Publicado en
enero 26, 2014
Un bebé no va a borrar las desavenencias que existan en una pareja.
Por María Rosa Espinel de Massú.
Un niño por nacer... una bendición del cielo, una promesa de vida. Sí, eso es lo que significa un bebé por nacer... pero lo que NO es ni nunca ha sido, es un factor determinante para salvar un matrimonio que se va a pique, lograr una boda en la que no hay un verdadero deseo de que se realice por parte de alguno de los dos en la pareja.
Muchas veces, cuando un matrimonio está al borde del desastre y se ha intentado todo para sacarlo a flote, sin resultado alguno, escuchamos decir que "un nuevo hijo lo salvaría". Es un craso error , en el que por desgracia se incurre en demasiadas ocasiones. En especial, las esposas piensan que van a retener a un marido que pugna por deshacer su hogar con el advenimiento de un hijo... que va a ser el lazo que los una y que por arte de magia, un bebé va a borrar las desavenencias, los problemas y las discordias.
El matrimonio en conflicto es el que más necesita de TIEMPO para los cónyuges, para dedicarse el uno al otro, para adentrarse en el interior, en el ánimo e incluso en los pensamientos de la pareja, para tratar de desechar los errores posibles cometidos, y darle frescura y renovación a la relación de dos personas que amándose, no pueden vivir juntas sin pelear por tal o cual motivo... motivo que, una vez dilucidado, debe ser eliminado, corregido a fuerza de dialogo, de comunicación, de comprensión, de mutua dedicación.
SIN COMUNICACION
Un niño recién nacido, con su maravillosa experiencia de venir al mundo, requiere de las atenciones de sus padres, en especial de su madre, quiendeberá restarle a sus actividades normales un gran número de horas para dedicarlas al bebé: ser madre a tiempo completo, es precisamente lo opuesto a poder comunicarse, a dialogar, a dedicarse a superar el conflicto matrimonial que los aqueja.
Nadie niega el cariño que sentirán por el recién llegado, pero eso no necesariamente es razón de "unidad" sencillamente, Papá lo ama muchísimo... mamá también. ¿Pero, entre ellos? ¿Sucedió acaso algo distinto para que la relación mejore?
La paternidad no necesariamente implica felicidad conyugal. La extraordinaria experiencia de ser padres cada vez, no significa que sean mejores esposos o esposas, no hablando precisamente de "esposos" en el sentido de proveer a su familia o cumplir sus deberes como jefe del hogar, ni "esposas", en el concepto de estupendas amas de casa. Todo eso, ambos pueden serlo, sin que por eso tengan un matrimonio exitoso, porque falta el ingrediente principal: el equilibrio como pareja, el consenso específico de una buena relación como cónyuges, sin detrimento de ser los mejores padres.
Un niño solo debe de venir a un hogar estable. Si la pareja tuvieran esto bien en claro, si se detuvieran a pensar en lo que le va a ofrecer a un niño que no ha elegido venir al mundo por sí solo, se lograrían, seres humanos más equilibrados, mas seguros, con mayores probabilidades en todos los campos que ofrece la vida. Un niño que crece ante la "turbulencia" de un matrimonio conflictivo, será candidato a convertirse en un adulto conflictivo. Si se tienen los hijos en la mejor armonía y luego el matrimonio se deteriora, es diferente... pero de ahí a tenerlos, para en cierta forma "usarlos" como ancla y evitar un divorcio, es inadmisible y desaconsejable.
REVIVIR EL ROMANCE
La oportunidad de que los esposos puedan renovarse como pareja, de que puedan"revivir" el romance que los uniera un día, necesita de tiempo... tiempo que será destinado al cuidado del bebé, por lógica.
Hay esposos que sienten una especie de "celos" ante la constante dedicación de su cónyuge con el niño, sin menoscabo del amor que sienten por él, y de la misma forma, la mujer que acaba de dar a luz, se torna supersensible, por no mencionar que durante el embarazo puede sentir los estragos propios de su estado e incluso "no verse bonita ni deseable".
Bienvenido sea ese hijo que reafirma la unidad matrimonial, el concepto más puro de familia, que significa a rúbrica del afecto, el fruto del amor y del deseo de permanecer juntos por el resto de la vida. Ese es el mejor regalo de advenimiento que le podamos dar a un hijo concebido por un matrimonio feliz y no para que "talvez" -a raíz de su llegada- así lo sea.
En otro aspecto, existe la mentalidad de que la venida de un niño "puede forzar" a que un matrimonio se lleve a cabo. Cada día es más frecuente escuchar que viene un bebé en camino y que por eso, "fulano y sutana se casarán pronto". Pueden haber situaciones inesperadas, sí, pero no es lo que sucede en todos los casos, sino que por desgracia, en muchos de ellos se busca el embarazo, como "el empujón" para que él -o a veces ella- se decida a la postergada o jamás mencionada boda.
¿Cómo puede ser sólida una relación que se basa en este tipo de engaño...? Siempre las cosas forzadas son sujetas a cuestionamientos y realmente son matrimonios que lejos de empezar con las premisas lógicas, lo hacen por una vía anexa. Las estadísticas son alarmantes en este sentido.
TIEMPOS DIFICILES
El reproche, que expone quién forzó de tal manera el matrimonio, suele no ser a un largo plazo. A la menor dificultad por la que pasa la pareja -esas dificultades tan propias de los matrimonios nuevos- vendrá el discurso de quién se consideró empujado a casarse, sin desearlo, tan solo presa de las circunstancias. Eso perjudica la relación matrimonial, enraíza resentimientos y la cadena se desarrolla; incluso hay el peligro de que con el tiempo y la costumbre, el hijo o la hija, producto de un embarazo prematrimonial, escuche una discusión entre sus padres, al respecto, con las terribles consecuencias psicológicas que conlleva.
Un niño, antes que una "pertenencia" es una vida, es un ser que se abre a los sentidos, a los afectos, a los conocimientos, y no solo a la mera supervivencia.
Fuente: Revista HOGAR, Enero 2002