MANSIÓN DE LA PINTURA AMENA
Publicado en
julio 06, 2014
Hertford House, en la Plaza Londinense de Manchester.
Una cólección de obras maestras adquiridas para solaz de la familia deleita ahora a visitantes de todo el mundo.
Por Geoffrey Lucy.
OCULTA detrás de las grandes tiendas de Oxford Street, Hertford House constituye una de las sorpresas más agradables de Londres. Esta mansión de tres pisos y sobria arquitectura goza de fama mundial como museo, y reúne los tesoros coleccionados por una sola familia durante un período de compras que duró unos 90 años. Para adquirir los cuadros, muebles, relojes, armaduras y otros objetos artísticos hoy expuestos en la Colección Wallace, tres generaciones de Seymour-Conway (nombre de familia de los marqueses de Hertford) recorrieron las casas de ventas de Europa ofreciendo más dinero que emperadores, reyes, príncipes y otros coleccionistas por cualquier objeto que despertara su interés.
De esta manera acumularon una de las colecciones de arte más vastas y ricas de Europa, rara vez admirada, a no ser por sus amigos. Actualmente, expuesta en la residencia urbana familiar, pertenece al mundo.*
Yelmo de torneo, de una de las tres galerías de armaduras europeas de Hertford House. Superada en Inglaterra sólo por la colección de la Torre de Londres, ésta incluye la del conde de Nieuwerkerke (superintendente de las Bellas Artes de Napoleón III), que salió de París después de la Comuna. Decidido a poseerla, sir Richard Wallace se libró de competidores al aceptar inmediatamente el precio de casi medio millón de francos que pidió el conde.
Quienes tengan tiempo de explorar las 22 habitaciones, algunas de las cuales fueron antes alcobas y viviendas de los servidores, saldrán con una imagen mental vívida de los hombres que las llenaron de belleza tan abundante. Pues se trata en realidad de una colección particular, reunida por nobles cosmopolitas que compraban guiados exclusivamente por su gusto, sin considerarla una inversión ni tener en cuenta el gusto del público. Ricardo, cuarto marqués de Hertford, expresó las preferencias de la familia con esta frase: "Sólo me gustan los cuadros amenos".
Los marqueses de Hertford descendían de Eduardo, hermano de la tercera esposa de Enrique VIII y madre de Eduardo VI, Juana Seymour. Su pasión coleccionista comenzó en realidad con Francisco, el tercer marqués (1777 a 1842), apodado el Califa de Regent's Park por los suntuosos regocijos que ofrecía en la villa que allí poseía; el esplendor de su género de vida asombró a la opulenta corte del zar Nicolás de Rusia. El novelista Thackeray lo retrató en su novela Vanity Fair como el derrochador marqués de Steyne, y Hertford House figuró allí con el nombre de Gaunt House, donde, a altas horas de la noche, descendían damas de carruajes cerrados y entraban por una discreta puerta trasera.
El caballero sonriente, de Frans Hals (hacia 1584-1666), quien perfeccionó una técnica pictórica tan rápida que le permitía captar las expresiones más fugaces. Este cuadro goza de gran popularidad, y los visitantes lo saludan como a un viejo amigo. Originalmente se le conocía con el pomposo título de Retrato de un hombre de la cabeza a la cintura.
Francisco aconsejaba a su amigo el Príncipe Regente sobre la elección de muchas obras de arte que hoy se encuentran en el palacio de Buckingham y en el castillo de Windsor. Al mismo tiempo compraba cuadros, muebles franceses y porcelanas de Sévres para su propia colección. La revolución francesa había inundado el mercado europeo con muchas pinturas de gran valor. De ellas, Francisco logró obtener la magnífica de Tiziano denominada Perseo y Andrómeda, por la cual pagó 362 libras esterlinas, y el Paisaje con un coche, de Rembrandt, por 350 guineas. Tantas fueron las adquisiciones hechas en París que el marqués debió fletar un buque para llevarlas a Londres.
Marina, de Richard Parkes Bonington (1801-1828). Aunque este pintor despertó poca admiración en Inglaterra durante su vida, actualmente se le considera un gran precursor de la escuela romántica. La Colección Wallace posee la mejor serie de sus obras. Este cuadro de un cúter navegando por el canal de la Mancha, es ejemplo de colorido en toda su pureza y esplendor.
Ricardo, el cuarto marqués (1800 a 1870), heredó la manía de su padre, y una fortuna de cerca de dos millones de libras esterlinas para satisfacerla. Compró en París el pequeño castillo de Bagatelle, en el Bois de Boulogne, y se convirtió en un personaje de leyenda: el excéntrico milord inglés con una bolsa sin fondo que vivía casi como un recluso, tan indiferente ante los hechos del mundo que uno de sus pocos amigos coméntaba: "Ni siquiera correría las cortinas para ver pasar una revolución por la calle".
El columpio, de Jean Honoré Fragonard (1732-1806), goza de fama mundial por la delicadeza y armonía de sus colores y composición, y por lo encantador del tema. Lo encargó alrededor de 1768 el barón de Saint Julien, quien explicó exactamente a Fragonard cómo deseaban aparecer en el lienzo él y su amiga. Confiscado durante la revolución francesa por ser propiedad de un emigrado, lo adquirió en 1865 el cuarto marqués de Hertford por unas 1200 libras esterlinas.
Coleccionar era su único interés. Su gusto era universal e impecable: Rubens, Van Dyck, Velázquez, Murillo, Rembrandt, Hals, Hobbema, Guardi y Canaletto. También compró obras de sus compatriotas, entre ellos de Reynolds, Gainsborough y Lawrence, y fue uno de los primeros en reconocer el genio de Bonington.
Admiraba sobre todo a los pintores franceses del siglo XVIII, entonces pasados de moda a causa de la revolución. Su primera adquisición importante en el mercado abierto fue La maestra, encantadora tela de Fragonard que consiguió por 15 libras y 2 chelines (385 francos). Durante el resto de su vida siguió comprando obras de sus pintores favoritos: Watteau, Boucher, Greuze, y varias más de Fragonard. Son esas deliciosas evocaciones de una época despreocupada, muy francesa y no exenta de picardía, las que más contribuyen a dar a la Colección Wallace su carácter único.
Reloj para chimenea, hecho por Louis Simon Boizot y Pierre Gouthiére, y donado en 1771 por la ciudad de Aviñón a su ex gobernador, el marqués de Rochechouart. La Colección posee varios relojes de soberbios ornamentos, todos los cuales, por cierto, marcan la hora exacta.
El cuarto marqués no se casó nunca, pero a los 18 años tuvo un hijo con Agnes Wallace, de 28, hija de un barón escocés. Aunque no reconoció al niño, éste vivió con su padre en París como "Monsieur Richard", desempeñando las funciones de amanuense confidencial.
Al morir el marqués, Ricardo heredó todas las propiedades de su padre, incluso el arrendamiento de Hertford House, el castillo de Bagatelle y la colección artística. Entró en posesión de su vasta fortuna durante la guerra franco-prusiana y gastó cerca de 100.000 libras esterlinas para ayudar a los sitiados habitantes de París. El Hospital Británico Hertford que fundó aún funciona, y también muchas de las 50 fuentes de agua potable (conocidas por los parisienses como fontaines Wallace) que mandó construir para los hombres y los animales sedientos.
Cajas de oro, de una de las colecciones públicas más ricas del mundo. Los sutiles efectos de estas tres cajas se obtuvieron combinando oro de varios matices; otras están decoradas con esmalte, nácar de madreperla o carey. Las damas del siglo XVIII usaban estas cajas para guardar lunares artificiales o confites.
Después de la Comuna parisiense de 1871, Ricardo trasladó la mayor parte de su colección a la seguridad de Hertford House. Ésta, vacía durante 22 años, se había convertido en un mero almacén de los tesoros comprados en Inglaterra por el tercero y cuarto marqués. Uno de los amigos de Ricardo la llamaba "el Palacio de la Bella Durmiente".
La generosidad de Ricardo para con los ciudadanos británicos sitiados en París fue premiada con una baronía. Era ya sir Richard, y continuó la tradición familiar agregando mayólicas italianas (piezas de cerámica pintadas a mano y con esmalte metálico), una de las mejores colecciones de armaduras europeas, y más de 50 cuadros. Los precios habían subido, y debió pagar 913 libras y 10 chelines por el Muchacho disfrazado de Pierrot, de Fragonard.
Tito, mi hijo, de Rembrandt (1606-1669). Único vástago de Rembrandt y de su esposa Saskia que llegó a la edad adulta, era el modelo favorito de su padre, a juzgar por los muchos cuadros en que aparece. Rembrandt pintó este retrato, sencillo y amable, hacia 1657, después de haberse declarado en quiebra, cuando se nombró a Tito copropietario de sus obras para eludir a los acreedores.
Cuando sir Richard Wallace murió en 1890, dejó todos sus bienes a su viuda, una tímida señora francesa que jamás aprendió a hablar bien el inglés. Pocos años después falleció, legando todos los cuadros y objetos de arte de la planta baja y del primer piso a Inglaterra. El resto de la Colección, cuya parte principal estaba en París, pasó a poder del ex secretario de ella y de su marido, y actualmente se ha dispersado por todo el mundo.
En 1900 Hertford House abrió sus puertas convertida en museo nacional. Salvo durante las dos guerras mundiales, ha seguido encantando a los visitantes con su "gloriosa extravagancia", como dice Lord Clark; "...obras maestras de todas las escuelas, no dispuestas en forma sistemática o dogmática, sino simplemente para deleite de la vista". Esta alabanza habría satisfecho a los conocedores que las compraron por la única razón de considerarlas amenas.
La dama del abanico, obra de Diego Velázquez (1599-1660), pintor de la Corte de Felipe IV de España. Este estupendo retrato, una de las obras maestras de la Colección, perteneció al príncipe Luciano Bonaparte, hermano de Napoleón. Velázquez rara vez pintaba personajes ajenos a la Corte española, y se desconoce la identidad de la modelo, pero ciertamente en cada luminosa pincelada el artista puso toda su alma.
*Hertford House está abierta al público todos los días hábiles desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde, y los domingos de 2 a 5.
FOTOGRAFÍAS: COPYRIGHT DE LOS FIDEICOMISARIOS DE LA COLECCIÓN WALLACE.