Publicado en
noviembre 03, 2013
Trabajando en la sala de mapas.
Foto: Royal Geographic Society, © Mike Jackson
Olimpo de los exploradores.
Esta institución ha auspiciado muchos de los viajes que han hecho historia en los últimos 160 años.
Por Jean-Sébastien Stehli.
SI DEJAMOS ATRÁS el bullicio del barrio de Kensington, en el corazón de Londres, y cruzamos el umbral de esta soberbia mansión de ladrillo, en el número 1 de la calle Kensington Gore, nos sentimos transportados a otro mundo. Aquí hay continentes vírgenes, páramos polares y desiertos de arenas candentes. Estamos en la sede de la Real Sociedad Geográfica (RSG).
Desde 1830, la RSG ha patrocinado muchas de las grandes empresas de exploración de nuestro planeta. Bajo sus auspicios, Richard Burton, John Hanning Speke, David Livingstone y Henry Morton Stanley se adentraron en el "Continente Negro". Ernest Henry Shackleton y Robert Falcon Scott estuvieron a punto de ser los primeros en llegar al Polo Sur. Y en este mismo edificio, Wilfred Thesiger trazó una ruta para cruzar a pie el desierto de Danakil, en Etiopía.
También fue aquí donde prepararon la "conquista" del Everest Sir Edmund Hillary y su guía sherpa Tenzing Norgay. En la nueva sala de mapas se conserva la maqueta de esa región del Himalaya que se empleó en la planeación del ascenso. La noticia de la hazaña llegó justo a tiempo para que el Times de Londres la publicara la mañana del día de la coronación de la reina Isabel II.
"La historia de la Real Sociedad Geográfica está estrechamente ligada a la de las exploraciones británicas de los siglos XIX y XX", explica Ian Cameron, autor de una historia de la institución. Es muy cierto: la RSG, un club privado, está animada por el deseo de ampliar los horizontes del conocimiento, y por la muy británica convicción de que los viajes enriquecen el espíritu. Desde su fundación, ha financiado más de 1000 expediciones de gran envergadura, y miles más de menor alcance. Su carta constitutiva, otorgada por la reina Victoria en 1859, es muy explícita: la organización se instituyó para fomentar el progreso de la ciencia geográfica.
Sin embargo, las exploraciones tuvieron un inicio calamitoso. Durante sus primeras tres décadas de existencia, la RSG se dedicó casi exclusivamente a la búsqueda del esquivo "Paso del Noroeste". Si se hubiera descubierto esa ruta marítima, esta habría proporcionado una vía corta a través del Ártico canadiense —3000 kilómetros de helado páramo—, uniendo así a los océanos Atlántico y Pacífico. Con ello se habría acortado en unos 8000 kilómetros la distancia que separaba a Inglaterra de sus mercados orientales. La dramática búsqueda, iniciada en el siglo XV, costó miles de vidas. Cuando la RSG reconoció por fin que aquello era un disparate, siguió financiando expediciones para buscar a Sir John Franklin y sus barcos, el Erebus y el Terror, desaparecidos cerca de la desembocadura del Gran Río de los Peces. El asunto no concluyó hasta que se hallaron sus restos.
Entonces comenzó una etapa más gloriosa: la de la exploración de África y la búsqueda de las fuentes del Nilo, una aventura que obsesionaba a muchos geógrafos del siglo XIX. Fue en ese tiempo cuando la RSG adquirió su legendario prestigio, como lo adquirió también su miembro más famoso, David Livingstone, cuya estatua de tamaño natural adorna la fachada de la mansión de Kensington Gore.
En 1866, Livingstone emprendió su tercera expedición a África. Anduvo preguntando de aldea en aldea si alguien había oído hablar de dos colinas descritas por Herodoto, el primer historiador, que según se decía se levantaban junto a las fuentes del río Nilo. Transcurrieron cinco años sin que se tuvieran noticias del paradero del explorador, hasta que Henry Morton Stanley, reportero del Herald de Nueva York, lo encontró en Ujiji (en lo que hoy es Tanzania) y lo saludó con una frase que se ha hecho célebre: "El doctor Livingstone, supongo".
Richard Burton y John Hanning Speke también exploraron el Continente Negro y "descubrieron" el lago Tangañica. Speke fue el primer hombre blanco en posar la vista en el lago Victoria, al cual identificó correctamente como una fuente del Nilo.
Robert Falcon Scott, héroe y mártir, fue otro vástago de la RSG. En enero de 1912, después de dos meses de viaje a través de la Antártida, llegó al Polo Sur, únicamente para descubrir que su rival, el explorador noruego Amundsen, había llegado ahí un mes antes, Scott murió en la travesía de regreso, a sólo unos cuantos kilómetros de su campamento de aprovisionamiento.
El guía Tenzing Norgay, quien conquistó la cima del monte Everest, en 1953, con Sir Edmund Hillary.
Foto: Royal Geographic Society.
La imponente mansión que alberga a la RSG es una especie de mausoleo de estos exploradores. Sus paredes están cubiertas con los retratos de sus miembros más valerosos, y entre ellos figuran algunos europeos no británicos: Paul-Emile Victor, Haroun Tazieff, Jacques-Yves Cousteau y Thor Heyerdahl (etnólogo noruego célebre por su viaje en la balsa Kon-Tiki). La RSG se interesa en todos los grandes viajeros: en fechas recientes, Tintín, el personaje de las historietas cómicas, apareció en la portada de la revista de la organización, vestido con su característico suéter azul. "Enseñanzas universales de Tintín" es el serio título del artículo correspondiente.
La institución posee además un verdadero tesoro de objetos significativos. Conserva un trozo de corteza tallada procedente del árbol a cuyo pie fue enterrado el corazón de David Livingston. También resguarda el telescopio, el termómetro y el laboratorio en miniatura de Robert Falcon Scott, hallados después de su muerte, y un trozo de chocolate que perteneció a Sir James Clark Ross y que data de 1849. Su sótano custodia el tocado de Lawrence de Arabia, todavía manchado por el sudor de su frente; una piedra de la Gran Muralla china; una silla para montar en camello, y un fragmento de alfombra usada para orar, proveniente de La Meca.
Pero la RSG se cuida de convertirse en un museo: "Somos todo lo contrario", afirma el historiador Ian Cameron. "La geografía es una ciencia en evolución, y en años recientes se ha transformado radicalmente. Hemos pasado del descubrimiento de sitios de interés a la investigación de tales lugares".
De hecho, el explorador contemporáneo debe tener conocimientos de entomología, meteorología, demografía, biología, oceanografía, urbanismo y antropología. Hoy en día, la RSG estudia en Nepal los efectos que produce la deforestación en los ríos del Himalaya; y en Tanzania está rehabilitando una reserva de animales de caza. En esos dos proyectos, financiados con fondos de los gobiernos locales y de los sectores comercial e industrial, participan científicos profesionales y otros empleados de tiempo completo.
"La geografía es la ciencia del ambiente. Abarca las ciencias que estudian la Tierra, la vida y al hombre", afirma Shane Winser, funcionario del departamento de información del Centro de Asesoría para Expediciones de la RSG, que ayuda y alienta a jóvenes exploradores. Además de proyectos de largo alcance, hay muchos otros menos ambiciosos, concebidos en forma individual por miembros de la institución.
Cuando escudriñaba mapas en la RSG, Philip Wickens, estudiante de doctorado en ciencias de la vida, de la Universidad Imperial de Londres, quien además es un buen montañista, se fijó en las montañas de Pamir, en la frontera de Tayikistán con Afganistán. "Era una región poco conocida de la (entonces) Unión Soviética", dice Philip. "¡Y me estaba llamando para que fuera a explorarla!"
Después de prepararse durante ocho meses y de reunir 12,500 libras esterlinas para la expedición, Philip y otros ocho estudiantes llegaron a Dushanbe, capital de Tayiskistán, con media tonelada de provisiones. Su objetivo era recolectar musgos, helechos y líquenes para el Museo de Historia Natural de Gran Bretaña, así como explorar glaciares y ascender a tantas cumbres como les fuera posible.
Al cabo de siete semanas de marcha, recolección y escalamiento, se acercaba la hora de regresar a Inglaterra. Tres días antes de que su avión partiera de Dushanbe, los expedicionarios pensaron que no llegarían a tiempo a la ciudad.
Grabado en el que se representa el histórico encuentro de Henry Stanley y David Livingstone, en África.
Foto: S.R.D/Nadau.
Estaban vadeando un ancho río cuando la rápida y helada corriente volcó su vehículo. Todos llegaron a salvo a la orilla y recuperaron las preciosas muestras que habían recogido, pero perdieron dos días. La amable gente del lugar hizo arreglos para que una serie de campesinos los guiara a Dushanbe, uno en un trecho del camino y otro en el siguiente; pero la policía los detuvo en el pueblo de Vanch y los llevó a un juzgado. Allí los interrogaron unos hombres vestidos de civil, que se identificaron como miembros de la KGB. Los exploradores lograron convencer a sus captores de que los dejaran ir. "Nos dieron una carta cubierta de sellos oficiales, y nos dijeron que nadie más nos molestaría", recuerda Philip, riendo. "Viajamos una noche entera, y llegamos justo a tiempo para tomar el avión".
La RSG ha emprendido una enérgica campaña para reclutar a jóvenes exploradores, y su Centro de Asesoría para Expediciones ha atraído a muchos geógrafos en ciernes. Los aficionados a los viajes pueden consultar una gran cantidad de información: los reportes de unas 3000 expediciones realizadas en casi 100 países. En un momento dado, un joven estudiante puede estar investigando las conclusiones de los trabajos de medición efectuados en un pico llamado Ingemars Fjeld, en el oriente de Groenlandia, mientras otro consulta un texto titulado "El turismo en Lesoto".
Y esos estudiantes podrían asistir a las famosas conferencias que se imparten los lunes en la noche. Estas charlas tienen lugar en un auditorio con capacidad para 800 personas, en una ampliación del edificio construida en 1930, sobre cuyas paredes están escritos los nombres de todos los miembros ilustres de la institución. Por tradición, los exploradores presentan en este lugar los informes de sus empresas, ante un público integrado por otros socios y sus invitados, y en esas ocasiones el recinto se llena a reventar. Entre los temas expuestos en conferencias recientes se encuentran el de un recorrido en bicicleta por el Tíbet, el de una travesía en barco de vela por los mares de Groenlandia, y el del más largo viaje por la Antártida jamás realizado sin ayuda, que tuvo lugar en 1993 y cuyo protagonista fue Ranulph Fiennes.
La insaciable curiosidad de la RSG ha conducido a muchos hallazgos extraordinarios. Su inmensa sala de mapas contiene más de 800,000 mapas de todo tipo, lo que la convierte en una de las colecciones cartográficas más grandes del mundo. Algunas de esas piezas son, invaluables, como el mapamundi original trazado en 1644 por Matteo Ricci, un misionero jesuita enviado a China. Y hay más de 2500 atlas, escritos en numerosas lenguas y con diversos sistemas de escritura.
Todo ese material está a la disposición del público. Y, curiosamente, no ha sido catalogado por computadora. Pero, le pidan lo que le pidan, el curador Francis Herbert lo encuentra en un santiamén. Dos visitantes procedentes de Israel solicitan mapas del Fondo para la Exploración de Palestina, y él les entrega en 60 segundos los mapas de lord Kitchener, que datan de 1880. Hallar para un explorador los mapas de dos montañas de Ecuador le toma dos minutos, y localizar para un editor los de las trincheras de Vimy, Francia, donde combatió en la Primera Guerra Mundial, le lleva menos de tres. "Rara vez tardo más de cinco minutos en encontrar lo que me piden", comenta Herbert.
La biblioteca de la RSG es para uso exclusivo de sus miembros. Contiene 120,000 volúmenes y alrededor de 500 periódicos y revistas de todo el mundo. Allí está la obra titulada The Principall Navigations, Voiages, and Discoveries ("Principales navegaciones, viajes y descubrimientos"), de Richard Hakluyt, publicada en 1589, así como un ejemplar de la Geografía de Claudio Tolomeo, fechado en 1486. "Hace poco acudí a la biblioteca en busca de todo lo que se ha escrito acerca del meridiano internacional de cambio de fecha", relata el escritor Simon Winchester. "Al cabo de cinco minutos mi mesa estaba cubierta con un montón de publicaciones de sociedades de investigación y una selección de mapas y calendarios. El bibliotecario, muy sonriente, me dijo que eso debía de bastarme y que, si necesitaba algo más, tocara el timbre".
¿Qué se requiere para ingresar en esta prestigiosa asociación? "Sólo se necesita la recomendación de dos socios", informa el director, John Hemming. Y también haber viajado (aunque no cuenta haber atravesado algunas veces el canal de la Mancha). La suscripción anual es de sólo 45 libras esterlinas; un precio realmente bajo, considerando que con ello se adquiere el derecho de codearse con los fantasmas de los pioneros de la exploración de nuestro planeta.
CONDENSADO DE "LE POINT" (6-VI-1992). © 1992 POR LE POINT, DE PARÍS, FRANCIA.