Publicado en
diciembre 15, 2013
Lo que me pasa a mi es lo mismo que le pasa a la gente. -Maitena.
HUMOR UNIVERSAL
UNA presentación formal diría que Maitena Burundarena es argentina, tiene 39 años, tres hijos, 20 años dedicada al dibujo y una simpatía personal que plasma en sus historietas. Pero tal presentación no puede quedarse ahí: Maitena, como ella misma firma sus dibujos, es quizás la humorista más leída y vista de habla hispana. En 1999, su serie "Mujeres alteradas" comenzó a publicarse en las páginas de El País Semanal, de España, y luego en el periódico italiano La Stampa. En ella se detecta un hilo conductor que une a las mujeres latinoamericanas con las que viven en el otro lado del planeta. "El tema del cuerpo es una constante. Las latinas somos especialmente obsesivas con que si se nos cayó el trasero o no se nos cayó. El envejecimiento, la angustia, los hombres y la maternidad tardía también son temas fijos", señala la caricaturista. Pese a lo anterior, Maitena no se considera portadora de un mensaje universal, ni le interesa trabajar de "opinóloga". "No tengo intención de arreglar el mundo. Pero, a veces, hay parejas que me han dicho que leyendo una historieta mía se pudieron reír, decir 'eso nos pasa a nosotros', y luego les fue posible conversarlo. A veces, las cosas que están más cerca son las que menos vemos".
—ROSSANA DI TURI, El Nacional (CARACAS)
Comparaciones molestas- Su carrera ha sido muy distinta de la de su padre.
POR MERITO PROPIO
FREDDIE PRINZE, hijo, es uno de los actores más cotizados de Hollywood, y su fama ha llevado a un amigo suyo de la infancia a preguntarse cómo llegó ese suertudo hasta allí.
Es fácil suponer que a este joven de 25 años se le abrieron las puertas del cine por ser hijo del comediante y actor Freddie Prinze, que se suicidó de un tiro a los 22 años, pero hay que reconocer que muchos aspirantes a actores que son hijos de celebridades jamás llegan a destacar. En tan sólo cinco años Prinze ha participado en películas como Sé lo que hicieron el verano pasado y She's all That. Aunque su carrera ha sido muy distinta de la de su padre (que en los años 70 protagonizó la popular serie televisiva Chico and the Man), le molesta que aún hagan comparaciones.
"Se habla mucho de esto", dice, "y no siempre bien. La gente no deja de preguntarme quién y cómo era mi padre, y la verdad es que no lo sé. Yo tenía diez meses cuando murió. A esas personas quisiera decirles que lean un libro sobre él, porque eso es lo que yo hice".
—ALISA VALDÉS-RODRÍGUEZ, Times (LOS ÁNGELES)
De aristócrata a simio- De vez en vez es bueno cambiar de cara.
MONERIAS
LA ACTRIZ INGLESA Helena Bonham Carter ha cautivado a los cinéfilos con su interpretación de refinadas aristócratas británicas. Sin embargo, este año encarna un personaje un poco menos encumbrado en el árbol de la evolución: el de Ari, un chimpancé, en el filme El planeta de los simios, dirigido por Tim Burton.
Durante el rodaje de esta nueva versión de la célebre película de Franklin Schaffner, filmada en 1968, Helena tenía que pasar por una sesión de maquillaje de cuatro horas diariamente para adquirir el aspecto de simio.
"Es muy liberador tener una cara nueva. La mía me aburre mucho", dice la actriz, de 35 años, quien se hizo famosa al dar vida en la pantalla a Lucy Honeychurch en A Room With a View y a Helen Schlegel en Howards End.
Al representar el papel de un simio inteligente que ayuda a un astronauta varado, Helena descubrió que con el disfraz no le daba vergüenza payasear. "Ponernos máscara nos desinhibe. Nos permite hacer mil travesuras y tocar a todo el mundo", señala, y en seguida confiesa que le daba por pellizcar a sus colaboradores en diversas partes del cuerpo. "Una máscara es un permiso para portarse mal".
Todo parece indicar que su actuación le despertó celos a otro miembro del reparto: en una escena un chimpancé de verdad empezó a chillar muy enfurecido cuando el actor Michael Clarke Duncan dirigió su atención a su coprotagonista humana.
"Me encantó trabajar con chimpancés porque son muy cariñosos, a pesar de que también son muy temperamentales", cuenta Helena. ¿Y acaso es diferente trabajar con personas? "Cuando un chimpancé se enfada", añade, "es capaz de arrancarte un brazo".
—LINDA ROMAN