OFENSIVA VEGETAL CONTRA EL SMOG
Publicado en
julio 14, 2013
El estado norteamericano de California posee hoy 100.000 árboles nuevos resistentes al humo-niebla gracias a un pequeño David que se enfrentó al Goliat de la burocracia.
Por Shirley Nagel.
EN CIERTO cañón distante 25 kilómetros de Los Angeles los rayos de sol matinal se quiebran sobre algunos troncos chamuscados. Varios grupos de reservistas de la Marina esperan junto a una motobomba de 2.500 litros.
¿Incendio? ¿Asonada? No. Se trata de ayudar a 200 voluntarios a reforestar la zona con 2.000 pinos resistentes al smog (humo-niebla). El día lo organizó un joven de 21 años, Andy Lipkis, apodado "el chico de los árboles".
CUANDO Andy tenía 15 años escuchó en un campamento de verano a un naturalista. "Tal vez sea la suya", explicaba este, "la última generación que goce del bosque. Dentro de 25 años el smog nos habrá dejado sólo aridez".
Andy miró en dirección al valle y vio el manto amarillo que ascendía por las colinas. ¿ Tendría razón el naturalista? ¿Otros chicos, jamás pasarían unos días en el bosque, como lo había hecho él durante toda su vida?
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Andy.
—Mientras haya smog, poco —replicó el naturalista—. Pero hay algunos árboles que lo resisten.
—Y, ¿por qué no sembrarlos en lugar de los que se están secando?
—No es fácil replantar todo un bosque —dijo el naturalista.
Preocupados, Andy y sus amigos discutieron esa noche el asunto en torno de la fogata y discurrieron trasplantar a su campamento árboles resistentes al humo-niebla.
El director los autorizó para cavar en un lote de estacionamiento y un campo de béisbol. Luego consiguieron de un vivero cercano 20 arbolitos de un metro y los plantaron junto con arbustos.
Andy quería dar nueva vida al bosque y pensó en sembrar un árbol resistente al humo-niebla por cada uno que se secara.
El chico descubrió que, en los pinos, el smog destruye la clorofila y que la falta de nutriente derivada de ello permite a los escarabajos perforar su corteza. (El flujo de la savia en un árbol sano impide la entrada de estos insectos.)
Andy visitó a algunos hombres de negocios y les solicitó fondos para realizar su plan, pero no logró convencerlos de la seriedad del problema. Después de algunos años decidió asumir la responsabilidad de su idea y llevarla a cabo.
En enero de 1973 expuso su proyecto a 25 campamentos de verano, con éxito en 20 casos. Luego se comunicó con la oficina estatal correspondiente y pidió 20.000 plantones de pino resistentes al smog.
—Con mucho gusto —le contestó un empleado—. Envíenos 600 dólares y la próxima semana le despachamos su pedido.
—Necesito más tiempo para conseguir el dinero —replicó.
—Lo siento. Queda poco para la temporada de plantación y toda lo que no hayamos vendido antes del 19 de marzo se entierra para la cosecha del año entrante.
—¿Por qué destruirlos? Yo me encargo de plantarlos.
—Lo siento —reiteró el otro—. Debemos ceñirnos al reglamento.
Andy no pudo conseguir el dinero ni convencer a la División Forestal de su mal procedimiento.
Empezaba a enfadarse. Era necesario informar al público de lo que estaba ocurriendo, y para esto llamó al Times de Los Angeles, a Julian Dixon, diputado a la asamblea del Estado, y a la oficina del senador Alan Cranston. Un reportero le notificó que la División Forestal había convenido en suspender la destrucción de los arbolitos.
Luego recibió una llamada de Bob Rappleye, guardabosque del distrito sur de California. Las pesquisas del Times y de Dixon habían despertado su interés. En una reunión con Andy y Ron Adams, especialista en reforestación, Rappleye propuso hacer del proyecto un programa del Estado; así este podría dar 8.000 plantones y asesoría técnica.
Mientras tanto, Andy arrostraba otro problema. Debía pasar cada arbolito a una caja de cartón desintegrable, donde permanecerían hasta el verano. El 4 de abril Lipkis y Randy Crosno, un condiscípulo, recibieron los 8.000 pimpollos prometidos. En refrigeración podrían durar cinco días antes de marchitarse.
—¡No puedo creerlo! ¿Qué vas a hacer con ellos?
—Refrigerarlos y trasladarlos a cartones de leche. Y, a propósito, ¿qué vas a hacer tú estos días?
—Supongo que plantar árboles.
En el curso de la semana siguiente Andy encontró espacio para refrigerarlos y una lechería le regaló envases desocupados de cartón. Entonces, para conseguir voluntarios, atiborró casi de carteles los patios de varios colegios y universidades y habló con los scouts. Estos, varios condiscípulos y un buen número de estudiantes se ofrecieron a colaborar.
Pero eso era sólo el comienzo. Se necesitaba dinero para la tierra, el transporte y la plantación definitiva. Otra vez el Times ayudó a Andy con un artículo al respecto, publicado el 23 de abril de 1973. En las semanas siguientes recibió 500 cartas con donativos que importaban desde 50 centavos hasta 100 dólares. Dos meses después reunía 10.000 dólares.
Los hombres de negocios reconsideraron la idea y aportaron para jeeps, herramientas y una oficina.
El sueño de Andy recibió un nombre: California Conservation Project (Proyecto de Conservación de California); conocido también como "Tree People" (Gente del Arbol). Al cabo de un tiempo el personal (Andy y Randy) se engrosó con siete nuevas personas, y las nueve reciben sueldo.
La "gente del árbol" menciona con frecuencia el "poder personal", en referencia a la capacidad de lograr metas. En seis años han plantado, puesto en maceta y regalado más de 100.000 árboles.
En un fin de semana como cualquier otro, Andy y sus colegas supervisaban y daban instrucciones a 25 campistas que habían ido allí a plantar 200 pimpollos de cierto árbol resistente al fuego. "¡Y pensar", comentó uno de los plantadores, "que dentro de cien años, tal vez otros jóvenes se sentarán al pie de nuestros árboles!".
CONDENSADO DE "TREE BOYS". © 1978 POR SHIRLEY NAGEL. FOTO DE ANDY LIPKIS MOSTRANDO A LOS ESCOLARES COMO SE SIEMBRAN LOS PLANTONES TOM OLIVER