería atractiva para los hombres a través de otras mujeres y les haría pagar por su gusto.
Todo anduvo bien hasta que las autoridades de impuestos le mostraron luz roja. Registraron un período de tres meses en el negocio, durante los cuales arregló 515 citas de amor en la tarde, 253 en la noche y 60 en fines de semana. Pudo comprobarse que, hace diez años, disfrutaba de ingresos que llegaban a veces a los 30 mil dólares al mes.
Los inspectores le exigieron un impuesto de 4 millones de dólares, que, luego de escuchar los descargos de Madame Claude, se rebajó a un millón y medio. Finalmente, la multaron con sólo 3 mil dólares, después de que amenazó con hacer públicos algunos nombres de sus clientes.
Pero la persecución de Impuestos Internos significó el fin del lucrativo negocio para Madame Claude. Se fue de Francia y se casó con un jardinero suizo para conseguir un pasaporte extranjero y poder irse a Estados Unidos.
Después de conocer su historia y empezar a filmarla, la productora Claire Duval reflexiona:
— Madame Claude tiene ahora 57 años y dudo que se arriesgaría a volver a Francia. Cuando era una niña quería ser monja y convertirse en superiora del convento, pero la vida se le presentó de una manera muy diferente.