LA PLAGA MÁS EXÓTICA DEL MUNDO
Publicado en
abril 06, 2014
Esta hermosa flor silvestre se ha convertido en acuática amenaza que obstruye miles de kilómetros de vías fluviales, acaba con la fauna, y se resiste tercamente a que la erradiquen.
Por James Poling (Condensado de "Shreveport Magazine").
SEDUCIDO por la galana apariencia de orquídea que tiene el jacinto de agua, o camalote, cierto romántico llamó a esta flor "sinfonía en lila destinada a ser ornato del mundo". Para el ejército de científicos que están tratando de impedir que tal lirio acuático obstruya las vías fluviales de los Estados norteamericanos colindantes con el golfo de México, o las del Asia Meridional, del África, de la América del Sur y de Australia, el nombre más apropiado al jacinto de agua sería "la plaga morada". A la circunstancia de ser una de las plantas acuáticas que más abunda en las aguas dulces se añade la de que con su tozuda y maligna persistencia corre parejas su belleza incomparable.
El jacinto de agua se reproduce con rapidez increíble. Diez pequeños ejemplares alcanzan a dar, en una sola temporada, arriba de 600.000 plantas, que, entrelazándose firmemente unas con otras a flor de agua, forman una sólida capa de exótica y amenazadora lozanía. La densa alfombra alcanza hasta media hectárea de extensión con un peso de 180 toneladas, y es capaz de soportar el de un hombre gracias a la gran flotabilidad que le prestan las aeríferas ampollas, del tamaño de una pelota de golf, en que remata cada planta. Crece y se dilata hasta que, cubriendo por entero una superficie de agua, impide tan completamente el paso del aire que los peces y cualesquiera de vida acuática perecen asfixiadas por falta de oxígeno, y al aglomerarse luego en el camalotal presentan un obstáculo insalvable a la navegación. Suman hoy millones y millones las hectáreas de lagos, charcas, arroyos, ríos, canales y pantanos cubiertos por la maligna planta en diversas partes del mundo.
Lo calamitoso que esto resulta para el hombre, y las pérdidas que acarrea a la economía, nadie lo sabe a ciencia cierta. El camalotal es un excelente criadero de mosquitos transmisores del paludismo. Al ocasionar la asfixia de los peces, priva a los habitantes de la región de lo que es para ellos, en ciertos casos, la única fuente de proteínas. La planta ahuyenta a las aves silvestres del lugar en donde hallaban comida. Donde quiera que se cría el jacinto de agua (sea en el Sudán, la Guayana Británica, el archipiélago de Fidji, la Luisiana o Tailandia) obstruye las acequias de las obras de riego o de avenamiento, con grave perjuicio para la agricultura. En el Brasil, una de las principales empresas hidroeléctricas, la Río Light Company, se ve precisada a combatir constantemente al camalote, que invade las turbinas.
Las dañinas actividades de esta planta son casi innumerables. En el litoral estadounidense del golfo de México más de un automovilista ha desviado su coche de la carretera hacia lo que juzgó terreno firme, para caer al fondo de lo que era en realidad una zanja de avenamiento oculta a la vista por una capa de jacintos de agua. Arrastradas por las crecidas o por los vientos, las aglomeraciones de camalotes forman grandes diques en el Congo, en el Alto Nilo, en la región de los bayous de la Luisiana; diques que, al ocasionar desbordamientos, aíslan poblaciones enteras.
El hombre mismo es culpable de la propagación de esta planta tan perjudicial. Hasta hace unos años el camalote se daba únicamente en la América del Sur. En 1884 exhibieron algunos ejemplares en la sección de horticultura de la exposición del centenario de Nueva Orleáns. La belleza de las flores movió a varios jardineros a procurarse muestras para criar la planta en estanques y fuentes. Luego dieron en echar en los arroyos vecinos las plantas sobrantes. Un habitante de la Florida que estaba de paso en la Luisiana se llevó algunos de esos camalotes para hermosear con ellos el río Saint Johns. Las crecidas, los huracanes y las aguas corrientes se encargaron de dispersar la planta, que al cabo de seis años se había extendido en los Estados Unidos desde la Florida hasta Tejas, y posteriormente hasta Virginia, hacia el norte, y haca el oeste hasta California.
Esta hermosa profusión de purpúreos jacintos de agua es serio obstáculo para el navegante. Véase cómo se entrelazan raíces y tallos.
El jacinto de agua llegó a Australia en 1895, llevado probablemente por alguien al que también cautivaría su belleza. Hacia 1902 lo había ya en la India. Por los años de 1950 empezó a invadir el África. En este último continente por primera vez en el río Congo, cerca de Brazzaville, adonde lo introdujo, según se cree, un misionero. Bastaron seis años para que se propagara a lo largo de las corrientes del Congo y sus tributarios, en una extensión de 1500 kilómetros, así como en el Sudán, Uganda, Etiopía, la Rodesia del Norte, la Rodesia del Sur y Niasalandia (hoy Malawi).
El Cuerpo de Ingenieros Militares de los Estados Unidos sostiene continua guerra contra el camalote desde que, en el año de 1899, dispuso el Congreso norteamericano la destrucción de la planta, que ya desde entonces amenazaba la navegación fluvial en los Estados vecinos al golfo de México. El arma empleada al principio por los ingenieros militares fue la horca del agricultor; pero se vio que los camalotes florecían más aprisa de lo que se alcanzaba a quitarlos de en medio. Se acudió entonces a la dinamita, que tampoco dio resultado. Se recurrió, después, al arsénico; y hubo que prescindir de utilizarlo, pues destruía el ganado y las cosechas lo mismo que al camalote. Cierto científico probó incluso el lanzallamas. En la temporada siguiente a esto, los camalotes quemados no tan sólo fueron los primeros en florecer, sino que sobrepasaron en 25 centímetros la altura de las plantas vecinas!
En 1951 la sección del Cuerpo de Ingenieros Militares del Distrito de Nueva Orleáns, encargada de la regulación de la flora marítima, empezó a utilizar un artefacto que era una especie de embarcación cortadora de césped. Las cuchillas giratorias instaladas a proa abrían en el camalotal tramos de 12 metros. Desgraciadamente, muchas de las plantas así mutiladas se alejaban a flote e iban a echar dos o tres nuevos tallos en vez del único que antes tuvieron. Sin embargo, con las embarcaciones cortadoras se conseguía abrir canales navegables... durante una temporada.
Los adelantos alcanzados en la posguerra en la elaboración de herbicidas químicos dieron al fin por resultado la creación de un arma eficaz contra el camalote: el 2,4-D. Al rociarlo en los camalotales con un pulverizador de mano, y desde barcas, aviones y vehículos de pantano (operación que supone un costo de 50 a 100 dólares por hectárea) los agricultores de la Florida y la Luisiana, que son los dos Estados de la Unión Norteamericana más invadidos por la dañina planta, han logrado tenerla a raya. En la Luisiana, 87 hombres en una flotilla de embarcaciones provistas de pulverizadores han reducido a sólo 45.000 hectáreas las 200.000 antes plagadas de camalote. El Cuerpo de Ingenieros Militares, que en épocas anteriores tenía que trabajar sin descanso para despejar 500 kilómetros de los 15.000 de las vías fluviales de la Luisiana obstruidas por el camalote, puede ahora, con relativa facilidad, mantener abiertos a la navegación 5000 kilómetros de esas vías. En la Florida, de las 25.000 hectáreas en que, antes de la aparición del 2,4-D, abundaba peligrosamente el camalote, 22.000 se han rociado ya con el nuevo herbicida; y las vías fluviales, hasta entonces obstruidas, hoy son casi siempre navegables.
No obstante, esos dos Estados desesperan de poder erradicar verdaderamente el camalote con el empleo del herbicida. En el de la Florida, John Woods, autoridad en la materia, dice: "Rociamos el herbicida, es verdad, pero la planta continúa creciendo en lugares que son poco menos que inaccesibles para nosotros". En la Luisiana, la sola cuenca del río Atchafalaya contiene 30.000 hectáreas de pantanos atestados de camalote y casi impenetrables debido a las espesuras de cedros, cipreses y musgosos robles. Durante la floración sale de esos pantanos hacia las aguas abiertas una continua sucesión de renuevos de este jacinto, que, flotando libremente, van a invadir de nuevo las vías navegables anteriormente despejadas.
A todo esto, no se sabe de manera cierta qué consecuencias pueda traer a la larga para la agricultura, los peces y la fauna silvestre el repetido empleo del 2,4-D. Con la esperanza de obviar tales problemas, ya los científicos buscan otros procedimientos para combatir al camalote. Un entomólogo cita el caso de cierta especie de escarabajo importado de Australia con el cual se acabó con la hierba Klamath que había invadido 200.000 hectáreas de praderas en la región costera occidental de los Estados Unidos, y deduce de ahí que sería posible destruir el camalote valiéndose de sus enemigos naturales. A la busca de ellos se está actualmente. En el Uruguay han hallado los científicos un escarabajo que devora las hojas del camalote, y dos especies de polilla que penetran en la raíz de la planta y aceleran su descomposición. En la India, el Dr. V. P. Rao efectúa experimentos con cierto saltamontes y dos especies de oruga, que se sabe subsisten de los jacintos de agua.
Pero aun suponiendo que el hombre llegase a librar al mundo del camalote, acaso su jubilosa satisfacción fuera de corta duración. Es ley de la Naturaleza que en el encadenamiento de la vida de las plantas, cuando quiera que una especie de ellas se extinga, o la extingan, aparezca después otra que la remplace... sin que haya seguridad alguna de que la nueva planta no resulte igualmente molesta.