PERFECTO MEDIO DE… INCOMUNICACIÓN
Publicado en
julio 08, 2013
La cháchara es imposible en los teléfonos del correo irlandés.
Por Duff Hart-Davis
NUESTRO teléfono fue sin duda el más elegante de la generación anterior; y no tiene disco, pero su posición vertical y su sólida manivela le prestan cierta personalidad. La comunicación telefónica desde los páramos de Tipperary, con la ayuda de la Oficina de Correos de Irlanda, ocupa buena parte de un día.
Con el auricular en mano le doy un par de vueltas a la manija. Esto hace caer una ficha en el tablero del conmutador local en Cloughjordan, a cinco kilómetros de distancia. Los trámites comienzan con un intercambio de cortesías.
—Buen día —dice la telefonista.
—Buenos días —respondo—. Sigue el mal tiempo.
—¡Realmente imposible! ¿En qué le puedo servir, caballero?
—¿Me comunica con el seis de Moneygall, por favor?
—Encantada. Espere un momento.
Moneygall es un pueblo rural ubicado a unos ocho kilómetros del nuestro, pero dado como llega el mensaje telefónico parece ubicado al otro lado del mundo. Para empezar, Cloughjordan establece conexión con Roscrea, el conmutador central, que está a 20 kilómetros de distancia. La telefonista se oye como si hablara desde el polo sur a través de un transmisor en medio de una borrasca.
—¡Comunícame con Moneygall, querida! —vocifera Cloughjordan entre muchas interferencias.
—¡Un momento! —es el grito de respuesta.
Aguardo con paciencia. Al ulular del viento y la nieve se suma un sonido chillón parecido al que producen las agachadizas al levantar el vuelo. Súbitamente Moneygall contesta como si lo hiciera desde la Luna.
—¡ Moneygall! —dama Cloughjordan a voz en cuello— Comunícame con el seis, por favor.
—¿Seis? —a través de la tormenta es posible percibir algo de sorna— No tiene caso llamar al seis. ¡Están de vacaciones!
Después de 20 minutos vuelvo al punto de partida, pero ahora sé que mis amigos no están. La mayor virtud del antiguo sistema es que los conmutadores de la aldea dan un maravilloso servicio de información.
Tampoco es frecuente llamar en vano, porque la telefonista ahorra la molestia con informaciones como "la señora Hegarty ha salido de compras y volverá a la una" o "el señor O'Connor's pasará todo el día en Limerick". La dificultad no está en la buena disposición de las personas; más bien radica en el sistema.
Preparada mi mente, intento algo casi imposible: llamar a Londres. Dos vueltas de manivela me conectan con Cloughjordan y doy el número. "Cuelgue, por favor; lo llamaré después", dice la telefonista. Así lo hago y mientras espero escribo tres cartas. Luego suena el teléfono.
—Hola, ¿hablo con el nueve? —pregunta una voz masculina.
—No.
—Ah.
—¿Quién es usted?
—El cinco de Borris-in-Ossory.
Para despejar la línea llamo a la telefonista, y contesta una muchacha desde muy lejos.
—¿Es usted el caballero que quiere hablar a Londres?
—El mismo.
—Un momento.
Oigo marcar, mover de clavijas y repiquetear de campanillas. Increíble; estamos conectados con Londres. Lástima que el número haya fallado por uno.
—¡Santo Cielo! —dice la voz de la muchacha con una sonrisita suave— Al hombre le di número equivocado.
Repentinamente una cercana voz masculina pregunta:
—¿Terminaron?, ¿terminaron?
—¡No! ¿Hola?
Pero se marchó sin enterarse de si habíamos terminado o no. Finalmente escucho a mi editor en la línea con perfecta claridad. El no me oye. Lo saludo a gritos y me responde con un par de "holas" antes de darse por vencido y cortar. Vuelvo a girar la manija y lo único que consigo es otra comunicación con el hombre de Borris-in-Ossory. "¡Demonios!" exclama. "El sistema entero se viene abajo".
Estaba en lo cierto. Poco después una huelga paralizó por completo el sistema telefónico durante siete días. Aquella semana la paz reinó en casa. La campanilla no sonó ni malgasté horas en batallar con el sistema. Sin embargo, no pude librarme de él. Varias veces en mis sueños escuché la misteriosa voz que decía: "¿Terminaron?, ¿terminaron?" Y despertaba con mis gritos: "¡No! ¡Un momento!"
© 1979 POR DUFF HART-DAVIS. CONDENSADO DE "THE SUNDAY TELEGRAPH" (4-III-1979) 135 FLEET STREET. LONDRES (INGLATERRA)