EL MUNDO COMPITE POR LA SUPERIORIDAD EN EL AIRE
Publicado en
abril 13, 2014
El sensacional avión que promete transformar los hábitos de viaje, es causa de febril competencia.
Por Wolfgang Langewiesche.
TSS SIGNIFICA Transporte Supersónico, y ya podemos irnos acostumbrando a emplear esta expresión, porque pronto veremos el aparato mismo a que se refiere: el avión de pasajeros que vuela más veloz que el sonido, quizá al triple de la velocidad de los actuales jets.
El primero de estos monstruos de la velocidad lo están construyendo conjuntamente las fábricas inglesas y francesas de aviones, con subsidios de sus respectivos gobiernos. El proyecto es demasiado costoso para que la industria privada pueda acometerlo sin ayuda, y aun para que cualquiera de los dos países pueda realizarlo por sí solo. El avión anglofrancés se llamará el Concorde y estará listo hacia 1971.
También los Estados Unidos han resuelto construir un TSS y el proyecto está ya en marcha. En 1963, la Dirección Federal de Aviación de ese país invitó a las grandes empresas constructoras de aviones a que presentaran planes para un TSS de 125 a 160 asientos (el Concorde, que empezó con 105, ya tiene 118). Las principales fábricas norteamericanas dispusieron de cinco meses para elaborar sus propuestas. Cada una de éstas era un simple esbozo —sin embargo los documentos de que se componía llenaban un anaquel de metro y medio de largo— y se apoyaba en investigaciones anteriores sobre el problema, en las cuales se habían empleado no menos de 20 millones de dólares.
En la primavera pasada, el presidente Johnson nombró una comisión de altos funcionarios del gobierno para que estudiara las propuestas. Esta comisión aprobó dos de los proyectos presentados: el de la Lockheed y el de la Boeing. Ambas compañías se encuentran ahora perfeccionando sus estudios de diseño, y a comienzos del presente año deberá resolverse tan importante asunto. Se espera que una de estas compañías habrá de ser la encargada de proyectar y construir un prototipo de este avión, de llevar a cabo los vuelos de prueba y de obtener la necesaria licencia para el aparato como avión de pasajeros. En estos trabajos se emplearán por lo menos cinco años, de modo que no estarán terminados hasta 1970 y más probablemente hacia 1972. La fabricación de este avión costará alrededor de mil millones de dólares y será financiada principalmente por el gobierno, pero también el fabricante que obtenga el contrato tendrá que poner algo de dinero de su propio peculio. ¿Cuánto? En un principio el gobierno calculaba que un 25 por ciento, pero las compañías dicen que no pueden aportar un porcentaje tan elevado al total del programa. Así pues, el Congreso resolverá en definitiva.
El gobierno espera recuperar su inversión en dos formas: primero, cobrando una suma entre 200.000 a 500.000 dólares por cada avión que se venda (costarán entre 25 y 35 millones de dólares cada uno); y, segundo, mediante una participación de 1,5 por ciento sobre lo que cada aparato produzca por concepto de pasajes vendidos.
DARDOS Y PAJAROS
Ambos proyectos norteamericanos son más vastos que el Concorde anglo-francés. Los aparatos planeados son más grandes y más veloces, y el costo del pasaje será más bajo. Ambos aviones serán de titanio, mientras que el Concorde es de aluminio. El titanio es costoso y difícil de trabajar, pero en los vuelos a gran velocidad las alas se recalientan por el rozamiento con el aire y el aluminio se empieza a ablandar, mientras que el titanio resiste. Por eso los aviones de aluminio tienen un límite de velocidad de unos 2400 kilómetros por hora, en tanto que los de titanio pueden ser mucho más veloces. Una velocidad de 2400 kilómetros por hora podrá parecer más que suficiente, pero en los vuelos supersónicos una velocidad mayor resulta más económica, y por eso los norteamericanos se proponen alcanzar tal vez hasta 3000 kilómetros por hora.
Aparte el hecho de que ambos emplean titanio, los dos proyectos norteamericanos son distintos. El de la Lockheed, que se parece más al Concorde, es un avión tipo "delta doble"; se asemeja más a un dardo de papel que a un pájaro. Con esta forma se obtiene una estructura ligera y sencilla. Una curiosa característica es su "nariz caediza". La larga proa (o nariz) en forma de pico de ave, va engoznada y se inclina hacia abajo al aterrizar para dar al piloto mayor visibilidad sobre la pista.
El Boeing es de "ala plegable". En vuelo subsónico, es en su forma como la mayor parte de los aviones conocidos, pero en el vuelo supersónico las alas se pliegan hacia atrás y toma la forma de un dardo. El ala plegable es más pesada y más complicada que el ala en delta doble, pero en cambio da al avión mayor suavidad en el aterrizaje y el despegue. Cuál de los dos proyectos será el del futuro, no es posible saberlo desde ahora.
Estos TSS no desarrollan velocidades supersónicas hasta que llegan a la estratosfera. Por debajo de los 10.000 metros, por ejemplo, vuelan lo mismo que los jets de nuestros días y, si es necesario, pueden volar durante muchas horas a velocidades subsónicas. Así pues, encuadran en las actuales modalidades del tráfico aéreo y pueden utilizar los aeropuertos existentes. La seguridad, la autonomía de vuelo y el gobierno del aparato no parecen ofrecer serios problemas. (Se ha adquirido mucha experiencia al respecto, gracias a los aviones supersónicos de tipo militar que están actualmente en servicio.) El verdadero problema del TSS es el económico.
MAS RAPIDO Y BARATO
A medida que avanza el proyecto, una idea se va perfilando cada vez con mayor claridad, y es que el TSS tiene que ser económico para justificar su existencia. No sólo deberá volar más velozmente que los actuales jets, sino que tendrá que resultar más barato por asiento-kilómetro. Para que alcance éxito, el TSS tiene que lograr en el próximo decenio lo que hoy está haciendo el jet de pasajeros; es decir, reducir las tarifas de los pasajes y aumentar la velocidad.
Un TSS que sólo ofreciera mayor velocidad a un precio más alto, a la larga resultaría un fracaso. Todas las grandes aerolíneas tendrían que comprar unos pocos, por razones de prestigio, pero no se venderían en número suficiente para que el gobierno recuperara su inversión, y posiblemente las mismas compañías de aviación necesitarían subsidio oficial para poder sostenerlos en servicio.
En cambio, un TSS económico sería un triunfo mundial. Remplazaría a los actuales jets en todo vuelo largo; por ejemplo, de 2400 kilómetros en adelante. Ninguna compañía de aviación podría dejar de comprarlo... por docenas. Los peritos predicen que se vendería en todo el mundo, por un valor total de más de ocho mil millones de dólares. El gobierno de los Estados Unidos recuperaría su inversión y la industria norteamericana conservaría el mercado mundial de aviones de transporte, que ha dominado durante 30 años. Así pues, uno de los aspectos más importantes del problema del TSS es su efecto sobre la balanza de pagos de los Estados Unidos: la solidez del dólar. La sola exportación de aviones TSS mantendría sólido el dólar durante varios años.
¿Pero es posible construir este económico TSS? Por el momento el costo de operación parece tal vez un 25 por ciento más alto que el de los jets actuales, aunque algunos ingenieros opinan que con el tiempo llegará a ser menor que el de cualquier avión existente en la actualidad. A medida que se perfeccionen los proyectos, se irán introduciendo mejoras que harán bajar los costos: más fuerza con menos peso; mayor capacidad ascensional con menor resistencia al avance; motores de superior rendimiento por litro de combustible. La mayor velocidad es en sí misma un medio de reducir costos, puesto que hace al avión mucho más productivo. Un TSS que efectúe dos viajes trasatlánticos de ida y regreso por día ¡puede dar más rendimiento por mes que dos Queen Marys!
Debe observarse, sin embargo, que la manera de hacer más económico el avión es hacerlo más grande. Los dos proyectos norteamericanos se han ampliado ya hasta unos 220 asientos. Con 250 asientos estaría el asunto arreglado, es decir, que podría volar al triple de la velocidad actual y con tarifas más bajas.
EL PERFIDO ESTAMPIDO
Por desgracia aquí entra en juego el problema del estampido sónico, perturbación atmosférica que desciende del avión a tierra como si fuera un pesado cable amarrado a la cola del aparato. Cuando pasa el avión, la extremidad del "cable" da un rápido latigazo y sigue adelante a gran velocidad para alcanzar a otras personas. Así pues, cuando el avión pasa por encima a velocidad supersónica, por lo general, se oye como el restallar de una inmensa fusta.
El estampido más fuerte no se produce cuando el avión vuela ya normalmente, sino al principio, cuando pasa de la velocidad subsónica a la supersónica. El avión debe pasar de una a otra velocidad aproximadamente a la mitad de la altura del vuelo normal. No se puede hacer más abajo porque el estampido sería demasiado fuerte, ni más arriba porque el motor no tendría suficiente potencia para ello. La carrera de aceleración a esta menor altura tarda unos cinco minutos, durante los cuales el estampido puede ser violento. (Naturalmente, aun durante ese tiempo, en tierra sólo lo sentimos como un solo golpe breve.) En seguida el aparato sube y se aleja, y el ruido disminuye.
Esta es la secreta preocupación de cuantos tienen que ver con el asunto del TSS. ¿Hasta qué grado de intensidad en el estampido va a tolerar el público? ¿Qué dirán sobre ello los tribunales? Lo grave es que el ruido depende del peso y tamaño del avión, lo cual significa que el estampido sónico afecta al TSS en su aspecto más sensible: el económico. El avión de 250 asientos bien podría resultar demasiado ruidoso.
Algunos técnicos sostienen que para ello existen ciertas soluciones. La mayor parte de los viajes sobre tierra son cortos y se pueden efectuar con menor carga de combustible, lo que reduciría el estampido. En los vuelos sobre el mar, que requieren pesada carga de combustible, el estampido no plantea un gran problema. En cuanto al estampido por aceleración a baja altura, se observa que en la mayoría de las grandes ciudades del mundo la ascensión se efectúa sobre el mar. Es posible también que se encuentre la manera de controlar el estampido. Ciertos peritos han señalado que es posible dirigirlo, en forma tal que, en vez de descender verticalmente, siga en dirección oblicua, hacia un lado, y vaya a dar en tierra a gran distancia y muy amortiguado. También debe tenerse en cuenta la ventaja que ofrece la altura mayor. Tal vez el TSS tenga que acelerar a 15.000 metros y volar normalmente a 28.000. Para ello se necesitarían motores más grandes, lo cual vendría a complicar el aspecto económico. Esto crearía a los ingenieros nuevos problemas, cuya solución costaría más dinero. Por otra parte, la historia ha demostrado que el vuelo a grandes alturas siempre ha resultado más económico, porque el aire enrarecido de las capas superiores de la atmósfera ofrece menor resistencia.
Todavía no se conocen bien los fenómenos físicos del estampido, ni sus consecuencias sicológicas. Si el público comprende qué es el estampido y por qué ocurre, ¿seguirá protestando? La Dirección Federal de Aviación de los Estados Unidos hizo algunas pruebas sobre la ciudad de Oklahoma. Una vez por hora, durante 26 semanas, veloces aviones de caza produjeron estampidos supersónicos de diversa intensidad, cuyo impacto midieron en tierra varios observadores provistos de instrumentos apropiados. Casas destinadas al efecto, llenas de instrumentos, sirvieron para investigar efectos tales como la trepidación de las ventanas, el agrietamiento del enlucido, etcétera. Se ha acumulado una montaña de datos que serán analizados con computadoras. Los observadores extranjeros han seguido esta prueba con mucho interés, pues el estampido sónico es el principal obstáculo para el desarrollo de la aviación civil. La conclusión más importante a que se ha llegado hasta ahora es que el estampido es un fenómeno caprichoso, que en una zona puede hacerse sentir con suavidad y en otra violentamente.
¿Para qué ponerse en tantos trabajos? preguntan algunas personas. Los actuales jets han alcanzado ya una velocidad suficiente, se dicen, y en realidad el TSS no nos hace falta. Pero lo mismo se dijo en otra época de los ferrocarriles y, antes, de los caballos. Sin duda, en 1974 los jets de hoy no nos parecerán tan veloces.