LA RISA, REMEDIO INFALIBLE
Publicado en
febrero 09, 2014
HAY TANTO smog en las grandes ciudades industriales que han comenzado a ponerse los nombres de las calles en sistema Braille.
—Aldo Cammarota
DOS SEÑORAS que charlaban:
—Estuve hablando con Juana el otro día respecto a lo que piensa hacer en las vacaciones —comentó una—, y me informa que ustedes por fin no van a París este verano.
—No —respondió la otra—; eso fue el año pasado. Este año no iremos a Roma.
—Ch.W.
ALGUIEN preguntó a un oficinista que sacaba una taza de café de una máquina en el salón de descanso:
—¿Cómo puedes tomar eso? ¿No has leído lo último que se ha publicado sobre el café?
—¿Por qué he de preocuparme? —replicó el empleado, tomando un sorbo de la infusión—. Están hablando del café... no de la cosa que sale de esta máquina.
—C.E.H.
UNA PAREJA llevó al cine a su hijo de tres meses. Al entrar, el acomodador les dijo que sí el pequeño lloraba, tendrían que abandonar la sala.
—Sin embargo, les reintegraríamos el valor del boleto —añadió.
Después de ver la película por espacio de media hora, el marido preguntó a su esposa:
—¿Te gusta?
—Es lo peor que he visto en la vida.
—Lo mismo digo yo —convino él—. Sacude a Ricardito.
—D.N.
HABÍA terminado por fin el largo juego final por el campeonato de fútbol. El fanático aficionado apagó el televisor con un suspiro y miró a su alrededor... para descubrir que su esposa lo había abandonado tres meses antes.
—T.W.
CIERTO individuo recibió una llamada telefónica de un afligido amigo:
—Estoy en un verdadero apuro, ven pronto. ¡Ah!, y trae vino.
El sujeto compró el licor y sin pérdida de tiempo fue a casa de su amigo, que vivía al otro extremo de la ciudad.
—¿Qué problema tienes? —le preguntó al llegar.
—Que se me había acabado el vino —respondió el otro.
—S.B.
EN EL apogeo de la temporada turística, un millonario se presentó ante la recepción de uno de los hoteles más exclusivos de Acapulco. Iba seguido por una caravana de botones que llevaban esquíes, patines para hielo y otros artículos para deportes de invierno. El empleado se quedó mirando perplejo el largo séquito y dijo al nuevo huésped:
—Siento informarle, señor, que en Acapulco nunca cae nieve.
—No te preocupes, muchacho —respondió con voz sonora el millonario—, ya vendrá con el resto de mi equipaje.
—O.C.
¿QUIERE explicarme por qué se escapó del quirófano —preguntó el administrador del hospital al nervioso paciente.
—Porque la enfermera dijo: "Tenga valor; la apendicectomía es una operación muy sencilla".
—¿Y cuál es el problema?
—Que la énfermera hablaba con el cirujano.
—G.B.
UN GRAN aficionado a las carreras de caballos contaba a un amigo su última aventura:
—Fui al hipódromo el undécimodía del onceavo mes del año, y llegué a las 11 en punto. Mi hijo cumplía once años ese día, y en la undécima carrera había once caballos. Así que aposté todo lo que llevaba encima al caballo que lucía el número once.
—¿Y ganó? —preguntó el otro.
—No, llegó en undécimo lugar.
—Q.G.
HACE TIEMPO en un pequeño pueblo de Europa, existía una familia que había fabricado por siglos las campanas de las iglesias. Finalmente sólo uno de los miembros de la familia quedó, era el alcalde. Amenazado por la competencia, decretó que no podrían tocarse en las bodas del pueblo las campanas que no fueran manufacturadas por él. Tan estrictamente hizo valer este mandato, que llegó a ser conocido como el zar de las campanas de boda.
Pero una pareja decidió contraer matrimonio sin tomar en cuenta al zar de las campanas. Tenían un amigo que era dueño de un antiguo gong, que usarían como campana. Poco tiempo después de la boda un espantoso ruido llegó de la casa del propietario del gong. Los novios rápidamente se pusieron a investigar.
—¿Qué significa ese ruido? —exclamaron.
—Quiere decir —respondió el amigo, apretándose las manos—, que el zar de las campanas de boda ha roto mi viejo gong.
—W.C B.