UNA ESCUELA QUE NO DESCUIDA LA EDUCACIÓN FÍSICA
Publicado en
marzo 30, 2014
La escuela secundaria de La Sierra, en California, demuestra la eficacia de un programa de educación física bien trazado.
Por Blake Clark,
En 1961, cuando John Terry ingresó en la escuela secundaria de La Sierra, en Carmichael (California), tenía 15 años de edad, era un muchacho de tez pálida, diminuto de estatura, desmañado; un motivo de desesperación para cualquier profesor de cultura física. Hoy, sin embargo, John Terry puede alzarse en la barra fija 34 veces seguidas y hacer a continuación 150 flexiones, nadar 40 metros bajo el agua y hasta 1500 braceando en diversas formas, así como permanecer a flote durante seis minutos con los pies atados uno con otro y las manos ligadas a la espalda. Es capaz también de correr ocho kilómetros sin detenerse y de salvar en seguida 80 metros con las manos, colgado de la escalera horizontal. Puede llevar en vilo una persona de igual peso que él a una distancia de ocho kilómetros. Es ya un muchacho musculoso y, a ojos vistas, de excelente salud.
La trasformación que se ha operado en John Terry se ha operado asimismo en muchos otros de los chicos de la escuela de La Sierra en años recientes. En este notable establecimiento, el profesor de cultura física Stan Le Protti y sus colaboradores se trazaron un programa para poner a todos los alumnos de La Sierra en buenas condiciones físicas.
Los maestros de atletismo de La Sierra, en vez de concentrar todos sus esfuerzos y sus medios en unos cuantos atletas capaces de participar en competiciones, brindan a todos y cada uno de los alumnos, diariamente, la ocasión y el incentivo para mejorar su aptitud física al máximo de sus posibilidades. Los resultados obtenidos han sido extraordinarios.
El chico que se halla en buenas condiciones físicas es casi siempre mejor estudiante que el débil. Por medio de un estudio llevado a cabo en Springfield (Misurí), se estableció una comparación entre las notas de 200 estudiantes elegidos al azar y las de 442 alumnos de las escuelas públicas, comprendidos, según pruebas de aptitud, entre el 40 por ciento más destacado en sus clases respectivas. Ambos grupos eran idénticos en cuanto a edad y sexo. El promedio de aprovechamiento académico de los estudiantes en mejores condiciones físicas resultó superior en un 13 por ciento al del grupo seleccionado al azar. También se observó que los chicos en buenas condiciones faltaron a la escuela menos veces y tomaron parte en un 50 por ciento más de actividades ajenas a los estudios.
Privar a un muchacho en edad escolar de la oportunidad de cultivar su aptitud física hasta un grado máximo es defraudarlo permanentemente. En esos años es cuando debe adquirir las esenciales energías y las reservas vitales que en un caso imprevisto pueden significar la vida o la muerte. Por añadidura, el joven que saborea el gozo de vivir con el máximo de vitalidad halla en ello el aliciente para conservarse apto años más tarde.
A qué obedece el éxito del programa de la escuela de La Sierra?
La médula del mismo la constituye el incentivo que se brinda a los estudiantes. Valiéndose de calzones de gimnasia de diversos colores, a cada muchacho se le distingue de los demás de acuerdo con sus progresos. El chico comienza por llevar calzones blancos y va pasando al uso de otros: rojos, azules y morados, hasta ganar los de color oro. Para avanzar del blanco al rojo, por ejemplo, deberá ser capaz de hacer, entre otros ejercicios, los siguientes: alzarse 10 veces seguidas en la barra fija, hacer 32 flexiones de brazos, elevando el tronco sobre las puntas de los pies, tendido boca abajo ("lagartijas"); ponerse en cuclillas e incorporarse 60 veces, flexionando las piernas, en dos minutos; también deberá correr 180 metros en 34 segundos, subir (valiéndose sólo de las manos y partiendo de la posición de sentado) por una cuerda de seis metros de longitud, levantar a una persona de su mismo peso y llevarla en vilo a una distancia de 800 metros; salvar a nado un trecho de 45 metros en 36 segundos, y subir y bajar verticalmente por un tablón provisto de clavijas.
Este último ejercicio es muy duro. Se practica en una páred de madera de 12 metros de alto, que tiene varias hileras de agujeros separados entre sí unos 30 centímetros y va provista de dos clavijas o espigas. El muchacho da un salto y se agarra de las clavijas. Luego, asido a una de ellas, se eleva por su propio esfuerzo para insertar la otra espiga en uno de los orificios superiores. Así, repitiendo la maniobra y valiéndose únicamente de los músculos del brazo y del hombro, el chico trepa y baja trabajosamente por el tablón o pared de madera. Es un ejercicio más pesado que el montañismo, porque el que lo practica no tiene sitio donde apoyar el pie.
El lector lo juzgará demasiado difícil. Sin embargo, hacia el final de cada año escolar, el 93 por ciento de los alumnos que comenzaron por llevar calzones blancos, lucen ya orgullosamente los codiciados calzones rojos. Del siete por ciento restante, casi todos se ganan el derecho a vestir la prenda roja cuando llega el término del segundo año escolar.
El objeto de estos diarios períodos de ejercicios físicos es hacer que los chicos sean capaces de un sostenido y vigoroso esfuerzo sin tomarse descanso. He aquí una típica serie de ejercicios de fuerza y resistencia que deben hacer quienes visten los calzones azules, a ritmo acelerado y en el orden siguiente:
■ 100 saltos separando las piernas y elevando los brazos extendidos hasta juntar las manos por encima de la cabeza;
■ 40 flexiones de tronco, tocando alternativamente cada pie con la mano opuesta, sin doblar las „rodillas y con el otro brazo estirado en posición vertical;
■ 20 "lagartijas";
■ 40 flexiones de cintura hasta tocar el suelo con los dedos, sin doblar las rodillas, y separando los brazos hacia atrás al final de la elevación;
■ 20 "lagartijas";
■ ponerse en cuclillas 40 veces, con los brazos en jarras;
■ 20 "lagartijas",
■ y 10 "lagartijas" sobre las puntas de los dedos de pies y manos, con los brazos extendidos hacia adelante;
■ 200 saltos adelante y atrás alternativamente con cada pierna, sin avanzar;
■ 200 saltos separando los pies y juntando las manos arriba;
■ 75 saltos sobre cada pie;
■ 100 saltos sobre los dedos de los pies.
Los 150 muchachos (más o menos) que participan en cada período hacen vibrar las paredes con sus vigorosos gritos: "¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Cuatro!" Al final, si han puesto suficiente calor en tan violento ejercicio, su entrenador exclama: "¡Magnífico! ¡Estupendo!" En tal punto, dice Le Protti, el sistema circulatorio apenas está empezando a funcionar como es debido.
Así como para ingresar, por ejemplo, en la Academia Naval de los Estados Unidos se requiere que el aspirante sea capaz de alzarse no menos de dos veces en la barrafija, el estudiante de La Sierra que aspire a vestir los calzones azules debe hacer ese mismo ejercicio 14 veces seguidas. Y más todavía: tal estudiante tiene que hacer diez "lagartijas" especiales. Se dice que solamente un adulto entre cada 30.000 es capaz de hacer esto una sola vez. Tiéndase el lector en el suelo, boca abajo, con los brazos extendidos hacia adelante y, apoyándose sobre los dedos de los pies y las manos, practique una flexión, elevándose sobre el piso hasta 20 centímetros. (Haga el lector la prueba, si quiere sentirse impotente, pero con cuidado, no sea que se lastime la espalda si no estuviera en condiciones excelentes.)
Por todo lo anterior, alcanzar el honor de vestir los calzones azules se antoja casi imposible. Sin embargo, todos los años el 40 por ciento de los alumnos de la escuela de La Sierra se hace acreedor a él. La única diferencia entre esos chicos y otros de su misma edad consiste en que se les ha proporcionado la oportunidad y la atención que se suele reservar a los pocos jóvenes que tienen dotes atléticas. Lo que el sistema de la escuela de La Sierra ha venido a demostrar es esto: lo único que necesitan los muchachos para desarrollarse espléndidamente es hacer ejercicio intenso todos los días.