Publicado en
septiembre 22, 2013
En vez de quedar relegados a un segundo plano, 35.000 franceses de edad avanzada desarrollan nuevas habilidades, ganan amigos y encuentran 'un nuevo sabor a la vida haciéndose estudiantes universitarios
Por Michel Heurteaux.
• PAUL VALLETTE, que vive en Normandía, siempre deseó escribir, pero como nunca pasó de la escuela primaria, tuvo dificultades con la gramática. Hace unos tres años, este burócrata jubilado, mayor de 70 años, se sumergió en el estudio de la literatura francesa e inglesa. Pronto comenzó a escribir, y recientemente halló un editor para sus memorias, que acaba de terminar.
• "Me siento mucho mejor que hace diez años", declara France Doudot, de 69. Gracias a unas clases de gimnasia y natación en la Universidad de Nanterre, este antiguo trabajador de la industria aeronáutica realizó el sueño de su vida y aprendió a nadar.
• A los 67 años, Colette Hébert, empleada postal retirada, se ha convertido en experta en reparaciones eléctricas. Después de tres meses de clases, está en condiciones decomponer casi cualquier avería casera. En su edificio de apartamentos de París, los agradecidos vecinos la han bautizado "Abuela electricidad".
Paul, France y Colette deben su éxito en las postrimerías de su vida a los cursos universitarios para gente de edad. Hoy, alrededor de 35.000 estudiantes de cabello blanco como ellos están matriculados en unas 50 universidades en toda Francia: en ciudades pequeñas como Montauban, Pau, AlenÇon y Granville, al igual que en centros urbanos importantes como Marsella, Lyon, Rennes, Nantes, Burdeos y Lila. Los cursos universitarios satisfacen una profunda necesidad: hacer interesante la vida después de la jubilación.
Tanto éxito tienen estos programas, que se elaboran planes similares en Suiza, Bélgica y Polonia. En la Universidad de Tolosa, apenas transcurre una semana sin la visita de alguna delegación extranjera al "colegio para los retirados".
La idea de una universidad para la gente mayor se le ocurrió por primera vez a Pierre Vellas, especialista en desarrollo social y profesor de derecho internacional en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Tolosa.
En 1970, este dinámico educador de 54 años se convenció de que "transformar la situación del anciano es el gran desafío de nuestro tiempo". El profesor Vellas tuvo la sencilla pero brillante idea de utilizar las universidades, con sus estructuras y recursos financieros existentes, para mejorar la integración de los ancianos a la sociedad activa.
El 15 de mayo de 1973 el primer "anciano novicio" ingresó en el edificio de ladrillos rosados de la Facultad de Ciencias Sociales de Tolosa. La noticia se difundió rápidamente por la ciudad: los "viejos" volvían a las aulas.
"Uno de mis estudiantes lo comprendió inmediatamente", recuerda el profesor Vellas. Al observar a los jubilados en los salones de lectura y paseándose por los predios de la universidad, comentó: "¡Este es realmente el fin de la brecha generacional!" Desde entonces, la inscripción de personas mayores en Tolosa aumentó a 2000, e incluye a médicos, abogados e ingenieros retirados, como también a ex tenderos, agricultores y obreros.
El objetivo en la Universidad de Tolosa y en instituciones similares es el enriquecimiento cultural y, como señaló un estudiante de edad avanzada, "marchar al ritmo del mundo". Por ejemplo, Simone Bouquerel, de 65 años, ha asistido a cursos tres veces por semana durante los dos últimos años en Nanterre. Nos conocimos durante una sesión audio-visual dedicada al gran pintor español Goya. Simone estudia también sociología, participa en discusiones sobre novelas de vanguardia y recientemente intervino en un debate sobre la película Casanova, de Fellini. "Mis nietos me admiran mucho", subrayó con una amplia sonrisa. "En primer lugar, porque encuentran a ,la abuela suficientemente actualizada como para discutir las películas modernas muy poco convencionales".
Para estudiantes como Simone, existen algunos mecanismos de adaptación práctica a la rutina universitaria. No hay requisitos previos para inscribirse, y registrarse cuesta un máximo de 40 francos por año. Es optativa la asistencia a disertaciones y seminarios; los estudiantes ancianos no reciben calificaciones, ni presentan exámenes, ni reciben títulos. Pero disfrutan de todas las demás prerrogativas estudiantiles, incluyendo el acceso a las bibliotecas, los beneficios de los servicios sociales, deportes y actividades culturales.
El Club de Jubilados de la Sociedad General de Seguros Mutuos del Ministerio de Educación, en París, una de las más grandes universidades francesas para gente mayor, con 2400 estudiantes, ofrece ahora no menos de 37 cursos. Van desde la carpintería hasta la ecología, y desde lenguas regionales y alfarería hasta las matemáticas.
Entre los más populares están los cursos de idiomas extranjeros, especialmente el inglés. Asistí a una lección de inglés "viviente" en Tolosa, en la que 35 hombres y mujeres trabajaban con un programa radial de la CBS transmitido varios meses atrás. El profesor Jean Redonnet interrumpía frecuentemente el programa para conversar con los estudiantes, de quienes se esperaba que reconociesen y explicasen determinadas palabras en el texto. "Los estudiantes de edad son perseverantes, atentos, llenos de buena voluntad", dice. Estudiando durante períodos de dos horas ("esfuerzo intelectual que muy poca gente haría") adquieren mucho más que un conocimiento escolar del inglés. Compran revistas inglesas o norteamericanas, escriben a amigos en el exterior, se preparan para viajar a países de habla inglesa. En marzo de 1978, por ejemplo, 40 estudiantes ancianos pasaron un mes como huéspedes de familias norteamericanas en Luisiana.
Con el propósito de mantener a sus estudiantes de edad avanzada en buen estado físico y mental, los médicos de la universidad y los profesores de educación física han desarrollado actividades especiales para los retirados: gimnasia, ejercicios de relajación, yoga, excursiones al aire libre, deportes en equipo. Para los robustos, incluso se recomiendan deportes aun más difíciles. El esquí a campo traviesa, especialmente, puede ser practicado hasta una edad avanzada. La primera universidad de la nieve para personas mayores fue fundada en febrero de 1978 en Luchon, en ros Pirineos, y 77 abuelos intrépidos se inscribieron en las clases de esquí. Desde Caen hasta Beziers, desde Grenoble a Nanterre, descubrí gente que envejecía con gracia y espíritu entonado. Por ejemplo, después que Charlotte Bugneaud, de 65 años, de Pau, perdió a su marido en 1976, estuvo extremadamente deprimida. "Mi experiencia universitaria me ha hecho nacer de nuevo", afirmó.
Lucien Cherri, de 68, ha vivido solo en Tolosa desde que regresó de Argelia a Francia en 1963. Tanto se aficionó a la vida universitaria —y a sus clases de dibujo— que le espantan las vacaciones veraniegas, durante las cuales se suspenden los cursos.
En las amplias instalaciones de Nanterre, 250 personas mayores se juntan amigablemente con 23.000 estudiantes jóvenes, en una expresión de la pólítica "para toda edad" que siguen algunos establecimientos. Maximilienne Geutrat, profesora asistente de sicología social, cree que esta fusión de generaciones, de estudiantes que trabajan y que no trabajan, beneficia a todos. "Esta gente que ostensiblemente no tiene nada en común", advierte, "halla de todas maneras mucho que contarse mutuamente".
Lo experimenté en una visita al centro cultural universitario, que ofrece a los pensionados y a los estudiantes regulares actividades como alfarería, estampado en seda, incluso lecciones de guitarra. En el taller de estampado encontré a Dominique, de 23 años, estudiante a cargo, observando la obra de Jacques Ferrand, ex ingeniero, 50 años mayor que ella, que aplicaba un ideograma japonés. Aquí la gente se habla entre sí por su nombre y el familiar tuteo es la norma. "He hecho numerosos amigos", me dijo Jacques. "Cuando no sólo los pintores de seda, sino también los alfareros, jóvenes y viejos, pasamos algunos momentos juntos en la cafetería después de clases, advertimos todos que la edad no es un obstáculo".
Impulsadas por su éxito, las universidades encaran ahora el futuro. Pierre Vellas cree que estos experimentos sentarán una base para una política formal hacia las personas de edad. La mayoría de las universidades para gente mayor tiene sus propios centros de investigación. La de Tolosa, por ejemplo, investiga todos los aspectos de la ancianidad, incluyendo la medicina, bienestar social, economía, gerontología, sicología y legislación. Regularmente se organizan seminarios de entrenamiento para médicos, trabajadores sociales, educadores y otros.
En su papel de estimulante, este observatorio del universo de la gente mayor espera crear un ambiente social, económico y humano más favorable. Es una tarea que concierne a todo el mundo, ya que aquellos de nosotros que todavía no nos hemos jubilado, lo haremos algún día.