LAS MARAVILLAS DE LA GIMNASIA CEREBRAL
Publicado en
diciembre 22, 2013
Por Christopher Matthews.
A sus 16 AÑOS, a Alex* le costaba trabajo llevarse el tenedor a la boca. Tenía un cociente intelectual muy bajo y un vocabulario sumamente limitado. Las letras y las figuras no tenían ningún significado para él.
Según los médicos, era difícil que lograra algún progreso importante porque sólo tenía medio cerebro: a los ocho años le habían extirpado quirúrgicamente el hemisferio izquierdo para poder prescindir de los anticonvulsivos que debía tomar, ya que era epiléptico.
En Inglaterra, su país natal, los especialistas pronosticaban que jamás aprendería a leer ni a escribir. Fue entonces cuando su madre oyó hablar del profesor Reuven Feuerstein, un psicólogo israelí que había obrado verdaderos milagros en casos que parecían irremediables. Alex pasó dos años con él en Jerusalén.
Conocí al muchacho en el verano de 2000, cuando, ya de 19 años, llevaba la tupida melena teñida de rubio, y me saludó con un alegre apretón de manos. Entregándole una nota que había recortado de una revista, le pregunté:
—¿Me lees esto?
—¡Claro! —contestó y, poniéndose los anteojos, empezó a leer—: "Cuando se conoce a Alex, no da la impresión de ser un muchacho especial ni fuera de lo común. Tiene en la cabeza una mancha que se parece mucho a la de Gorbachov..."
Al reconocer su descripción se le dibujó una sonrisa en el rostro.
En Jerusalén, el joven que tenía apenas medio cerebro no sólo había aprendido a leer y a escribir, sino las operaciones aritméticas básicas.
LA REVOLUCIONARIA LABOR de Feuerstein ha ayudado a llevar una vida más plena y en ciertos casos normal a miles de niños a los que se consideraba casos perdidos por padecer alguna minusvalía mental
En un aula del centro de Jerusalén, vi cómo Alex y otros dos jóvenes alumnos de Feuerstein practicaban la "orientación en el espacio", uno de los diversos ejercicios de "gimnasia cerebral" que ha concebido el profesor.
Frente a ellos, en una mesa, había un dibujo de un cuadrado que, visto desde su ángulo, tenía una casa al fondo, un árbol a la derecha, un macizo de flores en primer plano y un banco a la izquierda.
Ruthie Kaufman, instructora de la escuela de Feuerstein, le pidió a Alex que se imaginara a un niño parado en el centro del cuadrado, mirando hacia la derecha.
—Problema —anunció Ruthie—: ¿Qué ve el niño enfrente de él?
—Un árbol —contestó Alex sin vacilar y sin equivocarse.
A continuación los muchachos empezaron a turnarse para plantear los problemas, que poco a poco fueron volviéndose más difíciles.
—Si el árbol está a la derecha del niño, ¿hacia dónde está mirando él? —preguntó uno.
—Hacia la casa —contestó Alex incorrectamente (la respuesta correcta habría sido hacia las flores).
—¿Por qué te equivocaste? —le preguntó Ruthie.
—Porque no pensé —respondió él—. No estaba concentrado.
Al igual que otros ejercicios de Feuerstein, el de orientación en el espacio ha ayudado a los alumnos a adquirir diversas aptitudes de razonamiento elemental, me explicó más tarde Ruthie. Les ha enseñado que puede haber distintos puntos de vista, y a adoptar estrategias para resolver problemas; por ejemplo, pensar antes de responder, o bien, revisar el trabajo realizado.
REUVEN FEUERSTEIN era hijo del rabino de la ciudad rumana de Botosani. Cuando tenía ocho años, un cochero analfabeto le pidió que le enseñara a leer la Torá, y le prometió pagarle con su reloj de bolsillo.
"Aprendió a leer, pero no hubo reloj", dice riendo Feuerstein, ya de 80 años. "Es la historia de mi vida". Y es que este pedagogo siempre ha tenido por norma no cobrar por sus servicios, y su Centro Internacional para el Mejoramiento de la Capacidad de Aprendizaje (CIMCA), en Jerusalén, se sostiene sobre todo gracias a donativos.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Feuerstein tenía 19 años y estudiaba psicología en Bucarest. Colaboró con la resistencia judía, que enviaba de contrabando a Palestina a los hijos de los judíos deportados por los nazis a campos de concentración.
En 1944 lo hicieron embarcarse a Tel Aviv, y después de la guerra organizó dos campamentos de enseñanza para niños sobrevivientes del Holocausto que habían sufrido traumas y tenían mal desempeño en la escuela. En 1948 estaba convaleciente de una tuberculosis y lo enviaron a restablecerse a Suiza, donde poco después fue discípulo del gran pedagogo Jean Piaget, considerado por muchos el padre de la psicología del desarrollo.
Cuando volvió a Israel, se dedicó a desarrollar el Método de Feuerstein para ayudar a niños que iban rezagados en la escuela o padecían retraso mental. El método consta de 14 series de ejercicios encaminados a mejorar la inteligencia y la capacidad de aprendizaje; se ha traducido a 17 idiomas y actualmente se utiliza en unos 55 países.
EN OTRA OCASIÓN me quedé observando a Daniel,* un niño neoyorquino de 11 años, que estaba enfrascado en un laberinto de puntos impreso en una hoja. El chico, al que le habían diagnosticado un cociente intelectual bajo e incapacidad para concentrarse durante mucho tiempo, unió cuatro puntos con el lápiz y formó un cuadrado, y luego otros tres y formó un triángulo. Absorto en su tarea, pasó al siguiente problema.
La "organización de puntos", que suele ser el primer ejercicio del Método de Feuerstein, ayuda a los niños que tienen un concepto muy esquemático de la realidad a poner orden en el caos de su mente. Los ejercicios se van volviendo cada vez más complicados, como yo mismo lo comprobé cuando me tardé diez minutos en resolver un problema de mediano grado de dificultad.
Feuerstein estaba sentado junto a Daniel, animándolo con un sincero "¡Bravo!" cada vez que acertaba.
Muchos educadores creen que a los niños de lento aprendizaje hay que asignarles sólo tareas fáciles, casi siempre manuales. Feuerstein prefiere plantearles problemas intelectuales difíciles. A los puntos siguen ejercicios que agudizan la capacidad de análisis y organización, y estimulan el pensamiento abstracto.
"El cerebro, aunque esté lesionado, puede regenerarse", me explicó. "Un bajo cociente intelectual es un estado, no un rasgo de carácter, y los estados se pueden cambiar. Yo quiero ayudar a los niños que sufren deficiencias mentales a cambiar para que puedan llevar una vida plena".
Tradición familiar- Rafi, hijo de Feuerstein que dirigirá algún día el instituto de su padre, instruye a Yonatan Davis, chico que sufre retraso mental a causa de un trastorno cerebral contraído a los 11 años.
ROBERTO* era un niño bien parecido al que le habían diagnosticado autismo en su natal Costa Rica. Tracy Stevens, una joven instructora del CIMCA, se sentó con él a una mesa y dibujó un cuadrado.
—Éste es un cuadrado —le dijo, hablando despacio—. Tiene cuatro lados. —Trazó otro cuadrado, más grande, junto al primero—. ¿Son iguales?
Roberto estaba mirando al techo. Tracy extendió la mano y la puso sobre la de él, palma contra palma.
—¿Cuál es la diferencia entre nuestras manos?
—La mía es más chica —contestó Roberto entre dientes.
—jMuy bien! —lo felicitó ella—. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre los cuadrados?
Al avanzar la lección, Roberto dejó de mirar en todas direcciones; respondía de mejor gana y acertaba con más frecuencia. Si se equivocaba, Tracy repetía la pregunta o la formulaba con otras palabras, y si contestaba bien, lo elogiaba. Luego dibujó un hexágono y le preguntó:
—¿Cuántos lados tiene?
Roberto los contó con el lápiz.
—Seis —respondió sin vacilar.
Era dificil creer que se trataba del mismo niño de hacía media hora. Con cuadrados y triángulos, Tracy le había enseñado la idea de las diferencias y similitudes, y el concepto de relación, herramienta básica que utilizamos para ordenar y comprender el mundo que nos rodea.
ACOMPAÑÉ A FEUERSTEIN en un viaje de tres horas a un kibbutz de la región del Négueb, donde dos de sus ex alumnos, ambos con síndrome de Down, iban a casarse.
El novio trabajaba en la granja del kibbutz y componía versos; la novia era ayudante en un jardín de niños. Los dos abrazaron al profesor con gran efusividad.
Los logros de Feuerstein con los enfermos de síndrome de Down son asombrosos: ha demostrado que pueden llegar a ser autosuficientes.
"Antes de ir a Israel, no podía expresar mis emociones porque no sabía cómo llamarlas", me dijo Peetjie Engels, una joven holandesa de 23 años a la que visité en su país. Tiene síndrome de Down, y de niña sólo podía comunicarse por medio de palabras sueltas. A los nueve años empezó a estudiar con el Método de Feuerstein.
"Los ejercicios de los puntos me enseñaron a concentrarme y a atacar los problemas sistemáticamente", cuenta. Aun más importante fue que la ayudaron a abrir la mente al mundo del pensamiento abstracto. Como no tenía permitido hacer ensayos preliminares con el lápiz, se veía obligada a imaginarse "líneas virtuales" entre los distintos puntos de la página para que, al unirlos, se formaran las figuras.
Peetjie descubrió luego que manzanas y naranjas se parecen en forma, pero difieren en sabor. Así aprendió que algunas cosas pueden ser iguales y distintas a la vez. Actualmente se está capacitando para ser ayudante de jardín de niños y vive sola, no lejos de la casa de sus padres, en Schinnen.
EL MÉTODO de Feuerstein tiene cada vez más aplicaciones fuera del grupo que era su objetivo original.
Avi, un soldado del ejército israelí, sufrió una extensa lesión cerebral cuando, hace unos cinco años, un francotirador le pegó un tiro en la cabeza. Cuando llegó al CIMCA, al cuidado del doctor Rashmi Sharma, un joven psicólogo indio, su vocabulario se había reducido a unas cuantas palabras.
"Para que pudiera aprender a leer otra vez fue necesario volver a desarrollar su capacidad para utilizar símbolos", recuerda Sharma. Avi ya lee, y su vocabulario ha aumentado considerablemente.
Impresionado por éste y otros logros, el gobierno israelí firmó un contrato con el CIMCA para rehabilitar a los soldados que sufren lesiones en la cabeza.
Algunas empresas, como la estadounidense Motorola, también han experimentado con el Método de Feuerstein para mejorar el desempeño de sus ejecutivos.
Una de las principales compañías israelíes, las Industrias Aeronáuticas de Israel (IAI), acudió al profesor para aumentar la capacidad de aprendizaje de sus empleados. Al cabo de 60 horas de adiestramiento, los técnicos de IAI podían identificar y resolver desperfectos de las aeronaves con más rapidez y precisión, y una mayor proporción de ellos eran capaces de conseguir la licencia de mantenimiento de la aviación civil.
El Método de Feuerstein también ayuda a estudiantes no discapacitados en escuelas de todo el mundo. En Brasil, por ejemplo, el populoso estado de Bahía está introduciendo un curso que comprende todo el método entre las materias del plan de estudios de enseñanza media. Es el programa más ambicioso de este tipo jamás puesto en práctica, y terminará de impartirse a 600,000 estudiantes de 500 escuelas en un lapso menor de tres años.
EL MÉTODO de Feuerstein aún es visto con recelo en algunos círculos académicos. Sin embargo, una de las mayores autoridades en el campo de la enseñanza, Robert Sternberg, profesor de psicología y educación de la Universidad Yale, comenta: "Feuerstein será recordado como una de las más grandes figuras del siglo XX en el movimiento por el desarrollo de las capacidades humanas. Ha hecho una notable contribución a nuestro conocimiento sobre esas capacidades y sobre la posibilidad de modificarlas".
UNA MAÑANA de diciembre de 1988, a las 8:15, Reuven Feuerstein entró en un aula de la Universidad de Bar-Ilan, en Ramat Gan, y anunció a sus alumnos:
—Felicítenme. Me complace decirles que ya soy abuelo. Mi nieto tiene síndrome de Down.
Ahora agrega: "Les había dicho a infinidad de padres que el nacimiento de un niño con síndrome de Down debe ser motivo de alegría y no de tristeza; y cuando nació mi nieto Elchanan, me sucedió a mí. Muchas veces me había preguntado cómo reaccionaría, pero pasé la prueba. Mi nieto es para mí una fuente de alegría".
Me quedé mirando cómo se alejaba por un corredor el hombre que les ha cambiado la vida a miles de niños. Llevaba de la mano a una pequeña figura: su nieto Elchanan, que ya tiene 12 años. Feuerstein le ha enseñado con su método casi desde que nació, y el chico se está desempeñando bien en una escuela para niños no discapacitados.
—Va a crecer y a casarse, y tendrá un empleo normal —me dijo su abuelo.
—¿Qué clase de empleo? —le pregunté.
—Maestro, tal vez.
EJERCICIO (respuesta al final)
* Los nombres se han cambiado para proteger la vida privada de las personas.
Fotografias de Ricki Rosen/Saba.