Publicado en
agosto 04, 2013
Correspondiente a la edición de Febrero de 1994
Por Juan Fernando Salazar.
E1 año 1993 terminó con un crecimiento inferior al de la población. Las cifras están alrededor del 2% que resulta irrisorio comparado con el 13 % de China y los supercrecimientos de los países que lideran en cuanto a poner en verdadero funcionamiento productivo sus economías. Si no hay motivo para constatar una crisis de magnitud tampoco hay indicios para apostar por el optimismo. "1993 terminará en apuestas", decíamos hace un año y ahora podemos repetir exactamente lo mismo.
La baja del índice de inflación al 31%, es mérito del gobierno conseguido a costa de la recesión. El gobierno cree que las expectativas se manejan por intermedio del control monetario cuando la experiencia indica que se manejan también, y exitosamente, por la vía de la participación colectiva y del consenso. El modelo neoliberal va muy bien con gobiernos autoritarios que rompen lanzas incluso contra el sector productivo. Eso es lo que hizo el gobierno a fin de año contra los empresarios ecuatorianos que eran acaso su única base de sustentación.
Para continuar con la baja de la inflación hasta el 15%, tendría que conseguirse un seperávit fiscal que parece imposible dado el escenario de precios del petróleo. Ya la presidencia de la Junta Monetaria ha dicho que la meta será el 20%. El impacto sicológico del paquetazo tributario de diciembre, unido a su rechazo por el Congreso, crearán un déficit presupuestario que muy difícilmente podrá bajar el crecimineto de los precios. La inflación bajará algo o se mantendrá en ese nivel. El 30% será la cruz de Sixto como el 50% fue la cruz de Borja.
El sucre tendrá que devaluarse más del 9% de 1993 pero en niveles no superiores al 20% para mantener la meta inflacionaria y permitir el ingreso de capitales golondrina. De ese modo la tasa de interés podrá correr en su versión activa entre el 30% y el 40%.
La reserva monetaria, que cerró en récord histórico de 1.250 millones de dólares, servirá para que el gobierno pueda contrarrestar las crisis en los mercados de capitales y cambiarios. No está claro aún cuánto desprestigió el gobierno su imagen con el fallido paquetazo de reformas y cuánto pesarán ante el FMI los inconvenientes fiscales que desordenarán las finanzas públicas durante buena parte de 1994. La renegociación de la deuda, que aparentemente estuvo cerca, seguramente estará en un lamentable compás de espera.
El Ecuador está muy atrasado en cuanto a las reformas del Estado que nos permitirán competir con el resto del mundo. El paquete de diciembre deja al descubierto que la modernización, con toda la complejidad que el término implica, no ha sido interiorizada ni constituye una propuesta coherente. Para el gobierno modernizar es privatizar.
1994, a no dudarlo, será el año en que el gobierno y la sociedad civil midan fuerzas para que la privatización no sea un negocio de pocos y para que el Estado no pierda la capacidad de asistir a los sectores más pobres.