TRAICIÓN EN POLONIA: UNA ENTREVISTA A LANE KIRKLAND
Publicado en
enero 19, 2014
Por Ronald Robinson.
La inquietud por el aumento de los comestibles en Polonia, se desbordó en 1970 en una protesta organizada por obreros de los astilleros Lenin en la ciudad de Gdansk. Hubo derramamiento de sangre y surgió un líder sindical: Lech Walesa, electricista de 28 años, de ojos grises, cansados, y de caídos bigotes. Encabezando las repetidas protestas sindicales de los años setentas, Walesa fue la fuerza conductora que respaldó en agosto de 1980 la creación de Solidaridad, movimiento de 9,5 millones de obreros cuyo objetivo era una entidad obrera independiente con la libertad para realizar huelgas. Solidaridad obtuvo, sorprendentemente, concesiones tras concesiones de los dirigentes comunistas polacos. Entonces, en diciembre último, el Gobierno irrumpió con salvajismo, invocando la ley marcial, declarando ilegal a Solidaridad y arrestando a cientos de miles de sindicalistas, incluyendo a Walesa.
Lane Kirkland, quien como presidente de la Federación Norteamericana de Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFLCIO, por sus siglas en inglés) , habla por 15 millones de obreros estadounidenses, nunca conoció personalmente a Walesa; el año pasado, el Gobierno polaco le negó el permiso para hablar ante Solidaridad. Kirkland y la AFLCIO, sin embargo, enviaron su aliento moral y financiero en infinidad de formas a lo largo de la turbulenta historia de Solidaridad. En esta entrevista, Kirkland expone claramente el significado de la lucha polaca.
Pregunta: Señor Kirkland, ¿por qué el Gobierno comunista de Polonia actuó tan brutalmente contra Solidaridad durante diciembre del año pasado?
Respuesta: La intervención no fue algo repentino. Se planeó durante muchos meses hasta el último detalle. No había huelgas ni situaciones críticas en el momento de la intervención militar. Lo cierto es que Polonia es una colonia soviética, y que el desarrollo de un sindicato independiente como Solidaridad significaba repudiar los conceptos en que se basa el imperio soviético. Era inevitable que la Unión Soviética buscara eliminar a Solidaridad.
P. ¿Qué clase de hombre es Lech Walesa, el dirigente de Solidaridad?
R. Un hombre de gran coraje, imaginación y capacidad de liderazgo. Estoy seguro de que han ejercido sobre él una enorme presión mental y emocional. Si finalmente lo doblegan y deja que lo usen los comunistas, estoy seguro de que la gente entenderá cuáles fueron las presiones. Todos tenemos un punto en que se quiebra nuestra resistencia.
P. ¿Qué significó en el bloque comunista la lucha de Solidaridad?
R. Fue una prueba para determinar si era posible abrir un resquicio de libertad en los límites del imperio Soviético. La libertad es un problema fundamental y universal que no se circunscribe a un sector del mundo o a un grupo étnico. Vale cualquier riesgo. El problema que nos divide no es quién tiene la propiedad de los medios de producción. El problema es si el hombre común tiene derecho a expresarse y a vivir una vida decente.
P. ¿Diría usted que el sistema comunista ha fracasado en Polonia?
R. Por supuesto. Pero los capitalistas deben compartir la culpa. Los burócratas a cargo del Gobierno polaco —que no surgieron de una elección— no han tenido dificultad para obtener préstamos bancarios de gobiernos occidentales por cientos de millones de dólares, con el propósito de poner en marcha políticas económicas que descuidaron aquellos sectores de la economía que eran naturalmentes fuertes (por ejemplo, la agricultura ), en favor de un equivocado desarrollo económico en gran escala. Tales proyectos resultaron ser un desastre absoluto.
P. Algunos expertos opinan que los recientes acontecimientos en Polonia indican el comienzo de la desintegración del imperio soviético. ¿Está usted de acuerdo?
R. Sí. Por supuesto que el imperio soviético es todavía un despiadado instrumento militar, cuyo poder es temido. ¿Cuánto tiempo puede prolongarse la dictadura soviética? Esto depende de la habilidad de los países democráticos para desarrollar una política de resistencia coherente y consistente. Me temo que dichos países no han elaborado tal política.
P. ¿Podrá Solidaridad volver a ser libre e independiente?
R. Estoy convencido de que Solidaridad está todavía muy vigente. Las fuerzas de choque comunistas no pueden destruir lo que está en la mente de los obreros de Polonia. Los polacos son un pueblo valeroso. Jamás habrán de rendirse. Pase lo que pase, está muy claro que el "golpe" soviético es un fracaso. Aunque los ejércitos de la Unión Soviética y de otros países miembros del Tacto de Varsovia invadieran Polonia, no podrán destruir el espíritu polaco. Lech Walesa lo dijo muy bien: "Los tanques pueden amenazarnos y masacramos, pero nunca podrán obligarnos a trabajar".
P. ¿Ve alguna evidencia de que el espíritu de Solidaridad se pueda extender a otros países de la Cortina de Hierro?
R. Si usted cree que el deseo de libertad individual es innato en el hombre, entonces usted tiene que creer que el espíritu de Solidaridad existe en otras partes. Tal vez no adopte la misma forma que en Polonia, pero puede estar seguro de que habrá más Solidaridades.
P. ¿Pueden las democracias occidentales, en particular sus sindicatos, hacer algo para ayudar al pueblo de Polonia?
R. La Confederación Internacional de Sindicatos Libres, que representa a todos los países libres no comunistas, ha hecho llamados a sus organizaciones a lanzar continuas acciones de protesta que apoyen la lucha de los obreros polacos por sus derechos. Esto no significa unos pocos días de demostraciones, sino repetidos esfuerzos por expresar nuestra preocupación. Debemos ejercer la presión más fuerte posible sobre el Gobierno polaco, a fin de que levante la ley marcial y libere a los sindicalistas de prisiones y bárbaros campos de concentración. Debemos ejercer presión para que entre Solidaridad y el Gobierno polaco se reanuden las negociaciones, en las que analicen medidas para solucionar los tremendos problemas sociales y económicos de la nación.
P. ¿Debe Estados Unidos enviar comida y otro tipo de ayuda a Polonia?
R. Ni un bocado, salvo que se establezcan claras medidas para asegurar que cualquier ayuda enviada a Polonia llegue realmente a aquellos que lo necesitan. Ninguno de los alimentos que enviamos con anterioridad llegó a la población. Fueron almacenados en barracas militares. El Gobierno de Polonia trataba de matar de hambre a su propia gente. Si Estados Unidos envía comida en el futuro, la Administración debe enviar observadores para supervisar su distribución. Existe un precedente: durante la terrible hambruna rusa de los años veintes, Estados Unidos insistió en que se permitiera la entrada a Rusia a una comisión oficial para distribuir nuestra comida; el Kremlin estuvo de acuerdo.
P. ¿Debería Estados Unidos prestarle más dinero a Polonia?
R. Ni un centavo, hasta que liberen a los miembros de Solidaridad y se reanuden negociaciones honestas entre las autoridades polacas y este sindicato.
P. Señor Kirkland, ¿espera usted que Occidente permanezca firme en esta postura?
R. Sinceramente, sí. Pero no quisiera hacer apuestas. Por ejemplo, inmediatamente después del golpe militar, la Internacional Socialista, encabezada por Willi Brandt, ex canciller de Alemania Occidental, dijo que se oponía a "declaraciones de frases fuertes" y propugnó una política de "moderación y voluntad de cooperación" con la junta polaca. Esa postura fue un ultraje.
P. ¿Qué pasaría si los ejércitos del Pacto de Varsovia ocupan Polonia? ¿Qué debiera hacer Estados Unidos?
R. Deberíamos imponer sanciones económicas a todo el imperio soviético. No más envíos de trigo a Rusia, no más préstamos a ninguna nación del Bloque Oriental. Al mismo tiempo, debe producirse una genuina consolidación de la Alianza Occidental, entenderse que la defensa mutua exige un grado mucho mayor de cooperación sobre bases globales.
P. ¿Cree que el Kremlin llegará alguna vez a lograr la sumisión de los polacos?
R. No. Pueden echar a los trabajadores polacos de las fábricas. Pueden crear campos de concentración. Pero estas tácticas no harán revivir a Polonia. Mientras el pueblo polaco lleve en el corazón su espíritu de libertad, los soviéticos no habrán de doblegarlo.
DENTRO DE LA POLONIA "DEL PUEBLO"
DETRÁS de la revuelta de los trabajadores polacos está la historia del fracaso comunista en cumplir su promesa de una vida mejor. Terribles condiciones de seguridad y suciedad en fábricas, apartamentos atestados (cuando se consiguen) por el número de ocupantes, servicios médicos deficientes y chapuceros, y escasez de alimentos pesar del riguroso sistema de racionamiento— son las cacaracterísticas primordiales de la Polonia "del pueblo".
Trybuna Ludu, órgano del Partido Comunista, admitió que uno de cada seis polacos y el 40 por ciento de los niños del país viven por debajo del nivel de pobreza. Incluían a pensionados, inválidos, miembros de familias numerosas, mujeres solteras que educan niños sin recibir ayuda y parejas jóvenes agobiadas por los pagos de la renta; todos los que están en desventaja y que el sistema, en teoría, está preparado para proteger.
Hace unos años, el tiempo de espera promedio para obtener un apartamento era entre 5 y 8 años. En 1981, de más de 15 años, y en muchos lugares, incluyendo sectores de Varsovia, hasta de 25 años. "Mis padres no me anotaron para un apartamento cuando era un bebé", dijo un estudiante de 24 años llamado Krysztof. "A no ser que me case con alguien que tenga un apartamento o esté a punto de conseguir uno, no lograré el mío hasta cumplir los 50".
Funcionarios corruptos, que distrajeron materiales de construcción, construyeron villas de lujo o distribuyeron apartamentos a cambio de sobornos y favores, fueron la causa que se desataran huelgas en muchas regiones. A mediados de los años setentas, el costo promedio de las villas para los dirigentes del Partido era de 500.000 dólares. Algunas de ellas se equipaban con piscina, baño sauna y hasta planta de electricidad propia. También lucían obras de arte tomadas de museos públicos en calidad de préstamo.
La ventaja de un alto cargo no radica en los sueldos —que no son mucho más altos que el promedio— sino en los privilegios especiales. Estos abren las puertas para todo, desde el uso de autos de lujo hasta el acceso a dólares, que pueden adquirir artículos importados en tiendas especiales para "compras en dólares". De acuerdo con una ley no escrita, los altos funcionarios no pagan impuestos. Tampoco lo hacen los miembros de sus familias. Los que se encuentran en las categorías más altas, reciben pensiones equivalentes al 95 por ciento de sus sueldos. Las pensiones se pagan no sólo a miembros inmediatos de la familia, sino a nietos, hermanos, hermanas y padres.
Nada sintetiza mejor el estado en que se encuentran los servicios de salubridad en Polonia que un nuevo hospital que costó varios millones de dólares en Anin, un suburbio de Varsovia. Cuando se inauguró, sólo disponía de 60 camas, televisión a color en todas las habitaciones, una piscina y enfermeras cuyos sueldos eran el doble del promedio nacional. En él sólo se admitía a altos dirigentes del Partido Comunista o del Gobierno. A los demás se les internaba en un hospital común, de seguro abarrotado de enfermos, falto de personal, húmedo y asqueroso de sucio.
Entrevistas con docenas de miembros de los sindicatos y del Partido, funcionarios del Gobierno y polacos de medio nivel, indican que las injusticias materiales que ayudaron al levantamiento de Solidaridad, en su mayoría persisten.
—John Darnton, en "The New York Times"