A LA LUNA CON EL RANGER VII
Publicado en
marzo 23, 2014
He aquí, paso a paso, segundo a segundo, los puntos culminantes del espléndido e histórico viaje de una astronave, tomados de su cuaderno de bitácora.
Por Ira Wolfert.
UNA MANO eléctrica bajó del espacio y tomó la pluma. Era poco después de las 12:50 del martes 28 de julio de 1964, por la tarde. La pluma no cesó de escribir hasta el viernes siguiente, 31 de julio, por la mañana. Entonces, exactamente 49 segundos después de las 9:25 de la mañana, hora del este de los Estados Unidos, se detuvo... dejando una frase sin terminar.
De esta forma, en las menudas transcripciones hechas por una pluma impulsada electrónicamente quedó registrado el relato directo del impresionante viaje del Ranger VII a la Luna: quizá la más extraordinaria misión de reconocimiento en la historia. Las 4316 fotografías que las cámaras del Ranger VII tomaron y transmitieron en los últimos 17 minutos de su vuelo, representan el más grande de los adelantos logrados en el campo de la astronomía lunar en 350 años: desde que, por primera vez, Galileo estudió el firmamento con ayuda de un telescopio. El viaje mismo, según la descripción hecha por aquella pluma, conectada por radio a los 105 instrumentos de observación de la astronave, se habría dicho producto de la fantasía. Incesantemente, durante 68 horas y media, al tiempo que el Ranger VII viajaba, la pluma corrió de uno a otro lado, cubriendo kilómetro tras kilómetro de rollos de papel con una clave en zigzag: un lenguaje de números. Pedí a los científicos del Ranger que me lo tradujeran. He aquí los puntos salientes del cuaderno escrito por esa pluma.
28 de julio, 12:50:07. La cuenta descendente, que se prolonga por siete horas, con sus cientos de miles de detalles, llega a su fin. Siete segundos antes del momento viable para el lanzamiento, el Ranger VII, de una longitud de sólo 2,5 metros y envuelto en una protectora cubierta de acero, es levantado del cabo Kennedy por un vehículo de lanzamiento Atlas-Agena.
Una de las particularidades de los viajes espaciales es que el trayecto exacto nunca se puede determinar hasta que se conoce el segundo mismo del lanzamiento. Sin embargo, ciertas características generales del trayecto se conocen de antemano. Dado que la Luna estará viajando a una velocidad de más de 3000 k.p.h., la nave debe ser disparada no hacia la Luna, sino hacia un punto en que pueda interceptarla.
Otros factores: el Ranger no puede permanecer a la sombra de la Tierra por mucho tiempo. Se enfriaría demasiado. Además, a lo largo de los 384.700 kilómetros del viaje, el Ranger será constantemente atraído por los superpuestos campos de gravedad de ciertos cuerpos celestes, tales como la Tierra, el Sol, la Luna, Venus, Marte y Júpiter. En cierto punto del viaje se verá arrastrado al vórtice de la Luna. Mientras tanto, el efecto de los diversos campos de gravitación sobre la dirección y velocidad de la astronave variará a medida que cambie la distancia a que se encuentre de cada uno de los cuerpos celestes.
La tarea de calcular todo esto causa vértigo. Pero durante dos meses los técnicps han estado suministrando datos a una serie de gigantescas computadoras. Y ahora también éstas han entrado en acción.
12:54:54. El Atlas apaga el último de sus principales motores.
Mientras tanto se han ido encendiendo unos pequeños motores dispuestos en los lados del Atlas, con los que se corrigen las desviaciones de dirección ocasionadas por las turbulencias de la atmósfera. Una computadora acciona desde tierra, lentamente de arriba a abajo y de uno a otro lado, estos motores de dirección, que enderezan el curso del vehículo. Se encuentra ya a 130 kilómetros de altura y a otros tantos del punto de partida y, marchando a una velocidad de unos 21.000 k.p.h., se dirige, a través del Atlántico sur y siguiendo la redondez del orbe, hacia el África.
12:55:12. Hechas todas las correcciones necesarias los motores de dirección se apagan. El Atlas continúa deslizándose.
12:55:17. Un ruido, como de una pistola provista de silenciador, retumba en medio del vehículo de lanzamiento. Una chispa ha hecho estallar un anillo de primacord, lo que rompe las conexiones del Atlas con el Agena. Momentos más tarde se produce otra detonación. El Ranger, que vuela ya por encima de las perturbaciones atmosféricas, se está sacudiendo su caparazón protector. La explosión de los pernos aseguradores impulsa al caparazón a una velocidad de unos 6,5 kilómetros mayor que la del Agena, y aquél se adelanta a éste lentamente. Al mismo tiempo el Atlas está encendiendo sus cohetes retro-propulsores, para disminuir su velocidad y quedarse atrás. Al fin se observa una extraña procesión: el caparazón adelante, luego el Ranger-Agena, seguido por último del Atlas, que marcha unos 36 metros a la zaga. Ya el Agena lanza pequeños chorros de gas, para dirigir más alto su proa: se está preparando a encabezar el desfile.
12:55:58. Del extremo del Agena escapa una lengua de fuego, que en aquel aire casi carente de oxígeno aparece de color verde. El vehículo se adelanta entonces al caparazón. Su velocidad aumenta a unos 28.000 k.p.h. de resultas del impulso recibido durante dos minutos y 36 segundos. Se apaga el motor. Una descarga de nitrógeno, arrojado por tubos situados a ambos lados del vehículo, fija la trayectoria del Agena en un arco que sigue la curvatura de la Tierra. El vehículo es así temporalmente "estacionado" en órbita, en preparación del momento en que ha de dirigirse a la "ventana de lanzamiento": el punto exacto, de unos 15 kilómetros de diámetro y a 185 kilómetros sobre la superficie de la Tierra, a través del cual el Ranger debe salir para lograr alcanzar la Luna.
1:18:32. La "ventana de lanzamiento" ha sido localizada: a 31 grados de longitud este, 20 grados de latitud sur... sobre Selukwe, en Rodesia del Sur. El motor del Agena es puesto en marcha. El vehículo, que ha empezado a seguir la curvatura de la Tierra, se endereza y se lanza hacia la "ventana", como el corredor que hace un esfuerzo supremo hacia la meta. Con esta extraordinaria arremetida final penetra en el espacio exterior.
Unos 50.000 científicos y técnicos han participado en la preparación de este viaje. En este momento todos ellos contienen la respiración. ¿Ha entrado el Agena en el espacio exterior por el lugar adecuado y a la velocidad debida?
La respuesta llega en un acervo de números. Se explica lentamente. ¡Sí! ¡Sí, señor! ¡Sí, señor! ¡Ya lo creo! La velocidad final era de 39.397,47 k.p.h., dentro de un margen de error de 6,5 k.p.h. con relación al blanco prefijado. ¡El Ranger sigue ya rumbo a la Luna!
1:22:36. Brilla un relámpago. Los pernos que sujetan el Ranger al Agena estallan. Los comprimidos resortes, libres ya de expandirse, empujan y separan al uno del otro. El Agena enciende cohetes retropropulsores, arroja chorros de gas nitrógeno a fin de hacer un rápido viraje, y se aleja hacia el Sol. Unos 32,5 minutos después de haber dejado la Florida, el Ranger queda abandonado a sí mismo, y avanza a través del espacio en un lento desplome.
1:53. Hasta ahora el Ranger ha venido funcionando con su acumulador. Ha llegado el momento de que comience a generar su propia electricidad. Unos detonadores hacen añicos las abrazaderas que mantuvieron los paneles solares plegados contra sus costados. Estos paneles, de un metro y pico de largo cada uno, se desprenden y se abren como alas.
1:54. El "puente" de este navío es un estuche de magia ele4ctronica, de 4,3 kilos de peso, llamado Computadora y Moduladora Central. De él emana una orden predeterminada. En este punto el Ranger debe dejar de desplomarse y poner proa al Sol. El sistema de control de posición, con una "tripulación" de seis "sensorios", entra inmediatamente en acción. Funcionan éstos como ojos eléctricos. Cuando los cuatro sensorios primarios ven oscuro, se abre una válvula que deja escapar chorros de gas nitrógeno, lo cual modifica la posición de la nave. Cuando los dos sensorios secundarios ven luz, abren su propia válvula. Finalmente todos los sensorios ven lo que deben ver y el aparato está entonces en posición correcta. Esto es necesario si el vehículo ha de utilizar la luz solar para generar energía eléctrica y mantener sus diversos mecanismos a una temperatura conveniente para su funcionamiento, en medio de un frío que la Tierra no ha conocido nunca.
5:50. La fuerza de gravedad de la Tierra ha disminuido la velocidad del Ranger a 20.275 k.p.h. Se encuentra a una distancia de 67.500 kilómetros, posición desde la cual puede ver la Tierra entera con el aspecto de una gigantesca media luna de color pastel, que ocupa todo el "cielo" de la nave. Esta se desliza a través de un mar rebosante de polvo cósmico, partículas blandas, demasiado pequeñas para ser perceptibles pero que pasan a velocidades hasta de 72.400 k.p.h. Salpican los costados de la nave, no haciendo otra cosa que cubrirlos, en un lento trabajo de horas, con una tenue película. Pero estos micrometeoritos, junto con los vientos solares, van afectando poco a poco la trayectoria del Ranger y forzando al control de posición a hacer ligeros ajustes.
Segundo día: 29 de julio. Durante la larga noche de navegación, el personal de la oficina directriz del Ranger ha trabajado activamente. La Luna tiene una superficie aproximadamente tan grande como las de Norte y Sudamérica combinadas. Tras de seguir durante diez horas el curso del aparato, aquellos hombres saben en qué parte de aquella superficie habra de "alunizar" el Ranger. Ahora los científicos resuelven en qué parte deberá tocar. Se deciden por cierto mar menor, sin nombre, dentro del mar de las Nubes. Se envía por radio una orden al "puente" del Ranger: "La próxima maniobra será: voltear 5,56 grados en 24 segundos; inclinar la proa 86,8 grados en 392 segundos; poner en marcha su motor auxiliar durante 51 segundos para alterar su velocidad en 29 metros por segundo". El puente repite esta complicada orden, y a continuación la almacena hasta que la señal de Adelante (llamada Orden de Tiempo Real) le sea enviada desde tierra.
6:00:38 a.m. Se transmite la señal de Adelante. El puente emite un gruñido (con un pequeño eco recogido por la cinta magnepfónica) para indicar que la señal ha sido recibida. El Ranger comienza a alterar el rumbo. Durante 24 segundos voltea lentamente sobre su eje; después permanece firme durante varios minutos, estabilizándose. Comienza a inclinarse, continúa el movimiento durante 392 segundos, y en seguida permanece firme, estabilizándose.
6:27:09. Una chispa salta por una abertura, estalla un detonador, lo que abre una válvula hacia una cámara en la que hay un globo de material plástico, lleno de combustible hidrazeno. Nitrógeno a presión pasa a través de la válvula y oprime el globo; el combustible fluye al interior de una cámara de combustión, y se enciende en llamas. El motor que guía al Ranger ha comenzado a funcionar.
6:27:59. El motor se extingue. Ha ardido precisamente 51 segundos para enfilar al Ranger hacia su exacto destino. De nuevo la nave ajusta su posición: pone proa al Sol y vuelve sus antenas radiofónicas de popa hacia tierra. A las 6:59 se ha completado la maniobra; el crucero de rutina comienza. Ya no habrá. otros cambios hasta el impacto.
Sin embargo la velocidad de la nave varía rápidamente. A las diecinueve horas de su lanzamiento ha recorrido 173.800 kilómetros y su velocidad es de 26.070 k.p.h. A las sesenta y cinco horas habrá recorrido 367.000 kilómetros y habrá disminuido su velocidad a 3480 k.p.h. Entonces comenzará a acelerar de nuevo por la atracción de la Luna, hasta aumentar su velocidad a más del doble en el curso de los 9500 kilómetros siguientes. Los campos de gravedad que causan esto son imperceptibles, como también la velocidad es imperceptible a bordo de la nave. Lo que sí se percibe es el asombroso universo.
Los geofísicos calculan que cuando, desde la Tierra, contemplamos el universo a través de la atmósfera, estamos mirando a través del equivalente a unos 10 metros de agua. En el espacio nada hay que enturbie o deforme la visión. El espacio mismo se nos aparecería completamente negro. En él, sin embargo, todo brilla luminosamente. El Ranger resplandece. Las sombras que sus aletas proyectan sobre el casco son como el filo de un cuchillo, y de un negro sin fondo. Se puede ver, por lo menos, el doble de estrellas que jamás puedan observarse desde tierra. La Vía Láctea se antoja una sólida masa de ellas. En el espacio ninguna de las estrellas centellea. Brillan como a través de unos agujeros abiertos en una cortina opaca. El Sol es un disco enorme, deslumbrador, rodeado totalmente de tinieblas.
Puede verse a la noche pasando sobre la Tierra en forma de nube negra; el día finge una nube coloreada en tonos pastel, azules, verdes, pardos, por efecto de océanos, campos y desiertos. A causa de la forma en que el agua refleja la luz (deslumbradoramente desde cierto ángulo, de ningún modo desde otro), la Tierra, con sus mares y lagos, parece palpitar con repentinos destellos.
Gradualmente, a medida que la distancia aumenta, los colores se borran, y la Tierra se vuelve blanca. Toma entonces el aspecto de un planeta Venus gigantesco, ligeramente cenagoso.
Último día: 31 de julio. Solamente faltan algunas horas para el momento del impacto. El puente recibe de tierra la orden de que se prepare a inclinar al Ranger durante un segundo, a desviarlo luego, también durante un segundo. Si hubiera hombres a bordo, vacilarían. Porque se le dice a la Computadora y Moduladora Central que, antes de emitir aquella orden, ¡debe romper su conexión con el control de posición, con lo que se impedirá que la orden sea oída!
Esto que parece una locura lo inspiró el desastre que le ocurrió al Ranger VI, al fallar sus cámaras durante los últimos minutos de vuelo. En esta ocasión se han provisto tres métodos distintos para poner en marcha las cámaras: 1, mediante un reloj electrónico con que va equipado el vehículo; 2, por radio desde tierra; 3, por medio de la Computadora y Moduladora Central.
El reloj está funcionando bien. A pesar de todo, los técnicos no desean verse privados de la facultad de poner en marcha las cámaras en caso de que el reloj fallase en el último momento. Esto crea un problema. El Ranger ya está colocado exactamente para enfocar sus cámaras sobre el punto donde deberá alunizar. Por ello los ingenieros no quieren que el puente maniobre la nave para nada. Pero si de tierra se transmite al puente una orden que no incluya maniobras, los circuitos del mismo no funcionarán de modo alguno. ("Esa computadora es muy estúpida", me dijo un ingeniero del proyecto Ranger.) De este modo la solución es ordenar al puente que se desconecte del control de posición y luego indicarle maniobras de tan poca importancia que, aunque se ejecutaran, no afectasen sensiblemente a las cámaras.
8:25:08 a.m. El puente, una vez que se ha desconectado, comienza a dar órdenes de inclinación y desviación, inaudibles ahora para el control de posición. Esta comedia se prolonga por 30 minutos. La posición se mantiene inalterable. Los técnicos en tierra se ríen. Comienzan a percatarse de su asombroso poder, y por primera vez empiezan a confiar en el éxito de su empresa.
9:07:19. El pequeño reloj electrónico empieza a enviar corriente eléctrica a través de las dos cámaras de objetivo gran angular a fin de calentarlas. Ya la Luna se acerca a 9400 k.p.h.; su negra superficie, parecida al coral y un tanto semejante a una esponja de piedra negra, según se cree, por la forma como absorbe y refleja la luz, tiene una temperatura de unos 120 grados centígrados a la luz del día.
9:08:39. En un "kinescopio", en Goldstone (California), una tenue línea azul aparece en la parte superior de un trozo de película de 35 mm y comienza a correr por ésta hacia abajo. Las cámaras de gran angular que van a bordo del Ranger han empezado a enviar fotografías.
Una cámara Polaroid fotografía la movediza línea azul, para que puedan verse las fotos aun antes de que se haya revelado la película de 35 mm. Se sacan de la cámara Polaroid y se entregan a un astrónomo. ¿Salieron bien? Más tarde, cuando 200 de las fotos fueron proyectadas en secuencia, como en una tira de película, ante un congreso internacional de astrónomos, estos lanzaron una exclamación, como chiquillos en una función, y prorrumpieron en aplausos.
9:10:48. La Computadora y Moduladora Central del Ranger envía corriente para calentar las cuatro cámaras de objetivo universal.
9:12:08. Las cámaras de objetivo universal comienzan a enviar fotografías, tomadas cada vez desde más cerca.
9:25:49. Silencio... en la Luna y en la Tierra. El Ranger VII se ha estrellado sin ruido contra la Luna, en un punto situado a menos de diez kilómetros del área de impacto prevista.
La nave pesaba 365 kilos. Cuando alunizó debe haber habido una llamarada producida por el combustible restante, una explosión del tanque de gas nitrógeno a presión, una lluvia de rocas y escombros. Las rocas, por la escasez de fuerza de gravedad que las atrajera hacia abajo, y por la ausencia de rozamiento de la atmósfera, deben haber saltado a grandes distancias, para rebotar y estrellarse luego, una y otra vez, casi indefinidamente. Pero también todo esto sucedió en silencio. No puede haber sonidos en un lugar desprovisto de atmósfera.
De este modo, sin estrépito y sin gritos, terminó la mayor hazaña que el hombre haya llevado a cabo hasta hoy en el espacio. Pasarán meses antes de que los científicos hayan obtenido de las fotos enviadas por el Ranger toda la información que encierran. Es muy posible que el viaje del Ranger haya iniciado descubrimientos de tanta importancia como los de Galileo, que cambiaron el curso de la civilización.