¿CÓMO ABRIRLE LOS OJOS A NUESTROS HIJOS?
Publicado en
agosto 17, 2014
La juventud es rebelde por naturaleza. Esa rebeldía bien canalizada arroja resultados positivos, caso contrario, tan solo los lleva a una irremediable destrucción.
Por María R. Espinel de Massú.
Definitivamente son los años, las vivencias acumuladas a lo largo de diversas circunstancias, los que enseñan a reconocer situaciones de riesgo. La juventud, no suele mirar más allá que lo que la ilusión les permite, y se aferran a lo que creyendo es bueno, puede causarles pesar. Los padres, los mayores a su lado, tratan infructuosamente de advertirles de lo desaconsejado de tal o cual proceder, encontrándose frente a un muro ineludible, que piensa que "solo se trata de molestar o llevar la contraria".
No es que antiguamente no existiesen peligros que solo los adultos veían y los jóvenes no, al contrario, la ceguera del adolescente era mayor, ya que vivían más protegidos en cuanto al "dañino" mundo exterior. El asunto es que si entonces un padre notaba que sus vástagos mantenían un enamoramiento no aconsejable, simplemente se lo prohibían, sin esgrimir mayor razonamiento que un "¡porque así tiene que ser. Y punto!"
Eso ya no tiene cabida en el mundo actual. Alos jóvenes un "no" ya dejó de ser respuesta, a menos que éste sea analizado, discutido y sobre todo demostrado.
En otros tiempos, el resultado no era siempre la obediencia, sino el obrar prohibido, con consecuencias igualmente nefastas. Hoy por hoy, la apertura de los temas difíciles, hacen que los padres se enteren más pronto si sus hijos andan en malos pasos.
¿AMIGO O AUTORIDAD?
Siempre se ha analizado si los hijos deben ser o no amigos de sus padres. El tema es discutible. Si bien la confianza en los hijos ilustra a los padres a conducirlos mejor, pero en exceso, esa "camaradería" resta autoridad a la figura paterna o materna. Si papá o mamá es ese "alguien" con quien se "puede conversar de todo", suele caerse en la pérdida del respeto y por ende de la autoridad. Es más fácil decirle un "no" al amigo que al padre. La comunicación, la confianza, es perfectamente compatible con la autoridad tratándose de la relación padre-hijo... la dosis precisa es la que los padres deben inteligentemente saber manejar a fin de que sus vástagos, especialmente adolescentes, se sientan seguros, protegidos y controlados: por más que sostengan lo contrario, a la juventud no le agrada ser dejados a su total libre albedrío... El joven cuyos padres no tienen idea de dónde está o a quienes frecuenta, lejos de estar satisfecho, se siente como "que no le importa a sus padres". Muchas veces, actitudes impropias tienen como punto de origen llamar su atención, anhelando que se preocupen algo más de ellos. Les gusta sentirse el eje de un núcleo familiar basado en la unión, en la presencia y no solo en afectos verbales o que se dan por descontado.
El saber escuchar a nuestros hijos es tan indispensable como el hablarles. Demostrar, no imponer; enseñar, no rechazar; acoger, no sentenciar.
¿REPROCHES, SENTENCIAS, RUEGOS O RAZONAMIENTOS?
Muchas veces, los padres no saben cómo enfocar la temática que conduzca a abrirles los ojos a sus hijos para que hagan o dejen de hacer tal o cual cosa. Se procede indistintamente a abrumarlos en reproches unas veces, a dar severas órdenes en otras, pudiéndose llegar hasta los ruegos para lograr algo. La explicación clara, corta y sencilla del por qué tal prohibición es la mejor vía de entendimiento. Decirles los riesgos a que se exponen, manifestarles las consecuencias que pueden acarrearles o dando ejemplos de lo que lamentablemente le ha sucedido a otros, es la mejor manera de "grafiar" a los hijos las vicisitudes de la vida en la que empiezan a desenvolverse.
Si bien la confianza en los hijos ilustra a los padres a conducirlos mejor, pero en exceso, esa "camaradería" resta autoridad a la figura paterna o materna.
CONCLUSIONES
El mundo de por sí convulso, puede ser muy prometedor o muy destructivo para nuestros hijos. La juventud, en un derroche de energía, en un desbordarse de anhelos, se "arroja" a su conquista... muchas veces bajo sistemas perjudiciales. El amor de padres no puede ser ciego; no se pueden cerrar los ojos ante los peligros que están latentes, a la caza de "elementos inexpertos" como son los jóvenes y adolescentes... pero para eso existen, para velar que sus hijos no caigan, no sucumban ante ellos.
La invitación a un permanente contacto afectivo, presencial y verbal entre padres e hijos es importante.
Fuente:
Revista HOGAR, Diciembre 1999