Publicado en
junio 30, 2013
CUANDO nuestras hijas llegaron a la adolescencia les advertimos que algunos muchachos se portarían con ellas como caballeros, pero que otros sólo buscarían aprovecharse, y les aconsejamos que cuando se vieran en este último caso le dieran al joven una moneda diciéndole: "Telefonea a mi padre y, si él aprueba tu proposición, aceptaré". Nunca usaron la moneda, aunque a veces sí salió a relucir.
La mayor se casó hace poco. En su noche de bodas me llamó y, en son de broma, preguntó: "Papá, Juan me propuso algo interesante. ¿ Puedo aceptar ahora ?"
—H.S.
ME GANO la vida escribiendo literatura para recaudar fondos con fines benéficos. Por esta razón me encargaron redactar la petición anual de aportes para la iglesia Congregacional a que pertenezco.
Mientras reflexionaba sonaron las campanas del templo, lo cual me dio una idea:
"Estimados hermanos", puse, "nuestras hermosas campanas nos llaman a orar, llorar o celebrar. Si algún desastre las silenciara, ¡sería enorme el vacío! ¿No es la iglesia también parte nuestra, como las campanas? ¿No nos empobrecería en muchos aspectos su desaparición...?"
Satisfecho, llevé la nota al pastor, quien al terminar de leerla me miró con una expresión que califico de enigmática.
"Esas campanas", rezongó, "son de la iglesia Metodista".
—C.S.
MI NOVIO y yo decidimos grabar alguna frase especial en nuestros anillos de matrimonio, mas temíamos que la frase no cupiera. Al decirle al joyero que deseábamos una inscripción murmuré, para mí más que para él:
—No sé si esto saldrá bien.
Asombrado, levantó la vista de su cuaderno de pedidos y preguntó:
—Señorita, ¿ no se le ocurre una frase más optimista?
—B.A.H.
DESPUÉS de ver en el televisor un anuncio de pollo congelado "tan bueno como el que usted compra asado", mi marido me comentó con una sonrisa amarga: "Hemos dado el círculo completo. Ahora podemos adquirir pollo para asar en casa parecido al que se compra en el comercio, y que nos recomendaban justamente por parecerse al hecho en casa".
—P.L.C.
TRAS DIEZ arduas semanas en el campo de entrenamiento de la Infantería de Marina, nos dieron nuestro primer fin de semana libre. Cuando salía, vi que uno de mis compañeros llevaba bajo el brazo su talego de dormir. Le pregunté por qué, y repuso:
—Estoy tan cansado que voy a dormir hasta el domingo por la tarde.
Quise entonces saber por qué no se quedaba y dormía en su camastro, si estaba tan fatigado.
—Oye —me contestó—, ¡es el primer fin de semana libre en casi tres meses y no voy a perdérmelo por nada del mundo!
—M.G.
UNA AMIGA me invitó a ver su colección de antigüedades. Tras admirar todas aquellas bellezas, le pregunté a su marido:
—Si estallara un incendio, ¿qué salvarías primero ?
Su respuesta me emocionó:
—Siempre he pensado salvar ante todo a mi mujer.
—M.LeP.
MI HERMANA y otra religiosa visitaban un sector peligroso de la ciudad. Al volver a su automóvil inclinaron la cabeza y se santiguaron pidiendo al Cielo que el motor encendiera, pero la batería estaba expirando. En eso, un tipo con trazas de matón hizo señas a mi hermana para que saliera. Ella, demasiado atemorizada para negarse, obedeció. El hombre entonces logró hacer funcionar el motor.
Cuando le agradecieron, dijo:
—De nada, hermana. Nunca antes había sido respuesta a las oraciones de alguien.
—J.C.W.
ESPERABA turno en la carnicería con mi ficha numerada y sentí que alguien me miraba. Era un muchacho como de 12 años.
—Usted debe tener 18.
—No, tengo 30 —respondí ruborizada.
—Imposible.
—Pero cierto —insistí.
—No, no es posible. Usted llegó antes que yo y mi número es el 20.
—S.K.S.
CIERTA tarde, cuando cruzaba por un campo de juegos, vi a un par de chiquillos de diez años que rodaban por el prado. Un círculo de amigos los incitaba. Un anciano que pasaba junto a los que peleaban dijo algo, e inmediatamente los contendientes se separaron y el grupo se alejó entre risas.
Aquello me impresionó tanto que detuve al anciano y le pregunté qué había sucedido.
"Le diré", repuso: "Uno de los chicos que observaba se volvió hacia mí cuando yo pasaba y exclamó: ¡Vaya pelea! Yo miré a los rijosos y comenté en voz alta: ¿Pelea? ¡Creí que se estaban besando!
"Siempre da resultado", continuó. "A ningún muchacho de diez años le gusta parecer como que está besando algo".
—D.A.B.