VENCEDORES DE LAS TEMPESTADES
Publicado en
abril 20, 2014
El tornado es una de las fuerzas más destructoras de la Naturaleza, aunque hoy, gracias a los servicios preventivos de la Oficina Meteorológica de los Estados Unidos, ya no arrebata tantas vidas.
Por James Winchester (Condensado de "Empire").
Tornado, por John Steuart Curry. Cuadro cortesía de la Hackley Art Gallery, de Muskegon, Michigan.
EL POLICÍA Louis Watkins mantenía la mirada fija en el cielo, mientras recorría en su automóvil las calles de Leavenworth (Kansas) el 12 de abril último. Se anunciaban tempestades y posibles tornados.
Mediada la tarde eran fuertes los vientos, la lluvia y el granizo. Luego se presentó una calma inquietante, y de ahí a pocos minutos se informó que un tornado avanzaba hacia la ciudad. La sirena de incendio instalada en el techo del edificio municipal empezó a sonar. La estación local de radio previno repetidas veces: "Tomen medidas de seguridad". El policía Watkins empezó a recorrer las calles sistemáticamente, haciendo sonar su estridente sirena. Cada dos manzanas decía por el altavoz: "Esta es una alarma de tornado. No es un simulacro".
Todavía estaba dando la alarma una hora después cuando el tornado barrió la ciudad como una gigantesca aspiradora eléctrica. El viento, soplando como un remolino a 150 kilómetros por hora, volteó el automóvil de Watkins y lo empujó de lado hasta una distancia de 75 metros. Unas 1300 casas y edificios de negocios quedaron destruidos o dañados, 200 árboles arrancados de raíz y centenares de coches estrellados. Los daños materiales pasaron de un millón de dólares, pero no hubo un solo muerto y sólo tres personas tuvieron que ser llevadas al hospital, con heridas leves. Advertidos con tiempo suficiente, los 25.000 habitantes de la población se habían guarecido en sótanos y refugios.
Para poder dar tales avisos, la Oficina Meteorológica de los Estados Unidos estableció en Kansas City (Misurí) un Centro de Alarma contra Severas Tormentas Locales (SELS), que previene al público con mucha anticipación en el caso de la mayoría de los 600 a 800 tornados que azotan el país todos los años. Los resultados están a la vista: durante la primera mitad del siglo que corre, los tornados segaban por término medio 200 vidas al año. Desde 1954, año en que se estableció el SELS, ha habido más huracanes y, como es mayor la densidad de la población, las pérdidas materiales han aumentado muchísimo; sin embargo, el total de vidas perdidas anualmente por causa de ellos ha descendido a menos de 50.
NO MAS CONJETURAS
Hasta hace pocos años la causa fundamental de los tornados permanecía en el misterio. Todos parecían tener su origen en las tormentas eléctricas, pero no todas estas tormentas producían tornados. Como quiera que, según se calcula, cada día se desatan sobre la superficie terrestre 44.000 tempestades, 1800 de las cuales ocurren en un momento determinado, el predecir un tornado no pasaba de ser simple conjetura. Durante mucho tiempo la Oficina Meteorológica se abstuvo por completo de hacer predicciones en cuanto a tales fenómenos porque, no siendo éstas de fiar, podían causar más mal que bien y provocar un pánico innecesario. Cuenta un veterano meteorologista que la manera más segura de hacerse despedir era mencionar la palabra "tornado" en algún pronóstico del tiempo.
Esta situación empezó a cambiar en 1948, cuando un tornado inesperado azotó la base Tinker de la fuerza aérea, cerca de la ciudad de Oklahoma, en el Estado del mismo nombre, y causó daños por valor de diez millones de dólares. Todavía aullaban los vientos cuando dos meteorologistas de la base, el comandante Ernest Fawbush y el capitán Robert Miller, fueron llamados a cuentas. Ellos explicaron: "No podemos predecir un fenómeno que no comprendemos".
Los dos científicos de la fuerza aérea empezaron a estudiar las condiciones atmosféricas que prevalecían antes de la tormenta. A la semana siguiente, al observar la presencia de iguales condiciones, predijeron un tornado. Como medida de precaución, los aviones de Tinker fueron trasladados a otras bases, y todos los objetos que quedaron se amarraron fuertemente. Siete horas después se desató un pavoroso tornado, más violento que el anterior; pero esta vez, gracias a que la alarma se dio a tiempo, los daños que sufrió la base fueron mucho menores. "Este fue probablemente el primer tornado que se haya anunciado con precisión", dice la Sociedad Meteorológica Norteamericana.
Alentados por este primer éxito, Fawbush y Miller profundizaron en sus investigaciones. Estudiaron centenares de antiguas cartas meteorológicas y poco a poco fue revelándose a sus ojos cierta pauta. Comprobaron que casi siempre los tornados habían ocurrido al chocar un viento húmedo y cálido del sur con una corriente fría y seca del oeste. Teniendo en cuenta otros datos, como las temperaturas a diversas altitudes, la velocidad de los vientos y la dirección en que se movían las grandes masas de aire, idearon un método práctico para predecir los tornados. Sus predicciones, correctas en un 40 por ciento de los casos, quedaron a disposición del Servicio Meteorológico Militar y de la Oficina Meteorológica civil.
Luego, en 1953, en dos días sucesivos de junio, desastrosos tornados azotaron las ciudades de Flint, en Míchigan, de Cleveland, en Ohío, y de Worcester, en Massachusetts, con un saldo de 223 muertos y 2555 heridos. La Oficina Meteorológica fue objeto de severas críticas por no haber hecho una oportuna prevención. Ante esto, se dio mayor importancia a la predicción de los tornados. El SELS se amplió y se trasladó a la ciudad de Kansas, más cerca del llamado "corredor de los tornados", en el Oeste Medio.
En la actualidad, 651 estaciones meteorológicas y puestos de radar envían diariamente más de 1.750.-000 datos al SELS en Kansas. Estaciones terrestres y globos meteorológicos transmiten informes sobre temperaturas, humedad, precipitación pluvial y dirección de los vientos. El satélite meteorológico Tiros III envía señales que permiten al Centro formarse idea de la disposición y movimiento de las nubes en todo el mundo, y todos estos datos son ordenados y clasificados en computadoras electrónicas. La información recibida por teletipo de 200 puntos de observación diferentes se compila y analiza automáticamente en 45 minutos en las máquinas de alta velocidad del SELS. Para llegar a los mismos resultados por métodos manuales se necesitarían 800 horas-hombre.
VIGIAS CONTRA LAS TORMENTAS
Puesto que todavía no es posible predecir con exactitud dónde y cuándo va a azotar algún tornado, la Oficina Meteorológica ha ayudado a establecer centenares de redes locales de observación con el fin de dar a los residentes de cada zona aviso oportuno cuando ya un tornado se está formando. Por ejemplo, el 3 de abril de 1964, después de que el SELS dio la alarma, una docena de autos de la policía, ayudados por 50 observadores civiles, formaron un arco de 80 kilómetros alrededor de Wichita Falls, en Tejas, centro de la zona sospechosa. La estación local de la Oficina Meteorológica puso sobre aviso a cinco estaciones de radio y televisión, y la transmisión de la alarma se inició a las 11:35 de la mañana.
A la 1:45 de la tarde una gran tempestad, que abarcaba más de 500 kilómetros cuadrados, se había formado a 40 kilómetros al sudoeste de Wichita Falls. Antes de que llegara a la ciudad, un vigía civil telefoneó para informar que estaba cayendo granizo de casi dos centímetros de diámetro. Se intensificaron las advertencias por radio y televisión. Los coches de la policía empezaron a recorrer las calles de las afueras haciendo sonar las sirenas.
Cerca de Iowa Park, 20 kilómetros al oeste, un policía de caminos vio un furioso torbellino negro que descendía serpeando desde las nubes cargadas de electricidad hasta la tierra, y avisó por radio: "Está avanzando en dirección a la ciudad". En el aeropuerto de Wichita Falls reinaba una calma amenazadora. Luego aumentaron los vientos revolviendo el polvo del suelo. Un meteorologista del aeropuerto transmitió por el teletipo este mensaje: "Urgente... favor retransmitir sin demora. Todos los residentes de Wichita deben tomar inmediatas medidas de seguridad".
Al escuchar esta advertencia, las maestras de escuela empezaron a conducir a los niños a los refugios de los sótanos, los automovilistas detuvieron sus vehículos y buscaron abrigo, y las ambulancias, alertadas desde el mediodía, se pusieron en camino hacia el sector contra el cual avanzaba el tornado.
El torbellino abrió una faja de 750 metros de anchura y ocho kilómetros de longitud a través de Wichita Falls y causó daños por valor de 15 millones de dólares. El huracán levantaba de los rieles los vagones de ferrocarril y los estrellaba contra las casas a 300 metros de distancia. Centenares de casas y edificios quedaron reducidos a escombros. De la ciudad pasó a la base aérea Sheppard, donde destruyó docenas de hangares, cuarteles y otros edificios; pero a pesar de estos destrozos, sólo perecieron siete personas y quedaron heridas 111. "El número de muertos habría sido muchísimo mayor si no hubiera sido por la alarma dada por el SELS", informa el jefe de la policía C.C. Daniel. "Eso nos salvó".
Por fortuna este tornado ocurrió durante el día. La población estaba despierta y por consiguiente se le pudo prevenir. En la predicción de huracanes la prueba más ardua la ofrecen los Estados al este del Misisipí, donde casi siempre ocurren ya entrada la noche. Los vientos que causan las tempestades en las cuales se producen los tornados, se forman generalmente sobre las Grandes Llanuras, durante el día, y luego se mueven hacia el este para descargar sobre Indiana, el sur de Míchigan o los Estados del sudeste del país cuando la gente duerme. A esas horas la radiodifusión de la alarma resulta inútil. SELS trata de hacer predicciones oportunas para esas zonas, de manera que sea posible poner sobre aviso a la gente antes de que se acueste.
JINETES DE LA TEMPESTAD
Todavía hay muchas lagunas en el conocimiento que los meteorologistas tienen de los tornados, pero la intensa lucha que sostiene la ciencia para combatir la ignorancia en lo relativo a los tornados, viene contribuyendo a que el SELS se halle en condiciones de predecir estos fenómenos con mayor exactitud. La Oficina Meteorológica de los Estados Unidos se encarga de coordinar los esfuerzos conjuntos de civiles y militares por medio de su Laboratorio Nacional para el Estudio de Tormentas Severas, con base en Norman (Oklahoma), situación ideal para el caso.
En las investigaciones que hace el laboratorio acerca de los tornados, se emplean muchos aviones jet llenos de instrumentos, inclusive aviones U-2 para vuelos a gran altura. A los pilotos les dicen "los rudos jinetes de la tempestad", y no sin razón. Penetrar en una tempestad es juego de niños en comparación con ir a caza de un tornado, según los que han volado en misiones de ambas clases.
Una tarde de mayo pasado, por ejemplo, el comandante O. Patrick Arquilla y el teniente Ed Miller llegaron a Yukon, en Oklahoma, en su avión interceptor F-100 para observar una serie de tempestades eléctricas. Desde el laboratorio en Norman un operador de radar los guiaba hacia su meta. A 7500 metros de altura Arquilla metió su avión dos veces, casi a la velocidad del sonido, en el centro de la tempestad. "Ligera turbulencia, lluvia, nieve, aguanieve y granizo", informó. "Muy moderada".
"Pruebe otra vez", le ordenó el coordinador. "Está bien", replicó Arquilla, y nuevamente puso proa hacia la turbulencia. De pronto cambiaron los colores en el centro de la tempestad y de un negro casi total pasaron al amarillento. Fulguraron los rayos y una fuerte granizada con aguacero envolvió el avión, "como si estuviera volando en medio de una catarata".
"¡Viento ascendente!" informó el piloto. Más veloz que cualquier ascensor rápido, el pesado F-100 subió verticalmente 1800 metros. Instintivamente Arquilla empujó hacia adelante las palancas de mando, y en ese mismo instante alcanzó una corriente que no le permitía descender el avión; y éste se apagó varias veces. Los rayos corrían sobre la superficie del avión como fuegos artificiales.
En seguida, tan súbitamente como habían aparecido, la turbulencia, la lluvia y el granizo amainaron, y Arquilla se encontró nuevamente en una atmósfera tranquila. Mientras se hallaba en el interior de la tormenta, de esta había surgido un tornado que tocó tierra en las afueras de Yukon.
En veces pasadas, los aviones destinados a estas tareas habían regresado con el fuselaje abollado por el granizo en diversos puntos; con los estabilizadores quemados por el rayo; en los bordes delanteros de las alas, las cabezas de los remaches estaban torcidas y rotas por las lluvias, que azotaban con una presión de 1200 kilos por centímetro cuadrado. Esta vez el aparato de Arquilla no sufrió daños de tanta consideración y pudo elevarse al siguiente día.
INTERROGANTES SIN RESPUESTA
Los jinetes de la tempestad han recogido informes sorprendentes acerca de lo que realmente ocurre dentro de una violenta tempestad, pero quedan todavía mil interrogantes que tienen confundidos a los investigadores.
Cuando se conozcan las respuestas, el laboratorio nacional abriga la esperanza de contar con información que le permita dominar los tornados antes de que puedan destruir al hombre y sus propiedades. Los satélites meteorológicos en órbita podrían observar reveladores vórtices en las capas de nubes, y las estaciones de tierra podrían seguir el curso de sospechosas tempestades para determinar las fluctuaciones eléctricas. Luego, los pilotos de altura o los cohetes podrían "acribillar" las nubes con hielo seco u otros agentes que aceleran la condensación y eliminan la humedad de las nubes.
"Sin embargo, antes de llegar a eso", me dijo el Dr. Edwin Kessler, el joven jefe del laboratorio, "tenemos la tarea de demostrar qué es lo que ocasiona las tormentas con tornados y granizadas. Cuando lo sepamos, tendremos que aprender algo más sobre la ciencia de predecirlas. Entonces podremos protegernos porque tendremos una idea exacta del fenómeno que nos amenace".