LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Publicado en
junio 15, 2014
El coeficiente intelectual no es el factor determinante para la felicidad... Para ello es necesario desarrollar una capacidad aun más importante.
Por Giselle Balido.
Cada vez que su ex esposo pasa por sus hijos para estar con ellos el fin de semana, Zully, de 36 años, se prepara para la inevitable pelea. "Trato de controlarme, de dominar mis emociones delante de los niños, pero Eduardo siempre hace o dice algo que parece diseñado para hacerme estallar", admite. "No sé cómo lo consigue, pero él logra que yo pierda las tablas...".
Así, lo que comienza como una discusión civilizada, termina en una pelea a gritos.
Yolanda, la hermana de Zully, no entiende por qué ella permite que Eduardo la lleve a perder el control de esa manera.
"Zully es toda una profesional y una de las mujeres más inteligentes —no, ¡brillantes! — que conozco. Tiene dos maestrías y es muy buena sicóloga para sus amigas... pero, a la hora de lidiar con sus emociones, siento decirlo, pero es un fracaso".
Lo que Yolanda no entiende es que el coeficiente intelectual —la capacidad del ser humano de pensar, razonar, aprender y aplicar los conocimientos— nada tiene que ver con la inteligencia emocional, que es cómo reconoce y maneja sus emociones. Y es que es posible ser brillante a nivel intelectual y, a la vez, ser —no hay otra palabra mejor para expresarlo— torpe en el plano emocional.
Pero existe una luz al final del túnel: mientras que los investigadores sicológicos estiman que el coeficiente intelectual (CI) se mantiene inmutable a través de la vida, muchos opinan que el coeficiente emocional (CE) es dinámico. En otras palabras, que puede aumentarse y desarrollarse.
Esto último es una alentadora noticia para las personas que, a pesar de su inteligencia y sus logros profesionales, encuentran muchas dificultades en sus relaciones afectivas, lo mismo que a la hora de procesar y manejar sus emociones.
¿QUE ES LA INTELIGENCIA EMOCIONAL?
El bestseller internacional Inteligencia emocional, la obra de Daniel Goleman, popularizó este término con su publicación en 1995. Sin embargo, el interés sobre el tema de los distintos tipos de inteligencia comenzó mucho antes. Fue a finales de los 80, con la labor investigativa de Peter Salovey y John Mayer, cuya definición de la inteligencia emocional (IE) es conocida como el modelo Mayer-Salovey. Pero fue Goleman quien redefinió el concepto, ampliándolo y haciéndolo más asequible al público en general. De esta manera, formuló las cinco características clave de la inteligencia emocional:
1. La habilidad de nombrar e identificar nuestros estados emocionales, y de comprender la relación que existe entre la emoción, el pensamiento y la acción. O sea: reconocer qué sentimos, por qué sentimos de esa manera, y cómo esto afecta lo que pensamos y cómo procedemos.
2. La capacidad de controlar nuestros estados emocionales, y de llevarlos hacia una actitud más adecuada y eficaz. Esto quiere decir que no reaccionamos automáticamente ante nuestros sentimientos; podemos sopesar qué es lo que más conviene y actuar en forma coherente.
3. La habilidad de asumir el estado de ánimo necesario para lograr nuestros objetivos y alcanzar el éxito. Es otra forma de decir, saber motivarnos —y mantener esa motivación— para llegar a la meta.
4. La capacidad de saber leer las emociones de otros e influir en ellas. No mirar a través de nuestros prejuicios o suposiciones; tener la capacidad de comprender lo que otro siente y, cuando es apropiado, tener el poder de convencimiento.
5. La habilidad de entablar relaciones satisfactorias con otras personas. Esto último es el resultado de todo lo anterior.
¿Cuál de ellas es tu punto fuerte... y cuál tu lado flaco? ¿Cuál dominas y cuál te domina? Determinar si tienes o no un coeficiente emocional sano y apropiado para la vida es fundamental. Y es que cuando existe una marcada discrepancia entre el coeficiente intelectual y la inteligencia emocional, la calidad de vida se ve afectada. Es por eso que una ejecutiva capaz de manejar una empresa multimillonaria, siempre elige la pareja equivocada; que un consejero escolar, que puede hablar con los adolescentes con los que debe tratar día a día sin perder la calma, estalla con sus propios hijos; y que una persona ecuánime y pacífica, incapaz de agredir verbalmente a otra, pierde el control cuando alguien — la pareja, la suegra, el colega— oprime los "botones" de las áreas emocionales que no puede o no ha aprendido a dominar.
Esto pone en relieve la importancia de desarrollar la inteligencia emocional para tener un mejor manejo y control de las emociones que, a fin de cuentas, es lo que determina qué nivel de paz y estabilidad podemos alcanzar con nosotros mismos y en nuestras relaciones con los demás.
COMO DESARROLLAR LA IE
Desarrollar la inteligencia emocional (IE) es un proyecto que tiene un principio, pero no un final. Es la labor de reconocer en cuál de las cinco áreas de lE que identificó Goleman hay que trabajar... y hacerlo día a día, sin bajar la guardia, y a pesar de los tropiezos y las recaídas. Es observar no solo cómo sentimos, sino cómo esos sentimientos nos llevan a actuar.
Por suerte, existen formas de ejercitar la inteligencia emocional. De acuerdo con la sicoterapeuta Jeanne Segal, Ph.D., estos son los pasos a seguir:
Conecta el sentimiento al pensamiento: Aprende a informar a tus sentimientos de lo que piensas, y a tus pensamientos de lo que sientes. A veces, un pensamiento nos hace sentir una emoción ("Pienso que Fulano se burló de mí; siento ira"); otras, una emoción nos lleva a pensar de determinada manera ("Siento temor, entonces pienso que debe existir un peligro"). Trata de estar consciente de lo que piensas y lo que sientes; de esta forma, podrás determinar si tus sentimientos son válidos, y decidir cuál es la forma de proceder.
Escucha los sentimientos: No oigas solamente las palabras; "escucha" el sentimiento detrás de las palabras. Muchas veces decimos lo contrario de lo que realmente sentimos. Aprende a leer el lenguaje corporal para analizar si, por ejemplo, cuando una persona te dice que "todo está bien", su rostro refleja tranquilidad... o todo lo contrario. Cuando existe una discrepancia entre las palabras y los gestos, los expertos recomiendan creerle al lenguaje corporal.
Desarrolla la empatía: Esto quiere decir ser capaz de comprender y aceptar los pensamientos, sentimientos y estados de ánimo de otra persona, sin perder el equilibrio ni la perspectiva. En pocas palabras: es aceptar, con genuina compasión, los sentimientos ajenos, sin permitir que esto te haga perder de vista tus propias necesidades. Por ejemplo: Entiendes, porque comprendes que es joven, el ansia le libertad de tu hija adolescente, pero necesitas monitorear sus actividades y saber con quién comparte su tiempo. Esto te permite lograr tus fines, pero con respeto y compasión hacia ella.
Aprende a controlar tus emociones: La persona con un alto nivel de inteligencia emocional, aprende a controlar sus emociones. Esto no quiere decir que las ignora, las suprime o las oculta; todo lo contrario. Quiere decir que él o ella sabe esperar el momento preciso para expresarlas de una manera inteligente y adecuada. Esto evita los estallidos y los insultos, lo mismo que los silencios que van minando la relación hasta acabar con ella. La persona con una sana IE también sabe separar el presente del pasado, y no trae a colación cosas que ya no vienen al caso.
LA IE EN EL FUTURO
Si deseas aprender a desarrollar la inteligencia emocional al máximo, existen muchos cursos y programas, incluso por Internet, que te enseñan a cultivarla. Hacerlo es vital para la persona que desea integrar todos los aspectos de su vida, el intelectual y el emocional, para que trabajen juntos y, de esta forma, le ayuden a vivir con paz y armonía no solo consigo mismos, sino con los demás...
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, NOVIEMBRE 07 DEL 2006