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diciembre 15, 2013
Cuesta. Hierro Patinado, 1987. Primer Premio Salón Mariano Aguilera, Municipio de Quito, 1987. 1.5 x 0.60 x 0.35 m.
Por Hernán Rodríguez Castelo.
Paulina Baca llega algo tardíamente a la escultura, pero la asume con pasión y lucidez. A sus veintiséis años, en 1980, se matricula en la Facultad de Artes de la Universidad Central, tras largo itinerario por otras facultades, casada ya y con niños. Allí se decide por la escultura, y a la escultura orienta la formación que recibe durante cinco años y que culmina con la licenciatura en artes. Para el hallazgo de su expresión escultórica resulta decisiva la enseñanza de Milton Barragán. Dentro de las poéticas contemporáneas del deshecho, Barragán recupera para variadas formas escultóricas de exacta estilización y penetrante expresión de lo humano -desde visiones finamente irónicas de la antigüedad clásica hasta señalamientos de problemática contemporánea- deshechos metálicos industriales: varillas, tubos de latón, planchas de hierro y acero. Paulina -al igual que varios compañeros de promoción- capta certeramente las posibilidades expresivas y estéticas de esos materiales y el sentido, agudamente contemporáneo, de esa poética, y por allí se traza sus caminos de escultora.
LA FIGURA HUMANA Y EL VOLUMEN
En una primera etapa -todavía en la Universidad- Paulina Baca trabaja en arcilla. Buen artista y mejor maestro, César Bravomalo enseña a sus jóvenes alumnos los secretos del modelado. Y son alumnas las que -a juzgar por lo que hemos podido ver en los años siguientes- mejor captan su enseñanza: varias de ellas lograrán pequeñas piezas memorables. Paulina es una de esas aprendices de buen ojo y fieles manos.
La escultora cierra este período de figura humana y volumen con un primer triunfo: con Desnudos negros, fundido en bronce, obtiene la Primera Mención de escultura del Salón "Mariano Aguilera" de 1985.
Desnudos negros es un grupo de tres figuras desnudas, de estilización exacta y composición armoniosa. Obra rica de sentidos, siéntese en ella solidaridad, desolación, fatiga, sueño.
Arcana. Hierro patinado, 1988. 45 x 50 x 14 cms.
HACE EL HOMBRE NO PARA EL HOMBRE
Pero para ese 1985 Paulina está metida ya de lleno en el metal. Trabaja con lámina de acero. Silueteando lámina de acero y montando esas piezas busca expresión escultórica para lo arquitectónico. Planta paredes espesas y herméticas, apenas abiertas en pequeñas ventanas; entre pared y pared proyectadas hacia un punto de fuga surgen calles y callejones que conducen a algún enigmático espacio.
Crea una suerte de escenografías para lo humano, que material y austera geometría tornan duras, casi inhóspitas. En ellas aloja alguna vez figuras humanas, pero elementalísimas y diminutas. Como para señalar que esas construcciones no están hechas en función del ser humano ni a su escala.
Aun más hiriente es esa falta de relación entre el escenario y él actor humano en construcciones alusivas a lo complejo y monumental de lo arquitectónico. Para la artista la arquitectura ha perdido su sentido de lo humano, y el hombre se ha visto sumido dentro de inhumana geometría, desolado y perplejo.
La línea era severa, casi ascética. Una suerte de descanso fueron las escaleras. A paredes, rampas, calles, bloques, o elementales o sólidas, siempre austeras, se sumaron escaleras que aportaban variedad por su sucesión de escalones y ritmo con sus tramos en ascención. Pero también estas escaleras tuvieron su dosis de desnudez: fueron escaleras a ninguna parte. Una escalera -Escalinata II- le valió a Paulina otra Primera Mención en el "Mariano Aguilera". A año seguido de la anterior, en 1986.
Completa la artista sus búsquedas de este tramo usando pátinas y acidaciones. No se trata de pintar la escultura, sino de acentuar visualmente la relación entre los planos y conferirles luz especial. Con pátinas y acidaciones se completa el instrumental expresivo para la visión del mundo urbano del hombre en que Paulina se había empeñado. Buen remate de la empresa fue, en 1987, el Primer Premio en escultura, obtenido en el "Mariano Aguilera" con Cuesta.
Cuesta es obra simplísima, de gran eficacia visual. Planchas de hierro patinado que crean efecto de perspectiva profunda, hacia una apertura de espacio y luz. Acidaciones de verde para intensificar el efecto espacial y de asordinada luminosidad.
Ciudad Perdida. Hierro Patinado, 1988. 62,5 x 70 x 70 cms.
INTERMEZZO Y NUEVA GRAN EMPRESA
Amable intermezzo es Bodegón, pieza distinguida en el Salón de Julio de Guayaquil de 1987 con Mención de Honor. Rompe la austera casi bidimensionalidad de la lámina metálica y aloja en una media luna una como flor de varilla y lámina doblada, y pequeño conjunto de chatarra soldada. Lo femenino, con su capricho y primor, hizo de hierros de deshecho deliciosa canastilla floral.
Toro, de 1988 (ver portada), cumple con el compromiso de una exposición colectiva taurófila o tauromáquica dibujando, con varilla, un dibujo de matriz picassiana, con breve plancha de lámina para sugerir testa que soporte las astas de resina. Figura antiheroica, pero con la dignidad que muchos artistas han sabido dar al cruel motivo.
Lo que viene después otra vez apunta a lo grande.
Otra vez el enfrentamiento con la ciudad que el hombre ha hecho a espaldas del hombre. Esta vez la solidez del volumen-bloque. Bloque hierático, aplastante. Que conjuga lo aplastante de los monstruos de la ciudad contemporánea con las murallas y castillos que aplastaban a la aldea medieval. Rico juego de planos rompe cualquier posible monotonía, sin perder rigidez. Y en lo alto de la tremenda construcción, piezas de chatarra. Sobre el estilizado bloque -de inhumana belleza-, a modo de corona, deshechos de la sociedad industrial.
Aquí veo la obra de peso de Paulina Baca. Aquí está lo suyo, propio, nuevo y grande.
Pero en esta artista inquietud y sentido estético, y, sobre todo, amor al metal y voluntad de sondear todas sus posibilidades, producen variadas piezas válidas. Como una nave de trazo muy estilizado -en la línea de los dibujos con que ilustraban códices antiguos- sobre una ola metálica de trazos rectos. Dibujo que cobra consistencia en el aire, contra el espacio vacío.
O como una figura humana resuelta (o por resolver) con láminas de latón y planchas de hierro, cortadas, dobladas y soldadas, en la que la hallo trabajando, en agónica búsqueda de síntesis de los viejos cánones con las nuevas deformaciones, todo ello sin violentar el material y, dijéramos, adensando silencios que permitan escuchar lo que el material, tan frío y hermético para el común de los mortales, le dice.
Toro. Técnica mixta: resina y metal patinado, 1988. 1,25 x 1 x 0,15 m.
Fotos: Paul Marggraff