SECUENCIA DE UN CAMBIO EN SERIO
Publicado en
septiembre 08, 2013
Por Enrique Ayala Mora.
En el Ecuador de fines del siglo XIX, en pleno auge cacaotero, al tiempo que el poder de la clase terrateniente tradicional se desmoronaba, la burguesía comercial y bancaria de Guayaquil, liderando una heterogénea alianza de diversos grupos sociales, se lanzó a la conquista del poder político. El escándalo de la "venta de la bandera" provocó el derrumbe del régimen conservador y la "transformación" del 5 de junio de 1895. Ese fue el inicio de la Revolución Liberal, un cambio en serio cuya secuencia vale la pena repasar a los cien años.
La burguesía fue el principal protagonista de la Revolución Liberal, pero no el único. Un sector del latifundismo le acompañó en la empresa. El campesinado costeño que había venido luchando en las "montoneras" tenia un conjunto de reivindicaciones transformadoras. Los estrangulados grupos medios seculares, enfrentados al predominio ideológico clerical, abanderaban las tesis liberales. La transformación del 95 tuvo, pues, amplias raíces nacionales y contó con el respaldo de varios grupos sociales que se cobijaban bajo la bandera liberal, aunque con intereses heterogéneos.
El triunfo de la burguesía estuvo limitado por su origen de clase, por su vinculación a los grupos tradicionales y por su propio carácter intermediario. Su estrecha ligazón con el latifundismo costeño, la resistencia de los terratenientes de la Sierra, así como su propio carácter comercial y financiero, determinaron que no llevara adelante tareas como la reforma agraria, o el impulso de la industria. Fue así como, luego de una fase transformadora, llegó a un pacto con la oligarquía tradicional y puso fin a la etapa revolucionaria en 1912.
EL TRIUNFO DE DON ELOY
Dadas las condiciones para el golpe de estado en vísperas del 5 de junio, los notables de Guayaquil encontraron que además de poder económico se requería la movilización de los campesinos, y un jefe que diera confianza al ala radical y pudiera dirigir la guerra civil contra la sierra. Eloy Alfaro, líder montonero a quien los "terroristas" garcianos llamaban "General de las derrotas", fue el hombre de la situación. Sobre las dudas de los notables, que miraban a Alfaro con recelo, se impuso su proclamación como Dictador bajo presión de artesanos y jornaleros de Guayaquil, de sus fieles montoneros y de la intelectualidad radical del liberalismo.
Durante su primer gobierno (1895-1901), don Eloy puso en marcha la secularización del Estado, tímidas pero prometedoras reformas del agro y construcción del ferrocarril. Pero estos cambios provocaron el agudizamiento de la resistencia clerical-conservadora, e hicieron que el apoyo del grueso de la burguesía comercial y bancaria comenzara a desmoronarse.
DIVISION DEL LIBERALISMO
Alfaro dejó en el poder a Leonidas Plaza (1901-1905), que radicalizó las reformas anticlericales hasta donde ni el mismo Alfaro se atrevió, pero detuvo las reformas sociales. El "placismo" se transformó en el ala moderada, opuesta al sector "machetero" que Alfaro lideraba.
En 1905, Plaza dejó el poder a Lizardo García, notable de la burguesía cercano al conservadorismo. Alfaro se lanzó a "salvar al liberalismo". El último día de 1905 una revuelta en Riobamba derrocó a García y llevó a Don Eloy al poder. Alfaro triunfó esta vez contra el grueso de la burguesía y el latifundismo, con el respaldo del Ejército, grupos populares, intelectuales radicales del liberalismo, grupos menores de la burguesía y del latifundismo serrano con interés industrial, y con la ayuda de la compañía del ferrocarril.
En su segundo período (1906-1911) Alfaro llevó adelante la institucionalización del Estado Laico con la Constitución de 1906, completada con la nacionalización de varias haciendas de la Iglesia, aunque no se repartieron tierras a los campesinos, ni se tomaron medidas de corte popular. El ferrocarril fue concluido, dejando al gobierno con una gran deuda. Luego de un intento de protección industrial, el gobierno cedió a la presión de los comerciantes y abandonó su plan industrialista. Ninguna reforma social fue establecida.
EL FIN DE ALFARO
El alfarismo fue perdiendo sus bases sociales. En la represión contra los universitarios del 25 de abril de 1907, se patentizó el divorcio entre Alfaro y la intelectualidad liberal. En el fracaso de la protección industrial y del intento de controlar directamente la aduana, se visualizó el poder de los grupos comerciales y bancarios en su conflicto con el alfarismo. También se patentizó la reacción de los grupos populares frustrados y la pérdida de liderazgo del Viejo Luchador sobre el Ejército.
Alfaro había sufrido un violento deterioro físico, pero impuso a Emilio Estrada como sucesor en 1911. Cuando intentó obligarlo a renunciar a la presidencia antes de asumirla, Estrada consiguió el respaldo de varios notables liberales y los cuarteles quiteños, y empujó la caída del gobierno el 11 de agosto de 1911. Don Eloy renunció y abandonó el país.
Estrada murió en diciembre de 1911. En Esmeraldas Flavio Alfaro y en Guayaquil Pedro Montero desconocieron al gobierno provisional de Freile Zaldumbide. Alfaro volvió el país a buscar un entendimiento. Al cabo de una sangrienta guerra y una obscura capitulación, los jefes rebeldes fueron aprehendidos. Montero fue ferozmente asesinado en Guayaquil. Alfaro y otros presos fueron llevados a Quito, en donde fueron atrozmente liquidados por una poblada que clérigos y liberales se disputaron por azuzar. El crimen marcó el fin de la revolución.
EL ESTADO LAICO
El régimen liberal construyó obras de infraestructura, impulsó el comercio, liberalizó la mano de obra serrana, y se esforzó por poner a la Iglesia bajo control del Estado. Luego, cuando fracasó en el empeño, forzó la ruptura. En su lucha de "reconquista de la soberanía nacional" atacó varios frentes: matrimonio, educación, beneficencia, control de organizaciones populares. De este modo se constituyó el "Estado Laico".
Hasta la reforma liberal, los nacimientos, defunciones y matrimonios, eran actos religiosos con efectos civiles. La Iglesia los regulaba por "derecho divino". Con las leyes sobre registro, matrimonio civil y divorcio, el Estado quitó al clero la capacidad de realizar esos actos con efectos legales y sociales. Se establecieron dependencias gubernamentales que controlaron los actos de registro, especialmente del matrimonio, pilar fundamental del régimen de propiedad.
El "laicismo" consistió fundamentalmente en la secularización de la enseñanza con programas de estudio que prescindían de la instrucción religiosa y buscaban su fundamento en una ética de corte racionalista. Los religiosos tuvieron que abandonar colegios y escuelas y, en muchos casos, en la medida en que eran agitadores de la reacción, se vieron obligados a dejar el país. El sistema educativo pasó a depender de la dirección estatal. Papel destacado en este empeño cumplieron los "colegios normales".
Con la ley de Patronato y posteriormente con la de cultos, los regímenes liberales establecieron medidas de control de algunos bienes eclesiásticos. La Iglesia combatió estas medidas pero el Gobierno no dio pie atrás y, en 1908, emitió la "Ley de Manos Muertas" que confiscó varios latifundios religiosos y los entregó a la beneficencia.
Hay, por fin, un aspecto del programa liberal intocado por el debate histórico tradicional: el impulso a cierto desarrollo del movimiento popular. Alfaro se interesó por desarrollar las organizaciones populares. A la pérdida de su monopolio de la organización popular, la Iglesia respondió con la promoción de un nuevo tipo de entidades laborales.
El laicismo trajo un rápido desarrollo del Estado e hizo crecer grupos de empleados públicos, que serían punta de lanza de las reivindicaciones de los sectores medios, cuyo estreno como protagonistas de primera plana en la historia habría de producirse años después.
Durante el siglo XX, la influencia de la transformación liberal ha sido grande. Pero justamente a cien años del inicio del proceso, un intento regresivo sacude al Ecuador. Esa es una razón adicional para entender mejor el destino de una revolución cuyos efectos todavía vivimos.