EL TÁMESIS VUELVE A NACER
Publicado en
septiembre 22, 2013
Mike Andrews y John Steel, biólogos de la Dirección de las Aguas del Támesis, recogen una redada de lenguado, arenque y una anguila en el corazón de Londres. Hace 20 años, esto no hubiera sido posible.
Foto: Terence Spencer
De cómo el Padre de los Ríos, que se había convertido en trampa mortífera para los peces y las aves, y aun para el ser humano, ha recobrado su antigua vitalidad, a la vez que se ha ganado un sitio en la historia de la lucha por el mejoramiento del ambiente.
Por Timothy Green.
CIERTA mañana del verano de 1977 ocurrió un notable suceso en el Támesis. Dos muchachos, que pescaban a bordo de la lancha Thameswater, de 13,5 metros de eslora, recogieron una abundante redada de magníficos y vigorosos eperlanos (como truchas), lobinas, anguilas y lenguados. Lo extraordinario del hecho fue el punto donde se registró: frente a la Torre de Londres y en parte del llamado "Támesis interior", tramo del río de 40 kilómetros que corre desde el corazón de la capital inglesa hasta Tilbury, y que hace todavía 15 años no había sido sino poco menos que un albañal descubierto y estéril. Allí era frecuente que las personas se taparan la nariz al bajar la marea, por el hedor a huevos podridos que se levantaba de los cenagales. Cualquiera que tuviese la desgracia de caer al agua podía contar con que le aplicaran una bomba para vaciarle el estómago y lo sometieran a 24 horas de terapia intensiva en el hospital.
"El Támesis era un río vil", comenta John Smith, patrón de la Thameswater, laboratorio flotante propiedad de la Thames Water Authority (TWA) o Dirección de las Aguas del Támesis. "Los capitanes de los barcos se quejaban de que las partes de latón se manchaban totalmente por la acción de las impurezas del río. Pero en la actualidad las muestras que recogemos parecen tan puras como el agua de una toma".
Este renacimiento del Támesis debe considerarse una de las batallas más victoriosas reñidas por el hombre para mejorar su ambiente. Alwyne Wheeler, del Museo Británico de Historia Natural, que en 1957 estudió el río y no halló en él ninguna criatura viviente entre Londres y Tilbury, califica este renacer de "milagro moderno". El director de la revista Water ha escrito: "Esta es la primera vez que un río industrial, tan contaminado en otro tiempo, ha sido rehabilitado hasta alcanzar un estado muy cercano al natural". Peter Black, presidente de la TWA, organismo que cuida de la salud del río, declara incluso : "Es el estuario metropolitano más limpio del mundo. Retamos a cualquiera a que nos demuestre lo contrario".
Dar forma a este nuevo símbolo de orgullo urbano ha costado cerca de 100 millones de libras esterlinas de los contribuyentes, aplicadas a modernizar las obras de alcantarillado, aparte de los incontables millones que han gastado las fábricas asentadas a orillas del río.* Por ley, la industria sólo puede arrojar al Támesis aguas sin contaminar, salvo que disfrute de permiso especial. La compañía Mobil Oil acaba de invertir 230.000 libras esterlinas en una unidad de turbo-aireación para asegurar que el agua extraída del río por su refinería de Coryton vuelva tan pura a la corriente como antes de extraerla. La compañía cartonera Thames Board Mills, de Purfleet, comprobó que no le era posible devolver el agua en las cantidades requeridas sin sufrir pérdidas económicas. Se le permitió, pues, que compensara esta deficiencia costeando la compra de dos enormes aparatos para aireación, que deberían instalarse en el río, aunque tres kilómetros más allá, en la ribera opuesta, donde es peor la contaminación. Las turbinas de aireación, cuyas aspas agitan el agua como un remolino, logran que el líquido absorba mayor cantidad de oxígeno, indispensable a la vida. De este modo, la empresa Thames Board Mills contribuye a depurar un tramo del río de cuya contaminación no se le puede acusar.
*Tres decretos del Parlamento, expedidos en 1951, 1961 y 1963, facultan a las autoridades encargadas de la conservación de las aguas para que pongan en vigor los reglamentos contra la contaminación.
Hasta 1961 no se propuso ningún plan estratégico para salvar al Támesis, pero en ese año una comisión encabezada por el profesor Sutton Pippard presentó un informe donde se daba a conocer que un 79 por ciento de la contaminación del río procedía del alcantarillado que desaguaba las aguas negras domésticas e industriales, y también que otro 12 por ciento era fruto de los desechos de la industria arrojados directamente al río. En muchos lugares los contaminantes reducían el oxígeno del agua hasta el punto de impedir la vida de la fauna fluvial. Por suerte ya se ha superado la meta fundamental de Pippard, que consistía sencillamente en purificar el agua para que dejara de emitir olores desagradables. Si bien el Támesis no será quizá tan excelente proveedor de salmón como hace dos siglos (las modernas esclusas construidas en la sección de 200 km de agua dulce, entre Teddington y el manantial de Gloucestershire, impiden a este pez alcanzar sus tradicionales lugares de desove), de 1974 a la fecha se han encontrado cinco salmones (animal particularmente sensible a la contaminación) en los tramos interiores del río.
Desde hace mucho tiempo era necesaria esta regeneración del Támesis. Más de 150 años atrás comenzó el desastre, al iniciarse la construcción de fábricas de gas a lo largo del curso bajo del río, sometido a las mareas; luego vino el creciente empleo del inodoro, cuyas aguas negras iban por las alcantarillas directamente al Támesis. Por el decenio de 1850 a 1859, el noble río, que había sostenido una próspera industria pesquera, quedó casi muerto.
En 1878 naufragó cerca de una de las salidas de las aguas de albañal el vapor de excursión Princess Alice, y la investigación consiguiente reveló que muchas de las 640 víctimas del desastre no murieron ahogadas, sino por el efecto de los tóxicos de las pútridas aguas. La explosión de protestas públicas obligó a construir un sistema adecuado de desagüe. Se separaron las materias sólidas y se cargó el sedimento en barcos especiales para arrojarlo en alta mar. Con la medida mejoró el agua del río, pero aquel respiro fue de escasa duración. Los habitantes y la industrialización iban en aumento, y pronto los albañales resultaron insuficientes. Llegado el cuarto decenio de este siglo, se vaciaban unos 50 sistemas de desagüe en el Támesis o en sus tributarios de la zona inmediata a Londres. Cuando, en 1951, la nación celebraba los comienzos de su recuperación de posguerra con el Festival de Gran Bretaña en la margen meridional del río, las aguas que corrían frente a la exposición eran, según comentario de cierto observador, "aguas muertas, y a muerto olían".
Para ver con mis propios ojos la regeneración del Támesis, me embarqué a bordo del Thameswater en Crossness, 25 kilómetros corriente abajo del Puente de Londres, que es uno de los tramos más importantes en la historia de la depuración de esta vía fluvial. Crossness, situado en la ribera sur, y Beckton, un kilómetro y medio más allá, en la ribera norte, son los sistemas que manejan el 60 por ciento de las aguas negras de Londres. Su modernización, que costó 25 millones de libras esterlinas, constituye por sí sola el máximo aporte a la transformación del río. Ambas instalaciones disponen en la actualidad de vastas zonas que alojan los más modernos aparatos y dispositivos de alcantarillado: máquinas de aireación, activadores, tanques de degradación y sedimentación. Una flotilla de embarcaciones transporta anualmente más de cinco millones de toneladas de sedimentos hasta el mar del Norte, donde los vierte. El sistema de regeneración de Beckton no es sólo el más grande de Europa, sino que es realmente el más importante afluente del Támesis, en cuyas aguas descarga diariamente más de 900 millones de litros de agua ya purificada.
Cuando el Thameswater nos llevaba hacia aquel torrente, Mike Andrews, joven rubio, enérgico jefe de biólogos marinos de la TWA, conectó el medidor del oxígeno contenido en el agua. "Sesenta y cinco por ciento", leyó en voz alta. "Muy buena concentración. El salmón puede vivir en 30 a 50 por ciento de oxígeno disuelto. Y ahora nos encontramos en la parte peor del río, entre las dos salidas principales de las inmundicias. Hace 15 años el indicador de oxígeno apenas habría detectado aquí el elemento". La corriente que salía de la instalación parecía, en verdad, más clara y pura que el río mismo, siempre turbio por los sedimentos que arrastra.
No tardamos en detener la marcha cerca de un monumento mudo y desierto, de paredes de acero y de hormigón: la fábrica de gas de Beckton. "Antes era una de las peores instalaciones contaminadoras del río", comentó Andrews mientras que él y John Smith arrojaban una red al agua, por la parte de popa. "Sus desechos resultaban realmente tóxicos, cargados de cianuros, fenoles y amoniaco; pero hoy está clausurada y sirve de lugar ideal para estudiar los peces".
Y así fue, en efecto. Diez minutos después subía a bordo una red rebosante de rodaballos, lenguados, arenques, camarones y quisquillas. "El regreso de estos peces migratorios es la verdadera prueba de la regeneración del río", me dijo Andrews. "Se han identificado 96 especies en el curso de los 10 años últimos. Hemos pescado eperlano, lobina, cabezudo, trucha de mar, un hipocampo, y hasta un rarísimo cangrejo chino de mar que no se encuentra en ninguna otra parte de Gran Bretaña. El mes pasado atrapamos un bacalao de siete kilos en la red de una de las esclusas de cierta estación de energía, y allí mismo cayeron en las redes 3000 pescadillas en media hora. El río se encuentra actualmente tan limpio que el número de peces aumenta cada año, y se ha reanudado un ciclo entero de vida fluvial. De nuevo están creciendo las algas verdes y las marinas, y las lombrices de mar han vuelto a poblar el cieno, para pasto abundante de los peces, que, a su vez, alimentan a muchas de las aves zancudas".
Aunque la población de aves por la parte del Támesis es relativamente pequeña en el verano, principalmente porque sus riberas, atestadas de bodegas y fábricas, le brindan poco espacio para procrear, es verdaderamente notable la población que acude allí durante el invierno para incorporarse a los cisnes y ánades silvestres, que hoy habitan todo el año el curso alto y medio del río. En comparación con el invierno de 1961 a 1962, cuando una perenne y delgada capa de detergente quitó su impermeabilidad a las plumas de las aves y sólo había 72 patos y 250 cercetas, en el de 1975 a 1976 se contaron 932 de los primeros y 650 de las segundas. Los patos marinos, que hace 10 años sumaban no más de 100, han aumentado hasta sobrepasar al número de 2000 en los últimos inviernos. Las zancudas son ahora igualmente abundantes; de 800 que eran, las gallinetas suman actualmente más de 7000. Entre las aves que visitan el Támesis de cuando en cuando se cuentan el ganso canadiense y el silvestre, el goldeneye (que se distingue por sus ojos amarillos y que antes no se veía nunca en el Támesis), el chorlito, el pato de agua dulce y hasta un solitario ibis de lustroso plumaje.
La presencia de las aves migratorias vistas durante el invierno de 1977, con un total de más de 10.000, justifica que el Támesis haya sido clasificado de refugio con importancia mundial por la International Waterfowl Research Bureau (Oficina Internacional para el Estudio de las Aves Acuáticas). El desaparecido Jeffery Harrison, ornitólogo que describió el regreso de las aves en su obra The Thames Transformed ("El Támesis trasformado"), equiparó al Támesis actual con los pólders holandeses y los marjales del sur de Francia, como refugio invernal de las aves. "El regreso de una profusión de aves silvestres y zancudas al curso medio del Támesis es un triunfo a favor de la fauna silvestre y contra todo lo que se temía".
No sólo las aves y los peces disfrutan de la regeneración del río. Según palabras de Harrison: "El Támesis es ya un río de riberas habitables". En Limehouse, David Owen, ministro del Exterior, y su esposa Deborah se han establecido en una casa antigua que restauraron y que tiene una espléndida vista del canal. Río arriba, a la sombra del puente de la Torre, el muelle de Santa Catarina (uno de los que habían quedado inservibles por el torrente de desperdicios de otras épocas) se ha convertido en un fondeadero para 240 yates, rodeado de tiendecitas elegantes, un restaurante y un espacioso bar.
"Estamos progresando", me aseguró el administrador del fondeadero cuando daba entrada a un yate holandés. "Llegan embarcaciones de todas partes de Europa, y todo el mundo se muestra encantado de poder atracar en el corazón de una ciudad".
Nadie pretende que la obra que el Támesis reclama haya llegado a su fin. La TWA confía en que la modernización de otro gran sistema de albañal, que se espera terminar en 1980, hará del río una vía más limpia aún. Entre tanto, el príncipe Felipe, en su prefacio al libro The Thames Transformed, subraya así la importancia de los resultados logrados hasta ahora: "Lo mejor de todo esto", escribe, "es el enorme estímulo que constituye para asociaciones y organismos del mundo entero que se esfuerzan en salvar el ambiente natural. Todos ellos podrán cobrar ánimos a la vista de lo que se ha conseguido en el Támesis".
CONDENSADO DE "SMITHSONIAN" (MAYO DE 1978), © 1978 POR LA INSTITUCIÓN SMITHSONIANA. ARTS & INDUSTRIES BUILDING, 900 JEFFERSON DRIVE, WASHINGTON. D.C. 20560.