Publicado en
octubre 13, 2013
No hay nada que afecte más al matrimonio que un esposo o esposa que no se interesa por los aspectos importantes de su pareja, iniciándose así una brecha que podría culminar en divorcio.
Por María R. Espinel de Massú.
En el momento de la boda, contestamos con gran entusiasmo y con un "rotundo sí" al preguntársenos si queremos compartir con nuestra pareja las alegrías al igual que las penas... Entonces así lo sentimos, pero con el paso del tiempo, esas dos líneas paralelas que marcan el destino de un matrimonio, empiezan a abrirse.
ACTIVIDADES PERSONALES
Se comienza con algo sencillo... Así, el esposo frecuenta cada vez más a sus amigos, sin compartirlo con su mujer; son programas netamente masculinos, en los que sin ser nada malo, se incluye el deporte, las extensas conversaciones de política o negocios... pero que por ocupar muchas horas, van restando a la vida familiar, momentos que bien podrían ser utilizados en una actividad de conjunto. La necesidad básica de todo ser humano de tener esas propias actividades, con personas de su mismo sexo, llegan a exagerarse de tal forma que dejan de ser algo positivo, para convertirse en muchos casos en atentatorias para la consistencia matrimonial y lo peor, es que al reclamo justo de una esposa relegada, estalla el conflicto.
La mujer, a su vez, no admite esa necesidad masculina de reunirse con sus amigos, en la medida lógica, claro está, y ve en cada amigo del esposo, en cada compañero de trabajo, a un presunto enemigo o impulsador de su media naranja hacia los más abyectos abismos de perdición. La trillada frase "lo dañó fulano" no se hace esperar cuando un marido haya cometido un desliz, incluso si no lo ha hecho.
DIVISION DE LOS PROBLEMAS
El matrimonio es la única "institución" en que todo, lo bueno y lo malo, lo simpático y lo difícil, tiene que ser no dividido entre dos, sino compartido entre dos, lo cual no significa lo mismo... Lamentablemente, suele hacerse una división, producto de la idiosincrasia, que encasilla al varón como el "proveedor" y a la mujer como la "ecónoma". Los problemas ingerentes al gasto de la casa, al pago de gastos o deudas, son descargados prioritariamente sobre el marido, mientras que las malas notas de los hijos o el daño de algún artefacto, le competen a la esposa.
El cónyuge no acepta un "no" por respuesta cuando debiendo ambos asistir a una fiesta, se le manifiesta que la niñera no llegó, así como a su mujer le importa un comino que él tenga que agasajar al jefe en un día feriado: esas son las pequeñas grandes cosas que deben competirle e interesarle a ambos.
El niño que no hay cómo dejarlo solo o el compromiso aunque sea social, relacionado con el trabajo, es materia del interés de ambos, pues es el hijo de ambos y ambos se benefician del ingreso que produce ese trabajo. Deben ser un conjunto que acciona en la forma debida y el momento preciso, no solo haciendo algo sino padeciendo, en el sentido figurado de la palabra, por ejemplo, acompañando a su esposa a cuidar al niño o asistir solo, si fuese indispensable y de acuerdo con ella en el primer caso expuesto y no interfiriendo en ese compromiso en día festivo, ineludible por supuesto. Solo obrando así, se está "viviendo" un matrimonio.
Sólo con la entrega consecuente, podremos ir añadiendo eslabones a esa cadena, que lejos de aprisionar, fortalece ese circulo maravilloso que es una relación estable y duradera.
¿EGOISMO O QUEMEIMPORTISMO?
Por desgracia, ese "compartir" no siempre se practica... y no es que no haya amor. Lo que hace falta es disponibilidad. Ese despojarse de un excesivo "yo", para entregarse con más generosidad o por lo menos más sentido común que a veces no se manifiesta adecuadamente.
El pensar primero en nosotros mismo, hace inadmisible que aceptemos que hay algo más importante que una fiesta de oficina o una partida de canasta; el egoísmo nace, de pensar que no hay razón para renunciar a ese programa deportivo ese domingo en aras de un proyecto familiar.
Muchas veces no llegamos a hablar de egoísmo, pero nos llenamos de "quemeimportismo", lo que a la larga, va tomando cuerpo de tal forma que nos conduce a un método de vida demasiado personal, adentrándonos en un mundo en el que sólo uno tiene cabida.
¿Y EN LOS PROBLEMAS?
Ante todo lo expuesto, siguiendo esa política, al momento de una dificultad o problema, tanto el marido como la mujer, que haya llevado sus intereses, sus actividades importantes por sí solo, pues lo seguirán haciendo, sin ser ese apoyo, ese hombro que su pareja necesita ante un dilema.
El término pareja es precisamente eso: dos seres que se complementan, que encajan el uno con el otro, para manifestarse entre sí lo que no pueden hacerlo con nadie más. Se espera que se enoje su pareja con quien nos ofendiera, se espera se apoye a quien ha perdido algo, sea un trabajo, un pariente.
Es en todo en lo que se debe contar con su cónyuge, es saber que alguien consecuente con uno, consecuente totalmente no parcialmente, no según las consecuencias de beneficio o perjuicio que nos cause.
Fuente: Revista HOGAR, Agosto 1998.