Publicado en
agosto 25, 2013
Al saber que la Domitila estaba embarazada, a mi tía Eulogia, que estaba muy deprimida y no quería ni vestirse, le cambió la cara... Ella quería a la Domi como si fuera su hija y le anunció a Roberto que se iría a Iowa en cuanto se acercara el momento, para acompañarla al hospital...
Por Elizabeth Subercaseaux.
Era un día de esos en que no hay nada mejor que quedarse en cama, cerrar las cortinas, imaginarse que ha llegado la noche y dormir. Así, al menos, se sentía mi tía Eulogia. La verdad de las verdades es que desde que a la Domi se le ocurrió enamorarse por Internet y casarse en Iowa con Brian, la vida de mi tía era cada vez más aburrida e insípida. Sin la Domitila la casa parecía un cementerio.
Esa mañana decidió no vestirse, algo que últimamente hacía con una preocupante frecuencia. Se puso una bata y se instaló frente a la computadora, como hacía cada mañana, para revisar su correo electrónico. Y fue entonces cuando vio el email de la Domi (pues aunque ella lo había cambiado, se lo había dado de nuevo).
Querida señora Eulogia:
Le escribo para contarle que estoy medio embarazada, ¿qué le parece?.
Mi tía se apresuró en responder:
¿Medio embarazada? ¿Estás embarazada o no? Porque o se está o no se está, no existe eso de medio embarazada.
Contéstame en cuanto puedas.
Y al cabo de un rato:
Señora Eulogia:
No medio, embarazada entera. Ya me ha salido hasta barriga y Brian dice que tal vez son dos, porque he engordado muchísimo y apenas llevo cuatro semanas de embarazo. ¿Qué le parece?.
La noticia fue como un milagro. A mi tía le cambió la cara y le cambió la vida. Nunca se había sentido más cerca de ser abuela, ni siquiera cuando Eulogita anunció que estaba esperando, pues ella quería a la Domitila como a su hija (tal vez más) y desde luego se entendía mucho mejor con ella que con Eulogita.
Lo próximo fue anunciarle a Roberto que tenía intenciones de irse a Iowa en cuanto a la Domi le empezaran los dolores.
En los 8 meses que siguieron, mi tía no hizo otra cosa que tejer chalequitos, calzones, gorritos, calcetines...
Querida Domi:
¿Va a ser niño o niña?
Le preguntaba por correo electrónico. Y la Domi le contestaba que Brian era a la antigua, no le gustaban los procedimientos modernos, eso de la ecografía le parecía poco santo, lo que Dios enviaba a la tierra debía conocerse cuando Dios decidiera, es decir, en el momento de nacer.
Querida Domi:
Tienes que cuidarte, no comas demasiado para que no te infles como un globo.
Le escribía mi tía.
Y la Domi contestaba que Brian la tenía en una "dieta de embarazo", llena de leche, unos bistés de medio kilo cada uno, huevos y otras proteínas, para que el recién nacido pesara los mismos 4 kilos y medio (10 libras) que pesó él al nacer.
"Pero qué horror, vas a convertirte en una ballena", escribía mi tía.
"Ya me convertí", respondía la Domi.
"¿No podrías esconder los bistés y decirle que te los comiste?", preguntaba mi tía por correo.
"Imposible, señora Eulogia, Brian es muy fijado en estas cosas de la alimentación", respondía la Domi, "además, si miento, más vale que me encomiende al cielo, porque con los americanos se puede hacer cualquier cosa, hasta matarlos, pero mentir sí que no, ese es el pecado más grande por estos lados, ¿no lo sabía? El primer pecado es no pagar los impuestos, el segundo es mentir. Todo lo demás puede hacerse y a nadie le importa nada".
Y así, e-mail que viene, e-mail que va, llegó el mes del gran acontecimiento y mi tía Eulogia se trasladó a Iowa.
Al llegar a la casa de la Domi se encontró que todo allí había cambiado; ya no había sacos de trigo en la sala, la casa relucía como una patena, la Domi lo tenía todo muy bien arreglado, con flores en todos los rincones, y Brian había colgado una cabeza de búfalo embalsamada en el comedor. Pero a los 10 minutos de instalarse en una pieza recién pintada para ella, apareció una señora extrañísima a los ojos de mi tía, maltrecha, vestida con botas de cowboy, una escopeta debajo del brazo y unas mechas al viento despeinadas y gruesas como crines de caballo. Al verla, mi tía sintió un escalofrío en la espina dorsal. Creyó que era una visión y se puso a llamar a la Domitila a gritos.
—¿Qué pasa? —llegó corriendo la Domi, y al ver a mi tía apuntando a la señora, con cara de espanto, le explicó que se trataba de la tía Molly, la querida tía Molly, que había llegado a quedarse por una semana para enseñarle a hornear un pastel de manzana y se había quedado para toda la vida.
—¿Para toda la vida? —murmuró, horrorizada, mi tía. Y entonces Molly, cansada de tanta palabrería. lanzó un disparo al aire y luego apuntó a mi tía.
—¿And who are you, miss? (¿Y quién es usted, señorita?) —preguntó con su vozarrón de trueno.
"Querido Roberto", escribió en su computadora mi tía Eulogia por la noche, "estoy desesperada aquí; no sé para qué he venido; la Domitila se ha convertido en una especie que casi no conozco. No habla más que inglés y le hace caso en todo a ese gigante y a una loca (la tía Molly) que a la primera de cambio alza el fusil al cielo y le dispara a Dios".
"¿Quieres que vaya a auxiliarte, Eulogia?", le contestó Roberto.
"No", fue la escueta respuesta de mi tía. Ella tenía que saber arreglárselas sola, aunque fuera una vez en la vida.
Días más tarde llegó el momento esperado. Estaban tomando una taza de té después de la cena, cuando la Domi lanzó un grito como si alguien le hubiera metido un cuchillo en el vientre.
—¡Yaaaaaaaaaaa! ¡Aquí viene! ¡Ya va a nacer! The baby, the baby —gritó con el rostro desencajado, doblándose en dos.
—¡Rápido! ¿Dónde queda el hospital? —preguntó mi tía con el corazón en la mano, sujetando a la Domi por la frente.
—¿What hospital? (¿Qué hospital?) —quiso saber la tía Molly.
—Bueno, el hospital, el lugar donde dará a luz, ¡llamen a la ambulancia!
—¿Ambulance? —preguntó Brian, sorprendido—. Aquí no haber ambulance, aquí manos granjeras sacar niño de vientre —dijo. Y mi tía sintió que iba a darle una fatiga.
La tía Molly acomodó su fusil en un rincón, agarró a la Domi por los brazos, como quien agarra un saco de papas y la arrastró escaleras arriba hasta depositarla en la cama matrimonial. Luego trajo un cajón de manzanas, lo cubrió con una frazada, tomó las piernas de la Domitila, las colocó sobre el cajón y empezó a darle instrucciones.
—Respirar como un perrou, like a dog, así, Doumi, ha, ha, ha, tres, ha, ha, ha, ha, cuatro, ha, ha, dos... one, two, three, four, ha, ha, ha... ¡ Vezy good! Muy bien.
Y mientras esto ocurría en el dormitorio matrimonial, en la cocina Brian echaba agua hirviendo en una palangana y luego subía con ella y unos paños al segundo piso.
La tía Eulogia, aterrorizada, literalmente aterrorizada, no sabía qué hacer. ¿Pero no decían que los americanos eran tan modernos? ¿No decían que aquí los hospitales parecían hoteles de lujo y las parturientas eran atendidas con las mismas comodidades que en un spa?
"¿Qué voy a hacer, Dios mío?", pensó. Lo único que se le ocurrió fue volar a su computadora para escribirle a Roberto.
Roberto:
Escúchame bien, el hijo de la Domi está por nacer, en cualquier minuto asoma su nariz al mundo, pero estos granjeros dementes se han negado a llevarla al hospital y el niño va a llegar en la cama de la Domitila, asistido por la vieja del fusil y las manazas de Brian. ¿No te parece espantoso?
"Espantoso", respondió Roberto, escueto. "Escríbeme cuando nazca".
Cuatro horas más tarde, cuando mi tía estaba a punto de volverse loca, pues la espera se le había hecho eterna, un grito fuerte y nítido de un recién nacido atravesó el horizonte como un pájaro blanco, y mi tía subió la escalera de un salto.
La tía Molly estaba con el niño en los brazos. La Domi yacía con los ojos en blanco, toda sudada, mientras Brian le cantaba al oído you are my sunshine, my only sunshine (tú eres mi sol, mi único sol).
—¿Es hombre o mujer? —se atrevió a preguntar la tía Eulogia, acercándose despacio a la criatura.
—Esta ser mujer —dijo la tía Molly pasándole a la niña con cuidado—. Llamarse Molly Beth.
—¿Y por qué dice "esta"? —quiso saber mi tía.
—Porque venir dos más —dijo la tía Molly, empujando a mi tía hacia la puerta—. Llevar a Molly Beth a otro cuarto, arroparla, que Brian y yo sacar a otros dos.
Mi tía Eulogia estaba tan perpleja, que no atinaba a decir palabra. Tomó a la recién nacida entre sus brazos y sintió que las lágrimas le corrían por la cara.
Dos horas más tarde, la familia de la Domi se había multiplicado. Molly Beth y sus dos hermanos, Tom y Scott, dormían en la cama de la tía Molly, y la tía Eulogia, llorando, le escribía a Roberto mientras se tragaba un Valium.
Roberto:
¿Y qué me dices? ¡Tres niños de un paraguazo! No puedo volver hasta marzo. La Domi necesita ayuda. Ya veré cómo me las arreglo con la vieja de la escopeta.
Felicidades, casi abuelo,
Eulogia.
ILUSTRACION: MARCY GROSSO
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, FEBRERO 17 DEL 2004