RECUERDOS DEL TRONO Y LA CANTORA
Publicado en
julio 21, 2013
Tradiciones y Costumbres.
Por Jenny Estrada, Acuarela de L.Wallpher, Guayaquil Antiguo.
Un elemento que actualmente es sinónimo de comodidad y categoría en las viviendas modernas es el cuarto de baño, al que arquitectos y decoradores dotan esmeradamente con diseños, formas y colores, capaces de envolver en un entorno placentero el poco grato y nada elegante momento de cumplir las necesidades fisiológicas cotidianas que tantas incomodidades significaron para nuestros abuelos, especialmente cuando los problemas estomacales, las náuseas del embarazo, las urgencias de la próstata o los estragos del "chuchaqui" provocaban el corre-corre nocturno, alterando el silencio general.
Un solo baño para todos
Para empezar, y fuese cual fuese el tamaño de la residencia familiar así como el número de integrantes de la prole, el cuarto de baño era uno solo, en el que destacaba cómodamente instalada en una esquina, la pesada tina de fierro enlozado con patas de león, servida por su correspondiente regadera. Los turnos para usarla debían respetarse rigurosamente y mientras llegaba el progreso, como parte indispensable del mobiliario de los dormitorios, existían dentro de estos ambientes las palanganas para jarra y lavacara, donde los señores, las señoras y los niños efectuaban el primer paso de su aseo matinal. Esto era, lavarse la cara, cepillarse los dientes y peinarse.
Para afeitarse, cosa que hacían igualmente en los dormitorios, los señores disponían de un pocillo con jabón en pasta, una brocha redonda y navaja bien afilada.
El puesto de "la cantora"
Siendo tan espaciosos los ambientes y quedando por lo regular tan alejado de los dormitorios el cuarto de baño, las bacinillas formaban parte importante del menaje hogareño. Tal como la vemos en las tiendas de antigüedades, algunas eran de fina porcelana y las más, de fierro enlozado blanco. Otras, con decoraciones florales y con tapa. Colocadas bajo las camas, estaban siempre a la orden para "cantar" indiscretamente al recibir el líquido que aliviaba la vejiga de los meones. Y cuando las circunstancias lo imponían, aparaban también los sólidos que caían sin previo aviso, saturando el ambiente de esencias que se añejaban hasta la mañana siguiente, cuando una empleada cumplía la faena de sacar las bacinillas hacia el baño (operación bacinilleo).
"El trono" y su papel
Seguramente copiadas de modelos europeos, existían unas butacas de madera con brazos y asientos plegables, en cuya base se ocultaba una cantora más grande. Conocidas como "tronos", dichas sillas debieron ser las antecesoras de los actuales inodoros, porque su sitio era el cuarto de baño, donde quien se instalaba a ejecutar los menesteres corporales, quedaba tan bien acomodado que hasta se olvidaba del motivo que lo había conducido al sitio. Y, si no filósofo, más de un estreñido terminó siendo poeta.
Eso me cuenta un lúcido amigo nonagenario, refiriéndome además, que en tiempos anteriores a la canalización de esta ciudad, todos los desechos de las "cantoras" y los "tronos" se depositaban en unos recipientes de madera tipo barriles a los que se les daba el nombre de "abrómicos", los mismos que se mantenían bien tapados en las azoteas o en patios de las casas. Y una vez a la semana, la empresa particular que daba servicio a domicilio, se encargaba de retirar el fétido depósito para cambiarlo por uno limpio.
Yo no he encontrado en ningún diccionario el sentido de la palabra abrómico, que tal vez deriva de abromar (sacar la broma que se le adhiere a los buques). Lo que he rescatado mentalmente es el recuerdo de las veces en que durmiendo en casa de la abuela, al salir apuradamente del toldo para buscar esa dichosa "cantora", metíamos la pata o tropezábamos su borde, regando el contenido con la infortunada consecuencia que es fácil suponer.
Qué diferencia con las comodidades de hoy. El baño junto a cada dormitorio. El calentador y el jacuzzi funcionando a todo dar. Aunque la canalización de la ciudad sea un desastre. En este aspecto, estaremos de acuerdo en que ningún tiempo pasado fue mejor. Gi
Fuente: Revista HOGAR, Mayo 1998.