LA DEPRESIÓN, ENEMIGA DE LA PAREJA
Publicado en
septiembre 15, 2013
Por lógica, es imposible que una pareja de marido y mujer, por mucho que se compaginen, que se comprendan y tengan bastante en común, manifiesten siempre el mismo estado de ánimo; es más, lo usual es que por diversas circunstancias éste difiera, sin querer eso decir que son dos personas incompatibles.
Por María R. Espinel de Massú. Fotos: Arcadio Arosemena.
La vieja teoría de que los polos opuestos se atraen ha quedado ya atrás; mientras más compartan en ideas, gustos, aficiones, etc. dos personas, más éxito se augura al matrimonio. En efecto, si a una pareja le gusta tal o cual deporte, tal o cual tipo de música, o si ambos aman tal expresión de arte, tendrán menos motivos de roce, de polémica, incluso pasarán más tiempo juntos en sus horas libres y el equilibrio de ideas fortalecerá la relación.
ESTADOS DE ANIMO
Pero todo lo expuesto es un rubro totalmente diferente a lo que llamamos "estados de ánimo". Efectivamente, por mucho que se comparta con la pareja, el ser humano es ante todo un ente individual con su propia manera de sentir, de obrar y de manifestarse; y su carácter, su temperamento, está regido por todos estos aspectos, con los consecuentes cambios propios de su naturaleza. Así, hay personas depresivas con frecuencia, las hay muy optimistas, las indiferentes, las expresivas, etc. Esos son rasgos generales, que se captan prontamente y se presentan a menudo, pero así mismo hay cambios repentinos y que tornan a un esposo, a una esposa, por diversas circunstancias -incluso sin ellas, que es lo problemático- en seres apagados, deprimidos, sencillamente sin ánimo alguno... ¡Cuánto afecta eso al matrimonio!
Un esposo que llega de trabajar, con el mayor de los entusiasmos, y encuentra una mujer mal arreglada -porque no le provoca estar de otra forma- tristona, callada, o peor, malhumorada, sin razón específica, lamentándose de cosas nimias, que en otra ocasión hubiera pasado por alto, pues o lo desanima a él también o encontrará desagradable su regreso al hogar, y la oportunidad de quedarse alternando con amigos se le hará muy valedera, lo que de hecho lo es...
Así mismo, la esposa, que tras haber pasado un complicado y aun tal vez, un solitario y tedioso día de labores domésticas, estando ansiosa de que llegue su esposo y conversar con él, atenderlo, o simplemente disfrutar de su compañía, recibe, en cambio, a un hombre decaído, mudo, taciturno... No es lo mismo que llegue cansado a que llegue deprimido; hacemos hincapié en esto, pues son dos cosas muy diferentes y la comprensión de una esposa hacia lo primero es indispensable, pero es grande la decepción de tener a su lado un cónyuge con tal estado de ánimo.
RELACIONES AFECTADAS
Es muy lógico y normal que el ánimo de una persona decaiga en ciertas ocasiones; las circunstancias, el estado físico y una serie más de aspectos son valederos para ello, pero el problema es la frecuencia con que sucede. Indudablemente, hay quienes se deprimen con más facilidad que otros, pero tratándose de adultos y analizando el asunto y, sobre todo, sus consecuencias, puede y de hecho tiene que superarse. Por otra parte, hay personas que desbordan optimismo, incluso en situaciones difíciles; supuestamente deberían ser las parejas perfectas para cualquiera y muchas veces paradójicamente no lo son, pues el cónyuge con el ánimo por el suelo pensará que su marido o mujer no se conduele o afecta de un problema que muchas ocasiones es de ambos. Esto no es necesariamente así, sino que la forma de enfrentar desde un día muy lleno de problemas, hasta imbuirse a sí mismo de una tarde lluviosa, son completamente distintos de unos a otros.
Como dijimos, la frecuencia es de vital importancia; un esposo o esposa deprimida de cuando en cuando, simplemente es un hecho más dentro del matrimonio, pero que esto suceda a menudo puede tornarse muy grave: primero, porque el deprimido de los dos tenderá a coger cuerpo en ello, le gustará verse quizás consolado o al ver que sí puede hacerlo dará más rienda suelta a su depresión; y segundo, porque quien no lo está debe encarar el asunto con la suficiente madurez como para no fastidiarse o incluso caer en lo mismo.
AUTOCOMPASION
Por supuesto que dependiendo de la naturaleza misma del origen de un estado de ánimo "por el suelo", como suele decirse, serán las actitudes de ambos miembros de la pareja. Si el asunto o motivo lo amerita, si se trata de realmente un problema que aqueja la familia, se debe tratar de encarar el mismo en vez de lamentarlo, pero si no es problema alguno, -como sucede en muchísimas ocasiones- sino simplemente de presión, desánimo, desgano, entonces, la cosa es diferente; primero que nada, su pareja no debería pensar que su cónyuge lo hace a propósito, sino que indudablemente algo le pasa, sea nimio o importante. Tal vez esa persona se siente poco atendida, poco tomada en cuenta, o que no hace lo que le gustaría, incluso puede tratarse de algo físico. Sea cualquiera de estos puntos, su cónyuge debe primero comprenderlo y luego dar de sí lo mejor para que se levante el ánimo de su pareja, bien sea corrigiendo lo que de su parte fuera causante o tratánolo de complacer a su cónyuge en lo que podría animarlo si fuera otro mal que escapara de sus manos arreglar.
Así mismo, la parte afectada, consciente de que causa malestar a su pareja, debe poner de su parte, levantar su depresión, analizarla y combatirla y, sobre todo, no molestarse al notarse diferente de su pareja, pues es muy común pensar que si uno está mal por qué el otro está muy contento, sin percatarse que es de adentro de sí mismo que brota el problema.
CONCLUSION
No podemos ambicionar que nuestra pareja ría y baile todo el tiempo, pero tampoco nuestro cónyuge puede pretender que se conviva con una persona que se lamenta cada vez y cuando y peor aún que ponga cara de tristeza al estar juntos. Ambas cosas son perfectamente manejables; el equilibrio, dentro aun de fuertes problemas que pueden aquejar a un matrimonio, bien sean de tipo económico, de salud, de trabajo, con los hijos, etc., es lo que debe tratar de lograrse. El bajo estado de ánimo, lejos de solucionar algo, lo empeora, impide pensar con claridad, ennegrece todo panorama, y de repente una solución al alcance no se ve entre tanta nube obscura. Tampoco puede uno ignorar algo que se siente, que pesa. Dos personas que se comprenden y se aman, como para haberse casado, deben entender cuando su pareja decae, se deprime, incluso sin razón aparente, pues la puede haber interna, y más bien deben ayudarla a superar ese "bajón". Juntos se puede lograr mucho; sobre todo mirando al frente los dos, analizando causas, sopesando la importancia de ellas y bajo la premisa de que entre los dos, esposos que se aman, se superan los vientos tristes en aras a un horizonte mejor...
Fuente: Revista HOGAR, Diciembre 1994.