QUE NO LO DOMINE SU TRABAJO
Publicado en
enero 12, 2014
Este artículo, condensado de un libro recientemente publicado en Estados Unidos, brinda sugerencias que pueden ayudarnos a ser más sanos, más felices e incluso más productivos.
Por Robert Veninga y James Spradley (Robert Veninga es investigador de la conducta y profesor adjunto en el Programa de Instrucción Sanitaria de la Facultad de Higiene Pública, en la Universidad de Minnesota. James Spradley, antropólogo urbano, en la Cátedra de Antropología DeWitt Wallace de la Universidad Macalester, en Saint Paul (Minnesota).
EL ADMINISTRADOR de cierto restaurante padece jaquecas incluso en sus días de descanso, siempre está fatigado y bebe demasiado. Una secretaria ejecutiva se deprime a menudo y llora por cualquier cosa insignificante. Un sacerdote encuentra cada vez más difícil tomar decisiones y préparar sus sermones.
Cada uno de estos individuos sufre de agotamiento laboral, una debilitante condición sicológica causada por la tensión del trabajo que no ha encontrado salida. Afecta a muchas más personas de lo que parece.
En nuestro estudio sobre más de cien ocupaciones, hablamos con enfermeras, catedráticos, pescadores, empleados de gasolinerías, veterinarios, trabajadores sociales, obreros de líneas de montaje y jueces, entre otros. Encontramos que el agotamiento por trabajo, aunque es más frecuente en algunos empleos, aparece en todos.
Un hecho nos pareció de singular importancia: el trabajo puede ser nocivo para su salud. Los trabajadores sometidos a un estudio realizado en 1979 por la Academia Estadounidense de Médicos de Cabecera, presentaron altos niveles de estrés debido al trabajo y tenían un porcentaje varias veces mayor de problemas de salud (entre los que se incluyen presiones de los superiores, fechas límite y salarios bajos, como alergias, migrañas, dolores de espalda, nerviosismo, depresión, úlceras, alta presión sanguínea e insomnio.
El Dr. Walter Menninger, de la Fundación Menninger de Topek a (en el estado norteamericano de Kansas), piensa que existe una clara correspondencia entre la tensión causada por el trabajo y los dolores y padecimientos de la vida cotidiana. Afirma: "Un dolor crónico de espalda puede significar que la carga se está volviendo demasiado pesada; la úlcera puede indicar que el individuo se está enfrentando a una situación que no se puede soportar".
Muchos observadores encuentran un vínculo directo sobre el agotamiento laboral y el bajo rendimiento en la productividad de los trabajadores. Se ha calculado que dos de cada tres empleados que se reportan enfermos cualquier día, lo hacen debido a algún problema relacionado con la tensión del trabajo. Cuando cunde el agotamiento, los trabajadores toman recesos más largos para beber café, tardan más en terminar sus tareas, cometen más errores y postergan labores que requieren atención inmediata.
De acuerdo con una investigación realizada por la revista Psychology Today, los medios más frecuentes para atenuar la tensión del trabajo fueron: comer en exceso, beber demasiado, fumar, consumir drogas y fantasear. Según esa investigación, los gerentes y ejecutivos tienden más a beber después del trabajo con el fin de disipar la tensión; al mismo tiempo que algunos supervisores y obreros calificados suelen consumir drogas durante y después del trabajo.
Las personas que sufren la crisis del agotamiento desarrollan lo que los sicólogos denominan respuesta de evasión. "Quería huir de mí empleo, de mi familia, de todo mi estilo de vida", declaró Ken Adams*, propietario de una compañía constructora de Miami. "En realidad pensé en todo, desde el suicidio hasta la hospitalización o empacar y largarme al extranjero". Una mujer nos dijo: "Pienso embarazarme para ya no tener que seguir trabajando".
Finalmente, el agotamiento puede llegar a extremos en que la vida se deteriora hasta el punto de correr peligro. Este agotamiento se entremezcla con otros problemas: alcoholismo, toxicomanía, enfermedades cardiacas y mentales.
A la vez que descubrimos que el trabajo puede ser nocivo para nuestra salud, también encontramos que es posible evitar el agotamiento. Una forma eficaz: establecer una distancia entre uno mismo y nuestro trabajo. Digámonos: "Este empleo no es lo más importante de mi vida".
No hay que autodestinarse al fracaso fijándonos metas inaccesibles. El sicólogo Matti Gershenfeld observa: "Le decimos a nuestros hijos que cualquiera puede ser presidente o secretario de la junta directiva. La verdad es que muchos no pueden; sin embargo, se fuerzan a tratar de llegar a una meta que no tienen oportunidad de alcanzar". Si nunca se llega a ser vicepresidente de una compañía, director de escuela o capataz del turno de obreros en el lugar donde se trabaja, eso no quiere decir que se haya fracasado. Es mejor decir: "Voy a tratar de hacer lo mejor posible, lo que deba hacer, pero no exageraré mi esfuerzo". Muchas personas descubren que en el momento en que dejan de preocuparse por el lugar que ocuparán dentro de cinco años, pueden relajarse y volver a disfrutar de la vida presente.
Cambiar del trabajo hacia algo distinto es otra válvula de escape. Encontrar intereses y actividades exteriores, llevar a cabo cualquier proyecto que no sea de trabajo o un pasatiempo cualquiera puede ayudarnos a reducir el estrés. Un ama de casa afirmó: "Siempre quise aprender a tocar el órgano. Cuando cumplí 47 años pensé que si no comenzaba en ese momento no lo haría nunca. Olvidé muchos de los problemas que tenía".
Tal vez ayude en algo el elegir actividades distintas de las que se hacen cotidianamente. Si se trabaja con muchas personas, tal vez convenga hacer algo sin compañía, para alterar la rutina; si se trabaja solo, entonces quizá se necesite tener a alguien a nuestro lado.
Hacer ejercicio regularmente es uno de los mejores antídotos contra el agotamiento laboral. Ciertos científicos estudiaron a unos trabajadores en el laboratorio de condición física de Exxon, en la Ciudad de Nueva York; tras seis meses de hacer ejercicio, estos empleados mostraron un importante incremento en su capacidad de trabajo. La mayor parte de ellos informaron sentirse menos cansados al término de la jornada. En una fábrica soviética se introdujo un programa de carreras para todos los empleados y el ausentismo por causas de salud se redujo a más del 90 por ciento.
Consentirse a uno mismo, aunque suene autocomplaciente, ayuda a aliviar la tensión del trabajo y reduce las probabilidades de agotamiento. Si estamos abrumados de trabajo o frustrados por los clientes molestos, debemos tomar una serie de minivacaciones (en vez de una sola de dos semanas juntas), o inscribirnos en un curso nocturno en algún centro educativo de la comunidad. El objetivo clave es romper la rutina.
Un trabajo aburrido puede producir agotamiento al igual que otro emocionante, pero con demasiadas presiones. Si en su trabajo no aprovechan sus capacidades, si le hacen sentir que lo que realiza "hasta un chimpancé podría hacerlo", tal vez necesite participar en algo que valga la pena.
Daniel Klein estaba atrapado en la rutina de vender seguros cuando su sacerdote le pidió que vigilara a unos chicos en una excursión. Se divirtieron tanto que en la actualidad Daniel se pasa por lo menos dos tardes a la semana trabajando con el grupo juvenil de la parroquia.
Una de las formas más simples y eficaces de combatir un día de trabajo tenso y lleno de presiones consiste en modificar la forma en que empieza nuestra jornada. Jack Carlson siempre se levantaba de la cama de un salto, bebía una taza de café, se lanzaba a una calle atestada, reñía por un lugar para aparcar el auto y llegaba a la oficina tenso como resorte. A veces le empezaba la jaqueca antes de las 9 horas, pero por lo general antes de mediodía.
Una mañana se despertó a las 5:45. Se quedó en cama pensando lo delicioso que sería desayunar unos huevos revueltos, tocino y hojuelas de papa fritas. A las 6:14 salió de su casa, tomó la autopista y se detuvo en un pequeño restaurante cercano a su oficina. Pidió un desayuno abundante y bebió lentamente una taza de café caliente.
Luego del desayuno se fue caminando a la oficina. No había llegado nadie. Durante la siguiente media hora se dedicó a organizar las labores del día. Cuando los otros empleados llegaron en tropel, él se reclinó y sonrió. Esa noche de regreso en casa aún sentía los efectos calmantes de ese lento inicio de la jornada.
Si nuestro empleo parece no ofrecer alguna alternativa, no importa que tan poco poder formal tengamos, podemos modificarlo. Kenneth Neiderhoff tenía un trabajo de perforador que parecía ofrecer pocas posibilidades de transformación. "Es estúpido", dijo Kenneth, "pero hasta dormido sigo perforando tarjetas". Sus colegas perforadores compartían esta desdicha. Aunque se sentían impotentes, presentaron 75 sugerencias para transformar sus empleos. La administración aceptó muchas de las recomendaciones, en particular las que daban a los empleados un mayor control sobre su trabajo. Los resultados asombraron a todos. El ausentismo se redujo un 24 por ciento. El número de tarjetas perforadas cada hora ascendió casi un 40.
Indudablemente, la tensión del trabajo puede ofrecer aspectos suplementarios negativos: agotamiento emocional, úlcera, alta presión sanguínea o algo peor todavía. Puede dejarnos indiferentes y enojados, contrariados con nuestro cónyuge e hijos, incapaces de disfrutar de nuestras veladas y fines de semana. En fin, puede ser la bancarrota de nuestra existencia.
No tiene que ser así. Haciendo caso de los síntomas físicos, poniendo las metas profesionales en perspectiva y comprendiendo la naturaleza del agotamiento provocado por el trabajo, todos podemos aprender a controlar nuestros empleos, en lugar de permitir que estos nos controlen.
* Los nombres de las personas en todos los casos son ficticios.
CONDENSADO DEL LIBRO "THE WORK STRESS CONNECTION: HOW TO COPE WITH JOB BURNOUT". © 1981 POR ROBERT L. VENINGA Y JAMES P. SPRADLEY.