…Y HEINZ MOELLER SE DESMAYÓ
Publicado en
mayo 19, 2013
José María Velasco Ibarra presta juramento ante el presidente del Congreso, Francisco Illingworth en 1960. En la foto Carlos Julio Arosemena, Vicepresidente de la República, y Manuel Araujo Hidalgo.
Recopilación: Emilia Simon / Fotos: Archivo histórico del Banco Central del Ecuador.
Esta es la primera entrega de las historias detrás de la historia. Son episodios no contados en los libros, pequeños cuentos de los grandes hombres y anécdotas que quitan velos a algunos hechos del pasado nacional. Juntos forman este anecdotario, reconstruido como un rompecabezas gracias al relato de sus testigos.
ELEGIDO PARA GANAR CINCO MIL
En el tercer gobierno de Velasco Ibarra, el Congreso, sin consultar al ejecutivo, aprobó una duplicación de sueldos para el presidente y los ministros: entonces el mandatario ganaba cinco mil sucres y con el alza serían diez mil.
A fin de mes, el pagador de la presidencia entregó los roles de pago a Manuel Araujo Hidalgo para la firma de Velasco Ibarra, muy minucioso en esa materia. Relata Araujo que al ver duplicado su sueldo, Velasco se alarmó y reclamó: "¿Cómo es esto?, ¡Yo entré ganando cinco mil sucres!, ¡Se equivocó el pagador!". Araujo le explicó la medida del Congreso pero el presidente, indignado, se negó a aceptar el alza. "El pueblo me eligió para presidente y para ganar cinco mil", afirmó.
La elevación constaba en el presupuesto del Estado y si no la recibía, se reintegraría al Tesoro Nacional. Por esta circunstancia, el "profeta" decidió tomar sus cinco mil de siempre y enviar el resto, todos los meses, a la directora de las monjitas de la caridad para el leprocomio de Verde Cruz.
¡TANTOS AÑOS!
Apoco de iniciado el gobierno de Clemente Yerovi, el presidente invitó a unas pocas personas a almorzar. Entre ellas se encontraba Otto Arosemena a quien ubicó frente a él.
Arosemena era muy extrovertido y una vez instalados en la mesa, hizo una serie de sugerencias a Yerovi para el manejo del poder y quizá se excedió en el número de sugestiones pues Yerovi le manifestó: "Otto, después de unos 12 años usted se sentará donde yo estoy y ahí pondrá en práctica todas las sugerencias que se ha dignado hacerme y las demás que se le ocurran".
Indignado, Otto Arosemena, le comentó el episodio a Benjamín Terán Varea quien recuerda que hizo hincapié sobre todo en los años que Yerovi creía que Otto debía esperar para ocupar la presidencia de la república y quizá eso lo apuró para llegar al mando: Elegido por la Asamblea Constituyente de 1966, Otto Arosemena sucedió en el poder a Clemente Yerovi.
DER.: Otto Arosemena en ejercicio de la Presidencia de la República en 1967. Lo acompañan Camilo Gallegos Toledo y Andrés F. Córdova.
FIN DE UNA GUERRITA
Pedro Carbo Medina fue ministro de Obras Públicas en el tercer gobierno de José María Velasco Ibarra. Era tan bueno que el "profeta" aseguraba que en la historia de la república había tres ministros de Obras Públicas: Montero Vela, Juvenal Sáenz y Pedro Carbo. Exaltaba por supuesto al presidente Gabriel García Moreno, "el gran constructor".
En esa época, Manuel Araujo Hidalgo -quien cuenta esta anécdota- era secretario general de la Administración y le correspondía estudiar los decretos para dar un dictamen.
Un día el ministro Carbo llevó el decreto de un cuantioso contrato al presidente para su firma, pero Velasco le dijo cortésmente que permita que la secretaría lo revise, lo cual Araujo hizo con prontitud e informó que todo estaba en orden. Sin embargo el ministro se molestó con el incidente y bajo el argumento de que Araujo entorpecía la agilidad administrativa, comprometió al gabinete para pedir su retiro.
"O lo saca o nos vamos", dijeron los ministros a Velasco. El presidente contestó que era un gabinete excelente, que estaba agradecido con ellos y también con la colaboración jurídica del secretario de la Administración. "De tal manera, señores ministros, que ni ustedes me renuncian ni tampoco el doctor Araujo", sentenció Velasco y puso fin a la rebelión.
PAREDÓN CRIOLLO
En enero de 1962, cuando recién asumió el poder Carlos Julio Arosemena, Colombia solicitó una reunión de consulta a los cancilleres para imponer sanciones contra Cuba. La reunión se realizó en Punta del Este, Uruguay.
Rafael Arízaga Vega relata que en ese tiempo, la OEA estaba conformada por 20 países. Para tomar una resolución con fuerza obligatoria se requerían 14 votos y Estados Unidos sólo contaba con 12. Los países opuestos a la medida eran ocho: Ecuador, México, Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Haití y Uruguay.
Durante la reunión, hubo grandes intrigas y presiones, pero al final Estados Unidos "volteó" a Haití con un préstamo no reembolsable de 15 millones de dólares y a Uruguay mediante "la compra de su canciller", acciones que denunciaron los periódicos de Montevideo.
Francisco Acosta Yépez representaba a Ecuador y cumplió a cabalidad la instrucción terminante del presidente Arosemena: "El voto de Ecuador no es negociable y será fusilado quien se atreva a cambiarlo".
DON BUCA, ¿INMORTAL?
La participación política de Asaad Bucaram no se caracterizó por su docilidad. Como legislador suplente en 1956, don Buca protagonizó varios episodios como agresor y víctima en el Congreso. Más tarde ocurriría lo mismo en el consejo provincial y en el municipio de Guayaquil.
León Roldós fue secretario del cabildo y cuenta que un día de 1959, un individuo disparó a quemarropa contra don Buca. Pero él no murió, ni siquiera fue herido. El agresor debió creer que el político era inmortal, pero lo que no sabía es que a causa de la esclerosis que sufría Bucaram, usaba una almohadilla en el lado izquierdo de su cuerpo. Ahí se alojaron las balas sin hacerle mella.
Una página del periódico "América Libre", de 1947.
ESTRAGOS DE UNA BALACERA
En el período de sesiones del Congreso de 1968-1969, Manuel Araujo Hidalgo era el diputado físicamente más pequeño, el más "omoto". Como reacción a una intervención suya, un legislador lo faltó a traición y Araujo resolvió igualar fuerzas. "O me retiraba de la Cámara o daba bala para que me tuvieran recelo", recuerda.
Tomó la segunda opción: disparó. Y en el salón no quedó un solo diputado. Muy prevenido, Araujo había llevado una segunda dotación para cuando se le acaben las primeras seis balas. Al acuclillarse para volver a cargar el revólver, vio debajo de la curula a Heinz Moeller. Como el revólver estaba en dirección a él, Moeller le pidió: "Oye Manuel, ¡no me mates!". Luego se desmayó y así terminó la balacera.