LA MISERIA DE LA SOLEDAD EXTREMA
Publicado en
diciembre 07, 2013
Por Jorge Enrique Adoum.
EI Señor había dicho "No es bueno para el hombre que esté solo", y de la costilla que tomó de su cuerpo mientras dormía hizo a la que sería hueso de sus huesos y carne de su carne. Cierto es que no le dijo que tampoco era bueno que estuviese solo con ella, y por eso los maldijo. Pero Adán no supo qué era la soledad sino después de haber conocida a Eva. Y la larguísima experiencia que va de entonces a hoy parece habernos enseñado que la soledad es enfermedad mortal y que más vale ganarse el pan con el sudor de la frente y parir con dolor (esto, por lo menos, se puede evitar ahora) que estar solo. Sin embargo, puesto que como dicen (los ricos) la riqueza no hace la felicidad, los esfuerzos que desde Adán se han hecho para alcanzar hoy día ese tipo de sociedad próspera y desarrollada que se nos presenta como el nuevo paraíso, del que no nos han echado sino en el que no hemos entrado todavía, parecen haber conducido a una soledad paradójicamente mayor mientras mayor es el número de personas que podrían ayudarse y hacerse compañía.
A esta profundísima y original reflexión me condujo hace poco la lectura obligada -por un retraso en la salida de un avión, con lo cual terminé de leer antes de hora la novela policial que debía durarme todo el viaje- de la sección "De vous á vous" y "Rencontres" en dos revistas europeas (que no constituyen en esto, ni mucho menos, una excepción): Le nouvel obvervateur de París, tal vez la publicación más seria de Francia, y L'hebdo de Lausana, una suerte de Times Magazine suizo.
Se trata, como se desprende de esos títulos, de avisos clasificados por medio de los cuales los solitarios buscan compañía. Son, al parecer, numerosos: ambas revistas aparecen semanalmente y cuento más de cien en una y más de cincuenta en la otra. Y, evidentemente, no son todos los que están, pues hay una primera selección establecida por las tarifas de los anuncios: en el Nouvel observateur, 130 francos franceses la línea de 28 letras o espacios, más 130 francos por domiciliación y 55 francos por reexpedición del correo. Eso conduce a la utilización obligada de tantas abreviaciones que hacen del texto un verdadero criptograma que, no siendo uno lector habitual de tales avisos, se requiere, para descifrarlo, de una capacidad adivinatoria o deductiva especial. He aquí un aviso tipo:
75. JF. 33 a. cél., ét. sup., b. phys., charm., agr., gde., ch. H.+35 a., lib., charm., sit., pr. rel. dur. 'a 2. Ecrire journal, réf. 35210X
Lo que significa: "París. Mujer joven, 33 años, soltera, estudios superiores, buen físico, encantadora, agradable, alta, busca hombre de más de 35 años, libre, encantador, buena situación, para relación duradera entre dos. Escribir a la revista, al número de serie 35210X" (lo que garantiza el indispensable anonimato).
El texto en francés tiene 141 signos, lo que supone cinco renglones, o sea, en total, 835 francos, que a la cotización actual media de 80 sucres da la suma de 66.800 sucres por cada vez que se inserte el anuncio, puesto que nada asegura una respuesta inmediata. Alguien ha pagado, por un aviso sin abreviaciones, la suma de 254.000 sucres; la explicación la da él mismo: "... Un detalle, soy millonario pero tengo suficiente personalidad para que incluso en el caso de que vinieras a mí sólo por el dinero termines por olvidarlo y hacérmelo olvidar". Decididamente, tratar de acabar con la soledad resulta muy caro.
Más que complacencia en la manera de verse a sí mismo, el tono se asemeja al de la publicidad comercial: los hombres son, de modo inevitable, esbeltos, sensuales, viriles, francos, de hermoso aspecto físico, deportivos, finos: uno de ellos se define a sí mismo como "Divino marqués, 38 años, libre, culto, epicúreo..." (Hay quien no, describe su físico sino su situación: "¿De qué sirve la riqueza si es para envejecer en la soledad y la desesperanza? Sólo una muchacha muy joven podría impedir que me hunda."). Las mujeres son, sin excepción, lindas, encantadoras, bien formadas, tiernas, sensuales, disponibles, de ojos verdes. Lo que lleva a dudar de la autenticidad de tales virtudes -o a pensar que están compensadas con defectos inconfesados- es precisamente el hecho de que no hayan encontrado con quien "salir, conversar, comunicarse, ir al cine o al teatro o a escuchar música", ni con quien "viajar o practicar deportes", porque eso es lo único que buscan, aunque es verdad que los varones (con excepción, por ejemplo, de ese "Gay, macho, good looking, straight acting, 40 años, Sparkling blue eyed, viril, afectuoso, serio, reservado, sentimental, autónomo, bi (sexual), busca amigo para salidas, viajes, deportes, etc. Barbudos y bigotudos son bienvenidos") quieren siempre que la mujer sea "sensual" y "bonita" y piden su fotografía (porque tampoco se trata, con el pretexto de la soledad, de hacerse cargo de algún esperpento solitario). Las mujeres se describen, inevitablemente, como "bonitas" y "sensuales" y unos y otras se hacen a la idea o la ilusión de "una relación duradera en caso de afinidad". He encontrado sólo un aviso en que alguien pide amor, sin detalles ni promesas, como se pide un salvavidas: "Mujer joven, 35 años, harta de la soledad y desesperada busca caballero serio y sincero que la quiera, que la ayude."
Me pregunto, sin tratar de hacer esfuerzo alguno para imaginar su encuentro, si se habrán leído recíprocamente y escrito una a otra esas dos mujeres que en la misma columna de la misma página del mismo número de la misma revista escriben, la una: "De mujer a mujer, poco menos de la cuarentena, libre y sin hijos, cierta moral, pero pocos convencionalismos, entusiasta, con intereses múltiples,anhela encontrar amiga de edad similar para una relación durable y de calidad basada en el respeto"; y la otra: "Encantadora mujer joven, la treintena, alta, delgada, bisexual y no libre, desea encontrar amiga femenina, distinguida, delgada, llena de encanto, dulce, libre o no, para saborear entre las dos momentos que saben a miel".
Como puede suponerse, hay los que no sólo están solos sino que además, son difíciles y exigentes: "Bello hombre joven, 35 años, divorciado, (etc...) busca compañera muy comprensiva, de 28-40, preferentemente practicante de equitación, porque ese es mi fantasma. Atención: debe ser de tipo Rubens." O, también: "mitad hombre mitad niño, en la veintena, que ya no se satisface con los amores pueriles, busca su doble en una mujer con la que le gustaría entablar intensas relaciones edípicas, todo ello sobre un fondo prohibido." (Ningún subrayado es mío). Y hay los que, a más de todo, denotan cierta pedantería, a menos que se trate de pura propaganda: "Hombre de 50 años, alto nivel, experto en el arte de las caricias ofrece a una mujer muy joven o a una joven no enteramente satisfecha el descubrimiento del placer." Otro: "Escritor de origen mediterráneo, 40 años, ecléctico, bello, grande, afectuoso y espontáneo, busca joven suiza o extranjera, bella, sensual, y culta (artista o escritora) para celebrar juntos a Baco y a otras divinidades paganas. Respuesta garantizada. Discreción."
(Esto es en Suiza donde las tarifas son módicas: el anuncio, con un "máximo de 40 palabras sin abreviaciones", cuesta 30 francos suizos -o sea sólo 9.000 sucres-, lo que permite explayarse a peligrosas literatas: "Robinsona, 33 años, náufraga solitaria en un océano de hormigón, busca cómplice llamado Viernes, 30-40 años, para evadirse de la isla salvaje de la soledad." O también: "Amo el chorro de oro líquido que se derrama cada mañana en el lago de Neuchatel en el momento en que el sol hace su aparición. Amo el mar en invierno, la soledad entre dos, la primavera y el otoño, la pasión, la sensualidad, el humor. Linda morena de 40 años, te espero, caballero de mis sueños, amante-cómplice, compañero de una vida entera. Una foto, por favor.")
Hay exigencias específicas: se pide, por ejemplo, que quien responda al aviso sea vegetariano o que no fume: otras, que obedecen a necesidades o caprichos particulares, son más o menos frecuentes, aunque no siempre tan complejas como ésta: "Pareja de 35-40 años busca gatita pícara y sumisa para saborear el placer entre tres." Con lo cual estamos ya a cien millas de la soledad.
Porque yo hablaba de quienes llegan a casa tras el trabajo y no tienen nadie que les espere para cenar juntos, conversar aún cuando fuera sobre las penas del día, oir música o inclusive ver la televisión acompañados: en una palabra, probarse a sí mismos, gracias a la presencia del otro, la propia existencia. De ahí que quienes ni siquiera han oído hablar de tales anuncios y mucho menos de su (desconocida) eficacia, hayan resuelto a medias su problema comprándose un perro o un gato, con el que hablan y hasta se disputan, o dejando al salir por la mañana encendida la luz eléctrica para ver desde la calle la ventana iluminada al volver por la noche. Aunque, decididamente, tratar de acabar con la soledad resulte caro.