¿DE VERAS SON LISTOS LOS GATOS?
Publicado en
mayo 26, 2013
¿Cómo es posible que un animal que, al parecer, siempre está sumido en reflexiones sea incapaz, aparentemente, de aprender cosa alguna?
Por Penny Ward Moser
TODAS LAS NOCHES ocurre lo mismo. Vuelvo a casa después del trabajo y encuentro al gato echado sobre un mueble de la cocina. Le ordeno que se baje, pero no obedece. Entonces lo obligo a bajar con un ligero empujón. El se acerca al refrigerador y se detiene a dos dedos de la puerta. Cuando la abro, esta le golpea la nariz. Luego, en cuanto meto una cuchara en una lata de alimento para gatos, él se pone a dar vueltas. Y justo en el momento en que el alimento se desprende de la cuchara, él se asoma a su tazón vacío. La comida le cae sobre las puntiagudas orejas, y de ahí va a dar casi toda en el tazón. Él come. Yo como. Luego vemos la televisión.
Este ritual se ha repetido durante las 52 semanas de cada año, por espacio de 15 años. Es decir, miles de veces. ¿Sería demasiado pedir que un día mi gato me recibiera en la puerta, se encaminara hacia su tazón y esperara pacientemente durante unos 20 segundos? Una mañana, después de la consabida escena del empujón, el salto, el golpe con la puerta del refrigerador y el alimento desparramado, le eché una larga mirada a mi gato. Yo me disponía a salir rumbo al trabajo; él se disponía a dormir la siesta. A esa hora yo ya tenía media docena de problemas en la cabeza; él llevaba media hora contemplando el vacío.
—¿Sabes, Izzy? —le dije—. No sé si eres muy listo o muy estúpido.
¿Quién es este pequeño ser con el que vivo, que casi siempre está dormido? ¿El gato doméstico es en realidad distante y misterioso, como algunos opinan, o es, como lo percibo yo, una especie de pastel de carne ambulante y cubierto de pelaje, que se ha convertido en el más perfecto de los parásitos? "¿De veras son listos los gatos?", se pregunta Randall Lockwood, experto en conducta animal, especializado en estos felinos. Y él mismo responde: "Muy listos, de acuerdo con su propia naturaleza". Los especialistas en la materia reducen la cuestión a estos términos: si usted le pidiera a su gato que jugara al ajedrez, este resultaría bastante inepto. Sin embargo, si él le pidiera a usted que subiera corriendo a un árbol y atrapara un gorrión al vuelo, tampoco haría usted un papel muy brillante. Pero, ¿cómo es posible que un animal que, al parecer, siempre está sumido en reflexiones sea incapaz, aparentemente, de aprender cosa alguna?
"Izzy ha aprendido algo", afirma John Wright, consultor en comportamiento animal. "Ha aprendido que si se echa sobre el mueble de la cocina, y luego lo obligan a bajar con un empellón, y después recibe un golpe con la puerta del refrigerador, y por último acerca la cabeza al tazón, la comida le caerá encima y quedará junto a su boca. Como eso es lo que siempre ha hecho, cree que eso es lo que debe hacer".
Supongo que los gatos no disponen de mucho tiempo para aprender, ya que siempre están dormidos. La veterinaria Joan Hendricks, quien ha estudiado durante años el sueño de estos felinos, afirma que dedican el 80 por ciento del tiempo a esa actividad. "Lo notable", añade, "es que mientras duermen discriminan aquellos sonidos que son importantes para ellos entre una gran cantidad de ruidos irrelevantes".
Esto explicaría por qué los sábados Izzy permanece en algo parecido a un estado de coma mientras funcionan la lavadora, la secadora, la aspiradora y el aparato estereofónico, hasta que mi esposo se dispone a abrir una lata de jugo. Entonces sus orejas se orientan hacia la cocina, sus patas se ponen en acción, y en un instante Izzy está allí, con una expresión que dice: "¿Comida? Más vale averiguar".
Cuando los gatos están despiertos, ¿en qué meditan mientras fijan la mirada en el espacio? "Ignoro si piensan en algo", responde Wright. "Quizá observan el entorno. O tal vez sólo disfrutan de su bienestar".
Lo que sí sabemos es que, cuando miran con fijeza, los gatos ven un mundo diferente del que nosotros percibimos. Sus ojos funcionan con una eficacia a la vez superior e inferior que la de los nuestros. Por un lado, tienen una enorme capacidad de captación lumínica y ven mejor que los ojos humanos cuando la intensidad de la luz es baja. Pero, por otro lado, ese extraordinario mecanismo de captación lumínica hace que en condiciones de luz normales su agudeza visual sea menor. Son incapaces de percibir detalles.
Para un gato que observa, el movimiento, sobre todo en sentido horizontal, constituye un poderoso estímulo; en cambio, el movimiento vertical parece resultarle más difícil de detectar. Esto explicaría por qué, cuando preparo un pastel de carne sobre el mueble de la cocina y dejo caer un pequeño bocado, el pastel de carne cuadrúpedo y cubierto de pelambre que se encuentra en el piso en actitud suplicante, se queda inmóvil, sin apartar la vista de mi mano. Si, en vez de ello, lanzara la misma bolita de carne en sentido horizontal por el piso de la cocina, la atraparía en un instante.
Algo que con frecuencia le he envidiado a Izzy es su capacidad para mover al mismo tiempo una oreja hacia adelante y la otra hacia atrás. Creo que eso me resultaría muy útil en las fiestas, o cuando camino por mi barrio en la noche.
Los gatos tienen también un sentido del olfato muy superior al nuestro, y permanentemente dejan rastros de olor. Si bien sus orines huelen de modo horrible, por suerte las secreciones de las glándulas que tienen en las mejillas, la frente y los costados son prácticamente imperceptibles para nosotros. Cuando un gato frota su cuerpo apasionadamente contra nuestra pierna o contra los muebles de la cocina, su intención no es decirnos que nos ama, ni tampoco que nuestros muebles son muy bonitos. Por medio del olor que deja al frotarse les advierte a otros gatos que le pertenecemos.
Por buena que pueda ser la comunicación entre los gatos, los expertos convienen en que la evolución no les ha infundido la necesidad de complacernos ni de comunicarse con nosotros. Peter Borchelt, terapeuta de la conducta animal, señala al respecto: "Los perros son animales gregarios que en estado salvaje cazan juntos. Establecen jerarquías, y desean servir a un amo. En cambio, los gatos, que son cazadores solitarios, tienen una necesidad menor de responder a señales sociales. Yo suelo decir que el perro, como mascota, es un buen amigo y es receptivo a muchas señales sociales humanas. El gato también es un buen amigo, pero le falta motivación para responder a esas mismas señales".
Algunas personas creen que los gatos entienden todo lo que se les dice, pero que carecen de modales. Una amiga mía lo expresa así: "Si llamo a mi perro, este acude corriendo como si dijera: Sí ¿en qué puedo servirte? La respuesta del felino es: Dímelo por escrito, y ya veremos".
Esto no quiere decir que los gatos no puedan comunicarse con la gente. De hecho, lo hacen cada vez que consideran que ya es tiempo de que uno se levante, o que ya es su hora de comer, de salir o de volver a casa. Las dificultades comienzan cuando uno quiere hablar con ellos. Aparte del atiplado "Michi, michi, michi", que lo hace venir a la carrera (si le da la gana), Izzy no parece entender gran cosa de lo que le digo.
En su oficina de Oakland, California, Ian Dunbar, especialista en conducta animal y coautor del folleto Cats: Social Problems ("Los problemas sociales de los gatos"), me dijo que era culpa mía si mi gato y yo no podíamos sostener un diálogo. "La gente acostumbra hablarles a sus gatos de la misma manera en que le hablarían a su cafetera", explicó. "No esperan que sepan nada. Pero se puede y se debe enseñarles".
Dunbar sostiene que tanto los perros como los gatos pueden entrenarse de modo que respondan a numerosas palabras. "Los gatos pueden aprender a asociar nombres de objetos, tales como silla, mesa y puerta, y a obedecer órdenes. El proceso de enseñanza requiere de una buena cantidad de tiempo, pero bien vale la pena. Al fin de cuentas, o su gato aprende a reaccionar ante determinadas palabras, o usted aprende el idioma gatuno".
¿Yo? ¿Aprender el idioma gatuno? ¿Y qué dificultad hay en ello? Los gatos no dicen nada, excepto "miau". Facilísimo. Pues no, no lo es. Según las investigaciones de la zoóloga Patricia McKinley, que ha estudiado los sonidos emitidos por los gatos, estos son capaces de producir 15 sonidos simples y de combinarlos para formar hasta diez frases complejas.
"No pretendo afirmar que los gatos tienen un lenguaje en el sentido convencional del término", aclara la zoóloga. "Pero sí emiten distintos sonidos que corresponden a diferentes situaciones. Así, por ejemplo, Miau suele estar reservado para los humanos". En general, los sonidos graves se asocian con el temor o la agresión. Los breves y agudos suelen indicar que el gato prevé algo bueno. Patricia McKinley agrega que nosotros podemos imitar esos sonidos. "Un gruñido ronco puede molestar al animal; en cambio, con gorjeos agudos lo complaceremos".
A decir verdad, me tiene sin cuidado no poder hablar con Izzy. Pero estoy de acuerdo con un amigo, que también posee un gato, en que estos animales "serían mucho más divertidos si se les pudiera enseñar a hacer algo". A mí me gustaría que Izzy aseara la casa y descongelara la cena. Mi amigo sería feliz si su gato hiciera alguna monería.
Los gatos pueden amaestrarse. Sin embargo, cuando le pregunté a Dominique Lefort, un entrenador de gatos para actos circenses, si era posible que Izzy aprendiera alguna habilidad, él expresó reservas. "Como ya es viejo, el proceso sería prolongado". explicó.
Lefort colocó cinco bancos en círculo y abrió una jaula. Al punto saltaron fuera cinco gatitos de patas largas, atravesaron raudos el espacio que los separaba de los bancos y se encaramaron en ellos. Luego, con un poco de persuasión, los cinco se irguieron sobre sus patas traseras y saludaron con las delanteras ¡Si no lo hubiera visto con mis propios ojos...!
Tendré que resignarme a que Izzy jamás ejecute semejantes suertes. Ya acepté que invariablemente se eche sobre el mueble de la cocina, que obstruya el movimiento de la puerta del refrigerador y que permita que la comida caiga sobre sus puntiagudas orejas. Pero ahora sé que no es estúpido. Es simplemente un gato. Me cuesta 600 dólares anuales en alimentos, artículos varios y cuentas médicas; contribuye a mantenerme insomne... y lo quiero con locura.
CONDENSADO DE "DISCOVER" (MAYO DE 1987) © 1987 POR DISCOVER PUBLICATIONS, INC , DE NUEVA YORK, NUEVA YORK. FOTO: © MARK S. WEXLER