CAMPEÓN DE PESO COMPLETO DE LOS MARES
Publicado en
junio 29, 2014
Para su tamaño, ningún pez se debate con mayor denuedo que el atún azul del litoral de Nueva Escocia.
Por David MacDonald. Ilustración: Ronald Durepos.
EN AQUEL momento cualquier pescador del mundo habría envidiado a Franck Moe, natural de Asker (Noruega). Allí estaba, inclinado sobre una lancha de motor, frente a la costa sudoccidental de Nueva Escocia, y allí estaban los peces: una docena de gigantescos atunes azules que seguían su sedal. Mientras dos guías arrojaban por la borda grandes cantidades de arenques para atraer al banco atunero hacia una macarela enganchada en un gran anzuelo, él observaba desde un sillín giratorio colocado en la popa. Pescador de fines de semana sin mayor experiencia, Moe competía en ese año de 1972 por la famosa Copa Internacional del Atún, aunque nunca había pescado nada que pasara de 25 libras (11 kilos y medio). Por tanto, al verse frente a uno de los peces más grandes, veloces y fuertes, sentía que el corazón se le saltaba del pecho.
De pronto, con un tirón que dobló la caña y sacó a Moe hacia adelante, un torpedo de colores negro azulado y plata mordió la carnada, viró y luego se alejó. Mientras el patrón de la lancha, Alfred Comeau, hacía virar al Little Cod, de 11 metros y medio de eslora, Moe procuró que el anzuelo se clavara bien en las fauces del atún. Cuatrocientos metros más adelante su presa se detuvo y se sumergió. Para el bisoño pescador noruego, traerla hacia sí fue una empresa de romanos. Meciéndose en su sillín, aflojando y tirando de la caña y enrollando el carrete, Moe trató de acortar su sedal mientras Comeau gobernaba el Little Cod sobre kilómetros de un mar centelleante.
Tres veces, aconsejado por los guías, logró acercar a su pez, pero el animal volvía a alejarse de un violento tirón, dejando sin valor todos los esfuerzos que había hecho el pescador. En fin, cuatro horas y media después de picar el animal, Moe subió a bordo un atún de 2,75 metros de longitud y 316 kilos. Y cuando después logró vencer a un pez que pesaba 429 kilos, para dar la victoria a Escandinavia sobre ocho equipos rivales procedentes de todo el mundo, el propio Moe mordió el anzuelo... del atún. "¡Nunca creí que hubiera un pez tan duro de pelar!" exclamó jadeante.
En realidad, según muchos pescadores avezados que se han enfrentado al tarpón, al pez espada, al pez vela y a tiburones de una tonelada, el más denodado luchador de los mares es el atún azul. En cierta ocasión, frente a Liverpool (Nueva Escocia), uno de estos peces peleó durante 62 horas contra seis hombres que se turnaban. Los atunes han roto gruesas cañas de fibra de vidrio como si fuesen frágiles varitas y han hecho que muchos pescadores caigan al mar. Después de ganar el campeonato mundial de peso completo, el boxeador norteamericano Gene Tunney llamó a su victoria sobre un atún azul "la mayor emoción de mi vida".
Sin embargo, con un poco de suerte, mucho sudor y buenos consejos de boteros conocedores, el pescador novato puede atrapar atunes de asombroso tamaño. Por ejemplo, en 1970 el Dr. Richard Hausknecht, tocólogo de Nueva York, rompió la marca mundial, que databa de hacía 20 años, al pescar un atún azul de 447 kilos frente a las costas neoyorquinas de Montauk. Tres semanas después, en aguas de la isla del Príncipe Eduardo, el estudiante de derecho Mel Immergut subió la marca a 472.
El Thunnus thynnus es la mayor de las varias especies de atunes, de la familia de los escómbridos. Nacen anualmente en el Caribe y en el Mediterráneo en miles de millones de ejemplares, pero un 99 por ciento de ellos son pasto de peces mayores. Sin embargo, cuando tiene dos años, pocos peces cazadores pueden vencer al atún, de líneas aerodinámicas, nueve kilos, cabeza en forma de bala y cuerpo ahusado cubierto por una piel satinada y resbalosa que reduce la resistencia de rozamiento. Tiene una aleta retráctil que, cuando nada a toda velocidad, se pliega en unas ranuras, mientras hiende el agua su poderosa cola en forma de hoz.
Hasta las agallas del atún, que obran por chorro, exigen natación rápida; para respirar debe nadar constante y velozmente, sin dormir nunca. Además, a diferencia de muchos peces, este escómbrido de sangre caliente conserva toda su energía en los medios fríos. Capaces de alimentarse tanto en las regiones ecuatoriales como en las sub-polares, los atunes llegan a pesar más de 200 kilos en unos 14 años. Y para entonces virtualmente sólo temen a las orcas, a algunas especies de tiburón... y al Homo sapiens.
El hombre ha perseguido al atún desde la época de los romanos, y la pesca mundial de todas sus especies pasa hoy de un millón de toneladas anuales. Pero sus migraciones siguen siendo un tanto misteriosas. Después de desovar al sur de las Bahamas, por ejemplo, los bancos de atunes azules se dirigen hacia el norte y pasan por la Florida en primavera, devorando todo lo que encuentran en su camino. Y como semanas después llegan otros más grandes a las aguas de Nueva Escocia, se creía conocer su ruta migratoria. Pero no es así. En un estudio iniciado hace más de 20 años por Frank Mather, nieto, de la famosa Institución Oceanográfica Woods Hole, de Massachusetts, se capturaron 1068 atunes para anillarlos y dejarlos en libertad en aguas del sur. Pues bien: sólo cuatro se encontraron después en el Atlántico noroccidental. En cambio ocho recorrieron 6800 kilómetros para llegar a Noruega, mientras dos más aparecieron en Sudamérica. También se han pescado frente a los Estados Unidos atunes con anillas europeas, lo cual indica que varios bandos de estos peces no sólo suben y bajan por ambos litorales del océano, sino que lo cruzan por rutas desconocidas.
Aunque el mercado comercial de la carne rojiza de los atunes azules se concentra sobre todo en Asia y en Europa (en Norteamérica prefieren la carne blanca de especies más pequeñas), los aficionados lo siguen pescando en todo el mundo, atraídos por su extraordinaria fuerza. Quizá el mayor jamás atrapado fue uno de 680 kilos arponeado frente a Rhode Island. (Vendido a varios hoteles, sirvió de deleite a más de mil clientes.) Pero la mayoría de las marcas de pesca de atún con caña han sido establecidas en Nueva Escocia. Un profesor de esa comarca empezó la pugna deportiva en 1.871, al pescar uno de 300 kilos que arrastró a su lancha ocho kilómetros mar adentro como en un "paseo en trineo al estilo de Nueva Escocia". Otro pescador perdió después 41 atunes en lamentable sucesión (uno de ellos tras una épica lucha que duró 19 horas), antes de lograr atrapar otro de 310 kilos en 1909.
En 1925, ya perfeccionado el equipo de pesca, el escritor de novelas de aventuras Zane Grey había elevado la marca a 344 kilos. Luego, en 1935, el deportista norteamericano Mike Lerner llegó a Wedgeport, en la costa sudoccidental de Nueva Escocia, donde los neoescoceses le hablaron de la gigantesca "macarela caballo" que podía encontrarse en una cala de dos kilómetros cuadrados y medio que se llenaba con la marea, llamada Soldier's Rip. En los ocho días que estuvo allí, Lerner pescó 12 atunes. Rápidamente dio aviso a S. Kip Farrington, hijo, famoso escritor especializado en pesca deportiva, de Long Island, quien encontró la cala atestada de atunes y la llamó "el mejor pozo de pesca en el mundo".
Al llegar allí en masa otros deportistas, procedentes de Nueva Zelanda algunos, los pescadores de Wedgeport acondicionaron sus lanchas langosteras de alta proa para alquilarlas. Durante los 20 años siguientes sus clientes gastaron miles de dólares en el pueblo y pescaron grandes cantidades de atunes: 1760 tan sólo en 1949.
El mayor atún de Soldier's Rip, de 423 kilos, fue el pescado por un jubilado de San Francisco en su primera excursión. Como la mayoría de los pescadores, se valía de sedal y cebo comunes, de seis macarelas, la última de las cuales ocultaba un anzuelo de acero de ocho centímetros. Pero otros adornaban su cebo con plumas de pollo, cáscaras de plátano... ¡y hasta con un billete de 50 dólares! El cebo más extraño fue el que utilizó (con éxito) un brasileño: trocitos de pescado y sales de Seltz, todo ello envuelto en la red de pelo de su esposa. Por alguna razón desconocida, los atunes desaparecieron de la cala poco antes del año 1960. Pero aún abundan en las aguas cercanas y frente a Isla Cabo Bretón.
Como el sedal más fuerte se rompe con un tirón de 60 kilos, hasta el más robusto pescador debe soltarle cuerda y seguirlo en su bote. El atún puede recorrer primero unos cientos de metros, tal vez un poco más; un gigantesco atún que mordió el anzuelo cerca de la isla del Príncipe Eduardo nadó 50 kilómetros, ¡y logró escapar!
La lucha de un atún puede durar alrededor de tres horas, o más tiempo si el ejemplar es robusto y muy veloz, capaz de zambullirse, cambiar de rumbo y tirar de la cuerda con tal rapidez que a menudo quema los guantes y las manos al pescador. En las profundidades el atún parece más pesado que un camión. Además, en aguas cálidas hay que izarlo rápidamente, antes de que lo ataquen los tiburones, como al pez del relato El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, quien por cierto fue el primero en sacar indemne un atún azul del Caribe.
En las batallas con grandes peces la tripulación de la lancha desempeña un papel decisivo. Mientras los guías sostienen la silla del pescador orientada en línea recta hacia el atún, gritándole consejos y alentándolo, el patrón hábil maniobra diestramente a la manera del pescador con mosca, que va corriente arriba o corriente abajo al perseguir al salmón. Con tan eficaz ayuda hasta los chiquillos han sacado atunes de 180 kilos, y las mujeres los han capturado de 450. Sin embargo, a menudo desisten de atraparlo hombres resistentes. Un pescador de Maine, exhausto tras 10 horas de tensa lucha, cortó el sedal. "El pez no se escapó", comenta ahora. "Me escapé yo".
Mientras los demás peces grandes suelen recluirse en zonas remotas, los atunes pululan por todo el mundo, al alcance físico (y económico) de incontables pescadores. En la costa oriental de Norteamérica, de Cayo Hueso a la Bahía de Concepción, en Terranova, miles de aficionados los persiguen en botes, humildes o lujosos, alquilados en 100 a 300 dólares diarios, incluso equipo y tripulación. Si se divide la cuenta entre tres o cuatro, resulta un deporte al alcance del bolsillo de cualquier aficionado.
Aunque abundan los campeonatos de pesca de esta especie, el más célebre es la Copa Internacional del Atún, que con el patrocinio del gobierno de Nueva Escocia se inició en Wedgeport en 1937 y se disputa actualmente en septiembre, cerca del cabo Santa María. Sólo se invita a un selecto grupo de naciones (25 hasta ahora) y los organizadores de los equipos pueden ser igualmente exigentes; los ingleses una vez rechazaron al príncipe Felipe por considerar que era un "simple pescador de truchas".
Basado en la adjudicación de un punto por cada libra, más otros para el pez mayor y la cantidad mayor de presas en cuatro días y medio, el campeonato ha sido ganado seis veces por los Estados Unidos y cinco por México. El total de presas varía considerablemente (desde cero hasta 72), y la pugna siempre ha sido enconada, aunque cordial. En una ocasión un equipo cubano de pocos integrantes se completó con un pescador estrella canadiense, quien atrapó suficientes atunes para vencer a su propio equipo. Sólo una vez se ha enarbolado la bandera roja de protesta durante la competición. Lo hizo Louis Mowbray, de las Bermudas. "¡Esos malditos atunes!" gritó ante un bote lleno de alarmados jueces. "¡No pican!"
A menudo no lo hacen. Un dentista de Massachusetts pescó una vez una marca mundial, y luego pasó 14 años sin atrapar una sola pieza. Pero la esperanza no muere nunca. Después de largos e infructuosos esfuerzos, un competidor de Miami estaba bregando con su primera pieza, y de pronto uno de sus guías cayó al agua. El pescador le gritó: "¡Espera! ¡Te salvaremos en cuanto saque mi atún!"