Publicado en
julio 28, 2013
El término "oveja negra" de la familia, suele aplicarse a un miembro de ella cuyas actuaciones dejan algo o mucho que desear; pero no olvidemos que no hay ovejas diferentes, solo mal ubicadas.
Por María R. Espinel de Massú.
Cuando es un hijo a quien se lo ha considerado como "la oveja negra", los padres, quienes muchas veces tardan en darse cuenta de tal o cual situación, tienen sobre sí la responsabilidad sobre cómo fue guiado o educado ese joven. Si bien de padres extraordinarios y dedicados a sus hijos, éstos se desvían o descarrían, la lógica debería indicar que no debiera suceder; en estos casos, el golpe para los padres es peor, al no encontrar en sí mismo cuál fue la falla en su crianza. Estamos hablando de errores graves, de reales problemas tales como el alcoholismo o la drogadicción, así como una excesiva libertad en las chicas en su trato con los muchachos, etc.
Al ser tildados de "ovejas negras", están marcando sobre sus frentes sus acciones, incluso están diciendo entre comillas "el resto de su familia no es así"... Por supuesto que son los padres, más que nadie, los afectados.
También suele darse esta denominación al hijo descuidado en sus estudios al ser comparado tal vez con sus hermanos que no lo son. Tanto profesores como compañeros los enrolan bajo ese rubro y de tal forma pasan a engrosar "un grupo" caracterizado no por sus méritos precisamente.
El vicio en los adolescentes, el embarazo de la joven soltera o su promiscuidad con los enamorados, corrientes lamentablemente tan arraigadas en nuestros tiempos, lejos de irse "normalizando" por el creciente número de afectados, deben más bien horrorizar "increscendo" a quienes son responsables directa o indirectamente de los jóvenes, sean estos padres o maestros, cada uno con su determinado papel que les ha sido asignado en la vida de ellos.
El tonto argumento de que "así está ahora la juventud" o de que "todos lo hacen", no es sino un triste consuelo al ver una vida que recién debe florecer, ya en estado de marchitarse. El considerar que ya nadie se asombra de estas especies de "oveja negra", sino que son "males ineludibles" es el peor error. Siempre se debe, al educar, poner una frontera infranqueable entre lo permisible y lo que no, entre las normas y la ruptura de las mismas, sin dar simplemente a entender que si no se cumplen, pues serán la "oveja negra" de la casa, del curso, de escuela. ¡No, por favor!
LOS PADRES / ESPOSOS
No solo los hijos pueden ser "ovejas negras"... el marido que decurre su vida entre aventuras extramaritales o en una constante irresponsabilidad en relación a su familia, también es agrupado bajo el nombrecito en cuestión.
La esposa, que lejos de atender debidamente su hogar lleva una conducta disoluta o ha caído en el alcoholismo o la extravagancia, recibe su etiqueta, que la diferencia sin duda de otras mujeres amigas o afines, de su familia o su entorno. Incluso dentro del campo laboral, suele decirse en una oficina, en relación al rendimiento de una persona que es "la oveja negra" de la oficina.
La utilización tan desenfadada que se ha dado a la frase, le da una indudable soltura a quienes incluso sacan pecho y la ostentan con el orgullo vano, propio del machismo o en el caso de la mujer, de la imagen de "liberada".
No es de extrañarse, escuchar a quienes se disputan los escaños más altos en cuanto a ser nominados como "ovejas negras"... Es que el ser humano necesita sobresalir, y cuando no se lo logra por los medios ortodoxos de un merecido éxito, o conducta intachable, pues el extremo opuesto es una alternativa, y hacia allá se dirigen, sin medir las consecuencias ni los tremendos alcances que esto puede conllevar.
¿Hasta qué punto el ser humano mantiene la satisfacción de ser la "oveja negra"? Depende del grado de madurez de la persona, generalmente carente de ella, pero cuando desean sacudirse, muchos terminan hundiéndose más.
CONCLUSIONES
Los padres no pueden permitir que se tilde de "oveja negra" a un hijo porque lo estaría enmarcando en el negativismo, en la ausencia de valores.
Si otras personas se refieren como tal al chico problema o a la joven suelta, son primeramente los padres, para luego ellos mismos, quienes deben abolir totalmente la sola mención de la frase.
Debe tenerse claro que esta radical denominación, lejos de ser un mérito es un estigma, de lo que no se debe nadie enorgullecer sino más bien avergonzarse.
Fuente: Revista HOGAR, Mayo 1998.