CONSEJOS A LAS MADRES QUE CONDUCEN
Publicado en
junio 08, 2014
Las madres, puesto que hacen las veces de chofer de sus niños de corta edad y sirven de ejemplo a los adolescentes, tienen especial obligación de conducir bien un automóvil.
Por Ken Purdy (Condensado de "PARADE").
AL VOLANTE de un nuevo automóvil iba una señora de 32 años, y su único pasajero era su hijito, un chiquitín de tres años, que viajaba de pie en el asiento delantero, al lado de su madre. Esto ocurría en el centro comercial de una ciudad pequeña. El vehículo marchaba a no más de 15 kilómetros por hora, cuando, de pronto, un perro se cruzó frente a él. La señora oprimió violentamente el freno... y el niño se vio arrojado contra el tablero de instrumentos como un muñeco de trapo. La herida que recibió en la sien derecha no fue seria: bastaron tres puntadas para cerrarla. Su madre increpó, furiosa, a la mujer que había dejado atravesarse al perro. Se habría indignado aun más si se le hubiera dicho, como se le debió haber hecho ver, que había estado a punto de matar ella misma a su propio hijo.
El mérito de los cinturones de seguridad para automóviles ha quedado ya demostrado sin lugar a duda: tales cinturones disminuyen por lo menos en un 40 por ciento las probabilidades de que los adultos se hieran o maten en accidentes de automóvil. Más difícil es conseguir estadísticas relativas a los niños, pero miles de ellos resultan heridos todos los años, en su mayoría en accidentes que ocurren a escasa velocidad, semejantes al descrito, y de los que ni siquiera se tiene noticia. Si un coche viaja a 24 k.p.h. y se detiene de golpe, ya sea por obra de los frenos o por chocar contra algo, todo cuanto haya suelto dentro de él seguirá hacia adelante a la misma velocidad hasta que algo lo detenga.
Considérese el asunto en la siguiente forma: el tablero metálico de instrumentos de un automóvil, arrojado a razón de 24 k.p.h., puede matar, si le da en la cabeza, a un robusto luchador profesional que pese 120 kilos; no se diga, pues, a un niño de tres años.
Según las estadísticas existentes, la madre de familia es el automovilista más seguro. Pero ante todo tengamos presente que, por lo general, los recorridos que hace son muy cortos y a escasa velocidad; los accidentes que sufre consisten en que se detiene bruscamente, en simples raspones a la carrocería, en parachoques abollados; es decir, accidentes que, no siendo serios, no se le comunican a la policía. Por tanto, ni siquiera aparecen en las estadísticas.
Sin embargo, ¿tales señoras son en verdad automovilistas competentes? Yo no lo creo. Solo dan la apariencia de serlo. Una de las peores que conozco es una dama de 43 años de edad, madre de cinco hijos, que jamás ha sido citada por una infracción ni relacionada con accidente alguno. Desde el punto de vista de las estadísticas, es una automovilista excelente, pero en realidad es pésima. Los costados de su automóvil parecen ser los cráteres mismos de la Luna, y su marido ha renunciado ya a mandar reparar las abolladuras. Cuando se estaciona, avanza o retrocede hasta sentir que el parachoques da contra algo sólido. No sabría qué hacer en un caso inesperado. No se ocupa en lo mínimo del mantenimiento del vehículo; le basta con que marche y con que ella pueda ver a través del parabrisas. Yo no viajaría a ninguna parte en su compañía mientras pudiera evitarlo.
Vistas las circunstancias especiales en que deben conducir las madres de familia, me permito darles algunos consejos que les servirán para hacer de ellas mejores automovilistas.
• La mujer tiende a considerar al automóvil como uno de tantos aparatos domésticos. Sin duda, es nuestro servidor más valioso, pero es también una máquina mortífera. Se le debe tratar con gran respeto. Cuando el automovilista pisa el acelerador, quizá ponga en acción 400 caballos de fuerza. ¿Quién haría restallar un látigo sobre un tiro de 400 caballos?
• Cumpla invariablemente esta regla familiar: cuando el automóvil se ponga en marcha, todos los ocupantes deben tener puestos ya los cinturones de seguridad. No se admitan excepciones.
• Si es posible, haga viajar a los niños en el asiento trasero. Ponga el seguro a las puertas. No lleve objetos puntiagudos o pesados al lado de los niños. Si conduce un sedán, no coloque nada en el espacio que está al respaldo: en caso de una detención brusca, hasta una cámara fotográfica, al seguir a la velocidad original, puede resultar mortífera.
• Nunca conduzca un automóvil que esté en malas condiciones. Si este tarda más de lo corriente en detenerse, si se desvía al frenar, si el volante gira aunque sean unos centímetros antes de que el auto empiece a virar, mande a reparar el coche inmediatamente. El costo será poco. Aprenda los requisitos rutinarios del mantenimiento: qué presión deben tener los neumáticos (factor muy importante para la seguridad); cómo saber si el motor necesita aceite; cómo comprobar el nivel del líquido de los frenos (la propia vida podrá depender de unos gramos de ese líquido). Hay que bajarse del vehículo en la gasolinera para asegurarse de que el empleado hace lo necesario como es debido. Yo vi a uno que, mientras charlaba con un amigo, introducía 50 libras de aire en un neumático que debía llevar 24.
• Ponga los comestibles en el compartimiento de equipajes. Si se trata de una camioneta, póngalos en la plataforma trasera.
• No deje nunca solos en el automóvil a niños de corta edad. Si son lo bastante grandes para obedecer y recordar órdenes, deje el coche frenado, cuidando de llevarse las llaves. Si el vehículo posee ventanillas automáticas, que pueden funcionar aunque el encendido esté desconectado, es preciso asegurarse de que los niños no jugarán con ellas. Ha habido casos en que tales ventanillas han estrangulado a los pequeños.
• Quienquiera que deba conducir en una región cuyos caminos estén cubiertos de nieve o fango hará bien en aprender a enderezar el coche cuando patina; en verdad, deberá ensayar a hacerlo en algún estacionamiento desierto, o en una calzada ancha. Si se frena instintivamente al ocurrir un patinazo, este resultará mucho más peligroso. La regla básica es hacer girar el volante en la dirección del patinazo, proceder que parece natural cuando son las ruedas traseras las que se deslizan y alarmante e ilógico si se trata de las delanteras. Enderezar el coche en un patinazo es algo imposible de aprender sin ensayarlo antes deliberadamente.
• Solo hay un automovilista verdaderamente seguro: el que prevé posibles circunstancias y así casi nunca se encuentra en una situación que requiera un frenazo brusco o una aceleración violenta. Cuando se presenta una situación crítica, no hay tiempo para pensar; un accidente puede ocurrir en un octavo de segundo, y un aprieto que dure dos segundos ya es largo. Por eso conviene aprender de memoria algunas decisiones para casos imprevistos. Por ejemplo:
Si desviarse para no atropellar un animal significa atravesársele a otro coche que viene en sentido contrario, atropéllese al animal.
Una pelota que rueda por la calle significa que un niño irá tras ella. Conviene entonces disminuir la marcha hasta llegar casi a detenerse.
Si se oye que chillan los neumáticos, es que se está haciendo algo indebido: acelerando bruscamente, frenando demasiado, o doblando un recodo a excesiva velocidad.
Cuando se trata de pasar a otro vehículo, resulta difícil determinar si el que viene en sentido contrario avanza a 160 o a 50 kilómetros por hora. En la duda, mejor es no pasarlo. Al hacerlo, conviene no vacilar: ejecútese la maniobra cuanto antes.
Si en el asiento trasero el hijo le está pegando a la hermanita, absténgase de mirar por el espejo retrovisor o de volver la cabeza. Detenga el automóvil a la orilla del camino.
Una llovizna después de una época de sequía pone la carretera tan resbaladiza como si fuera de vidrio, pues la lluvia se mezcla con las manchas de aceite y con los residuos de goma de los neumáticos. Disminúyase la marcha, auméntese la distancia entre el propio automóvil y los otros, y extrémense las precauciones.
De noche suele uno cruzarse con algún automovilista que no baja la luz de sus faros. No agravemos la situación encandilándolo a él para vengarnos. ¿Qué se gana con que ambos se deslumbren mutuamente?
La velocidad más segura es la que sigue el tránsito del cual formamos parte.
Tratemos de imaginar algunas reglas propias para afrontar crisis imprevistas. El conducir automóvil es asunto serio, y cualquier cosa que nos incite a reflexionar en ello nos volverá más serenos y seguros cuando estemos al volante.