MANGA ANCHA EN EL CONTROL DE ARMAS NUCLEARES
Publicado en
octubre 06, 2013
¿Conseguirá la Agencia Internacional de Energía Atómica detener la proliferación de las armas nucleares?
Por Stephanie Cooke.
A PRINCIPIOS del año pasado, las noticias procedentes de Corea del Norte sacudieron las oficinas centrales de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que tiene su sede en Viena. La dictadura comunista más rígida del mundo se había negado a permitir que los inspectores de ese organismo examinaran dos emplazamientos nucleares sospechosos. Las autoridades norcoreanas reforzaron su negativa con la amenaza velada de que la interferencia externa podría desencadenar "las negras nubes de la guerra nuclear". El enfrentamiento estremeció al mundo entero.
Desde hace varios decenios, la AIEA se ha considerado el baluarte mundial contra la proliferación nuclear. Sin embargo, el desafío de Corea del Norte —un indicio ominoso de su programa secreto de producción de armas nucleares— puso en evidencia una debilidad manifiesta: la agencia era impotente para hacer frente a la actitud desafiante de una nación sospechosa.
Este incidente también puso en claro la escandalosa demora de la AIEA en denunciar las ambiciones nucleares de Corea del Norte. Cuando firmó en 1985 el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), Corea del Norte se comprometió a permitir la inspección de sus instalaciones nucleares en un plazo de 18 meses. No obstante, la AIEA dejó que los norcoreanos dieran largas al asunto hasta 1992.
La lentitud no ha sido la única falla de la institución. En el curso de los años, no sólo ha pasado por alto diversos programas atómicos sospechosos, sino que los ha alentado inadvertidamente:
• Sus inspectores examinaron las instalaciones nucleares de Irak durante más de un decenio antes de la Guerra del Golfo Pérsico, y todavía en 1990 calificaron de "ejemplar" la cooperación de este país. Dice David Kay, ex empleado de la AIEA que dirigió tres inspecciones en Irak después del conflicto bélico: "Los inspectores que visitaron el centro de investigación atómica iraquí nunca revisaron más allá de las tres zonas en las que se reconocía que se guardaba material nuclear. Nunca preguntaron qué se hacía en los más de 70 edificios restantes que había en el lugar. Nunca intentaron tomar muestras en las zonas donde había desechos radiactivos. Esa falta de curiosidad envalentonó a los iraquíes".
• Aun después de los descubrimientos en Irak, los inspectóres de la AIEA destacados en Irán declararon que no había "la menor prueba" que sustentara la sospecha generalizada de que los iraquíes tenían un programa para fabricar una bomba. El organismo internacional afirmó, imperturbable, que esas conclusiones "se limitaban a las instalaciones y a los sitios" visitados por el equipo de expertos.
• Tanto Irak como Corea del Norte recibieron asistencia técnica de la AIEA, a pesar de que el primer país, y probablemente también el segundo, trabajaban secretamente en la fabricación de bombas nucleares. Y a Siria, otro Estado con declaradas intenciones expansionistas, la agencia le aporta en la actualidad 1 millón de dólares para la construcción de un reactor de investigación.
• Anualmente, la AIEA otorga cerca de 1 millón de dólares a programas de prospección de uranio que se llevan a cabo en países como Corea del Norte, Irán, Pakistán, China y Argelia, los cuales tienen, o se cree que tienen, programas secretos de producción de bombas.
Los funcionarios de la AIEA han asegurado al mundo durante años que su sistema de inspecciones, o "medidas de seguridad", es eficaz. Apenas un año antes del descubrimiento del proyecto nuclear iraquí, Hans Blix, director general de la agencia, declaró que esta jamás había encontrado la menor desviación de material fisionable, o un mal uso de las instalaciones con fines militares, en ninguna parte. "Estoy convencido de que esto nunca ha ocurrido", aseveró.
Pero los críticos arguyen que, si Saddam Hussein no hubiera invadido Kuwait, probablemente no se hubiera sabido de la existencia de su programa nuclear y bien habría podido producir un arma atómica viable para estas fechas. La Comisión Especial de la Organización de las Naciones Unidas (CEONU), que colabora con la AIEA para neutralizar las armas nucleares iraquíes, no está convencida de que se haya descubierto todo el arsenal nuclear de Hussein. Sin embargo, Blix insiste: "No falta ningún elemento notorio que consideremos que debimos haber detectado".
Corea del Norte e Irak no son las únicas naciones miembros de la AIEA que han puesto en evidencia la debilidad de este organismo. Otras, como Israel, Pakistán y la India, ni siquiera han firmado el TNP, y los países no signatarios no tienen la obligación de permitir la inspección de sus instalaciones atómicas ni de sus depósitos de material nuclear. Incluso en Sudáfrica, que firmó el tratado en 1991 pero aceptó que ha fabricado bombas, la agencia no puede garantizar que se haya encontrado todo el uranio de la calidad necesaria para la producción de armas.
¿Por qué es ineficaz la AIEA? El motivo reside, en parte, en su propio origen. Desde su fundación, en 1957, se le asignó una misión doble y a la vez contradictoria: alentar el uso de la energía atómica con fines pacíficos, y cerciorarse de que el uranio y el plutonio no se desviaran de las plantas de energía para usarse en la fabricación de armas nucleares. De esta manera, se le confirió a la agencia un papel tanto de promotora como de detective. Además, la AIEA estuvo dirigida desde el principio por una virtual elite del mundo de la energía nuclear. Su junta de administradores está dominada por los jefes de las comisiones de energía atómica de las naciones miembros, y su personal proviene de los laboratorios nucleares de estas. Entre los delegados a sus conferencias generales han estado Reza Amrollahi, director de la organización de energía atómica de Irán, Munir Khan, presidente de la Comisión de Energía Atómica de Pakistán, y Carlos Castro Madero, jefe del programa nuclear de Argentina.
Esta situación horroriza a los críticos, quienes insisten en que la agencia debe ser dirigida por expertos en control de armas. "Es como si pusiéramos a la zorra a vigilar el gallinero", dice Paul Leventhal, presidente del Instituto de Control Nuclear, que tiene su sede en Washington.
Los estados miembros deciden cuándo y dónde se efectuarán las inspecciones, y tienen derecho de rechazar a los inspectores procedentes de países a los que consideren hostiles. Las únicas instalaciones que pueden supervisarse regularmente son aquellas que hayan señalado específicamente los miembros como sitios donde se guardan materiales que sirven para producir bombas. Además, el sistema confía en gran medida en aparatos de medición instalados, como sellos y cámaras, que son susceptibles de alterarse.
Al problema se suma el cuestionable criterio de algunos funcionarios de la AIEA. El italiano Maurizio Zifferero, escogido para encabezar un equipo de tres personas que debía colaborar con la CEONU en Irak, procedía del Departamento de Investigación e Isótopos. A mediados de la década de los setenta, cuándo trabajaba en esta agencia de energía atómica italiana, Zifferero viajó a Bagdad con el propósito de ayudar en la negociación de un trato que permitiera a Italia venderle a Irak equipo para la producción de plutonio a escala de laboratorio.
La agencia probablemente pensó que la experiencia adquirida por el italiano en su negociación con Irak era una ventaja, pero lo cierto es que el asunto fue para Zifferero un motivo de arrepentimiento. En el curso de una inspección realizada después de la Guerra del Golfo, un funcionario iraquí reveló que el equipo italiano se había empleado para producir secretamente plutonio. Esa fue la primera violación conocida del compromiso de informar a la AIEA sobre tales actividades..., y justamente el tipo de desviación de material que los inspectores de la agencia deben detectar. Peor todavía: el iraquí era un antiguo inspector de la AIEA, quien confesó que su experiencia le había enseñado lo fácil que era engañar a esta.
En Irak mismo, donde por más de dos años se han repelido las inspecciones con armas de fuego, una resistencia de cuatro días en un estacionamiento, repetidas evasiones y mentiras documentadas, Zifferero insistió en anunciar con varias horas de antelación la realización de las inspecciones. Los iraquíes emplearon ese tiempo para eliminar las pruebas.
Cuando los inspectores sorprendieron a los iraquíes sacando maquinaria de una base militar, estos les dispararon para evitar que fotografiaran el equipo. Blix y el egipcio Mohamed El-Baradei, entonces director del departamento jurídico de la AIEA, volaron a Bagdad para protestar, pero al final aceptaron la palabra de los iraquíes de que el equipo se usaba sólo con fines de investigación. "Conozco a esta gente. Son mis amigos, y no me mentirían", declaró El-Baradei, que carece de formación técnica, a un grupo de perplejos inspectores.
Pocos de los cerca de 200 inspectores de la AIEA son expertos en el diseño y la producción de armas atómicas. A manera de contadores bancarios, están preparados para auditar los inventarios de combustible en las instalaciones nucleares con el fin de verificar que no falte nada. La frecuencia de las inspecciones se determina principalmente por la dimensión y el tipo de programa nuclear civil con que cuenta el país en cuestión, sin importar que existan pruebas de un probable proyecto secreto de fabricación de armas atómicas. Así, gran parte del presupuesto dedicado por la agencia a las medidas de seguridad se gasta sólo en tres países: Canadá, Japón y Alemania, que difícilmente representan un riesgo de proliferación nuclear.
La unidad de reprocesamiento del departamento de medidas de seguridad consagra todo su tiempo —y diez por ciento del esfuerzo de inspección de la agencia— a la supervisión de una planta de reprocesamiento japonesa, porque Japón es el único país que ha permitido la inspección de una planta de ese tipo. Las plantas de reprocesamiento producen plutonio, componente clave de las bombas nucleares. Con todo, algunas otras instalaciones de reprocesamiento funcionan sin ninguna inspección.
Los propios asesores de la AIEA admiten que esta no puede detectar la pérdida de una cantidad significativa de plutonio o de uranio altamente enriquecido antes de un mes de que ocurra la sustracción. André Petit, antiguo miembro del Grupo Permanente de Consulta sobre Aplicación de Medidas de Seguridad, organismo consultivo creado por la agencia, opina que, en términos generales, la AIEA es efectiva. No obstante, hasta él señala que es demasiado rígida y burocrática. "Por ejemplo, los inspectores visitan los reactores de agua ligera cada trimestre. Al día siguiente de su partida, los operadores de la instalación tienen la seguridad de que habrá tres meses de calma. Y sólo se necesita un mes para obtener una buena cantidad de plutonio".
Entre tanto, el trabajo de inspector de la AIEA puede proporcionar una valiosa experiencia a los promotores potenciales de la proliferación nuclear. De conformidad con las normas de la ONU referentes a su personal, los inspectores proceden de una amplia gama de países y reciben entrenamiento en las tecnologías necesarias para producir materiales fisionables. Durante varios años, uno de los inspectores del departamento de medidas de seguridad fue un iraní designado por el gobierno de su país para trabajar en la AIEA. El hombre tenía acceso constante a la información técnica, incluida la relacionada con métodos de reprocesamiento, la cual es indispensable. Ya en 1989, el almirante Thomas Brooks, a la sazón director del departamento de Inteligencia Naval de Estados Unidos, comunicó al Congreso estadounidense que los iraníes "estaban entregados activamente" a la creación de instalaciones para fabricar armas atómicas. Sin embargo, se permitió que el iraní siguiera trabajando en la ATEA hasta 1991.
La agencia también ha sido censurada por su laxa supervisión de las plantas nucleares de uso civil. Los informes de las inspecciones de seguridad no se dan a conocer sin el consentimiento de los estados anfitriones, e incluso así las críticas se diluyen. Los reactores de fabricación soviética eran particularmente difíciles de evaluar. "Cuando aún no ocurría el accidente de Chernobyl, los soviéticos que trabajaban en la agencia no se mostraban muy dispuestos a que los expertos internacionales visitaran sus instalaciones nucleares", señala Morris Rosen, director general adjunto de Seguridad Nuclear. En consecuencia, no se llevaron a cabo inspecciones de seguridad en la Unión Soviética antes de que ocurriera el desastre.
La política también desempeña un papel en esta situación. La dirección del Departamento de Energía Nuclear y Seguridad de la AIEA siempre había estado reservada para un soviético. Antes del accidente de Chernobyl, el entonces director, Leonard Konstantinov, a menudo se jactaba de la tecnología soviética. "A una semana de que se produjera la explosión, se ufanó ante nosotros de que los reactores del tipo del de Chernobyl eran equiparables a los mejores de Occidente, y de que él mismo había diseñado el sistema de control", afirma un antiguo empleado de la agencia, que estuvo presente en la reunión.
El doble golpe de Chernobyl e Irak ha incitado a la AIEA a realizar cierto número de reformas. Por fin ha reclamado su derecho de inspeccionar instalaciones no declaradas, y su división de salvaguardas está adoptando poco a poco nuevos métodos. En vez de aplicar únicamente técnicas de contabilidad, está comenzando a supervisar las exportaciones de materiales y equipos nucleares, y a alentar a sus 117 estados miembros a que aporten información confidencial. Aunque estos cambios son bienvenidos, el perro guardián que es la agencia todavía carece de dientes. En Washington, el senador John Glenn ha propuesto una legislación que comprende 27 medidas destinadas a conferirle mayor poder. Entre ellas se cuenta la ampliación de los tipos de instalaciones y materiales sujetos a la inspección de la AIEA, la autorización para que utilice aviones de vigilancia, la obtención de información por medio de satélites, y la exigencia de que publique informes anuales sobre el estado de las medidas de seguridad.
Sin embargo, las reformas tal vez no sean suficientes. "La AIEA no tiene ni el encargo ni los medios para combatir los programas nucleares clandestinos. Necesitamos otra agencia que coordine la información secreta disponible y que rinda cuentas directamente al Consejo de Seguridad de la ONU", opina Pierre Zaleski, ex presidente de la Sociedad Nuclear Europea, federación de sociedades profesionales y científicas. Pierre Goldschmidt, presidente del Instituto del Uranio, con sede en Londres, agrega: "Ha llegado el momento de revaluar las fortalezas y las debilidades de la AIEA, y determinar cómo mejorar su eficiencia y sus finanzas".
Un número creciente de expertos coincide en que se necesitan cambios de largo alcance:
• La autoridad relativa a medidas de seguridad debería transferirse a un organismo independiente dirigido por especialistas en control de armas, dotado de amplios poderes de inspección y responsable sólo ante el Consejo de Seguridad de la ONU. "El Consejo de Seguridad ha demostrado en el caso de Irak que puede hacer acopio de todo el poder de sus miembros para exigir obediencia e imponer sanciones", señala Kay.
• La división de seguridad debería publicar todos sus informes de inspección y exigir sanciones internacionales contra aquellos países que no den a conocer de inmediato los accidentes nucleares graves.
• Debería suspenderse la ayuda que se presta para la realización de prospecciones de uranio.
Los recursos periciales de la AIEA tendrían un uso más efectivo si se separaran sus funciones y se reagruparan bajo un liderazgo adecuado. Y, con el respaldo del Consejo de Seguridad, una agencia mejor organizada podría hacer que quienes buscan la proliferación nuclear lo pensaran dos veces.