¿CELOS CON LOS PROPIOS HIJOS?
Publicado en
abril 13, 2014
Por María R. Espinel de Massú. Fotos: PhotoDisc.
Cuando nace un bebé, especialmente si han pasado algunos años de casados, hay esposos que sienten que su pareja lo ha dejado a un lado para atender al nuevo miembro de la familia.
La relación de una pareja, se encuentra a su paso una serie de situaciones, a veces impredecible... Se supone que hay cosas típicas que atentan contra la unión cotidiana de dos personas que se aman; la infidelidad, las amistades que se consideran perjudiciales para uno de los cónyuges, actividades laborales o sociales que no se comparten, falta o mal uso del dinero que disponen, caracteres dominantes, dificultades con la familia política, y una larga lista de etcéteras que por mucho amor que exista entre ellos, pueden convertir el matrimonio en algo insufrible.
Dentro de estos rubros, en alto porcentaje están los "celos"... pero no solo los celos atribuidos a problemas de infidelidad, infundados o no, sino otros, que aunque parezcan absurdos, existen, son reales, y causan un terrible malestar a la vida familiar: son los celos hacia los propios hijos. Realmente no se "cela" a los hijos, se cela a la pareja, que dedica a ellos un tiempo que antes fue destinado al cónyuge.
Cuando nace un bebé, especialmente si han pasado algunos años de casados, hay esposos que sienten que su pareja lo ha dejado a un lado para atender al nuevo miembro de la familia. Adora a su hijo, le proporciona todo su afecto, tiempo e interés, pero se siente afectado por todo aquello que su esposa –por lógica– prodiga al recién nacido. Es indudable que una mujer que ha tenido un niño y tiene que atenderlo, no podrá estar ciento por ciento pendiente de las necesidades, inquietudes e incluso esparcimiento; que antes solía tener hacia su esposo. Ya no verán juntos tal película, ya no asistirán semanalmente a tal sitio, su horario de descaso habrá cambiado, interrumpirá de improviso conversaciones y actividades, estará menos arreglada y dispuesta cuando él llegue, etc., y eso suele provocar un vacío en quien hasta entonces había sido "centro" de su pareja. La ternura con que la madre trata al pequeño, incluso puede hacer que su marido se sienta "por siempre relegado".
Esto – en caso de suceder– cumple un proceso. El esposo no lo mañifiesta por algunos días, luego su carácter se torna distante o evasivo para terminar en el peor de los casos en accesos de cólera inesperada o lo que es peor, incomprensible. Solicitará de su esposa cosas que antes hacía por sí solo, le requerirá ir a sitios que ella no puede por permanecer con el pequeño, etc., y lo hará mientras "engríe" y mima a su bebé, pues realmente no lo culpa a él sino a las "circunstancias". La paternidad es sin duda compartida y sobre todo, comprendida: el padre tiene que entender que su pareja, en su rol de madre tiene obligaciones ineludibles y que el nuevo ser que se integra a la familia no viene a desplazarlo sino a complementarlo, y que habrán tareas que él también deberá realizar o hacerse para sí mismo y así dejar un espacio a su esposa. La madurez tiene entonces su papel principal.
Por otra parte, la nueva mamá, deberá repartir su horario sin olvidarse siquiera de ella misma, de sus intereses y necesidades, en las que se incluye por supuesto la parte correspondiente a su esposo. Hay mujeres obsesivas en cuanto a la atención de un recién nacido, y eso las convierte en esclavas del bebé, haciendo que el resto del mundo –otros hijos o esposo– desaparezcan, y eso por supuesto no debe ser. Un niño, como ya dijimos, es una alegría para la familia, si bien es un cambio radical en la vida de una pareja, la normalidad para integrarlo es lo ideal, tanto para padres como para el desarrollo de esa nueva vida, que merece ser recibido en un hogar estable.
Pero hay otros casos de celos hacia los hijos, y pueden ser muy variados. Por ejemplo, cuando los chicos, especialmente varones, practican un deporte con su padre y la madre se queda en casa, es ahora ella la que llega a tener celos de esos hijos que comparten tiempo y actividad con su pareja. mientras ella siente que está "para hacer la cena". También suele darse el caso de las hijas, generalmente muy apegadas a papá. Se sienten confidentes, cómplices, amigos, el padre las mima por sentirlas su "princesita" y es entonces cuando mamá siente que ha perdido ubicación.
A la inversa, hijos adolescentes que están muy pendiente y cuidadosos de su madre, atentos a sus deseos o necesidades, causan los celos del padre que siente que sus hijos se "desviven solo por ella". Y así, según la mayor o menor "compatibilidad" que tengan los hijos por uno u otro de sus padres. Realmente no tiene nada que ver el cariño, pues los padres aman sin distingo y por ende los hijos normalmente también, pero hay afinidades en cuanto al carácter, a los gustos, a ciertas disposiciones o aficiones.
En el matrimonio, no pueden tomarse partido, de uno de los padres con ciertos hijos. La familia es el núcleo formado por padre, madre e hijos, se denomina gramaticalmente en singular, y eso es porque todos, en conjunto la forman, sin discriminaciones ni preferencias. La estabilidad del hogar depende de eso y por supuesto que directamente, le están dando el verdadero sentido de unidad, sin rivalidad ni diferencias.
Se dice que el ser humano, hombre o mujer, cambia radicalmente desde el primer día que se convierte en padre o madre. En efecto, todo un recuento de vida varía en un solo instante. Las responsabilidades, las obligaciones, se tornan diferentes, incluso el cuidado de sí mismo, las propias realizaciones, ya se encaminarán en función a "tener que velar por". Tener hijos, no es solo rodearse del encanto que eso significa, tampoco lo es darles alimento, vestirlos y cubrir sus necesidades materiales. La presencia ante todo, y luego la objetiva manifestación de afectos, no solo "hacia ellos" sino sobre todo "entre ellos", se cuenta entre esas responsabilidades y obligaciones mencionadas.
Los hijos, no pueden ser jamás motivo de celos entre sus padres, mas bien deben ser el puente, que una no solo sus apellidos sino toda esa experiencia que bien llevada, significa la vida en familia.
Fuente:
Revista HOGAR, Abril 2004