Publicado en
junio 30, 2013
Prisa de vender a la nación más populosa del mundo.
Por Courtney Tower.
UNA EUFORIA semejante a la fiebre del oro e ingenua como los sueños de prosperidad, se apoderó de Pekín y los grandes hombres de negocios corrieron a la ciudad para recoger su parte. Atestaron el creciente Hotel Pekín y en variados acentos propusieron proyectos de perforaciones en busca de petróleo, vendieron grandes complejos de acerías y fábricas de productos químicos, y trataron de obtener prioridades para construir hoteles turísticos y satélites espaciales. Los inflados comentarios circularon por la avenida Chang-an hasta la Puerta de la Paz Celestial. "Según ciertos rumores, los chinos han concedido a cuatro países distintos el mismo contrato de obras hidráulicas", comentó un periodista escandinavo, divertido por la ilusión extranjera de haber descubierto un El Dorado chino y el gusto con que China enfrenta competidores.
Así se pusieron las cosas en el invierno pasado, cuando Estados Unidos reanudó sus relaciones con China después de 30 años de ruptura. China está decidida a continuar su enérgico programa doble: comprar los elementos más modernos en fábricas extranjeras y utilizar la mano de obra barata y disciplinada de un cuarto de la población mundial para su evolución, la que a fines de este siglo la pondrá en primera línea entre las naciones industrializadas.
El ingreso per cápita de los chinos es de 405 dólares al año; el 75 por ciento de la población trabaja en el campo, a menudo con utensilios y técnicas que difieren poco de los de hace 40 siglos; en 1978 su comercio exterior alcanzó 20.000 millones de dólares a la par con España y Formosa.
Ahora, bajo el premier Hua Kuofeng y el viceprimer ministro Teng Hsiaoping, China se propone incrementar en un diez por ciento anual hasta 1985 su pequeño producto nacional bruto (407.000 millones de dólares en 1978). Y en su amplio contacto con Occidente busca comprar a Japón refinerías de petróleo, cobre y aluminio por valor de 20.000 millones de dólares; a Gran Bretaña instalaciones para explotar minas de carbón y aviones de caza; a Estados Unidos una acería, torres de perforación marítima, una cadena de hoteles de turismo y 700 camiones; y a Francia acero, refinerías de petróleo, centrales eléctricas nucleares y plantas de aluminio. Pekín tramita con compañías canadienses la exploración de yacimientos petrolíferos de mar adentro, la extracción y elaboración de oro, cobre y asbesto, la compra de locomotoras y camiones, la instalación de fábricas para construir tractores y maquinaria agrícola.
COMERCIO Y TRAICION
El anterior primer ministro, Chou En-lai, y Teng, su mano derecha, lucharon durante años para adquirir tecnología y materiales extranjeros; pero se oponía una fuerte tradición de confianza nacional y una gran cautela ante los forasteros, reforzada por las admoniciones de Mao Tse-tung, quien censuraba la "mentalidad servil frente a lo foráneo".
Chou anunció un plan de diez años y China compró plantas extranjeras completas. Pero después, a raíz de alguna turbulencia y varias luchas internas, el país cerró sus puertas. Chou murió en enero de 1976. Pocos meses después Teng fue destituido por el Grupo de los Cuatro, dirigentes del Politburó fieles a Mao, quienes sostenían que comerciar con extranjeros era una traición y que la lucha política importaba más que el estudio.
Después del fallecimiento de Mao, ocurrido en septiembre de 1976, el Grupo de los Cuatro fue arrestado, y Teng recuperó sus cargos. Bajo su gobierno, las empresas occidentales han sido bien recibidas, nuevamente hay exámenes escolares y se proyecta enviar al extranjero a los mejores estudiantes para completar su educación. Pero quedan ciertos partidarios de Mao con alguna autoridad y al parecer hay grandes diferencias entre Teng y Hua respecto a las prioridades.
Sin embargo, los líderes están decididos a continuar el plan de diez años de Chou, aunque más lentamente.
"Todo lo que China desea conseguir y comprar, está allí", dice un diplomático canadiense.
Este país espera terminar diez complejos siderúrgicos en 1985 y duplicar la producción a 60 millones de toneladas. El país cuenta con vastas reservas de petróleo y gas sin explotar, pero planea abrir, mediante convenios de exploración con corporaciones internacionales, diez yacimientos y duplicar la producción petrolífera en 1985 para alcanzar 200 millones de toneladas. Probablemente posee el mayor potencial hidroeléctrico del mundo (un medio millón de megavatios). China proyecta asimismo mecanizar la agricultura cultivando millones de hectáreas de tierra fértil con poca lluvia, aprovechando la experiencia de Estados Unidos y Canadá. Para 1985 completaría seis líneas ferroviarias, haría cinco puertos de aguas profundas, extendería la red aérea interna, agregaría tres millones de teléfonos y pondría en órbita satélites de comunicaciones.
Los chinos se han preparado durante años para realizar estos proyectos y decidir en qué países les conviene comprar. Notable franqueza ha reemplazado las respuestas evasivas sobre sus intenciones. En abril de 1978 un ejecutivo del Banco de China habló formalmente con un representante de la Corporación para el Desarrollo de las Exportaciones, que financia las de Canadá, y le informó que China no necesitaba préstamos ni tenía interés en el financiamiento internacional. En enero de 1979 el representante volvió a Pekín con una misión dirigida por Jack Horner, ministro de Comercio, habló de nuevo con el mismo ejecutivo y, reconociendo interesarse en préstamos, demostró saber exactamente qué financiamiento ofrecía cada país.
Sin embargo, en esta misma visita, Li Chiang, ministro de Comercio Exterior, me dijo que su país valoraba las ofertas de créditos, pero que se proponía no contraer deudas. Espera obtener divisas con las ventas de su petróleo y el aumento del turismo, y desea convenios de compensación, según los cuales las compañías extranjeras deberán aportar el dinero inicial para ser pagadas en especies o con parte de las ganancias cuando la empresa funcione. Esto significa una considerable espera y un convenio así tiene sentido cuando los recursos escasean, como en Japón y en Europa, pero no cuando son suficientes como en China.
Dada la importancia de su programa, esta última tendrá seguramente que solicitar préstamos en el exterior. El comercio con el extranjero en 1978 superaba los 7.000 millones de dólares. Sin embargo, se sabe que China utiliza capital ajeno en gran escala para realizar su revolución industrial. Según cálculos de los japoneses, necesitará 200.000 millones para financiar los cinco años y medio que faltan para completar el plan de 1976 a 1985.
PECULIAR ESTRATEGIA
Continúan llegando a Pekín misiones extranjeras sin desanimarse por las incertidumbres que ocasiona el negociar con China. Cierto día hablé con un ejecutivo canadiense de una compañía que vende locomotoras. Había recibido en su patria delegaciones comerciales chinas, hecho propuestas a pedido de estas y demostrado toda la paciencia necesaria para obtener contratos. Representando a su compañía por cuarta vez en Pekín, y acompañado por Horner, ministro de Comercio, había visitado al ministro chino responsable de la instalación de fábricas, quien respondió amablemente: "Usted ha comenzado bien". Y confundiendo al ejecutivo agregó: "Ya estoy firmando convenios de compra de locomotoras con Francia y con la compañía norteamericana General Electric. Pero si usted mejora su oferta..."
A la mañana siguiente, en el Hotel Pekín, un extraño interpeló al canadiense:
—He visto la hoja de arce en su solapa, amigo. Yo trabajo para la General Electric en Estados Unidos. ¿Qué tal va su misión?
—Regular. Parece que a usted le va bien con sus locomotoras.
—Oh, no. Los chinos siguen hablando de la oferta canadiense y diciéndonos que nosotros debemos mejorarla.
UNA GENERACION PERDIDA
Japón comercia activamente con China, contribuyendo con el 35 por ciento de las importaciones de este país, mientras el presidente Carter, de un plumazo, puso a Estados Unidos al frente de otras naciones en la competencia. Sin embargo, los diplomáticos están convencidos de que algunas más pequeñas, como Canadá, pueden sacar partido de sus especialidades.
Por ejemplo, China se ha puesto de acuerdo con compañías petroleras internacionales para explorar sus yacimientos y aumentar sus reservas, pero también habla con Petro-Canada y con Ranger Oil de Calgary. La empresa Massey-Ferguson ha propuesto construir tres fábricas de tractores y maquinaria agrícola.
Canadá, que posee el sistema de satélites más adelantado, compite para instalar las estaciones terrestres y los subsistemas de la red que China pretende tener en 1981. La Northern Telecom negocia la construcción de plantas para equipos de conmutadores digitales, de microondas y de otros dispositivos de telecomunicaciones. Y la Hydro-Quebec de James Bay, hasta ahora la obra hidráulica de mayor envergadura, ha puesto a Canadá a la par con Noruega, Suecia, y, Japón para el planteo de proyectos de irrigación y control de inundaciones en la cuenca del río Yangtsé.
El hecho de que China haya abierto sus puertas al mundo exterior ha ocasionado dos reacciones diferentes en su población: esperanzas entre quienes creen que su suerte mejorará y descontento entre los que temen ser desposeídos. "Todo sucede tan velozmente que atemoriza. Después de varios años de oposición a los estudios superiores, de enviar millones de jóvenes al campo que se oponían a ir y donde se les recibía mal, ahora se vuelve de pronto a la educación y a la apreciación urbana del mérito", me dijo un estudiante canadiense de los que se intercambian con China.
"Los campesinos están preocupados", observó un residente. "Toda revolución industrial es ante todo urbana; requiere técnicos, jefes y científicos. El agro teme perder".
Además hay millones de personas entre los 20 y los 30 años cuya única especialidad es la agitación política. Según un diplomático occidental, los mayores de 30 años recibieron cierta instrucción capaz de ser mejorada y los menores de 20 tienen ahora la oportunidad de estudiar. Pero quienes se encuentran entre ambos grupos constituyen una generación perdida; son una bomba de tiempo que es menester desarmar.
FERVOR ESTUDIANTIL
También existe descontento entre los 6.000 obreros de la Planta de la Maquinaria Eléctrica Pesada de Pekín, donde la señora Lo Wen Lien, vicedirectora del departamento político, dice que el principal problema es restablecer la disciplina del trabajo. El Gobierno ha pagado aumentos de salarios (por primera vez en muchos años) al 60 por ciento de los empleados que ganaban menos, pero el bajo rendimiento de la mano de obra continúa. La Fábrica de Papel de Kuang-Chow, cerca de Cantón, comenzó a funcionar en la década de 1950 y tiene 3.200 obreros que producen 75.000 toneladas anuales de burdo papel de imprenta, tonelaje que podrían producir en Estados Unidos 200 personas en el mismo tiempo.
Según el industrial francés Paul Berliet, presidente del Comité Francia-China, el Gobierno ha vuelto a ofrecer a los obreros recompensas por un mayor rendimiento. El puerto de Shangai ha aumentado sus actividades en un 40 por ciento en seis meses porque está mejor organizado. En 1978 Berliet visitó fábricas desorganizadas e ineficientes, pero seis meses más tarde las encontró recuperadas, aunque sin maquinaria nueva. "Los hombres eran los mismos, pero su actitud había cambiado", dice.
La industrialización china podría satisfacer la gran demanda de artículos manufacturados o restringir el consumo interno mientras el país inunde el mundo con mercancías a precios de competencia. Debería adoptar un criterio intermedio porque lleva varios años competir eficazmente en el mercado internacional.
Si bien esta fiebre del oro disminuye, no cabe duda de que China es una fuerza económica en marcha. Y en un país donde más de la mitad de la población es menor de 25 años, los cambios y el enorme potencial humano son particularmente notables en la disciplina que se advierte con mayor claridad en las aulas. En el jardín de infantes de la Comuna Popular de Ping-jo, cerca de Cantón, los niños nos entretuvieron con canciones y bailes. De' pronto reconocimos la tonada de The Battle Hymn of the Repuhlie ("Himno de batalla republicano"). Nos dijeron que ellos cantaban: "Trabajadores del mundo, uníos ... en la unidad radica la fuerza".
No dudo que tal fervor contribuya esta vez a hacer de China una verdadera potencia económica mundial.