EL MERCADO MÁS FAMOSO DEL MUNDO
Publicado en
febrero 02, 2014
El restaurado mercado de Covent Garden (arriba al centro) se ha convertido en poco tiempo en una comunidad floreciente con los tradicionales puestos de frutas y vegetales, galerías de elegantes tiendas, intelectuales que tocan en la calle para ganarse la vida y cafés al aire libre.
FOTOS. MICHAEL TAYLOR
El mercado de frutas y hortalizas más famoso del mundo renace con nuevo vigor y colorido.
Por Maureen y Timothy Green.
EN LA obra Pigmalión, del dramaturgo inglés George Bernard Shaw, el profesor Higgins escucha desde el pórtico de la Iglesia de San Pablo el bullicio de Covent Garden y nota el marcado acento de la florista Eliza Doolittle. Acostumbrado a ver y oír a los cargadores de frutas y hortalizas de Covent Garden, Higgins se asombraría del espectáculo que encontraría hoy allí.
Desde ese mismo pórtico de la famosa iglesia de Inigo Jones, londinenses y turistas se han divertido con las marionetas Punch y Judy como lo hizo Samuel Pepys en una de las primeras funciones de títeres ofrecidas en ese lugar en 1662. El espacio donde en un tiempo se almacenaban papas, en la actualidad es una pista infantil de patinaje sobre ruedas. La concurrida librería fue en una época depósito de plátanos. En el Jubilee Hall, la bonita Alison Waugh, de 34 años, corta con una sierra eléctrica marcos para los espejos que vende en su puesto. En la tienda de Long Acre un gentío ha sido atraído por el fulgor de las llamas de cinco sopladores de vidrio que exhiben su artesanía y ejecutan toda clase de encargos; desde un frasco para perfume hasta un pisapapeles.
Cuando en 1974 los mayoristas de frutas, hortalizas y flores se retiraron para instalarse en un mercado especialmente construido en Nine Elms (Battersea), surgió el temor de que este histórico solar de 40 hectáreas en el corazón de Londres se echaría a perder o sería una víctima más de la insensible planificación urbana. Sin embargo, llegaron hombres emprendedores como los ya mencionados y disiparon este temor. Incluso más, Covent Garden ha reverdecido con tanto vigor que hace poco tiempo el Concejo de Europa lo denominó como un ejemplo admirable de renacimiento de un distrito urbano venido a menos.
El reflorecimiento del Garden culminó en el verano de 1980 con la apertura del edificio central del mercado, de hierro fundido y techo de vidrio, diseñado por Charles Fowler en 1830 y muy bien restaurado ahora por el Concejo del Gran Londres con un costo de cuatro millones de libras esterlinas.*
En el interior de esa "perla de la corona londinense", como ha sido apodada la estructura, se encuentran siete nuevos locales para comer —fuera de los cuales, desde el desayuno hasta la cena después del teatro, los parroquianos pueden pasearse protegidos de la intemperie por este techo de vidrio de más de media hectárea de la época de la reina Victoria— y 38 pequeñas tiendas en elegantes galerías que, entre otras cosas, venden antiguas casas de muñecas, chocolates caseros, pastelería danesa, hierbas medicinales, cerámica y perfumes.
En el nuevo Covent Garden trabajan más de 30.000 personas. El número de sus residentes asciende a 3.000 y subirá a más del doble cuando se completen nuevas unidades de vivienda. Pero esa vitalidad sólo pudo lograrse tras una ardua batalla. A mediados de la década de 1960, pasados muchos años de vacilación, el Gobierno decidió trasladar el popular mercado Cockney que durante 300 años estuvo instalado en lo que había sido originariamente el jardín del convento de la Abadía de Westminster. Sus 300 negocios mayoristas, que empleaban a 4.000 trabajadores, eran una fuente de ruido y suciedad además de congestionar el tránsito.
El plan del Concejo del Gran Londres para el valioso solar contemplaba la demolición de la mitad de los edificios y la construcción de oficinas, hoteles, un salón de conferencias, calles y pulcras hileras de viviendas. Esta idea provocó una gran indignación. Los residentes establecidos mucho tiempo antes temieron que sus casas fueran a desaparecer. La Sociedad para la Protección de Edificios Antiguos, el Grupo Georgiano y la Sociedad Victoriana protestaron. Londinenses comunes, enamorados de los intensos contrastes que ofrecía un paseo a través de Covent Garden, deseaban saber por qué tantos de los sitios donde Nell Gwynne acostumbraba a vender sus naranjas debían desaparecer. ¿Era necesario que fueran arrasadas, para dejar paso a una carretera, callejuelas como la diminuta Maiden Lane que fue cuna de Turner, albergue temporal de Voltaire y domicilio del Restaurante Rules, el más antiguo de Londres y frecuentado por Dickens, Thackeray, el rey Eduardo VII y Lily Langtry?
Al principio los ruegos no fueron oídos. El inspector de indagación recomendó al entonces ministro del Ambiente, Geoffrey Rippon, dejar que el plan del Concejo siguiera adelante. Pero el funcionario gubernamental, consciente de la preferencia del público, exigió "un mayor énfasis en la conservación", desechó las propuestas de nuevos caminos y agregó 250 edificaciones a la lista de estructurás protegidas de Covent Garden. "Lo que deseo ver no es una zona transformada por planificadores en una maravilla de cemento, vidrio y acero, ni tampoco una zona encerrada en sí misma y conservada como un recuerdo histórico", declaró Rippon.
A partir de ese momento Covent Garden estuvo a salvo. Los residentes y trabajadores del distrito eligieron a 30 ciudadanos con intereses locales como su Foro de Representantes para conferenciar con el grupo planificador del Concejo del Gran Londres presidido por Geoffrey Holland. Los dos bandos —planificadores y planificados—acordaron entonces la suerte del Garden calle por calle. "La gente protege instintivamente lo que tiene y nosotros escuchamos sus argumentos", afirma Holland.
Cuando el Concejo invitó a presentar propuestas para dar un nuevo uso al edificio de vidrio y hierro fundido del Mercado de Flores, construido por William Cubitt en 1871, la oferta del Museo del Transporte de Londres, respaldada con entusiasmo por los residentes de la zona, se llevó las palmas. Durante las tres semanas que siguieron a su apertura, en marzo de 1980, visitaron el museo 30.000 personas para ver la historia del transporte y contemplar desde los primeros autobuses tirados por caballos y trenes subterráneos de la época victoriana hasta el sistema más reciente de señalización automática que opera en el tren subterráneo.
Los 8.000 metros cuadrados que abarcan el edificio del mercado y la plaza adyacente son propiedad del Concejo del Gran Londres, que además conserva la autoridad respecto a la planificación y decide quiénes están habilitados para establecerse en toda la zona en desarrollo. Al respecto, Geoffrey Holland comenta: "Queremos una variedad que atraiga a los sectores más amplios de público pero que al mismo tiempo se identifique con la reputación de Covent Garden entre quienes buscan el refinamiento visual. Aquí no hay tiendas como las que se pueden encontrar en cualquier calle céntrica. La mayoría son atendidas por sus dueños. Tampoco permitimos la venta de mercancía barata, chabacana y los recuerdos vulgares para turistas".
Un millar de comerciantes solicitaron al Concejo espacio para instalarse en este mercado central. Los 38 seleccionados siguen las huellas de un grupo de precursores, entre ellos Christina Smith, cuyas dos tiendas ubicadas en la calle Neal vende muebles de bambú y vasijas de porcelana.
Otro de los primeros en establecerse fue el bailarín norteamericano Gary Cockrell, quien compró espacio para una escuela de danza en un decrépito edificio en la calle Floral. Con sus diseños de prendas de toalla y de ejercicio para sus alumnos, Cockrell forjó un nuevo mercado para ropa de recreo. En la actualidad, sus modelos son distribuidos mundialmente con un movimiento económico anual de tres millones de libras esterlinas. También ha transformado otro depósito abandonado, junto a su estudio, en un centro de cultura física donde las mujeres, por 10 libras diarias, pueden descansar en un baño sauna, una solana o una piscina de natación decorada con plantas.
Uno de los renglones comerciales más curiosos es el de una tienda dedicada exclusivamente a los amantes de los gatos. Allí se venden suéteres, delantales, alhajas, paraguas, cubiertas para teteras y hasta "yo-yos" con figuras de gatos estampadas en ellos. Pero probablemente el más original de los empresarios sea Nicholas Saunders, de 42 años, quien ha establecido un negocio de alimentos naturistas frente al cual los clientes y empleados de la tienda pueden sentarse a descansar sobre batidoras de leche que dan al sitio un aspecto campestre. Su tienda moviliza 80 toneladas de alimentos al mes.
Este nuevo espíritu emprendedor también ha contagiado a un residente de 122 años, la Royal Opera House (Opera Real), que aprovecha la mayor disponibilidad de espacio para construir un amplio anexo con un costo de nueve millones de libras esterlinas. Con esto el famoso teatro de ópera contará con salones de ensayo de los que carece ahora, nuevos camarines y depósitos de vestuario. La Fundación de la Royal Opera House respalda un nuevo restaurante donde los melómanos pueden saborear la cocina francesa. Otros restaurantes aprenden a mimar a las estrellas de la ópera.
La atracción de Covent Garden para hombres de negocios sagaces es fácil de explicar. Kevin Jones, cuyo nuevo restaurante de lujo tiene un salón en un último piso con techo de vidrio usado en un tiempo para apresurar el crecimiento de flores, comenta: "En otra época habríamos preferido establecernos en el distrito del Soho. Pero Covent Garden está exactamente en el lugar apropiado, a mitad de camino entre el centro comercial y el sector de West End y adyacente al activo distrito de Strand". El Garden es hoy el lugar de moda para ir a comer. Allí se puede encontrar un restaurante de comida africana, otro de cocina brasileña o de la escuela clásica china. Tampoco faltan lugares que sirven comidas sencillas como costillas de cerdo, carne picada y pizza. La cafetería de Bossvell, una de las más nuevas, se encuentra en el sitio donde el Dr. Johnson fue presentado a su famoso biógrafo.
Pero el fulgor no está lirnitado a las tiendas y restaurantes. "Covent Garden ha pasado a ser La Meca del culto de lo visual", declara Geoffrey Holland, del Concejo del Gran Londres. Pintores, fotógrafos, diseñadores y agencias de publicidad, así como editores de libros, han establecido domicilio en este colmenar de calles abarrotadas. "En todo el mundo Covent Garden es hoy sinónimo de diseño de modas", dice Graeme Wilson, director creativo de una agencia. El ilustrador Brian Grimwood agrega: "Los directores de arte que me llaman por teléfono para convenir una entrevista, casi siempre prefieren, contrariamente a lo acostumbrado, venir ellos a verme porque estoy en Covent Garden".
Una sola controversia continúa latente en este lugar: la suerte del Jubilee Hall. Un edificio victoriano de techo de vidrio que fue depósito de papas estaba incluido en los planes de desarrollo. Pero el Concejo del Gran Londres lo cedió en concesión con un pequeño alquiler a una fundación vecinal. La fundación reunió 70.000 libras esterlinas y transformó el piso superior en un centro deportivo que ahora tiene una intensa actividad desde las 10 a las 22 horas: hay allí escolares que practican gimnasia y oficinistas que saltan en los trampolines o juegan badminton. Los lunes y sábados el salón se transforma después de las 20 horas en pista para baile sobre patines de ruedas. Según David Logan, del cuerpo de administración, el centro es utilizado por más de 2.000 personas semanalmente.
El Concejo del Gran Londres había proyectado la demolición del Jubilee Hall para abril de 1982 con el fin de construir en ese terreno oficinas, unidades de vivienda, tiendas y un sector de estacionamiento de automóviles, así como un centro para la práctica de deportes "en deferencia al vecindario".
Pero este proyecto podría ahora estar en peligro. El ministro del Ambiente, Michael Heseltine, hizo saber en julio de 1980 que el Jubilee Hall iba a ser agregado a la lista de edificios protegidos por su interés arquitectónico. Dado que las estructuras colocadas bajo esa protección por lo general no pueden ser alteradas, ampliadas o demolidas, el Concejo ha tenido que analizar sus planes.
La noticia se recibió con júbilo por la gente de Covent Garden, cuya guerra de supervivencia ha forjado una comunidad tan sólidamente unida y amistosa que en su festival anual compiten de buen grado ejecutivos con camareros en carreras en las que deben sostener un huevo en una cuchara. "Nunca nos hemos dado por vencidos", afirma Ian McNicol administrador del Jubilee Hall: "El dictamen del ministro del Ambiente ha renovado nuestras esperanzas de poder sobrevivir".
*En enero de 1980 una libra esterlina equivalía aproximadamente a dos dólares.